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A new flatmate por ParadiseNowhere

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Notas del fanfic:

La idea de esta historia la tuve hace un tiempo, cuando me mudé a una nueva ciudad a un piso compartido para estudiar diseño gráfico.

La historia es completamente ficticia. Cualquier parecido con hechos o personas reales es pura coincidencia.

 

Una última cosa.

Los que ya saben quién soy, saben que me gusta que mis lectores me dejen en reviews canciones que les encajen con mi historia, o con lo que pasa en determinado momento en ella. Los que no me conocen, ya lo saben a partir de ahora.

No es obligatorio dejar una canción para escribir un review, eso es al gusto XD

 

Disfruten.

Notas del capitulo:

Pues si, una nueva historia.

Nueva de hace mucho tiempo, pero en fin.

 

Canciones, quiero canciones que os hagan pensar en lo que leeis aquí.

 

Cualquier duda, ruego, sugerencia o crítica es bienvenida.

Me despierto y lo primero que oigo es un enorme estrépito que viene de la cocina y dos voces discutiendo acaloradamente. Suspiro y me levanto, resignado. No le doy importancia al barullo, es mi pan de cada día.

Al abrir la puerta, las voces de mis dos compañeros de piso pasan a escucharse más alto, en vivo y en directo. Medio dormido, pillo fragmentos de la conversación de camino al baño, pero las olvido en el acto. No me interesan. Lo único que ocupa mi mente en este instante es mear.

Me lavo las manos mientras el sonido de la cadena del váter aún está en el aire. Miro al espejo y mi cara de zombi me gruñe un saludo desde mi reflejo. “Buenos días, gilipollas”

Buenos días tengas tú también, capullo.

Me aparto el flequillo de la cara y me prometo que esta semana iré a la peluquería sin falta, aunque sé que probablemente no lo haré, odio ir a la peluquería. Pero me haría falta, básicamente porque he llegado a un punto en el que mi propio pelo me ataca, impidiéndome la visión y colándose en mi boca, molestándome todo lo que puede y más.

Me observo un instante, apartando un poco la cortinilla de pelo que se obstina en cegarme. Pelo marrón, ondulado, algo largo, imposible de peinar como dios manda, por lo que lo dejo ir a su libre albedrío. En realidad, creo que no me queda tan mal así, es como ese famoso “look despeinado” que tanto se lleva ahora. Solo que yo, en lugar de gastar tiempo para conseguirlo me llega con levantarme de la cama.

Ojos marrón claro, insulsos, comunes y corrientes, enmarcados por unas ojeras interminables que me hacen parecer un oso panda. Estatura media, ni alto ni bajo. Piel de tono claro, nariz chata… y ese puto lunar bajo mi boca. Dios, cómo odio ese lunar. Me da la sensación de que me hace parecer una chica, una de película antigua, en blanco y negro… lo odio.

Acabo mi auto repaso y me dedico una mueca de desagrado con todo el amor del mundo.

Sí, este soy yo.

Un desastre total.

Me dedico un último vistazo, salgo del baño pongo rumbo a la cocina, donde las voces de mis compañeros ya se han calmado. Me los encuentro tranquilamente sentados en la mesa, desayunando como si tan solo un instante antes no estuviese tirándose trastos a la cabeza, literalmente a juzgar por el estruendo que armaban.

Ni siquiera me molesto en preguntar por qué discutían. Principalmente porque no me importa. Pero lo más gracioso, es que seguramente a ellos les importe aún menos que a mí. Siempre están así. Discuten a todas horas por las cosas más insignificantes, pero nunca se guardan rencor.

-Buenos días, parejita.

-Buenos días, Toni- me saluda David, sonriente como siempre.

 Santi se limita a dedicarme un ademán con la cabeza y un murmullo quedo. Sé que no pretende ser borde, lo que pasa es que es un chico de pocas palabras… bueno, salvo cuando está discutiendo con David. Ahí sí que está fino. Tiene una lengua más venenosa que una víbora, pero no es mal tío… en el fondo.

Nunca, en todos mis años de vida, he topado con dos tíos más raros que estos. Algo que nunca entenderé, es cómo dos personas tan diferentes puedentener una relación tan estrecha. Y cuando digo estrecha quiero decir MUY estrecha.

Tan estrecha que los sorprendí varias veces a punto de montárselo en el sofá. Tan estrecha que a veces puedo oír sus “ruiditos” a pesar de que intentan ser lo más discretos posible para no molestarme. Tan estrecha que comparten habitación.

Por si no ha quedado claro, si, son pareja. Una pareja bien avenida. Creo que el secreto de su éxito conyugal (digo conyugal porque para mí es como si ya estuviesen casados… y estoy seguro que cualquier día de estos me darán una sorpresa apareciendo con anillos en los dedos anulares y un certificado de matrimonio bajo el brazo. Espera, ¿es legal el matrimonio gay aquí?... ni idea. Bueno, estoy desvariando) está en que no se guardan nada.

Se gritan, se pelean (pero no suelen llegar a las manos), se tiran cosas… pero no se guardan rencores. Exteriorizan todo lo que deben exteriorizar y no se guardan nada, por eso se tienen tanta confianza. Además, las discusiones fuertes suelen ir seguidas de sexo reconciliatorio. A estos dos les va de puta madre, no creo que encuentre a otra pareja tan unida ni aunque viva mil años.

Mientras mi mente divaga, voy desayunando en total silencio. Introduzco en mi boca una cucharada de cereales con leche tras otra de forma mecánica, sin saber qué hago exactamente.

-Toni, ¿te pasa algo?- pregunta David.

-¿Mn?- es mi vaga respuesta.

-Digo que si te pasa algo. Estás… no sé, como alicaído.

-Nah, es que estoy aún un poco zombi. Te recuerdo que mis dos escandalosos compañeros de piso acaban de despertarme a grito pelado, con ruido de menaje golpeando de fondo.

David me mira muy fijamente, como si me estuviese haciendo un escáner completo. Odio esa mirada. Me hace sentir desnudo, como si pudiese verlo absolutamente todo de mí. Casi siento tentaciones de proteger mis partes más privadas por miedo a que me deje estéril con esos ojos de rayos X.

-No, no es eso. No es solo ahora. Llevas así un tiempo, y la verdad, empieza a tocarme la moral tanta apatía.

-Tío, me acabo de levantar. No tengo el cuerpo para estas historias, ¿Cómo quieres que te diga que me pasa algo si apenas puedo recordar mi nombre en este momento?

Miento. Y David lo sabe. Y acaba de abrir la boca de nuevo para replicar, pero Santi llega en mi auxilio.

-Dave, amor, son las ocho y cuarto.

-¿¡Ya?! Joder, voy a llegar tarde- se levantay sale disparado a por su abrigo y su bolsa.

Está a punto de salir por la puerta, pero se para en seco, como si se hubiese acordado de algo muy importante de repente. Se gira, entra en la cocina en dos zancadas y se inclina sobre Santi para darle un beso.

-Hasta luego, San- dice relamiéndose con una sonrisa.

-Hasta luego, Dave.

-Chao David.

Y se va. Y Santi lo sigue con la mirada hasta que desaparece por la puerta, con una sonrisa algo bobalicona en los labios. La expresión de enamorado ñoño se le desvanece poco a poco ahora que David ya no está. Entonces, como resignado, suelta un suspiro y me mira.

-Sabes que esto no ha acabado, ¿verdad?

-Ya sé. No se rinde fácilmente. ¿Y tú?

-Ya sabes que a mí no me tienes que dar explicaciones de nada. Si quieres hablar de algo, ya hablarás, no tengo por qué andar pinchándote con un palo para que me cuentes las cosas cabreado y de mala gana.

Lo miro, pero Santi no me devuelve la mirada. Está bastante concentrado en su taza de café.

Definitivamente es un tío cojonudo.

En el fondo me encantan estos dos pirados. Aunque no sé si soy la persona más indicada para llamar pirado a nadie. En fin. El caso es que hace un año y pico que los conozco y ya son más íntimos amigos míos que toda la gente que he conocido desde que tengo memoria.

Me mudé aquí hace un tiempo y estos dos ya venían con el piso. De hecho, estos dos ya son más o menos como los hijos que la dueña del lugar nunca tuvo. Desde que llegaron, esa señora los cuida y mima como… pues eso, como si fueran sus hijos. Y lo mismo conmigo.

La casera es como una especie de mamá gallina que acoge bajo su ala a toda alma desamparada que le cae enfrente. Los tres la adoramos. Y eso que a mí la gente mayor me ralla, pero ella es especial. La visitamos siempre que podemos, la cuidamos lo mejor que sabemos y la acompañamos para que no esté sola. Y ella nos devuelve todo el cariño que podemos darle y más.

Me acuerdo de cuándo llegué aquí por primera vez. David y Santi me contaron que ningún casero o casera quería alquilarles un piso por ser abiertamente gays emparejados. Fingir no va con ellos, y ocultarse tampoco. Y hacen bien. Total, que nadie los quería, eran como dos parias hasta dieron con Cecilia, nuestro angel de la guardia guión casera.

Pero eso es otra historia que no viene a cuento.

¿Por qué pienso en estas pavadas de tan buena mañana?

 Bueno, en fin, es hora de ir arrancando o pierdo el bus. No tengo ganas de que me llamen la atención por impuntual en el trabajo.

Notas finales:

Bien, por ahora es lo que hay.

Espero poder seguir escribiendo esta historia, y no quedarme atascada como siempre -_-

O casi siempre. 

 

Como cada vez, cualquier comentario o crítica es bienvenido.


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