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Caminos que se cruzan al final por DanyNeko

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Notas del capitulo:

Cielos

Hacía mucho que no escribia de mi adorado fandom

Estas mini-vacaciones se me hicieron más largas de lo que creí

Espero pronto volver a ponerme al día con el resto de mis fics, y traer nuevas creaciones ^^

Por lo pronto, Diiiiiiiisfrutenlo :3 

Él camina despacito que las prisas no son buenas
En su brazo dobladita, con cuidado la chaqueta
Luego pasa por la calle dónde los chavales juegan
Él también quiso ser niño pero le pilló la guerra.

Yami caminaba tranquilamente por las calles de Domino.

Acaba de regresar tras un torneo de Duelo de Monstruos en una zona cercana al Monte Fuji. Había estado allí mínimo una semana, pues incluían a gran cantidad de duelistas de todo Japón; además, no era un evento de Kaiba Corp., por lo que no se desarrolló tan rápidamente.

El tricolor iba cabizbajo por la acera, no miraba a nada más que al suelo, con las manos en los bolsillos y la mente en otra parte.

Risas y reclamos de voces infantiles lo sorprendieron sin razón aparente, pero desvió la mirada a un parque por donde pasaba y no pudo evitar renunciar a una sonrisa al ver a un pequeño grupo de niños reunidos, observando con emoción a dos de ellos, dueleando con los viejos discos que se usaban en Ciudad Batallas.

Sinceramente, Yami se sorprendió cuando el primer recuerdo que le llegó a la cabeza, viendo esa escena, fue de él y Yugi, un par de años atrás, cuando aún era un espíritu residente del rompecabezas milenario y ambos se pasaban la noche jugando en la habitación mental de Yugi de vez en cuando.

A decir verdad, pensaría que lo primero en llegar de sus recuerdos serían él y Mana jugando en el salón de hechizos de Mahad.

Una risilla se le escapó al pensar en eso.

Quizás era porque extrañaba a su Aibou.

 

Últimamente, él y Yugi se habían distanciado un poco, muy a su pesar.

El pequeño -bueno, ya no tan pequeño- de grandes ojos amatistas estaba a punto de graduarse del instituto y Yami comprendía que las clases consumían​ su tiempos más de lo usual, así que trataba de no molestarlo.

Aunque, y a pesar de que no le gustara pensar en ello- Yami sospechaba que el hecho de que hubiese aceptado salir con Tea, poco después de quedarse tras el duelo ceremonial, tenía mucho que ver en ello.

Soldadito marinero conociste a una sirena
De esas que dicen te quiero si ven la cartera llena
Escogiste a la más guapa y a la menos buena
Sin saber cómo ha venido te ha cogido la tormenta

 

Yugi le había jurado que no le afectaba, que Tea ya no era para él más que una buena amiga, que hacía tiempo había dejado de verla con la ilusión de ser algo más y Yami no pudo encontrar nada de duda en sus palabras, por lo que cedió a las insinuaciones de la castaña.

Las palabras novio y novia nunca tuvieron cabida entre ellos mientras estaban juntos, aunque todos los veían así.

Y a pesar de que Yami no podía negar que disfrutaba de las atenciones femeninas, realmente se sentía más interesado en disfrutar del mundo actual que de su relación con Tea cada que salían.

Quizás por eso mismo las cosas no parecieron ir bien durante mucho tiempo.

Tea parecía esperar más de él. Honestamente no podía comprender qué era lo que ella quería.

La palabra amor no cruzaba por su cabeza al estar con ella.

Era un tema que nunca en su vida se había parado a pensar así que no comprendía muy bien a la chica cuando se le apegaba al brazo, o se arrecostaba en su pecho y lo miraba con ojos brillantes… esperando… anhelando un par de palabras.

Unas que nunca salieron de la boca de Yami... sin importar cuantas veces lo besara, cuentas veces lo acariciara, cuántas veces lo mirará diciéndole cuando le quería, ni cuántas veces le entregara todo cuánto podía.

Él quería cruzar los mares y olvidar a su sirena
La verdad, no fue difícil cuando conoció a Mariela
Que tenía los ojos verdes y un negocio entre las piernas
Hay que ver que puntería, no te arrimas a una buena.

Las citas eran cada vez más tensas.

Yami incluso llegó a sentirse​más cómodo saliendo en grupo que ellos dos solos.

Las cosas no iban muy bien. Tea lo sabía, pero le dolía renunciar a él.

Había sido un enamoramiento tan profundo y arraigado lo que él ex-faraón le había hecho sentir que, egoístamente, quería mantenerlo y disfrutar de él cuanto pudiera.

Con Yugi ocupado en sus clases, Yami halló los torneos de duelos como una excusa perfecta para alejarse de Tea sin parecer hiriente o grosero.

Él y Yugi no se presentaban juntos en un mismo torneo, nunca, no les gustaba tener duelos el uno con el otro frente a un público.

Únicamente lo hacían solos, en la intimidad de una de sus habitaciones, meramente con motivos de entrenar y mejorar sus estrategias.


Ni había tensión ni nada parecido en ello.

Solo divertiste, pasando el tiempo con una persona muy especial.

Porque ellos siempre habían compartido un lazo único, algo diferente que nadie más era capaz de entender y en lo que nadie podía interferir.

O así lo sintió siempre Yami.

Volviendo a los torneos, alguna que otra vez la castaña le reclamó que casi no pasaban tiempo juntos, pero sus 'discusiones’ no iban muy allá.

Yami siempre permanecía sereno y ella terminaba cediendo.

A pesar de eso Yami empezaba a irritarse por ello, y solo Yugi era capaz de notarlo, pero al oji-amatista no le gustaba opinar respecto a su relación.

Hubo una ocasión, en un viaje a otro país por un torneo particularmente famoso dónde perdió el control de la situación.

Se encontró en una fiesta de bienvenida, con muchos invitados, comida y licor.

Y esa chica.

Era bonita, por lo poco que recordaba. Tenía ojos verdosos, piel dorada y cabellos castaños con luces rubias. Se le había acercado con una copa de vino en mano y varios halagos en la boca, sobre el único duelista que estaba al nivel del Rey de los juegos.

No sabía cómo había dejado que se le fuera la mano con los tragos, pero a la mañana siguiente al despertar solo, con dolor de cabeza y con marcas de labial en el torso y cuellos se prometió que no volvería a dejar que se le subiera el alcohol.

Soldadito marinero conociste a una sirena
De esas que dicen te quiero si ven la cartera llena.
Escogiste la más guapa y a la menos buena
Sin saber cómo ha venido te ha cogido la tormenta


Luego de eso, Yami aprendió a temer de la intuición femenina.
No estaba seguro de si Tea sabía algo o lo respecto a su desliz, pero tras regresar de ese torneo ella lo llamó para charlar.

Cortó con él, aun cuando no tenían un nombre establecido a su relación, lo cual también le causaba dolor. Le dijo que seguía firme en irse a estudiar danza a América y que se iría apenas celebraran la graduación, ya una academia había respondido a su solicitud de beca.

Yami solo pudo felicitarla respecto a este último tema, honestamente se sentía aliviado de dejar atrás aquella forzosa relación aunque no pudo evitar sentirse mal por la tristeza en los ojos azules de su… ¿amiga?

Sí, seguían siendo amigos.

Yugi trató de consolarlo cuando se lo contó, cosa que fue lo primero que hizo tras dejar a la castaña en su casa. Pero él se negó, no se sentía mal ni dolido… se sentía libre.

Aquella noche Yugi insistió en quedarse con él. Se quedaron hasta tarde viendo películas y comiendo bocadillos. Terminaron durmiendo en la misma cama y Yami por fin se sintió completamente feliz.

 

Habían pasado unas dos semanas desde esa noche.

A la mañana siguiente, el menor se levantó sobresaltado y definitivamente sonrojado de la cama de su yami, balbuceando algo que el otro no pudo comprender, pero que le hizo reír de ternura y atraerlo sin pensar en un abrazo, diciéndole lo feliz que estaba de poder volver a compartir con él.

Su Aibou siempre tenía la capacidad de hacerlo sentir bien.

A pesar de eso. No pudieron volver a tener un tiempo así, para ellos, en días.

La escuela ocupaba mucho al menor, por lo que Yami se encargaba de la tienda de juegos hasta que volvía a llegarles invitaciones para un nuevo torneo.

Yami salió de sus pensamientos cuando se dio cuenta de que estaba a tan solo una cuadra de casa. Suspiro el fresco aire otoñal y una pequeña sonrisa se deslizó por sus labios.

Tenía muchas ganas de ver a Yugi, abrazarlo y que este lo felicitara por ganar el torneo, como era usual.

Aunque esta vez lo había extrañado más de lo normal, había pensado mucho en el oji-amatista y muy poco en por qué ese repentino apego a él.

Tal vez fue por eso que se quedó pasmado al llegar a la esquina contraria y ver a Yugi afuera de la tienda, con una pequeña rubia a su lado, prendida de su brazo mientras un taxi esperaba por ella.

Rebecca, reconoció Yami, en medio del shock que estaba sintiendo 'inexplicablemente’.

Pero todo fue a peor cuando, la audaz rubia se empinó y le robo un beso a Yugi.

Sí.
Un beso en los labios.

El tricolor en cuestión se quedó pasmado, tieso como una roca y sin saber qué hacer. Si bien había aceptado ir a pasear con la chica, que estaba de visita unos días con su abuelo, nunca se esperó este giro de acontecimientos.

Se hizo para atrás cuando Rebecca se desanimó al notar que Yugi no le correspondía el beso, pero se dio ánimos internamente y le guiñó un ojo al oji-amatista antes de dirigirse al taxi que la esperaba.

Yami vio a Yugi que, sin poder decir una palabra a Rebecca, entró corriendo a la casa.
Mientras a él se le escapaba una lágrima, que bajó de su ojo derecho hasta el suelo que pisaba.

No se dio cuenta de ello, pero sí de la presión en su pecho.

Era horrible.

Después de un invierno malo, una mala primavera
Dime por qué estás buscando una lágrima en la arena

Fue corriendo tras Yugi sin pensar en más nada.

El abuelo no estaba en casa, por suerte.

Dejo la maleta junto a la puerta mientras se sacaba apresuradamente los zapatos y luego corrió escaleras arriba.

Yugi, en su carrera, había dejado la puerta de su habitación ​abierta.

Suspiró profundamente y entró, topándose con el menor tirando como tabla en su cama.

Se quedó un momento allí, mirándolo, no podía descifrar qué estaría pasando por su mente, solo sabía que quería estar allí para él.

Cerró la puerta con cuidado y lo notó tensarse, pero no se movió.

Caminó despacio hasta la cama y se sentó allí, todo con mucho cuidado, como si Yugi fuera a salir corriendo si él hacía un movimiento muy brusco.

Nada.

Llevó una mano a la cabellera tan similar a la suya luego de pensarlo unos segundos.

— ¿Estás bien, Aibou? —fue lo único que pudo decir.

Mou hitori no boku —a Yami le tembló todo. Hacía mucho que no escuchaba esa forma de llamarle de su compañero.

—Estoy aquí —susurró para él —si quieres hablar… o si simplemente no quieres estar solo… estoy aquí para lo que necesites, Yugi.

El menor levantó lentamente su torso de la cama, dando a Yami un vistazo de sus ojos húmedos y temblorosos. No, no estaba llorando, pero casi.

Y Yami sintió otro retorcijón en el pecho.
Hasta que Yugi se lanzó al mismo, exigiendo sin palabras un abrazo.

Uno que el mayor no tardó en ofrecerle.

Después de un invierno malo, una mala primavera
Dime por qué estás buscando una lágrima en la arena

Yugi se reconfortó en los brazos de su yami. En la seguridad, calidez y cariño que siempre le propinaban.
Un suave escalofrío subió por su espalda cuando los dedos del mayor se dedicaron a mimar su cabello y eso le sacó una sonrisa.

— ¿Lo viste? —murmuró el menor, con el rostro casi pegado al torso del oji-vino.

Yami frunció los labios —eh… algo —respondió dudoso. Aún a través de su playera sin el calor en las mejillas de su Aibou aumentar.

—Soy patético —murmuró.

—No es cierto —negó Yami, frunciendo el ceño —no digas eso, Yugi.

Hubo uno o dos minutos de silencio tenso entre ambos.

—…Yami.

—Entonces… ¿qué pasa con Rebecca?

—Me pidió que fuéramos a almorzar juntos y acepté… luego caminamos un rato por el parque mientras charlábamos —explicó —pero yo… nunca esperé que… —se mordió el labio inferior y se apegó más a Yami, empuñando las manos contra su pecho.

Yami apretó los dientes, sintiéndose súbita y sumamente molesto cuando la imagen de Rebecca besando a su pequeño compañero regresó a su mente.

— ¿Y tú? —bajó sus dedos ahora por la espalda de Yugi — ¿cómo te sentiste?

El oji-amatista se tensó ante su pregunta y empezó a negar con la cabeza —No sé… yo no… yo… ¡agh! —Yugi se irguió un poco y dejó caer su cabeza por completo contra el hombro de Yami. Eso, a pesar de la situación, le sacó una sonrisa a Yami; su Yugi era tan tierno sin apenas enterarse.

Espera, espera, espera… ¡¿Su Yugi?!

¿Qué. Le. Pasaba. Por. La. Cabeza?

—No… ¿no te gustó? —tanteó el mayor.

Yugi volvió a negar con la cabeza —no sentí… nada.

La expresión del otro se relajó entonces, y su manó libre subió a la mejilla de Yugi, trazándola con el índice —no puedes forzarte a sentir nada por nadie, Aibou. Las cosas son así, no te martirices por ello —trató de calmarlo, inclinando la cabeza para que su mentón reposara sobre el flequillo del menor — ¿necesitas que te anime, hikari? —dijo bromista, trayendo a colación aquella noche, hace dos semanas.

Yugi soltó una risilla, reconociéndolo también —solo te necesito a ti —soltó sin pensar, luego se puso nervioso al escuchar sus propias palabras, por lo que se sentó derecho, apartándose un poco del mayor —ah, qui-quise decir que quiero pa-pasar el rato contigo —por alguna razón eso tampoco le sonó del todo bien —m-me refiero a…

Las risas del mayor detuvieron los balbuceos de Yugi, provocando que sus mejillas se enrojecieran —claro que me quedaré contigo, yo también te extrañé Aibou —respondió, salvando a Yugi del vergonzoso momento en que él solito se estaba metiendo, este lo miró agradecido.

—Gracias, Yami.

El otro solo sacudió la cabeza ligeramente y llevó las manos hacia los hombros de Yugi para atraerlo de vuelta en un abrazo —siempre juntos, Aibou.

Después de un invierno malo, una mala primavera
Dime por qué estás buscando una lágrima en la arena

La tarde la pasaron jugando videojuegos en el salón, con refrescos y algunos muy bocadillos.

Más tarde, Yami logró convencer a Yugi para salir por un helado así que se dirigieron a una plaza cercana por dichos postres y se sentaron en una banca, cerca de la pequeña fuente que adornaba el sitio.
Ya empezaba a oscurecer y luces de diferente colores salían del suelo de la fuente, dándole un lindo aspecto.

—Dime ¿Cómo vas con las clases?

—Bien, ha sido dura pero en tan solo una semana seremos libres de los deberes y podremos concentrarnos en la graduación —exclamó el menor feliz, para luego llevarse la cucharilla con helado de chocolate a la boca.

—Me alegra oír esto, Yugi ¿y el discurso?

El estudiante se desinfló ante la mención del discurso de fin de curso que dejaron a su cargo —no tan bien.

Yami empujó su hombro contra el de Yugi —descuida, sé que puedes con ello —lo animó —y si puedo ayudarte con algo, solo dímelo.

Yugi sonrió para él —eso sería genial, gracias.

Yami solo le dedicó un guiño. El oji-amatista correspondió con una risilla.

—Por cierto —comentó luego de un minuto o dos, en el que intercambiaron algunas cucharadas para que pudieran probar el helado del contrario —Duke se ha empezado en hacerle a Tea una fiesta de despedida, creo que será dos días después de la graduación.

Yami asintió — ¿ya tiene claro cuando se va?

—Sí, una semana después —le informó —tuvo… algunos problemas con su madre pero dijo que entre más pronto se instalara en Nueva York, mejor. Creo que el calendario académico allí es diferente —comentó — ¿no han hablado?

—No mucho, últimamente —se encogió de hombros —lo usual, creo —Yugi lo miró con ligera incomodidad, Yami se dio cuenta —no me mires así, era obvio que aquello no iba a ningún lado, ella lo sabía, yo solo la dejé intentarlo —dijo más para sí, pero Yugi podía oírlo — ¿sabes algo? A veces me parecía que ella esperaba algo de mí.

Yugi le miró incrédulo —evidentemente —Yami lo miró atento, esperando que su compañero le respondiera esa profunda incógnita —ella quería que la amaras —explicó, como si no fuera obvio —nunca le dijiste que la amabas ¿cierto? —se mordió los labios luego de preguntar eso.

—No —respondió el otro muy seguro, luego frunció el ceño —nunca me había planteado realmente el tema del amor.

— ¿En serio?

—En serio… ni siquiera en mi otra vida —Yami miró la expresión entre asombrada y curiosa de su compañero — ¿cómo sabes que amas realmente a alguien?

Yugi se preguntó vagamente, mientras sus mejillas se acaloraban, en cómo la conversación había acabado por ese rumbo —pues… a esa persona le tienes siempre en mente —empezó, tratando de hallar las palabras —te preocupa su bienestar y su felicidad —miró su vaso ya vacío de helado —mmm, quieres ser quien provoque sus sonrisas y quien este a su lado en los momentos que más lo necesite —suspiró —evidentemente, quieres abrazarle y estar al lado de esa persona siempre que puedas… su-supongo que hay muchas cosas envueltas en el término amor… es algo que sientes y es complicado explicarlo con palabras.

Yami emitió un sonido pensativo —y tú… ¿has sentido eso con alguien? Porque me parece que lo explicas bien.

—E-es solo que… bueno, ya sabes… las películas, las historias, los poemas, las canciones… hoy en día puedes verlo por todas partes.

El de ojos rojizos notó que Yugi no respondió directamente a su pregunta —es curioso… —suspiró.

Yugi volteó a mirarlo — ¿qué cosa?

—Todas las cosas que describes, Yugi —pronunció despacio —las he sentido respecto a ti… desde hace mucho tiempo.

Los ojos del estudiante se ampliaron a la vez que sus mejillas se convertían en dos farolillos. Yami no apartó la mirada de él, no se mostraba avergonzado ni se reía en señal de broma.

Iba en serio.

—S-s-sí, bueno… Claro, n-nosotros siempre hemos tenido un gran lazo —empezó a decir apresurado el oji-amatista —pero, quiero decir, hay un punto límite entre… la amistad y el a-amor.

Yami no se inmutó ante el nerviosismo de su compañero —la intensidad de los sentimientos ¿no? Es lo que hace la diferencia —aclaró, cuando Yugi -en proceso de ser una cereza viviente- lo miró confuso.

—Ah. Sí, desde luego —Yugi iba a decir algo más, pero lo sorprendió la mano de Yami bajo su mentón y su rostro acercándose lentamente al suyo, como dándole tiempo de apartarse si así lo quería, pero el menor estaba paralizado.

Sus labios se encontraron, lentos, dudosos y con expectativa.

Yami acarició la barbilla de Yugi con su pulgar mientras rozaba suavemente su boca contra la del menor, nada que ver con besos que había compartido con otras personas, este era pura miel, caricias inocentes que exponían sentimientos.

Se separó de su aibou tras escasos segundos, que parecieron una eternidad. Yugi lo miraba estupefacto.

—Yami… ¿qué…?

—Dijiste que había un límite… entre la amistad y el amor —le respondió, habiéndose alejado tan solo milímetros de su boca —solo intento comprobar… ¿existe esa barrera entre nosotros, Aibou?

Y antes de que el menor pudiera decir algo al respecto, Yami lo atrajo en un nuevo beso.

Esta vez presionó más, quería borrar todo rastro de otra boca sobre la de Yugi y sobre la suya propia en ese beso, empezar de cero, juntos. Además, si quería que Yugi aceptara lo que había entre ambos tenía que demostrarle lo bien que podía sentirse ese tipo de caricias… siempre que fueran con la persona adecuada.

La mente de Yugi era poco menos que un lío. Yami lo había tomado totalmente por sorpresa.
Sentía que las mejillas le iban a estallar de un momento a otro, pero le sorprendió mucho más el tenue y gentil cosquilleo que se esparcía por su cuerpo, naciendo desde el punto justo en que sus labios hacían contacto.

Era tan diferente al roce plano y carente de reacciones que había experimentado más temprano ese mismo día.

¿Existía acaso un límite entre él y Yami?

¿Había alguna barrera en medio de ellos y sus sentimientos?

¿Algo que irrumpiera su lazo?

¿Qué era lo que le impedía decirle que a Yami que él era la única persona que podía pensar con su descripción?

Su vergüenza, su temor ¿cierto?
Era solo eso, entonces si Yami ya había dado un paso más allá de su miedo a no ser correspondido y arruinar su amistad ¿por qué había de seguir callando?

—No —respondió, lo más seguro que pudo, cuando se separaron para respirar. Yami ahora sí se movió lo suficiente para mirarlo a los ojos —no hay nada parecido entre tú y yo, mi yami.

Yami sonrió —No existe nada que se interponga entre nosotros, mi querido aibou —confirmó y volvió a reclamar sus labios.

 

¿Qué más daban Tea, Rebecca o cualquier desconocida?
Ellos estaban destinados desde el primer momento.
¿Qué importaba si, en el camino, se desviaron un poco?
Al final, sus caminos estaban entrelazados.

           

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias a todos lo que leyeron, un saludo enorme y un beso ^^/

Si alguien se acuerda de mi, porque sí, me desapareci un par de meses; no se preocupen, volveré a actualizar pronto (espero) solo me tomé unas mini-vacaciones para relajarme, escribir otras cosas, dibujar y refrescar ideas.

Os amo montones.

Ja ne~nya


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