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Gotitas de lluvia en mi ventana por MissParnassus

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Notas del fanfic:

He comenzado esta historia sin saber por dónde me llevará; en mi mente sólo tengo una lejana experiencia personal que planeo explorar.

Notas del capitulo:

Hansel. Joven de estatura ligeramente superior al promedio. Cabello rojo y abundante, lentes de armazón negro metálico, ojos color avellana, complexión media. Es nuevo en la ciudad, acaba de mudarse del Norte tras tomar un año sabático.

Kristoff. Joven de estatura media-baja. Cabello ondulado color negro, igual que sus enormes ojos. Complexión delgada. Siempre se le ve con un libro de literatura diferente. Parece no destacar en ninguna materia.

Lena. Chica de estatura baja. Cabello castaño claro, rizado y muy largo. Ojos expresivos color miel. Complexión delgada y postura elegante. Siempre sonríe y se muestra alegre.

 

Zapatos lustrados, ropa planchada y mochila a la espalda. El primer día de clases. Debía salir pronto, o llegaría tarde y la primera impresión se arruinaría. Di un último vistazo al espejo. Apenas podía reconocerme, el cabello teñido me iba bien.

 

—   Eso es. Hay que imponerse. Que te escuchen rugir.

 

Demoré más de lo esperado en la oficina de ingreso, pero eso no fue nada comparado al tiempo que perdí buscando el aula correcta. Cuando por fin pude encontrarla, me topé con que ya habían iniciado las clases. Decidí irrumpir de todos modos, aunque eso significara que mis nuevos compañeros y el profesor me clavaran sus miradas.

 

No fue tan malo. Saludé cordialmente y obtuve permiso para ingresar, busqué una banca libre que estuviera cerca de las ventanas y la ocupé a la brevedad posible. Luego de varias clases consecutivas llegó un docente que nos pidió realizar una actividad para conocernos mejor. Consistía en hablar con una persona diferente cada cinco minutos, así romperíamos el hielo.

 

Al estar de pie tuve la oportunidad de observar al grupo. Parecían personas bastante regulares, aunque la diferencia numérica entre hombres y mujeres fue lo que más llamó mi atención. Dos a uno, con ventaja para los hombres.

 

Comencé a hablar con una chica bastante atractiva que de inmediato se acercó a mí. La charla parecía ir bastante bien hasta que sentí una mirada intensa proveniente del lado más lejano del salón. Había un chico de estatura media-baja que mantenía sus enormes ojos negros clavados en mí. Me pareció conocido, bastante conocido. ¿Lo había visto antes? Tenía la impresión de que lo había visto muchas veces.

 

—   ¿De dónde eres?

 

—   (…)

 

—   Hansel, ¿está todo bien?- preguntó Lena inclinando la cabeza.

 

—   Disculpa. Sí, ¿de dónde eres?- reparé rápidamente sonriendo.

 

—   Hansel, eso te acabo de preguntar yo a ti —respondió la chica risueña—. Mi primera impresión de ti era la correcta.

 

—   ¿A qué te refieres?

 

—   ¡Cambio de pareja! —gritó el profesor antes de que Lena pudiera responderme.

 

—   Lo siento. Tendrás que descubrirlo después —dijo la pequeña de rizos perfectos mientras se alejaba.

 

Busqué nuevamente con la mirada a aquel chico, pero ya no se encontraba ahí. Pasaron los minutos al igual que los compañeros. Con todos ellos procuraba mantener una conversación casual, buscando gustos en común, pero siempre mirando a los alrededores de tanto en tanto en búsqueda del chico de ojos negros. Cuando me sentí fastidiado y solamente esperaba que la clase terminada, dejé de interesarme por encontrar con quién hablar. Para ese momento ya me encontraba en el centro del aula. Debía escabullirme rápidamente. Di un par de pasos hacia mi banca cuando, de pronto, sentí un ligero toque en mi brazo.

 

—   Hola.

 

Al escuchar esa voz casi angelical giré en su dirección y me encontré cara a cara con ese chico que tanto deseaba encontrar. Como lo noté antes, no era tan alto, mis labios le llegaban a la frente, pero su piel era más pálida de lo que había alcanzado a distinguir, y sus ojos infinitamente más expresivos de lo que pude haber imaginado.

 

—   Hola, ¿cuál es tu nombre?

 

—   Kristoff.

 

—   Mucho gusto, Kristoff —extendí mi mano en su dirección—. El mío es Hansel.

 

—   Hansel —repitió el chico de cabellos azabache sin soltar mi mano —. ¿Te conocía de antes?

 

—   ¿De antes? —pregunté extrañado—. ¿Tú también tienes esa impresión? Sé que te he visto en el pasado. Mi familia es del Norte, acabo de llegar a la ciudad, ¿también vivías en el Norte?

 

—   No.

 

—   ¿Y de dónde nos conocemos?

 

—   No lo sé. Seguramente de vidas pasadas.

 

Sus sonrisas al hablar eran limitadas, al igual que sus respuestas. Parecía tener la calma de su lado. Y también mi mano. No me había soltado desde que comenzamos a hablar. Intenté recuperar la mano, pero al estirarla ligeramente Kristoff la sujetó con un poco más de fuerza.

 

—   Hemos terminado por hoy. Vuelvan a sus lugares. Espero que se hayan conocido un poco mejor— declaró el profesor mientras se echaba el maletín al hombro.

 

—   ¿Crees en las vidas pasadas? —pregunté a mi compañero ignorando las indicaciones del docente.

 

—   Tal vez lo creo ahora —respondió el joven antes de regresar a su banca.

 

Me quedé inmóvil algunos segundos sufriendo el eco de sus palabras en mi mente. No, conocerlo era improbable, lo sabía bien, pero la sensación de familiaridad no me abandonaba.

 

—   Hansel, me sentaré a tu lado a partir de ahora —interrumpió Lena —. ¿Me escoltas a nuestro nuevo hogar?

 

—   Pero yo me siento cerca de la ventana, seguro te molestará tanta luz —respondí extrañado a la pequeña chica quien me había sujetado el brazo con los suyos—. No creo que te guste.

 

—   No me digas qué me gusta y qué no, esposo —declaró mientras avanzábamos hacia los ventanales.

 

Su declaración hizo que me sonrojara. Nunca antes alguien había estado cerca de llamarme así, y mucho menos a tan poco tiempo de conocernos. Aparentemente Lena vio en mí a alguien diferente de quien yo quería proyectar, ella no se sintió intimidada a mi lado. Parecía simpática y afectiva, aunque el hecho de yo realmente no tuviera amigas y, por consiguiente, no supiera cómo tratar a las chicas, me hacía sentir tímido y un tanto nervioso a su lado.

 

Las siguientes clases transcurrieron con normalidad. Todo el tiempo lo pasé pensando en Kristoff y en cómo podría acercarme a él. Eligió sentarse exactamente al lado opuesto que yo, en el rincón más alejado de todos, del lado del pasillo. En un par de ocasiones miré en su dirección y lo encontraba tomando apuntes, aun cuando nadie más lo hacía. Rogaba para que otro profesor impusiera una dinámica de grupo, para poder acercarme a él sin que pareciera que realmente lo deseaba con todas mis fuerzas, pero eso no pasó.

 

El reloj marcó el término de actividades. Guardé mis cosas de prisa. No podía esperar que el destino lo pusiera en mi camino, debía actuar por mí mismo. Me puse de pie y, aprovechando que Lena se despedía de otras chicas, caminé decidido hacia la puerta de salida, que me quedaba más cerca que a él. Debía atravesarla y ahí lo abordaría. Me recargué contra el muro del pasillo y comencé a teclear algo en mi teléfono móvil para evitar que alguien más intentara entablar comunicación conmigo. Tras unos segundos de espera, él apareció.

 

—   ¿Y quiénes fuimos en nuestras vidas pasadas? —le pregunté una vez que llegó a mi lado.

 

—   Tal vez nosotros mismos.

 

—   ¿Y quiénes somos nosotros mismos? —le interrogué mientras caminábamos juntos.

 

—   ¿Te vas a poner filosófico conmigo? —soltó una risita más adorable de lo que esperaba —. Me gusta tu collar.

 

—   Oh, gracias. Lo compré en la ciudad de donde vengo —enuncié torpemente mientras sujetaba el dije de ámbar. Observé su pecho. No tenía collares, pero sus brazos tenían al menos cinco pulseras cada uno, todas ellas coloridas y hechas a mano.

 

—  ¿Tú hiciste esas pulseras?

 

—   Sí, ¿te gustan?

 

—   Claro, especialmente esa verde.

 

—   Bien, es tuya —deshizo el nudo que la mantenía en su muñeca y me la extendió.

 

—   ¿Estás seguro?

 

—   Sí. La hice para ti, sólo que no lo sabía.

 

Acepté el obsequio. Se trataba de hilo grueso y cuero verdes entrelazados con un delicado hilo dorado rematado con botones de madera. Levanté la mirada para agradecerle.

 

—   Nos vemos mañana —dijo antes de alejarse de prisa hacia la puerta del colegio.

 

Lo observé hasta que se perdió de mivista. Era un chico muy extraño. Intrigante. Atractivo. Debía conocerlo todo de él, y pronto.

 

 


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