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Para siempre. por jashinista

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Notas del fanfic:

Sé que tengo muchos fic atrasados pero este se me vino a la mente y no podía sacarlo además que no hay muchos de esta pareja XD me encanta

Rock x Terry  

—Por favor Nana, cuéntame la historia— Mencionaba el pequeño acomodándose en la cama mientras veía a su Nana acercarse y sentarse en la orilla de esta.

— Está bien, me pregunto, ¿cuándo te cansarás…? ya no he necesitado leer el cuaderno de la señora Howard— le sonrió suavemente al menor al tiempo que lo arropaba con sumo cuidado.

Al parecer al menor le importaba poco aquello. Abrazando a un pequeño peluche de un mono con pelaje café: listo para escuchar la historia.

—¿Ya lavaste tus dientes?

—Sí, ya lo hice.

—¿Hiciste la tarea?

—Sí, estuviste conmigo, recuerda.

—¿Ya fuiste al baño? No quiero que vayas a mi cuarto a despertarme para que te acompañe, haces más camino a mi habitación que al baño ¿Por qué no te da miedo eso?

—¡Nana! — exclamó incorporándose de la cama, un leve sonrojo en sus mejillas  y  un tanto infladas por el berrinche del pequeño niño.

—Vale, sólo quería asegurarme— volvió a acostarlo arropándolo de nueva cuenta—No te vuelvas a levantar— mencionó al tiempo que colocaba las orillas de las mantas debajo del pequeño cuerpo: haciendo una camisa de fuerza de cuerpo completo.

Se enderezó de nueva cuenta  colocando su mano a un costado de su cuerpo al tiempo que observaba al menor con esa típica mirada que siempre le daba cada que le narraba la historia, cosa que le gustaba al niño.

—No hace mucho tiempo, en la parte más caliente del planeta, cerca del desierto, existía una pequeña villa con un número de habitantes específicos. A pesar del infernal calor era un lugar turístico por  la tradición mantenida  y el panorama de arena y unas cuantas palmeras…

 

Los parajes codiciados para los viajeros que se aventuraban   y retaban al desierto, era fácil perderse en ese infierno de arena y calor extremo, más esos lugares de agua fresca y la sombra de unas palmeras son las razones por lo cual los ventureros seguían con vida. Pero… ¿Cómo encontrar esos lugares  si el panorama cambiaba constantemente, las guías eras pocas casi inexistentes, y parecía que incluso se escondían de los sedientos hombres que buscaban saciar su sed.

La única brújula que tenían era en la noche, gracias a las estrellas, pero ¿y en el día? Han narrado por mucho tiempo las personas  que regresan de esa muerte segura, que depositan toda su confianza a un ser misterioso, una silueta que llegaba a notarse sólo  un poco a lo lejos pero el viento y la arena no dejaban  ver los detalles de esa persona.

La figura aparecía cuando se rendían, renunciando a ese orgullo humano de tener más poder que la madre naturaleza que afirman controlarla y superarla por la tecnología. Justo en ese momento un viento aún más caliente se presentaba haciendo que la arena hiciera una barrera ante ese ser que lo acompañaba en todo momento para no ser visto. No dicíanada pero parecía que los miraba para luego dar media vuelta y empezar a caminar. Borrando, a causa de la pequeña tormenta de arena, al instante sus huellas para hacerlos tomar una decisión apresurada: al no seguirlo perderían el rastro y si su decisión era confiar en la misteriosa figura, sus huellas también se borrarían para evitar la salvación de otra persona que aún no se arrepentía de ello.

Este ser los guiaba a los parajes cercanos a su hogar o en ocasiones a una villa cercana, ubicándolos rápidamente. Al  paso de los años lentamente comenzó a mostrarse ante los viajeros perdidos, lo que primero notaron fue sus ropas gitanas de un intenso color rojo, su cabello largo y rubio y ya que aún lo veían a la distancia concluyeron que se trataba de una mujer por las ropas y lo largo del cuero cabelludo. Más al pasar otra década más un hombre, Jeff Bogard, descubrió lo contrario.

 

El intenso sol quemaba su piel, sus labios estaban resecos y el aire era aún más denso, quería probar sus habilidades y demostrar que controlaba su cuerpo, argumentando que todo estaba en la mente: se equivocó. No hizo nada más que pedirle perdón al desierto y así aprender a respetarlo.

No pasó mucho cuando se reveló esa figura con la conocida tormenta de arena que la acompañaba, no hizo ningún sonido  ni dudó, solo se levantó del suelo al tiempo que inclinaba la cabeza como una manera de respeto. Sin más comenzó la caminata hacia el paraje.

Cuando el hombre llegó a este, corrió y se hincó en la arena, metiendo su mano y sacando agua para beberla para luego sentir la humedad en sus labios y lengua que resbalaba por su garganta, al estar totalmente satisfecho se incorporó y miró la silueta que seguía ahí parada, observándolo al otro lado del pequeño  lago. Caminó para acercase a una piedra y sentarse, después de que el viento con arena soplara alrededor del ser, este desapareció, su cabello que anteriormente lo movía el viento fue descendiendo por la falta de este.

Su mirada se fijaba en el agua cristalina mientras que su pierna derecha la tenía flexionada posando su brazo en esta. Volteó a ver al hombre, fijando su mirada en este que solo se mantenía atento a sus movimientos.

Aquella alma del desierto en realidad era un hombre de cuerpo robusto con músculos marcados más eso no disminuía lo bien que se veía en ese atuendo y pelo largo, en su cuerpo adornaban joyas valiosas y collares de oro puro. No tuvo palabras para decir nada ni el rubio hablaba así que sólo se mantuvieron en silencio

—¿No soy lo que esperabas? — sonrió de manera divertida al mirar al hombre— estoy consciente de lo que creen que soy, sólo quería corregir eso.

Parecía alguien amable, un muchacho con personalidad divertida y despreocupada, algo que notó Jeff al pasar las horas con el chico, se mantenía de holgazán debajo de la sombra de una palmera, sus manos en la nuca para darse una posición más cómoda mientras veía al hombre  en una especie de entrenamiento.

—Creí que estabas cansado, por eso llamaste.

—Lo estaba pero ya no, eso sólo me enseñó a ser más resistente.

—¿Estás retando de nuevo?

—No, sólo dije que me hizo resistente, igual respeto al desierto. —hacia poses extrañas para el rubio, que no le quedó de otra que sólo observar.

—¿No están tardando en venir por ti?

— Les di indicaciones de que no lo hicieran hasta cierto tiempo, más aparte que me dieran tres días más de la fecha — el rubio sólo asintió. Al paso de los días la rutina era la misma, despertaba, entrenaba, comía y dormía, después de un par de días el joven decidió unirse a él, entrenando y aprendiendo, convirtiéndose en maestro y alumno  pero en los últimos días fue un lazo más fuerte, una relación de padre e hijo.  Por más que les doliera despedirse, no tuvieron otra opción más que hacerlo

El hombre regresó a la villa contando su experiencia con el muchacho, guardando para sí mismo los momentos especiales. Gracias a ello, aquel chico fue bautizado como Terry Bogard en  honor al hombre que tuvo esa cercanía con el espíritu del desierto.

 

El pequeño Howard miraba un poco molesto a su Nana, sus mejillas estaban levemente infladas con un leve puchero.

—¿Pasa algo? — parpadeó un par de veces cuando le preguntó aquello al menor, este a la vez recargó su espalda en la almohada.

—Quiero la historia, no eso.

—Es parte de la historia, niño.

—La historia que escribió mi madre, no la leyenda— notó la sonrisa de su Nana, sabía que lo estaba molestando.

—Quería que supieras la leyenda.

—Ya me la sé—cruzó los brazos casi ofendido.

—Sí, pero pensé que te dormirías— le sonrió de manera divertida y un poco decepcionada porque el menor no se había dormido a pesar de la aburrida historia detrás de la que ansiaba escuchar el pequeño.

—¡Nana! — le gritó levantándose de la cama, cosa que la Nana tuvo que mirar hacia arriba por como el menor estaba de pie.

—Tranquilo, no te enojes— no teniendo más opción que levantarse y acostar de nuevo a ese pequeño: arropándolo de igual manera, otra vez— Bueno ya,  te la contaré, si sigues despierto a estas horas se enojará mucho…

— Mi padre no se da cuenta que existo.

—Lo sé, pero se molestará el trabajador cercano a él y me replicará por ello.

—¿Por qué le importo más a él que a mi papá?

—No es eso pequeño, lo que le importa es que no los escuches en su “asuntos” de grandes entre ellos dos.

—¿Asuntos de grandes? ¿Esos extraños sonidos que…

—Eh, mira, mira, continuemos la historia ¿Si? —intento detener su conversación, era cierto que ambos hombres le reclamaban, de una manera no tan amable: un poco más y lo harían a golpes, si el niño no estaba dormido a cierta hora de la noche; le quedaba claro que no era precisamente porque un pequeño tenía que dormirse temprano— Bueno… intentaré ir rápido por cualquier cosa.

—No, no quiero que te saltes ningún detalle.

—La historia está un poco larga.

—No importa, quiero que la cuentes toda, ¿Por favor? — ciertamente no se podía negar a cualquier petición de aquel lindo niño.

—Está bien ¿Sabes? A veces me metes en problemas— sonrió al tiempo que cerraba sus ojos—Después de muchos años, en el tiempo actual, las ciudadelas se expandieron llegando al territorio de ese espíritu del desierto, que sin pena atravesaba la ciudad al medio día; cuando el calor pegaba aún más fuerte.

Rebajando esa realidad en una leyenda urbana. Muchos al notar a ese chico pensaban de inmediato que era una cartesana por lo extravagante y poco conservadora que eran  sus ropas, otros como alguien repugnante, incluso loco.

No bastaba en como corrompieron ese lugar, si no también intentaban apoderarse del espíritu: más el castigo era severo por aquellos que querían tomar su cuerpo con pensamientos impuros. Su castigo, un calor ardiente que venía desde dentro, su lujuria los quemaba hasta sólo quedar en cenizas: por desgracia tuvieron que sacrificarse muchas vidas para entender eso así que comenzaron a ignorarlo.

Cada que pasaba por esas calles la gente no salía de su casa o si tenían que hacerlo simplemente bajaban la mirada para no verlo y arriesgarse a morir por lo traicionero de sus mentes sucias. Esa vida era aun pero que la que tenía anteriormente, ahora no sólo no convivía con las personas o le hablaban sino que también lo ignoraban, a pesar de las multitudes se sentía solo.

Los turistas o empresarios que llegaban a la ciudadela eran advertidos de ese extraño ser para evitar más tragedias, aunque ¿Qué se podría esperar si un niño no entendía nada de lo que le habían advertido?

Ese día, llegó ahí una poderosa familia, conformada por un hombre ambicioso, una mujer en mal estado de salud y su pequeño hijo de siete años. La mujer parecía una buena persona, a pesar de que no se veía para nada bien, procuraba que su hijo se divirtiera en el aburrido viaje de negocios al su pareja los había llevado, y sólo porque la mujer le había insistido demasiado.

Ese día la madre y el hijo salieron a caminar: notando casi al instante la poca gente que había, la madre se detuvo en un puesto ya que un pequeño objeto le había atraído mucho, una gorra roja con una placa enfrente.

—Disculpe cuanto…— su conversación y mirada amigable se borró casi de inmediato al notar a la vendedora manteniendo la mirada agachada— ¿Se encuentra bien? — notó como ésta desvió los ojos a su lado derecho, la curiosidad la hizo voltear pero fue bruscamente detenida con las dos manos de la señora: regresándole la mirada al frente para así agacharla a la fuerza.

—No volteé—mencionó sin despegar la mirada del suelo ni soltar la cabeza de esa madre que por un momento descuido a su hijo por la inesperada situación.

—¿Por qué no? — Por mucho que viera eso como una locura, el miedo y la insistencia de la señora la alteró; quedándose en esa postura.

—Está pasando algo realmente horrible ¿Siente el aire caliente? — en efecto, el viento se volvió más caliente, casi sofocante— es un espíritu que cruza la ciudad en busca de víctimas, quien lo vea muere calcinado de dentro hacia afuera—  Las historias y con un poco de ayuda con palabras de más y de menos, Terry Bogard se convirtió en un demonio del desierto que mataba a cualquiera que se atrevía a mirarlo.

Mientras que la madre era aprisionada firmemente con las manos de la mujer, el pequeño, ajeno a la locura, se mantenía dibujando con una ramita la arena que estaba a los pies de su madre; el viento borró su dibujo y no hizo más que voltear, contemplando casi boquiabierto la figura que se deslizaba por los puestos y las personas. Al mirar esa figura y ver que se alejaba no pudo resistir la tentación de seguirlo; dejando atrás a su progenitora para seguir a ese extraño de cabello largo.

Notando como alguien lo seguía; con suma discreción volteó hacia atrás pero no logró ver nada ya que lo que esperaba  era ver  a un adulto, nunca había visto un niños a esas horas, quizás el temor de las madres era mucho como para no dejarlos salir. A pesar de confirmarlo igual escuchaba los pasos.

El pequeño niño lo venía siguiendo sin perderlo de vista, no fue hasta que un violento viento hizo una gruesa capa de arena que cubrió al chico que seguía, protegiendo sus ojos para que no les cayera arena; los descubrió cuando la pequeña tormenta cesó, pero, por desgracia, el chico ya no estaba: asustado comenzó a mirar a todos lados notando que también se encontraba en la nada: Por más que miraba hacia el horizonte solo veía tierra y más tierra.

—¿Qué sucede? —le dijo al oído, haciendo exaltar al menor— ¿no encuentras a tus padres? — al tomarlo desprevenido, el pequeño volteó rápidamente al tiempo que retrocedía sin apartar la mirada del de pelo largo.

Contestó a la pregunta con un movimiento de cabeza, negando, estaba perdido en el desierto, con un extraño y ni siquiera sabía  si ese muchacho lo ayudaría.

—Bueno, supongo que no tienes culpa de esto— admiró como aún seguía con vida, los rumores eran tantos que hasta él mismo comenzó a creer que mataba a cualquier persona que lo veía. Tomando al niño en brazos comenzó a caminar tranquilamente hacia uno de los pequeños parajes en donde guiaba a los viajeros perdidos.

—Debes de tener hambre y sed— mencionó dirigiéndose al menor con una leve sonrisa intentando que el niño tuviera confianza hacia él, no sería fácil para el pequeño estar en un lugar lejos de su familia y encima, era cargado por un desconocido.

Al llegar al bello paraje que se encontraba a unos cuantos kilómetros de la villa más cercana, dejó al niño sentado en una roca al tiempo que caminaba y recogía unos cuantos frutos que ese lugar brindaba gracias al agua cercana, ciertamente ese lugar parecía mágico, un pequeño pedazo de cielo vivo en medio de un infierno de arena.

—No sé qué tanto te guste esto pero, toma— extendió su mano, está  sostenía un ramillete de uvas grandes y redondas de color rojizas— sólo ten cuidado con las semillas, las muerdes y sabe realmente mal— el menor parpadeó varias veces antes de tomar las uvas, mirando esas regordetas frutas un tanto fascinado.

—Bueno, cualquiera sabe eso— dijo a la advertencia del mayor, cosa que lo hizo avergonzarse.

—Sí, quizás si — recordó como al compartir ese fruto con su “padre”, sin miramientos se llevó la uva a la boca: masticándola y percatándose de las semillas que arruinaron el sabor—Por  eso las prefiero en bebida—mencionó  después de escupir el fruto sin importarle que estuviera ya masticado.

La primera vez que señor Bogard miró a ese chico beber de una botella de vidrio: obviamente la forma y los adornos que hacían a esa bella botella no era nada de lo que había visto, se notaba lo artístico de ese objeto creado por algo mayor a un hombre.  Sorprendido probó un poco del líquido para percatarse que solo era vino hecho de las uvas.-Un día un viajero me dio a probar esto, lo dejo cerca de mí a manera de agradecimiento por haberlo salvado, aunque me advirtió que tenía que tomarlo frío: espere  que se marchara para probarlo y me gustó.

El cómo se enseñó a crear el vino fue todo un misterio para Jeff pero igual se le hizo prudente y cortes no preguntarle. No tardó mucho en darse  cuenta que ese chico era adicto a la bebida, algo que no le agradó en nada al señor Bogard por lo que le prohibió la bebida, por lo que se la prohibió como buen “padre” por unos días que para el pobre chico fueron casi eternos.

—¿Quieres que le quite las semillas? — preguntó al tiempo que arrancaba una del ramillete y la partía a la mitad gracias a la fuerza que ejercía, hecho eso quitó las semillas y arrimó ambos pedazos a los labios del menor—Abre la boca — mencionó al tiempo que le indicaba con un gesto lo que le había ordenado: esa acción por parte del mayor hizo reír al pequeño que sin dudarlo abrió su boca  imitandolo. Era la primera persona adulta, que se comportaba tan divertido con él, claro aparte de su madre, pero a diferencia de ella este chico se veía y sentía diferente.

Tenía que ser un niño de unos doce años, a pesar de que apenas si cumpliría los ocho años ¿ Cuál era la razón de su madurez a tan temprana edad? Fácil, ya que la figura paterna lo obligaba a serlo, no atendía a su madre enferma: echándose él esa responsabilidad que a duras penas la madre aceptaba. Ella quería verlo jugar, ser un niño normal, no ese pequeño adulto que cuidaba de ella: para la mujer había fracasado como madre al criar en un ambiente así a su hijo, pero el menor no lo creía así.

—¿Estás bien? —le preguntó el de cabello largo al menor que se había perdido en sus pensamientos al mismo tiempo que seguía masticando lo que le habían metido  a la boca.

—Sí, no te preocupes por mí.

—Si no lo hiciera…— le sonrió amablemente al tiempo que le acariciaba la mejilla— te hubiera abandonado en el desierto ¿No lo crees? — el menor volteó a verlo con la boca semi abierta— ¿Dije algo malo? — le preguntó al ver el rostro sorprendido, quizás lo había asustado o incluso ofendido.

—No… — no pudo evitar desviar la mirada completamente sonrojado— ¿Puedes repetirlo de nuevo, por favor?

—¿Qué cosa? — le preguntó parpadeando con incredulidad.

—El motivo por el que no me dejaste en el desierto.

—¿Por qué… me preocupo por ti? —pregunto un tanto extrañado por la actitud repentina del menor.

—Sí, ¿Soy importante para ti?

—¿Eh? — si estaba confundido ahora estaba perdido. ¿A que quería llegar ese niño? — supongo que si—Mencionó al no saber que decir o lo que el niño quería escuchar.

Por parte del menor, simplemente sonrió complacido por lo tierno que se veía ese adulto confundido…

 

—Al muchacho sólo le bastó una tarde para encariñarse con ese pequeño niño curioso— mencionó la nana acariciando la mejilla del niño que un seguía con los ojos abiertos.

—¿Y, qué paso después?

—Pues ese fastidioso niño no dejaba al chico en paz, molestándolo cuando descansaba…

—Holgazaneaba— corrigió el menor.

—Sí, e interrumpiéndolo cuando bebía.

—Se emborrachaba.

—¿Quién la está contando? ¿Tú o yo? —divertido por la acción de la nana el pequeño sonrió ampliamente.

—¿Ves? Te dije que aun necesitas el libro— dijo sacando de bajo de su almohada ese cuaderno en que su progenitora escribió esa historia para su hijo— Te faltan esos detalles.

—Son cosas sin importancia.

—Para mí no—dijo, con un brillo especial en sus ojos, no sólo era el amor hacia el recuerdo de su madre por lo que tenía ese libro, simplemente estaba enamorado de ese chico que estaba en la historia— ¿Sabes? A veces pienso que fue mejor quedarme con él… — sabía que el de la historia era él— no sabía que mi mamá moriría a los pocos días de irnos de ahí.

—No es tu culpa, nadie sabe lo que viene, ni siquiera él— dijo refiriéndose al chico de la historia.

—No lo recuerdo del todo— levantó la mirada fijándose en esos hermosos ojos azules que tenía su nana— Pero tú me recuerdas a él, en muchos sentidos, a excepción de tu cabello, el de él era muy largo— sin poderlo evitar, la nana sonrió sumamente complacido por ello.

—Gracias, Rock.

—¿Crees que aún me quiera? — preguntó acomodándose mejor en la cama para al fin dormirse, por parte del otro, éste retiro el libro y lo dejó a un lado al tiempo que acariciaba el cabello del menor.

—No te quiere, estoy seguro que te ama— dijo con una sonrisa pasando inconscientemente la mano libre por su propio cabello rubio y corto que estaba libremente suelto— él, lo dio todo por ti.

—¿En serio? Entonces cuando crezca daré todo por él— dijo entusiasmado abrazando la cabeza del mayor cuando hizo esa promesa. El otro sonrió y como es costumbre le dio un leve beso en los labios.

—Descansa Rock— se incorporó y caminó a la puerta de salida, antes de apagar la luz este miró al pequeño.

—Descansa… Terry— bostezó antes de pronunciar el nombre de su Nana. Satisfecho apagó la luz y cerró la puerta.

Después de pasar tiempo con ese niño simplemente no podría separarse de él.  Se lo pidió al desierto y como respuesta éste aceptó, teniendo que cortar su cabello en señal de que ya no era parte de ese paisaje puro, decidiendo mancharse con la especie más destructiva del planeta: pero a él no le importó, en su mente sólo rondaba ese pequeño niño que lo había enamorado y al parecer él hizo lo mismo con Rock.

Quien diría que incluso un espíritu de la naturaleza tendría una persona destinada para pasar toda la vida.

Notas finales:

Qué tal? Quizás haga una segunda parte con lemon pero por ahora hasta aquí lo dejo   

 


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