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La Bandida por porfavorviolameShizuma

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Notas del fanfic:

Esta es una historia de tematica yuri, se recomienda para mayores de 13 años


Shizuma es una escritora que recluida en la carcel de mujeres de la ciudad nos cuenta su historia


y como por un acto de amor termino en aquel lugar.


Personajes


Shizuma Hanazono - Strawberry Panic


Kaori - Strawberry Panic


Chitaru y Kirigaya - Akuma no riddle


Claire - Residen Evil Revelaciones

NOVIEMBRE DE 2015

Como empezar una historia, bueno como podría empezar la mía. Tal vez contando sobre mi pasado, presente y lo que deseo en un futuro. Nah! No lo creó, mi vida ha sido como la de muchos, aunque creó que con una dosis adicional de dolor. Creo que por ello hasta ahora nunca me atreví a escribir nada sobre mí, siempre mi mente ha estado llena de fantasías. Soñando con todo lo que quería ser en aquel entonces pero que jamás llegaría a ser. Pero bueno muchas personas han querido conocer mi historia, empezando por mi editor y todos aquellos lectores que tras la publicación de mis libros se han interesado por la vida de una escritora tan joven que se encuentra recluida en un centro de detención para mujeres. Confieso que, aunque la idea no me atrae, si tengo aquí en la cárcel el tiempo suficiente para dedicarme a escribirla.

Comenzare por el principio, mi nombre es Shizuma Hanazono. Si lo sé, llevó el nombre de una de las diosas de la televisión, eso decía mi madre cada vez que tenía que aclararle a cualquier desconocido el origen de mi nombre. Tengo 23 años y me esperan algunos años más de reclusión, para cuando esto termine esperó haber terminado esta historia y otras cuantas más.

Se preguntarán que hice para terminar en este lugar, solo puedo adelantarles que fue por amor. Un amor que nunca me fue correspondido y por el cual empezaron todos mis males. Sin más prologo es momento de devolvernos en el tiempo



DICIEMBRE DE 2008



Era un domingo frío de diciembre, aún no llovía, pero las nubes estaban tan cargadas de agua que en cualquier momento se desplomaría una torrencial tempestad. Mi hermana oraba en silencio cerca a la tumba de mi madre, mientras yo arreglaba algunas flores para adornar su sarcófago. Hacía un mes que un demonio nos la había robado. No importaba el tiempo que pasará, los recuerdos y pesadillas vivían presentes en mi mente y en la cicatriz que tras el incidente había quedado en mi pierna. Aunque nuestra situación económica no era fácil, el amor de mi madre lo había podido todo, pero tras su fallecimiento las responsabilidades fueron mayores para mí. Con su muerte mi vida dio un giro de 180 grados, ya no pude seguir siendo la misma buena estudiante, de hecho, ya no podía estudiar, el dinero y los cuidados hacia mi hermana eran mis prioridades y aunque la ausencia de la persona que tenía toda mi admiración, amor y respeto me dolía en cada parte de mi alma y corazón, no obstante, la función tenía que continuar.



Y justo eso fue lo que hice, tres días después de su sepelio salí en busca de empleo, aunque teníamos algunos familiares por parte de mi madre, ninguno de ellos iba a tomar una responsabilidad que no les convenía; dos días más tarde logre conseguir trabajo en la plaza de mercado ubicada a varias cuadras de mi hogar. Este era el único lugar donde personas de todas las edades y géneros eran admitidas. El trabajo en la plaza de mercado no era fácil y no por la fuerza que se requería para mover bultos, sino porque los hombres eran demasiado machistas y otros exageradamente coquetos gracias a que mis ojos verdes llamaban excesivamente la atención, pero perdían su tiempo, el género masculino no era de mi preferencia, mis gustos iban encaminados hacia las mujeres, aunque hasta el momento mi experiencia con ellas era más bien poca. Sin embargo, había uno de ellos que se comportaba de un modo diferente, era el encargado de dejar la bodega en la cual trabajábamos limpia y no porque se lo ordenaran sino porque él se ofreció a hacerlo. Pese a que su aspecto físico era muy de macho, eso sí de contextura delgada y facciones serias, en el fondo yo sospechaba que era gay, igual no le prestaba mucha importancia al tema ni tampoco hablaba al respecto. Pero Levy, quien así se llamaba, era un joven agradable y ambos congeniamos muy bien, rápidamente nos hicimos buenos amigos.



Aunque la paga en aquel lugar era buena, no era suficiente para cubrir las obligaciones que había pendientes y las próximas, tanto para Levy como para mí que teníamos personas a cargo, él a su abuela y yo a mi hermana. Por tanto, optamos por conseguir un trabajo adicional al que teníamos, pero fue más complicado, además de las humillaciones que teníamos que pasar en nuestro nuevo compromiso, de la mala paga y del descuido de nuestros familiares. No aguantamos más de una semana con los trabajos adicionales por lo cual preferimos conservar el primero y buscar otras soluciones. Soluciones que no fueron las correctas pero que al fin y al cabo resolvían nuestros problemas y una de ellas fue volvernos bandidos, ¿Pero cómo llegamos a ello?, fácil, tanto a Levy como a mí los villanos de los libros y las películas eran nuestros personajes favoritos, pasábamos mucho tiempo debatiendo sobre algún personaje especifico, sus tácticas y descifrando sus fallos. Levy era un hombre perfeccionista, por tanto, si decidíamos seguir por ese camino teníamos que prepararnos no solo física sino mentalmente.



Nos dimos un tiempo para pensar y tomar una decisión al respecto. Cada noche en mis oraciones le pedía consejo a mi madre, aunque sabía que ella estaría en contra de cometer algún acto delictivo, pero hasta el momento actuar correctamente no me había servido de nada, y que más claro ejemplo que ahora ella no estaba con nosotras. Así que no había nada más que pensar, iba a hacer lo que fuera por el bienestar de mi hermana y por el mío. Y con esa decisión mi único amigo y yo comenzamos nuestro entrenamiento. Lo primero que hicimos fue mejorar nuestro estado físico, al salir de nuestra jornada laboral dedicamos varias horas a correr, pues necesitábamos tener agilidad para nuestra huida. También practicábamos pasos básicos de defensa personal, aprendimos a empuñar armas corto punzantes. Luego nos entrenábamos mentalmente, siempre que podíamos veíamos las noticias prestando especial atención a las redadas que hacia la policía a grupos de ladrones, las estrategias que estos utilizaban, tomábamos nota de lo que debíamos y no hacer, a la vez que diseñábamos tácticas.



Duramos tres meses en aquel entrenamiento, tiempo en el que nuestra situación económica estaba en el límite critico pues solo podíamos tomar dos alimentos al día y tenía dos meses de atraso en el colegio de mi hermana y para Levi no era diferente la situación pues los medicamentos de su abuela, los que realmente funcionaban estaban llegando a su fin. Por tanto, decidimos que era tiempo de ejecutar nuestro primer golpe. Fuimos al centro de la ciudad, donde el caos, los transeúntes y trancones de vehículos reinaban. Pareciese que todo estaba dispuesto para cometer actos delictivos. Con paso suave ambos nos mezclamos entre la gente analizando a nuestra víctima y esta no tardó en aparecer. Un hombre mayor de edad quizás de unos 50 o 60 años, próximo a ingresar a un cajero automático, parecía nervioso, intranquilo, observaba a un lado luego al otro. Con una mirada Levi y yo determinamos que aquel sujeto era el elegido. Entretanto yo le observaba desde una esquina, vi como Levy encendió un cigarrillo, lo aspiro tres veces seguidas mientras caminaba hasta mi posición.

-Estas tensa, fuma esto, te ayudara- me sugirió mientras me ofrecía su cigarrillo

Sin pensarlo dos veces lo tome y aspire profundamente ahogándome de inmediato.

-Suave, suave, inhala despacio, llena tus pulmones con el humo. Aún tenemos tiempo, hay dos personas antes que él- refiriéndose a nuestra víctima.

Volví a aspirar el porro, siendo la tercera vez la vencida, sentí como con cada aspiración mi cuerpo se relajaba y a la vez se volvía ligero, mis sentidos se agudizaban. Una sensación de vértigo inundo cada molécula de mi sangre, calentándose. El temor y la duda que sentía se esfumaron. Decididos caminamos hasta la esquina más cercana del cajero. Una vez el tipo salió y emprendió su camino para tomar un taxi y antes de que lo hiciera lo abordamos, uno a cada lado, tomándolo ambos por los brazos.



-Calmadito- le dijo Levi mientras metía la mano en su bolsillo derecho y yo le hundía la punta del puñal en su cadera a su lado izquierdo

Luego yo hice lo mismo y esta vez fue mi compañero quien le amenazo. Todo lo hicimos en cuestión de segundos, una vez obtuvimos el botín ambos tomamos una ruta de escape corriendo ágilmente y separando nuestros caminos, para cuando el hombre pidió ayuda era demasiado tarde. 15 minutos más tarde nos encontramos en un punto acordado con anterioridad, Levy me esperaba ansioso. Abordamos un bus y nos dirigimos hacia mi casa. Durante el camino no hicimos más que hablar sobre lo que había pasado, sobre cómo nos sentíamos, y sobre todo en que lo volveríamos a hacer.



Con el paso de las semanas mejoramos las estrategias, definimos los perfiles de nuestras víctimas porque no queríamos afectar a nuestra gente, sino a quienes la perdida de algunos pesos no les aquejaba demasiado. Establecimos las zonas en las que realizaríamos nuestras fechorías, ya que la capital por ser un lugar tan extenso se prestaba para ejecutar nuestros delitos, con un buen porcentaje de no ser atrapados. Decidimos que solo hurtaríamos lo que necesitábamos para cumplir con nuestras obligaciones, y de hecho así lo hicimos, temporalmente nuestra situación se estabilizó. Sin embargo, delinquir no era fácil, por más que nos encomendáramos al todo poderoso había ocasiones en que las cosas no nos salían bien, pero éramos conscientes a lo que nos enfrentábamos y las consecuencias que esto nos acarrearía. Sabíamos que si nos atrapaban iríamos a la cárcel por varios años y no nos podíamos dar ese lujo, menos cuando ambos teníamos personas a cargo.

No obstante la enfermedad de la abuela de Levy se complicó y este tuvo que dejar el trabajo en la plaza así como disminuir las veces en que íbamos a ¨romper¨, término que utilizábamos para referirnos a hurtar. Debía pasar la mayor parte del tiempo junto a su abuela, yo lo comprendía, por lo cual le apoyaba económicamente, pero el trabajo en la plaza y los hurtos no eran suficiente, así que tome una actividad adicional que consistía en vender sustancias psicoactivas, gracias a las andanzas en el bajo mundo pude contactar con varias personas con las cuales me podía proveer, y aquel negocio aunque igual de peligroso que el anterior me permitía tener mejores ingresos.



Semanas más tarde la abuela de Levi falleció. Pobre de mi amigo, yo, que había perdido a mi madre conocía ese dolor, sabía lo que era perder un ser amado, comprendía como la vida nos cambiaba, pero también teníamos que continuar, sin embargo para mi camarada no fue fácil superar aquel episodio, una vez conseguimos el dinero para su sepulcro, pues queríamos que su ultimo día en la tierra fuera hermoso, Levi no tuvo más razones para vivir, se entregó a la bebida y a los hombres, donde evidentemente confirme sus gustos sexuales, y a la vez le confesé los míos. Aquel secreto nos unió a un más, tanto que los fines de semana íbamos a discotecas gay. Obviamente teníamos nuestras identificaciones falsas, las cuales en muchas ocasiones no eran necesarias debido a que nuestros rostros aparentaban unos dos años más de los que teníamos. Dentro de cada discoteca aprovechaba para vender sustancias, por tanto no bebía mucho, una o dos cervezas mientras que Levi bebía lo suficiente por los dos, ingería alcohol hasta perder la razón, cada noche terminaba con un hombre diferente y todo gracias a su aspecto físico muy masculino, que encantaba a la mayoría de gays, travestis, etc. Indudablemente yo también terminaba enredada con una que otra chica, algunas veces eran solo besos, otras solo sexo, pero nada de compromisos. No obstante, después de un mes todo se volvió aburrido, Levy continuaba en las mismas, alcoholizándose. Su sentido de la concentración había disminuido, tanto que cuando salíamos a hacer nuestras fechorías corríamos demasiado el riesgo de que nos atraparan y lamentablemente así sucedió.



Era una tarde de viernes, ambos andábamos escasos de dinero y aunque yo tenía cubiertas mis deudas, el necesitaba para ir a beber. Como no era una fecha de pago para la mayor parte de las personas optamos por hurtar celulares o bicicletas, lo que primero se nos cruzara. Tómanos una de las ciclo rutas menos transitadas de la ciudad, cada uno con una mano dentro del bolsillo del suéter donde ocultábamos y empuñábamos las navajas. La idea era asustar a los transeúntes, robar la bicicleta o el celular y escapar corriendo o pedaleando. Transcurrían los minutos, ni ciclistas ni personas transitaban por la ciclo ruta, por lo cual la ansiedad de Levy iba en aumento, yo solo le observaba y trataba de calmarlo, pero tenía un mal presentimiento. De pronto un ciclista hizo su aparición, al vernos acelero su marcha, sin pensarlo dos veces mi amigo se abalanzó sobre él, el impacto fue tan fuerte que ambos salieron volando. Fui tomar la bicicleta pero la llanta estaba torcida, así que la deje y fui a por Levi, este tenía una herida en la cabeza. Lo levante con fuerza y empecé a alejarme del lugar, estaba atontado por el golpe. Entre tanto el ciclista gritaba pidiendo ayuda dando sus quejidos resultados, para nuestra mala suerte una patrulla motorizada de la policía que había cerca respondió a su llamado. Como pude tome la navaja de Levy y la mía y las arroje a un lado de la calle, pues si aquel hombre nos culpaba necesitábamos salir en limpio.



Una hora más tarde los tres nos hallábamos en la unidad de permanencia juvenil, donde el tipo de la bicicleta nos trataba de delincuentes y nosotros alegábamos que el hombre había atropellado a mi amigo, aunque no nos encontraron nada que nos incriminara para los policías tenía más peso la palabra del ciclista y por tanto decidieron dejarnos encerrados doce horas en aquel lugar. Nos hicieron despojar de los cordones de los zapatos y la correa, así mismo de los objetos de valor, y nos permitieron hacer una llamada para avisar a nuestros familiares sobre nuestra ubicación.

Tuvimos que pasar la noche allí, según nosotros, injustamente. Era la primera vez que íbamos a aquel lugar, pero ya habíamos escuchado historias y consejos sobre el mismo y uno de ellos era no dormir ¨el que se duerme, pierde¨ decían, por tanto Levy y yo nos ubicamos en una de las esquinas del gigante patio, el que era de largas paredes y que se hallaba custodiado. Mi amigo aún tenía un fuerte dolor de cabeza, producto del golpe.

-duerme un rato, yo me quedare despierta-

-tratare, pero aun así estaré alerta- me contesto mientras se acomodaba en el frio suelo del lugar.

Mientras Levy dormía, yo observaba detenidamente el presidio, analizando a cada una de las personas que se hallaban en el mismo, aunque eran muy pocas, muchas con cara de pocos amigos y a la vez cansados, se acomodaban para dormir. A la madrugada el lugar se colmó de más jóvenes, casi todos menores de edad. No les preste mucha atención y me volví a centrar en mis pensamientos y en el estado de mi amigo, a quien el frio le hizo despertar.

-que ha pasado- me pregunto

-Hasta ahora nada, solo que ha incrementado el número de individuos en este lugar- le conteste

Aunque Levy me sugirió que descansara, yo me negué, solo quería que amaneciera para salir de aquel confinamiento, sin embargo las horas se convirtieron en una eternidad, por tanto nos dedicamos a conversar mientras pasaba el tiempo. De pronto sentí que alguien me miraba.

-hay una chica que no te ha quitado el ojo desde que llego- me confirmo Levy

-es bonita- le pregunte

-Sí, bastante, mírala con disimulo, está a tu lado izquierdo, cabello negro y piel blanca-

Haciendo que masajeaba mi cuello, dirigí mi mirada hacia la joven descrita por mi amigo, y efectivamente la mujer me miraba fijamente y coincidía con las explicaciones de mi amigo, era muy hermosa. Al encontrarse nuestras miradas, ella me sonrió y yo continuando con su coqueteo le correspondí. Proseguí hablando con Levy y regalándole una que otra mirada a la joven. Horas más tarde llegó la orden de salida para todos los jóvenes que nos encontrábamos allí. La chica de cabello negro que se hallaba sentada, se puso en pie muy lentamente, lo cual hizo que coincidiéramos en nuestro encuentro hacia la salida, quedando a mi lado.

-oh pero que bonita coincidencia- le dije

-hola extraña- me contestó decorando sus palabras con una linda sonrisa

-Shizuma- le conteste estirando mi mano

-Kaori- respondió tomando delicadamente la mía.

-un nombre hermoso para una joven preciosa-

-gracias- me dijo sonrojándose -¿podríamos volver a vernos?- preguntó

-me encantaría, dame tu número-

-pero donde lo escribirás- me interrogo arqueando una ceja

-aquí- le dije señalando mi cabeza.

No se convenció mucho, pero aun así me lo repitió dos veces, más 10 veces que lo repetí en mi mente. Continuamos hasta la salida del lugar donde nos harían entrega de nuestras pertenencias, no obstante uno de los policías del lugar abordo a Levy –usted no se ira de aquí, a partir de este momento servirá a la patria-

-no tengo intenciones ni tampoco la edad para hacerlo- contesto mi amigo

-es cierto, el aún no tiene 18 años, no se lo pueden llevar- le recrimine al hombre

-somos la autoridad, así que podemos, saquen a esta mujer y lleven a este a la patrulla- ordeno el policía a un grupo de patrulleros que acataron su dictamen, aunque mi amigo y yo nos opusimos ante aquella infamia, desatando golpes sobre los oficiales, estos sin pudor sacaron sus artefactos de descargas eléctricas haciéndolos resonar por el lugar. Comprendimos que no teníamos nada que hacer ante estas armas, por lo tanto, bajamos la guardia y acatamos las órdenes de aquella estúpida autoridad. Le di un último abrazo a mi amigo

–háblame cuando puedas. Te quiero Levy feíto- le susurre

-Yo también, cuídate mucho flaca, estudia, se alguien mejor- me contesto al oído. Nos miramos una última vez.





NOVIEMBRE DE 2009



SHIZUMA

Ha pasado casi un año desde esa última vez en que nos vimos, pues le enviaron a otra ciudad, a cientos de kilómetros de aquí, donde me era imposible visitarle, un día al mes hablábamos por teléfono, me contaba sobre su entrenamiento, los tipos con los que se acostaba y de otras trivialidades. Siempre me aconsejaba que continuara con mis estudios y dejara de delinquir. Me decía que no iba a ser fácil, pero que mirara otros horizontes y aprovechara el ingenio y la buena memoria que tenía. Todos los días meditaba en sus palabras, muchas veces sentía que no eran de él, sino un mensaje de mi madre. Y ambos tenían razón, no iba a pasar toda la vida como una bandida, por tanto debía continuar con mis estudios, pero si quería prepararme en la universidad debía ingresar a un buen colegio, uno de gran nivel, en el que pudiese ganar una beca y así no aumentar mis gastos.





KAORI

Paso muchísimo tiempo y por fin Shizuma me llamó, había desistido a la idea que lo haría, pero por Dios que delicia el escuchar su voz y el verla fue toda una exquisitez para mis sentidos, aquella marginal me encantaba desde esa fría noche en que la vi, es como esas personas que ves una sola vez en tu vida y no las olvidas por mucho tiempo. Si, era una pobre marginal, pero era sexy con unos ojos hermosos, lástima que no tuviera dinero, ni usara ropa de marca, sino sería mi novia. Pero por más que me gustara ocuparía el mismo lugar que las demás, mi juguete sexual.



KIRIGAYA

Las pesadillas que atormentaban mis sueños con el recuerdo de aquella noche poco a poco iban desapareciendo, aún no creía que mi madre estuviese muerta, cada vez que íbamos a su tumba sentía que las flores que llevaba no eran para ella, porque ella no estaba allí. Pero al regresar a casa el silenció que reinaba en la cocina me hacía romper en llanto. Aquel lugar era nuestro sitio favorito dentro de nuestro hogar, allí conversábamos, me daba lecciones no solo de cocina sino de vida. Mi madre era mi mejor amiga, a pesar de mi discapacidad mi madre aprendió rápidamente el idioma de los sordo mudos, aunque yo podía escuchar, no podía hablar. Nos comunicábamos a la perfección, tanto que me hacía olvidar el que era diferente a los demás, pero ella ya no estaba y las imágenes de esa noche seguirían entristeciéndome.

¨Escuche los gritos de mi madre, con rapidez me acerque hacia su habitación, vi como su esposo se encontraba sobre ella golpeándola de una forma que no podría describir más que brutal, asustada me quede en la puerta sin saber qué hacer, de pronto mi hermana apareció a mis espaldas –vete para tu cuarto- me hablo con sus manos, mientras se lanzaba sobre él hombre castigándole la espalda con sus puños, con furia mi padrastro se volteó para quitar a la persona que lo estaba lastimando, encontrándose con esos furiosos ojos verdes, justo cuando el individuo le iba a propinar un primer golpe, un grito de dolor desgarro su garganta y un líquido de color rojo mancho sus ropas. Aquellas fueron las últimas fuerzas que tenía mi madre para protegernos, sin embargo el dolor se transformó en Ira y aquel hombre que no conocía la misericordia tomo un objeto con su mano derecha, parecía ser una botella que aun contenía licor, la empuño fuertemente para retomar su envestida; pero esta vez fue contra mi madre asestándole un golpe sobre su cabeza, haciendo volar mil pedazos de vidrio por toda la habitación. Shizuma aprovechando que el sujeto le daba la espalda hundió mucho más las tijeras que se hallaban clavadas en el lomo de mi padrastro, pero aquella bestia endemoniada se giró para ver a su contraatacante. Con su último aliento el hombre se lanzo sobre mi hermana, intimidándola con los restos de botella que aferraba a su mano -auxilia a mamá- pude leer en sus labios, mientras le atinaba unos cuantos golpes.

Por más que moviera a mi madre y gritara su nombre, ella no reaccionaba. Para cuando llegamos al hospital ya era demasiado tarde. El último golpe que le había asestado aquel rufián le había provocado un derrame cerebral.



Y con el recuerdo de esa noche que dejó cicatrizado mi corazón, también quedo una cicatriz física en la pierna derecha de mi hermana como resultado del forcejeo entre ella y aquel demonio. La herida que le propinó inició desde su muslo pasando por su rodilla y finalizando en la pantorrilla, pero que tres meses después fue cubierta por la imagen de un dragón que se enredaba alrededor de su pierna, siendo la pantorrilla su cola y su muslo la cabeza.

Mi hermana hizo todo lo que pudo para sacarnos adelante. Abandonó sus estudios y se dedicó a trabajar en una de las plazas de mercado de la ciudad y estoy segura que con lo que ganaba difícilmente cumplía con las obligación económicas que demandaba nuestro hogar y menos con hacerse un tatuaje, dudaba de la forma en que obtenía el dinero, pero aún con mis sospechas no le iba a juzgar y tenía muchas más cosas buenas que sus secretos y ello era el dominio por completo del lenguaje de señas. Más que una hermana quiso convertirse en una madre sobre protectora, aunque habían ocasiones que discutíamos por ello, sabía que era solo porque me amaba, aunque tuviese 16 años ella aún me veía como a una niña de 10.

No permitió que le ayudara con las obligaciones económicas de la casa. Dijo que mi único deber era estudiar y ser la mejor. Y en eso me convertí. En una de las mejores estudiantes de la escuela para personas con discapacidad de la ciudad. Poco a poco nuestra situación económica se estabilizó hasta el punto que mi hermana decidió ingresar a estudiar, faltaba menos de un mes para finalizar el año y aún estaba a tiempo para inscribirse en una de las mejores escuelas de la ciudad.

Continuara….

Notas finales:

Gracias


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