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Una Eva y tres patanes por Charly D

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Las diez y media de la mañana y sigo en el cubículo esperando que me pasen los datos que necesito, tamborileo los dedos en el escritorio por la impaciencia que estoy experimentando. Me molesta hacer el trabajo de campo, odio ir tras las personas como si no tuviera nada mejor que hacer, ¿Será que mi poco sensible jefa no ve en mí algo más que un esclavo? Esa mujer yo creo que debe ser la reencarnación de Hitler o de algún tirano como esos.

 

--¿Quieres dejar de pegar los dedos a la mesa? Ese sonidito es desesperante – ahora y como si no tuviera suficiente con mi espera desesperada mi amigo y compañero de oficina, Joseph, quien en realidad se llama José Guadalupe, nombre que odia y por eso ha instado a todos a llamarle ‘Joseph’, me molesta.

--No quiero, llevo una hora esperando a que Sylvia me pase los datos de los clientes que tengo que visitar – suspiro cansado, esa horrible mujer me hizo llegar a las a las ocho de la madrugada, no me dio tiempo de desayunar, y menos el permiso de ir con mi amigo y compañero de oficina a echarme por lo menos un taco en los puestos callejeros de afuera.

--Ya sabes que así es esa tipa, solo disfruta molestando a los que estamos por debajo de la cadena alimenticia, somos simples asalariados con los cuales se desquita por no tener acción nocturna asquerosamente sucia – nuevamente me habla mi colega, él es un chico bastante despierto, tiene una forma de ser muy peculiar, digamos que tiene ciertos amaneramientos que hacen dudar de él, a parte de su cabello medio cobrizo el cual se pintó hace un par de semanas. Luego de decirme aquello me dedica una mirada de lástima.

--¿Qué yo no qué Joseph? – y es entonces que el terror se hizo presente, pues nos dimos cuenta qué era lo que había detrás de la espalda de ese descuidado pelicobrizo que tengo por compañero.

--¡Ah!… este… Hola Sylvia – sonríe sabiendo que la tirana lo escucho – ¿Bonito día no?

--Supongo que es bonito porque a las que no tenemos acción nocturna asquerosamente sucia somos mujeres decentes y no andamos como ciertas pasivas que se tiñen las canas de colores extraños – ¡Y ya van a empezar! soplo algo cansado, tengo hambre, enojo y ahora tengo que aguantar lo que viene.

-- Si lo dices por mí, yo no soy pasiva – debate él con mucha molestia.

--¡Ay por favor! Todos en esta oficina sabemos que te va tener falos por atrás – responde ella.

--¡Coño! Que no soy pasivo – se levanta de su asiento para mostrar aún más su irritación.

--¡Ay tú! Entonces tus pantaloncitos ajustados, tus maneritas, tu pielecita blanca como la leche y que te la pases hablando de hombres barbones y fornidos no te hacen pasiva, te hacen un macho activo y súper masculino ¿No? – para estos instantes, y con lo observador que soy, noto que la jefa lleva una carpeta en las manos.

--Este… Hey… chicos…– ambos se miran con odio y con mi comentario logro que su odio sea para mí.

--¡¿Qué quieres?! – me gritan ambos, solo cierro los ojos esperando lentamente cualquier golpe o botellazo en la cabeza.

--Bueno, es que llevo un buen rato esperando los datos de los negocios que debo visitar hoy y también mi gafete nuevo – la contadora Sylvia Jiménez me mira por encima de sus lentes y me alcanza la carpeta que llevaba consigo.

--Ten – la deja caer pesadamente sobre mi lugar mientras me mira y me habla lo más amenazadoramente posible – Más te vale no causar problemas hoy, y no se te ocurra ponerte a ligar como la pasiva de tu amiga – me dice seriamente mientras yo la miro con miedo.

--¡Joder! Que no soy pasivo – escuchamos la voz irritada de Joseph.

--¡Ay cállate! – la jefa le gritó mientras lo miró unos segundos y volvió a mí – Son tres, cada uno pidió un paquete de publicidad diferente pues son negocios distintos, esos paquetes te vas a encargar de dejar claro que son los mejores que pueden encontrar en el mercado, y te lo advierto, no regreses si no traes esos contratos firmados – me dice seriamente y de inmediato me arroja mi gafete nuevo a la cara, por fin, luego de muchos conflictos tengo mi identificador nuevo, ya corrigieron mi nomb… aguarden… ¡No! ¡Otra vez no!

--Ehm… Sylvia, mi gafete está mal – le digo para detenerla justo cuando va entrando a su oficina o como los demás le llamamos: a su guarida llena de cheques, planeaciones y café.

--¿Mal? – para esto el chismoso de Joseph se había levantado de su cubículo y me lo había quitado para ver dónde estaba el error.

--¡Ay no puede ser! – Soltó la carcajada, se estaba poniendo rojo de la risa y yo rojo de la ira – Te la volvió a aplicar – siguió burlándose de ese terrible segundo error, porque ya antes se habían equivocado y por eso se suponía lo volverían a hacer, pero esta vez lo harían bien.

--A ver – la mujer le arrebató el identificador a mi amigo de las manos – A ver pasivita, si no tienes algo que hacer regresa a tu lugar que aquí no hay penes apetecibles para ti – le dice mientras ve mi personalizador.

--¡Qué no soy pasivo! – gritó molesto, odia que le digan así aunque hasta yo lo he pensado.

--Negar que eres pasivo es de pasivos – le contestó y luego me miró a mí – ¿Dónde está el error? No lo veo por ningún lado.

--Me pusieron Eva Noriega, aquí abajo – le señalo el nombre debajo de mi foto – Y yo me llamo Evan Noriega – le expliqué, por accidente el día que me presenté para solicitar el trabajo en “Expresiones, Comerciales” puse en mi hoja de vida “Eva Noriega”, me comí la N y como de entrada creyeron que era mujer me dieron el puesto sin ni siquiera entrevistarme, luego como ya no pudieron echarme me quedé.

--Ajá ¿Eso es? – me pregunta y asiento – Mijito, ni que fuera tan grave, Eva, Evan, da lo mismo suena a gay, no te preocupes y vete a trabajar – me devuelve el gafete y se gira para por fin entrar a su cueva.

--¡Pero no puedo irme así! Yo me llamo Evan no Eva, ni loco iré con ese identificador mal hecho, es mi última palabra – con el poco valor que me caracteriza le dije seriamente, entonces ella volvió su cuerpo hacia a mí mientras en su rostro se notaba que alzaba la ceja derecha, supe en ese mismo instante que algo no tan bueno vendría.

-¿Así que no vas a ir? Bueno – me hablaba con una dulce voz que nunca le había escuchado – Sería una lástima que la contadora, la que entrega los cheques cada quincena accidentalmente traspapelara uno de un chico con nombre de mujer y que su pago se retrasara otros, no sé, quince, veinte o treinta días – maldad pura son algunas mujeres, la prueba la tenía delante de mí con unos cuarenta kilos de más.

--Bueno, no dije que no iría, solo trataba de decir que por favor checara eso de mi gafete en lo que voy a visitar a los clientes – sonreí como mejor pude.

--Lo pensaré, ahora lárgate que te cité a las ocho para que fueras temprano a trabajar y mírate, son casi las once de la mañana y tú te la pasas de flojo intercambiando secretos de belleza con tu amiga la pasiva – y entonces desde un lugar alejado escuchamos.

--¡Que no soy pasiva! – el grito de Joseph creo que se escuchó hasta el puesto de tacos de Doña Tifo, que está en la otra cuadra.

-Sí, ya voy – le sonrío a la vieja tirana, ella me hizo esperar, pero no le diré nada porque quiero que me paguen puntualmente. La jefa camina a su oficina y se encierra en ella. Suspiro apesadumbrado y me dejo caer en mi silla, genial, visitar tres clientes en un día, nada mejor que eso.

--Vieja majadera… ¡Mira que decirme pasiva! ¿Qué le pasa? – se acerca cautelosamente mi amigo cerciorándose que efectivamente Sylvia se haya ido.

--Bueno, a decir verdad no es la primera vez que te lo dicen, acuérdate que tu amiga Anaís te dice así y otra cosa rara – me quedo pensando unos segundos pero no logro recordarlo – ¿Cómo es que te dice? Truco, truque.

--Uke, esa estúpida me dice uke – se sopla en la cara haciendo que su mechón de cabello cobrizo se haga hacia un lado.

--¿Y qué es eso? – esos dos cuando se juntan hablan de una serie de cosas que difícilmente puedo entender, es como si tuvieran su propio idioma.

--Cosas que se inventa esa tonta, pero no le hagamos caso, a ver… ¿A quién le irás a presentar nuestros servicios? – me quitó la carpeta de las manos y yo mientras me puse la chaqueta para salir. En fin, mi nombre real y correcto, lo aclaro, es Evan Noriega, tengo 27 años, mido uno setenta y dos, soy medio llenito, no gordo, pero tengo carnita, digamos que mi cuerpo es el estándar ni gordo ni flaco, uso lentes porque desde siempre los he necesitado para leer y como debo mostrar contratos las letras chiquitas las debo tener bien claras aunque cuando puedo me los quito porque me hacen ver muy nerd, mis ojos son marrón y mi cabello oscuro. Soy un tipo muy simple pero con una suerte maldita desde siempre, creo que nací un viernes trece, rompí un espejo y un gato negro me pasó por debajo cuando era bebé – Un bufete, ¡Aburrido! Una tienda de deportes, ¡Más que aburrido! – Y pude notar como sus ojos brillaron al llegar al último expediente de mi carpeta de citas – ¿“Xperia”? – se preguntó sorprendido.

--A ver – me acerqué para ver qué era eso – ¿Es una tienda o algo así? – cuestioné con cierta curiosidad.

--¡Juro que si lo preguntaste enserio te patearé el trasero! ¿No sabes qué es Xperia? – negué con la cabeza, ¿Qué diablos era eso?

--No tengo ni la más remota idea, solo sé que tengo que ir a ese lugar el día de hoy.

--Uuuh – lanzó un leve chiflido – Pues no puedes ir – me dijo y entonces ya no comprendí de qué trataba el asunto.

--¿Por qué no puedo ir? – me sentía muy confundido.

--¡Porque te acompañaré! No te dejaré ir solito – me dijo muy contento y yo sonreí.

--¿Enserio? – me ilusioné con la idea, no quería ir solo, al menos yendo con él sería más ameno el trabajo.

--Pero ni loco a lo del bufete ese o a la tienda de deportes, paso por ti a tu casa en la noche para que vayamos a Xperia – me dice mientras aplaude sumamente emocionado.

--No Joseph, yo debo entregar estos contratos hoy antes de las tres que es mi horario de salida.

--No, pues ese lugar abre por las noches y sacrificadamente te acompañaré a trabajar, deberías estar agradecido – me dice mientras sonríe.

--¿Pero entonces qué es Xperia? ¿Y si Sylvia se enoja? – me asusta quedarme sin quincena.

--Tú no te apures, en la noche conocerás ese sitio y de la tirana yo me encargo, tu ve al bufete y a los deportes esos, que yo me encargo del resto… Chao – sonriente se fue a su lugar, creo que esto no será una buena idea… Debo revisar a quienes iré a ver hoy.

--Bufete González y asociados, ahí voy con… el abogado Adán Gregorio González – doy vuelta a la hoja y miro al siguiente: Xperia, Club Mix- ¿Qué es eso de mix? ¿Música tal vez? – Ahí es con… Adán Edilberto Murrieta – Y fui a la última página – Deportes Solís, me entrevistaré con… Adán Alejandro Solís – vaya, espero que esto sea fácil porque mi cuello depende de que ellos firmen mis contratos, ojalá no sea un día pesado… Ojalá…

 

 

 

CONTINUARÁ… 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¡Gracias por tu lectura!

 

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