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Querido príncipe. por Niche

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Notas del capitulo:

Hola a todos! Espero que disfruten de mi historia y me puedan dar sus comentarios, de si quieren más capítulos, apenas comencé este fanfic c:

Hace  muchos años cuando los reyes gobernaban pequeños pueblos, surgieron brujos que habitaban en varios reinos, sus  tiempos fueron pacíficos por poco tiempo hasta que un rey cansado de aquellos brujos los mandó a matar uno por uno. Luego de años ya solo quedaron pocos escondidos dentro de las montañas intentando escapar de aquel rey maligno que los odiaba.

Entonces ellos crearon la piedra maldita que cualquier hombre que la tocase tendría el poder sobre todos los reinos.

Guardaron esa hermosa piedra dentro de las cavernas de la muerte (así lo hacían llamar todos los que habían visto ese lugar y logrado salir con vida) muy arriba de una enorme montaña, se corrió el rumor que yacía allí aquella piedra maligna capaz de controlar todo reino con tan solo desearlo. Esto sin duda le levanto el interés a todo rey e incluso a los habitantes con una enorme codicia. Así que muchos reyes mandaron por ella y si era posible harían la guerra contra otros que se opusieran a dejarlos pasar.

Y así es como comenzó la guerra entre reinos, se mataban unos a otros por intentar llegar al poder, pero sin embargo cuando llegaban a esas cavernas les esperaba un terrible destino, sus almas eran absorbidas por un enorme agujero negro, pues esto era lo que debían pagar por su codicia hacía el poder. Solo alguien de buen corazón sería capaz de poder poseer la piedra.

Pasaron los años y poco a poco se fue desvaneciendo el interés por aquella piedra maligna que solo hizo que los reinos se pusieran en guerra, pues este fue el objetivo de aquellos brujos, con su tiempo pudieron lograr entrar a los reinos y vivir como personas normales, sin ser reconocidos más, aun que practicaban sus brujerías pero esto era en lugares donde nadie pudiera verlos.

100 AÑOS DESPUÉS…

Año de 1870.

Lugar: Hanabas, un pequeño reino pegado a unas enormes montañas.

-¡Príncipe Hiro!-talló su cabeza aquel chico preocupado-¿Dónde se pudo haber metido?

No muy lejos de él se encontraba él pequeño príncipe arriba de una de las enormes montañas que yacían en aquel pequeño reino de Hanabas. Hiro era muy travieso y se ocultaba siempre tratando de jugar con él.

-¡Kanon, encuéntrame!-soltó aquella risa de niño inocente.

Su piel blanca no se lograba distinguir mucho de aquella nieve color algodón, pues le era fácil ocultarse atrás de los arbustos sobre la nieve, sin embargo aquel cabello tan negro que tenía no lo ayudaba de mucho a la hora de querer camuflajearse entre aquella nieve tan fría y un poco áspera. Vestía con una capa color marrón, que le ayudaba a protegerse un poco del frío, sus botas de cuero gruesas, una camisa blanca de gala y unos pantaloncillos que fácilmente quedaban por debajo de las botas. Observaba sigilosamente todo lo de su alrededor con aquellos ojos grises que cambiaban de tono con esa nieve blanca.

Se escuchó un enorme golpe en la montaña que hizo resonar todo aquel pequeño reino.

-¿Kanon?-Preguntó el príncipe un poco asustado de ver como aquella enorme montaña había resonado tan fuerte-será mejor que vuelva, esto me está dando miedo-no lo pensó ni dos veces para irse.

-Hiro…-salió una hermosa vos de la montaña que llamaba a aquel pequeño.

Volteo a ver quién lo llamaba pues no había reconocido la voz, su corazón se comenzó a acelerar, era una reacción rara de parte de él, pues nunca antes había sentido eso. Siguió aquella hermosa voz que lo seguía llamando.

-Hiro… Hiro…-el sollozo se hacía cada vez más fuerte y con más rapidez se acercaba a él.

-¿Quién eres?-preguntó desconcertado volteando a todos lados intentando buscar a la mujer con vos cálida y calmada pero solo había unos cuantos pinos y arbustos llenos de nieve a su alrededor y no faltaban las ardillas correteando por allí.

-Hiro… ven…Hiro…-La voz de aquella mujer se comenzó a alejar.

-¡No te vayas, espera!-Caminaba lo más rápido que podía pues le era difícil con tanta nieve.

-Tienes que ir a la caverna Hiro… Encuéntrame allí… Por favor-aquella voz hermosa se desvaneció al soplar un poco fuerte el aire, que inclusive le hizo bloquear el viendo de sus ojos con una de sus manos.

-¿De qué hablas? ¿Quién eres?-Se detuvo sin poder continuar más haya.

Fue un extraño momento para él, ya que jamás había escuchado esa voz, sin embargo creyó conocerla o haberla escuchado alguna vez en su vida.

Un pequeño toque en su espalda lo sacó de transe y lo distrajo un poco de las mil cosas que pensaba en ese preciso instante.

Se dio media vuelta observando a su fiel caballero, podía ver que fácilmente le rebasaba por veinte cm, aquel cabello castaño resaltaba en su piel blanca y esos ojos marrón que le combinaban perfectamente, vestía una gabardina color negro, unas botas negras de cuero que le llegaban un poco más debajo de la rodilla, siempre cargaba su enorme espada en la cintura que le ayudaba a proteger al príncipe Hiro.

-Príncipe, ¿Qué haces aquí? Sabes que tu padre te tiene prohibido venir tan arriba. Sube-se inclinó frente a él para que subiera a su espalda.

Aquel chico fuerte lo podía sin esfuerzo, pues era más fuerte que aquel pequeño niño travieso de doce años que con trabajos podía un  saco de  papas

-Kanon, ¿Cómo murió mamá?-trago saliva haciendo aquella temible pregunta de nuevo.

-Ella era una mujer fuerte, murió poco tiempo después de tenerte-no dijo más.

-¿Por qué papá no tiene fotos de ella?-Nuevamente temió ante la respuesta de aquel joven con espada que hacía un pequeño ruido cada vez que daba un paso.

-Príncipe tu padre te lo ha explicado, además es historia de todo el reino-su paso se aceleró un poco, pues se notaba que no quería mantener la conversación más a flote.

-Nunca me dicen nada, pff-infló sus cachetes algo molesto e inconforme.

Una vez dentro del pueblo Kanon se detuvo y bajo a Hiro, se hincó frente a él como si fuera a pedirle matrimonio, tomo su mano y le sonrío.

-Príncipe tu madre te amaba y ella estuvo contigo hasta su último momento, esa es la verdadera historia-besó la frente en muestra de protección hacía el pequeño.

Hiro sonrió ya un poco conforme con la respuesta de aquel joven alto de ojos de color café con cabello castaño cobrizo.

NOCHE DE ESE MISMO DÍA.

Tocaron la puerta del cuarto de Hiro con delicadeza.

-Alteza, la cena ya está lista.

Su cuerpo se encontraba inmóvil, ya las ganas de comer con su padre eran menos, pues cada que pasaba el tiempo menos entendía las cosas que pasaban en el reino y en su propio palacio.

Como de costumbre bajo diez minutos tarde a la cena, solo acudieron él y su padre en una enorme mesa con diferentes platillos que podrían llenar a más de 5 personas y unos cuantos guardias alrededor de ellos incluyendo a Kanon.  El Rey lo esperaba con la barriga vacía pues sabía que su hijo siempre tardaba para bajar a cenar, talló su grande barba y no tan gorda barriga cuando vio a su hijo sentarse frente a él, en aquella enorme mesa que fácil cabían treinta personas.

-Padre, hoy escuché a mamá, me dijo que fuera a buscarla a la montaña-lo dijo de golpe antes de meterse un bocado a la boca.

El rey comenzó a toser, atragantándose un poco pues le había caído de sorpresa que dijera eso.

-¿Otra vez estuviste en la montaña, cuantas veces te eh dicho que te alejes de allí?-Se limpió la boca un poco molesto.

-Yo sé que mamá está viva, ella sigue allí, déjame ir a verla-su persistencia continúo.

-Escúchame bien Hiro, no quiero volver a saber que fuiste a esa montaña de nuevo-comió con algo de prisa luego de callar.

Para el príncipe era algo difícil obedecer las órdenes de un hombre mayor como su padre, pues creía que no comprendía lo que el sentía. Estaba en la etapa de no querer seguir ninguna orden y menos si venía de su padre.

Hiro se limitó a escuchar a aquel rey gruñón que con trabajos sonreía, golpeo la mesa con ambos puños un tanto molesto aquel niño, pues sentía que su padre no lo comprendía y que algo siempre le ocultaba.

~No soy un niño tonto, ¿Por qué me oculta todo?~ Lo pensó Hiro mientras se devoraba la comida algo molesto.

-¡Acabe!-gritó el pequeño levantándose de la mesa.

Corrió hacía su cuarto esquivando los guardias que se encontraban alrededor de la entrada del comedor. Apenas y había comido unos cuantos bocados, pero se notaba que tenía prisa por irse de ahí.

Él rey se sentía perplejo por el comportamiento de su único hijo y sin saber que más hacer se levantó de la mesa, con aquellos ojos cansados volteo a ver al caballero que había acompañado a su hijo aquella mañana en la montaña.

-Sígueme-se dirigió hacía el salón del trono.

-Sí, su majestad-lo siguió.

El rey estaba preocupado por su hijo pues la charla anteriormente no había sido del todo agradable para ambos y sabía porque era.

 Hiro nunca supo la verdadera historia del porque su mamá no está con él; unos dicen que murió, otros dicen que huyo ¿pero de que huyo? Esa era su duda, su sentir le decía que aún seguía viva y estaba esperando por él.

-Kanon, ¿Sabes por qué te hable no?-se sentó sobre su enorme trono, cubierto en oro y con piel de leopardo.

Kanon asentó con la cabeza, sabía que era lo que estaba pasando, el chico era como la mano derecha de él pues fue elegido para ser el caballero que protegería al príncipe y pasaría toda su vida a su lado, así que no le tendría más confianza a nadie que solo a él.

-Verás, Hiro se está comportando muy raro, dice que escucha a su madre y tu muy bien sabes que ella no se encuentra cerca de aquí, quiero que cuides de Hiro, Kanon a partir de hoy no lo dejaré salir más-apretó los puños un tanto molesto.

-Lo que ordene rey Taro-se inclinó frente a él en forma de respeto.

-Por nada del mundo dejes que se acerque a ese lugar, hay extraños rumores de que esa montaña esta maldita, un raro hechizo hizo que todos los reyes de hace más de cien años pelearán por un enorme tesoro que guardaba allí-talló su barba aun insatisfecho-esa montaña podría venirse abajo en cualquier momento, con mayor razón quiero a mi hijo lejos de ese lugar.

De un momento a otro un guardia entro por la enorme puerta del salón.

-¡Su majestad le ruego me disculpe por la interrupción!-hizo reverencia antes de continuar.

-¿Qué pasa, por qué has entrado así?-evito alterarse.

El hombre aquel le dio la noticia al rey lo más rápido que pudo hablar pues era de suma importancia para él.

Taro de manera rápida se levantó de aquel enorme trono haciendo sonar su cinturón que choco contra uno de sus botones de la camisa que llevaba puesta y de prisa fue corriendo al cuarto de su pequeño hijo para corroborar que definitivamente se había ido.

-¡¿Dónde está Hiro?!-Gritó el rey.

Su furia aumentaba a cada momento, pues el ver que aquel chiquillo había salido por la ventada de su habitación con tan solo unas sábanas amarradas, lo hizo desesperar más.

-¿Hace cuánto se dieron cuenta que no estaba?-Le preguntó al mismo hombre que había entrado de repente al salón del trono.

-Hace pocos minutos, la mucama entro para recoger la ropa sucia y el príncipe Hiro ya no estaba-bajó la mirada pues se sentía culpable de no haberlo cuidado bien.

Taro juntó a cincuenta hombres para que fuesen a buscar a su pequeño hijo, donde quiera que estuviese él sabía que lo más probable es que se había ido a la montaña.

-¡Encuéntrenlo!-Resonó aquella orden del rey en su palacio.

Sin más que agregar cada hombre tomo una antorcha y su espada para adentrarse en la montaña.


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