Estábamos en el departamento de los más tranqui. Usagi-San andaba escribiendo su nueva historia que espero esta vez no me meta a mi; y yo cocinaba alto guiso de arroz con pollo en la cocina. Era el mediodía y domingo. Cómo no trabajo los domingos, estaba re feliz porque tenía el día libre para descansar un poco de tanto laburo y los estudios de la universidad.
Cuando terminé de cocinar pegué un grito al otro para que baje a almorzar conmigo. Apareció hecho una desgracia, todo despeinado, la corbata esa mal atada y las ojeras terribles. ¿Qué estuvo haciendo toda la noche cómo para estar así?
-Eu ¿Estás bien? Te ves terrible. –Le dije, pero solo me ignoró y prendió un cigarro. –Mira te hice un guiso de arroz cómo te gusta, con pollo.
-Gracias. Estuve trabajando toda la noche con ese proyecto nuevo. –Le dio sólo unas caladas a su cigarrillo y después lo apagó.
-¿Toda la noche? Pero si ya entregaste el manuscrito hace dos días, se supone que no tenés trabajó que hacer. –Dije mientras le daba su plato con guiso, después fui a buscar el queso rallado.
-Es uno de lo que hago por gusto, estaba inspirado y quise aprovechar para no perder las ideas. –Me senté a la mesa con el queso en la mano, le puse a mi plato y después le ofrecí a Usagi-San. –Sí, dame. ¿Qué vas a hacer hoy?
-Ni idea, no tengo ninguna tarea que completar asique estoy al dope hoy, pensaba descansar un poco; dormir o algo así. –Debo admitir que ese día me zarpé con el guiso que hice, estaba riquísimo y creo que a Usagi-San también le gustó.
-Vamos al cine. –Me dijo y sonreía. Verlo así me encanta, pero también me molesta. Porque en esos momentos que sonríe de forma tan inusual me es imposible negarme a todo lo que haga o diga, me enoja.
-De una, vamos. –Prendí la tele, y puse en noticiero de canal nueve porque es el único que me gusta, telefe no me cabe mucho. –Mira, parece que va a llover hoy. No quiero salir si llueve, ni onda.
-Entonces veamos algo acá. –Me dijo y no dejaba de sonreír el desgraciado, que no se le haga costumbre porque sino cagué.
-Estás muy alegre hoy ¿Pasó algo? –Pregunté mientras pasaba un pedazo de pan por el plato para comer la poquita salsa que me quedada, es que estaba mortal el guiso.
-Sólo estoy muy conforme con lo que escribí, de verdad me gustó. –Se sirvió un poco de Manaos y de paso le puse mi vaso para que me sirviera a mi también.
-¿De qué se trata ahora? –Me dio mi vaso con gaseosa y le di un sorbo. –Más vale que no me hayas vuelto a usar en tus cuentitos.
-Uy, así que chiste. –Me dijo y ya me calenté. Ni siquiera le di permiso para que me usara, a veces me da bronca, pero como lo quiero… no puedo enojarme de verdad con él. –Provecho.
-Gracias ¿Estuvo rico?
-Zarpado mal. –Me reí. Sinceramente, me encanta cuando elogia mis comidas, es cómo estar en la cima del mundo y sé que no es la gran cosa cómo cocino y que todavía me falta mucho por aprender, pero me llena de alegría cuando a veces Usagi-San dice que Christophe es un poroto al lado mío.
Levanté la mesa y después lavé los platos, como ya me esperaba; Usagi-San me abrazó por atrás como siempre y, seguramente, el día en que no lo haga pensaría que tengo un gran problema. Dos platos, cubiertos y una olla no son nada así que los lavé rápido y apenas cerré la canilla sentí como comenzaba a darme besos en el cuello, pero algo desganado.
-Misaki, tengo sueño… -Dijo mientras restregaba sus ojos en mi hombro con fiaca.
-¿Por qué no dormís una siesta? Ya no tenés nada que hacer, asique hacelo tranquilo. –Puse mi mano encima de las suyas que estaban en mi cintura. Son tan grandes y siempre están frías, me pregunto por qué si el resto de su cuerpo parece estar en llamas. Sólo porque así es Usagi-San.
-Quiero dormir con vos, Misaki. –Me abrazó un poco más fuerte, pero con dulzura, cómo sólo él sabe hacerlo. -¿Vamos?
Que idiota que soy, idiota por dejar que simples palabras suyas me controlen por completo. Ese domingo me acuerdo que lo desperdicié durmiendo toda la tarde, rodeado por dos grandes brazos en llamas y manos de hielo. Tan tranquilos los dos durmiendo y disfrutando del calor que ofrecía el otro. Quizás no desperdicié ese día libre, no, no lo desperdicié. Porque pasé todo el día abrazado a la persona que más quiero en el mundo, todo el día en su compañía y al despertar por la noche fue un ambiente perfecto para que a cierto escritor le dieran ganas de mostrar sus sentimientos de manera física.
Y así, dormimos abrazados de la forma más inocente en el día, y en la noche estuvimos los dos más activos que nunca, porque él ya tenía renovadas sus energías y yo que no pude resistirme a sus tentadoras caricias.
No, sin duda alguna, no desperdicié mi domingo libre. Más bien, lo aproveché al máximo… Pero no fui consciente en el momento que los lunes me toca madrugar para ir a la universidad.
-Usagi-San… vas a cobrar, gil. No dormí un carajo y ahora estoy cagado de sueño.