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Preferencial por 1827kratSN

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Miraba las diferentes opciones de café disponibles en aquel supermercado, las analizaba, incluso tomaba algunos de esos paquetes para intentar percibir el aroma, aunque claramente era inútil. Si bien no le gustaban esos productos disponibles en lugares tan públicos, por ahora no tenía opción, ya después arreglaría su pedido directamente desde Francia. Tomó uno de los paquetes de café en grano más decente que encontró y decidió seguir con su pequeña lista a adquirir. No tenía apuro, su día libre le daba la opción a demorarse cuanto se le antojara.

Cuando tenía ya su carrito decentemente lleno, con ingredientes para cenas y desayunos aceptables correspondientes a esa quincena, se decidió a ir a una de las tres cajas activas, evitando siempre la preferencial porque él SÍ era de las personas que respetaban las reglas impuestas para dar beneficio a quienes lo necesitaban. No era como esa mujer que no sobrepasaba los cuarenta años, pero fingiendo estar cansada seguramente intentaba pasar como una anciana con preferencia; ni como ese hombre con un mocoso de tres años en brazos fingiendo necesitar estar en esa caja. Odiaba a las personas como esas.

Reborn se colocó en la caja adjunta a la preferencial a pesar de que la fila fuera mucho más extensa que la dichosa fila con privilegios, y podía seguir diciendo “preferencial” todo el maldito día porque juzgar a los demás idiotas era su forma de entretenerse en la espera. Siguió analizando a la cuarta persona en esa fila, una mujer con el vientre abultado, la siguiente era una anciana, nada que acotar. La que llegó, por último, ese sí necesitaba ser juzgado; llevaba un abrigo tal vez dos tallas más grandes del que necesitaría, sujetaba una canasta con pocas cosas -entre ellas dulces de diferentes marcas-, repasaba sus cabellos castaños y revoltosos con un poco de ansiedad y miraba constantemente a las personas delante de él en la fila. Era un maldito jovencito que se estaba haciendo pasar por “preferencial”. Alguien debería reclamarle, pero no él, porque era su día de descanso.

Todo siguió con normalidad, incluso escuchó por el altavoz un anuncio que recalcaba la prioridad de la caja preferencial, pero los imbéciles que no correspondían a la descripción seguían poniéndose en la fila de esa caja con el número uno porque obviamente algunas personas eran tan inmorales como para hacerlo. Reborn bufó al ver a ese hombre con el mocoso en brazos coger sus bolsas e irse; al menos las personas que seguían sí tenían prioridad.

Le faltaban como cinco personas frente a él cuando en la caja número uno era el turno de aquel castaño y justo en ese momento el cajero cambiaba de turno, así que ese muchacho se quedó atorado un momento ante miradas como la del azabache mismo, quien juzgaba a ese castaño por estar parado en la caja –cabe recalcar—, preferencial. Lo único bueno fue que el cajero recién llegado pareció ser de esos que no tienen pelos en la lengua y pueden reclamar el derecho de esa caja.

 

—Disculpe —serio, pero curvando sus labios en una sonrisa falsa; cabellos azulados y ojos opacos

—¿Sí? —el castaño empezó a colocar las cosas de la canasta mientras escuchaba al cajero

—Ésta es una caja preferencial

—Lo sé —el muchacho siguió con su tarea, colocando en la banda los no más de diez artículos que cargaba

—Disculpe —el chico insistió y Reborn ladeó una sonrisa porque al fin las personas que no correspondían a esa caja serían enviadas a hacer las filas más largas—, debo insistir en que es una caja preferencial

—Lo escuché —el castaño se sobaba la sien derecha mientras extendía su tarjeta de crédito, pero el cajero se negó a tomarla—. Por favor, ¿puede proceder? —reclamó enfadado

—Debo negarme, señor —el cajero frunció el ceño y Reborn puso más atención. No porque fuera chismoso, sino porque aun faltaban como diez personas para que le tocase su turno y estaba aburrido, así que se burlaría de la desgracia ajena—. Como dije esta es una caja preferencial. Sólo atenderé a personas embarazadas, tercera edad y discapacitados

—Mis cosas ya están aquí —aquel jovencito frunció los labios tras suspirar—, así que puede…

—Usted debe ir a otra caja, señor

—Mire —al fin las miradas se colocaban en el castaño y Reborn estaba casi riendo por eso—. Tengo cinco meses de gestación, mis hormonas están por las nubes y si no quiere que le arme un escándalo colosal, ¡tomará la maldita tarjeta de crédito y pasará mis cosas por el sensor!

 

Silencio extendido ante esa declaración dada por el castaño, el cajero quedó estático, las personas detrás del niño también. Muchas miradas posadas en quien seguía exigiendo ser atendido.

Se iba a poner bueno pues claramente el mocoso estaba mintiendo, Reborn podría casi asegurarlo a un 90%. Hasta ocultó una risilla mientras esperaba por el desenlace, porque ese castaño obviamente no mostraba barriga que certificara su afirmación. Quería verlo defenderse ante eso

 

—Señor, mentir está mal visto tanto social como legalmente

—¿Qué? —indignado, el acusado bufó y le apuntó al cajero— Quiero que me atienda, ¡ya!

—No lo haré, señor —el cajero torció los ojos y frunció los labios, ni siquiera pareció importarle que todas las miradas estuvieran encima de él—, y si me permite, la dama detrás de usted usa un bastón y la atenderé

—¿Quieres que te muestre mis ecos acaso? —habló con amabilidad sarcástica antes de fruncir el ceño notoriamente— ¡Quiero ser atendido ya!

—Me niego

—¡Exijo hablar con tu superior! —la voz del castaño se elevó demasiado, incluso en las cajas contiguas las labores pararon para mirar el desenlace de aquel escándalo

—Perdone, yo soy el encargado, ¿puede decirme qué pasa? —un chico se había acercado con rapidez, en su cuello colgaba una identificación y se paraba junto al cajero

—Este muchacho no quiere atenderme —acusó algo un poco más calmado

—Es una caja preferencial y no veo que él tenga preferencia —acusó el cajero con muecas de desagrado

—Señor —el superior intentó menguar el ambiente, pero ni siquiera pudo decir más que esa palabra

—¡Cinco meses! —el muchachito elevó su voz apuntando al cajero y golpeando parte del mostrador— ¡Cinco! —jadeó antes de sujetar uno de los frasquitos que tenía y mostrarlo— ¡Tengo malditos antojos de cerezas y papillas de bananas! ¡No estoy de humor para aguantar esto!

—Cálmese, señor

—¿Embarazado? ¡Ja! —siguió el cajero elevando también su tono de voz. Reborn cada vez estaba más interesado porque eso se estaba poniendo bueno— No tiene pinta de superar los veinte, ni siquiera barriga… ¡Me niego a atenderlo porque no es preferencia!

—No queremos escándalos —regañó el superior—. Atiéndelo ahora —con seriedad miró a su compañero de trabajo y le hizo una seña con el dedo

—Pero…

—¡Mira, niñito! —el castaño pareció salirse de sus cabales e incluso lanzó uno de los frascos que intentaba comprar, mismo que se estampó contra una pared cercana— Estoy seguro de que tengo mayor edad que tú, tengo muchos más problemas que tú, tengo más preferencia que tú, ¡tengo muchos más conflictos hormonales que todos en este maldito establecimiento! ¡Y tú no me vas a decir que no soy preferencia!

—Señor, cálmese —pero casi no logra esquivar un paquete de caramelos sabor a piña

—¡Quiero una disculpa de este idiota! ¡La exijo! ¡Ahora mismo!

 

Se salió de control, incluso las cajeras contiguas pararon con su labor y las empleadas se ofrecieron a calmar al castaño quien empezó a gritar y exigir una disculpa. Reborn reía, en otra ocasión estaría molesto por esperar más, pero ahora lo estaba disfrutando. Un poco de justicia no le haría mal a nadie.

Pero su más grande satisfacción se vio truncada con el leve grito que el castaño dio cuando ya la discusión estaba superando los gritos. ¡Lo que faltaba! Ahora ese niño iba a fingir tener un colapso. A veces la gente no tenía escrúpulos ni decencia

 

—Señor, ¿está bien? —el superior no dudó en rodear la caja y acercarse a quien mostraba una mueca de dolor

—¡Obviamente no! —gritó el castaño antes de sujetar el abrigo en la zona estomacal e inclinarse hacia delante— ¡No estoy bien!

—Sólo está haciendo una escena, ¡es de esos que hacen de todo para ganar una discusión! —citó el cajero que aún seguía negándose a atenderlo

—¡Calla! —al parecer el encargado era más inteligente y se acercó al castaño tanto como le fue posible— ¿Le duele? Dígame donde y qué puedo hacer por usted —se alteró al certificar claramente que el chico no estaba fingiendo

—¡Ah! —un grito más, su rostro reflejaba dolor y en ese punto hasta el cajero se asustó— Un… un médico —gimoteó mientras daba los pasos faltantes para alejarse de esa caja— ¡Ahora! —exigió dando un leve empujón al dichoso encargado

—Qué, ¿qué tiene? —murmuró entrando en pánico al notar leves lágrimas en los ojos chocolates del chico

—¡Estoy en proceso de aborto! —el castaño cayó de rodillas tras emitir ese intento de grito. El cajero y el encargado pronto entraron en pánico y sujetaron al castaño que los mandó al demonio tras manotearlos— ¡Necesito!... —ahogó un grito al posar sus manos en el suelo y curvarse levemente— una… ¡ambulancia! … ¡ahora!

—Sí —los gritos del castaño eran tales que el encargado salió corriendo en busca de un teléfono, las personas entraban en pánico intentando acercarse al muchachito, el cajero intentaba hablar, pero no podía, las cajeras se acercaron para sujetar al castaño y recostarlo en el frío suelo

—¡Está sangrando! —gritó una de ellas

—¡Un médico! —gritó la otra

—Respire por favor —agitado, el cajero que inició todo eso abrió de sopetón el amplio abrigo que usaba el chico y horrorizado descubrió que una curva suave se denotaba por sobre las ropas inferiores que envolvían al jovencito—. Por dios —no se atrevió a decir más porque de salir todo mal, él sería el culpable de eso

—¡Dios! —el castaño jadeaba mientras apretaba sus piernas y respiraba erráticamente por el dolor— Bebé —suplicó entre lágrimas sujetándose la parte inferior del pequeño vientre—, quédate ahí…. Sólo dos meses más… por favor aguanta eso

—Lo… lo siento —masculló el culpable, pero un grito de dolor le contestó

—No me dejes… pequeñito —masculló el jovencito entre sollozos, aferrándose a quien más cercano estuviera

—¡Alguien que sea médico! —fue el pedido de la chica que con pánico veía la ropa inferior del castaño mancharse de rojo y a su jefe pedir a gritos una ambulancia mientras daba la dirección

 

Un grito, sólo eso faltó para que Reborn despertara de su letargo. Soltó su carrito, empujó a las personas que tuvo enfrente, maldijo entre dientes porque estaba disfrutando de eso hasta antes de que ese niño gritara de dolor. Quitó a los chismosos de su camino y arrojó lejos al cajero culpable de todo. Respiró hondo y por primera vez vio de frente a aquel chiquillo… levemente moreno, con las mejillas rojas, los cabellos revoltosos en un peinado singular, las lágrimas que recorrían sus mejillas y sus ojos levemente entreabiertos mostrando un color achocolatado que reflejaban miedo puro

 

—Soy cirujano —masculló Reborn antes de sostener al niño entre sus brazos y revisarle la temperatura con su mano mientras obligaba a su cerebro a procesar sus conocimientos más básicos—. Puedo ayudar

—Por favor —susurró el castaño y esa voz no era como la que escuchó hasta ese momento, fue más suave, suplicante y temerosa

—Cálmate —descendió su mano hasta la parte baja del chico y palpó sin vergüenza—. Esto puede estar sólo iniciando —cuando vio sus dedos manchados de rojo supo que era más grave de lo que se veía—. ¿Has tenido problemas en el embarazo?

—Sí

—¡La ambulancia está afuera! —gritó el encargado mientras corría hacia el castaño

—Entonces por qué demonios no estabas reposando en casa —enfadado tomó al castaño en brazos y se levantó

—Mi hijo —sollozó tras ignorar el regaño del desconocido azabache

—¡A un lado! —Reborn empezó a caminar lo más rápido que pudo con el chiquillo bien sujeto— No tengo tiempo

 

Fue un caos hasta que el azabache llegara a la ambulancia y subiera al chico para después gritarles a los ocupantes de ese vehículo para que pisaran el acelerador. Escuchó los sollozos del muchacho y finalmente lo vio desmayarse aún entre sus brazos.

Fue la primera vez que se arrepintió de su juzgamiento hacia un desconocido. Tal vez fue también la primera vez que falló al ayudar a alguien que tenía altas posibilidades de ser salvado, pues si hubiese actuado un poco antes tal vez las cosas hubieran sido diferentes.

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Krat usó su imaginación mientras estaba en la fila del supermercado. Ahre, apuesto que ustedes también se imaginan cualquier tipo de barbaridades mientras esperan

De este pequeño fic debo decir algunas cosas: explotará algunos clichés para no detenerse en detalles innecesarios, los tiempos transcurren parcialmente lento, la narrativa es bastante melancólica (a mi parecer), aun no tengo claro bien el final que le daré, pero intentaré que sea feliz~. Portada chafa hasta que tenga tiempo de agregarle algunos detalles XD

Los ama: Krat~

PD: Krat no puede dejar de participar en actividades T-T… lo siento, es un defecto y así me lleno de trabajos para desestresarme 


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