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Entre Guerras por Liageth

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Notas del fanfic:

Tengo 4 capítulos terminados, intentaré actualizar apenas se pueda c:

El primero de septiembre de 1939 cumplí once años, junto con eso, lo que sería conocido como segunda guerra mundial habría comenzado.  
  
A esa edad yo no era consciente de ella, sin embargo a esa edad uno no es consciente de muchas cosas.  
  
Mi realidad se basaba en mi escuela, evitar que mi padre me golpeara el trasero por mi manera de hablar muy fina y en como idolatraba a mi hermano al poder arreglar casi todo lo que llegaba a sus manos.   
  
En general mi vida no se basaba en muchas cosas, pero la vida de muchas personas en esa época tampoco daba demasiado que hablar, todos eran ajenos a la guerra que ocurría al otro del pacifico, en donde miles de personas vivían aterrorizadas por la muerte amenazando a cada minuto.  
  
Pero eso no era algo que un ciudadano americano pensaba a fines de los años treinta, aunque si soy realmente sincero yo tampoco estaba al tanto de las problemáticas de los adultos. Lo único que sabía sobre sus problemas era que mi madre estaba angustiada por muchas cosas, nunca supe que cosas.  
  
Vivíamos en un pueblo pequeño en Alabama, mi padre y mi hermano trabajaban en un taller de autos que estaba contiguo a nuestra casa, por lo que siempre llegaban a almorzar llenos de grasa. Mi madre solía regañarlos por eso, a lo que mi padre la calmaba diciendo que nunca más lo harían y le daba un beso al mismo tiempo que se limpiaba las manos en el delantal floreado de mi madre. 
  
 Cuando se desató la guerra la noticia llegó al día siguiente, mi madre estaba tan desconectada como yo del asunto y sólo supo sobre el tema cuando mi padre llegó hablando sobre eso. Aunque mi padre tampoco sabía muy bien de lo que hablaba, sus palabras sólo eran en base de lo que la gente decía.  
  
-Se dice que los nazi invadieron Polonia, junto a los comunistas, aunque no estoy del todo seguro porqué.- mi padre no era un hombre ignorante por voluntad propia, simplemente no investigaba cosas que no le afectaban directamente, oía lo que los demás decían sin discutir. Mi padre no era un hombre sabio como esos de los que hablan en los libros, pero era un hombre trabajador y esforzado. Sus brazos eran musculosos pero no era de hombros peculiarmente anchos, era de mediana estatura casi considerado bajo, pero con un aura imponente y mandíbula fuerte. Sus ojos eran azules como el mar y su cabello negro. Sus brazos y su rostro estaban tostados por el sol, pero siempre había sido particularmente blanco.   
  
Mi hermano era su viva imagen, un poco más alto, pero era igual excepto por su piel pues ésta seguía tan blanca como el día en que nació. 
  
Mi hermano siguió el tema que comenzó mi padre.- El otro día me puse a investigar sobre eso, los nazi invadieron Checoslovaquia con el "permiso" de Inglaterra, pues no querían que comenzaran una guerra, al final lo hicieron igual cuando invadieron Polonia, pero-  
  
- Jacob, hijo, es bueno que investigues cosas y todo, pero por favor mantenlas para ti mismo, alteras mis nervios.- mi madre hizo un gesto con las manos y mi hermano asintió sin dudar.- y tú, Robert.- apuntó a mi padre.- No traigas esos temas a la mesa, estamos comiendo.  
  
-Mamá, estos temas son importantes, gente está murien-  
  
-¡Basta ya!- ésta vez notaba que su enojo perduraría.- Son cosas importantes, lo sé, pero no son temas que se deben discutir en la mesa, sobre todo no con Julian presente, él es un niño y no quiero que llene su cabeza con cosas innecesarias para su edad.  
  
Y ahí concluyó todo. 
  
Mi madre prefería mantenernos en completa ignorancia que arriesgarse a que estemos en peligro y según ella la guerra como tema era considerado peligroso.  
  
Dos años después sería imposible mantenerme en mi burbuja.  
  
7 de Diciembre de 1941, el ataque a Pearl Harbour ocurrió y Estados Unidos se involucró en la guerra.  
  
Todos los muchachos comenzaron rápidamente a enlistarse, ansiosos y orgullosos, pensando que les llevarían honor a sus familias y a su propio nombre. La mayoría pensaba que eran invencibles. Pero sin duda alguna iban a encontrarse con la cruda verdad.   
  
Mi hermano, Jacob quería enlistarse, cumpliría 17 años en febrero, estaba ansioso y se imaginaba a si mismo en el campo de batalla ganando victoriosamente como todos los tipos de sus libros de fantasía. Pero mis padres sabían que no sería así.  
  
Y discutieron sobre eso, justo delante de mi, durante la comida.  
  
Y mi madre fue quien tocó el tema.  
  
-El hijo de mi amiga Mary Anne se enlistó en la guerra, dice que está muy orgullosa de él... No puedo creer que diga eso, en serio ¡Su hijo corre un gran riesgo y ella se siente orgullosa! Dios mio esa mujer...- estaba tan furiosa que literalmente estaba apuñalando su comida con el tenedor. Los hijos siempre fueron un tema delicado para ella, probablemente si de ella dependiera todos los muchachos deberían estar encerrados en sus cuartos sin riesgo a que algo les suceda, aunque yo pude llegar a esa conclusión muchos años más tarde.  
  
-Mamá.- llamó mi hermano, notaba el nerviosismo en su tono.- No es como si hubiese un gran peligro, todos lo dicen, los japoneses realmente no son tan geniales como ellos creen, tienen menos tecnología y-  
  
-Aunque tengan menos tecnología, aunque estuviesen peleando con varas y piedras, aún hay un enorme riesgo, Jacob, la gente no debería ir a la guerra por placer y sin duda alguna no deberían estar orgullosos porque sus hijos corren peligro.  
  
-Anne, entendemos tu punto, pero hay personas que no piensan igual, hay algunos que se enorgullecerían por defender a su país en el campo de batalla y-  
  
-No, Robert, ni siquiera intentes convencerme o algo parecido, menos aún incites a los niños, si me preguntas, me parece arcaico tener que llevar a jóvenes ignorantes al campo de batalla, ellos ni siquiera saben que les va a pasar, estarán asustados además que-  
  
-¡Basta ya, mujer!- mi padre era considerado una de las personas más pacificas que existía, nunca levantaba la voz, y aunque mi madre tampoco solía ser tan demandante ni estricta, se descomponía cuando el tema era sobre la guerr. Mi padre se descomponía cuando no se le escuchaba.- Tú no entiendes porque eres mujer, punto. Yo me enlistaré a penas pueda dejar algo de dinero asegurado con el negocio y espero que Jacob se enliste también, es un tema de orgullo no de lo que es seguro o no. No puedes tener a tus hijos toda la vida en una burbuja y no dejaré que me arrastres allí también.  
  
Aún con mi edad pude notar que esas palabras las había estado aguantando desde hace ya mucho tiempo. Vi como mi padre se sintió realizado al soltar todo eso y también pude ver como se arrepintió al segundo siguiente. 
  
Mi madre comenzó a llorar y con una voz entrecortada dijo.- Yo sólo quiero que estén seguros y conmigo... – luego se retiró de la mesa.  
  
No comimos juntos durante una semana, por ese periodo yo le hacía compañía a mi madre y Jacob y papá comían juntos. El verla llorar me hizo incapaz decirle que pensaba lo mismo que Jacob y papá, así que fingí estar de su lado.  
  
Tenía trece años en ese entonces, tenía ideas románticas de la guerra, cosas que no eran verdad y que los periódicos querían que creyéramos para que nos uniésemos a sus filas. Cosas que mi hermano y mi padre creyeron. 
  
En marzo de 1942 mi padre y mi hermano se enlistaron juntos.  
  
Después de un pequeño entrenamiento se fueron al campo de batalla el 28 de Abril de ese mismo año, justo el cumpleaños de mi madre.  
  
Comimos pastel ese día, mi padre decoró la casa como nunca antes, y le compró una hermosa caja musical a mi madre, la cual siempre había querido, en un momento mi madre acercó a mi padre y le dijo en un murmullo algo que sólo ellos y yo pudimos escuchar (yo únicamente porque estaba recogiendo unos cubiertos que se me habían caído al suelo)  
  
"Un verdadero regalo hubiese sido que te quedaras aquí conmigo"  
  
Pude ver el dolor en los ojos de ambos.  
  
Mi padre jamás contestó a su petición.  
  
Mi hermano le hizo un reloj de pared precioso y le pidió que le perdonara por ser tan obstinado e ir contra ella. Mi madre dio las gracias pero no contestó lo otro.  
  
Yo le di un dibujo de la familia entera, solía dibujar de vez en cuando  y no teníamos ninguna foto familiar, apenas lo vio sus ojos se empaparon. Por un momento pensé que el dibujo era realmente malo, pero no era por eso, sino que al menos allí, en ese dibujo mal echo, estaríamos juntos. 
  
A las seis de la tarde todos ayudamos a ordenar y a limpiar. Al terminar papá y Jacob se pusieron sus uniformes y tomaron sus pertenencias. 
  
Todos lloramos y mi madre soltó la bomba. 
  
-Estoy embarazada. 
  
Mi padre la abrazó, la tomó en brazos y la comenzó a dar vueltas, nunca lo había visto tan feliz.  
Besó a mi madre tanto que hasta ella se avergonzó.  
  
Y luego le chocó la realidad, debía marcharse dejando a su esposa embarazada y a su hijo de trece años. 
  
Y entonces ya no quiso irse, pero tuvo qué. 
  
Todos lloramos nuevamente y antes de irse mi padre se acercó a mi madre y le dijo: 
  
“Te prometo que volveré” 
  
Y mi padre se convirtió en un mentiroso, pues nunca volvió.  
  
Mi hermano regresó meses después, estaba cambiado aunque no quería demostrarlo, su forma de caminar era diferente, se asustaba con casi cualquier cosa. No era como que saltara al escuchar un ruido, pero sus ojos se agrandaban cada vez que algo lo tomaba desprevenido.  
  
Uno de esos días yo volvía de la escuela y lo vi desde lejos hablando con una niña. Siempre fui apegado a mi hermano y solía abrazarme a él muy seguido. No lo había hecho desde que se había marchado por lo que creí una buena oportunidad para hacerlo. Corrí hacía él y lo abracé por la espalda, se escandalizó tanto que por poco pegó un grito; se calmó en menos de un segundo.  
  
El día antes de que volviese al campo de batalla me regaló una caja con todos sus objetos preciados. Besó mi cabeza y abrazó a mi madre, se despidió de nuestro hermanito que estaba aún en mi madre.  
  
Todos lloramos ese día 
  
El 20 de Septiembre de 1942 vino un soldado a darnos la noticia. Mi hermano había muerto y no nos dijeron donde, no tenían su cuerpo pero si su placa. 
  
Ni mi madre ni yo lloramos, pero el dolor era tan grande que no pudimos hablar por tres semanas. 
  
  
El día en que nos enteramos de que mi hermano ya no estaba con vida, algo se derrumbó dentro de nosotros. No sólo era mi hermano, no era sólo su hijo, puedes tener a ambos y no sentir un verdadero apego, fue diferente con nosotros. Yo siempre fui unido a mi hermano lo idolatraba, pensaba que era una especie de superheroe por todas las cosas que hacía. 
  
Con mi madre fue diferente, obviamente ella amaba a mi hermano, pero no sólo perdio a su hijo, perdió a la última imagen de mi padre que tenía. 
  
En ese momento, en el preciso momento donde vi que mi madre sujetaba su barriga y se encorvaba por el dolor de perder a un hijo... En ese momento fue donde me di cuenta que mi madre tenía razón, que siempre la tuvo. La guerra era absurda y los jovenes tenían ideas románticas de ella. 
  
La guerra se llevó lo mejor de mi familia y yo pensaba que mi madre estaba siendo exagerada, paranoica ¡Cuan equivocado estaba! Mi madre quería lo mejor para todos y por desición propia mi padre se destruyó todo. No es como que le guardara rencor, pero lamentaba sus elecciones. 
  
Mi madre me dejó faltar a la escuela una semana completa y reflexioné sobre todo, sobre la guerra, sobre mi país, sobre los japoneses y los nazi. Llegué a la conclusión de que sinceramente no me importaba nada que tuviese que ver con la guerra, ni siquiera quería escuchar de ella teniendo en cuenta lo que me había quitado. 
  
Durante una semana apenas hice algo, apenas comí y apenas me levanté de mi cama. Cosas que siempre disfruté se volvieron ridículas por ese momento.  

Solía caminar con los tacos de mi madre (los cuales descubrí que a los catorce me quedaban perfectamente) maquillarme y vestirme como mujer a escondidas, disfrutaba la adrenalina de hacer algo prohibido, pero amaba más la sensación de la tela suave sobre mi cuerpo, del labial sobre mis labios y disfrutaba particularmente el pequeño dolor en los pies que me causaban los tacos de mi madre. No era como si quisiera ser mujer o parecido, simplemente me gustaba vestirme como una y sentirme delicado y femenino. 
  
Por esa semana ni siquiera eso pude disfrutar.  
  
Reflexioné lo que mi padre solía decirme, que ser marica era malo, y como me golpeaba con una vara en las manos cada vez que decía una palabra siendo muy afeminado, pensé que tenía razón y que no debería hacerlo más. 
  
Apenas terminó esa semana descubrí que en realidad no me importaba lo que mi padre había pensado sobre mi, sin embargo continué con un profundo nudo en la garganta durante las dos próximas semanas, no podía hablar con nadie y si decía algo eran apenas monosílabos; mi madre se encontraba exactamente en el mismo estado. 
  
Cuando regresé a la escuela todos me miraban como un bicho raro, con lástima, lo cual era realmente extraño debido a que la mayoría de los chicos que iban allí tenían a sus padres o hermanos en la guerra, yo sólo había perdido a mi familia, justo como muchos de ellos lo harían. Debían aceptarlo antes de que les golpeara en la cara como había sucedido conmigo.  
  
Tenía un sólo amigo y no estaba en mi escuela, su nombre era James Stone, su padre había muerto cuando tenía cuatro así que nunca lo conoció pero su madre lo cuidaba todo por ella misma, era negro por lo que tenía que ir a la escuela para negros. Recién cuando cumplí los 10 años mi padre me explicó porqué yo no podría ir a la misma escuela que James, y siendo sincero me pareció verdaderamente estúpido, luego me habló sobre la creencia general de que los negros eran inferiores y me lo creí por dos días. No le hablé a James en esos dos días pero luego me di cuenta que era ridículo y le hablé de nuevo.  
  
En la escuela nos hablaban sobre las diferencias entre los negros y blancos, y hasta que cumplí los trece años realmente pensaba que eran reales, que ellos estaban menos “evolucionados” pero resultó que James era mucho más inteligente que yo, sabía muchos datos geniales, así que pensé que si un negro podía ser mucho más inteligente que yo, no debe ser cierto de que nosotros estamos más avanzados.  
  
Eramos amigos desde los siete años, su casa está a diez minutos de la mía en un condominio donde solo negros vivían,  solíamos ir al mismo parque, allí es donde nos conocimos. Le hablaba de todo lo que me ocurría, pero en esas tres semanas  ni a él le dije lo que me atormentaba.  
  
No obstante él ya lo sabía, sabía que mi hermano había muerto y apenas supo corrió a mi casa a abrazarme, fuimos a mi dormitorio (el cual hasta hace poco había compartido con mi hermano) y nos abrazamos toda la tarde, el me reconfortó acariciandome el pelo y diciendome despacio que estaría allí para mi. James era un gran amigo. 
  
En la escuela (como ya dije antes) fue todo muy diferente, había gente con la que nunca había hablado que se me acercó a darme las condolencias, a decir que tenía que ser fuerte. Pero yo no quería ser fuerte en esos momentos y en medio de la hora de almuerzo comencé a llorar frente a todos los chicos de la escuela. 
  
Me llevaron a dirección y me mantuvieron allí hasta que me calmé y me enviaron a casa. 
  
Al día siguiente unos chicos comenzaron a molestarme porque había llorado. 
  
-¡Hey tú, marica! ¡Sí, tú! ¿Vas a llorar de nuevo? ¿Quieres a tu mamita a que venga y se de tu lechita? – Ese era Cameron, un idiota sin remedio de quince años. Su padre era el alcalde y no había ido a la guerra como el mío.  
  
Sus amigos rieron por sus ridículas bromas. 
  
Yo no les tomé en cuenta y seguí mi camino. Supe que eso les enojó más pues al tercer día de que hicieramos lo mismo, uno de los amigos de Cameron (que no me sabía el nombre porque verdaderamente no me importaba) me lanzó contra los casilleros. No fue muy agresivo pero tampoco suave, me dejó dos moratones grandes en la espalda y el hombro. 
  
Repitieron eso dos veces más y se aburrieron conmigo. 
  
Nunca le dije a mi madre que eso había ocurrido, no quería que se preocupara por más cosas en ese momento. 
  
James me fue a visitar todos los días desde que supo que mi hermano había muerto, a veces llevaba postres que su mamá cocinaba (su madre era pastelera y tenía un pequeño negocio en el pueblo junto a su hermano) Siempre me alegraba el día. 
  
-¡Julian! ¡Tu amigo está aquí!- me gritó mi madre. Yo corrí por las escaleras hasta llegar a su lado e invite a James a mi habitación, cuando ambos subiamos las escaleras voltee a ver a mi madre. Por primera vez que noté la extraña manera en que nos miraba. 
  
Y ese mismo día le conté a James uno de mis más grandes secretos. 
  
Desde hace ya mucho tiempo quería contarle pero no tenía el verdadero valor para ello. Habiamos sido amigos desde hace ya siete años y pensé que si alguien me iba a apoyar sería él. 
  
-Quiero contarte algo...  
  
Ambos estabamos apoyados en mi cama, leyendo el único comic que pudimos conseguir, esas cosas no llegaban mucho acá, además de que todo el tema de los super poderes era super nuevo. 
  
James me dio una mirada cómplice y tranquilizadora. 
  
-¿Qué es?  
  
-Creo que... Creo que podría ser homo. 
  
Pude ver como sus ojos se agrandaron hasta el tamaño de sus cuencas y pensé que podría llorar ¡Estaba tan asustado! 
  
En Alabama (y casi todo el sur) sólo podría haber una cosa peor que ser un negro, ser un marica. Si a la gente no les importaba que les sucedía a los negros con los maricas era aún peor. 
  
Con mis nervios a flor de piel y las lagrimas a punto de asomarse el simplemente dijo. 
  
-Yo también. 
  
Y ambos reímos tan fuerte que mi mamá nos gritó que bajaramos la voz. La calma me inundó y por primera vez desde que mi padre y mi hermano se marcharon me sentí en paz. 
  
-¿Cómo te diste cuenta?- me preguntó con un sincero interés 
  
-Creo que fue porque me fijaba más en los vestidos de las chicas que en su cuerpo. Y que me fijaba más en el cuerpo de los chicos que en su ropa.- 
  
James rió divertido y luego sonrió. 
  
-Yo creo que me di cuenta contigo.- sujetó mi mano un momento pero no me miró.- Sentía un enorme sentido de protección hacía ti más que hacía cualquier otra chica, por un momento sentí que estaba interesado en tí.- me tensé y él lo notó pero rió- No te preocupes, no lo estoy verdaderamente, obviamente quiero protegerte, pero es un sentimiento que no es sólo para ti, cada vez que veo que un chico es más pequeño que yo siento que quiero abrazarlo y no dejarlo ir. 
  
-Casi todos los chicos son más pequeños que tú.- y era verdad. Ambos teníamos catorce años pero él era increíblemente enorme, ya medía un metro ochenta cuando yo estaba en el metro sesenta y cinco.  
  
-Eso es verdad, pero no es a TOOOODOS los chicos más bajos que yo, sólo a los atractivos.- me guiñó el ojo. 
  
Yo reí un poco y estuvimos en paz, no hablamos mucho más del tema y pensé lo difícil que debería ser para él todo esto. 
  
  
El bebé nació el tres de enero de 1943, mi madre lo llamó Robert en honor a mi padre.  
  
Era un bebé enorme y fuerte, al igual que Jacob era igualito a mi padre, pero había sacado la linda nariz de mi madre. Yo era totalmente diferente a ellos, yo saqué todos los rasgos de mi madre, sus grandes ojos cafés, su nariz respingada, sus labios pequeños pero anchos, su barbilla, todo excepto por el cabello, mi cabello era negro igual que el de mi padre. Y era más alto de lo que ellos alguna vez fueron, según mi madre eran por los genes de su familia. 
  
A pesar de que lo amabamos, un bebé es un gran gasto y con el dinero que nos daba el gobierno por la muerte de mi hermano y mi padre no nos alcanzaba. No era que gastaramos mucho sino que nunca lo daban a tiempo, a veces se demoraban cuatro meses en darnos el dinero de sólo un mes y esa irregularidad nos jugaba muy en contra. 
  
Por lo que yo y mi madre comenzamos un pequeño negocio de costura con el dinero que mi padre había ahorrado. Muchas mujeres intentaron persuadir a mi madre de que entrara a trabajar a una fábrica de municiones, algunas inclusive le insistieron que podría enlistarse como enfermera, pero mi madre no quería, por Robert y yo decía, pero sabía muy bien porqué, ella no quería tener nada que ver con la guerra. 
  
Yo no sabía coser muy bien pero debía aprender. En poco tiempo me volví muy bueno, yo era el encargado de reponer las cosas, e iba comprar los hilos a una tienda barata al otro lado del condado, nos salía más económico a pesar del viaje, las telas las comprabamos en Jackson Missisipi.  
  
La primera vez que fuimos a comprar las cosas fue por un contacto que hizo mi madre con una señora de la iglesia, según ella las mejores telas y más baratas estaban en Nueva Orleans, entonces con el auto viejo de mi padre fuimos a ver, sólo con nuestra suerte, medio tanque de combustible y al pequeño Robert de seis meses llorando casi la mitad del camino.  
  
Nos quedamos sin combustible poco después de tres horas en el camino, paramos en Jackson para llenar el tanque, Robert aún estaba  llorando, así que di vueltas con él por los lugares para tranquilizarlo y como por arte de magia paró de llorar justo en la tienda más barata de telas que hayamos visto en toda nuestra vida.  
  
El lugar se llama “Sally’s” su propietaria se llamaba de esa manera, era una mujer adulta con canas en la mitad del cabello, su rostro era amable pero su personalidad era increíble, al verme entrar con un bebé dijo rápidamente: 
  
-Más vale que ese bebé controle sus vomitos aquí, si ensucia algo te lo haré pagar, pequeñajo.- sus palabras eran serias pero su voz no combinaba con lo que decía, reí fuerte y Robert rió también, la señora se enterneció con nosotros dos y nos dió galletas, en realidad a mi me dio galletas, mi madre no me dejaba darle ese tipo de cosas a Robert porque decía que le hacían mal al estómago, Sally le dió la razón. 
  
Apenas terminé de comer fui en búsqueda de mi madre y le presenté a Sally, ella nos vendió tanta tela que llenamos toda la maleta del auto y parte de los asientos de atrás. 
  
Cuando llegamos a Alabama nos enteramos que en la tienda de Nueva Orleans de la que le hablaron a mi madre tenía sus precios baratos, pero eran el doble de los  de “Sally’s”. Nos pusimos tan felices al saberlo que ese día celebramos, mi madre hizo una tartaleta y tomamos café en la cena. 
  
Robert tuvo dos biberones de agradecimiento.  
  
Nos iba bien en el negocio, no era como que derrepente nos volvimos millonarios pero nos podíamos sostener con ello. 
  
Nos dimos cuenta que nos iría de maravilla en las fechas de comienzo escolar, pues a mediados de agosto nos llovieron pedidos, lastimosamente en esas fechas Robert enfermó y mi madre tenía que estar casi a su total disposición. Yo me encargué del trabajo en su lugar. 
  
El trabajo abundaba continuamente, las mujeres nos traían la ropa rota de sus hijos o las suyas propias por el trabajo. Con la guerra casi no habían hombres en Alabama y los trabajos pesados tenían que ser hechos por mujeres.  
  
Nuestros mandados solían ser para arreglar alguna prenda más que realizarla, era mucho más barato arreglar una vieja que comprar una totalmente nueva. Robert crecía demasiado rápido y teníamos que hacerle ropas para él a medida que su cuerpo crecía, era de diez meses pero parecía de un año y medio. 
  
De todas maneras, nos estaba yendo bien, lo cual era lo más importante. 
  
Cumplí quince años el primero de Septiembre, cerca del comienzo del año escolar, dejé la escuela para dedicarme enteramente en el negocio que teníamos con mi madre. Ella no quería, decía que debía estudiar para convertirme en alguien en la vida e irme del sur. Pero yo no podía dejarla, los gastos de una universidad eran demasiado excesivos e incluso los de mi escuela no nos lo podíamos permitir sin tener que recortar gastos.  
  
Fue lo mejor para nosotros dos y para el pequeño Robert. 
  
Normalmente era yo el que me encargaba de ir a dejar los pedidos, pero mi madre se encargó de eso por un tiempo, dijo que debía salir de la casa alguna vez y es cierto, desde que comenzamos con todo esto mi madre salía únicamente para comprar los víveres una vez al mes, nada más.  
  
Yo me quedaba con Robert en los momentos en que ella salía, adoraba estar con él, ya tenía diez meses y balbuceaba algunas palabras. 
  
-Oye, bebé, ¿quieres un juguito? ¿eh? ¿no quieres un juguito?  
  
Robert solía negar con la cabeza en algunas ocasiones, pero lo hacía cuando estaba divertido con algo.- Ma-ma-má... ¡MA MA MA!- gritó mientras movía sus piernitas, quería que lo cargaran. 
  
Cuando pasas mucho tiempo con un bebé, a pesar de que éste no hable, uno se da cuenta de lo que quiere decir.  
  
-Bien, vamos por tu juguito.- lo tomé en mis brazos y lo puse de lado, apoyándolo en mi cadera, el movió sus manitas intentando tomar mi pelo, solía tirarlo mucho.- Nooo, no, Robert, sabes que mi pelo duele.- le hice un gesto triste y el se tapó la boca con ambas manitas, tomé eso como que lo entendió. 
  
James vino cinco minutos después de eso, siempre pasaba a mi casa después de la escuela.  
  
-¿Qué tal tu día?- preguntó mientras se sentó en la mesa de la cocina, mesa que estaba llena de retazos de telas, hilos y agujas, James comenzó a curosear por todos lados.  
  
-Todo bien, pero tengo que ver como hacerle un bordado del tamaño de texas a una señora en un mantel.- 
  
-¿Quiere un bordado de Texas? 
  
Lo pensé por un momento.- No, ridículo, quiere muchas banderas, pequeños soldaditos, y cosas así en un mantel, dice que cenará con alguien muy importante a prncipios de diciembre, así que lo quiere dos semanas antes. 
  
-Julian, estamos a dos de Noviembre. 
  
-Lo sé, lo sé, pero estoy bien avanzado, me queda la mitad por hacer, mira.- le apunté una tela grande para que la sacara.- No, esa no, la de al lado, la que es roja, sí, esa. 
  
Cuando la sacó la estiró por completo (ventajas de ser demasiado alto) y pude ver como mi trabajo estaba casi terminado, me faltaba una gran porción en una esquina, pero en general estaba listo. 

-Rayos, esto es hermoso.- se puso a mirar todas las figuras.- ¿Tu mamá hace estas cosas también? 
  
-No, yo hago los bordados y ella hace los vestidos, o sea ella puede bordar también, pero me deja ese trabajo a mi, dice que me queda mejor, y si se trata de hacer una prenda por completo, ella se encarga de eso, pero si son reparaciones, lo cual es nuestro trabajo normalmente, ambos nos encargamos... ¿Quieres un té? 
  
-¡Por favor! 
  
Reí.- ¿Qué tal tu día, James? 
  
Lo mismo de siempre, no entiendo casi la mitad de las cosas, pero me va bien igual en ellas, simplemente no me entiendo, hombre.  
  
-Tal vez tienes un don. 
  
-Tal vez. 
  
Quedamos en silencio por un momento, bueno, casi silencio, lo único que se escuchaba eran los balbuseos de Robert mientras jugaba con su biberón vacio. 
  
-¿No extrañas la escuela? 
  
Me quedé en silencio y suspiré.- No, no lo hago, nunca la pasé bien allí, las únicas personas que me hablaban eran quienes me dieron las condolencias por mi padre y por mi hermano. Hablaba con gente, sí, pero nunca fui verdadero amigo con nadie allí, tú eres al único a quien tengo. 
  
-Aw, hombre...- se acomodó en su asiento, como preparándose para decir algo fuerte.- Debemos cambiar. 
  
-¿En qué? 
  
-En casi todo, bueno... en realidad tú más que yo, sólo al verme la gente sale asustada, no soy tan afeminado como tú, nunca se me ha dado... pero me han dicho que se me nota, y si se me nota a mi, tú estarás peor, Julian.- me miró por un momento y luego desvió la mirada.- No quiero insultarte ni nada de eso, pero ya sabes como son las cosas aquí, si la gente piensa que eres un marica te harán la vida imposible, eres muy afeminado para hablar, para caminar, incluso tus gestos parecen los de una mujer.- en ese momento yo ya me estaba enojando, no por lo que dijo, sino que era demasiado cierto.- Insisto, no quiero insultarte y que te enojes de alguna manera conmigo, pero, hombre, eres demasiado marica para pasar desapercibido. 
  
Nos quedamos en silencio un momento más, ahora ni siquiera Robert emitía algún sonido, como si supiera lo serio de la situación. 
  
-Casi no salgo de casa, James, todo lo que hago es trabajar aquí, cuidar a Robert, pintar cuando puedo y cocinar si mamá no puede. No es como que salga a la calle gritando al mundo entero quien soy y como soy...- sentí mis lágrimas escapandose.- Demonios, James, a mis dieciseis años jamás e intentado estar cerca de otro chico que no seas tú o mis hermanos. Tengo cuidado, cuando salgo a la calle intento no caminar como normalmente lo hago, hablar como siempre lo hago, o incluso mover mis manos.- en ese momento ya estaba llorando.- Déjame ser yo mismo en mi propia casa, por favor. 
  
Supe en su mirada que no estaba arrependtido por lo que dijo, pero si de que me afectara tanto. Se me acercó mientras yo estaba hipando por el llanto y me abrazó. 
  
Me abrazó tan fuerte que pensé que me iba a ahogar en cierto punto, luego me besó, no era un beso de amantes y ambos lo sabíamos. Era un beso para calmarme y eso hizo.  
  
Nos quedamos abrazados un momento más hasta que se volvió incómodo, nos separamos y reímos como siempre. Había una complicidad entre nosotros difícil de describir.  
  
James se quedó un tiempo más en casa hasta que tuvo que marcharse, mi madre volvió al mismo tiempo que James se iba, se saludaron y eso fue todo. 
  
Era 15 de Agosto de 1944, después de lo sucedido con mi padre y hermano ya no quise saber lo que estaba pasando en el mundo, poco sabía de la guerra y mi madre sabía menos aún.  
  
Pero James vino un día y nos contó lo que sucedía. 
  
-Los soldados están en Francia ahora, han ocupado el Norte y están luchando, Francia ya no está por completo invadida por Hitler. Dicen que la guerra podría terminar este año.  
  
Nosotros fuimos felices en ese momento, verdaderamente lo fuimos, sería un alivio que la guerra terminara ese año, lo que significaría que yo no tendría que ir obligatoriamente a los 17. 
  
Pero no fue así, la guerra terminó oficialmente el 2 de septiembre de 1945, un día después de mi cumpleaños número 17. La madre de James hizo una pequeña fiesta para celebrar y fuimos invitados, mi madre estaba desconfiada de ir porque verdaderamente no los conocía, sólo conocía a James. Yo por otro lado era conocido de todos, cuando era más chico pasaba seguidoo por su casa. La madre de James, Caroline me adoraba, su hermano se llamaba David, cinco años mayor que ella, era blanco, fue una sorpresa saber que Caroline fue adoptada por una familia blanca. 
  
Robert ya tenía casi tres años y caminaba perfectamente, no hablaba del todo bien, pero podía comer una gran variedad de cosas, fue el más feliz con la fiesta, comió todos los dulces que preparó la madre de James.  
  
No obstante desde el primer momento pude ver que mi madre estaba incómoda, así que nos excusé de que teníamos que ir antes que se hiciera tarde. Estuvimos sólo una hora fuera de casa, y hasta para mi fue un alivio volver, casi siempre estaba asustado con salir, a los primeros minutos me daba un gran entusiasmo pensando que conquistaría el mundo pero apenas pasaba el tiempo de estar afuera me sentía observado por todos.  
  
Prefería estar adentro, excepto cuando estaba vestido como una mujer, cuando me ponía un vestido y me maquillaba sentía que nada podría detenerme.  

Eso lo descubrí recién a mis veinte años y es la razón por la que estoy contando todo esto. 

Notas finales:

Espero que os guste c: es una temática nueva para mí, pero intentaré ajustar todo a las fechas y todo eso!


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