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Debí haberlo hecho antes. por ipen shidemiru

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Notas del capitulo:

quiero confezar que la historia original era Uruki(?)

Salí de casa pateando todo lo que encontrara. Ese maldito hijo de puta con sus malditas putas por doquier, prefiriendo su vida de loca antes de a mí que tanto le he dado y ayudado. A mí que he estado a su lado desde la universidad y he dado mucho por él… ahora dice que no, que no podemos segur juntos, que no me ama, que se ha vuelto a enamorar, que quiere el divorcio y jamás fui bueno en el sexo.
 Subo a mí auto y cierro la puerta con un golpe que seguro los vecinos oyeron. Como seguro oyeron que tiré un par de macetas y Akira un par de piezas de la vajilla. Como seguramente habrán oído la primera vez que tuvimos sexo en el departamento hace más de dos años. Como seguramente oyeron el momento en el que se murió nuestro gato...
 Conduzco furioso. Con sólo el cuidado necesario. Igual y no estoy cerca del centro de la ciudad o en una zona llena de personas. Por algo ni siquiera conozco a más de 3 vecinos distintos.
 El sol calienta de forma agradable, el cielo está despejado y pronto oscurecerá.
 Parece una broma.
 Una broma de mal gusto justo en este momento.
 Por qué.
 Porque quiero golpear algo.
 Porque estoy furioso.
 Porque quiero poder quitarme esta sensación de engaño.
 Estos días no deberían existir con un sentimiento como este de por medio.
 Lo odio.
 Es patético ver por la ventana como el azul se convierte en naranja y violáceo. La puesta de sol es tan hermosa que incluso me causa asco.
 Giro en la siguiente cuadra posible. Aquella que ocultará ese cielo mofándose de mí.
 Los neumáticos chillan un poco.
 La oscuridad se hace agradable.
 La calle vacía iluminada ya por sus rayos falsos no la hacen lucir reconfortante en ningún sentido. Es solo una calle.
 Sigo avanzando a vuelta de rueda sobre ese asfalto que no causa nada.
 Me he visto en mejor condición que hace un momento pero solo he reducido la velocidad por la tranquilidad y falta de humanidad que hay en la zona.
 A lo lejos puedo ver personas, autos y algo de movimiento.
 Miro al rededor.
 Ese es el único punto dónde hay vida.
 Avanzo más.
 No sé dónde estoy.
 Podría pensar en regresar por el camino que recién recorrí pero aún no tengo ganas.
 Las personas crecen a medida que me acerco.
 Es como una especie de lugar de ascenso y descenso.
 Debería haber algo interesante a su alrededor, pero la falta de bullicioso no me convence.
 Autos con sus vidrios polarizados.
 Mujeres de ropa extravagante...
 Detengo el auto en seco.
 Miro con detenimiento las calles, vehículos y personas que parecen andar solo un poco más allá de su lugar.
 Se acercan a los autos junto a la acera. Unas son rechazadas y regresan a su área segura, otras son llamadas y entran de forma divertida al asiento del copiloto.
 No puedo verles el rostro.
 Pero algunas de sus ridículas pelucas causan lástima con sus ridículas crepes o rizos deshechos. Su maquillaje barato y exagerado, ocultando su verdadero aspecto... seguro deberán retocarlo después de cada trabajo.
 Ya han visto mi auto.
 Pero aún estoy lejos de su zona.
 Nadie se acerca a mí.
 Decido seguir adelante.
 Lentamente y con los cristales arriba miro con morbo a las pobres prostitutas mostrando más piel y grasa de lo que las bailarinas exóticas se permitirían antes de comenzar un show.
 Rubias, castañas, morenas y pelirrojas.
 Quizá solo un puñado de ellas lucen decentes.

tok tock

Alguien toca el cristal opuesto de donde miraba.
 Veo una gabardina café y un cabello rojo muy claro.

—¿puedes sacarme de aquí?

Dice en un hilillo de voz.
 Su ropa discreta y de buena calidad le concede puntos.
 Pero su rostro con sus ojos decorados en negro y su labial carmesí, en este lugar, me dan otra imagen.
 La miro un momento más.
 Es idéntica a mi amor de secundaria.
 Idéntica a Kouyou.
 Siempre me pregunté cómo luciría Kouyou con maquillaje…
 Abro la puerta sin pensarlo más.
 Ella sube sin titubear.
 Puedo ver sus medias negras y sus zapatos de tacón color vino.
 Cierra la puerta y sonríe.
 —¿debes ir a algún lugar en específico?
 —lejos de aquí.
 Repite en el mismo tono de voz de hace un momento.
 Echo a andar el auto y nos alejamos.
 Aún no sé dónde estamos pero finjo que sí.
 —Más adelante hay un supermercado con estacionamiento subterráneo.
 La miro de reojo.
 Habla de tal forma que no parece una prostituta.
 —No eres de aquí, ¿verdad?
 Intenta propiciar una conversación.
 —No importa cuánto tiempo pase, aún sigo sin reconocer las calles —dejo que ella hable.
 Entramos al estacionamiento.
 Tanto dentro como fuera hay una extensa oscuridad cubriendo el pavimento.
 —¿Cuánto? —pregunto.
 Ella se ríe. Es una risa que casi no puedo percibir.
 —Depende de lo que quieras — responde coquetamente.
 —Todo.
 Mete una de sus manos en su abrigo y lleva un pedazo de papel hacía mí.
 Su precio.
 Bastante elevado.
 Loco.
 La miro de reojo.
 —Trabajo dos veces por semana. ¿Qué esperabas?
 —¿De verdad existen personas que pagan esto?
 —El servicio lo vale.
 Levanto la ceja, no puedo evitarlo.
 —Vamos, abre el abrigo — aparta sus brazos de su pecho. — Por ver no te cobraré nada.
 Hago lo que ella dice.
 Deshago un botón tras otro sin dejarle expuesta la piel.
 —¿Quieres ayuda? — se mofa.
 Levanto los ojos y solo puedo verla jugar con sus labios.
 —Incluso puedes besarme — acaricia mi mejilla.
 Dejo su piel expuesta en un solo movimiento. Ella emite un gemido.

Es hombre…
 Un hombre con una única prenda de lencería sobre su cadera y unas medias amarradas a su cintura.
 Todo lo demás está desnudo.
 Su pecho, su abdomen.
 Toda su piel es tersa y sin grasa. Incluso está ligeramente torneada. No exagerado, no insano.
 En cualquier otra circunstancia podría decir que querría llevármelo a la cama si no estuviéramos en esta situación.
 Es muy tentador.
 Demasiado.
 Solamente sonríe.
 Extiendo la mano para que el respaldo caiga hasta el asiento trasero.
 Él se cohíbe un poco por el golpe pero no se queja.
 —Entonces… —digo
 —¿Por qué no? Seguimos aquí. Podemos divertirnos. Por hoy, puedo ser tu amante. Puedo ser quién tú quieras.
 —Quiero que seas Takashima Kouyou — mantiene su sonrisa por un tiempo notable. No dice nada. Solo me mira.
 —Está bien. Seré Takashima Kouyou para ti... Y, ¿cómo debería ser yo, Kouyou, en este lugar, junto a ti?
 —primero: vas a ser tímido pero te va a gustar y harás todo lo que yo te diga; segundo: te lo vas a tragar y; tercero: vas a gemir el nombre de Takanori.
 La mirada de Kouyou cambia.
 Ahora parece un chico tímido en una situación que él mismo se ha buscado y no ha querido escapar.
 Aún así, me reta con la mirada.
 —pero... ¿Qué se supone que voy a tragar?
 Regreso al asiento del conductor, acomodo lo que creo necesario y vuelvo la mirada a él.
 Kouyou se sienta e intenta cerrar su abrigo. No usa los botones, solo no deja su piel expuesta.
 Tomó una de sus manos para llevarla sobre mi pantalón. Noto un poco de resistencia, nada propio de una prostituta, pero suficientemente convincente de un virgen.
 — Dejo mi satisfacción en tu boca.
 Le digo mientras hago que masajee mi miembro.
 Kouyou lo hace bien.
 Se acomoda para tocar mejor y deposita su otra mano en el respaldo de mi asiento.
 — Déjamelo a mí.
 Kouyou se acerca a mis labios.
 Hace un gesto gracioso y me besa al tiempo que aplica fuerza en sus manos.
 Se siente bien, muy bien.
 No es común ni siquiera en vídeos porno ver esta calidad de besos.
 Es excitante.
 Tan excitante que pienso en el verdadero Kouyou.
 El Kouyou real tenía el cabello a la altura del cuello y castaño, la piel algo bronceada y un mentón más pequeño.
 Caminaba por los pasillos sabiendo que muchos ojos se posaban sobre él.
 Él que era admirado y muchas veces perseguido.
 Él era de un grado superior.
 Se graduó antes que yo.
 Yo solo pude intercambiar un par de palabras con él.
 Y aquello fue tan importante que él ni siquiera me vio a la cara.
 Sin embargo, compartimos vestidores.
 Jamás lo vi completamente desnudo, pero su torso me extasiaba.
 Liso y puro.
 Jamás vi un sólo moretón sobre él.
 Y cada que lo veía con su toalla amarrada a su cadera no podía evitar salir corriendo de allí para pensar en él.
 Pensarlo hablarme.
 Pensarlo tocarme.
 Pensarlo yendo más allá de algo que jamás sucedió.
 Eso fue tan placentero.
 Fingir su tacto sobre mi cuerpo y arder por películas en mi cabeza.
 Jadear su nombre.
 Terminar en su boca…
 Kouyou quiere respirar así que suelto su cabello.
 Su rostro arde y está lleno de semen.
 — Fue algo más rápido… estas muy excitado…
 Habla tratando de no ingerir nada.
 Me mira y se cuestiona qué hacer.
 No quiere manchar su abrigo de alta calidad por limpiar semen en el, pero no tendrá más remedio a menos que yo le ayude.
 — Guantera — es todo lo que digo.

Kouyou abre la guantera con cuidado y saca papel sanitario. Limpia lo que considera debe ser limpiado, se quita el abrigo y se cruza de piernas.
 Entonces noto el gran bulto dentro de esa pequeña cantidad de tela.
 Kouyou no parece prestarle atención a su propio cuerpo. Yo no pagaré para que el disfrute.
 — Acuestate.
 Parece dudarlo un momento pero lo hace.
 Cubre parcialmente su pecho con sus brazos y mantiene las piernas juntas.
 —Abre las piernas.
 Lo hace y deja a la vista sus largas extremidades cubiertas de una red finísima color negro y sus altas zapatillas color vino.
 Se da cuenta de que lo miro y gira el rostro.
 Es un buen actor.
 Me acomodo dentro del hueco que han dejado sus piernas.
 Su paquete aún sigue allí.
 Lo tomo de los muslos para llevar sus pantorrillas a mis hombros.
 Kouyou voltea.
 Le deshago los lazos a cada lado de su cintura.
 Sonríe.
 — ¿de qué te ríes?
 — Es mí primera vez en un auto.
 — Ya lo creo. Con lo que cuestas...
 Penetro a Kouyou más fácilmente de lo que esperaba.
 Él se retuerce una nada.
 No lo esperaba.
 Pero estaba preparado.
 La sorpresa hace que sus ojos se cristalicen y una pequeña gota cae.
 Su maquillaje debe ser de calidad porque no se mueve ni un milímetro.
 Se limpia los ojos usando los dedos.
 Le aparto las manos para que me vea sobre él.
 Me concentro en los ojos ahumados de Kouyou.
 Ahora me pregunto… ¿cómo luciría el Kouyou real con maquillaje? Seguro no se vería como este Kouyou.
 No intentaría dar una imagen sobre la cuál pensar.
 Seguramente sería elegante.
 Seguramente solo lo haría para resaltar ciertas partes de su rostro.
 No lo haría por diversión.
 Solo para seducir.
 Kouyou me provoca y le beso los labios.
 Le muerdo el cuello y espero su reacción.
 No es asqueroso hacerlo. Kouyou huele muy buen así que su noche recién comienza.

— ¡Takanori-kun!
 Kouyou gime.

Es causa mía.
 Yo lo provoqué o él lo fingió muy bien.
 Se ve tan real.
 Por el precio es lo mínimo que debería hacer.
 Kouyou presume aun rostro tan pasivo que sus mejillas rojas son suficientes para volverme a excitar.
 Entonces lo hago de nuevo en esa posición un tanto incómoda para él.
 Sus tacones se apoyan en el techo del auto y sus manos se sostienen firmemente de lo que sea que esté a su alcance.
 Yo termino.
 Kouyou se cubre el rostro con los brazos.
 —Takanori… por favor…
 Quizá sea una súplica.
 Quizá solamente no puede hablar aún.
 —Déjame hacerlo por ti está vez…
 Deshecho el condón y me limpio.
 —Quiero hacer algo por ti…
 Kouyou me hace ir atrás.
 Arreglo las sillas delanteras para que nos den aún más espacio.
 Entonces Kouyou me besa y me tira sobre el asiento.
 ¿Y si el verdadero Kouyou lo hubiera hecho?
 El verdadero Kouyou, ¿qué habría hecho para mí?
 ¿Me habría besado?
 ¿Me habría dominado?
 ¿Habría tomado el control igual que el Kouyou sobre mí?
 En ese caso, ¿cómo me sentiría yo?
 ¿Gritaría su nombre?
 ¿Me aferraría a él?
 ¿Lo rasguñaría?
 ¿Sería sexo casual o planeado?
 ¿Sería monótono o salvaje?
 Kouyou toma mis muñecas con fuerza y las mantiene haciendo presión para que ni él ni yo podamos separarnos.
 Termina.
 Kouyou se queda allí.
 Es algo incómodo pero se lo permito de alguna manera.
 Mis brazos están agotados así que solo trato de descansar recostando la mitad del cuerpo sobre los asientos traseros.
 Las manos de Kouyou se dirigen urgentemente a mi miembro que permanece excitado luego del espectáculo que recién acaba.
 Me hace venir con su tacto y algunos movimientos de cadera.
 Kouyou usa las manos para evitar que mi semen caiga sobre los asientos.
 Ya no sé cómo permanezco.
 El calor dentro apenas es mitigado por el aire acondicionado.
 Además de que mi cuerpo se siente arder.
 En llamas y cansado en esta peculiar posición siendo penetrado por un prostituto con cara de mujer que coge mejor que en una novela erótica.
 Kouyou abandona mi interior.
 Se arrincona a la ventana y respira un poco.
 Yo me doy la vuelta. Siento como toda mi sangre va y viene por todo mi cuerpo. El calor que eso produce y la satisfacción.
 Miro a Kouyou. Puedo ver el condón que rodea su pene.
 Parece que realmente tenía que hacerlo.
 Parece que si tenía ganas y quizá yo le creo que trabaja poco.
 El condón que usó está lleno.
 Me arrincono del otro lado del auto.
 Estiro los brazos y le acerco el rollo de papel.
 — Gracias.
 Dice un Kouyou en medias y ligueros, lleno de sudor, cabello alborotado y maquillaje intacto.
 Kouyou se limpia y yo hago lo mismo.
 Abro un par de centímetros la ventana que tengo más cerca sin importarme el aire acondicionado dentro.

Todo parece seguir como antes.
 El estacionamiento sigue vacío.
 Las luces parecen no ser suficientes.
 Kouyou se recarga en la puerta izquierda, sube las piernas, y las abre quedando las plantas de los pies sobre el asiento. Ya no tiene sus zapatillas carmesí.
 No se ha puesto la poca ropa que tenía.
 Es sorprendente que sus medias estén intactas…

Kouyou lanza una carcajada.
 Enseguida se cubre la boca y deja de reírse.
 Se pone de cuclillas y gatea hacía mí.
 Lame mis labios y en consecuencia lo beso.
 Incluso parece romántico.
 —¿Qué te ha parecido?
 Se recuesta sobre mi pecho, toma uno de mis brazos para ser depositado sobre su pecho y sube ligeramente la cabeza para mirarme.
 Es extraño.
 —¿Ya estás mejor?
 Vuelve a hacer una pregunta.
 —Estabas muy estresado hace un rato.
 Dejo que hable.
 —A mí me gustó.
 Acaricio su cabello.
 —He tenido problemas…
 —Siento oír eso. La verdad te sentí furioso.
 —Lo estaba.
 Kouyou mantiene el silencio.
 ¿Qué clase de teatro es esté?
 —¿Puedo hacerte una pregunta?
 —Claro. Me aburre un poco ser el único que hable.
 — ¿Qué hacías allí? Estoy seguro de que tu nivel es otro.
 —Eso… pues, sabes, a mí me llaman para pequeñas fiestas privadas. Hoy me llamaron para una. Los anfitriones jugaban póker de prendas… uno de ellos se enfadó, y me sacó de allí dejándome solamente tomar mi abrigo. Subí al auto con su promesa de que solo daría una vuelta para que el enfado se le pasara y alguien con quien hablar le caería muy bien. Sin embargo, a la mitad de su paseo decidió que quería un par de prostitutas de calle. Me negué a participar en eso. Puedo asegurarte que soy más sano que una manzana pero no sé a qué atenerme si participo en un acto como ese, así que salí de allí. Caminé un poco mientras decidía como regresar a casa, sin móvil, sin dinero… allí fue cuando vi tu auto. Modelo de hace un par de años, luce bien, se oye bien, de estilo y marca dedicada a la población media-alta, y sin prestarle atención real a las prostitutas de calle.
 Kouyou se aparta de mí.
 Parece que sus propias palabras le han incomodado o algo similar.
 Toma sus únicas prendas y se hace con ellas.
 Arregla su cabello con los dedos.
 Lo hace con los ojos cerrados, creo.
 No es como si dentro hubiera luz de sobra.
 Paso al frente y hago lo mismo.
 También intento localizar la chequera… no es como si tuviera esa cantidad de dinero conmigo.
 Enciendo la luz.
 Puedo ver el desorden que hay dentro. Bolas de papel. Ropa. Más pedazos de papel. Envolturas de condones. Un par de botellas de plástico.
 Paso todo eso por alto.
 Sigo buscando hasta encontrar mi chequera.
 Kouyou mira hacía fuera de la ventana distraído.
 Sorprendentemente se ha callado.
 Este silencio no es parte de su trabajo.
 No es un silencio armónico como el que podría ser.
 No se siente bien.
 Escribo un cheque al portador por la cantidad de su tarjeta.
 —¿Necesitas ir a algún lugar? — pregunto.
 Kouyou me mira, asiente e intenta pasar a la silla del copiloto. Falla.
 —Puedes quedarte allí, no pasa nada.
 —Gracias.
 Le doy en mano su pedazo de papel y comienzo a conducir.
 La dirección que me da está a una media hora por la autopista.

—¿Sabes? — Dice a los pocos minutos antes de llegar —. Cuando era más joven un familiar cercano enfermó. Yo era estudiante y trabajaba medio tiempo para poder completar gastos. Al principio esta persona enferma no afectó absolutamente nada a mi economía, sin embargo, los cosos de sus tratamientos no eran cubiertos por ningún seguro así que mi familia comenzó a contraer deudas. Las deudas llegaron hasta mí y me fue imposible seguir estudiando. Entonces regresé a casa para tratar de ayudar y solucionar las cosas, pero con lo que me encontré fue con más deudas de las que yo pensaba. La situación era por demás horrible. Y los familiares que se habían hecho cargo al principio, una vez viéndome llegar, se desentendieron y me dejaron con todo. Para así, si esta persona enferma muriera, sería la ineptitud del chico idiota. Yo estaba desesperado, vivía en una casa con tan solo un par de hortalizas para sobrevivir, no tenía agua potable ni electricidad. Para cocinar usaba leños y el agua la tomaba de un poso y debía hervirla. Estuve a punto de claudicar. No tenía la menor idea de qué podía hacer… así que recurrí a lo que parecía medianamente funcional; trabajo de acompañante. La paga no era tan mala y no tenía relaciones sexuales de por medio, pero los prestamistas comenzaron a presionar y en mi desesperación le tomé la palabra a una clienta y comencé el trabajo que tengo ahora. El salario fue mucho mejor desde el inicio, aunque únicamente atendía mujeres, y en un par de meses pude pagar mis deudas… las cosas no eran tan fáciles, pero tampoco tan oscuras. Este trabajo tiene muchas ventajas, ellos se preocupan muchísimo por la salud y bienestar de quiénes trabajamos, además de que es muy difícil que haya nuevos clientes y, al final, nosotros podemos decidir si tomamos o no el trabajo.
 Kouyou guarda silencio.
 —Muchas personas me han pedido dejar este trabajo. Incluso yo me lo he planteado muchas veces. Pero no sé qué haría… el familiar que enfermó en aquél entonces es la única persona allegada a mí en este momento y permanece en el hospital. Así que con este trabajo solo me alejo un par de horas y el resto del tiempo puedo estar a su lado.
 Detengo el auto.
 Kouyou abre la puerta y escucho como pone un pie fuera.
 —Ni siquiera estoy seguro de por qué te cuento esto a ti… quizá porque te pareces a alguien que conocí hace mucho tiempo. Era vivaz y seguro de si mismo. Siempre me acongojaba cuando le veía cerca. Yo no era nada. Incluso al intercambiar palabras su presencia me intimidaba así que jamás lo miré a los ojos.
 Kouyou deja el auto y cierra la puerta.
 — Gracias —dice en un tono de voz para nada similar al que acaba de usar. Se da la vuelta y se dirige a uno de los enormes edificios que se yerguen unos frente a otros.

Días después regreso al auto y, por alguna razón que olvido al momento, reviso los asientos traseros para encontrarme con un pedazo de papel atorado en la tapa de una pluma. A simple vista me causa curiosidad y lo abro. Me sorprendo al encontrar el cheque que hice para Kouyou con una nota escrita detrás.

Y pensar que me encontraría con mi amor de secundaria y él pediría que fuera yo mismo para tener sexo.
 Gracias, Matsumoto.

Notas finales:

JA!

Maldita sea. Ahora que leo el final se siente taaan lo que escribo :v

No me arrepiento de nada.

xD


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