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Charles está encantado. por Miss America

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Notas del fanfic:

Quiero aclarar muchas cosas jaja, gracias por leer esto.

Bueno, como primero, esto está basado en una película, llamada "Ella está encantada", pero en realidad yo creo que va a quedar muy diferente de la película, no sabría bien si ponerlo como una parodia en buena onda o que.

Otro punto por si no lo notas, es que está basado en un ambiente bastante antiguo, de hecho, van a ser nombrado criaturas como elfos, gigantes, hombres lobos, hadas, etc.

Algunos personajes estarán salidos de sus personalidades pero intentare no cometer mucho esto. Los personajes no son míos~.



Notas del capitulo:

¿Dónde quedaron los amantes del Cherik? Ya ni veo Cherik por aquí, otzeha.

Aunque me confieso amante del Wolversilver, asique no duden que meteré algo de eso~.

Gracias por estar leyendo esta mierda, está bien ridícula, pero gracias.

Se escuchó un llanto, era el bebé, que ya con casi 5 meses de nacido a simple vista se veía pacífico y adorable, sus padres lo llamaron Charles Xavier, y no le quedaba nada mal, después de todo el significado de Charles sería algo como, que posee cierto carisma, sin dudas porque irradia una “fuerza tranquila” particularmente calmante. Perfecto.
La madre tomo con mucho cariño al pequeño bebé y  lo acurruco en sus brazos, dando palmaditas en su pequeño abdomen. Pocos segundos luego entro el hada casera de la casa, Ororo Munroe, una hermosa mujer trabajadora, pero que aún no controlaba muy bien su magia, se podría decir en breves palabras que era algo torpe.

—Está bien Ororo, creo que solo es hambre.— Aclaro la madre, mirando a Munroe.

—Eso es bueno, ya había preparado algo para el pequeño.— La morena hizo una seña con las manos hacia una mamadera que se encontraba posada en un mueble. —Vamos, ¿Qué esperas?— Exclamo como si la mamadera pudiera escuchar o hablar; pero en cambio de eso, salió volando por la ventana.  —Ups.— Sonrió un poco.

—Está bien, lo haré yo.— Se rio la joven madre. —Tienes que mejorar...— Ve la ventana rota por la mamadera. —Eso.—

Podría todo haber ido de maravilla, pero las dos mujeres se quedaron como estatuas al escuchar una especia de gritos mitad saludos y algo así como una persona hablando con la boca llena... de twinkies. Estaba llegando.

—Oh no, es Peter, los dones que da son horribles.— Refunfuño, posando su mano en su mejilla.

La joven hada miro hacia los lados. —No si no lo ve.— Y así, escondieron al pequeño bebé cerca de unos peluches de osos y conejos.

—¡Wuuujuuhh!— Fue lo último que se escuchó luego de que un joven de pelo platinado rompiera el techo cayendo en un sillón. Se puso de pie y se echó para atrás unas gafas de aviador que traía puestas, ese niño no controlaba su velocidad al volar y menos aterrizar, también le decían Speedy Gonzales, el conocido “niño de los dones malos”.

Las dos mujeres se volvieron a mirar, algo desesperadas y preocupadas.

—He llegado, ¡yo! Peter Maximoff, el locuaz hada hombre.— Remarco, porque siempre las hadas eran mujeres, malditos libros clichés. —Encargado de dar maravillosos dones a encantadores bebes.— Miro a los lados. —¿Y? ¿Dónde está la criaturita?— Sonrió el muchacho mostrando sus blancos dientes en una pose típica de superhéroe.

—Erhmmmm... Bueno, es que salió a... comprar el pan.—
—Se está bañando.— Comentaron al mismo tiempo el hada casera y la madre de aquel desafortunado bebé.

Se escucharon risas, y con una patada el bebé boto el oso de peluche que se extendía frente suyo, dejando ser visto por las dos hadas y la madre, que no podía ya arquear más sus cejas.

Peter se cruzó de brazos, mirando a la madre con una mirada algo enojada, pero es Peter, ese niño no se puede enojar seriamente. —Dame al bebé.— Comento tomando el bebé con ambos brazos, Ororo solo tuvo la opción de agarrar de los hombros a la madre que empezaba a morderse las uñas. —A ver, a ver, luce como un adorable varoncito.— Rio a lo bajo, pero su sonrisa se torció un poco cuando él bebe empezó a llorar.

—Vamos a ver, Charles Xavier, ¿Cuál será tu don?— Se puso a dar vueltas en círculo con el bebé.  Miro al menor, que no paraba de llorar, lo cual lo hizo fruncir un poco el ceño. —Oh Dios; Charles Xavier, deja de llorar.— Al ver que no dejaba de llorar hizo una mueca con la boca y volvió a sonreír segundos luego. —¡Lo tengo! Charles Xavier, te doy el don de la obediencia.— Finalizó su frase con un chasquido de dedos. —Te ordeno que dejes de llorar.— Y lo que dijo se cumplió. Rio un poco dando unos saltos en su mismo lugar. —Te ordeno que duermas.— El bebé cerro sus pequeños ojos. Dio un suspiro acompañado con una sonrisa y entrego el hijo a su madre.

Las dos mujeres se quedaron atónitas por lo que habían escuchado, la madre de Charles no hallaba que decir, pero Ororo no se quedó atrás.

—¿Don de la obediencia? Ese es un terrible don, tener que hacer todo lo que te digan, va a ser terrible.— Exclamo Munroe, agarrándose la frente como en las telenovelas dramáticas mexicanas.

—Reviértelo Peter, por favor.—

El joven Maximoff hizo una mueca de indignación, y se volvió a cruzar de brazos. —Miren queridas, yo nunca revierto un don.— Exclamo todo digno de sus malos dones. —Y si tanto insisten... a ti te hago una ardilla y a ti, hada casera te quito tu eterna vida y belleza.— Exclamo en un ultimátum con una sonrisa entre traviesa y divertida, posicionando sus dedos para chasquear y cumplir lo que acabada de decir.

—¡No!— Exclamaron al mismo tiempo.

—Es... un genial don, la obediencia.— Rio nerviosamente.

—Eso creía yo. Pero bueno, mi trabajo está hecho. Auf Wiedersehen!— Exclamo en alemán, para luego salir por la ventana.

La madre de Xavier se sentó, con su bebé en brazos. —No podemos hacer nada más que aceptar esto, pero... no podemos decirle a nadie sobre esto.— Miro a la joven morena.

—Lo entiendo, está bien, Sharon. La criaremos como un chico normal, lo más normal que podamos.—

Y pasaron los años, poco a poco Charles se daba cuenta, era algo obvio en realidad. Más curiosidad le daba y no lo entendía mucho, quería consultar con su madre, o con Ororo, pero le daba algo de vergüenza, quizás era cosa de su imaginación, no lo entendía.

Recordaba ese cumpleaños en el que su madre con mucho entusiasmó le dijo que había hecho su pastel favorito; “Atragántate de pastel” le dijo y como arte de magia lo hizo, sin poder controlarlo el mismo; fue vergonzoso, todos se rieron de él, menos Hank, su mejor amigo. Pensó en el momento en que conoció a Hank, solo tenía solo 9 años. Dos niños molestaban a Hank por ser de una raza algo rara y él fue hacia allí diciendo “Oye, déjalo en paz”, era gracioso, porque lo golpearon, al él y a Hank, que también intento hacer algo y cuando estaba en el suelo el niño le dijo “¡Ja! Pégame ahora.” en señal de burla y él lo hizo, los niños se fueron rencorosos, y se puso de pie con ayuda de Hank, que igualmente herido le sonreía mientras agradecía. Sep, los lentes de Hank sufrieron más que los dos.

Tenía tantos recuerdos, malos y buenos... y más malos que buenos, pero este no es un fanfic triste así que los saltamos.

Un día decidió hablarlo con Ororo y  su querida madre, ellas lo explicaron sin rodeos, con algo de pena en el corazón, pero Charles entendió, no le sorprendía tampoco, era... evidente de hecho, aunque nunca había escuchado algo como “un don”. Las miraba y luego las abrazo, Charles era un buen niño, así que solo escuchaba con atención y cuando veía que alguna de las dos se ponía muy triste las abrazaba más fuerte.

—Por otro lado, según la regla de las hadas, solo el hada que te da el don lo acabara.— Concluyó la madre luego de toda la explicación.

—No es justo— Comento cabizbajo.

Las dos lo abrazaron.



Al pasar un año, la madre del joven castaño estaba muy enferma. Charles se sentó en la orilla de la cama de su enferma madre, tomando su mano, la miraba con las cejas un poco arqueadas.

—Por favor ponte bien madre.— Hablo en lo bajo Xavier, con pena.

—Escúchame... solo yo y Ororo sabemos lo del hechizo, jamás se lo dijimos a tu padre y no debes decírselos a nadie...— Ordeno. —No quiero que nadie lo  use en tu contra.— La madre tosió sin ganas, su momento se estaba acercando. —Recuerda... que no importa lo que te digan o te ordenen hacer, mira tu interior Charles, lo que tienes adentro... le gana a cualquier magia...— Sonrió, volviendo a toser.

Entraron el padre y Ororo, ubicándose a los lados de Charles. La madre se quitó una cadena de la que colgaba un pendiente bastante simple, pero muy hermoso.

—Guárdalo y siempre estaré contigo.— Fueron las últimas palabras que recordaba de su madre.

De allí no recordaba nada más, miraba algo nostálgico la cadena que su madre le propino, poniéndosela y mirándose en el espejo. Se quedó un rato pensativo, pero fue sacado de sí mismo cuando escucho su nombre y la puerta abriéndose.

—Charles, tu padre te llama.— Exclamo Munroe.

El asintió y bajo las escaleras, sonriéndole a su padre. —Hijo mío, me voy a casar.— Extendió los brazos con felicidad.

—¡¿Qué?!— Se iba a sentar pero inmediatamente se volvió a poner de pie.

—Tiene un pastizal de dinero y aprecia mucho mi título. —Poso su mano en el hombro de Xavier. —Tenía que casarme o vender la casa.—  El castaño se volvió a sentar y el padre prosiguió. —Te encantara la señora Darkholme y su hija. Será una estupenda madre.— Charles lo miro. —Bueno, madre postiza, estoy seguro de que serán buenas amigas.—

Charles solo sonrió, después de todo, era la vida de sus padre y él estaba de acuerdo con lo que quisiera hacer. Nuevas integrantes a la familia ¿Qué tan malo podría terminar? Pensó.

Notas finales:

Seeee, ya ven, pura estupides yo y mis fanfics, ¿Porque soy así? 

Bueeeno, si les gusto, dejen un review, que me da apoyo, por que soy muy miserable jaja. 

Incluso un "Anda a laaar", ¿no? pos ya.

Gracias por leer, actualizare cuando la creepy depression me deje.


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