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En un verano por RiSaNa_Ho

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Todo lo referente a Sherlock Holmes pertenece a Sir Arthur Conan Doyle. Y a la BBC, respectivamente.

 

Este fanfic participó en el reto "Entre risas y besos" del foro "I am SHER locked".

I. Mentira

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By Risana Ho

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…oooO*Oooo…

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Iba a vomitar.

Definitivamente iba a vomitar.

John observó cada arreglo de flor bien acomodado, las sillas tapizadas de beige estratégicamente colocadas y la pequeña mesa adornada con un mantel bordado de lirios blancos. Y no pasó por alto los papeles listos para ser firmados. Por último contempló a las personas reunidas ahí y sintió un molesto nudo en el estómago. Ellos sonreían alegres, pero él no compartía nada similar a dicho sentimiento. Los nervios estaban matándolo. Se suponía que debía ser una experiencia inolvidable; el mejor día de su vida. ¡Por Dios, estaba a minutos de casarse! Significaba un acontecimiento importante, no en cualquier día unía su vida con la persona que deseaba pasar el resto de su existencia. Era una valiosa decisión. Posiblemente parecería muy cursi, un poco ridículo y algo tonto, pero desde niño deseó encontrar a esa persona especial, aunque jamás imaginó que aquél individuo sería un insensible imbécil con aires de idiota sabelotodo.

¿En serio, John? ¿Este hombre es así?

No. El hombre a su lado no era ningún "insensible imbécil", seguramente también un sabelotodo, pero no idiota. Por el contrario, era una de las personas más educadas de las cuales tenía el gusto de conocer. Inteligente, culto y elegante… ¡¿Entonces cuál era el maldito problema?! Exactamente ése. John no deseaba estar a punto de casarse con un hombre inteligente, culto y elegante, sino con el insensible imbécil.

Su mirada azul volvió a los invitados esperando encontrar el rostro que tanto ansiaba ver, pasó por cada uno de ellos; desde su futura familia hasta sus amigos, no encontró nada.

—¿Listo, John?

La voz de su prometido y el toque de la mano sobre su hombro le hicieron regresar a la realidad. Incómoda realidad, debía admitir. Reparó en el siempre tranquilo rostro de su compañero y rió sin ganas. John asintió, aunque realmente no estuviese convencido y el malestar en su estómago regresara con mayor fuerza. Sabía perfectamente que no vivía en una telenovela y él no aparecería en cualquier momento a detener la boda. ¡Já, pobre iluso!

John recordó un mes atrás, si hubiese sabido que aquel día comenzarían sus problemas, y terminarían en estesuceso de acontecimientos extraños, no habría salido de la cama ni para recoger el periódico.

—¿John? ¿Estás bien?

[Un mes antes]

 

John Hamish Watson odiaba la rutina. Nunca le gustó seguir un patrón y hacer las mismas cosas mañana tras mañana, pero de algo debía subsistir y el dinero no se daba en los árboles. Despertaba a la misma hora; una ducha rápida, un cambio de ropa y un desayuno improvisado mientras leía el periódico eran suficientes para él. Trabajaba en una pequeña clínica donde atendían principalmente a personas de la calle y de bajos recursos, proporcionaban un diagnóstico rápido y ofrecían medicinas, sino las tenían ahí los recomendaban al hospital. Por el momento John se encargaba de los productos de farmacia, pronto le darían su propia consulta. Su nuevo empleo no parecía muy importante pero lo había conseguido con mucho esfuerzo y deseaba conservarlo. Salía a las ocho de su apartamento para llegar a tiempo, corría un par de cuadras y tomaba un autobús hasta la cafetería de la esquina donde compraba un mocachino para su amiga Sarah.

Desde más de medio año cumplía el mismo trayecto.

Sin embargo existía un pequeño detalle que le hacía la vida menos monótona; la razón principal de pasar sin falta a la cafetería. No una cosa, sino una persona. Un cliente habitual como él. Por raro que pareciera, el simple hecho de verlo y saludarlo, alegraba el resto de su rutina. ¿Cómo ignorar a alguien como él?

Mycroft Holmes.

Lo que comenzó como simple curiosidad pasó a la admiración y de ahí, a un sentimiento mucho más profundo que ni él mismo supo entender. Desde su adolescencia tuvo muchas citas y conoció a diferentes tipos de personas, pero hasta ese día no había encontrado a una que irradiara un porte tan elegante y misterioso. John siempre prefirió al sexo femenino, la cálida sensación de un cuerpo suave y curvas definidas, pero también salió un par de veces con algunos compañeros. Por dicha razón no pasaba por alto un ejemplar tan atrayente. No solo su exquisita forma de vestir con sus trajes de tres piezas llamó su atención, su cabello pelirrojo y el semblante de aristócrata completaban el paquete.

La primera vez que lo vio fue una mañana de enero cuando, en agradecimiento por la oportunidad brindada, decidió llevarle su café preferido a Sarah. Al entrar al establecimiento lo notó por sobresalir de la fila, no parecía muy a gusto entre tanta gente, al menos no como el sujeto que lo acompañaba. Un tipo que probablemente tenía una urgencia, porque después de responder su móvil salió rápido de la cafetería dejando al elegante pelirrojo solo. John no supo el porqué, sin ser plenamente consciente le ofreció su ayuda para pedir su orden a la joven del mostrador. Y desde ese día, Mycroft Holmes –como se presentó después, dándole las gracias– no abandonó sus pensamientos. El resto de las veces que John lo encontró lo miraba de lejos, sonreía y lo saludaba con un movimiento de mano sin atreverse a acercarse e iniciar una verdadera conversación.

Cualquiera que lo viera diría que era patético.

Dejó de pensar en su mala fortuna al entrar a la cafetería, Molly –la chica que atendía, quien también se convirtió en su amiga– lo esperaba con su orden lista. John sonrió e inconscientemente pasó la vista alrededor de las mesas en busca de Mycroft. Hopper sólo negó con la cabeza.

—Lo siento, tu príncipe azul aún no ha llegado, John.

John hizo un gesto con los labios y Molly le dio un golpe en el antebrazo antes de comenzar a limpiar la barra. Él reviró los ojos, acostumbrado a las bromas de su amiga.

—No es mi príncipe azul, pero tal vez algún día le pida matrimonio. Nos casaremos y viajaremos por todo el mundo.

Molly tiró su trapo a un lado y comenzó a reír.

—Si ese día llega, si alguna vez lo hace, yo seré tu dama de honor.

—Pues ve preparando tu mejor vestido, Molly.

John entrecerró la mirada ante el gesto pensativo, ella parecía estar imaginando muy en serio el color del vestido que ese día llevaría. Watson se dio por vencido, tomó su paquete y miró la hora en su reloj. Era extraño que Mycroft no estuviera ahí. A John le hubiese gustado esperarlo pero entraría tarde al trabajo, y ni el café haría que Sarah lo perdonara. Se despidió de Molly, que aún permanecía ida en sus pensamientos, y salió del establecimiento.

Caminó despacio esperando encontrarse con el pelirrojo, y pensó que la suerte no lo odiaba tanto al verlo al otro extremo de la calle, había contadas personas y no le costó identificarlo, al igual que tres sujetos sospechosos que venían tras él. Mycroft no los había notado, más pendiente en la conversación que mantenía por teléfono. Algo no andaba bien. Y lo comprobó cuando uno de ellos jaló a Holmes dentro del callejón más cercano.

John no dudó en tirar su bolsa y correr a ayudarlo.

No le importó que fueran tres, la adrenalina le hizo llegar rápido y lanzarse contra uno de los atacantes. Utilizó un par de puñetazos que sirvieron para derribar a uno e intentó ayudar a Mycroft a levantarse. Otro de los sujetos sacó una navaja y complicó las cosas. Ambos procuraron defenderse, aunque se notaba claramente que Mycroft jamás había participado en una pelea callejera. El tercer tipo consiguió darle en la cabeza con un tubo de metal a Mycroft y cayó al instante, dejando un enorme charco de sangre. Los atacantes, asustados, abandonaron el lugar de inmediato olvidando el maletín que desde un principio fue el objetivo. John quedó en blanco, pero al ser un casi médico mantuvo la calma e intentó revisarlo, sacó su móvil con manos temblorosas y pidió una ambulancia. Los minutos le supieron eternos, tanto que no le importó subirse con él cuando la ambulancia apareció. Pronto llegaron al hospital, los paramédicos lo pasaron a otra camilla, directo a urgencias. En todo momento John fue tras él, sólo en la última puerta le impidieron el paso.

Más tarde llamó a Sarah para informarle que no podría llegar al trabajo por un problema personal, agradeció que ella lo comprendiera. Tuvo que prometerle que se lo explicaría todo con más calma al otro día. Estuvo casi una hora en la sala de espera, sabía que no tenía ningún derecho, la policía le había hecho algunas preguntas y después del interrogatorio optó por quedarse, saber del estado de Mycroft era primordial. Al final terminó desesperándose y decidió preguntarle a la enfermera en turno.

—Disculpe, ¿cómo se encuentra el paciente que trajeron hace rato? El pelirrojo con la herida en la cabeza.

La enfermera ni siquiera dejó de ver la pantalla de su computadora.

—¿Es algún pariente?

—No, yo lo ayud-

—Lo siento, si no es pariente no puedo darle información, solo familiares.

—Pero él, nosotros… —John sintió la frustración correr por sus venas. Recordó su conversación con Molly y terminó la frase sin pensar—, íbamos a casarnos.

—¿Disculpa?

La enfermera alzó la mirada, lo vio con una mueca de lástima que no le gustó, supuso que una mujer mayor como ella tenía cierta debilidad por las historias melodramáticas. Decidió seguir la mentira, de otra manera no conseguiría información.

—Nosotros apenas íbamos a casarnos, por eso aún no soy nada suyo.

Su rostro consternado le confirmó que le había creído, por un segundo sintió culpa por aprovecharse de ella así, pero posiblemente sería la única manera de saber algo. La mujer asintió y tecleó en la computadora, le sonrió al proporcionarle el número de la habitación. ¡Casi le dibujó un mapa para encontrarla! No le costó subir a la tercera planta y buscar el cuarto 102.

Dudó por un segundo al estar parado frente a la puerta, respiró profundamente y encontró el valor. El sonido de la máquina de monitoreo le dio la bienvenida, al igual que el cuerpo durmiente de Mycroft, con la cabeza vendada. ¿Cuál sería su condición? Quiso acercarse hasta tocar sus manos, sus pies no le respondieron y quedó ahí, a un lado de la puerta solo contemplándolo. Y hubiese tardado horas en la misma posición, sino fuera por el eco de varias voces que parecían acercase al cuarto. La puerta se abrió repentinamente, dejando pasar a cuatro personas; tres hombres y una muchacha. Posiblemente sus familiares. Ellos no lo notaron, más concentrados en revisar a Mycroft. Watson decidió huir antes que voltearan, sin embargo la puerta volvió a abrirse y una quinta persona lo detuvo.

—¿Y tú quién eres?

John vestía un suéter gris y un pantalón de mezclilla, si hubiese llevado su bata blanca, al menos tendría una excusa creíble, porque la mirada severa de la mujer exigía una respuesta clara. Procuró inventarse una buena explicación pero, antes de soltar la primera palabra, la enfermera de la recepción llegó.

—Es su prometido, señora. Y la persona que le salvó la vida.

Watson sintió un balde de agua fría caer sobre él. ¿¡Por qué tuvo que inventarse esa tontería?! Sabía que la enfermera solo quería ayudar, y tal vez le hubiera agradecido, pero ahora todos lo miraban a él en espera de una confirmación.

—¿Prometido? —Preguntó el hombre joven, posiblemente de unos treinta y cinco años, de cabello oscuro y porte elegante—. No sabía que Mycroft tuviera un prometido.

—De hecho, ni siquiera sabíamos que estaba saliendo con alguien —opinó el otro sujeto más viejo.

—No, yo no, no.

La mujer relajó la mirada y sonrió, notando el nerviosismo de John.

—¡Y qué importa! —Ella observó a sus acompañantes y palmeó el brazo del rubio—. Este muchacho salvó la vida de mi hijo. Debemos estar muy agradecidos.

Las demás expresiones también se suavizaron. Violeta Holmes decidió comenzar la presentación.

—Nosotros somos los padres de Mycroft, soy Violeta y él es mi esposo, William —señaló al hombre mayor de cabellera cana y expresión tranquila, luego miró al más anciano que parecía algo enfurruñado—. Él es el tío Ruby, y por aquí tenemos a mi hijo mayor; Sherrinford, y Allistor, su hija.

John observó a cada uno de ellos, impresionado. No esperó que los padres de un hombre como Mycroft fueran tan… ¿Cuál sería la palabra? ¿Comunes? Sí, ese debía ser el término adecuado. Supuso que los señores Holmes serían casi de la realeza, nobles, personas enigmáticas, aristócratas, o cosas similares. Probablemente tal imagen sólo acompañaba a sus hijos, porque el tal Sherrinford y su hija también poseían la misma clase de elegancia que Mycroft.

—¿Y tú cómo te llamas, cariño?

La voz de Violeta le hizo reaccionar, se había quedado demasiado pensativo.

—John, John Watson.

Allistor lo miró de arriba abajo y sonrió.

—Me alegra que tío Mycroft esté saliendo con alguien, papá decía que se quedaría solo, igual que tío Sherlock.

—¿Sherlock?

—Mi hijo menor —respondió Violeta—. Está fuera por un viaje de trabajo, estoy segura que Myc nunca te habló de él, tienen esa cierta riña de hermanos, pero ambos se quieren mucho aunque lo nieguen. Sherlock vendrá a pasar las vacaciones con nosotros.

Era mucha información. John no supo cómo continuar la conversación, afortunadamente el médico encargado entró a decirles el diagnóstico. Según los análisis el golpe fue tan fuerte que Mycroft quedaría en un estado de coma, esperaban fuera temporal. La noticia fue devastadora y la habitación permaneció en completamente silencio. La señora Holmes tomó la mano de su hijo e intentó no llorar. Sus esfuerzos fueron en vano. Después de varios minutos en la misma posición ella dio un suspiro, limpió sus lágrimas y giró para quedar frente a John.

—¿Te gustaría pasar el verano con nosotros, John? Eran las vacaciones de Mycroft, estoy segura que a él le hubiese agradado que nos acompañaras para conocerte. Iremos a la casa de campo en Sussex, será divertido. ¿Nos acompañas?

En otra ocasión diferente hubiese rechazado la invitación al instante, pero esos ojos enrojecidos, y la expresión cansada de la madre de Mycroft, no se lo permitieron. Sintió una enorme culpa por mentirle y darle ilusiones sobre un falso compromiso, sin embargo tampoco tuvo el valor para contarle la verdad. No pudo decir que no. Sólo esperaba que Mycroft Holmes recobrara la consciencia pronto y así salir del problema. Un verano con ellos no parecía mala idea. ¿Qué podría salir mal?

.

Continuara…

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…oooO*Oooo…

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Notas finales:

¡Hola! Bueno, esta historia fue mi participación para el reto de hace tres años en un foro de Sherlock, y la película que me tocó fue "Mientras dormías" la cual solo vi una vez y media (la segunda quedé hasta la mitad), por ello solo tuve la idea general y tal vez no se parece mucho. Ese sería el chiste, ¿no? Si quisieran escena por escena, tal cual, mejor verían la original (?) XD


Gracias x leer (°~°)/


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