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Punto de Quiebre por minima

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Notas del capitulo: Ideas que se me ocurrieron en noche de insomnio y después de ver la película de Descendientes 2, pues como disney siempre hará las historias desde un punto mas infantil y suave, quise tratar de hacer algo mas oscuro, salio esto. Las ideas que se mezclaron en mi mente fue que los padres villanos no son los mejores progenitores, a veces tiene que pasar algo realmente traumatico para abrir los ojos, y si alguien leyó la primera novela que sacaron de Descendientes (a mi me dio curiosidad por saber mas de estos hijos de villanos) hay aparente forma de salir de la barrera sin ayuda exterior.
I
Esto no comenzó con la explosión y los gritos, tampoco con la liberación de los villanos y la isla en sí, no empezó después del felices por siempre pero sin este final no hubiera un comienzo, el punto decisivo empezó con un niño, un cuchillo y sangre.

Ahí podemos comenzar.

El ser humano tiene una increíble capacidad de adaptación, la adaptación es la clave de la supervivencia en muchos casos, y Carlos lo sabía.

Carlos era listo, quizás el más listo de la isla y con el potencial de ser el más brillante de todo Auradon y los reinos vecinos, algunos lo hubieran llamado genio o prodigio, pero nadie lo hacía, nadie alentaba al niño que podía reparar cualquier aparato descompuesto que llegara a la isla o que podía inventar cosas nuevas con partes aparentemente inservibles, rotas y oxidadas.

El mundo en el que creció el niño de cabellos blancos era cruel, era frio e indiferente con los débiles y el sufrimiento ajeno, las personas solo buscaban su propio beneficio y Carlos podía comprender eso desde una edad muy temprana. No tenía que ser un genio para saber aquello.

A pesar de ser débil, a pesar de ser demasiado asustadizo, a pesar de ser muy pequeño, Carlos supo adaptarse a su entorno. Podía ser rápido y ágil para huir, conocer cada rincón donde esconderse si era necesario, podía intercambiar sus conocimientos en tecnología para reparar casi cualquier cosa por comida o algo de ropa decente para él, tenía una mente tan brillante que casi nadie podía apreciar en ese poso de oscuridad que era su hogar y cárcel, su principal y más confiable arma y herramienta.

Pero aun así había cosas en que su mente, inteligencia e ingenio no lo podían ayudar, como su madre.

Cruella De Vil como todos los villanos había perdido mucho con su derrota, su imperio de la moda, su riqueza y lujos, su cordura entre muchas otras cosas, y como la mayoría en la isla ella no buscaba redención sino venganza por aquellos que la habían metido en ese asqueroso pedazo de tierra pútrido sin la capacidad de escapar, porque tenía que ser magia lo que mantenía encarcelados a todos ellos.

Si fuera una prisión normal ella podría maquinar planes, usar el soborno y la amenaza, usar sus influencias y escapar o ser legalmente libre para luego dar su golpe de venganza contra toda esa bola de pulguientos y babosos perros que solo tenían el potencial de ser un exquisito abrigo con la ayuda de su visión. Pero no, no hubo juicio, ni abogados, solo una tonta hada y magia y ahí despertó junto a toda la escoria de ese mundo. Al menos ella tenía su mansión, sus abrigos y su amado bebé, su adorado carro rojo.

Ella siempre fue una mujer irascible, en el mundo de los negocios tenías que ser mucho más dura que cualquier hombre, mucho más astuta que cualquier timador o ladrón, hubo quienes se acercaban a ella tratando de robarle sus ideas o fortuna, hubo quienes querían tener su favor para ser tan grandes como ella, pero pobre de aquel que hiciera irritar su temperamento porque ella no perdonaba ni olvidaba. Los 101 dálmatas encabezaban su lista de venganza, pero Anita y Roger la empataban también.

Con los años tanto odio e ira más el hecho de haber perdido contra unos malolientes y mugrosos perros fueron erosionando su cordura, despotricaba más contra el par de inútiles que eran sus secuaces, se aferraba a la vida que alguna vez tubo inconforme con las pobres imitaciones de lujos que había en la isla, un sótano de calderas rotas y tubos escupiendo vapor era un spa, una cochera con una tina llena de menjurjes extraños la peluquería, las botellas medio vacías de licores combinadas con otros productos de dudosa procedencia eran sus vinos y martinis, y la peor parte, un vástago que fue una molestia por nueve meses y medio en su vientre y una boca más que dar que comer, no gracias, lo convirtió mejor en su sirviente.

Pocos sabían que Cruella De Vil tenia familia antes de la isla, una prima que servía de asistente en su empresa y mucho menos famosa que la diva de las pieles, como su prima no se preocupaba mucho por el próximo ni le interesaba cuantos animales se debían sacrificar para un buen negocio, no existía remordimiento en eso, si así fuera desde su punto de vista los carniceros y ganaderos también debieron ser juzgados como a Cruella y a ella por matar animales sin remordimientos y criarlos solo para sacar beneficio de ellos, tal vez Carmen De Vil no estuvo presente activamente en el plan de los 101 dálmatas pero tenía conocimientos sobre este así como ayudo a localizar a los perros necesarios para el que posiblemente hubiera sido una pieza clave en la historia de la moda en un abrigo de manchas único, eso sumado al hecho que acepto a Cruella en su casa cuando se estaba escondiendo de las autoridades marcaron su sentencia.

Como Cruella ella hubiera maquinado un plan para escapar de la cárcel, quizás alegaría que fue intimidada y extorsionada por la más famosa de las De Vil para ayudarla en sus planes, después de todo el mundo conocía lo cruel que podía ser Cruella y las cosas que podía llegar a hacer para lograr sus objetivos, hubiera salido con cargos menores si lograba un trato con las autoridades por su cooperación seguramente, o al menos así pensaba ella que pudiera haber sido si todos los reinos no se hubieran juntado en una alianza masiva en los nuevos Estados Unidos de Auradon y tomado la decisión tan extrema de enviar a todos los villanos y sus secuaces, amargamente Carmen debía aceptar que ella entraba en esa patética categoría, a una isla salida de quien sabe dónde por medio de la magia.

Carmen fue testigo de cómo su prima iba convirtiéndose en la sombra de lo que una vez fue, se quedó en su mansión cuando no tenía a donde ir, no negaría que alguna vez la admiro pero cuando trato de usarla como sirvienta puso un alto rotundo a su relación. Ya había perdido todo por hacerle de secuas, no seguiría sufriéndola en su condena por lo que se mudó cuando pudo, quizás no era tan ruda o intimidante como Cruella pero si inteligente, se consiguió una casa abandonada, conoció a un tipo no muy elegante ni muy guapo pero sabía que en la relación ella mandaba, no hubo boda pero se entendía en toda la isla que eran pareja, y tuvieron a Diego, su hijo. Luego se enteró que Cruella estaba embarazada, y por primera vez en mucho tiempo pensó en su prima, y tuvo miedo por el niño.

Sabía que Cruella jamás quiso hijos, odiaba a los niños en realidad, por lo que le sorprendió que tuviera uno o que no se hubiera tratado de deshacer de este una vez se supo embarazada, pero tomando en cuenta que no había realmente ni hospitales, control de natalidad o suficientes medicinas, Cruella no pondría en riesgo su salud y si eso significaba dar a luz así lo haría, era más egoísmo propio que la necesidad de dejar descendencia o el anhelo de ser madre. Carmen la conocía muy bien, por años fue su mano derecha por algo.

Así que cuando nació el heredero de Cruella ella lo tomo y lo cuido el primer par de años, hasta que su madre biológica lo pidió de regreso para que comenzara a aprender a servirle como era debido, no por amor, no por cariño, no, quería un sirviente bien entrenado y estaba harta de sus secuaces inútiles y tener que encargarse de las tareas del hogar si era necesario. Por un momento pensó negarse, pero Carmen sabía que la ira de Cruella no tenía límites si le negabas algo, pudo haber salvado la vida del niño ese par de años, pero jamás de una vida con Cruella como su tutora.

Su consuelo era que desde el año noto que el niño era listo, aprendería rápido a vivir con Cruella, con suerte a ella la olvidaría, porque era mejor no tener esperanzas en esa isla, ya no regresaría por él, parte ella lo salvo no solo porque era familia o que era un bebé indefenso, sino porque creyó y guardo la esperanza que si hacia algo bueno haría que la gente de Auradon se compadecería de ella y la liberarían con su hijo y pareja, pero no fue así. Carlos debía olvidar las esperanzas.

Y así lo hiso, porque Carlos sabia adaptarse muy bien.

Aprendió a vivir temiéndole a su madre, a sus maltratos y mandatos, y lo más doloroso de todo su indiferencia, porque ella jamás le hablo con cariño, ni siquiera cuando era un bebé, ni jugo con él, y a veces olvidaba dejarle algo de tragar después de que terminaba sus tareas, y lo llamaba de muchas maneras por días enteros, perro, idiota, inútil, etc. Hasta que llegaba un punto en que creía que esos adjetivos eran parte de su nombre.

Jamás hiciera lo que hiciera, aunque limpiara la casa desde las tejas hasta el sótano, dejara inmaculado el coche rojo o cepillarla cuidadosamente sus abrigos de piel, serian suficiente para su madre o llegaría a satisfacerla.

Aun así no se regodeaba en su mala suerte, no había tiempo para eso si Cruella quería que todo se hiciera a su manera, además había cosas malas, de las malas que satisfacen a uno, en el caso de Carlos era su pequeño fuerte, sus inventos, Belzebu su gato negro, que no podía estar dentro de la casa o su madre quien sabe que haría con este, por eso había comenzado su pequeña casa de madera en un árbol, y luego llego Evie que no pensaba ni decía que era la peste o algo por el estilo, quien le dio su primera almohada la cual atesoraba, y la misión en busca del cetro de Malefica lo unió más con Mal y Jay, y era genial estar en un grupo con ellos, una alianza muy improbable pero efectiva en la isla.

Estar con ellos lo hacía sentir por momentos que lo que lo rodeaba no era ese vertedero de basura, que había más y podían hacer más que cualquiera de ellos por separado.

Pero en la isla los malos, aun los hijos de los malos, no tenían sus “felices por siempre”.

Cuando llego de la escuela escucho cosas caer y ser aventadas, sabía que seguramente era otro ataque de ira de su madre, últimamente los tenía más a menudo, planeaba ir a su habitación detrás del armario de abrigos de pieles y esperar a que se le pasara para luego salir y limpiar el desorden, pero entonces lo escucho, el maullido de un animal que podría reconocer donde fuera.

-¡Belcebú!- corrió a la sala donde ocurría el alboroto, ahí estaba su madre arrojando cosas con una mano y con un cuchillo en la otra.

Cruella estaba arrojando cuanta cosa pudiera al gato que huía de la loca mujer con el cuchillo en mano, el animal tenia buenos reflejos y era rápido pero era claro que cojeaba de una de sus patas traseras y al saltar o correr gotas de sangre eran dejadas en el camino.

-¡Mamá! ¿Qué pasa?- el ya familiar sentimiento de pánico empezó a recorrer sus venas, no quería realmente escuchar la respuesta a su pregunta pero ya había salido de su boca antes de que siquiera la hubiera terminado de pensar.

-Ese animal no deja de moverse, haz algo útil y atrápalo para que pueda apuñarlo-

-¡Mamá! Es Belcebú, conoces a Belcebú- el chico trato de razonar con su progenitora, recordarle que de quien estaban hablando era la mascota de su hijo, eso solo enfureció mas a la mujer en la habitación quien arrojo ahora un jarrón en dirección de su descendencia.

El jarrón fallo por unos centímetros de su cabeza pero las astillas del vidrio lograron cortar su mejilla.

-¡Me importa un cuerno como se llame! ¡Atrápalo ahora! Por fin esa bestia está lo suficientemente gordo y grande para servir para algo-

-¿Mamá?- hablo con un hilo de voz, no podía hablar en serio.

No podría estar insinuando que quisiera matar a su mascota para saber qué creación suya hecha de piel quisiera hacer, no a Belcebú que por años había sido la única compañía agradable en su vida, que no se burlaba de él o maltrataba, que a pesar de ser un gato muy elegante y a veces flojo le seguía aunque fuera a lo lejos cada vez que hacia uno de sus viajes por la ciudad a buscar piezas de sus inventos, su amigo.

-¿Qué estas esperando inútil?- rugió de nuevo su progenitora.

-¡NO!- por primera vez su voz sonó fuerte de la mansión Hell Hall y no de un grito de miedo o llanto, sino uno que se negaba quizás por primera vez en su vida a hacer algo que su madre quería.

-¡¿Qué dijiste?!-

-Dije que NO mamá, no dejare que mates a Belcebú- no era valentía, era coraje con el que hablaba, Belcebú era su gato, pero no solo eso, era su amigo, así como sabía que pudiera hacer cualquier cosa por Mal, Evie y Jay, él se enfrentaría a su madre para salvar a Belcebú.

Las facciones de Cruella pasaron por la sorpresa momentánea a la ira rabiosa haciendo aún más aterradores sus ojos chispeantes de locura y sus facciones similares a una bestia rabiosa, nadie le negaba algo y se salía con la suya, ni siquiera su hijo.

-¿Cómo te atreves? ¡¿Cómo te atreves?!- con un par de zancadas demasiado rápidas y agiles para alguien que camina con zapatillas de tacón de aguja Cruella se abalanzo hacia su hijo alzando el cuchillo ya ensangrentado con la sangre de su gato.

Fue demasiado rápido y sorprendente para Carlos, había recibido insultos, golpes, patadas, incluso quemaduras de cigarros si su madre tenía la suerte de conseguir media cajetilla de estos, pero esto superaba cualquiera de los abusos de su madre. No sintió dolor, no al principio, pero cuando vio el cuchillo alzarse de nuevo empapado de más sangre, su sangre y el entumecimiento y ardor en su hombro izquierdo supo que le había apuñalado.

-Eres un inútil, no puedes seguir una simple orden-

Cruella era más alta que él, su peso y fuerza lo hiso que callera al suelo.

-Un desperdicio, ni si quiera un decente villano-

Sus cabellos siempre despeinados parecían un arbusto espinoso bajo la poca luz de la habitación, sus labios rojos sangre hacían una horrenda mueca al hablar.

-Las bestias solo sirven para una cosa, estar muertas y si su piel es lo suficientemente decente se usan para prendas-

No era tan fuerte como Jay u otros chicos de la isla pero logro detener con sus brazos el brazo de su madre que contenía el cuchillo, estaba tan aterrado en esos momentos.

-Piel, piel como… manchas elegantes en un fondo blanco… o pecas…-

La ira había consumido gran parte de la cordura de Cruella a lo largo de esos años, sus ataques de furia solo empeoraban las cosas hasta estar en un episodio psicótico. Especialmente cuando empezaba a pensar en animales y sus pieles, tantos abrigos y prendas que pudieran extender su amada colección, pero había tan pocas opciones en la isla.

Manchas… manchas… manchas… pecas… manchas… manchas… pecas… manchas… pecas… manchas…

Entre más lo pensaba más tenia lógica.

-Si… Si…. Por fin servirás para algo decente, por fin servirán esos nueve meses en que tuve que soportarte cargando en mi vientre. Por fin servirás de algo, valió la pena decidir no abortarte arriesgando mi salud y tenerte en su lugar por fin jajajajaja tu piel se vería hermoso en unos guantes jajajajajaja-

Algo se rompió, o más bien algo termino de romperse dentro de él, por años se engañó a si mismo pensando que una pequeña y mísera parte, al menos una migaja de los pensamientos y afectos de Cruella eran para él. Pero no era así, nunca lo seria, él fue un error, muchos niños en la isla lo eran, un error que por alguna u otra razón conservo Cruella.

Y contra todo pronóstico había sobrevivido todos esos años, se había adaptado al ambiente hostil de la isla, a la crueldad de sus habitantes, a la locura de su madre, pero ya no más, ya no podía más.

Carlos no fue a la escuela el día siguiente, lo cual no era extraño en la isla, muchos jóvenes se saltaban las clases, pero estábamos hablando de Carlos, que veía como un escape de su hogar unas horas estar en esas lúgubres paredes de catacumbas que eran la escuela de la isla, enterrando su nariz entre libros viejos y polvorientos y escuchando cosas como ciencias y mecánica atentamente como si fueran las cosas más interesantes del mundo.

¿Qué había pasado con el chico De Vil? Es lo que se preguntaron tres cabezas en toda la escuela.

No era preocupación, era cuestión de intereses, era parte de su pandilla de cuatro, los villanos no se preocupan por otros, es lo que decían sus padres y maestros.

Al termino de las clases normalmente pasearían por la ciudad haciendo estragos, pero ese día la reina malvada había conseguido un nuevo suministro de maquillaje e Evie debía ir a casa a practicar por enésima vez colocarse el maquillaje y conseguir la mejor presentación en su rostro con el nuevo producto adquirido, a pesar que no había realmente marcas o productos desconocidos para la hija de la villana del cuento de Blancanieves en las cosas que había conseguido su madre ese día. Mal en su caso debía hacer encargos de su madre, normalmente lo haría con ellos a su lado pero dijo que no era necesario que Jay la acompañara ese día, lo cual interpretando lo que no dice, lo cual muchos eran expertos en esa isla en hacer, era que a él le tocaba ir a ver que rayos le había pasado al menor de ellos.

No era la cosa más tediosa o insufrible que podría llegar a hacer ese día así que no se quejó… mucho, después de todo ir a Hell Hall, la casa de Cruella era el riesgo de encontrarse con la loca dama de abrigos de piel.

Algunos dirán que Cruella simplemente era una chiflada que no dejaba de hablar de perros y pieles, pero una vez que te cruzas en su camino sabes porque es una de las villanas más temidas en la isla. Claro que estaba chiflada, pero por eso mismo era tan peligrosa, jamás podías saber que se puede esperar de alguien loco. Tal vez una rabieta, gritos en la cara, o una buena patada con sus filosos tacones de aguja.

Toco la puerta, normalmente si Carlos estaba adentro le abriría, a menos que estuviera encerrado en el armario de los abrigos cepillando las amadas prendas de su madre, que suponía que era por eso que había faltado a la escuela el joven De Vil. Cruella podía ser mucho más exigente con las tareas y caprichos que le asignaba a su hijo a cumplir, y si ella quería que todos sus abrigos estuvieran bien peinados y cuidados a pesar que Carlos ya hubiera realizado esa misma tarea hace un par de días eso se haría sin chistar.

Con las habilidades adquiridas de años podría abrir la puerta o una ventana sin problemas, pero no fue necesario, la puerta no tenía seguro.

-Carlos, ¿estás ahí? ¿Tienes algo de comer en tu cocina?- paso por el marco de la puerta esperando a que Cruella saliera en cualquier momento, a veces la mujer se ausentaba todo el día para ir al dichoso Spa o a la peluquería, pero bien podría estar ahí para ladrarle directamente en la cara literalmente.

Siguió caminando y abrió un poco la puerta que llevaba al armario, pero más bien era un cuarto de buen tamaño para los abrigos de la villana esperando encontrar al chico adentro, pero no fue así. Camino un poco más, ya que estaba ahí podría tomar algo de comida pensó, pero antes de llegar a la cocina había otra puerta, una abierta que daba a una sala si no mal recordaba y en el piso le vio.

Cuando Jay lo encontró estaba cubierto de sangre con su gato en su regazo lamiendo las manchas rojas de su piel, se le helo la sangre al ver a Carlos de esa manera.

-¡Carlos! ¡Carlos muévete! ¡Despierta por favor! ¡Por favor! ¡No me hagas esto! ¡Despierta!- callo de rodillas y empezó a sacudir el cuerpo del menor entrando en pánico.

Esto no podía estar pasando, simplemente no podía estar pasando.

No era ajeno a la muerte, incluso en la isla ocurrían, un ebrio que tropieza mal y se rompe el cuello, o una riña entre personas que se sale de control y alguien pierde su vida, una mujer de piel morena que yace sobre un tapete detrás de una tienda, demasiado débil y enferma, sin medicinas para curarla, duerme y al día siguiente no despierta.

Pero este era Carlos, demasiado joven, algo torpe, hacia cosas raras y asombrosas con piezas de basura, le tenía un enorme pavor a los perros, cortesía por parte de su desquiciada madre, que podia tener sonrisas timidas y pequeñas, pero tambien unas grandes y demasiado brillantes para ser alguien nacido en la isla.

Los ojos se abren y un quejido sale de sus labios pintados de rojo sangre, algo le sigue moviendo violentamente y por un momento aterrador piensa que es su madre, pero su madre no tiene los cabellos largos y oscuros, ni la piel morena o se atrevería a utilizar un gorro rojo en sus cabellos rebeldes como matorral de espinas.

-¿Jay?- la garganta la siente seca y con un desagradable sabor en la boca, se siente entumecido y débil así como un dolor desagradable en su hombro le molesta.

-Oh por todos los infiernos, nunca me vuelvas a asustar de esta manera- abraza al más joven atrayéndolo a su cuerpo.

Por un momento atroz pensó que no volvería a escuchar la voz de Carlos pronunciar su nombre o cualquier otra palabra, que no vería al chico saltar en los tejados de las pobres viviendas de la isla, que jamás vería el ceño fruncido en sus momentos de concentración mientras trataba de inventar algo o arreglar una máquina que no parecía tener solución.

-¿Quién te hiso eso?- después del miedo llega la rabia, quiere saber quién se atrevió a dañar a Carlos, despedazarlo miembro por miembro hasta que no quede nada.

Nadie debería haberle hecho esto a Carlos.

El de cabellos blancos parpadea un poco y los recuerdos regresan, no puede evitar temblar en los brazos del mayor cuando recuerda los ojos de Cruella en su punto más alto de locura con cuchillo en mano y palabras tan hirientes como el arma que portaba.

-Mi madre- logra susurrar mientras trata de recordar lo último que paso antes de caer inconsciente.

-¡Esa bruja!- Jay gruñe detestando aún más a esa vieja mujer si es que se podía, por tratar a Carlos como un esclavo, por a veces ni reconocerlo como su hijo, por asustarlo con ladridos e historias de perros infernales que podrían comerlo en un par de bocados.

-Jay… creo que la mate- susurra el menor mientras no deja de temblar, recuerda el forcejeo, el miedo, las náuseas y la rabia al tener que luchar por su propia vida, luego todo se pintó de rojo y hubo oscuridad.

-¿Qué?- el moreno debió escuchar mal, porque Carlos apenas sabe defenderse, además le aterra su madre hasta el punto del pánico.

-Mira-

Carlos se separa un poco de él y extiende su brazo para señalar una esquina alejada de la habitación, una esquina donde un rastro de sangre se extiende y termina tan abundante como el que baña a Carlos, ahí sentada como un muñeco roto esta Cruella, parece que se arrastró después de recibir la herida fatal en su garganta, quizás un reflejo para alejarse del peligro en su cerebro demente o una forma de buscar ayuda, quien sabe, lo único cierto es que Cruella ya no respira, no se mueve y sus ropas y abrigo de piel se tiñen del rojo de su sangre.

Debías adaptarte para sobrevivir, y cuando no podías debías tratar de cambiar tu entorno para hacerlo. Eliminar las amenazas es otra manera de sobrevivir.
Notas finales:

¿Qué les parecio?


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