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Enero en aquella ciudad no era diferente al resto del año. Uno esperaría que las ansias por una vida mejor se renovaran con el inicio de un nuevo año. Gotham siempre fue la excepción a todo.
La nieve acumulada en las calles ponía a los adultos de mal humor. A los niños, por el contrario, parecía encantarles. En todos sus años de vida, Damian nunca entendió la razón de esto. Era una de las muchas cosas que DemonWing no entendía pero se negaría toda su vida admitir.
—Pff, lo piensas demasiado Dami, ¡solo debes divertirte!
En el patio de la mansión Wayne, el pequeño Richard se encontraba haciendo ángeles de nieve bajo la mirada curiosa de su hermano mayor.
Desde que Richard llegó a la mansión, había cambiado muchas cosas allí, seguramente en su inocencia infantil no se percataba de ello pero el resto de la familia no podía ignorar los cambios que se fueron sucediendo.
—¿Qué puede tener de divertido revolcarse sobre un montón de escarcha? —preguntó un joven de profundos ojos azules mientras se acercaba a ellos.
Richard detuvo sus movimientos pero se quedó tendido en el suelo, levantando apenas la cabeza para observar al recién llegado.
—Pues te aseguro que es más divertido que pasarte el día frente a una computadora, Jaybird —aseguró el menor de los hermanos, antes de terminar lo que hacía y ponerse de pie dando una pirueta perfecta.
—Hmp. ¿Ya terminaste, enano? Debemos entrar. Alfred preparó cocoa.
Señalando a sus espaldas, hacia la cocina, Jason esperó a que el actual Robin terminara de sacudirse la ropa e ingresara de nuevo a la casa.
—Espera, Jason —Damian lo retuvo por el hombro antes de que Red Hood pudiera ingresar detrás del niño—, él está aquí. ¿Verdad?
Un suspiro cansado salió de los labios de Jason. Se sentía como si la temperatura hubiera bajado diez grados con aquella pregunta. Seguramente era su imaginación que no tomaba descanso. Había trabajado toda la noche en un caso complicado junto a los Titanes, solo quería volver un rato a casa con sus hermanos y tomar algo caliente.
—No lo sé, Dam. Quizá él también quiere un poco de cocoa. ¿No te parece?
Luego de dedicarle una sonrisa triste al primer Robin, el tercer Robin siguió los pasos de Richard hacia la cocina.
Un pequeño copo blanco cayó sobre su nariz y Damian salió de su transe.
Esa noche nevaría y esperaba que el patrullaje estuviera tranquilo. Aún estaban acostumbrando a Richard al manto de Robin, al menos contaba con la ayuda de Jason para que lo respaldara como Red Hood y también con Stephanie que bajo el nombre de Oracle guiaba a la pequeña Bárbara, la nueva Batgirl.
—Nos vemos en algún momento, Red Robin —murmuró hacia la inmensidad del patio solitario, seguro de que sus palabras serían oídas por aquel al que hablaba—, no, Timothy.
Los ventanales de la enorme mansión, dejaban al descubierto al anciano mayordomo que servía cocoa y más galletas para el pequeño Dick quien no dejaban de discutir con Jason por haberle comido sus galletas. Damian, a una distancia prudente de los menores, bebía su café y contaba los minutos que faltaban para que su padre les gritara que hicieran menos ruido.
Detrás de los ventanales, bajo la nevada y abrigados por la oscuridad, un par de opacos ojos azules observaban atentos a sus hermanos.
—Chicos —el vaho escapó de sus finos y rojizos labios—, se olvidaron de invitar a Timmy.
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