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Like a Roller Coaster por Dxxte

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Notas del fanfic:

Una pequeña idea que nació de una canción, recuerdos y más canciones, pero canciones bien sad.

 

Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

El día está perfectamente soleado, por las calles transita un buen número de personas, atraídas por el buen clima del día, sin embargo el día no es del todo brillante para Dean, no cuando un sonriente chico de ojos azules aparece por la puerta de la cafetería donde habían tenido "su primera cita" semanas atrás. Cuando sus ojos se encuentran el joven sonríe y el corazón de Dean se encoge dolorosamente a cada paso que da hacia él.

— Hola, Dean.

— Hey... — Responde el rubio, esbozando una débil sonrisa.

— Entonces, ¿qué querías hablar? — El joven parece bastante ansioso, mirándolo fijamente con ese par de hermosos ojos azules. Dean se ve obligado a tragar un par de veces en un intento por deshacerse del nudo en su garganta, cosa que fue inútil.

— ¿Dean? — Él pregunta al no obtener respuesta. Dean respira profundamente y por primera vez desde que se vieran lo mira, desde ese desordenado cabello castaño, su ceño fruncido en expectación, ese brillo en sus ojos azules, su nariz, sus labios formando una pequeña mueca, esos labios que tantas veces había besado antes, su barba incipiente. Se obliga a apartar su mirada, no se atreve a decir lo que está a punto de decir viéndole directamente a la cara. Su labio inferior tiembla cuando su boca se abre para hablar.

— Tenemos que romper.

— ¿Qué? — Él parpadea, luce realmente confundido ahora, su ceño frunciéndose aún más.

— Estoy dejándote, Castiel, estoy terminando contigo.

Dean solo escucha un débil "¿qué" a modo de respuesta.

— ¿Dean? Yo no... realmente no lo entiendo, dijiste que me amabas.

— Y lo hago. — Su corazón se encoge un poco más, si es posible. — Maldición si lo hago, te amo como a nadie, es por eso que debemos terminar.

— En serio no lo entiendo. — La voz del joven sale temblorosa, Dean sujeta sus manos por debajo de la mesa en un intento por detener el temblor en ellas.

— No puedo estar contigo, Castiel, lo siento.

— ¿Por qué no? Dean. Mírame a la cara, Dean. — Exige Castiel, sin embargo Dean sigue negándose a verle, no cuando está tan cerca de realizar su cometido, de evitar que los dos salieran lastimados irremediablemente.

— Solo... me di cuenta de que luego de subir a esa montaña rusa y tener todas esas sensaciones, no quiero subir de nuevo, no cuando sé que hay tantas probabilidades de sufrir un accidente.

Cuando al fin se decide a alzar su mirada y observar a Castiel, él solo se encuentra mirándole fijamente, los ojos rojos a causa de las lágrimas contenidas. Finalmente sonríe y se levanta.

— Lucifer tenía razón. Eres un jodido desastre. Y un maldito cobarde.

Y entonces le ve alejarse, sin mirar atrás en ningún momento, y fue entonces cuando se dio cuenta de que el accidente había ocurrido, y que quien lo había provocado fue él mismo.

El recuerdo de aquel día llega a su memoria una y otra vez, su mente ha estado en cualquier parte menos donde debería, en algún momento se sorprende cantando en voz baja una estúpida canción que había escuchado en la radio hace un par de días atrás.

— " Invading every thought and every beat of your heart... Love can make you scream and it can leave you speechless ..."

                                                                                         ***

Dean cuenta por décima vez las manchas en el blanco techo de la habitación. Está tendido sobre su espalda en una cama que no es suya, en una habitación que no es suya, con un hombre apenas un poco mayor que él tendido a su lado con su mejilla contra su pecho mientras su dedo dibuja figuras amorfas sobre su piel. Cabe decir que el hombre no es suyo tampoco, por más que Dean quiere que lo sea. Dean cierra sus ojos y suspira profundamente, no sabe cómo deshacerse de la presión que siente en el centro del pecho ahora mismo, o más bien sí, pero no es lo suficientemente valiente para decirlo en voz alta delante de él.

Rompe el silencio un largo tiempo después, no se atreve a mirar en ningún momento los ojos del hombre con el que acaba de tener "una de las mejores noches de su vida" cuando al fin se decide a dar por terminado a aquel asunto que debió haber terminado apenas empezar.

— No podemos seguir con esto.

El hombre, Michael, se aparta y, apoyando una mano en el pecho del menor, se impulsa para medio incorporarse en la cama, los ojos clavados en la cara del rubio, él no lo mira.

— ¿Qué?

— No podemos. Tú ya tienes pareja, no puedes hacerle ésto.

— ¿Hacerle qué? — Michael frunce el ceño.

— Esto. — Repite Dean, haciendo un ligero gesto que abarca a la habitación entera, principalmente a ellos dos. — No puedes seguir acostándote conmigo.

— ¿Por qué no? Yo te quiero, Dean.

¿Entonces por qué estás con él? Quiso preguntar. En cambio muerde el interior de su mejilla para evitar decir algo de lo que va a arrepentirse luego y permanece en silencio un momento, Michael relaja su postura, su mano se desliza desde su pecho hacia su barbilla, sujetándola con delicadeza para que el rubio le mirara de una vez por todas y en el tono más suave que puede habla:

— ¿Tú me quieres, Dean?

El labio de Dean tiembla. ¿Que si lo quiere? Lo quiere, mucho, tanto que duele.

— Sí. — Responde en un débil susurro, su mirada rehuye la suya. La mano del moreno acaricia su mejilla con gentileza.

— ¿Entonces por qué quieres que dejemos de vernos?

El rubio guarda silencio, una vez más.

Mereces algo mejor que yo.

— Tú y él están bastante bien juntos, estoy seguro de que te hará muy feliz.

— No, Dean.

— Lo siento, Michael. Gracias por todo. — Dean se sienta en la cama y se estira para alcanzar sus pantalones. Siente un par de brazos rodear suavemente su cuerpo a la altura del pecho y la barbilla del moreno se encuentra poco después contra su hombro, su respiración le hace cosquillas al chocar contra su oreja.

— No vas a dejarme. No puedes. ¿Sabes por qué? — Sus dedos se deslizan hasta su abdomen, recorriendo la piel suavemente con sus yemas, erizándola, enviando miles de descargas eléctricas a su espina dorsal. —Porque me quieres.

—No. —Dean susurra, su respiración volviéndose un poco irregular con su posterior revelación.— Te amo.

El cuerpo de Michael se tensa detrás de él y sus manos caen a sus costados mientras las manos del rubio se dedican a atar los cordones de su calzado.

— ¿Qué dijiste?

— Te amo.— Repite Dean, la voz un poco más alta ahora. Cuando se levanta para encarar a Michael, el moreno está sentado en la cama mirando a su alrededor con la expresión perdida, sus labios ligeramente entreabiertos. — O al menos eso creo. Ya ni siquiera sé si realmente lo que siento es amor o agradecimiento por haber sido tan bueno conmigo.

— No es cierto... — Susurra el moreno, en voz muy baja, su expresión pasa del aturdimiento al más profundo dolor en menos de un segundo.

— ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué? Dean.— Los ojos del más bajo buscan con desesperación los suyos.

—Dean, ¿me amas? ¿por qué no me lo dijiste antes? Dios. —Sus manos recorren sus cabellos mientras relame sus labios, luce bastante nervioso y Dean está casi por completo seguro de que no escuchó la última parte, o tal vez sí lo hizo, pero simplemente lo ignoró. — Dios, si me lo hubieras dicho antes nada de ésto estaría pasando, tú y yo podríamos estar juntos ahora mismo, podríamos ser felices, podríamos...

— Michael, no. — Dice suavemente Dean mientras lo sujeta por los hombros con ambas manos, el moreno tiembla bajo su toque.

— ¿No lo sabes? Yo solo comencé una relación con él porque creí... creí que no me querías, es decir, ¿cómo alguien como tú podría fijarse en alguien como yo? Tú eras tan... perfecto. Inalcanzable, jamás creí que tú...

— No.— Repite Dean, negando con la cabeza.— No va a pasar.

— ¿Por qué no, Dean? ¿Por qué no? Nos amamos, ¿por qué no podemos estar juntos?

Porque eres un jodido egoísta que se la pasa mientiendo a todos para su propia conveniencia. Porque me cansé de ser tu juguete. Porque solo nos haríamos daño. Porque eventualmente te cansarás de mí, te darás cuenta de que no soy perfecto y me dejarás.

Porque tengo miedo.

Porque todo lo que amo al final me deja.

Su pulgar roza suavemente el labio inferior del hombre y éste cierra sus ojos un momento a la vez que una lágrima resbalaba por su mejilla.

— ¿Qué es lo que quieres, Dean? ¿Quieres que termine con Lucifer? De acuerdo, terminaré con él.

— No. No es necesario, eso no va a cambiar las cosas.

— ¿Por qué no?

Porque ya tomé una decisión. No importa lo que hagas, nada va a cambiar, Michael. Lo siento.

— Dean. — Él suplica, pero el rubio desliza su camiseta por su cabeza y toma su chaqueta, abandonando la habitación.

— Realmente lo siento.

                                                                                               ***

El humo se escapa de entre sus labios formando pequeñas nubecillas blancas cada vez que exhala por la boca para volver a poner el cigarrillo en ella poco después, inhalar y volver a llenarla de humo. El día está gris y el cielo amenaza con romper a llover en cualquier momento, la brisa agita apenas sus cortos cabellos rubios y le hace encogerse un poco dentro de su chaqueta, esa que apenas y abriga ahora pero no ha querido dejar de usar desde que Michael se la diera hace ya bastante tiempo. Golpea distraídamente con su dedo el delgado cilindro blanco para deshacerse de la larga extensión de la colilla que comenzaba a formarse. Está a punto de ser consumido por completo cuando un leve movimiento a su lado le indica que alguien se ha ubicado a su lado en la solitaria banqueta en que está sentado.

— ¿Qué tan solitario debes ser para venir a un parque a fumar un cigarrillo en un día como este?

La voz es pensativa, suave, y sin embargo bastante profunda, casi como la suya. Es la voz de un hombre.

El rubio deja caer el cigarrillo y lo aplasta con su pie para apagarlo, mirando a su alrededor como asegurándose de que estuviera hablándole a él y no a otra persona. La voz agrega un poco después, en un tono más amable:

— Soy Castiel.

Cuando Dean voltea se encuentra con un par de ojos azules — los más azules que jamás antes ha visto — y una pequeña sonrisa que a cualquiera le robaría el aliento, sin embargo no a él, está demasiado ocupado intentando olvidar, deshacerse del dolor como para caer nuevamente en algo como eso. El extraño — Castiel, se obliga a recordar — le está tendiendo la mano, él lo duda un momento antes de corresponder al gesto. Su mano es suave y cálida, sus dedos son largos y delgados, y se cierran con fuerza en torno a la suya mientras su sonrisa se ensancha un poco.

— Castiel. — Repite, saboreando el nombre en su boca, su voz sale ronca. Su mirada se desliza desde sus hermosos ojos azules hasta sus manos aún unidas antes de retirar la suya y responder.

— Dean.

— Es un gusto, Dean.— Le oye decir. Castiel vuelve a sonreír y repentinamente el día parece un poco menos gris para él.

— Entonces, ¿vas a contarme por qué prefieres estar aquí en silencio fumando un cigarrillo en vez de estar en casa metido en la cama? Porque, hombre, hace un frío de los mil demonios y de no ser porque se me acabó la comida no habría salido en todo el día.

Castiel frota sus manos para darse calor, aún cuando Dean cree que no lo necesitaba puesto su mano se sintió increíblemente cálida alrededor de la suya. El rubio se encoge de hombros y su mirada vuelve al frente, perdiéndose en algún punto del verde paisaje frente a él. No ve a Castiel hacer una mueca, pero le siente ponerse de pie unos segundos después y pronto lo tiene frente a él, cogiéndole del brazo para que se levantara y lo acompañara — aunque, prácticamente, le había arrastrado con él hacia unos columpios a unos metros. Cuando hubieron llegado Castiel lo libera y Dean se lamenta casi inmediatamente por la pérdida del agradable tacto de su mano en torno a su muñeca. Castiel se sienta en uno de los columpios, dándole la espalda, y luego gira su cabeza, viéndole por sobre su hombro con ese par de sorprendentes ojos azules.

— Empújame.

Dean duda, ¿estaba hablando en serio? Pero Castiel luce realmente serio, mirándole fijamente en espera de alguna reacción por parte del rubio. Entonces él vuelve su mirada hacia el frente y comienza a impulsarse con sus pies para balancearse de adelante hacia atrás, primero suavemente, pero cuando Dean pone sus manos en su espalda y empuja un par de veces, un poco más fuerte cada vez, él va ganando cada vez más altura y la pequeña sonrisa que se había formado en sus labios se amplía hasta dejar al descubierto su blanca dentadura. Dean se aparta hacia un costado y lo observa. Parece un niño, sus manos aferradas a las cadenas y sus ojos cerrados mientras sonríe, sus mejillas se habían puesto rojizas a causa del viento helado que da de lleno en su cara. Parece un niño, tan alegre, tan despreocupado, disfrutando de algo tan simple como balancearse en un columpio. Por un momento deseó ser él.

Cuando Dean se sienta en el columpio junto al suyo, Castiel abre sus ojos. Se sostienen la mirada mutuamente unos segundos antes de que Castiel aparte la vista para darse un último impulso y luego al llegar al punto más alto, y para la sorpresa de Dean, soltarse de las cadenas y saltar desde su asiento, aterrizando de manera poco elegante en el piso. Trastabilla aun poco y cuando logra estabilizarse ríe de manera ligera, aunque bastante alegre. Dean lo observa un momento y se pregunta si tanta felicidad es propia de un hombre de su edad, ¿o acaso solo es él el que estaba demasiado roto como para sentirse así? Exhala un suspiro profundo y reprime el impulso de llevar su mano hacia su bolsillo para coger otro cigarrillo. Se siente celoso por un momento de lo feliz que él se ve, ¿por qué él no podía lucir así? Tan despreocupado y alegre.

Tal vez solo se estaba poniendo viejo.

Tal vez el chico no había pasado ni la mitad de la mierda que él porque, ¿qué demonios podría pasarte que fuera tan malo a su edad?

Él parece bastante joven, Dean fácilmente le saca unos diez centímetros de altura, en su mentón apenas y se ve la sombra de una fina capa de vello que seguramente había olvidado afeitar en la mañana, sus ojos tienen ese brillo característico de la juventud y que en él había desaparecido hacía ya mucho. No puede tener más de 23 años, decide el rubio.

Como adivinando sus pensamientos, Castiel sonríe y se ubica de nuevo junto a él.

— Tengo 21.

— Oh. — Responde simplemente el más alto. Castiel lleva su mano hacia sus cabellos castaño oscuro y los acomoda un poco. Dean reprime el impulso de volver a alborotarlos con la suya.

— ¿Qué hay de ti?

— 29.

— 29. — Repite Castiel, asintiendo.— ¿Está bien si te hablo así, debería tratarte de "usted"? —Dice el moreno, Dean no sabe si está hablando en serio hasta que le escucha reír poco después, sacándole una pequeña sonrisa de forma involuntaria.

Castiel se pone de pie de un salto.

— Vamos por un café, hace bastante frío.

Y antes de que Dean pueda siquiera contestar, Castiel ya se encuentra alejándose en dirección a una cafetería no muy lejana del parque en que se hallan.

Dean no tiene otra opción que seguirlo.

 


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