Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Destino por Kaiku_kun

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este one-shot ha sido publicado en Mundo Yaoi bajo el pseudónimo "Kaiku-kun" en participación del 19avo Reto Literario de Mundo Yaoi, que está basado en las flores.


Espero que os guste, y os dejo un link interesante para los fans del yuri: amorymundoyuri.forumfree.it

Notas del capitulo:

d47; Peonia: Significa valentía y sinceridad, si se desea expresar sentimientos reales, la peonia es un buen aliado, menormente se le atribuye la timidez…
d47; Sweet pea/arvejilla: Literalmente significa “adiós” se le asocia con partidas/despedidas.

Destino


 


Nia temblaba de emoción. Intentaba no sonreír demasiado, que no se notase lo evidente, que no le dominasen los nervios, pero era difícil. Hacía meses que no quedaba con una de sus mejores amigas, Elise, y por fin habían encontrado un momento apropiado.


Ella se había contenido mucho: vestía una blusa azul y unos vaqueros, se había arreglado un poco ese pelo negro desorganizado que tenía para que cayese adecuadamente hacia los hombros, aunque no llegasen hasta allí. Por lo menos ahora parecía que tuviera el pelo liso de verdad.


Esperaba cerca de una parada de metro de Barcelona, impaciente por ver a su amiga, con la que había estado desde el primer año de la universidad. Estaba impaciente por ver ese teñido que se había hecho también. Elise siempre lo había llevado castaño y considerablemente más liso que Nia, y también un poco más largo. Ver tal cambio seguro que le suscitaría una pequeña risa por lo menos.


También estaba algo… bueno, se podría decir que alterada. Hacía unos días, Elise había tenido un “pequeño momento de debilidad”, como lo llamó ella misma. Por algún motivo, había sentido el hueco que deja la soledad hacerse muy grande mientras estaba lejos de su casa y acabó huyendo de su familia para encerrarse en el baño y llorar. Nia lo había interiorizado demasiado bien, en especial porque, una noche antes de saberlo, todos sus sentidos le habían advertido que su amiga había sufrido de algún modo, y lloró ella también en sueños. Podía parecer una tontería, o una cursilería muy típica de Nia, pero el hecho es que ambas habían sentido la necesidad de quedar, de verse.


Y, esto ya sí más típico de ella, Nia había preparado algo especial para distraer a su amiga. Había conseguido su flor favorita y pasarían el día por la ciudad haciendo lo que más les gustaba: cotillear, mirar libros y pasear. No había forma de que Elise se sintiera sola y desgraciada en un ambiente como ése.


Después de dar un par de vueltas sobre sí misma a lo largo de varios minutos, Nia avistó a Elise caminando por la calle, acercándose a ella. Ambas sonrieron de forma tonta a la distancia con esa típica incomodidad de haberse visto desde la distancia y tener que esperar a que una se acercara. Nia pudo ver que su amiga iba vestida de una forma muy similar a ella pero, como siempre, a ella le quedaban mucho mejor esos vaqueros ajustados. Aunque nada superaba el pelo rubio recién teñido.


—Vaya, sí que se nota el cambio de color, en las fotos no se veía tanto. ¡Ahora no hay posibilidad de perderte entre la multitud! —Es que era un rubio bastante potente.


—¡Oye! Bueno, por lo menos te gusta, hay quien me lo ha echado en cara.


—Bah, no les hagas caso. Está bien que pruebes cosas nuevas, no como yo, que no hay quien me mueva de mi casilla.


—¿Vamos? —propuso. Elise solamente sabía que iban a hurgar entre tropecientos libros nuevos y viejos de todo tipo en el centro de la ciudad.


—Un segundo, tengo algo para ti. —Se sacó la flor de su espalda, que había quedado bien oculta, y se la dio—. Tu flor favorita.


—¡Una peonia! —Tocó sus pétalos con la yema de los dedos, para no estropearla, y luego la olió un poco con los ojos cerrados. A Nia se le cayó la baba en ese instante. Tuvo que recomponerse cuando Elise la miró de nuevo—. Es muy bonita. Aunque no sé cómo tomarme esto…


—Oye, que sea lesbiana no tiene que ver con que te haga un regalo de vez en cuando —replicó molesta Nia. Aunque en verdad hasta a ella le había resultado algo extraño pensar en ese regalo—. Imagínate si te llego a regalar la flor el día de los enamorados.


—Tienes razón, pero no te preocupes, en ese caso te hubiera detenido. Qué incómodo.


Con Elise había que ir con pies de plomo. El efecto de tanta soledad en el pasado había hecho complicado cualquier acercamiento sincero. Ambas tenían claro el significado de esa flor. Sinceridad, valentía, timidez… Hasta conjuntaba con las bodas por su significado duradero en el tiempo. Nia se aseguró de que no hubiera malas interpretaciones.


Aunque en el fondo las deseara y no fueran tan malas.


—Tómalo como una interpretación de ti misma —le aconsejó, sin pensar más en sus problemas internos—. Yo me he comprado una amarilla, para contrastar con mi pelo, ¿me la pones?


—Esto se está poniendo raro —dijo Elise, sonriendo de forma incómoda.


—¡Oh, olvídalo! Ya lo hago yo. No hay para tanto.


Nia se colocó la flor de mala gana. Elise tenía facilidad para atormentarla y pensar que todo lo hacía mal y con segundas intenciones. Ella estaba siendo sincera de verdad, quería animar a su amiga, no quería nada más.


Las dos amigas empezaron a caminar. Elise se había guardado su peonia en el bolso, donde sobresalía la flor cómodamente, la miró un par de veces y le dijo:


—Gracias por la flor, me ha gustado.


Nia sonrió un poco, la miró algo más contenta y empezaron a hablar de cómo había estado el viaje de Elise, lejos de ese momento depresivo, mientras se dirigían a la librería.


—Vimos muchos pueblecitos pequeños por el camino, eran preciosos. El viaje en coche lo valió.


—¡Dios santo! ¿De verdad cruzasteis todo el país en coche? Qué cansado.


—¿No hiciste lo mismo hace unos años?


—Sí, y acabé hasta las narices de coche. No me hizo demasiada ilusión.


—Bueno, el mío fue entretenido, era como hacer un crucero, íbamos parando a hacer visitas —se rio un poco Elise.


—¿Y qué tal los…?


—¡No, no preguntes por los tíos! ¡Pesada! —Y le dio un codazo amistoso con un puchero.


Elise era heterosexual. Sólo con eso, Nia podía dormir tranquila, sabiendo que no tendría que sufrir por ella si veía esperanzas, porque no las había, pero se le iría el sueño de golpe el día que tuviera un novio serio. Ya había sufrido por ella antes, porque tampoco tuvo buena suerte con su primer novio.


—Bueno, pues no pregunto —le replicó, riéndose un poco de su amiga—. Ya me lo dirá el resto de tu cuerpo en un arrebato.


—¡Aah! ¡No puedo contigo!


Chinchar a Elise era una buena manera de distraerla, pero ambas se quedaron despistadas del todo cuando empezaron a sumergirse en las profundidades de la librería. Vagaron por la sección de literatura nórdica antigua, luego saltaron hacia la fantasía y de poco no se pelean por un libro juvenil bastante raro de encontrar, total para dejarlo en su sitio al final. Acabaron pasando casi una hora rebuscando entre arte y poesía, leyendo algunos pasajes de Pablo Neruda y de Miguel Hernández, en una competición absurda por ver cuál de las dos recitaba mejor, escogiendo poemas al azar.


—¡Vamos a cerrar! ¡Empiecen a pasar por caja!


Ya era casi de noche. Se suponía que tenían que irse antes para ir a tomar un café pero, bueno, ya se sabe, los libros lo ganan todo. Al final, esos dos libros de poemas que escogieron para la competición son los que se llevaron a casa, ambos como regalo mutuo.


—Cuando aprendas a recitar a Neruda debidamente te vienes con el libro y lo pruebas —dijo con tono burlón Nia.


—Ah, ni que te hubiera salido perfecto a ti, con los tropezones que te has dado a medio poema.


—Eso ha sido porque me has intentado poner ese libro de arte impresionista de por medio, ¡da gracias que lo he terminado de memoria!


—Maldita sea, no ha colado.


El ambiente relajado se había extendido a lo largo de toda la tarde y ya nada quedaba de ese inicio extraño. Caminando de vuelta a la estación de metro (pues Elise tenía que cenar con sus padres esa noche, sin posibilidad de escape), un momento tierno salvaje apareció:


—Me ha gustado esta tarde juntas, me convenía. Muchas gracias.


—De nada, esa era la intención. Quería que lo disfrutases a fondo.


—Sabes cómo alegrarme el día, la verdad.


La sonrisa cómplice fue bonita y sincera, sin obstáculos. Solamente cuando se deshizo para seguir andando, Nia notó el fuego del amor quemando su cuerpo desde dentro. Por suerte, ya hacía tiempo que se había acostumbrado a arder en llamas.


Cuando llegaron a la parada de metro, donde se separarían, Elise hizo un amago de decir algo tenso, pero no se atrevió. Nia lo notó, pero intentó no hacerle caso hablándole sobre que tenían tiempo para hablar en casa si su amiga tenía prisa.


—Tienes razón, seguro que mis padres ya están hambrientos.


—Pero si son las ocho y media de la noche…


—Ya sabes, horario fijo. Y da gracias que ya han perdido el horario europeo.


—Oh, dios, eso sí era horrible. No había quien comiera en tu casa.


—¡Bueno, nos vemos pronto!


Elise acarició su peonia con delicadeza como símbolo cariñoso (en vez de un abrazo normal, que Nia ya sabía que no le agradaba del todo el contacto físico con nadie) y le dijo adiós con la mano, desapareciendo entre la multitud.


—Aah… Maldita, nunca aprenderás —se dijo a sí misma.


Ella bajó hasta la estación de metro. Disfrutó de sus tontos sentimiento un rato, suspirando, aunque sabía que nada de aquello serviría de nada. Ya había tenido la anterior experiencia de olvidar poco a poco a alguien y sabía que con Elise no sería distinto.


Pero el destino tenía otros planes.


Nia y Elise siguieron hablando durante un rato, puesto que la última había llegado pronto a casa. Y parecía que tenía algo importante que revelar. Nia ya sabía cuándo su amiga tenía algo que decir, pero solía no tener la valentía para ser clara.


—Te he regalado una peonia, debería ayudarte con eso —le escribió en uno de los mensajes, con una risa corta. Elise también se rio, pero tardó un rato en contestar—. Espera, que me siento en el parque de al lado de mi casa.


Mientras Elise se decidía o no a decir lo que se le pasaba por la cabeza, Nia se sentó delante de un espacio con flores de colores vivos, pero de pétalos caídos, como tristes. Bueno, no lo podía ver muy claramente, había pocos faroles en ese parque, pero ya se lo conocía de antes. Las flores soltaban una fragancia curiosa, aunque no excesivamente potente. Nia tuvo una mala sensación al verlo aquella noche.


—Me voy de España.


—¿Cómo? —Una punzada grave en el corazón.


—Me voy a vivir a Francia con mi tía. Hace tiempo que lo sé y, bueno, quería verte antes de irme, pasar un buen día.


—¿Qué? ¿Todo esto, el viaje, la quedada, lo que me contaste… todo era porque te vas?


Elise explicó muchas cosas, que allí no podía avanzar, o que no se sentía cómoda con su familia, o que no tenía trabajo, o muchas cosas que Nia consideró una excusa tras otra. Solamente había una que realmente fuera de verdad, que fuera creíble:


—El destino ha querido que sea así, no he podido evitarlo.


El dolor en el corazón de Nia empezó a esparcirse por toda su barriga, sus intestinos, y empezaba a encontrarse mal. No pudo evitar empezar a llorar, y ese maldito aroma de las flores la estaba torturando y dándole dolor de cabeza.


—¿Por qué no me lo has dicho antes de despedirnos? —se quejó. Elise empezó a escribir, pero borró cuando vio el siguiente mensaje—. ¿Por qué no me lo has ido diciendo? Podría haberlo ido aceptando y ahora…


—Lo siento, primero necesitaba aceptarlo yo…


—¡Idiota! ¡Sabes que te quiero y no has podido elegir mejor forma de torturarme!


—¡Lo siento! No he tenido valor… Perdona por hacerte llorar. —Había acertado, se conocían demasiado bien.


—Déjame.


Nia había dado vueltas y vueltas, caminando de un lado al otro del parque, intentando desahogarse más rápido, intentando no echarle la culpa de todo a Elise, o al destino, o a ella misma, y había acabado arrodillada al lado de esas flores tristes que compartían su dolor, en esa posición tristona.


—Llorad conmigo —susurró a las arvejillas.


Dejó su móvil en la hierba y siguió llorando en silencio, recordando el gran día que habían tenido juntos, uno que probablemente en mucho tiempo no tendrían, porque no tenía ganas de aceptar que su mejor amiga y su amor, todo a la vez, se iba a miles de kilómetros de distancia. Y era ridículo, porque seguro que seguirían hablando, y riendo, y hasta podría ir a verla, pero estaba llorando sin poder detenerse. La quería demasiado para que estuviera tan lejos.


No quería ver, no quería hablar, solamente quería olvidar. Quería estar sola y desear que el destino se hubiera equivocado de camino. Y se quedó sola, pero el destino siguió adelante sin ella.


Tardó semanas en volver a hablar con Elise. No luchó, no se quejó, no se lamentó y lo único que hizo fue olvidar, olvidar y olvidar. No fue capaz de pasar por ese parque de nuevo, porque sabía que se echaría a llorar de nuevo. Ese aroma penetrante le despertaba uno de sus peores recuerdos y no era capaz de volver a revivirlo.


Para cuando empezó a recuperarse, Elise ya estaba en Francia. Parecía feliz, aparecía en fotos con nuevos amigos, con su familia, visitaba muchos sitios y parecía que trabajaba con comocidad. Lo único que había hecho Nia en ese tiempo había sido hacer como si nada hubiera pasado y dejar que la vida siguiera su curso, sin emociones, sin tener que pensar, huyendo de la realidad.


Pero la realidad ganó cuando descubrió que Elise tenía novio, después de hablar un par o tres de veces. No debería dolerle, estaba lejos, nada que hacer o decir al respecto, pero el nudo en su cuello se formaba de nuevo, y de nuevo dejó a su amiga hablando sola al móvil y se reencontró con las arvejillas.


Solamente así podría llorar en paz una vez más, hasta que no tuviera lágrimas, hasta que pudiera dormir en paz un día más.


El destino no quiso que hablaran de nuevo en un año. Nia no se atrevía a ver, oír, sentir nada que tuviera que ver con Elise, aunque no siempre lo conseguía. Y después de ese año, Nia podría jurar que nada había cambiado. Intentaba llenar ese vacío con cosas, personas, que no la llenaban. Conocía gente que no le interesaba. Iba a sitios que la aburrían. Hasta que un día abrió el chat que tenía con Elise y vio que la imagen de su perfil de su antigua amiga era de ella con una peonia amarilla en su cabello de nuevo castaño.


—Me gusta tu foto de perfil —le dijo solamente, recordando con sabor agridulce ese último día juntas.


Aquello fue como el fin de esa larga despedida entre las dos amigas. El destino no las uniría de nuevo, pero la amistad no se perdería y Nia podría seguir con su vida. Aunque fuera sin Elise.

Notas finales:

Espero que os haya gustado y vea a varios lectores en mi pequeño foro :) ¡allí os esperamos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).