El reloj marcaba las diez de la noche y Cas terminaba de darse una ducha caliente. Se vistió con ropas sueltas y salió del baño lanzando un suspiro de satisfacción.
A estas alturas, realizar las cosas mas simples eran una oportunidad para no desaprovechar; tomar una larga ducha o dormir más de dos horas seguidas era un agradecimiento en silencio.
Cas se ocupaba la mayor parte del tiempo en su pequeño Steve, el resto se dividía entre los quehaceres cotidianos y en Dean.
Se sentía tan afortunado de recibir el apoyo de Dean, además de su amor. Sin embargo, a veces se preguntaba como Dean sobrellevaba toda la situación. Si bien Cas no había vuelto al trabajo en la gasolinera, no podía decir lo mismo del hombre. Dean trabajaba en el hospital y en sus horas libres hacia lo posible para estar con el bebé y con él, dejando de lado el cansancio y sus propios problemas.
Caminó unos pasos hacia el cuarto y todas sus inquietudes se desvanecieron al ser golpeado por la visión que se encontraba frente a él.
Dean estaba acostado en la cama y acurrucaba a Steve contra su pecho mientras mantenían una conversación.
El bebé llevó sus manos enguantadas a su pequeña cara y lloriqueó por el movimiento de su cuerpo—Oye... sabes porque necesitas manoplas, no quieres tener otra vez rasguños en tu rostro—Dean empezó con un arrullo pero Steve aún se encontraba inquieto. Le tomaría un rato más para que se durmiera—. ¿Estas esperando a papá? bueno, amigo, papá necesita un poco de espacio... tú y yo estaremos bien.
Castiel se embebió con esa dulce escena por un tiempo hasta que Dean hizo contacto visual con él y susurró un «Hey» con una sonrisa. Con su mano libre, Dean levantó las mantas en una clara invitación que Cas aceptó sin dudarlo.
Una vez refugiado debajo de las mantas, fue envuelto por el calor de Dean. Ambos hombres observaron como el bebé bostezaba y de a poco su respiración se acompasaba hasta quedarse dormido.
—¿Cómo te sientes, Cas?
—Mejor. Más descansado.
Dean asintió.
—Es bueno escucharlo, porque creo que merecemos unos momentos a solas— comentó con voz juguetona.
Cas se sonrojó y de repente estaba nervioso. No es como si se hubiera vuelto tímido, ya había estado íntimamente con Dean durante su embarazo. Esa no era la cuestión. Es decir, su físico había cambiado y tal vez no creía que un hombre como Dean todavía lo deseaba.
Dean se levantó despacio, colocó suavemente a Steve en el moisés y besó su frente.
—Dulces sueños, amigo.
A su regreso, acercó a Cas en un abrazo y de inmediato sintió la tensión en su cuerpo.
—Oye... sin presiones. No haremos nada que no quieras, Cas.
En realidad quería, pero no sabía como expresarlo.
—Dean...
—Esta bien, baby—dijo con calma, mirando a Castiel—. Creo que deberíamos empezar de a poco, ¿no lo crees?— sus caras estaban tan cerca que ninguno se atrevió a moverse por unos segundos. Dean acunó su cara y Cas se apoyó en el toque.
Era como volver a conocerse en una nueva etapa. Ellos necesitaban alejar el miedo y las dudas para poder expresar el cariño que se tenían.
Castiel correspondió a todas las atenciones y decidió que también tomaría el relevo de las caricias. Humedeció sus labios antes de inclinarse y besar a Dean con todas las emociones que poseía.
Era padre de un hermoso y saludable niño.
Era amado y deseado por el hombre que le dio esperanzas entre tanta oscuridad.
Todo lo que necesitaba estaba aquí y es lo único que importaba.