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Apuesta por FumiSaho

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—Te apuesto una confesión al chico que te gusta, a que gana Nigeria. —comentó despreocupadamente Kazunari, comiendo Doritos de una bolsa roja que mantenía en una mano.

Su prima, con quien había estado hablando hace nada, lo miró con suspicacia. Ese partido era una repetición. O Takao quería confesarse o de verdad pensaba que ganaría. Según recordaba, EE.UU. pulverizó a Nigeria con una puntuación de tres dígitos contra dos.

Shiemi, prima de Kazunari por parte de su padre, era la única chica de su total confianza. No tenía idea de si fue por su instinto femenino o el instinto fujoshi que alardeaba poseer, que descubrió que a Takao le gustaba su compañero y amigo: Midorima Shintarou. Aunque le emocionaba el BL real, no terminaba de comprender que era lo que veía su primo en alguien tan estirado como lo era Shintarou. Es decir, ¿quién en su sano juicio es influenciado totalmente por la astrología?

—¿Es en serio? —preguntó Shiemi cruzando sus piernas debajo de ella. En la mesa del centro estaban las mandarinas que su tía compro por la mañana.

—¿Te da miedo perder? —preguntó Takao enarcando una ceja.

Existía algo que los hacia tan unidos además de sus edades iguales y eran los retos. Ninguno de los dos se retractaba de su palabra si ello suponía un reto a cumplir. La mirada desafiante que le dedicaba el muchacho encendió una ansiedad de burla por la derrota que Shiemi estaba segura, podría dejar salir después de haber ganado.

—No se vale acobardarse. —recordó la chica extendiendo su palma para que Takao la chocara.

—Claro.

En la tarde, cuando llegaron sus tíos desde Hiroshima, sus tíos y sus padres encontraron el momento perfecto para ponerse al día. Su hermana, de apenas seis años dormía una siesta y en ese mismo momento, Kazunari y Shiemi conversaron sobre las personas que les gustaba. Shiemi conocía a Midorima de una vez que los visitó en vacaciones de invierno para desearle un buen año a su primo. Tal vez había sido el brillo en los ojos de Kazunari lo que lo delató y no algún instinto, como pensaba el chico.

Tuvieron que pasar poco menos de diez minutos cuando EE.UU. tomó la ventaja en su totalidad con una diferencia de treinta puntos. No podía ser cierto. ¿Cómo era que Nigeria estuviese perdiendo?

Takao no pudo terminar sus doritos botándolos en una orilla que ahora estaba olvidada. Sentado al filo del mueble, se mantenía con los ojos clavados a la pantalla a la espera de que Nigeria se recuperara. Apretó la quijada al mirar de soslayo a su prima, que comía tranquilamente una mandarina. ¿Qué demonios estaba pasando?

—Bueno, queda un minuto y no creo que Nigeria alcance a anotar más de cuarenta canastas para superar a Estados Unidos… ¿tenemos un perdedor? —sonrió de la misma manera en que Kazunari lo hizo al creerse victorioso prematuramente.

 

 

—Buenos días. —saludó Yuuya golpeando la espalda de Takao, lo cual le provocó una ligera tos.

—Buenos. —le devolvió el saludo con un intento de sonrisa.

Shintarou caminaba a unos pasos, por primera vez en un tiempo, estaba llegando a tiempo. Generalmente llegaba con tiempo de sobra y solo de vez en cuando, jugaba piedra papel y tijeras con Takao y le pedía favores un tanto egoístas como llevarlo a la escuela en la carreta de madera.

Con la escena de Takao bromeando con el capitán del equipo en sus pupilas, continuó su camino, sosteniendo en su izquierda un par de boletos para ir al acuario local, su ítem para hoy.

 

 

Después de la práctica, como solían hacer, Midorima y Takao se quedaron solos en el gimnasio. Mientras Shintarou perfeccionaba sus tiros triples, Kazunari, sentado en una banca, hacia girar entre sus manos uno de los balones.

La vista que tenía el más bajo era de la alta figura del muchacho que le gustaba, con la camiseta pegándosele sutilmente a la piel transpirada. El cabello le brillaba húmedo y sus brazos se mostraban gentiles al lanzar el balón directo a la canasta desde un ángulo bastante imposible.

“No se vale acobardarse…” repitió para sí. Exhaló profundamente antes de levantarse y lanzar el balón de sus manos hacia donde se encontraban los demás balones limpios. Con eso daba por finalizada su estadía con Midorima, quien al ver que su tiro era perfecto, comenzó a recoger los balones regados.

—Shin-chan ¿te digo algo gracioso? —comenzó sin mostrar real entusiasmo.

Aquello llamó la atención de Midorima, es decir, Takao siempre parecía tan ruidoso incluso para la más mínima cosa. Detuvo su tarea y le dedicó toda su atención observando como parecía querer esconder su rostro dándole la espalda al levantar los balones.

—Me gustas. —soltó. —Me gustas de la manera en que a ti podría gustarte una chica.

Por la cabeza de Shintarou corrió la posibilidad de que le estuviese jugando una broma de mal gusto, pero las orejas coloradas que Takao no podía esconder, le indicaron que no era así.

—¿Qué hay de Miyaji? —interrogó acomodándose los lentes que se habían deslizado por el tabique de su nariz.

—¿Yuu-san? Él tiene novia. —comento sorprendido de que Shintarou no supiese eso. Yuuya siendo el capitán del equipo se apresuraba y largaba a prisa para compartir el tren con ella.

—¿No te gusta?

—¡Te estoy diciendo que me gustas tú, Shin-chan! —se irguió arrastrando con él el carrito de balones. En serio, ese chico parecía tan desconfiado de todo menos de Oha-asa. —Siento un poco lastima de las niñas que se te declaran. —rio avanzando entre el chirrido de las ruedas al pasar por el suelo limpio. Las suelas de sus zapatos deportivos también resonaban rechinando.

Al parecer de Takao, Shintarou era una persona muy graciosa. Las expresiones que hacía en diversas situaciones siempre le sacaban una sonrisa. La vergüenza es algo que no podía pasar por alto cuando era tan evidente, pues siempre que se mostraba tímido acomodaba sus lentes. Midorima era como un libro que podías hojear, a primera vista era uno, pero si te adentrabas a él, era fácil deducir que simplemente la primera impresión no era más que una falacia.

Si, tan fácil era Midorima, que no tuvo que expresar su incomodidad ante la declaración del moreno.

Para ser francos nunca esperó una reacción favorable o que le diera alguna esperanza, así que simplemente aceptar el silencio del más alto, aunque fuese incómodo, lo asimilaría.

Dejó los balones y cerró las puertas de la bodega esperando que Shintarou decidiese ignorar lo sucedido y poder continuar con su rutina diaria. Sin embargo, al darse la vuelta, Midorima lo estudiaba de pies a cabeza.

—¿Sabes, Shin-chan? —Takao avanzó por la duela con la mirada agachada. —No tienes que…

—Salgamos.

—¿Eh? —sus pasos se detuvieron en seco dirigiendo su atención al otro, que le daba la espalda, tomando sus cosas del banquillo.

—Si lo que dices es en serio, salgamos.

 

 

 

—¡Me estas mintiendo! —exclamó Shiemi del otro lado de la línea.

Kazunari se encontraba en su cama, recostado de espaldas, con el celular pegado a su oreja y el cabello fresco humedeciendo su almohada.

—¡No! Yo estaba igual de sorprendido, pero no desperdicié la oportunidad. —admitió ligeramente avergonzado de solo recordar que Shintarou preguntó si solo se trataba de una broma y Kazunari se adelantó a aceptar su oferta. —Aunque el trayecto a casa fue un poco incómodo. —concedió liberando un profundo suspiro de inconformidad.

—¿Por qué? ¿Se agarraron de la mano? ¿Se besaron? —inquirió con impaciencia.

El chico bufó con gracia dejando que su antebrazo le cubriera los ojos de la luz del exterior.

—No, nada de eso… Shin-chan parece moldeado a la antigua. ¡Todo el camino fue en silencio!

—¡Mientes, Kazunari! Te conozco desde que… ¡sé que escondes algo vergonzoso!

Se mordió el labio. El pulso se le aceleraba al recordar que Shintarou lo invitó al acuario, pues tenía las entradas. Kazunari había aceptado, como era de esperarse, sin embargo, lo que nadie esperaba, era que Midorima acariciara su mejilla a modo de despedida, dedicándole una sutil sonrisa. Aquella acción, por muy sencilla que fuese, casi derrite las neuronas de Takao. Inclusive llegó a pensar que lo había alucinado.

—Si no me dices, le diré a tía que fuiste tú quien rompió el jarrón…

—Mañana saldremos al acuario.

Shiemi guardo silencio y Kazunari dejó que el teléfono cayera de su mano para impedir que el grito que su prima daba en ese momento, le reventara el tímpano.

—Avanzan rápido… —comentó antes de volver a gritar. —No puedo creerlo de ese tipo que se ve tan aburrido. —volvió a gritar y acto seguido, se aclaró la garganta. —Debes de llamarme mañana y contarme con lujo de detalles. —ordenó la chica, a quien la emoción le impedía hablar claramente.

Luego de hablar un rato más, Takao cepillo sus dientes mientras cantaba una canción, cambio su pijama y se metió a la cama repasando sus clases de hoy. La cara le ardía, su corazón no dejaba su alterado revoloteo y todo pensamiento coherente desaparecía dejando a su paso solo el recuerdo de la sonrisa apenas perceptible de Midorima al dejarlo.

El techo se miraba oscuro, apenas iluminado por escasos segundos cuando un auto pasaba. Contó las veces que su techo cobró un tono amarillento y el sueño sucumbió por fin a los cansados ojos del muchacho tan ansioso por el mañana.

 

 

A la mañana siguiente, Midorima se ponía los zapatos para salir y se despedía de su hermana, que le pedía llegar temprano para comer juntos un pastel de sandía. Shintarou no podía negarle algo a su hermana, a pesar de que estaba al tanto del poco conocimiento culinario del que él y ella gozaban; por otra parte, Kazunari sintió frio en su brazo y se acomodó nuevamente ignorando la hora y el día.

Lo primero que vio al despertar fue la luz del día iluminando sus cortinas azules. Volvió a cerrar los ojos y se estiró a lo largo de la cama. Su cuerpo estaba descansado, parecía haber dormido por días. Descalzo, en bóxer, se levantó de la cama, estirándose nuevamente. Fue al baño, en la puerta contigua, lavo su rostro con agua fría, retirando las legañas de los ojos, se miró en el espejo frente a él. Su piel lucia perfectamente hidratada, algo que su prima envidiaba de Kazunari.

Sin mucho que hacer por su cabello, lo mojó un poco y peinó con los dedos antes de ir a su cuarto. Fue cuando vio su teléfono tirado en el suelo, que recordó la plática con Shiemi y consecuentemente, lo sucedido con Midorima. Alarmado, vio la hora y una llamada perdida. Eran las doce veintidós, casi una hora había pasado de la hora acordada. Más rápido que flash, se enfundo unos jeans, una camiseta y calcetines de varios colores, sus favoritos. Corrió escaleras abajo al tiempo que trataba de localizar a Shintarou. Rechistó cuando la llamada fue desviada a buzón de voz. Buscó a su mamá en la cocina, pero solo estaba un cuchillo sin filo abandonado y el aroma de la mermelada de fresa inundando la habitación. Se asomó a la sala, busco en las habitaciones y por la ventana de Fuyumi, su hermana, vio una cabellera imposible de ignorar. Resbalándose por sus calcetines al correr, bajo a toda velocidad teniendo que sostenerse con fuerza del barandal de madera.

—¡Shin-chan!

Midorima se giró en redondo con todo y Fuyumi en sus brazos, que se sujetaba de su cuello con una mano y con la otra sostenía una de las flores que habían cortado del jardín.

—¡Kazu-nii! Midori y yo cortábamos una flor para ti. —se adelantó a decir extendiendo la flor pequeña, de color rosa, con solo unos cuantos pétalos. La niña estaba descalza, por lo que Shintarou caminó con ella en brazos hacia Kazunari, que no podía creer lo que veía.

Cuando la pequeña niña de cabello oscuro toco el suelo de madera, abrazó a su hermano antes de entregarle la flor. Fuyu pensó que la flor se marchitaría deprisa si no tenía agua, por lo que fue a la cocina, dejando solos a quienes se suponía, tenían una cita.

—Perdón, mi teléfono estaba silenciado y no vi tu llamada…

—Supuse que no habías dormido bien, además de que estas en el último puesto del ranking. Lo mejor era que no salieras de casa. —comentó Shintarou acomodándose los lentes. Su mirada estaba enfocada en el amplio jardín de la familia Takao. Claro que había ido de visita innumerables veces, pero nunca vio con tanto detenimiento la zona verde de esa casa. A punto estaba de agregar algo, cuando vio el cuello de Kazunari.

—Imagino que esa flor era mi ítem de la suerte. —pensó en voz alta. Tomó asiento en el suelo laminado, invitando a Midorima hacer lo mismo.

—No, era el de Fuyu. —admitió sentándose a su lado, con las piernas estiradas y los pies tocando el suelo. —Tú ya hiciste lo que debías.

—¿Yo? ¿Cómo? —inquirió mirándolo con desconcierto.

Midorima enarcó una ceja con gracia, elevando ligeramente la comisura labial izquierda.

—Tienes tu camisa al revés. —señaló hacia su propio cuello. Takao, con los ojos sumamente abiertos, bajó la mirada descubriendo la etiqueta de su camisa sobresaliendo.

—Aquí tendrá mucha vida ¿No, Midori? —terció Fuyumi llegando para sentarse entre los dos. Shintarou asintió volviendo la vista al frente. —Kazu-nii, ¿puedo ir con la tía Yamato?

—No esta mamá…

—Ella está ahí.

—De acuerdo, pero por la puerta de atrás. —condicionó Kazunari calzándole los zapatos para que cruzara el jardín y pudiera ir a la casa de al lado. Fuyu se despidió deprisa y corrió a la puerta de madera que dividía a las dos casas. —Estaba muy nervioso. Pensé que amanecería y yo continuaría despierto. Cuando vi la llamada y traté de llamarte, pensé que te habrías enojado o peor aún, que pensaras que había mentido. Ah… esto es malo, Shin-chan. Me gustas más de lo que creía. —comentó con real angustia. No obstante, apenas alzaba la cabeza para encarar a Shintarou, que no hacía más que alterar su corazón, volvió a quedarse en blanco al recibir un sencillo beso en la mejilla.

—Probablemente ninguno de los dos tenga remedio.

Ante esas palabras, Takao vio su mundo atormentado por Midorima. Nada sería igual a antes, no podría contenerse como lo hacía para no abrazar al más alto, ya no se obtendría de hacer algo e intentar que no se diera cuenta de cuan acelerado ponía a su pobre corazón, pues ahora era correspondido.

Sonrió y fue inevitable el arrojarse sobre Midorima para abrazarlo.

Por vez primera se sintió agradecido de perder una apuesta con su prima. 

 

 

Notas finales:

Nos vemos!! :}


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