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Scarlat. por Momino

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Notas del fanfic:

Hola, después de mucho tiempo he decidio crear este fanfic. 

Antes de leer les aclaro que esta historia está basada en otra, con respectivos arreglos y modificaciones para que se pueda  apegar lo suficiente a la historia que conocemos de nuestro (al menos el mío) anime favorito Naruto.

Todos los derechos reservados son propiedad de Masashi Kishimoto. 

Notas del capitulo:

Solo me queda decirles que disfruten del primer capítulo y que si recibe la suficiente aceptación, puede que actualice en dos días o incluso el día de mañana. Ya dependerá de ustedes si les gusta o no.

También quiero aclararles que este fanfic tendrá Lime y un poco de OOC

¡No los interrumpo más y a leer!

Capítulo 1.

 

Tiré la pila de cajas en mi nuevo dormitorio, deseando que la conexión a internet estuviera configurada. No haber sido capaz de actualizar mi blog de reseñas desde que me mude aquí era como perder un brazo o una pierna. De acuerdo con mi mamá, “La Loca Obsesión de Naruto” era mi vida entera. No completamente, pero era importante para mí. Ella no apreciaba los libros de la misma manera que yo.

Suspiré. Habíamos estado aquí dos días, y aún quedaba mucho sin desempacar. Odió la idea de cajas cerradas alrededor. Incluso más que la idea de estar aquí.

Al menos, finalmente había dejado de saltar ante cada pequeño crujido desde que nos mudamos a Konohagakure “Aldea oculta entre las hojas” no Sato, y esta casa parecía sacada de una película de terror. Tenía una torre —una escalofriante torre. ¿Que se supone que voy a hacer con esto? Konoha no era muy grande, lo que significa que no es realmente una ciudad. El lugar más cercano era Sunagakure— un pueblo con dos o tres semáforos y con algunos otros pueblos alrededor que probablemente no tenían un Starbucks. No nos llegaría la correspondencia a nuestra casa.

Deberemos conducir hasta Sunagakure para buscar nuestro correo.

Una barbaridad.

Era como una burla en mi cara, esto me jodía. Tokio desapareció— se quedó atrás en los miles de kilómetros del loco recorrido de mamá para comenzar de nuevo. No es que yo extrañara, el clima, mi vieja escuela, o siquiera nuestro departamento. Apoyado contra la pared, froté la palma de mi mano sobre mi frente.

Extrañaba a papá.

Y Tokio era papá. Allí era donde él nació, donde conoció a mi mamá, y donde todo había sido perfecto... hasta que todo se vino abajo.

Mis ojos ardían, pero me rehusé a llorar. Llorar no cambiaría el pasado, y papá odiaría saber que yo lloraba aún tres años después.

Pero extraño a mamá, también. La mamá antes de que papá murió, quien se acurrucaba en el sillón a mi lado y leía una de sus novelas románticas de mala calidad. Parecía que eso fue una vida atrás. Sin duda, fue un medio país atrás.

Desde que papá murió, mamá había comenzado a trabajar más y más. Ella solía querer estar en casa. Entonces, pareció querer estar lo más lejos posible. Se dio finalmente por vencida en esa opción y decidió que necesitábamos irnos muy lejos. Al menos desde que llegamos hasta aquí, incluso cuando aún trabajo como un demonio, estaba determinada a participar más en mi vida.

Decidí ignorar mi interior impulso de orden y dejar las condenadas cajas sin desempacar hoy, cuando el olor de algo familiar me hizo cosquillas en la nariz. Mamá estaba cocinando. Esto no era muy bueno.

Bajé las escaleras corriendo.

Ella estaba frente la estufa, vestida con un pijama de lunares. Ella podía vestir de lunares de los pies a la cabeza y todavía arreglárselas para verse bien. Mamá tiene un glorioso y sedoso cabello pelirrojo y ojos esmeralda brillantes.

Incluso con pijama ella me hacía parecer sencillo con mis ojos azules y mi cabello rubio desordenado.

Y de alguna manera yo terminé más... curvilíneo que ella, a pesar de tener características masculinas, todo por ser un doncel. Caderas curvilíneas, labios hinchados, y unos ojos enormes azules que mamá adora, pero me hace parecerme como un bebé de plástico.

Se dio la vuelta y me saludó con la mano con la cual sostenía la espátula, los huevos a medio cocinar salpicaban en la estufa. —Buenos días, cariño.

Miré el desastre y me pregunté cuál era la mejor manera para sacarla de la cocina sin herir sus sentimientos. Estaba tratando de hacer cosas de mamá. Era un enorme progreso. —Estás en casa temprano.

—He trabajado casi un doble turno entre anoche y hoy. Me puse a trabajar de miércoles a sábado, de once hasta las nueve de la mañana. Eso me deja con tres días de descanso. Estoy pensando en trabajar a tiempo parcial en una de las clínicas de por aquí o posiblemente en el Hospital Central Konoha. —Ella sirvió los huevos a medio quemar en dos platos y colocó uno frente a mí.

Que rico. Supongo que era demasiado tarde para detenerla, así que busque en una caja revuelta lejos del mostrador que tenía escrita “Vajilla & Cosas.”

—Sabes que no he podido desempacar nada, así que voy a hacerlo pronto.

Sí, lo sé. La mayoría de los padres probablemente preferirían romperse el brazo izquierdo antes de dejar a un adolescente en casa casi todo el tiempo, pero no la mía. Ella confía en mí, porque nunca le he dado una razón para no hacerlo. No era como si me portara siempre bien. Bueno, está bien, quizás sí.

Yo era un poco aburrido. En mi viejo grupo de amigos en Tokio, yo no era el más callado, pero nunca me salté clases, mantuve mi buen promedio, y era más o menos un buen chico. No porque tuviera miedo de hacer algo imprudente o salvaje; Yo no quería darle más problemas a mamá. No cuando...

Agarrando dos vasos, los llené con el jugo de naranja que mamá había comprado de camino a casa. —¿Quieres que vaya a comprar comestibles hoy? No tenemos nada.

Ella asintió y habló con la boca llena de huevos. —Piensas en todo. Ir a comprar comestibles suena perfecto —Cogió su bolso de la mesa, sacando dinero en efectivo—. Esto debería ser suficiente.

Metí el dinero en mis vaqueros sin mirar cuanto era; Siempre me daba de más en primer lugar. —Gracias —murmuré.

Ella se inclinó hacia adelante con un brillo en sus ojos. —Así que... esta mañana vi algo interesante.

Sólo Kamisama sabe a lo que se refiere. Sonreí. —¿Qué?

—¿Has notado que hay dos chicos de tu edad al lado?

—¿De verdad?

—No has estado afuera, ¿eh? —sonrió—. Estaba segura que ya habrías salido a reemplazar las feas flores al jardín.

—Planeo hacerlo, pero las cajas no se desempaquetan solas —Le di una mirada impaciente. Amo a esta mujer, pero me molestaré si no continua con el tema—. De todas formas, regresa a la parte de los chicos.

—Bien, dos chicos que parecen de tu edad y muy guapos, también —sonrió mientras se ponía de pie—. Son unos bombones.

Un pequeño trozo de huevo se atrapo en mi garganta. Era seriamente asqueroso escuchar a mamá hablar sobre chicos de mi edad.

—¿Unos bombones? Mamá, esto es raro, dattebayou.

Mamá se apartó del mostrador, recogió el plato de la mesa, y se dirigió al fregadero. —Cariño, quizás sea vieja, pero mis ojos aún funcionan bien. Y estuvieron funcionando muy bien hace rato.

Me encogí. Doblemente asqueroso. —¿Te estás convirtiendo en una puma? ¿Es un tipo de crisis de la mediana edad de la cual necesite preocuparme?

Enjuagando el plato, me miró por encima de su hombro. —Naru, espero que hagas un esfuerzo por conocerlos. Creo que sería bueno para ti hacer amigos antes de que la escuela comience —se detuvo, bostezó—.Ellos podrían mostrarte los alrededores, ¿no? —Me rehusé a pensar en el primer día de escuela, el chico nuevo y todo.

Eché los huevos sin comer a la basura. —Sí, sería bueno. Pero no quiero que vayas a tocar su puerta, suplicándoles para que sean mis amigos, dattebayou.

—No sería suplicar. Si te pones uno de esos lindos shorts veraniegos que usabas en Tokio, no tendrás que pedirlo, ttebane —jaló el dobladillo de mi camisa—. Sería como coquetear.

Bajé la mirada. Era como decir: MI BLOG ES MEJOR QUE TU VLOG.

Hay algo mal en ello. —¿Por qué no mejor presentarme en ropa interior?

Ella tocó su barbilla pensativamente. —Eso definitivamente daría una buena impresión.

—¡Mamá! —reí—. ¡Se supone que eres responsable de mí y debes decirme que esa no es una buena idea!

—Cariño, no me preocupa que hagas algo estúpido. Pero seriamente, haz un esfuerzo, ttebane.

No estaba segura de cómo “hacer un esfuerzo”.

Bostezó otra vez. —Bueno, cariño, me voy a dormir.

—Está bien, voy a ir a comprar las cosas a la tienda —Y quizás algo de abono y plantas. Las flores en el jardín son horribles.

—¿Naru? —Mamá se detuvo en el umbral de la puerta, con el ceño fruncido.

—¿Sí?

Una sombra de preocupación apareció en su rostro, oscureciendo sus ojos verdes. —Sé que esta mudanza es dura para ti, especialmente antes de tu último año en el instituto, pero fue lo mejor que podíamos hacer. Quedarnos allí, en ese apartamento, sin él... era hora de que comenzáramos a vivir nuevamente. Tu papá no habría querido eso.

Apareció un nudo en la garganta que pensé que había dejado atrás en Tokio. —Lo sé, mamá. Estoy bien.

—¿De verdad lo estás? —Sus dedos se curvaron en un puño. La luz solar que entraba por la ventana se reflejó en la banda de oro alrededor del anillo en su dedo anular.

Asentí rápidamente, necesitando tranquilizarla. —Estoy bien. E iré con los vecinos. Quizás puedan decirme donde está la tienda. Ya sabes, hacer un esfuerzo, dattebayou.

—¡Excelente! Si necesitas algo, llámame. ¿De acuerdo? —Los ojos de mamá se cerraron por otro largo bostezó—. Te amo, cariño.

Comencé a decirle que la amaba también, pero ella desapareció subiendo las escaleras antes de que las palabras salieran de mi boca. Al menos ella estaba tratando de continuar, y yo estoy intentando de al menos encajar aquí. No ocultarme en mi habitación, en mi portátil, todos los días como mi mamá temía. Sin embargo, mezclarme con chicos que ni siquiera conozco no era uno de mis talentos. Prefiero leer un libro y hacer reseñas en mi blog.

Mordí mi labio. Podía escuchar la voz de mi papá, su frase favorita para animarme: “Vamos, Kitsune, no seas un espectador.”

Cuadré mis hombros. Papá nunca dejaría que su vida se estancara por...

Preguntar por la tienda más cercana era un pretexto lo suficientemente inocente como para presentarme. Si mamá tenía razón y ellos eran de mi edad, quizás la mudanza no será un error épico. Esto era una estupidez, pero iba a hacerlo. Me apresuré a cruzar el césped hacia mis vecinos antes de acobardarme.

Salté en el amplió pórtico, abrí la puerta mosquitera y toqué, luego di un paso atrás y alisé las arrugas de mi camisa. Soy increíble. Haré esto. No hay nada extraño en preguntar por direcciones.

Los pasos pesados llegaron desde el otro lado, y entonces la puerta se abrió y miré un muy ancho, pálido, musculoso pecho. Un pecho desnudo. Mi mirada bajó y mi respiración se... contuvo. Los vaqueros colgaban de sus caderas, revelando una fina línea de vello oscuro por debajo de su ombligo y desapareciendo debajo de la pretina de los jeans.

Su estómago era plano. Perfecto. Invitándote a tocarlo. No era el tipo de estómago que yo esperaba de un chico de diecisiete años, lo cual me hace suponer que es mayor, pero si es así, yo no me quejaba. Yo no estaba hablando. Y sólo lo miraba.

Mi mirada finalmente viajo al norte otra vez, noté las pesadas y oscuras pestañas casi llegando hasta sus pómulos altos y ocultando el color de sus ojos mientras bajaba la mirada para verme. Necesitaba saber el color de sus ojos.

—¿Puedo ayudarte? —Labios gruesos, besables, convirtiéndose en enojo.

Su voz era profunda y firme. Del tipo de voz que está acostumbrada a hacer que la gente lo escuche y obedezca sin cuestionar. Sus pestañas se elevaron, revelando unos ojos tan oscuros y brillantes que no podían ser reales. Eran de un intenso color negro que destacaban en contraste de su piel tan pálida.

—¿Hola? —dijo otra vez, colocando una mano en el marco de la puerta mientras se inclinó hacia adelante—. ¿Eres capaz de hablar?

Contuve mi respiración y di un paso atrás. Una ola de caliente vergüenza corrió por mi cara.

El chico levantó un brazo, apartando un mechón de cabello sobre los costados de frente. Miró sobre mi hombro, luego de regreso a mí. —Si no...

Por fin encontré mi voz, me quería morir. —Yo... estaba preguntándome si sabías donde está el supermercado más cercano. Mi nombre es Naruto. Me mudé al lado —señalé hacia mi casa, pareciendo un idiota—. Como dos días atrás...

—Lo sé.

Biiieen. —Bueno, esperaba que alguien que conoce más que yo esté lugar pudiera decirme donde está el supermercado y quizás un lugar que venda plantas.

—¿Plantas?

Por alguna razón, no sonó como si él me estuviera haciendo una pregunta, pero me apresuré a contestar de todos modos. —Sí, verás, hay unas flores muy horribles en el patio de enfrente...

Él no dijo nada, sólo arqueó una ceja con desdén. —De acuerdo.

La vergüenza fue desvaneciéndose, reemplazándose por una creciente ira. —Bien, verás, necesito comprar plantas...

—Para el patio de enfrente, lo capté —Apoyó su cadera contra el marco de la puerta y cruzó sus brazos. Algo brillaba en sus ojos negros. No era ira, pero si algo más.

Tomé una profunda respiración. Si este chico me interrumpía una vez más...

Mi voz tomó el tono que mi madre solía usar cuando yo era más pequeño y jugaba con objetos afilados. —Me gustaría encontrar una tienda donde pueda comprar comestibles y plantas, dattebayou.

—Eres consciente de que este pueblo solo tiene un semáforo, ¿no?

—Ambas cejas se arquearon hasta donde su cabello caía, como si él preguntara cómo podía ser tan tonto, y fue entonces cuando noté lo que vi en esos ojos brillantes. Él estaba riéndose de mí con una buena dosis de condescendencia.

Por un momento, todo lo que pude hacer fue mirarlo. Era probablemente el chico más sexy que he visto en toda mi vida, y era un patán total. Debí imaginarlo. —Sabes, todo lo que quería eran direcciones. Es obvio que vine en un mal momento.

Uno de los lados de sus labios se curvó. —Cualquier ocasión que toques mi puerta será un mal momento, niño.

—¿Niño? —repetí, con mis ojos muy abiertos.

Una oscura ceja se arqueó con arrogancia otra vez. Estaba comenzando a odiar esa ceja.

—No soy un niño. Tengo diecisiete.

—¿De verdad? —parpadeó—. Parece que tienes doce. No. Quizás trece, pero mi hermano tuvo un muñeco que me recuerda a ti. Con sus ojos grandes y vacíos.

¿Le recordaba a un muñeco? ¿Un muñeco vacío? El fuego ardía en mi pecho, esparciéndose por mi garganta. —Sí, que sorpresa. Lamento haberte molestado. No volveré a tocar tu puerta otra vez. Créeme, dattebayou —comencé a darme la vuelta, para marcharme antes de que cediera al desenfrenado deseo de estampar mi puño en su rostro. O llorar.

—Oye —gritó él.

Me detuve en el escalón inferior, pero me negué a girarme, dejándole saber lo molesto que estaba. —¿Qué?

—Ve hacia la Ruta 2 y gira hacia U.S 220 Norte, no Sur. Te llevara a Sunagakure—dejo escapar un suspiro irritado, como si me estuviera haciendo un gran favor—. Hay un supermercado justo en esa ciudad. No puedes perderte. Bueno, quizás tú podrías. Hay una tienda de refacciones al lado, creo. Allí podrías conseguir cosas para el patio.

—Gracias —dije y agregué en voz baja—, teme.

Él rió, una risa profunda y gutural. —Eso no es muy propio de un doncel, Kitsune.

Me di la media vuelta. —No vuelves a llamarme así, ttebayou —espeté.

—Es mejor llamar a alguien teme, ¿no? —Él salió del umbral de la puerta—. Ha sido una visita estimulante. Me reiré por mucho tiempo.

Bien. Eso era todo. —Sabes, tienes razón. Que equivocado he estado en llamarte teme. Porque un teme es alguien demasiado agradable en comparación contigo —dije, sonriendo dulcemente—. Eres un imbécil.

—¿Un imbécil? —repitió—. Que encantador.

Lo ignoré.

Él rió otra vez y bajó su cabeza. Un lío de flecos cayó hacia adelante, casi ocultando sus intensos ojos negros. —Muy civilizado, Kitsune. Estoy seguro que tienes una amplia lista de nombres y señas obscenas para mí, pero no me interesa.

Tenía mucho más que decir y hacer, pero mi dignidad me lo impidió, caminé con pasos pesados de regreso a mi casa, sin darle el placer de ver cuán realmente cabreado estaba. Siempre había evitado la confrontación en el pasado, pero este chico sacaba lo peor de mí.

Cuando llegué a mi auto, abrí de golpe la puerta.

—¡Nos vemos más tarde, dobe! —gritó, riéndose mientras cerraba la puerta principal de su casa.

¿Dobe?

Lágrimas de rabia y vergüenza ardieron en mis ojos. Metí las llaves en la ignición y eché el auto en reversa. “Haz un esfuerzo” había dicho mamá.

Esto es lo que ocurre cuando haces un esfuerzo.

 

Me tomó todo el camino hasta Sunagakure para tranquilizarme. Incluso entonces aún sentía una mezcla de ardiente ira y humillación remolinando en mi interior. ¿Qué diablos le pasa?

Pensé que las personas de pequeños pueblos se suponían que eran agradables, no que actuaran como el hijo de Satanás.

Encontré la calle principal sin ningún problema, ya que literalmente parecía ser la calle principal. Ahí estaba la Biblioteca del Condado de la Arena, y me recordó que necesitaba tramitar mi tarjeta de biblioteca. Las tiendas de comestibles eran limitadas. A la tienda del supermercado le faltaba una letra, y se encontraba justo donde el imbécil había dicho que estaría.

Los aparadores estaban cubiertos con fotografías de una persona desaparecida, un chico doncel de mi edad con largo cabellos rubios  y ojos azules muy risueños. La información decía que él había sido visto por última vez hace más de un año. Había una recompensa, pero después de haber estado desaparecido por tanto tiempo, dudo que la recompensa fuera reclamada. Entristecido por ese pensamiento, me dirigí al interior.

Era un comprador rápido, producto de mi hiperactividad, no perdía tiempo paseando por los pasillos. Lanzando los objetos en el carrito, noté que necesitaba más de lo que había pensado, ya que sólo tenía las necesitadas básicas para el hogar. Pronto, mi carrito estuvo completamente lleno.

—¿Naruto?

Perdido en mis pensamientos, salté por la suave voz  y dejé caer una caja de huevos en el suelo. —Mierda.

—¡Oh! ¡Lo siento mucho! Te tomé por sorpresa. Lo hago a menudo — Unos brazos pálidos se agacharon para tomar la caja y colocarlo de regreso en el estante. Él tomó otra y la sostuvo en sus delgadas manos—. Estos no están rotos —Levanté la mirada de la yema brillante esparcida en el piso de linóleo y me quedé atónito por un momento. Mi primera impresión fue que el chico era demasiado hermoso para estar en un supermercado con una caja de huevos en la mano.

Sobresalía como una estrella en un cielo nublado.

Todos los demás eran opacos en comparación. Su cabello oscuro era lacio y más corto que el mío, cubriéndole contrabajo las orejas. Era alto, delgado, y su rostro casi perfecto contenía una cierta inocencia o eso parecía creer. Me recordaba a alguien, especialmente esos sorprendentes ojos negros onix. Apreté mis dientes.

¿Cuáles eran las probabilidades?

El sonrío. —Soy el hermano menor de Sasuke. Mi nombre es Sai —Colocó la caja de huevos en buen estado en mi carrito—. ¡Ya tienes huevos nuevos!

—¿Sasuke?

Sai hizo una seña hacia una cartera dentro de su carrito. Un móvil estaba recostado encima de ella. —Hablaste con él hace una media hora. ¿Te detuviste... pidiendo direcciones?

Así que ese era el nombre del teme e imbécil . Sasuke... parecía adecuado. Y, por supuesto, su hermano menor era tan atractivo como él, pero más delicado, ¿doncel, tal vez? ¿Porqué no?

Bienvenido a Konohagakure, la tierra de los modelos perdidos.

Comenzaba a dudar que pudiera encajar aquí.

—Lo siento. No esperaba que alguien supiera mi nombre —me detuve—. ¿Él te llamó?

—Sí —Apartó hábilmente su carrito del camino de un travieso niño corriendo frenéticamente por el pequeño pasillo—. De todos modos, los vi mudarse, y tenía la intención de conocerte, y cuando él dijo que vendrías aquí, bueno, estaba tan emocionado por conocerte que corrí hasta aquí. Me dijo que eras desagradable. —Podía imaginar el tono en que lo dijo.

La curiosidad se plasmó en su rostro mientras me mirada con sus intensos ojos noche.

—Sin embargo, no pareces nada de lo que él dijo, pero de todos modos, me gustaría conocerte. Es difícil conocer a alguien nuevo por aquí.—Observé a un niño sucio escalar el exhibidor del pan.

—No creo que tu hermano tenga una buena impresión de mí.

Sus cejas se fruncieron. —¿Qué?

—Tu hermano... creo que me odia. —Me giré hacia el carrito, jugueteando con un paquete de carne—. Él no fue muy... accesible con las direcciones.

—Oh, no —dijo, y se echó a reír. Lo miré bruscamente—. Lo siento. Mi tonto hermano estaba de mal humor.

No me digas. —Estoy bastante seguro de que él está siempre de mal humor.

Negó con la cabeza. —Tuvo un mal día. Él es peor que una chica o doncel, créeme. No te odia. Somos casi gemelos, si no fuera porque me llevara un año. Incluso yo quiero matarlo de vez en cuando. De todos modos, Sasuke es solo duro por fuera. No se lleva bien con... las personas.

Reí. —¿De verdad, dattebayou?

—¡Bueno, me alegro encontrarte aquí! —Exclamó, cambiando de tema una vez más—. No estaba seguro si te molestaría que viniera aquí, quizás estarías ocupado y eso.

—No, no ha sido una molestia —traté de seguir el ritmo de la conversación con una amplia sonrisa. Él pasaba de un tema a otro como alguien que toma mucha cafeína.

—Deberías haberme visto cuando Sasuke me dijo que eras de casi nuestra edad. Casi corría hasta casa para abrazarlo —se movió emocionado—. Si hubiera sabido que fue grosero contigo hubiera sido probable que lo hubiera golpeado en tú lugar.

—Puedo imaginarlo —sonreí—. También quise golpearlo, ttebayou.

—Imagina ser el único doncel en el vecindario y pegado a su molesto hermano varón la mayor todo el tiempo —Miró por encima de su hombro, sus delicadas cejas se fruncieron.

Mis sospechas eran ciertas, era un doncel, como yo.

Seguí su mirada. El pequeño niño ahora tenía un cartón de leche en cada mano, lo cual me recordó que necesito leche. —Regreso enseguida, ¡en serio!—Me dirigí hacia la sección de refrigerados.

Finalmente, la madre del niño giró por una esquina, gritó: —¡Sarutobi Konohamaru, deja eso donde estaba ahora mismo! ¿Qué estás...?

El niño le sacó la lengua. A veces ver un niño así de travieso era el perfecto programa para la abstinencia. Por otra parte, no necesito ese programa. Regresé con mi leche a donde Sai esperaba, mirando el suelo.

Sus dedos se retorcían sobre el mango de su carrito, apretando sus nudillos hasta que estuvieron blancos.

—¡Konohamaru, ven aquí ahora mismo! —La madre agarró su regordete brazo. Los mechones de cabello se habían caído de su severo moño—.¿Qué te he dicho? —siseó—. No estés cerca de ellos.

¿Ellos? Esperé ver a alguien más. Excepto que éramos Sai y... yo.

Confundido, miré hacia la mujer. Me sorprendió ver sus oscuros ojos llenos de disgusto. Pura repulsión, y detrás de eso, en la forma en que sus labios se apretaban en una línea dura y temblaban, había también miedo.

Y ella estaba mirando a Sai.

Luego tomó al niño travieso en sus brazos y se fue, dejando su carrito en medio del pasillo.

Me volví a Sai. —¿Qué diablos fue eso?

Sai sonrió, pero era falsa. —Pueblo pequeño. Los lugareños son raros aquí. No les prestes atención. De todos modos, debes estar muy aburrido después de desempacar y luego venir a hacer las compras. Es como una combinación mortal. Quiero decir, podrías estar haciendo otras cosas.

¿Creo que te puede tomar una eternidad desempacar cajas y comprar comestibles? —No pude evitar sonreír mientras luchaba por seguir el ritmo de la charla sin parar de Sai, parecía un tipo simpático y a la vez que terminábamos de cargar nuestros carritos. Normalmente, alguien puede desgastarme en cinco segundos, pero la emoción en sus ojos y la manera en que él se balanceaba en sus talones era contagiosa.

—¿Tienes más cosas que comprar? —preguntó—. Yo casi termino. Realmente vine sólo para conocerte y de paso ir al pasillo de los helados. Estaban llamándome.

Reí y miré mi carrito lleno. —Sí, casi he terminado, dattebayou.

—Vámonos entonces. Así podemos pagar juntos.

Mientras esperábamos para pagar nuestros artículos, Sai parloteaba, y olvidé el extraño incidente en el pasillo de leche. Sai creía que Sunagakure necesita otro supermercado—porque aquí no venden comida orgánica—y él quería pollo orgánico para hacerle la cena a Sasuke. Después de unos minutos de difícilmente seguir el ritmo de su conversación, comencé a relajarme. Él era burbujeante, simplemente... vivo. Esperaba contagiarme, después de lo de papá ya no había sido el mismo.

La fila de la caja se movió más rápido del tiempo que tomaba en las grandes ciudades. Una vez afuera, él se detuvo al lado de un nuevo Volkswagen y quitó la alarma.

—Lindo auto —comencé. Ellos tenían dinero, obviamente, o Sai tenía un trabajo.

—Me encanta —dio unas palmaditas en el parachoques trasero—. Es mi bebé.

Moví mis compras en la parte de atrás de mi Sedan.

—¿Naruto?

—¿Sí? —Giré las llaves alrededor de mi dedo, esperando que no fuera un comentario sobre el imbécil de su hermano, él quería pasar el rato más tarde. No había manera de despertar a mamá ahora que finalmente se fue a dormir.

—Me disculpo por mi hermano. Conociéndolo, estoy seguro de que él no fue nada agradable.

En cierto modo sentí pena por el pelinegro menor, estaba emparentado con un bastardo. —No es tu culpa, ttebayou.

Sus dedos se retorcieron alrededor de su llavero, y sus ojos se posaron en los míos. —Él es muy sobreprotector, por lo que no se lleva bien con los extraños.

¿Cómo un perro? Casi sonreí, pero sus ojos estaban muy abiertos y parecía realmente asustado de que no la perdonara. Teniendo un hermano tan odioso. —No fue gran cosa. Quizás él tuvo un mal día.

—Quizás —sonrió, pero pareció forzado.

—En serio, no te preocupes. Estamos bien, ¡enserio! —repetí.

—¡Gracias! No soy un acosador. Lo juro —me guiñó un ojo—. Pero me encantaría pasar el rato esta tarde. ¿Tienes algún plan?

—En realidad, estaba pensando quitar las flores que hay en el jardín de enfrente. ¿Quieres ayudarme? —Tener compañía sería divertido.

—Oh, suena grandioso. Déjame llevar esta comida a casa, e iré directamente a la tuya —dijo—. ¡Es emocionante hacer jardinería! Nunca antes he hecho eso.

Antes de que pudiera preguntarle qué clase de infancia tuvo para no incluir sembrar una planta de tomate obligatoriamente en clases, él se había escabullido en su auto y salía del estacionamiento. Me obligué a moverme y dirigirme al lado del conductor. Abría la puerta del auto y me subía en él cuando la sensación de ser observado se apoderó de mí.

Mis ojos volaron por el estacionamiento, pero sólo había un hombre en un traje negro y gafas de sol oscuras mirando la fotografía de una persona desaparecida en el periódico mural del pueblo. Todo lo que pude pensar fue Hombres de Negro. Lo único que necesitaba era ese pequeño dispositivo que borra la memoria y un perro que habla. Podría haberme reído, excepto que nada en el hombre era gracioso... especialmente ahora que él está mirando directamente hacia mí.

Un poco pasada la tarde, Sai tocó en la puerta principal. Cuando salí, lo encontré cerca de los escalones, moviendo los talones en sus zapatos negros de vestir, a simple vista bastante caros. Yo no consideraría el atuendo perfecto para la “jardinería”. El sol proyectaba un halo alrededor de su oscura cabeza y tenía una sonrisa pícara en su rostro. En ese momento, me recordó un príncipe  de hadas y elfos. O quizás a un loco estilo doncel de Campanilla, considerando su extraña y a veces sobreactuada hiperactividad.

—Hola, dattebayou —Di un paso fuera del pórtico, cerrando la puerta sin hacer ruido detrás de mí—. Mi mamá está durmiendo.

—Espero no haber despertado a tu mamá —musitó en voz baja.

Negué con la cabeza. —Nah, ella no se despertaría ni aunque viniera un huracán. De hecho ya sucedió.

Sai sonrió mientras se sentó en el columpio. Parecía tímido, con las manos en los bolsillos de su pantalón de tela. —Tan pronto como llegué a casa con la comida, Sasuke se comió la mitad de una bolsa de mis papas fritas, dos de mis barras de chocolate, y luego la mitad de un frasco de mantequilla de maní.

Comencé a reír. —Wau. ¿Cómo le hace para seguir tan...? —Sexy—. En forma, ttebayou.

—Es increíble —Cruzo sus piernas y apoyó el codo en una de sus rodillas, mientras su rostro descansaba en la palma de su mano—. Come tanto que por lo general tenemos que ir de comprar tres veces en una semana a la tienda —Me miró con una mirada maliciosa en sus ojos—. Por supuesto, yo puedo comer a fuera de casa y en casa  también. Supongo que no deberíamos estar hablando.

Mi envidia era casi dolorosa. No estaba bendecido con un rápido metabolismo. Mis caderas y trasero pueden dar fe de ello. No tenía exceso de peso, pero realmente odiaba cuando mi madre se refería a mí como “curvilíneo”.

—Eso no es justo. Yo como una bolsa de papas fritas y aumento un kilo.

—Tenemos suerte —su sonrisa parecía forzada—. De todos modos, tienes que contarme todo sobre Tokio. Nunca he estado allí.

Me apoyé contra la barandilla del pórtico. —Piensa en un montón de centros comerciales y estacionamientos. Oh, pero la playas... vale la pena las playas, la isla de Okinawa queda cerca de ahí —Amo el calor del sol en mi piel, los dedos de mis pies hundiéndose en la arena mojada, no por algo tenía ese bronceado que resaltaba con todas mis características.

—Wau —dijo Sai, su mirada fue hacia su casa como si estuviera esperando a alguien—. Te tomara mucho tiempo acostumbrarte a vivir aquí. Adaptarse puede ser... difícil cuando estás fuera de tu ambiente.

Me encogí de hombros. —No lo sé. No parece tan malo. Por supuesto que cuando me enteré de esto fue como, tienes que estar bromeando. Ni siquiera sabía que existía esté lugar, dattebayou.

Sai rió. —Sí, mucha gente no sabe de este pueblo. Nosotros estuvimos en shock cuando vinimos aquí.

—Oh, ¿Entonces ustedes tampoco son de aquí?

Su risa se desvaneció mientras su mirada esquivó la mía. —No, no somos de aquí.

—¿Tus padres se mudaron aquí por trabajo? —Aunque yo no tenía idea de qué tipo de trabajo podrían tener en este lugar.

—Sí, trabajan en la ciudad. No los vemos mucho.

Tuve la impresión de que era más que eso. —Debe ser duro. Pero... tienes muchas libertades, supongo. Mi mamá raramente está aquí, también.

—Entonces, supongo que tú lo entiendes —una mirada extraña llenó sus ojos—, el tipo de vida que llevamos.

—Y uno pensaría que nuestras vidas no podrían ser más emocionantes que esto, ¿verdad?

Él me miró anhelante. —¿Alguna vez has escuchado eso de ten cuidado con lo que deseas? Solía pensar eso —se balanceó hacia atrás y hacia adelante, ninguno de nosotros llenó el silencio que siguió. Sabía perfectamente lo que quiso decir. No puedo recordar cuantas veces me he quedado despierto en la noche y esperado que mamá llegara y quisiera seguir adelante—y ahora estamos en Konohagakure no Sato.

Oscuras nubes aparecieron de la nada, proyectando una sombra en el patio. Sai frunció el ceño. —¡Oh, no! Parece como si vayamos a tener uno de nuestros famosos aguaceros de la tarde. Por lo general tardan horas.

—Que mal. Supongo que será mejor hacer jardinería mañana, ttebayou. ¿Estarás libre?

—Claro —Sai se estremeció por el repentino aire frío.

—Me pregunto de donde vino la tormenta. Parece que salió de la nada, ¿no? —pregunté.

Sai saltó del columpio, limpiándose las manos en sus pantalones. —Eso parece. Bueno, creo que tu mamá se despertó, y tengo que ir a despertar a mi tonto hermano.

—¿Está durmiendo? Es un poco tarde.

—Él es raro —dijo Sai—. Regresaré mañana, y podremos ir a la tienda de jardinería.

Riendo, me aparté del pórtico. —Suena bien.

—¡Fantástico! —Corrió hasta los escalones de su pórtico y se dio la vuelta—. Le diré a Sasuke que dijiste ¡Hola!

Sentí mis mejillas arder. —Uh, eso no es necesario, dattebayou...

—Confía en mí, ¡Lo es! —rió y luego entró en la casa de al lado.

Mamá estaba en la cocina, con el café en la mano. Mientras ella me daba la cara, el humeante líquido marrón se derramaba en el mostrador. La mirada inocente en su rostro no me la creí.

Agarrando una toalla, me acerqué al mostrador. —Vive al lado, su nombre es Sai, y me encontré con él mientras estaba en el supermercado —Deslicé la toalla sobre las manchas de café—. Tiene un hermano mayor. Su nombre es Sasuke, parecen gemelos, pero solo le lleva una año. Es doncel... como yo.

—¿Doncel? Interesante —sonrió—. ¿Sai es agradable, querido?

Suspiré. —Sí, mamá, es muy agradable.

—Estoy tan feliz. Ya era hora de que salieras de tu caparazón, ttebane.

No noté que estuviera dentro de un caparazón.

Mamá sopló suavemente y luego tomó un sorbo, mirándome por encima del borde. —¿Has hecho planes con él mañana?

—Lo sabes. Estabas escuchando.

—Claro —me guiñó un ojo—. Soy tu madre. Eso es lo que tengo que hacer.

—¿Escuchar conversaciones ajenas, ttebayou?

—Sí. ¿Cómo se supone que sabré en que estás metido? —preguntó inocentemente.

Rodé mis ojos y me giré para regresar a la sala. —Privacidad, mamá.

—Cariño —gritó desde la cocina—. ¡Aquí no hay tal cosa como privacidad, ttebane!

 

Continuará...

Notas finales:

¡Hasta la próxima!


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