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Fallen (in love) por Kaiku_kun

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Notas del fanfic:

Este fic tiene una particularidad: parte del argumento se basa en la película Fallen, de protagonista Denzel Washington, en el que hay una ente misteriosa que es el enemigo. En este caso, esta "ente" es amistosa. Los que sepáis de la película, ya sabéis de qué va. Los que no... vamos a decir que os lo pasaréis bien juju

Fallen (in love)


 


Sí… Se nota que se acercan esas fechas… Está en el aire.


Bueno, pues he decidido que para conmemorar la festividad del amor de los humanos os contaré una historia, algo que me ocurrió hace un tiempo.


Vosotros sabéis que soy un espíritu bastante imparcial. Bueno, a quién pretendo engañar, soy extremadamente imparcial con todo. Y eso es porque se me negó la posibilidad de sentir nada por mí mismo. No siento absolutamente nada si estoy en el mundo de los espíritus, o solamente rodeado de ellos, lo que es algo contradictorio, teniendo en cuenta que allí los sentimientos tienen traducción física. ¡Maldita imparcialidad la mía! Y, aunque grite eso, no puedo maldecir sinceramente.


Soy un pobre espíritu que tiene que mendigar sentimientos acercándose a los humanos. Y hacerlo desde el mundo espiritual es un poco difícil, ¿sabéis? No es fácil llegar hasta ellos. Son escurridizos. Pero, por suerte, de vez en cuando se abren caminos misteriosos y puedo colarme en el mundo de los humanos. La experiencia que quiero contar ocurrió una de esas veces.


Un día pude apreciar una gran fuente de energía liberándose. Normalmente no hago caso a eso, porque los humanos tienen mucho temperamento y se enfadan con facilidad, pero esa fuente era particular. Me deslicé por el aire, como buen espíritu volador que soy, y pude entrever una puerta al mundo de los humanos creado por esa liberación. Allí, vi a un chico de pelo corto, ojos finos y una camiseta a rayas de dos colores. Se llamaba Frisk.


¿Qué estaba haciendo? Pues lo supe nada más entrar al mundo de los humanos: protegía a sus amigos de una fuerza enemiga devastadora. Entre ellos pude detectar al Avatar, gracias a que es parte espíritu, así que decidí quedarme, en mi invisibilidad, a ver qué pasaba.


Era una batalla que acabó pronto. Una chica que lanzaba rayos como si nada escapó, herida, y el grupo de Frisk se reunió.


—¿Estáis todos bien? —preguntó ese chico tan misterioso.


—¡Uau! Em… Eso deberíamos preguntártelo nosotros —preguntó un chico con un boomerang y coleta. Se llamaba Sokka.


—¡Le has dado para el pelo! —exclamó, alegrada, una chica bajita. Esa era Toph.


Había dos personas más, el Avatar, que en nuestro mundo todos sabemos quién es, y la hermana de Sokka, Katara, que parecía estar inconsciente. Además, dos criaturas advirtieron mi presencia, un lémur y un bisonte, ambos voladores. A la fuerza tendrían que ser los animales guía del Avatar, es una costumbre suya desde su primera vida.


Y ¿qué tiene de especial una batalla con final feliz? Bueno, pues que el amor flotaba en el aire. Y ¿qué tiene de especial ese amor? Es difícil de decir. Soy muy malo con los sentimientos, no acostumbro a notarlos. Podía notar en ese grupo de amigos el amor fraternal, la amistad, un poco de amor romántico en Sokka por otra persona que no estaba con él, pero… Frisk y Aang, el Avatar, tenían algo mucho más profundo.


Sabiendo esto, seguro que vosotros habríais hecho lo mismo que yo y os habríais quedado a empaparos de todos esos sentimientos. Porque solamente estando al alrededor, yo podía sentirme enormemente feliz, como en otra dimensión en el que todo acto lo haría por amor y alcanzaría una felicidad brutal. Es casi como ser bipolar, el amor.


Lo que seguramente no habríais hecho es poner en riesgo vuestra inmortal vida. Sí, amigos, lo hice: me introduje en el cuerpo de Frisk. ¿Qué mejor manera de sentir de primera mano todo lo que él sentía? Una droga a máxima potencia.


A estas alturas tendríais que estar pensando que soy un fanático, loco, acosador, qué sé yo. Pero os aseguro que sin mí, Frisk no habría conseguido nada de lo que ocurrió desde el momento en el que le poseí.


Mientras yo me infiltraba en el corazón y la mente de Frisk, Aang y Sokka cogieron a Katara y la recostaron entre las patas de Appa, el bisonte volador. Ella despertó al cabo de unos pocos segundos. Frisk no dejaba de sentir que era culpa suya por algún motivo y no conseguía quitárselo de la cabeza.


—¿Cómo estás? —le preguntó Aang.


—Me duele la cabeza… No es nada —susurró ella.


El grupo guardó todos sus bártulos y subieron a lomos de Appa. No sé cuánto tiempo pasamos volando, pero Frisk aprovechó para dormir, así que intenté darle un sueño ligero.


Para los que no lo sepáis, soy un espíritu que puede incitar a la mente a pensar o imaginar cosas en función del corazón del que poseo. Si es una persona buena, actuaré como una persona dedicada y algo atrevida. Si el corazón es malvado, estar dentro de ese cuerpo podría significar la destrucción de ambos o la intensificación de la maldad. Me alegré mucho de ser bueno, pues cada vez que me acercaba a alguien que era malvado, no me daba cuenta hasta que me había contagiado y me volvía malo yo también, aunque estuviera fuera de su cuerpo.


Frisk soñó algo relajante que no pude ver (mi poder no llegaba a tanto entonces) y noté que su corazón sentía alivio por fin. Llevaba apenas una hora en su cuerpo y no podía creer que un ser humano cargara con tanto en ese silencio sepulcral.


Cuando Frisk despertó, vi lo que veían sus ojos de nuevo. Habíamos aterrizado en un pueblo tranquilo, donde al parecer no les conocían de nada, aparte de reconocer al Avatar. Esos humanos eran un poco ignorantes.


—¿Sería posible pasar unos días aquí? —preguntó Aang al alcalde.


—Pues claro, ¡es todo un honor! Venid, venid, tenemos una casa vacía a las afueras.


Ignorantes, pero amables. Noté que a Frisk no le gustaba tener ese privilegio de Avatar, de ir por ahí recibiendo servicios y ayuda gratis. Parte de razón tenía. Por suerte, Sokka conocía bien a su amigo.


—No se preocupe, le dejaremos la casa como nueva.


—Mientras nuestra amiga descansa, podemos ayudaros en lo que necesitéis —añadió Aang. A Frisk le gustó que se mostrara así de dispuesto, aunque al parecer era lo que hacía siempre. Era un sentimiento conocido.


—Bueno, necesitamos ayuda con las canalizaciones de los campos. Nos haríais un gran favor si nos ayudarais a construirlas.


—Oh, qué vagancia me ha entrado de golpe… —soltó Toph.


—No es tanto, mujer, esto lo haces en menos que Momo se zampa la cena  —le aseguró Sokka. Luego miró al alcalde—. ¿O no?


—La verdad es que hay cosas por hacer, pero entre todos lo tendremos listo pronto —añadió el alcalde. Toph suspiró, pero no se quejó más.


El grupo se acomodó en la casa, que estaba un poco polvorienta, centrándose en encontrar una cama cómoda para Katara. Frisk no dejaba de seguirla a todas partes, para saber si se recuperaría pronto.


—Tranquilo, ahora estoy bien —le aseguró Katara.


—Lo siento… No debería haber llamado la atención de esa manera.


—Pero si fue Toph, que te empezó a provocar —comentó Sokka. La aludida le replicó, pero no le sirvió de nada—. Es la que siempre busca pelea, qué le vamos a hacer.


Toph se encerró a su recién apropiada habitación y no ayudó a Frisk a sentirse mejor. Entonces fue cuando Aang intervino:


—Sokka, ¿te quedas con Katara? Frisk y yo salimos a dar una vuelta.


—¡No salimos! Quiero estar aquí —se resistió Frisk.


A mí no me engañó, le noté esas ganas de enamorado de pasar tiempo con Aang. Supongo que acabó no engañando a nadie, porque hasta Katara le acabó echando de la casa con esa mirada tierna de madre que ponía. Frisk salió a regañadientes, pero secretamente contento.


Fuera, Frisk y Aang se dieron cuenta de que el pueblo preparaba algún tipo de festividad. Aang no pudo contener su curiosidad  preguntó a un hombre que estaba poniendo guirnaldas en algunas de las casas del pueblo.


—¿Qué ocurre? ¿Celebráis un festival?


—¿Qué? ¿No sabes qué día es mañana?


Aang negó con la cabeza con su cara de inocencia, lo que hizo sonreír a Frisk… aunque él tampoco tenía ni idea.


—Es el Día de las Flores Espirituales. Cuenta la leyenda que dos espíritus muy sensibles estaban enamorados, pero estaban permanentemente separados. Para demostrarse su amor, se paseaban por los campos de toda la región plantando flores y plantas preciosas para que el otro lo viera hasta que, un día de tormenta, un rayo cayó en uno de ellos en aquella colina de allí —señaló una colina que estaría a una hora a pie del pueblo— y el choque permitió que ambos espíritus se vieran y se fusionaran en uno. Desde entonces, regalamos flores y plantas que salieron de ellos a la persona de la que estamos enamorados. Se hace en toda la región.


—Vaya, eso es muy bonito, no conocía esa historia—comentó Aang.


No es por nada, pero los humanos son muy inocentes. Yo sé qué ocurrió y, en realidad, es una historia trágica. La fusión de dos espíritus afectados en demasía por la naturaleza significa su desaparición. A veces esa fusión da efectos curiosos, como el nacimiento de plantas nuevas, pero más bonito que eso no hay en realidad.


Me hizo gracia ver que a Frisk también le gustó esa historia, pero más gracia que quería que le regalaran una flor o una planta de los espíritus. No miró a Aang, no se atrevió, pero aposté a que él ya tenía pensado regalar algo a Frisk. No me pareció justo que solamente uno regalara, así que, ya que estaba tan embriagado por los sentimientos del chico, me lancé y ocupé sus pensamientos:


Y por qué no le regalo algo yo a Aang?


Pensamiento implantado. Frisk enrojeció al instante cuando imaginó cómo demonios se lo montaría para tener el valor de hacerlo. Noté que iba a chafar la sorpresa, así que tuve que intervenir de nuevo.


No, quiero que sea una sorpresa.


Mi pequeña ayuda le dio a Frisk un poco más de decisión y noté que estaba avergonzado y emocionado a la vez. Además, estaba teniendo un pequeño momento de necesitar a Aang, pero no se atrevía a preguntarle o decirle nada para no molestar. ¡Frisk era una monada! No me podía creer que no demostrara tal lluvia interna de emociones (y tan bonitas) con más soltura, así que le di el impulso necesario para cogerle la mano mientras paseaban.


—¿Frisk? ¿Estás bien?


No podía dejar de reír mentalmente por los nervios, la vergüenza y las ganas que tenía Frisk de hacer lo que acababa de hacer. Era incapaz de hablar en esos momentos, pero se podía arreglar.


Me gusta andar cogidos de la mano.


—Me… me gustaría que, bueno, eh, ¡me cogieras de la mano! Más a menudo, quiero decir… Me gusta.


—Vaya, es la primera vez que lo haces. Me ha hecho ilusión —sonrió él.


Creo que era hora que yo diera un paso más.


—Es que, ¡bueno!, hacía tiempo que quería hacerlo. Si te molesta… —Ay, qué inseguro que era Frisk, tratándose de dar pasos… Si Aang es un cielo.


—Qué dices, ¡me encanta! Pensaba que te agobiaría un poco si lo hacía yo de nuevo. Me moría de ganas. —El otro inseguro. Aunque en su caso parecía más tierno y con más, pues Frisk lo agradeció de corazón y noté un peso… parecía soledad y dolor. Aang había sido muy hábil diciendo eso último.


Aang y Frisk se pasaron toda la caminata cogidos de la mano. El Avatar iba saludando a la gente del pueblo, que le admiraba. Hablaba con ellos, les presentaba a Frisk (quien era incapaz de decir nada a parte de “hola”) y les aseguraba que ayudarían con el trabajo que tenían al día siguiente.


En cambio, Frisk, a parte de esos “hola” tan vergonzosos, se pasó todo el camino soñando despierto con la montaña de abrazos que le había dado a Aang, y los que deseaba tener a partir de entonces. Soñaba y se recreaba en ese primer beso mágico que había tenido a la luz de la luna y los cristales de hielo Y deseaba más. Quería besarle más, quería pasar una tarde juntos, volando, mirándose con ternura y hacer travesuras juntos. Frisk era un auténtico sentimental y, para mí, era como la droga más dura. Era dopamina a tope y estaba tan borracho de amor en ese momento que no pude evitar intervenir en sus pensamientos:


Voy a besarle cuando tenga ocasión.


Y menos mal que en ese momento no me puse pervertido, que también podría haber pasado. Noté que Frisk empezaba a coger el valor para cuando tuviera esa ocasión. Volvió a recordar ese primer beso (precioso, por cierto) y empezó a respirar pausadamente para relajarse.


Cuando volvieron a casa, Frisk tenía la cabeza tan sobrecalentada de tanto pensar y tanto sentirse observado que se olvidó de cenar y se acurrucó junto a Katara, que se mantuvo tumbada toda la tarde.


—¿Cómo ha ido? —le preguntó ella.


—Muy bien. Me he atrevido a coger la mano a Aang —admitió.


—Eso es muy bonito.


—Y mañana quiero regalarle algo.


—Aún más bonito. Eres un cielo, seguro que le encantará —le sonrió, mientras le acariciaba la cabeza con ternura.


Me sorprendió lo mucho que se abrió a Katara. Al parecer, Frisk solamente sabía ser tan franco con ella. Era lógico, sentía que era como su hermana mayor y confiaba en ella para todo lo que necesitara.


—¿Cómo te encuentras? —le preguntó Frisk.


—Estoy bien —contestó, con cara de franqueza. Frisk no se la creyó—. En serio, no te preocupes.


—Me quedaré contigo esta noche —insistió el chico, con un poco de culpabilidad aflorando. No pudo resistirse a comportarse como un niño y abrazó a Katara para asegurarse de que no se lo quitaba de encima.


—Ay, Frisk, no me hagas esto… Sabes que estoy bien… —La mirada del chico era insistentemente adorable—. Bueno, quédate un ratito, pero luego ve a dormir a tu cama, que sino no cabemos, ¿vale?


Frisk asintió, en silencio. Así pasó como una hora, medio hablando con Katara, medio observando a Aang. No le podía quitar los ojos de encima.


Y luego, casi como si le hubiera dado un ataque de sueño, se quedó dormido ahí mismo, tumbado al lado de Katara. Iba oyendo voces de la casa, pese a que estaba soñando, pero no despertó. Solamente abrió un poco los ojos cuando sintió que lo cogían en brazos. Era Aang. El pobre dormilón se sumió en una enorme vergüenza y estuvo a punto de revolverse, pero pensé que era tan bonito lo que estaba haciendo el Avatar, que quise impedir que Frisk hiciera una tontería:


Me encanta. Quiero darle las gracias de algún modo.


La reacción que tuvo ese pensamiento en Frisk fue que agarró de la ropa a Aang, llamándole la atención. Abrió los ojos un poquito, de nuevo, para mirarle.


—¿Te importa si dormimos juntos estos días? No hay más camas.


Y ¡boom!, Frisk ya estaba hundido de nuevo en su timidez. Sin que le diera ayuda, negó con la cabeza para darle permiso, en silencio. Me alegré por él, por fin se estaba contagiando un poco de mi atrevimiento.


Aang dejó a Frisk con cuidado en la cama, y éste apartó las sábanas que habían dejado los otros habitantes del pueblo, para que ambos pudieran acurrucarse lo antes posible. Cuando estuvieron ambos tumbados de lado, cara a cara, Frisk tuvo el impulso mental, pero no el valor:


Quiero besarle.


A Frisk se le iba a salir el corazón por la boca, pero consiguió hacer que el beso quedara dulce y adorable a la vez que lanzado, pues el pobre simplemente atacó los labios de Aang sin mirar y luego empezó a relajarse. Ahí fue cuando ambos pensaron lo mismo sin ayuda y otra vez una ola de amor invadió mis sentidos sin permiso.


—Creo que deberíamos dormir —dijo Frisk, después de una decena de besos. Me acuerdo que pensé que menudo corte para todos, y no era para menos.


—De acuerdo —accedió Aang, sonriendo.


Fue entonces que me di cuenta de porqué Frisk había cortado el rollo. Tenía algo de miedo y estaba sorprendido porque… bueno, porque se puso duro enseguida. El pobre no sabía que ese es el efecto habitual de los besos, me hizo tanta gracia… Estaba tan (adorablemente) sorprendido, que cuando Aang decidió apagar la luz, él se giró de espalda por si acaso, pensando que el Avatar estaría igual que él. ¡Qué incomodo que estaba!


*  *  *


Frisk tuvo un sueño muy placentero, pero se despertó asustado. Se había movido un poco por la noche y siempre encontraba el cuerpo de Aang como obstáculo, sonreía un poco, y se dormía, pero no la última vez.


Miró a su alrededor. Era de día ya. Una ventana estaba abierta. Conociendo a Aang, probablemente hubiera saltado por ella simplemente por darse ese placer.


—Aah… —suspiró, sintiendo la ligereza que da la felicidad. Hizo el vago un rato, sin pensar en nada, ni tan siquiera en ese supuesto regalo, hasta que oyó un ruido de fuera—. ¿Aang?


—Vaya, me has oído, ¡menuda percepción!


Frisk no había tenido tiempo de asustarse, pero se alegró de verle. Aang entró por esa ventana abierta, escondiendo algo en un brazo, y se sentó en la cama.


—Te he traído algo.


Frisk se irguió, algo nervioso por si le chafaba su propio regalo… y así fue. Aang le había traído una flor blanca y azul preciosa y se la puso en el pelo del timidete de Frisk con cuidado.


—Me encanta como te queda —comentó, más feliz que unas pascuas, el Avatar.


En cambio su chico seguía sin decir nada. Al parecer era habitual ese silencio, pues Aang no dejaba de sonreír. Cuando por fin el menor reaccionó, le dio un abrazo sincero y lleno de amor que podría compensar todos los silencios del mundo.


—¡Chicos, hora de salir a trabajar al campo! —Era Sokka, siempre tan oportuno. Menos mal que no se le ocurrió entrar a la habitación.


—Vamos —susurró Aang, para acabar aquella escena tan tierna.


Todo el grupo, incluso Katara, marchó a través de un pueblo totalmente adornado de plantas y flores a cada cuál más rara y típica de nuestro mundo. Frisk vio a mucha gente regalarse cosas entre ellos, hasta había algunos con la misma flor en el pelo que él. Seguro que Aang se había informado de lo que significaba y no se lo quería decir. Miró al suelo, algo avergonzado de que el resto viera que era uno de los enamorados.


—Vaya, así que a ti te han “floreado” por eso, ¿eh? —bromeó Sokka—. Te queda bien. Aunque creo que si se la intentas poner a Aang… me da a mí que no va a sostenerse.


—¡Con esa calvorota que tiene lo único que puede sostener es su tatuaje! —añadió Toph, a grito de risa. Sokka rompió a llorar de la risa y chocó puños con su amiga mientras contagiaba a Frisk y resistía los gritos de Aang—. ¡Oh vamos, esa ha sido buena! Hasta Frisk y Katara están riendo.


—Ya te la devolveré, ya —amenazó el Avatar, escondiendo una sonrisa.


Frisk mantuvo su vergüenza lejos con esa broma hasta que llegaron a los campos de las afueras del pueblo. Allí, el alcalde les esperaba con algunos campesinos. Un par de ellos llevaban unas hojas de una planta que no conocían en la oreja. Frisk se preguntó qué eran y pensó que Aang también lo haría, pero estaba distraído escuchando al alcalde.


—Bueno, parece que hay que abrir camino desde aquí hasta el río y hay que hacer canales laterales por el camino —señaló Sokka, ya metido en plan ingeniero, su especialidad—. ¡Bueno! Esto con un par de “¡toma ya, rocote del copón!” y estará despejado, ¿no Toph?


—Sí, sí, mucho hablar, pero Aang y yo somos los que curramos.


—Eh, eh, ya sabéis que soy el chico de las ideas —dijo, con un tonito de importancia— y vosotros sois los que se encargan de que las cosas queden perfectas. Somos…


—Oh no… —suspiró Katara.


—… ¡el Equipo Avatar!


—¿Otra vez con esas? Ya te dije en la taladradora que dejaras los nombres —le replicó su hermana. Frisk se estaba aguantando la risa de nuevo.


En todos esos planes, había dos personas que se quedaban sin hacer nada. Katara y Frisk. El alcalde lo notó, así que les sugirió que ayudaran a los campesinos a cargar algunas cosas para hacer espacio a las canalizaciones. Fue entonces cuando Frisk pudo hablar con uno de los habitantes con esa plantita en la oreja.


—¿Qué es lo que llevas ahí? —preguntó, señalando la plantita.


—¡Oh, esto! Pues es… —Y como buen narrador que soy, no os voy a decir qué es hasta más tarde. Lo que importa es que a Frisk le interesó y le gustó la idea—. Veo que te han regalado una flor de la colina. Es la que revela el amor joven y apasionado. Te recomiendo que le regales una parecida a tu pareja. Le encantará.


—¿Dónde se encuentran todas estas?


—La mayoría están en forma silvestre al alrededor de la colina, puedes ir a echar un vistazo. A lo mejor tienes más ojo que yo para esto —terminó, bromeando un poco. A Frisk le hizo gracia que fuera un poco torpe para los regalos y se recordó a sí mismo. Se le escapaba un poco eso de hacer detalles.


No le hizo falta ninguna señal por mi parte para ponerse en marcha una vez hubo acabado de mover cosas de en medio. Katara le dio el visto bueno y le aseguró que el resto sabrían hacia dónde había ido (pues en esos momentos sus amigos ya estaban cincuenta metros más cerca del río, caminando).


Frisk fue a su ritmo. Ese chico era una maravilla por dentro, pues mientras caminaba se puso a mirar las nubes y el cielo y pude notar una oleada de calma y serenidad. Era como el amor, pero ligeramente distinto. Parecía ser hermano del cielo. Y eso que era maestro del agua. Ese chico tenía un corazón tan grande como una montaña, pues pensó en que esa noche no había ido a ver a Appa para darle las buenas noches. Se prometió a sí mismo que lo haría cuando volviera a casa.


Llegó a la colina que ya era casi mediodía. Estaba nervioso por encontrar lo que buscaba, porque entre tantas flores y plantas que había en ese sitio, ya estaba viendo que la que él quería no estaba. Dio toda la vuelta a la colina, hasta que al lado de un riachuelo encontró un montón de ellas. El problema vino al querer cogerlas.


—Hola —susurró Frisk—. ¿Puedes darme una de esas plantas?


Debo admitir que me sorprendió su comportamiento ante ni más ni menos que un oso-ornitorrinco enorme que esperaba sentado en la ribera. El animal había advertido la presencia de Frisk y no se mostraba muy agresivo, pero mantenía la vista fija en el chico. Noté una mezcla de miedo y admiración en Frisk, lo que era más sorprendente aún. Puede que fuera un animal desconocido para él, pero de lo que estoy seguro es que eso no le amilanó. Conseguiría es planta para Aang.


El oso gruñó un tanto cuando Frisk dio el primer paso. Al segundo, encaró su cuerpo a él, y fue entonces que el joven vio que entre sus manos tenía la planta que él quería… y se disponía a comérsela. No le pareció raro, ni tampoco se desesperó (pues a su alrededor había más), simplemente esperó a que se acostumbrara a su presencia. El oso abrió un poco su boca-pico, que estaba llena de agua, se metió la planta… Y de nuevo lo interrumpo aquí, quiero que sea una sorpresa para todos.


Frisk se sentó a dos metros de la primera planta. Era lo máximo que deseaba el animal que se acercara y lo supo ver enseguida. Entonces fue cuando mi anfitrión me demostró lo bueno que era con los animales: cogió un poco de agua del río con su control y la puso delante del oso. Éste la olió (aunque no sé por qué) y, cuando tuvo valor, la engulló como una burbuja y se la guardó en la boca. Mientras lo hacía, Frisk aprovechó para arrancar también con agua una de las plantas cercanas al oso y se la dio también.


—Serás salvaje, pero no quieres hacerme nada, ¿verdad? Solamente tienes un poco de hambre —iba susurrando—. Yo también tengo hambre, ¿me regalas una de tus plantas?


Como toda respuesta, el oso se apartó un poco, dejando el espacio justo para que Frisk se acercara lo suficiente como para coger la primera planta de todas. La sacó de la tierra con cuidado, se inclinó ante el oso y éste le gruñó, más confiado.


—Muchas gracias.


Y se fue con toda la calma del mundo.


Debo decir, amigos, que muy pocas veces a lo largo de mi vida espiritual me he encontrado a alguien que sepa contactar con los animales como lo hacía Frisk, y ninguno era tan bueno.


Volvió más contento que unas pascuas al pueblo. Allí, el grupo se estaba tomando un descanso. Habían acabado de construir el canal principal y le estaban esperando a él, precisamente, para volver a casa y descansar un rato.


—¿Cómo te ha ido? —preguntó Katara, en su modo cotilla. Frisk le enseñó la planta en el interior de sus ropas y ella sonrió—. Me alegro, de veras.


El grupo marchó hacia la casa sin darse cuenta de lo que ocurría. Noté a Frisk algo nervioso, pero estaba tan decidido que no me veía capaz de hacer que se atreviera a hacer nada más. En esos momentos, solamente quería mi droga amorosa.


Frisk también era experto en llamar la atención de Aang en formas inusuales. En vez de decir que quería hablar con él, o arrastrarle hasta la habitación, lo que hizo fue correr hacia la cama como si no hubiera un mañana. Esto sorprendió a todos, incluso a Katara, que sabía qué ocurría. Aang cayó en la amigable trampa y cerró la puerta detrás de él.


—¿Te ocurre algo? ¿Te han dicho algo los campesinos?


—N-no, todo está bien…


Aang no entendió. Frisk se estaba poniendo muy nervioso, y estaba a punto de decirle que le dijera que se sentara pero, en vez de eso, el chico se levantó y arrastró a Aang hasta la cama, obligándolo a sentarse. Se le daban mejor las acciones que las palabras, desde luego.


—¿Qu-qué…? —balbuceó Aang. Entonces Frisk sacó la planta, que estaba un poco aplastada, pero valía aún—. ¿Es para mí?


Frisk no contestó, solamente se lo puso en las manos, sacó un poco de agua que siempre guardaba consigo y remojó la planta un poco. La magia vino sola: la planta revitalizó y creció exuberante hasta revelar hasta cinco zanahorias.


—¡Hala! ¡Vaya, que hambre! ¡Me encanta comer zanahorias!


Arrancó una de la planta y la partió con Frisk. Yo no dejaba de reírme mentalmente porque el pobre se había puesto rojo como un tomate al pensar en cómo Aang había dicho eso. Frisk no estaba pensando en “comida”, precisamente, el muy pervertido.


—Espero que te haya gustado —dijo Frisk, en un susurro, intentando distraer su mente—. Los campesinos dicen que solamente crecen por estas fechas y que siempre reciben una de estas de sus enamorados.


—¿Qué simboliza? —preguntó, interesado.


—La dedicación y el trabajo hacia la pareja. Yo, em… bueno, he pensado que siempre me cuidas tanto que… que no podías tener otra planta que no fuera esta.


Aang dejó a un lado las zanahorias de ambos y se lanzó a brazos de Frisk. Una nueva oleada de vergüenza y amor me dejó tan drogado que no me di cuenta hasta mucho después que empezaron a besarse como locos.


No recuerdo cuando pararon, pero yo estaba hasta exhausto de tantas emociones. Quedé como adormilado, y desperté de nuevo mientras Aang y Frisk estaban tranquilamente comiéndose las zanahorias de la planta.


Yo había llegado a mi límite. Ser un espíritu insensible tiene sus topes, sus máximos, y yo había quedado más que satisfecho pasando dos días con Frisk. Era una persona increíblemente emocional y sensible, de buen corazón y muy libre. Era como un manjar de emociones para mí, de esos que al final no quieres volver a comer en meses.


Y, amigos, esta es mi pequeña experiencia con este humano tan increíble y el día de los enamorados en el mundo humano. Espero que os haya gustado mucho. Seguro que ahora iréis corriendo a buscar más humanos, a ver si os pasa como a mí, pero tengo que decir que yo tuve mucha suerte, y que hace cientos de años de esos hechos, así que no os fiéis.


¡Feliz día de los enamorados!

Notas finales:

Espero que os haya gustado mucho y leáis más cistas de mí :)


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