¿Hoy no podría ser peor?
¡Dios! Cas sacudió aquel pensamiento de inmediato. No quería tentar al destino. Entró a la casa y cerró la puerta con un fuerte golpe. Su ropa estaba humeda y su cuerpo tiritaba de frío. Estaba molesto y con mucha justificación. Su día no había comenzado bien y con el transcurso de las horas fue empeorando. Desayunó con Dean como todas las mañanas, recibió su beso de despedida y salió para su trabajo en la biblioteca.
Pero... porque Cas juraría que los peros estaban a la orden del mal día, su camioneta dejó de funcionar a mitad de camino. El motor de su camioneta había muerto. Llamó a la grúa y tomó un taxi, llegando tarde.
¡Pero si el tanque estaba lleno!
A la hora del almuerzo, Cas fue a su panadería preferida y se quedó sorprendido al ver la larga fila de pedidos. ¿En serio? Él suspiró y esperó como todos los demás. Cuando llegó su turno pidió café y pastel de ángel. Sin embargo, el empleado lo miró y negó con la cabeza mientras le decía que se había acabado.
¡Pero si era un postre poco solicitado!
De vuelta al trabajo y con su humor al límite, se centró en organizar algunos papeleos cuando observó que la luz titilaba y en segundos quedó todo a oscuras. Cas encendió el generador eléctrico y todo volvió a la normalidad. Claro que frunció el ceño al ver como la mayoría de las personas se retiraban deprisa. Siguió con su labor hasta que su asistente le informó que se aproximaba una tormenta. No tenía otra alternativa que cerrar temprano. Cas decidió quedarse un poco más mientras verificaba que todo estuviera bien. Rogaba poder tomar un taxi sin ningún problema, pero la suerte no estaba de su lado. Ni bien salió de la biblioteca, la incómoda llovizna se volvió una fuerte tormenta. No tenía paraguas para resguardarse y los taxis estaban siendo ocupados con desesperación. Cas corrió hacia la parada de autobús y esperó nuevamente. Su rostro demostraba lo que sentía: mucho enojo.
¡Pero si el hombre del clima había pronósticado un día soleado!
***
Dean llegó a la casa y al instante sintió un extraño silencio en el aire... ¿A dónde estaba Cas? Caminó hacia la sala y vio a su marido en el sofá. Dean iba a saludarlo cuando notó que su rostro estaba muy tenso. Cas tenía puesto su pijama y entre sus manos sostenía una taza de té humeante. Dean comprendió que lo mejor que podía hacer era no decir nada. Con precaución y acercándose al sofá, se acomodo junto a él. Cas lo miró de reojo y siguió con su postura rígida. Con calma y acompañándolo, Dean extendió la mano y empezó acariciarle el pelo. El movimiento era suave y persistente. Cubrió casi todo el cuero cabelludo y después de un tiempo sintió que su acción estaba surtiendo efecto. Cas quebró el silencio con un largo y cansado suspiro. Dean se detuvo y le puso la mano en el hombro. Esta vez, la cara de su marido se veía relajada y en paz. Los ojos de Cas se iluminaron y le daban las gracias. Dean lo besó en la boca y lo apretó contra su pecho, asegurándole con ese gesto de amor y dulzura que haría todo por verlo bien. Cas lanzó otro suspiro y dejó atrás todos los malos momentos vívidos.
Al final, el día no había terminado tan mal.