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Muy, muy mala idea por Tanis

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Notas del fanfic:

 Lemon no apto para mentes sensibles.

 

 

 

 

Notas del capitulo:

Esto es lo que pasa cuando Hal Jordan, alias Linterna Verde, cree que es buena idea burlarse de Bruce Wayne.

Muy, muy mala idea, Hal.

 

 

No era la primera vez que lo hacía. Tenía un buen cuerpo, sabía moverlo y cada vez le pagaban más por ello. Además, el dinero le iba bien para llegar a fin de mes y para cambiarle el embrague a su moto, que empezaba a fallar.

 

Un poco de contoneo por aquí, algo de sobeteo por allá, alcohol gratis casi siempre, y con suerte acabaría la noche lujuriosa con alguna de sus compañeras de show o con alguna clienta, aunque por ello, no cobraría.

 

Él no era un prostituto, era simplemente un bailarín, aunque bailaba con poca ropa … está bien … bailaba desnudo.

 

Hoy  tocaba noche temática en el aeropuerto para una panda de ricos, a juzgar de lo que habían pagado por el espectáculo. Más del doble del sueldo habitual por menos de veinte minutos de mostrar el cuerpo a unos perfectos desconocidos a los que no volvería a ver. “Era pan comido”

 

No es que le entusiasmara el trabajo, pero últimamente, las horas como superhéroe y policía espacial acaparaban las suyas como humano trabajador que debe pagar las facturas para tener un techo bajo el que cobijarse.

 

Sonaba la música de Top Gun cuando un montón de señoritas con escasa ropa de azafata coparon la sala privada del restaurante. El piloto, que era él, salía bailando entre ellas. Ironías del destino, al menos el uniforme ya lo tenía, aunque tuvo que hacerle varias modificaciones para que fuera más fácil de extraer.

 

Nada más entrar, el homenajeado, que se sentaba en el centro de la ovalada mesa, se levantó. “No te escaparás” pensó el necio. Le agradaban los tímidos. Se apresuró a llegar hasta esa posición y lo sujetó por los hombros notando una extraordinaria resistencia a volver a ser sentado donde estaba. “¿Pero cuánto mide este tipo?” pensó el Linterna.

 

Finalmente, aquel hombre rico se dejó hacer y volvió a dejarse caer sobre su silla. Todos empezaron a aplaudir. Se había vuelto precisamente lo que deseaba, el foco de atención de todos los presentes que vitoreaban y se reían en un claro gesto de alabanza forzada a la mano que les daba de comer. Eso solo podía significar una cosa, más dólares en sus pantalones.

 

El piloto siguió con su labor, contoneando las caderas al ritmo de una música sensual y pegadiza que otros se animaban a bailar acompañados por las azafatas, las cuales habían perdido todas a la vez, la parte de arriba del uniforme. Casualidades de la vida.

 

Un par de mujeres entradas en años y cargadas de perlas sacaron sus billeteras y tímidamente al principio introdujeron los billetes en su cintura. Aquella iba a ser una gran noche. No eran de un dólar, eran de diez.

 

Hal se retiró la camisa y dejó ver su perfecto torso y abdominales definidas, que brillaban por el aceite que se había untado por todo aquel cuerpo pecaminoso que no pasó desapercibido a ojos de ninguno de los allí presentes, tanto hombres como féminas.

 

Pero Jordan sabía cual era el foco del dinero, aquel hombre al que solo le veía aquella espalda ancha y que se situaba frente a él. Le aflojó la corbata de seda que se enredaba en su cuello y coló sin pudor los dedos dentro de la camisa. Pronto sintió los pezones erectos y el poderoso pectoral de aquel enorme semental y mentiría si no pensó que tal vez, y solo tal vez, fuera con él con el que acabaría esta noche y no con una de las hermosas compañeras que lo acompañaban. Solo esperaba que su cara fuera a juego con todo lo demás.

 

Tuvo que esforzarse en separar la silla de la mesa con esa mole sentada encima. “Todos los ricos tienen tiempo para ir al gimnasio”, pensó. Cuando tuvo suficiente espacio, se sentó a horcajadas sobre el tipo y siguió contoneando su cadera con espasmódicos movimientos sensuales, arropado por el clamor de aquellas personas que coreaban al unísono – WAYNE, WAYNE, WAYNE .

 

“¿Wayne?”…. Pero …  ¿Qué mierda?

 

Se quitó la gorra y las gafas de sol de aviador y sus miradas se cruzaron furtivas. Puso los ojos como platos cuando lo reconoció.

 

-          ¿Wayne? – Exclamó petrificado, hasta su vello se puso de punta cuando empezó a notar el frío que emanaba de aquel corazón impenetrable.

-          ¿Jordan? – La sorpresa del mayor tampoco pudo disimularse, al igual que no podía encubrir su abultada entrepierna fruto de aquella danza sensual - ¿Qué demonios haces aquí? – Inquirió por lo bajo, para que no pudieran escucharles los demás

-          Pagarme el alquiler – Se sinceró el Linterna – No todos tenemos tu cuenta bancaria ¿Y tú?

-          Cena de Navidad de la empresa – Respondió escueto - ¿No es obvio?

 

Superado el susto inicial, que casi le había provocado un infarto a Hal, se percató de que Wayne estaba nervioso. Se le notaba incómodo. Era la primera vez que veía a Batman en ese estado. Ok, no era Batman, pero era Bruce Wayne, que venía a ser lo mismo, el que respiraba pesadamente bajo sus muslos. Pensó que estaría tan descolocado como él. Está bien, puede que no tanto, porque en esos momentos, creyó que sus latidos se escucharían por encima de la música y el griterío de aquella sala. Debía aprovechar esa oportunidad, la de devolverle cada soberbia palabra en la que llevó la razón, cada consejo con el que acabó acertando, cada improvisación que le echó en cara y con motivo. Porque, en la liga,  no había nadie más opuesto al murciélago que el Linterna Verde y esta ocasión no podía dejarla pasar.

 

Ese carácter indomable y rebelde era una de las más odiosas y adorables características personales de Hal Jordan.

 

-          Quítate de encima – Ordenó Wayne, revolviéndose en su asiento, siendo el blanco de todas las miradas de sus compañeros de empresa.

-          No – Negó Hal con una sonrisa burlona en los labios - ¿Quién ha sido un chico muyyyyy malooooo? – Se burló de él en voz alta para que todos pudieran escucharles. Sería la única vez que podría tomarle ventaja táctica, pues no delataría su verdadera personalidad.

 

El millonario se obligaba a sonreír para seguir con su coartada, para no echar por tierra la frívola vida que todos pensaban que llevaba, para mantener lejos de miradas inquisitivas a la criatura nocturna. Su más preciado tesoro. Uno, que según Jordan, debía permanecer enterrado en un cofre del fondo del mar.

 

Evitó mirarle a los ojos pues estaba seguro que éstos centelleaban de rabia por aquella intromisión que prácticamente no permitía a nadie, pues Bruce Wayne podía fingir ser muchas cosas, pero el contacto físico era algo de lo que huía tanto como Batman. Esa era una de las muchas cosas que compartía con el murciélago y que tanto le costaba esconder ante la gente. Jordan lo sabía. Wayne era un ermitaño de su cueva, un huraño ser que rehuía socializar con el mundo exterior con el que mantenía una eterna pugna y eso le resultaba gracioso a un ser tan extrovertido como a Hal. Más por desconocimiento que por el hecho en sí.

 

Jordan no se amedrentó con la mirada demoníaca de Wayne, una que hubiera fundido los polos del planeta. En vez de eso, disfrutó de cada instante, atesorándolo, sabiendo sin ninguna duda, que se arrepentiría después, cuando el murciélago y el caballero esmeralda se encontraran bajo el amparo de la intimidad. Pero lo que importaba en estos momentos eran el aquí y el ahora. Más tarde ya se lamentaría.

 

Siguió moviéndose, frotando sus muslos contra los de Wayne, sintiendo la dureza de Bruce contagiando sus pantalones, acariciando su torso plagado de cicatrices que solo él podía ver, mientras le desabrochaba los botones, entreteniéndose más de lo debido en la ardua tarea de desnudarle.

 

Se echó al suelo de rodillas y le quitó el cinturón al magnate.

 

Hal no quería llegar tan lejos, nunca quiso llegar hasta ese punto de no retorno y no sabía cómo salir de esa situación que él mismo había creado. Empezaba a sentirse arder por dentro y la entrepierna le quemaba. Estaba cachondo como no recordaba haber estado antes. No sabía si era por su propio papel interpretado o por tener a Batman sometido a sus deseos más bajos y oscuros, pero el morbo de saber lo que estaba a punto de hacer estaba a punto de hacerle perder el poco juicio que le quedaba.

 

Solo podía escuchar la música a todo volumen, el chocar de las copas cargadas de alcohol, las risas y los ánimos de aquellos perfectos desconocidos para que no se detuviera y cuya presencia era lo único que hacía que él no la bestia no quebrara todos los huesos de su cuerpo.

Quería parar, debía hacerlo, eso sobrepasaba hasta la más libidinosa de sus fantasías eróticas pero es que … no podía. No quería hacerlo, y Jordan era alguien que no luchaba contra sus instintos más básicos, solo se dejaba llevar por ellos.

 

Bruce llegó al límite de su tolerancia a la burla cuando los dedos de Hal se colaron dentro de su pantalón. Un límite que se encontraba muy abajo y que Jordan había sobrepasado con creces. El caballero oscuro le agarró de los castaños cabellos y tiró hacia atrás obligándolo a ponerse de pie y a mantener sus manos quietas.

 

Se levantó tras de él quedando patente la diferencia de altura entre ambos y le dio la vuelta, haciendo que la espalda del piloto quedara pegada al pecho del murciélago. Una vez lo tuvo donde quiso, las manos del héroe gótico fueron las que se deshicieron hábilmente de aquel pantalón de aviador cosido a velcro, que tan fácil resultaba de quitar.

 

Oh oh.

 

Mal asunto.

 

Hal empezó a sentir que era Batman y no Bruce Wayne el que lo tenía contra las cuerdas y eso no hizo más que alimentar su deseo carnal por él. Respiró con dificultad, casi jadeando, con el cuero cabelludo adolorido por tan salvaje tirón. Porque el caballero oscuro nunca había sido romántico ni sensual, porque aquello era precisamente lo que lo hacía tan pasional. No se había dado cuenta hasta hoy de que aquellos celos, de que aquellas miradas furtivas hacia su persona eran más que sana envidia.

 

Era deseo.

 

Deseo inconfesable e incontenible por lo que sabes que nunca será tuyo, y aún así, lo ansías con enfermiza obsesión.

 

-          ¿Pretendías reírte de mí? – Le susurró al oído, arrastrando las palabras con su voz áspera y grave, una que se notaba acostumbrada a hacer cumplir las amenazas proferidas  – Pues lamento decepcionarte.

 

Las manos del murciélago empezaron a descender por el cuerpo empapado en aceite del piloto, resbalando por sus abdominales, deleitándose con cada forma masculina, con cada curva forjada en mil y una batallas estelares y Hal se sintió caer en un abismo del que solo había oído hablar en los héroes más experimentados de OA.

 

“Esto no puede estar pasando”

 

Solo vestía un tanga que apenas cubría su miembro erecto y que se asomaba expectante, deseoso por más atenciones. Uno que se negaba a no sucumbir a la tensión sexual y violenta de aquel ocasional encuentro.

 

“No lo hará, no lo hará, no delante de toda esta gente…” pensó el Linterna, pero no hay cordura ni sentido común en las acciones de una bestia agraviada.

 

El murciélago coló sus afilados dedos dentro de la escasa prenda y empezó a masajearle el miembro mientras lamía el cuello estirado del Linterna que se dejaba caer sobre su pecho. Se derritió ante la saliva caliente y la lengua viperina, los labios carnosos y el aliento suave erizando todos los poros de su piel.

 

“¡Joder! Lo está haciendo”

 

Si no hacía algo para remediarlo se correría ante todos aquellos desconocidos de escaso sentido común nublado por el alcohol. Pero eso no era lo único que se nublaba. La vista de Hal empezaba a desvanecerse con el tambaleo de sus piernas incapaces de sostenerle por las hábiles manos de Bruce. El exótico y brusco vaivén del que sabe perfectamente cómo y dónde tocar.

 

Perdía su fuerza, sobre todo, su fuerza de voluntad, para mantenerse cuerdo, para no sucumbir a un juego del que había pensado tontamente que salía victorioso.

 

Batman, el mayor estratega, se había adueñado del tablero, como siempre hacía, porque no lo forzaba, porque así era él. Una leyenda viva en carne y hueso con una determinación que sobrepasaba a la más absoluta de las convicciones por más radical que fuera. Así era él, radical.

 

O blanco o negro.

 

O vencedor o vencido. Y todos sabían lo más que le sentaba la derrota a Batman, solo proporcional a la sangre derramada en batalla.

 

-          Por favor, Bruce – Sollozó – Por favor… - No deseaba aquello, pero sí. Sí lo hacía. Lo deseaba.

-          Por favor ¿qué? – La réplica surgía de las entrañas del mismísimo infierno, orgullosa y cruel.

 

Esa era la pregunta correcta, como todas las que él hacía. El murciélago nunca decía una palabra de más y cuando su boca se abría era para someter o para hacerte caer en la más profunda de tus reflexiones, o en este caso, en la más imprudente de las estupideces. Ni él mismo sabía si la súplica era para que prosiguiera o para que se detuviera.

 

-          Aquí no … - Respondió el Linterna, sorprendiéndose de su propia respuesta ambigua.

 

Le tiró aún más de pelo, obligándolo a apoyarse sobre su fuerte hombro y mirándolo a los ojos.

 

-          Ni aquí ni en ningún sitio – Masculló Batman, liberándolo de su mortífero abrazo.

 

Jordan cayó al suelo, totalmente derrotado.

 

O vencedores, o vencidos.

 

“Jodido Bruce Wayne”

 

Le lanzó un fajo de billetes de cien dólares.

 

-          Toma, para que te pagues el alquiler – Alzó la voz mientras todos aquellos hombres y mujeres estallaban en carcajadas – Te lo has ganado - Acto seguido, se despidió con la mano y desapareció cerrando la puerta tras de sí, seguido de varias muecas de fingido desengaño.

 

Estoica salida para un hombre sin escrúpulos.

 

“Te está bien empleado, Hal Jordan” pensó el Linterna para sí mismo.

 

Agarró sus pantalones y salió como alma que lleva el diablo de aquel inhóspito lugar, con un profundo dolor en los testículos, lamentándose de la peor de sus ocurrencias. Ya se lo advirtió su madre cuando era pequeño “No puedes esperar meter la mano entre los barrotes de la jaula, y que la bestia no te la arranque si la dejas”

 

Porque un animal salvaje, siempre será salvaje, al igual que Bruce Wayne, siempre será Batman, por mucha corbata y camisa que lleve.

 

 

-FIN-

Notas finales:

Notas de la autora:

 

A mí, personalmente me encanta Batman en todas sus facetas y adoro a Hal Jordan. Así que cuando vi la imagen de la portada, no me pude resistir.

 

¿Esperaban un final romántico?

 

¿De Batman?

 

Ja ja ja

 

-NO-

 

Igualmente, espero que les haya gustado. Háganme saber su opinión.

 


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