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Mi isla por Kaiku_kun

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Notas del fanfic:

Muy buenas a todos, fans de los retos y de la saga de Sly Cooper :) es la primera vez que escribo algo de este universo, y además con pareja poco usual (pues solamente he encontrado UN fanart de la pareja, y ni siquiera se ve bien). Espero que os guste mucho mi intento de estos dos, porque es que realmente me parecen personajes complejos y no sé si los estaré perpetuando correctamente XD

Música: 

Flying Colors - Fool in My Heart
Flying Colors - Blue Ocean

Mi isla


 


A veces el robo sale bien, pero la escapada sale fatal y acabas llevando medio estado de Colorado a tus espaldas.


—¡¡Necesitamos una salida ya!!


—¡Dejad paso, hatajo de inútiles!


Tennessee abrió la puerta de su furgoneta. No tuvo ningún miedo al ver que media docena de coches de policía y un helicóptero. Sacó su Winchester y reventó las ruedas de los dos coches que iban delante. La sorpresa hizo que derraparan y bloquearan el camino para el resto.


Desde la otra furgo, donde iba Bruce conduciendo, Bentley de copiloto, Alice y Murray detrás y con Rioichi defendiendo desde el tejado, unas bolas de humo les cubrieron durante unos segundos.


—¡Eso es solo temporal! —gritó Sly desde su furgoneta—. ¡El helicóptero nos verá nada más salir!


—Alguna idea, ¿Selvi? —le apremió Dy, su familiar, que iba conduciendo con su torpeza habitual.


—Hay un túnel a doscientos metros, pero ya está lleno de polis. Tendremos que dividirnos o salirnos de la carretera para superarlos.


—¡¡Bentley!! —le gritó Sly, compartiendo la información—. ¡Túnel a doscientos, pasma a montones!


—¡¡Recibido!! ¡Botón verde, arriba a la derecha! —le ordenó. Luego empezó a subir la ventanilla—. ¡Todo el mundo en sus furgonetas!


Las sirenas de la policía y el horrendo sonido del helicóptero a punto de atraparles quedaron ocultos cuando ambos conductores pulsaron un botón verde que había instalado el mismo Bentley encima del tocadiscos. Entre Tennessee y Sir Galleth cerraron las puertas de la furgoneta justo cuando ésta empezó a metamorfosear. Todos miraron por la ventanilla, pues la furgoneta que conducía Bentley estaba sufriendo la misma transformación: empezaron a salir alerones y protectores laterales por todas partes, también protección anti-pinchazos en las ruedas, y acabó con un enorme parachoques delantero con el que hacer placajes a los coches.


—¡Habéis convertido estas chatarras en ferrocarriles! —soltó entusiasmado Tennessee.


—¿Por qué me recuerda tanto a la película “Taxi”? —añadió Sly.


—Como buen caballero que soy, debo preguntar qué es eso de película —dijo elegantemente el inglés.


—No te molestes, inglesucho, son cosas diabólicas que conoce Sly.


—Que te den —le espetó él, sin esperar respuesta.


Sir Galleth siguió mirando fascinado al exterior, viendo la transformación. Tenny ya se estaba preparando para el choque, en cambio. Los dos alertaron de una anomalía.


—El artilugio de nuestro amigo Bentley se ha desviado por otro camino —informó Sir Galleth.


Justo entonces, la voz de Bentley penetró en la oreja de Dynamo, diciendo que ambos se habían equivocado de camino y que se tendrían que dividir.


—¿Qué dice? —preguntó Sly.


—Que nos encontraremos en Utah, y que antes de salir del túnel pulsemos el botón azul, pero cuando hayamos despistado a la policía.


—Esas lapas no nos dejarán en paz así como así…


—¡¡Preparaos para chocar!!


Apenas un par de segundos después, toda la furgoneta se sacudió violentamente, pero no se quedó quieta, seguía avanzando. Tenny miró hacia atrás y vio un par de coches de policía volcados. El bloqueo de coches en la autopista tenía un enorme boquete, causado por esas enormes palas de ferrocarril que habían hecho volar y destrozar los vehículos.


—¡¡Yeehaaw!! ¡He de reconocer que estos trastos modernos funcionan genial!


—¡Menudo destrozo, sí señor! —añadió Sly, chocando la mano peluda de su tatarabuelo.


La furgoneta se acomodó en una curva, acelerando un poco, y perdieron por unos segundos la policía. Dy volvió a usar el botón verde y todas las protecciones volvieron a su sitio. Y, coincidiendo con una salida hacia una carretera comarcal que tenía muchas furgonetas también, pulsó el botón azul. Toda la capa de pintura blanca se levantó como si fuera una manta y dejó ver un intenso color rojo en su lugar.


—Estaremos eternamente agradecidos a esa tortuga tan ingeniosa por todos estos artilugios —comentó Sir Galleth, al ver el cambio. No estaba del todo acostumbrado al mundo moderno y cada novedad era motivo de exploración.


—¿Es que eres incapaz de hablar normal, inglesucho? ¡Me pones de los nervios.


—Yo ya hablo normal, mi buen amigo vaquero.


—¡Ya estás otra vez! ¡Bah! Me voy a echar la siesta, así no te tengo que oír. ¡No la lieis sin mí!


Nadie tuvo tiempo de replicarle nada de lo que había dicho, porque se quedó frito apenas dos segundos después de estirarse en el suelo metálico de la furgoneta y bajarse su sombrero para no ver nada.


El viaje transcurrió sin mayores percances. El plan al final había salido bien, aunque el grupo se dividiera antes de lo que habían acordado. Tenían pensado pasar un par de semanas separados, para perder a la policía y que, estando en Utah, tuvieran menos posibilidades de ser perseguidos.


El que más entusiasmado estaba con la idea de cruzar el estado era Tenny, que tenía muy agradables recuerdos de Utah y, de hecho, esperaba encontrar los mismos sitios donde había estado ya hacía ciento cincuenta años.


—¿Bentley no ha contactado? —preguntó Sly al conductor, algo preocupado.


—No. Eso significa que ya están muy lejos. Probablemente ya hayan cruzado al estado de Utah también. Nosotros lo hicimos hace una hora.


No le ayudó demasiado esa respuesta. No podía evitar sentirse preocupado por si las cosas no les habían salido bien. Pasaría esas semanas de separación con demasiada angustia.


Al cabo de un rato, la carretera empezó a estar muy atrotinada para ir tranquilamente. Dy no tenía tanto manejo con los vehículos, así que tuvo que ir más despacio.


—Maldita sea ese Tenny… Mira que hacernos buscar un pueblo de mala muerte como refugió —renegaba el conductor.


—Nuestro buen amigo el vaquero parece estar muy ilusionado con que pasemos nuestro retiro aquí —comentó Sir Galleth—. Me pregunto a qué vendrá tanta emoción…


Sir Galleth se quedó mirando al vaquero en silencio. Éste seguía durmiendo. No parecía que los miles de centenares de agujeros en el asfaltado de la carretera hicieran nada para alterar su sueño. El inglés pensó que habría tenido mucho tiempo en su vida en el Viejo Oeste para ir en carreta o a caballo.


Al final, cuando ya era de noche, llegaron a un pueblo un poco anticuado, lleno de bares y casas algo destartaladas. Parecía como si se hubieran quedado anclados un siglo atrás y que, de vez en cuando, hubiera edificios modernos como una anomalía.


—Por fin… —soltó Sly, harto de estar quieto en la furgoneta—. Selvi, despierta a la fiera, hora de ver a un amigo.


Tenny no era el único que tenía recuerdos en ese pueblo de mala muerte. Resultó que Sly tenía un amigo allí, el propietario de un edificio entero (en el que había un bar). Se llamaba Grant, era un hurón con mucha clase y ya les estaba esperando con su buena educación habitual. Mientras Sly le saludaba, Selvi se dispuso a despertar al vaquero.


—Tenny, despierta, ya hemos llegado —dijo, empujándole un poquito. El vaquero balbuceó algo entre sueños pero casi no se movió—. Vamos, va, que tienes un bar al lado.


La tentación del bar hizo abrir los ojos un segundo al vaquero, y el pobre debía de estar medio soñando aún, porque empezó a balbucear piropos sobre una supuesta camarera pechugona, mientras le metía mano a Selvi delante de todos. Sly (que ya había dejado de hablar con Grant) y Sir Galleth empezaron a troncharse de la risa de inmediato, mientras el pobre Selvi intentaba quitarse las manos del mapache de encima, avergonzado hasta la médula.


—¡Eh, tú! ¡Que Selvi no es una tía cualquiera! —se quejó Dynamo, pasando a la parte de atrás para darle dos ostias al vaquero y despertarle definitivamente. Afortunadamente, el vaquero acabó de despertarse antes y dejó de pervertir al pobre Selvi—. Discúlpate con Selvi.


—Eh, eh, si le he seducido entre sueños será porque me gusta su cuerpo —dijo sin pensar, con esa pereza a hablar que te da cuando despiertas.


—Este vaquero nunca dejará de ser un desvergonzado y un pervertido —murmuró Sir Galleth a Sly, medio riendo. Aunque dejó caer un toque amargo por el camino.


—Tú lo has dicho, inglesucho. Aaah… Necesito una copa —pidió Tenny, levantándose.


—Te tendría que haber despertado yo, pobre Selvi —acabó Dy, abrazando a su familiar con mimo, para que se le pasaran los nervios.


—¿Qué pasa, Dy, que te sientes desatendido? —le picó Sly.


Tenny se quedó expectante para ver cómo contestaba Dy Blake, con una sonrisa en los labios.


—¡Yo no he dicho eso! Y-y… ¡tú también eres un pervertido!


—Oh, sí, el sonido de un cabreo por vergüenza al despertar es uno de esos pequeños placeres de la vida… —añadió Tenny, bajando de la furgoneta.


—¡¡Tú te callas, maldito liante!!


—¡Tú lo has dicho! ¡No me busques las cosquillas recién levantado, que te llevarás una bala en el culo! Yo quiero mi copita…


Todo esto lo gritó mientras entraba al primer bar que pilló. A todos les pareció raro que no empezara una pelea y lo dejara en una mera advertencia. Eso significaba que realmente necesitaba esa copa que pedía.


El grupo siguió al vaquero y entraron todos al bar, que parecía muy rústico. Grant estaba al lado de Tenny, quien ya se había sentado y recibiendo el primer vaso de whisky.


—Tengo un pequeño apartamento para vosotros. Lo he acomodado para que podáis saltar desde la ventana, sé que os gusta hacer virguerías por caminos poco habituales. Todo sea por mis amigos.


—Gracias, Grant, es todo un detalle, te debo una.


—No, Sly, no me debes nada. Te debía yo una hasta hoy. Siéntete como en casa.


Grant se fue dando la mano al mapache educadamente y dándole una llave y salió para atender a otros amigos. Dy y Selvi estaban expectantes.


—¡Ese hombre sí es un caballero! Desde luego sería un gran amigo con el que contar siempre —le aplaudió Sir Galleth con entusiasmo.


—¿Quién es? —preguntó Dy.


—Es Grant Johnson, le conocí en Salt Lake City cuando estaba buscando a mi padre por la zona. El pobre había perdido todo el dinero por culpa de unos matones y estuvo a punto de vender el bar. Al pobre no le salía nada más que ser educado con esa mala gente para intentar conseguir un margen para conseguir más dinero, pero no sirvió de nada. Era una injusticia. Le rescaté de esa gente y desde entonces hemos sido muy amigos.


—Les diste una buena lección, supongo.


—¿De qué otra manera iban a aprender sino? —se rio con orgullo el mapache.


Tenny pasó olímpicamente del resto del grupo y se dedicó a beber y a beber, copa tras copa, con la mirada perdida en las botellas de detrás de la barra. Sir Galleth se dio cuenta, pero no quiso comentar nada. Era intentarlo y recibir una bala en la oreja como piercing de parte del vaquero, marca de la casa.


—Tenny, ¿subes a la habitación con nosotros?


—Paso, voy a ver si puedo mojar el churro en algún bollito —sonrió, con vocecilla de empezar a estar borracho.


—Por Dios, qué asco… Anda, vámonos —se quejó Dynamo.


—Este mapache nunca será un caballero —sentenció Sir Galleth.


Todos le siguieron, aunque el inglés se quedó un instante mirándole, mientras caminaba. No se le veía con cara de querer divertirse demasiado. Y no podía evitar sentirse algo cotilla por el hecho de que hubiera escogido este pueblo precisamente para ocultarse. Era divertido y deprimente a la vez, y esta vez no sabía qué sentimiento escoger.


Dy fue el primero en quedarse dormido, y ya no fue capaz de despertar. Haber pasado todo un día de nervios y encima conduciendo todo el rato (pues el resto del grupo era como un elefante en una cacharrería a la hora de coger un volante). Sly y Sir Galleth lo consiguieron después de un rato, pero parecía que siempre tenían una oreja al tanto, por si volvía Tennessee. Selvi representaba esa oreja levantada en su extremo, pues se sentía inseguro, algo atrapado y le preocupaba cómo estuviera Tenny. De hecho, cuando ya faltaba poco para el amanecer, salió a ver si se lo encontraba y podía llevarlo de vuelta a la habitación. Pero al caminar un par de pasos, una puerta se abrió. Era Tenny, saliendo con una chica. Ambos iban bastante pedos.


—¡Tenny! Me tenías preocupado.


Lo suficiente para que Sly y Sir Galleth se levantaran.


—Eh, oye, pequeño zorrito, sé… uf… —pensaba que iba a vomitar. Falsa alarma—. Sé amable, y no me amargues la noche. Este pequeño hurón encantador y yo lo estamos pasando genial. ¿A que sí cariño?


Ella solamente asintió. Casi ni se tenía en pie.


—Ya te vale, podrías guardar tu manguera en los pantalones por una noche —se quejó Sly.


—Eh, eh, yo lo he intentado, pero esta amable chica se ha ofrecido en cuerpo y alma a satisfacerme esta noche… bueno, quizás más en cuerpo… y se lo ha pasado muy bien.


—¡Oh, vaya! ¡Esas no son formas de tratar a una dama! —exclamó Sir Galleth, contrariado. Intentó acercarse a la chica, que hizo ademán de cogerse a él—. Anda tomad mi mano, preciosa dama, vamos a tumbarte en la cama, así descansas.


—¡Ya estamos con el inglesito! —gritó Tenny, de mal humor, incapaz de retener a su chica—. Mira tío, me cabreas enormemente, así que vamos a hacer una cosa. Deja a la chica aquí y te vienes conmigo a beber.


—Eso suena contradictorio —comentó Selvi.


—¡No! ¡Tú te quedas aquí con nosotros! ¡No queremos atraer la atención! —le rebatió Sly.


—¡No me jodas, hombre! ¡Quédate tú si quieres! Pero yo me llevo a éste a que se suelte un poco, ya me entiendes… Y si tienes algo que decir, ¡se lo dices a mi arma! —Se quedó quieto un segundo, pensativo en su borrachera—. ¿Dónde la llevo? Ah, sí, la estoy usando de bastón…


Con las ideas más claras, cogió de sorpresa a Sir Galleth y se lo llevó del cuarto, de nuevo al bar. Sly intentó impedírselo, pero el inglés dijo que era mejor eso que ponerse a discutir. Cuando llegaron a la barra, Sir Galleth se sentó de cara a Tenny.


—Mi buen amigo vaquero, ¿por qué siempre os comportáis así? Es muy poco galán.


—No soy tu amigo. ¡Ah, cómo os odio a todos vosotros cuando habláis así…! Es muy simple, hago lo que me da la gana y cuando me da la gana.


—Pero vuestra falta de decoro…


—¡Que me la suda el decoro! Lo compenso con puntería extrema, mucho dinero y libertad. Tal como entro en un lío, salgo de él. —Entonces levantó la cabeza, buscando la barra del bar— ¡Camarero! ¡Un whisky por aquí!


—¿No le parece que ya ha bebido bastante?


—No es para mí, yo ya estoy servido —dijo, levantando una botella medio vacía. A saber de dónde la había sacado—. Es para este inglesucho estirado, vamos a ver si puedo conseguir animarle, que últimamente está muy raro…


En camarero se acercó con reticencia a Tenny, con la copa para Sir Galleth. Lo dejó con calma y se fue, algo malhumorado. Sir Galleth cogió el vaso, pero no se atrevió a beber.


—Mira, inglesucho… Si no bebes te voy a hacer saltar la comba a base de balas. Ya has visto que puedo hacerlo. Ahora, BEBE. —Sir Galleth lo hizo, para no alterarlo, pero estaba muy contrariado— Así me gusta. A ver si te sueltas un poco, como vuestros primos los escoceses, o los irlandeses… o los galeses… ¡qué coño! ¡Si sois los únicos en todas esas islas que os comportáis de forma tan estúpida!


 


—Mis compatriotas tienen razones para beber que yo no tengo.


—Aaaah, pero qué deprimente… ¿Qué se ha hecho de ese mapache inglesucho que se lanzaba a defenderme cuando lo creía oportuno? ¡Quiero que vuelva! Era más soportable, pese a ser inglés…


—Parece que te caigo bien —sonrió Sir Galleth, intentando sacarle algo bonito a Tenny.


—Pese a ser inglés, eres Cooper. Eso lo compensa bastante. —Tal arranque de sinceridad adorable hizo que Sir Galleth le saltara a los brazos, pero justamente el vaquero se disponía a levantarse para decir al camarero que se iban y que lo cobrara todo a Grant… Así que el inglés se comió la silla—. ¿Pero qué coño haces? Luego se quejan de que rompo cosas… ¡Cómo se nota que somos familia!


Luego agarró al inglés y le sacó del bar. Ambos estuvieron dando tumbos por las calles, en pleno amanecer. Uno, borracho de whisky. El otro, borracho de mimos y contentillo por el poco que había bebido. Se pasaron como dos horas diciendo chorradas y avergonzando a medio pueblo por el escándalo que estaban montando, hasta que se acercaron a una casa derruida, de madera, que había en las afueras. Tenny se detuvo y se sentó, apoyado en una de las maderas. Incluso acarició la madera.


—¡Eh, venga, vamos, lo estamos pasando bien! ¿Ahora te me deprimes tú?


—Mira, inglesucho, te voy a contar una cosa porque eres tú y no eres mal tío. Pero si se lo cuentas a alguien, tendrás un enorme agujero en la lengua, ¿está claro?


—¡Claro, claro! ¡Lo que sea por mi buen amigo! —No parecía que las amenazas surtieran efecto con el inglés, lo que irritaba un poco a Tenny. Estuvo tentado de hacer una demostración—. ¡No me dejes en ascuas!


—A veces me olvido de lo irritante que eres… ¡Ah, a tomar por el culo! ¿Ves este edificio? Pasé parte de mi infancia aquí.


—¿De veras? ¿Cómo lo sabes?


—Esta madera tiene tantos agujeros de bala que es imposible que se tenga en pie. Y es culpa mía, montaba tiroteos constantemente aquí. Nunca olvidaré una sola parte de este bar. En especial a su propietario, O’Bruce Jackson. Él me acogió y me cuidó cuando más lo necesitaba.


Sir Galleth le vio un tanto afligido por estar allí sentado, estando él vivo y el bar (y sus feligreses) muertos.


—¡Mi buen amigo necesita un abrazo y se lo voy a dar!


—¡No, espera…! —Tarde. Sir Galleth le había acorralado y ya le estaba abrazando. El calor de un compañero le relajó considerablemente. Y le avergonzó que le gustara. Y se sintió incómodo y cabreado por ambas anteriores—. Ehm, sí, ya… Ya puedes soltarme… ¡Quita ya, bicho!


—¿Mejor? —le preguntó, omitiendo el pequeño insulto. Había necesitado tres intentos para querer soltar al vaquero, era demasiado agradable la sensación y demasiado adorable él. Aunque mejor no se lo diría, no quería tentar a la suerte… Ni la poca paciencia de Tenny.


—Eh, sí, supongo… Pero como le digas a alguien que lo he admitido, ¡te colgaré del campanario por un pie y jugaré a tiro al mapache contigo!


—Mis labios están sellados, mi buen amigo vaquero —sonrió, con esa alegría tan característica de él.


—Y dale con lo de amigo… —se quejó, mientras se levantaba—. Anda, vamos, “amigo”.


Sir Galleth simplemente se lo quedó mirando, sonriente por la cara de irritado que ponía el americano. Ambos empezaron a caminar por el pueblo. Tenny iba mirando la montaña, el sol, que ya había salido, y las calles donde anteriormente había estado el pueblo de su buen amigo O’Bruce… y se acordó de algo más. En ese pueblo habían pasado tantas cosas que lo había pasado por alto. Y para acabar de pasar la borrachera estaría bien…


—Oye, inglesucho, ¿puedes hacerme un favor?


—Por supuesto, mi bienhallado amigo.


—Seh, em… lo que sea. Vuelve a casa y diles a todos que estoy bien. Tengo un par de cosillas por hacer.


Sir Galleth obedeció, saludó como un caballero y se fue a paso ligero de vuelta a casa, tan risueño como siempre.


—Maldito bastardo… —soltó cuando ya casi ni le veía, recolocándose el sombrero un poco.


Lo siguiente fue caminar desde las afueras en dirección a la montaña. Recordaba el camino a la perfección, apenas había cambiado pese a esos ciento cincuenta años. Además, la borrachera se le estaba pasando un poco y ya empezaba a ver más allá de cinco metros. La brisa de la mañana le ayudó a caminar con tranquilidad y a respirar un poco mejor.


No tardó en encontrarse en la ribera de un río. Sonrió un poco, porque el río tampoco había cambiado. Seguía manteniendo una pequeña isla en el centro del cauce, en el tramo donde estaba. Había dos árboles ya bastante creciditos que, supuso el vaquero, eran los que plantó él mismo cuando era joven.


—¡Dios, el agua también sigue estando cruelmente helada!


Pero seguía manteniendo un camino de rocas por el que llegar a la isla sin tener que nadar. Fue dando pequeños saltitos, sin hacerse demasiado daño en las rodillas por sus antiguas heridas, y cuando llegó se dejó caer en la hierba. Se arrastró un poquito hasta acomodarse en uno de los árboles y se quedó en silencio, mirando el cielo, mientras iba entrándole la morriña.


De pequeño, siempre que necesitaba estar solo, pasaba un rato en la islita. Era su rincón de soledad favorito, donde nunca nadie le encontraba, donde podía pensar sin ser molestado. Y nunca se le ocurrió nada para que luciera distinto. Era la naturaleza, simplemente. Un día encontró un par de semillas en la ribera y decidió plantarlas. No podía creer todo lo que había crecido.


El único que alguna vez le encontró en esa isla fue O’Bruce. Y no fue capaz de echarle a patadas del lugar, incluso cuando cruzó el agua para verle. Había siempre alguien que se lo merecía de verdad, que le dejara acercarse un poco a él.


Entonces le vino a la cabeza la tontería de Sir Galleth antes, allí en el bar, y se hundió más, debajo de su sombrero.


—Tozudo, coño.


En algún momento de esa estancia en la isla, la borrachera empezó a confundirse con la resaca y también con el sueño. Tennessee se quedó frito, ahí tumbado en la isla, durante horas. No soñó nada, pero estuvo realmente cómodo todo el rato que durmió.


Cuando despertó, parecía que ya era por la tarde. Un sexto sentido le decía que había algo fuera de lugar, y por eso despertó. Tenía la cabeza machacada por la resaca, así que solamente se le ocurrió echar un trago de whisky. Mejoró y empeoró a la vez, pero le interesaba más lo que tenía delante. Era Sir Galleth de nuevo, que le había encontrado. Esperaba al otro lado de la ribera.


—¡Muy buenas tardes, mi bienhallado amigo!


Iba a dar un paso para intentar cruzar el río hacia la isla, pero tuvo que detenerse. Tennessee sacó su arma en un abrir y cerrar de ojos.


—¡No des un paso más! ¿Qué te hace pensar que quiero que te acerques?


—¡Os he traído un presente para conmemorar el reencuentro con vuestra tierra amada! Me gustaría conseguir dároslo en mano.


No supo exactamente porqué, pero el americano bajó el arma y volvió a sentarse contra el árbol. Sir Galleth lo vio como una oportunidad irrepetible de acercarse un poco a algo que realmente apreciara el vaquero, y en dos saltos llegó hasta él.


—Es un lugar muy bonito el que habéis escogido.


—Más te vale no irte por las ramas, porque me están entrando ganas de echarte a patadas de mi isla. —Sir Galleth notó el matiz posesivo y abrió un poco los ojos, sorprendido. Con el poco tiempo que había pasado el inglés en el grupo, ya sabía que a Tenny le importaban extremadamente pocas cosas, y las protegía con todo lo que tenía. El simple hecho de estar sentado donde estaba sentado ya era más allá de lo que muchos jamás habían llegado. Tenny también notó que se le había escapado lo de “mi isla” y tuvo el impulso de recolocarse el sombrero—. Vamos, que no tengo todo el día.


—Pues os he traído… esto. —Le enseñó una figura de juguete. Era un tanto rara, porque no era nueva y apenas se distinguía qué era—. Es un vaquero en miniatura.


—¿Y por esta mierda has tenido que venir hasta aquí?


—En realidad me he pasado todo el día buscando un detalle como este. Es para vos. Sé lo importante que es lo que me habéis contado antes, así que quería compensarlo.


—Con un juguete, claro. ¿Me estás tomando el pelo? —le espetó, irritado de no saber de qué se tratara.


—No es el objeto, mi buen amigo vaquero. Es lo que hay detrás.


Como un tonto adorable, Tenny miró la parte de atrás de la figura. Sir Galleth se rio un poco por esa inocencia y le explicó qué quería decir.


—¡No, hombre! Tenéis que pensar que la figura sois vos.


—¿Qué tontería es esa?


—Paciencia… Mirad, he ido preguntando por todo el pueblo si conocían la historia de los antiguos edificios y si quedaba algo de ellos. En el ayuntamiento, me dijeron que quedaba muy poco, y me dieron esta figurita. Venía en una caja de alimentos algo rara, creo que han dicho “cereales”. Es una figura de vuestro tiempo, Tennessee.


El vaquero le miró a los ojos por primera vez desde que había pisado la isla. Estaba increíblemente sorprendido. Ya había entendido lo que significaba “detrás”. Era la historia. Era parte de su familia, por decirlo así. De alguna manera, se sintió conectado a la figura… Y también un poco al inglés. Era como si le hubiera devuelto la confidencia de antes. No sabía qué decir.


—Después de descubrir que esta isla es tan importante para vos, sugeriría que la dejarais aquí, como parte de lo que queda. Estos árboles, la figura y vos sois todo lo que queda entero del antiguo pueblo, que sigue vivo de alguna manera.


—Muchas gracias, inglesucho. Voy a dejarlo aquí. —Y lo enterró debajo de uno de los dos árboles, para que siempre estuviera allí y para que el detalle de Sir Galleth nunca se perdiera—. Debe ser por estas tonterías que me caes bien.


—¡Pues claro que sí, mi bienhallado amigo! —Y se lanzó a abrazarle como un loco y tan feliz como siempre.


—¡Aléjate de mí, no me toques los huevos! ¡Ya te he dicho que gracias joder…! —Pero al final se calmó. Sir Galleth no quería soltarle, pero tampoco le estaba ahogando como era usual, así que se acomodó por unos segundos—. Ahora suéltame antes de que te deje hecho un Cristo.


—¡Vale! Pero será mejor que volvamos, tienes preocupados a todos.


—Bueno, me la pela que se preocupen, pero sí que tengo ganas de volver al bar.


No se podía conseguir nada más cariñoso que eso de Tennessee “the Kid”. De vuelta hacia allí, Sir Galleth iba riéndose por lo bajo todo el rato.


—¿Qué coño te pasa?


—Nunca pensé que aceptarais mis abrazos, con lo pesado que soy. Vuestras reacciones son adorables.


—Si vuelves a decir eso no llegas al bar —le espetó mirándole a la cara, arma en mano.


Lo que en realidad estaba pensando Sir Galleth no era eso (bueno, o no solamente eso) sino el truco que le tenía preparado para cuando volviera con su familia. Cuando Sir Galleth anunció la llegada de ambos, todos, Cooper y Blake, se lanzaron a abrazarle como si hubiera varias copias de carácter del inglés. Todos rodeando al americano, sin posibilidad de escapatoria.


—¡¡Teeenny!!


—¡¡Has vuelto!!


—¡¡SOLTADME!!


—¡Te echábamos de menos!


—¡¡OS VOY A MATAR A TODOS!!


—¡No te abandonaremos nunca!


—¡No te daremos demasiado por culo! —Ese era Sly, no podía ser otro. Para las otras frases, podrían haber sido todos.


—¡¡Y LUEGO OS DEJARÉ PUDRIÉNDOOS EN EL PUTO DESIERTO!!


—Aaah, la sinfonía del atardecer, “made in Tenny”…


Al final consiguió escapar de la tortura china de la proximidad y se encerró en el baño, el único sitio de la casa donde podría estar solo.


No pudo evitar sonreír y cabrearse por haber sonreído. “Tener familia para esto…”, pensó.

Notas finales:

Espero que os haya gustado mucho y me busquéis en Mundo Yaoi, en Facebook y otros sitios :) link en mi perfil jeje


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