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Excusas en tinta por Ilusion-Gris

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Comenzó a creer que no necesitaba ser especial. Y vaya que sabía lo que era ser diferente, porque Thor nació con esa cualidad.

Al principio fue una idea bastante absurda y él mismo se convenció de aquello. Todos a su alrededor lo sabían, uno en un millón. Loki no era ese uno.

A pesar de todo, su expectación fue más grande y su ambición no tenía un límite; después de la resignación ya no queda nada, pero él no durmió, él puso manos a la obra, más bien, ojos a los libros. 

Saboreó fracaso tras fracaso, un sabor amargo que no importó ya que no pudo contra su interés. La satisfacción no estaba en su naturaleza.

No necesitaba ser especial.

Había un lugar en el castillo con muros especialmente fuertes y ahí practicó en soledad por largas décadas. Magia, hechicería, ilusiones, como desearan llamarlo, es lo que él aprendió y perfeccionó a tal punto que lo dominó al igual que su respiración. Imposible, aquello era absurdo, nadie era capaz. Pero la realidad es que nadie se atrevió, Loki sí.

[...]

Esa tarde, como muchas, decidió permanecer en Asgard mientras su hermano con un grupo de guerreros salía a Vanaheim para mantener la paz que por siglos había estado reinando.

Se encontraba inmerso entre libros antiguos que había estado recolectando.

Llevaba años sintiendo una extraña fascinación por Jotunheim, los Gigantes de Hielo y el poder que les fue arrebatado cuando Odín tomó el Cofre de los Antiguos Inviernos. Su hogar era uno oscuro y helado, tenían a un gobernante llamado Laufey que había luchado contra su padre, fue él quien hirió su ojo derecho y también fue derrotado, pero Odín les concedió a su pueblo una tregua por misericordia.

¿Qué clase de poderes despertaría en los Jotuns aquel cofre? ¿Sería un poder que un Aesir pudiese controlar?

Le inquietaba conocer las respuestas, parecía que nadie antes de él se había planteado esas dudas y todo lo relacionado con su mundo era una historia heroica donde Odín les venció cuando intentaron esclavizar Midgard y sumirlos en una nueva era de hielo, pero no había mucho más, solo relatos de aquella batalla.

Una idea se cruzó por su mente, era un poco arriesgado ya que no contaba con nada más que curiosidad pura. No tenía una guía o algún texto que le ayudara con lo que estaba pensando y fuera un pretexto válido para sustentar una investigación. Aun así decidió hacerlo, a pesar de saber que si era descubierto sería duramente reprendido e incluso teniendo en cuenta que se expondría a una magia desconocida que podría ser capaz de destruirlo.

A veces sus ansias por adquirir conocimientos y poder, era más fuerte que su voluntad.

Cambió de forma, ahora portaba las vestiduras de un guardia del armamento, tuvo especial cuidado en el rostro, solo él era capaz de hacer una imitación como aquella, poseía unos rasgos con la singularidad de parecer familiares, cualquiera que le observara no sospecharía nada, también unas facciones que al pasar los segundos olvidarían, al no ser llamativas; y sobre todo se esforzó en mantener una postura que se encargara de mantener a todos a raya, nadie se atrevería a preguntar quién era o qué hacía ahí por la seguridad que emanaba. Pudo tomar la forma de alguien en concreto, pero no quería involucrar a nadie si era descubierto.

Caminó sin mirar a nadie a los ojos y tampoco alguien se percató de él ni le prestó demasiada atención. Al llegar a la entrada de la enorme bóveda de armas donde guardaban todas las reliquias, lanzó un hechizo sin vacilar. Uno donde su mente fuera capaz de influenciar la de los otros guardias.

—Caballeros —llamó su atención—, tengo que entrar a verificar que todo esté en orden.

Uno de ellos, él más fuerte en espíritu, vaciló y se atrevió a abrir la boca:

—No es necesario, solo accedemos cuando se activan las alarmas. —Parpadeó confundido, al no saber muy bien si hacía lo correcto, sentía el extraño deber de cumplir todo lo que el otro le pedía.

—Lo sé, por eso estoy aquí —contestó aumentando la coerción que ejercía.

Ya no dijo más, se hizo a un lado para permitirle ingresar y otro se encargó de abrir los sellos.

Conocía el camino, no se desvió de su meta y fue directo por el largo pasillo que antes recorrió cuando era muy pequeño, cuando Odín les dio aquel discurso que ahora creía incierto.

«Solo uno de ustedes puede ascender al trono, pero los dos nacieron para ser reyes». Ahora dudaba de sus palabras.

Ahí estaba y al igual que en aquella ocasión sintió un escalofrío estremecerle. No era un cofre enorme, pero era impresionante. Parecía que dentro guardaba agua, pero no solo la que aparentaba que podía contener, sino, tanta como para sumergir al universo entero. Se acercó lentamente al instante en que adquiría su verdadera apariencia, y aquel ser delgado, pálido, con ojos como esmeraldas que jamás parecían saciarse, esbozó una tímida sonrisa y sin pensarlo dos veces tomó entre sus manos aquel cofre.

Era muy pesado, se sintió muy débil, pero lo entendió. Había algo de él que conectaba con esa magia y se dejó consumir.

La ausencia de calor, el frío no existe, y aquel poder era justo eso, era inexistencia. Tan fuerte que era capaz de destruir la vida.

Lo comprendía, nació con ello y no había duda.

Sus manos temblaron y bajó el cofre que segundos antes había mantenido a la altura de sus ojos. Aún se sentía débil para cambiar de forma, pero eso no era lo peor y no permitió dejarse vencer.

Salió controlando sus pasos para no correr, los guardias al verlo asintieron y volvieron a sellar la puerta. Cuando llegó a un pasillo desierto, volvió a su forma original y dirigió sus pasos a su habitación. El corazón le latía con fuerza, quería llegar a la privacidad que por ahora aún creía podría encontrar ahí en Asgard, aunque sospechaba muy pronto dejaría de pensar así.

[...]

No había sido un sueño. Fue lo más real que experimentó en su vida. Una verdad que destruyó todas las mentiras que le habían forjado y con ello ahora no había un cimiento en el cual apoyarse y confiar. Sus raíces, su identidad, su presencia, ahora era nada. Era igual que aquel poder, era inexistencia.

Nunca se había sentido tan vacío, ni siquiera cuando notó las preferencias que todos tenían por su hermano. No, ya no era su hermano. ¿Por eso nadie le tomó en serio? ¿Todos lo sabían? ¿Thor lo sabía?

Algo se desgarró en su interior y los fragmentos que quedaron colgando se fueron desprendiendo con lentitud mientras él se lamentaba.

Nada es perfecto, nada es justo, no existe fuerza que odie o ame algo en especial. Pero ante los ojos de Loki, su destino era el más cruel.

[...]

—Sé que me dirás que no debería venir por ti, pero si no comes algo madre se pondrá histérica —dijo empujando la puerta sin asegurarse en tocar antes.

Visualizó a Loki frente a la ventana que era más grande que él, mirando el exterior y con las manos detrás de su espalda. No se movió ni un ápice cuando le escuchó, se quedó ahí, estático, que por un instante tuvo la impresión que en cualquier momento desaparecería.

—Vamos, hermano —le llamó, ahora con un deje de preocupación.

—Ella no es tu madre, ¿no es raro que la llames así?

Su voz fue tan suave que podría confundirse con el viento.

—Lo sé, mi madre es Gaea. Pero Frigga, la esposa de nuestro padre, nos ha criado y merece ser nombrada así —respondió y se fue acercando lentamente.

—Odín y tú son muy parecidos, estoy seguro que serás un gran rey.

—Eso aún no está decidido, las posibilidades que tengo para conseguir el trono son las mismas que las tuyas, ¿por qué de repente actúas tan extraño? —Tocó su hombro y ejerció un poco de fuerza para que Loki le observara.

—No nos engañemos —torció los labios—. Sabemos perfectamente que serás tú, querido hermano, quien lo obtendrá.

Creyó escuchar que pronunció con desprecio la palabra hermano, pero lo atribuyó a su desconcierto.

—Si continuas pensando así, entonces me estarás dejando el camino libre, ¿es eso lo que quieres? —Sus miradas se conectaron.

No pudo frenar una ligera risa, una llena de burla que fue capaz de ofender a Thor. Ya no importaba si sus acciones eran una molestia para ese ser que ahora sabía no era nada suyo.

—Por supuesto que no, es mejor que no me subestimes. —Apartó de un golpe la mano que posaba en su hombro.

En algún momento dejaron de bromear, ya no estaba ese tono sarcástico humorístico y ni la elocuencia de sus palabras. Ahora desprendía veneno con cada frase, y casi pudo sentir unos filosos colmillos clavarse en él cuando los ojos verdes de Loki destellaron desafiantes.

—Jamás te he subestimado. —Su rostro se contrajo de aflicción.

Loki por un momento sintió que sus defensas fluctuaron y rápidamente se aseguró de mantener su indiferencia y hostilidad tan altas como le fuera posible. Podía usar su magia, podía con cualquiera, pero hasta ahora nunca se había atrevido a intentarlo con el hijo de Odín. Tenía un miedo terrible a fallar y descubrir que era más débil. Aunque también había una buena parte de él que se negaba a hacerlo, porque quería enfrentar a Thor con sus propias manos y no con la influencia que ejercía sobre la mente de otros.

—Confías demasiado en tu fuerza, acaso —sonrió despectivamente—, ¿existe algo más impresionante para ti que tu reflejo en un espejo?

—Basta, Loki —pronunció su nombre con fuerza y por un breve instante fue capaz de percibir arrepentimiento en su semblante.

—Será mejor que te marches, no estoy de humor para jugar contigo —dijo por fin y se giró para contemplar lo que había afuera.

Todo era mejor que seguir observando el azul que perturbaba su alma, ya no estaba en condiciones para permitirse destruir más. Ya había sido suficiente.

[...]

Podía estar con Sif, Volstagg, Fandral y Hogun, quizá entrenando mientras presumían sus habilidades, o en alguna parte bebiendo y comiendo mientras mantenían una charla agradable y llena de camaradería. Pero él prefería mil veces cuando Loki estaba a su lado, su presencia le daba la sensación de estar completo, le gustaba su sentido del humor y como dejaba callados a todos con la inteligencia que poseía al hablar. Le gustaba cuando le acompañaba a los otros mundos, apreciaba su compañía y su destreza en combate. Y sobre todo, le gustaba cuando estaban solos, por eso, el mal término de su conversación le dejaba una sensación amarga.

Su hermano era muy importante para él. Nadie le conocía mejor. Podría viajar por todo Yggdrasil y sabía jamás encontraría a nadie que le entendiera como Loki lo hacía.

Al final decidió salir a buscarlo antes de que terminara el día, necesitaba asegurarse que todavía mantenían ese vínculo, no soportaría que por su orgullo se quebrara hasta ser imposible unir las piezas rotas.

[...]

El castillo estaba construido encima de una cordillera, montañas entrelazadas entre sí que formaban una cadena que permitía tan magnífica arquitectura. Dentro había un sinfín de pasillos, algunos quedaban suspendidos en el aire, otros parecían no llevar a ninguna parte, y Thor que estaba tan familiarizado, por ser su hogar y amar todo lo que ahí habitaba, se movía con facilidad en aquel laberinto.

Le buscó en los lugares que sospechaba podría estar, todos aquellos sitios donde estaban los instrumentos necesarios para estudiar su magia. No estaba ahí, y al final se dirigió al balcón más alto del castillo, le había encontrado allí un par de veces antes.

Subió los escalones de dos en dos con la paciencia en su límite y no le sorprendió verle ahí y mucho menos que estuviera justo observando el hueco de donde él salió. Le estaba esperando.

—¿Fue tu última opción? —preguntó con los brazos cruzados en el pecho, la oscuridad no le permitía ver más allá de su silueta.

—No —respondió con sinceridad, él podría buscar por todo Asgard de ser necesario.

—Algún día no será tan fácil encontrarme —le advirtió.

Era obvio. Lo percibió, como un conejo que alcanzó a vislumbrar por el rabillo del ojo y que por poco no nota. Loki había cambiado, aquello que tanto temió perder, ya lo había hecho y él no fue capaz de detenerlo.

—Existe un lugar en Svartalfheim que quizá te podría interesar, es el antiguo hogar de los Elfos Oscuros, ahora es un mundo abandonado —habló Thor aferrado a una última esperanza.

Loki recorrió la distancia que les separaba.

—No creo que Odín me permita ir ahí.

—Estoy seguro que conoces la forma de ir sin pasar por el Puente Bifrost.

—¿Cómo estás tan seguro? —Quería reírse de la confianza que emanaba y él odiaba.

—Después de padre, no hay hechicero más poderoso que tú.

Hubo algo que Loki notó a corta edad. Todos decidieron ignorarlo, eligieron no ver lo mucho que se esforzaba. Sus ojos se fijaron en Thor, a él le aplaudieron sus logros, alabaron sus hazañas y festejaron su grandeza. El rubio era como una luz, desde que nació alumbró cualquier camino que pisara y todos querían estar bajo el cobijo que les otorgaba esa brillante estrella.

Pero ahora sabía ese gran ser le estuvo mirando todo el tiempo, quizá era el único que lo hizo. Loki quería gritar que parara, que dejara la amabilidad para aquellos seres que le idolatraban. Él ya se había jurado demostrar que era capaz de tomar el control sin importar los medios, incluso si tenía que jugar sucio y deshacerse de Thor. No importaba nada, les demostraría a todos los que le dieron la espalda y que le hicieron sentir inferior, que ellos siempre fueron los equivocados.

—Bien, sé cómo llegar —admitió. Era hora de deshacerse por completo de todos los sentimientos que no le permitían avanzar—. ¿Quieres acompañarme?

Perdición. Aquello no era más que el camino más corto a la condena que ambos tendrían que enfrentar. Y se dirigían sin pensarlo.

Notas finales:

Puede parecer que todo avanza muy lento, y sí, quizá sí, pero necesito que así sea para no escribir una historia algo ilógica. ¡Mil gracias por leer, me animaría mucho leer su opinión!


 


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