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Summertime. por FumiSaho

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Notas del capitulo:

Hola, personas!!

Pos nada, quedó un poco largo, pero espero que les guste. :}

 

 

El día era increíblemente brillante. El verano se hacía notar en cada rincón de Japón. El sol iluminaba con fulgor y llenaba de calor cada cuerpo físico, inclusive a aquella pareja que se encontraba encerrada en el baño con tantos nervios que les enfriaba la piel. La pareja de enamorados esperaban ansiosos por qué el minuto pasara rápido.

Midorima Shintarou y Takao Kazunari eran muchachos de personalidades tan contrariadas que se complementaban mutuamente. Se amaban como ninguna otra persona puede amar a otra. Claro que enfrentaban problemas, como cualquier otra pareja suele tener sus conflictos, mas no había nada que un paciente Kazunari no pudiese solucionar con el siempre ceñudo Shintarou.

Ahora, uno de ellos caminaba marcando el perímetro del baño mientras contaba mentalmente los segundos, aunque en su cabeza los segundos eran mucho más rápidos que los reales. El segundo de ellos estaba sentado en el retrete cerrado, su corazón latía desenfrenado, estaba emocionado y excepcionalmente nervioso. Con sus pacientes era cosa común, pero cuando sucede en carne propia, las cosas cambian y todo el mundo cobra tonalidades diferentes. O por lo menos así lo percibía Shintarou.

Takao detuvo su caminata antes de volver a mirar el pequeño instrumento de plástico. No, todavía nada. Su ritmo cardiaco aumentaba a cada segundo y se hacía insoportable la espera. Volvió a dejar la pequeña y delgada tira antes de volver a su caminata de león enjaulado.

Segundos después, el temporizador vibró y un timbre resonó en las paredes del baño produciendo ecos estridentes que les paralizó por escaso un segundo. Midorima abrió grandes los ojos dando un ligero respingo sobre su asiento. Takao, a pesar de su ansiedad, se quedó plantado en el suelo. El sincronizador siguió vibrando hasta que se deslizó por el lavabo hasta caer en el suelo y de un fuerte golpe, se calló.

Como si esa fuese la señal que esperaba Kazunari, giró sobre sus talones para regresar inmediatamente y tomar la muestra de embarazo que descansaba aún sobre el otro extremo del lavabo.

Las manos le temblaban y mantenía los ojos fuertemente cerrados. Respiró profundamente antes de abrirlos y enfocar la parte donde le notificaría el resultado. Y de pronto, como por arte de magia, se sintió ligeramente tranquilo. Tal y como había sospechado, el resultado era negativo. Midorima, quien se había levantado e ido cauteloso a su lado, miró el mismo resultado. Era decepcionante el haberse emocionado. Acarició los hombros de Takao para luego frotarlos como si le otorgase calor.

−Sabíamos que esto podría pasar. –recordó el más bajo encogiéndose de hombros. Parecía no darle tanta importancia. –La primera vez puede no funcionar, ¿no? –se giró para encarar a su pareja.

A Shintarou en realidad le importaba el tener un bebé con la persona que amaba, pero no solo por su propio deseo, sino para ser parte de la nueva etapa que Kazunari quería explorar. Claro que estaba dispuesto a ser padre a los veinticinco. Sin embargo, poco valía la prueba de embarazo si no hacia feliz a Takao.

En su interior se sintió terriblemente mal al ver los ojos acuosos de su novio, quien se mordía con fuerza el labio inferior con tal de no soltarse en llanto. Lo abrazó con fuerza suficiente que le dijera que eso no acaba ahí, que había más oportunidades y podrían tener un hijo. Kazunari lloró en su pecho abrazando su espalda mientras con sus puños cenia la camisa de Shintarou.

El dolor que ambos compartían se quedaría encerrado en el baño y podrían desecharlo rápidamente.

 

 

Como si nada y todo, pasaron tres semanas. Se preparaban para ir a trabajar; Kazunari preparaba el desayuno y los almuerzos teniendo el noticiero de fondo, aunque no lo escuchaba realmente. Shintarou esperaba con paciencia leyendo el periódico a que su pareja decidiera que era momento de desayunar, pues a pesar de que todo estaba ya sobre la mesa, todavía ponía los últimos detalles a las cajas de almuerzo.

−…escapó de la Isla de Honshu a nado, siendo aprehendido horas después. Presentaba hipotermia. –anunció la presentadora denoticias. –Pasando a otro tipo de noticias: La cadena de fábricas dedicada a productos médicos enfrenta una demanda ahora debido a…

−Shin-chan, ¿Quieres maple?

−No, gracias. Mi cantidad de glucosa debe ser regulada. –dobló el periódico dejándolo en la mesa, en un extremo donde no se ensuciaría.

−Oh, vamos. –instó Kazunari abrazándolo por la espalada para luego recargar su barbilla en el hombro del más alto. –No decías eso hace dos días cuando lo pusiste en…

−Solo un poco, entonces. –accedió sin poder negarse ante Takao, que desde hace un tiempo parecía querer comer más de lo que estaba acostumbrado.

Takao vertió solo unas líneas de maple sobre los hot cakes que seguían calientes antes de darle un beso en la mejilla al peliverde.

−Te amo mucho, mucho. –sonrió.

Shintarou no lo diría, pero se sentía como un niño celebrando su primer amor. Pensándolo mejor, Shintarou ahora celebraba internamente el que su primer amor continuara a su lado y de la misma manera en que lo había enamorado.

−Lo sé. –respondió después de carraspear para evitar que el calor que invadía su pecho, llegara a su rostro. –Y deberías saber que yo también… te amo.

Kazunari se sentó frente a él y solo le sonrió.

−Hoy vayamos a cenar a la calle ¿sí? –propuso al tiempo que cortaba una buena parte de pan y lo bañaba en miel antes de metérselo a la boca.

−¿Qué quieres que cenemos?

−¡Carne a la parrilla!

Luego de acordar lo que cenarían, terminaron de desayunar escuchando la sección de Oha-asa. Para almorzar, se reunieron en el jardín del hospital debajo de una  buena sombra de un cerezo bastante verde. Sin embargo y a pesar de que el día se veía bastante bien para poder ir a comer carne a la parrilla, como quería Kazunari, tuvieron un percance. Un auto chocó contra un autobús con pasajeros al deslumbrarse con el sol. Salieron casi a la una, por lo que su cena no fue carne, sino una caja de almuerzo de una tienda de conveniencia.

Takao se sentía bastante cansado como para replicar algo sobre su cena, por lo que, resignado y hambriento, le pareció bueno comer algo salido del microondas. Por otro lado, Midorima se prometió llevar a Takao mañana por la noche, a algún buen lugar.

Esa noche durmieron abrazados.

Por la mañana, antes de que el despertador anunciara el inicio de su nuevo día, Takao saltó cual resorte, de la cama para correr inmediatamente al baño. El ácido gástrico subía súbitamente por su esófago quemándole la garganta. Las arcadas le decían que debía abrir la boca y dejar que saliera, darle paso a su libertad. Abrió la tapa y el contenido de su estómago regresó sin miramientos siendo botada al interior del retrete.

Se sentía horrible, la piel se le erizaba ante la sensación de comida atorada en su garganta y lengua. Tenía miedo y quería llorar también del asco. Abrazó su torso como si eso le impidiera a su estómago contraerse y evitar más espasmos que le hacían doler el abdomen.

Shintarou despertó en cuanto escuchó la puerta del baño azotarse con fuerza. Con pereza miró a su izquierda, donde debía estar Takao, pero solo estaba su cálida impresión sobre las sabanas. Se sentó estirando el brazo para tomar sus lentes. Sin esperar mucho más, o preguntarse lo que había pasado, se levantó de la cama dirigiéndose directamente al baño. Escuchó a Kazunari y no dudó en entrar sin pedir permiso. La imagen de su novio con un brazo sobre su abdomen y la otra sosteniéndose el cabello para poder vomitar sin ensuciarse, lo llenó de miedo.

Cauteloso, se acercó hasta Takao, quien jadeaba cansado y escupía restos cuando creía necesario. Al estar lo suficientemente cerca, sobó su espalda al tiempo que sujetaba el cabello negro con una liga que siempre había a un costado del lavabo.

Cuando Takao se sintió vacío y sin tanto asco, se incorporó para cepillarse los dientes. Sus manos temblaban, tenía frio y quería dormir más, pero también tenía hambre y quería ir a trabajar.

−No me tomaré el día. –sentenció Kazunari adelantándose a lo que Shintarou pudiese hacer. Su voz se oía rasposa, pero a ninguno de los dos le importó puesto que era consecuencia del acto de devolver la comida.

Midorima ignoró lo dicho y tomó a Takao de los hombros sintiendo su temperatura con sus frentes pegadas. No estaba muy alta, mas era mejor ser prevenidos y no dejarlo trabajar.

−Solo debió ser el arroz de anoche, Shin-chan. –apostó Takao besando la mejilla de su alto novio. –No debes preocuparte de más. Estoy bien. –le sonrió acunando el rostro contrario en sus pequeñas manos.

−Si te sientes mal, cualquier cosa, por más mínima que sea, dímela, ¿de acuerdo? –demandó con real preocupación reflejada en su voz.

−Sí, señor. –extendió su sonrisa.

La mañana fue como cualquier otra, solo que esta vez, Shintarou no se perdió en la lectura de su periódico, sino en los movimientos de Takao, quien parecía dudar mucho y luego hacia gestos de inconformidad. El día de hoy desayunarían omurice y un tazoncito de fruta picada. El menor gustaba de jugo en lugar de café, como lo prefería el peliverde. Disfrutaron del desayuno como si nada hubiese sucedido.

Planeando encontrarse debajo del cerezo de siempre, se despidieron con un beso sencillo en los labios antes de partir cada uno a su departamento de especialidades.

La tarde llegó y con ello la cita debajo del cerezo. Shintarou esperó paciente mientras miraba su portapapeles para revisar sus casos. Miró su reloj descubriendo que habían pasado quince minutos desde el inicio de su hora de descanso. Buscó su celular y notó entonces una llamada perdida de Takao y otras tres de un número desconocido. Se puso de pie al leer el mensaje de un número desconocido que le advertía que Takao había sufrido de un desmayo en horas de trabajo, por lo que se encontraba en observación desde las doce y media.

Sin correr, pero con paso apresurado, su bata revoloteó a su alrededor. El corazón tamborileaba arrítmico encerrado en su caja torácica. En su cabeza solo acudían pensamientos concernientes a la salud de Takao.

Demonios, pero si le había dicho que le avisara… No, el cometió el error de tener el teléfono sin sonido alguno. Ahora solo se recriminaba por sus propias palabras.

Al llegar a la habitación que le dijeron se encontraba Takao, dudó en golpear la puerta. Tal vez estaba dormido. No, Kazunari no dormiría tan pronto y mucho menos lo haría si no se burlaba de no haber contestado el teléfono. Decidió abrir la puerta sin tocar.

Kazunari estaba sentado sobre la cama, con una bata blanca que cubría su cuerpo cual enfermo ingresado. Otro médico, que identificaba del área de obstetricia, hablaba con él, manteniendo un semblante serio.

−Bien… Creo que deben hablar. –dijo dedicándole a Midorima una sutil reverencia antes de salir. Shintarou correspondió el saludo y se adentró apenas oyó el cerrar de la puerta a sus espaldas.

−Shin-chan… −la sonrisa que se asomaba de sus labios parecía querer languidecer en cualquier instante. La sangre de Shintarou se fue hasta los pies al pensar la peor razón por la que un obstetra estuviese con su novio y que su sonrisa amenazara con romperse.

−¿Qué…? –un susurro apenas brotó de su garganta delatando su nerviosismo. Carraspeó cubriendo con su puño izquierdo, su boca. −¿Qué sucedió? –pudo exteriorizar su pregunta correctamente, acercándose a Takao. Tomó su mano pequeña entre las suyas notándolo frio.

−Yo… me desmayé. –soltó una risita bajando la mirada hacia la sabana que lo cubría. –Cuando desperté me preguntaron lo rutinario: si había desayunado, dormido bien… ya sabes. Entonces, cuando le conté al médico que llevaba consigo un interno, me preguntó si accedía a un análisis sanguíneo para corroborar sospechas.

−¿Sospechas de que?

−Estamos embarazados, Shin-chan. –en ese momento su voz se quebró cediéndole el paso a un suave llanto que acompañaba a su sonrisa.

Por un segundo se creyó fuera de sí, como si estuviese viendo a Takao por medio de una pantalla, como en un cine. Parpadeó un par de veces fijándose en los acuosos ojos de Kazunari y sonrió. ¿Cómo no sonreír al ver cuán hermoso era su pareja? Fue inevitable, solo la sonrisa nacía de a poco, al tiempo que su vista se tornaba borrosa.

Inmediatamente lo tomó entre sus brazos. Ya no sabía si estaba llorando, o si reía, o si tal vez era una combinación de ambos, solo era de su conocimiento que la felicidad y emoción de ser padre, embargaba todo su pecho. Peinó la frente de Kazunari y depositó un beso en ella antes de limpiarse las lágrimas y hacer lo propio con las de su lindo novio.

−Tengo un mes, más o menos. –comentó sin perder su radiante sonrisa.

−Pero…

−La prueba salió mal. –dijo tomando varios pañuelos de la mesita junto a su cama para limpiarse la nariz. –Me dijo el médico, que la cadena que fabrica materiales farmacéuticos tiene ya varias demandas por la ineficacia de sus productos. –esta vez Kazunari tomó la mano izquierda de Midorima llevándola hacia su vientre plano. –Siempre estuvo aquí.

Que irreal era todo. Apenas hace un par de segundos pensaba en que Kazunari estaba mal de salud y ahora comprendía que todo eran estragos de no saber que estaba en cinta… Y no se había cuidado.

−Pediré tu descanso por incapacidad. –aseguró llevándose la impresión del vientre de Kazunari en la mano.

−¡Puedo seguir trabajando! –alegó de inmediato.

−Solo si tu médico y jefe lo permiten. Yo soy médico y te prescribo descanso y buena alimentación. –ase irguió ajustando sus lentes con sus largos y estilizados dedos.

−Tu eres cirujano y no te especializaste en obstetricia. Ni siquiera eres pediatra, Shin-chan. –rio feliz por la preocupación de su pareja. Le alegraba que también se emocionara por la llegada de su hijo. Un hijo de ambos.

 

Si, Kazunari pudo trabajar estando embarazado. Le llovían regalos para su bebé. Aunque la taza de niños era alta al ser el primogénito, nunca faltaba la niña que fuera rebelde a las mayorías, por ello compraban cosas de colores neutrales. A Takao también le chocaba que se etiquetara el género por un color.

¿No puede una niña tener ropa azul, o un niño ropa rosa? Se preguntaba constantemente al pasear por las tiendas junto a Shintarou, que lo tranquilizaba comprándole un pequeño dulce bajo en calorías, pues descubrieron que lo único que su cuerpo rechazaba por completo, eran las grasas y azucares.

Y el primer trimestre fue de esa manera, con constantes cuidados por parte de Midorima. El bebé crecía y empezaba a hacerse notar. Para el tercer mes, puntuales acudieron a su primer ultrasonido, que les reveló que tendrían una bebé. Todo apuntaba para bien.

Para cuando Takao cumplió el quinto mes el cansancio aumentó junto con la preocupación de Midorima. Solicitaron entonces el descanso. Takao no se aburría, pues Kise e Izuki lo acompañaban en casa y a veces, solo a veces, iban al parque para que estirase las piernas. La razón por la que estas dos personas, de entre muchas otras, acompañaban a Takao, era porque le daban consejos ya que Kise tenía un niño de tres años e Izuki un bebé que apenas cumplió el año.

El segundo trimestre se terminó y el vientre de Takao estaba grande. Los cambios de humor se hicieron constantes, así como el llanto repentino y la necesidad porque Midorima estuviese en casa acompañándolo. La soledad lo dominaba, pero tampoco se sentía con las ganas suficientes para ver a alguien, por lo que siempre esperaba en casa a su pareja o alguien que gustase visitarlo. El sueño también hacia de las suyas en su cuerpo, puesto que se quedaba dormido en el sofá, en la cama y una vez estuvo a punto de quedarse dormido en el baño, pero el olor a quemado le advirtió que había dejado pan en la tostadora.

−Ya no quiero estar embarazado. –susurró Kazunari al sentir a Shintarou meterse en la cama. Los brazos del peliverde rodearon su vientre abultado y su barbilla se recargó en el hombro del menor.

−¿Por qué lo dices? –preguntó liberando su aliento de menta por sobre su oreja.

−Me ciento pesado… creo que me voy a orinar apenas tomo agua, me duelen los pies, me duelen las mamas, ya no quiero usar ropa de embarazado, quiero mi ropa normal, quiero trabajar. Te quiero a mi lado y no estas…. Te necesito.

−Takao…

−Lo sé. Sé que debes estar en el trabajo y todo eso. No debes preocuparte, solo quería liberarme. –suspiró colocando sus manos sobre las de Shintarou, que escuchaba atento pensando en lo que podría hacer.

−Oha-asa dijo que escorpio tendría buena suerte si hace tres abdominales…

−Sabes que no puedo hacer eso. –rio el pelinegro ladeando la cabeza, logró rozar el suave rostro de su pareja.

−… Pronto todo pasará, sabes que tenemos ya siete meses. Solo faltan dos más. La bebé viene bien y… aún no tenemos un nombre. –musitó con sorpresa, apenas lo recordaba.

−Yo ya tengo pensado uno. –contradijo intentando acomodarse en la cama para mirarlo directamente a los ojos, no obstante, su vientre le impedía estar muy cerca de él. Sus ojos se encontraron con los verdes de Shintarou, quien a pesar de su miopía, lograba ver en la oscuridad, las sombras que hacían del rostro de Kazunari, un boceto dibujado a lápiz. −¿Quieres que te lo diga?

−Adelante.

−Haruka. Nacerá en marzo, así que pensé en la primavera. ¿Qué tal?

Midorima vio el brillo regresar a ese hermoso par de ojos de tan enigmático color entre gris y azul. No pudo contener su sonrisa, pero la intentó ocultar acomodándose los lentes. Sin embargo, más fue la vergüenza al recordarse que los había dejado en la mesita de noche, junto a la lámpara.

−¡Jajaaja! Creo que te gustó. –comentó entre risas.

Midorima no podría negárselo, lo conocía suficientemente bien para saber incluso lo que cruzaba por su cabeza con lo darle un vistazo. Sin embargo algo que Kazunari desconocía, o si lo sabía no se lo había dicho, era que le encantaba jugar con el cabello del pelinegro mientras dormía.

 

Cuando Takao cayó rendido mientras platicaban de las clases de preparación para el parto, Shintarou amoldó su mano en el vientre del otro sintiendo un delicado movimiento. Últimamente la bebé no se movía demasiado, pateaba con fuerza y Kazunari tarareaba alguna canción de Oldcodex para calmar a la bebé, cosa que funcionaba de maravilla. Otra cosa que también le gustaba a la niña era escuchar el piano. Cuando fueron de visita a casa de los padres del peliverde, tocó una pieza para Takao, que no podía dormir porque su bebé estaba inquieta.

Debía confesar que las ansias hacían de las suyas. Él ya quería verla, quería saber cómo seria, su cabello, ¿sería ondulado como el de él? ¿Su piel tendría ese color delicioso que también tenía Takao? ¿Y sus ojos, serian verdes, azules, cafés como los de su padre, o tan oscuros como los de la madre de Takao? Tantas preguntas que nacían en su cabeza y no tendrían respuesta hasta que la fecha programada para la cesárea llegara.

Sin embargo, la fecha nunca llegó, pues Haruka se adelantó por dos semanas. Kazunari se encontraba caminando por un parque conversando con Miyaji, cuando ignoró las ganas que tenia de orinar. Creía que solo serían un par de gotitas, como la última vez, pero cuando sintió un chorrito de algo cálido deslizarse por entre sus piernas, la vergüenza de no poder aguantarse, lo invadió. Pese a ello, Miyaji, quien de inmediato notó que no solo no era orina, lo tomó en brazos sin pensárselo dos veces y lo subió a su auto.

En el asiento trasero, Takao enfrentaba contracciones que iban desde la parte baja de su vientre hasta la mitad de su abdomen. Era como recibir constantes descargas eléctricas que duraban apenas una fracción de segundo, pero que dolían como si estuviese en la silla eléctrica.

Ceñía con sus puños la tela del auto de su amigo. Quería a Shintarou a su lado, no las estúpidas puertas de un coche. Las lágrimas brotaron cuando cerró con fuerza los ojos. Para su suerte, no había tráfico y llegar al hospital solo había constado de cinco minutos. Miyaji sacó a Takao del auto siendo ayudada por Midorima, quien había sido avisado.

Lo subió a la camilla y de ahí Miyaji tuvo que esperar donde una de las enfermeras le pidió sentarse y aguardar. Midorima le agradeció con sinceridad antes de desaparecer junto con Takao.

Midorima tuvo que deshacerse de la ropa que llevaba puesta Takao. El no recibiría a su niña, estaba demasiado nervioso como para pensar claramente. Solo podía ver y susurrarle palabras de aliento a quien más sufría de los dos. Sostenía con fuerza su mano derecha, que lo apretaba con fuerza cuando una contracción le hacía doblarse hacia adelante y pujar con fuerza solo con el vientre, como le habían enseñado. El dolor le nublaba los ojos en forma de gruesas lagrimas que delataban también su desesperación por que todo terminara pronto.

−Un poco más, Takao-san. –pidió el doctor que ya tenía afuera la cabeza. Faltaban los hombros y con ello podría sacarla por completo.

Kazunari jadeó con fuerza sintiendo el sudor escurrirse por sus sienes. A diferencia del doctor, nadie limpiaba su sudor, solo Shintarou, quien solo por momentos lo hacía, pues su concentración se la llevaba el monitor cardiaco, las expresiones del médico y el sufrimiento de Takao. No quería que llorara más.

Entonces, cuando el torso estaba a la mitad, el medico sustrajo con una perilla, la mucosa en el interior de la boca y nariz de la pequeña niña que se retorció y lloró buscando el calor del que había sido arrebatada.

Kazunari dejó caer su cabeza hacia atrás, aliviado de que todo hubiese terminado. Sentía su cuerpo temblar, se sentía cansado y quería dormir, pero primero debía ver a su bebita, que no paraba de llorar.

−Midorima-san, ¿gusta cortar el cordón? –preguntó el medico cargando a la niña.

Shintarou accedió hipnotizado por la imagen de ver un diminuto bultito pálido y arrugadito, con mucosa en el cuerpo. Su cabello era abundante para ser un recién nacido, además de que era tan oscuro como el de Kazunari. Apostaba a que sería hermosa como su madre. Antes de despegarse de Takao, besó la mano de un agotado muchacho. Las pinzas tensaban el cordón umbilical, la enfermera le entregó las tijeras y con un pulso decidido, pero ansioso, lo cortó. En ese instante se llevaron a la bebé para pesarla y medirla. En automático pronuncio el nombre de su hija, su niña.

Al finalizar todo lo rutinario, llevaron a Haruka con su madre, quien apenas la tuvo en brazos, la acurrucó contra su pecho sintiendo su calidez. Haruka parecía reconocer quien era, pues abrió los ojos sin enfocar nada en realidad, pero sus puñitos se cerraban ciñendo la bata de Kazunari. Las pestañas de la niña eran largas y oscuras, su piel clara como la de su padre y su aparente vivacidad, la hacían una perfecta combinación de ambos.

−¿Ya viste cuan hermosa es? –preguntó Shintarou sin creerse todavía que en verdad era su bebé.

−Es porque no se parece a ti. –rio Takao besando el puñito de Haruka. –Te amo, Shin-chan, mucho, mucho. –aseguró levantando la mirada hacia su pareja, quien se limpió rápidamente los ojos para poder contestar:

−Lo sé. Yo también te amo. Los amo. –murmuró regalándole un beso en la frente tanto a Takao como a Haruka.

El día era brillante, los cerezos florecerían en cuestión de días e iría con su familia a festejar el error de una prueba de embarazo. Nunca pensó que un error de fábrica lo haría tan feliz nueve meses después y toda su vida. 

 

 

 

Notas finales:

Nos vemos pronto, personas!! :}


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