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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del fanfic:

Hola, amigos. Ha pasado un buen tiempo ¿verdad? Bastante, para ser honesta.

¿Qué les puedo decir? Hablar de todo lo que me ha pasado en este tiempo es algo que me resulta muy difícil y engorroso. Para resumir, había dejado la escritura porque no era capaz de escribir ni una letra y llegué a temer no poder hacerlo nunca más. He visto los comentarios de algunos de ustedes sobre las historias que tengo en pausa y estoy en proceso de lectura de ellas para poder retomarlas ya que he olvidado demasiados detalles. Sin embargo, estoy pasando por una etapa difícil debido a una incapacidad médica que me tiene recluida en casa y eso ¡Gran ironía! me ha hecho escribir otra vez. Una idea de amores adolescentes me vino a la mente y ello me ayudó a retomar la escritura. Sé que muchos esperan que continúe mis fics viejos pero de momento tengo que organizar mis ideas al respecto, porque necesito volver a conectar con el nivel que tenía antaño. De momento, calentaré motores con esta idea que llevo prácticamente a la mitad y que espero me sirva para volver a lo que solía ser y que el desgaste no haya sido permanente. Un abrazo a todos lo que me han esperado y aguardado con paciencia y quiero, en verdad volver a sorprenderlos como hacía antes, y sorprenderme a mí misma con esta pasión que me devuelve las ganas de vivir.

Besitos gigantes. Los quiero.

 

Notas del capitulo:

Gracias por leer.

CRUEL SUMMER

 

   

Capítulo 1

Primer día de clases

 

   “Cruel summer” era justo la canción que reproducía el CD player de Julián aquella mañana. Días más tarde se preguntaría si acaso no habría sido aquella rola una especie de preludio a lo que pasaría más adelante a partir de aquel día. No era que pensara que una simple melodía hubiese sido capaz de cambiar su vida entera, pero como solía decir su madre: nunca se sabía.

  Su nueva escuela era genial. Tan cerca de casa como para ir y volver caminando y con el mejor equipo de balleyball de la zona, no tenía más nada que pedir. Se inscribiría en el equipo, haría nuevos amigos y en menos de un mes sería tan popular como había sido en su antigua escuela.

   Era una instalación enorme. Cancha de baloncesto, futbol, balleyball, tenis y ¡Oh, carajo! la piscina olímpica más grande de la zona. Julián sonrió. Los nadadores y clavadistas eran su debilidad. Esos torsos perfectos y esos traseros envueltos en látex siempre reclamaban la atención de sus pupilas, estuvieran donde estuvieran. Los cuerpos de los nadadores eran maravillosos, cincelados con una precisión artística. Su primer beso había sido justamente con el capitán del equipo de natación de su anterior escuela. Nunca olvidaría sus labios mojados, con ese fabuloso sabor a… ¿cloro?

   Bien, ya estaba divagando, pensó sacudiendo la cabeza. Era mejor que se espabilara si no quería llegar de último al aula. Las clases estaban a punto de comenzar y él ni siquiera había localizado su salón. Sería molesto entrar de último y tener que aguantarse las miradas de escrutinio del resto de sus compañeros. No era que no estuviese acostumbrado a ser el centro de atención, pero en esta ocasión prefería manejar un bajo perfil; por lo menos de momento.

   —Señorito, Santos… ¿va a entrar o todavía piensa quedarse una hora más parado en la puerta?

   Julián alzó sus ojos hacia la voz que inconfundiblemente se dirigía a él. La robusta mujer lo miró con ojos inescrutables antes de desprender la hoja pegada a la puerta del salón y enseñársela. Su nombre era el último que faltaba por resaltar lo que significaba que había sido el último en llegar. Genial. Ahora tendría que pasar por todo el centro de un salón lleno de gente y aguantar la mala cara de la maestra por el resto de la mañana. No era algo necesariamente malo si lo pensaba bien, rumió en su cabeza para contener la tensión. Entrar bajo la aguda mirada de todo el mundo podía tener sus ventajas… como… como que el guapísimo chico que estaba sentado en primera fila lo mirara de pies a cabeza y, al verse descubierto, bajara la cabeza, mortificado.

   “Es otro omega”, “Sí, pero baja la voz”, “Cállense, nos van a oír”, “Este año se han matriculado tres”.

   Julián dio una mirada rápida por todo el salón y corroboró los comentarios que no habían escapado a su magnífico oído. En efecto, había otros dos omegas aparte de él en el salón. Los collares en sus cuellos los delataban. En una ciudad tan grande como de la que venía, seguro no era tan raro ver a omegas compartiendo escenarios con Alphas y Betas, sin embargo, suponía que en esta nueva ciudad, mucho más pequeña y menos cosmopolita, las cosas aún debían ser algo más conservadoras.

   Molesto tocó su propio collar y tomó asiento en la última fila de sillas. ¡Rayos! Tener que usar ese jodido “accesorio” era sin duda lo más molesto y humillante. Las normas del colegio eran estrictas en cuanto a su uso y si quería estudiar allí tendría que obedecer. Era eso o inscribirse en la pequeña academia exclusiva para omegas que no tenía equipo de bolleyball. Sí, definitivamente podía aguantar el collar. Por lo menos podían personalizarlos a su antojo, sonrió tocando el grabado con sus iniciales en el centro.

   —¿También eres nuevo?

   Julián giró su cabeza ante la voz que le habló a su derecha. El dueño era un chico menudo que parecía algo pálido y desgarbado. Tenía unos bonitos ojos oscuros y su cabello rubio se pegaba a su frente por el sudor. El calor de aquella ciudad era algo a lo que le iba a costar adaptarse. Vivir tan cerca al mar tenía ventajas pero la temperatura no era una de ellas.

  —Recién llegado a la ciudad también —aceptó con un suspiro de sofocación. El otro chico sonrió, extendiéndole una goma de mascar. Tenía el pupitre lleno de cachivaches de colores de diversos tamaños y formas. Corrector líquido, marcadores, tajalápiz, bolígrafos, borradores; toda una suerte de memos de colores y una libreta tan linda que parecía un crimen escribir algo en ella.

   —Me llamo Zully —sonrió el jovencito abriendo también una goma de mascar para él—. Estudiaba en una escuela para omegas pero resulta que no lo soy. No me dejaron ingresar este año.

  —L Lo siento… —Julián no estaba muy seguro de si lo sentía o no, simplemente no estaba seguro de qué más decir ante un comentario como ese. Ya había escuchado sobre casos de errores en los informes médicos de género pero nunca había conocido uno de cerca. Su compañero sólo sonrió y volvió su vista al frente. La maestra había comenzado a escribir el programa académico en el tablero y todos empezaron a tomar nota.

   —Los lunes: matemáticas, física y química… ¡Silencio! —ordenó, golpeando el tablero ante el malestar general—. No fui yo quien organizó este horario.

   —Perdón, profe. No encontraba el salón.

   Un silencio general se hizo de repente en el aire. Julián alzó su vista del cuaderno donde anotaba todo y sus ojos se posaron sobre la silueta que en ese momento cruzaba el umbral de la puerta y entraba lentamente al salón de clases.

   Era, sin exagerar, el chico más apuesto que había visto en su vida.

   Metro ochenta y pico como mínimo; complexión atlética y bien tonificada que se notaba aún con la ancha sudadera de la escuela. Su cabello negro lacio aunque algo ondulado en las puntas caía sobre su frente y ocultaba un poco sus ojos. Tenía un perfil de dios griego, una sonrisa pequeña, genuina, que quitaba el aliento.

   —Estás babeando, Julián.

   Julián miró a Zully quien le sonreía abiertamente. Sus mejillas se colorearon por completo de carmín al verse descubierto de aquella forma y tuvo el recato de bajar la mirada. Pocas sillas más adelante un chico corpulento, con mirada y gestos ásperos alzó la cabeza y con toda la intensión de mostrar lo que hacía comenzó a olisquear hacía varias direcciones haciendo, acto seguido, un mohín de asco.

   —¿Podrían por lo menos disimular un poco en clase, desesperados omegas? ¡Es asqueroso!

   —¡William! ¿Cómo dices que te llamas, muchacho? No te tengo en mi lista.

   —Soy Alejandro Contreras, profe —se presentó el apuesto jovencito, mirando con desaprobación al otro chico—. Me matriculé a última hora así que es probable que no me hayan metido en la lista aún —rió avergonzado—. Y además llegué tarde. 

   —Tranquilo, los omegas de allá atrás seguro te guardaron un puesto, amigo —volvió a hablar el tosco chico de la tercera fila.

   —No lo hicieron, yo lo hice —habló de repente otro chico sentado en la primera fila. Julián lo reconoció como el alumno que lo había mirado al entrar—. Siéntate, Alejandro. Y tú William, deberías saber que mi amigo es un Alpha dominante y son sus feromonas las que molestan a los omegas y no al contrario. Si no te durmieras en las clases de biología, lo sabrías.

   Las risas generales colmaron el ambiente. Los tres omegas del salón miraron con agrado el gesto de aquel muchacho. Zully sonrió a Julián y le tendió un poco de perfume que llevaba en su bolso. En ese momento, Julián se preguntó si acaso habría algo que el otro muchacho no cargara en su maleta.

   —William es un pesado, no le hagan caso —volteó una chica de la penúltima fila, dirigiéndose a ellos. Su collar de omega estaba personalizado con un corazón—. Tiene un complejo con los omegas y es un idiota. El año pasado le tocó en un salón distinto al mío pero este año no me he salvado. Por cierto, soy Susana… pero me pueden decir Susy. Encantada.

   —Hola, Susy —Julián y Zully le estrecharon la mano. Zully le pasó la última goma de mascar que le quedaba y lanzó el paquete vacío hasta una caneca que se hallaba lo suficientemente alejada como para hacer de su movimiento toda una hazaña.

   —¡WOW! —exclamó Julián—, con ese talento espero que estés en el equipo de baloncesto.

   Zully afirmó con la cabeza.

   —Jugaba de Alero en mi otro instituto. Por cierto, ¿a qué clubes piensan entrar, chicos?

   —Al de volleyball —respondió Julián sin dudar.

   —Quizás al de teatro —anotó Susana, no muy convencida—. La verdad es que no soy muy buena en los deportes. Aunque si otro omega estará en un equipo me lo puedo pensar.

   —¿Haz jugado alguna vez? —inquirió Julián.

   —Poco…  pero conozco las reglas y me parece divertido.

   —Me encantaría tener a alguien como yo. Ya sabes… aunque ya son cada vez más comunes los equipos mixtos, siempre hay gente que aún no los acepta.

   —Ni que lo digas… —Susana volcó de nuevo su vista hacia el tal William y su cara se descompuso en un rictus de amargura—. William es el capitán del equipo de natación —relató a modo de comentario desganado—. Desde que es el líder ningún omega se ha vuelto a inscribir. No hay una regla explícita que lo prohíba pero no hay mucha gente capaz de lidiar con ese grado de hostilidad.

   —Me imagino —bufó Zully, coloreando distraídamente en su libreta, lo que produjo un estremecimiento en Julián—. Suena a que es todo un cretino y va a causarnos muchos líos.

   Julián arqueó una ceja. Un lápiz de color cayó del pupitre de Zully y el omega lo recogió.

   —¿Por qué lo dices? Tú no eres un omega —anotó, devolviéndolo a su dueño—. Los betas como tú pueden pasar desapercibidos si quieren.

   —¿Quién dice que soy un beta? —sonrió maquiavélicamente el rubio, torciendo sus ojos hacia el molesto William.

   Susana y Julián pasaron saliva pesadamente. Si era una broma, no era graciosa. Zully asintió alegre, como si la reacción de sus compañeros fuera justo lo que esperaba.  

—Así es —les guiñó un ojo antes de voltear hacia el frente y agregar como si nada—. Soy un Alpha.

  

++++

 

—Oye, ¿qué te pasó? Pensé que ya no vendrías hoy.

   Daniel garabateaba en su libreta el nombre de los libros de texto solicitados para cada materia mientras su verdadero interés se centraba en su distraído amigo. Estaba contento de por fin poder volver a compartir escenario deportivo con Alejandro. Desde que éste se mudara a la capital por culpa del trabajo de su padre, la amistad tuvo que verse fracturada y la meta de competir juntos en las olimpiadas deportivas nacionales, aplazada.

   Se encontraron el año anterior justamente en la competencia celebrada en la capital y con el equipo de Alejandro resultando subcampeón nacional. La vida los volvió a reunir ese año y ahora sí que trabajarían duro para competir en las pruebas individuales y de relevos. William podía ser un pesado pero su trabajo arduo y disciplinado había llevado al equipo a los nacionales durante tres años consecutivos y habían logrado dos medallas de bronce en las pruebas de 100 mts libre y 400 mts combinado del año anterior.

   —Me quedé dormido, hacía calor —se excusó Alejandro, bostezando todavía. Acostumbrarse de nuevo al clima iba a ser lo más difícil luego de venir de un ambiente bastante frio en la capital—. Y cuéntame… ¿cómo va todo por aquí? —susurró, intentando que la maestra no los pillara en su parloteo—. ¿Sigues saliendo con Andrés? Lo vi saliendo de otro salón cuando entraba aquí.

   Daniel negó con la cabeza. La verdad, Andrés era algo de lo que no quería ni hablar. Su relación había sido un completo fracaso y ahora no se podían ver ni en pintura. Era cierto que las relaciones entre Alphas podían ser muy complicadas debido al carácter dominante que solían tener éstos, sin embargo, Daniel se consideraba a sí mismo un muchacho tranquilo y receptivo que podía tolerar todo tipo de caracteres. Andrés había sido la excepción.

   —Palabras más, palabras menos, es un loco —rumió con disgusto, pese a que no le gustaba hablar mal a espaldas de la gente—. Quería que dejara de nadar y me uniera a su club de cine. Cuando lo mandé por un tubo me hizo un show en la calle que todavía me avergüenza.

   —Por eso no me meto en relaciones serias, amigo —masculló Alejandro—.Salgo con Alphas y betas en plan amigos con derecho, pero hasta allí. Creo que un omega es lo que me falta, aunque prefiero mantenerme alejado de ellos… ya sabes cómo es.

   Daniel frunció el ceño. No, no sabía cómo era. ¿Cómo se suponía que era? ¿Problemático? ¿Peligroso? Estaba un poco harto de todos esos prejuicios ridículos y sobre todo del hecho de que sus padres pensaran igual. Por los días en que había comenzado a salir con Andrés hubo un omega que también le gustaba. Imaginarse la cara de sus padres al contarle que salía con uno fue lo que le hizo optar por la opción de mejor salir con aquel psicótico. Se arrepentía hasta el infinito por aquella decisión. Quizás ahora estaría feliz con aquel chico.

   —Las clases comenzarán a partir del jueves, así que traten de conseguir los textos y los útiles para ese día —remató la profesora, soltando la tiza—. Ahora tendrán un receso de media hora y se reunirán luego en el patio- salón para el saludo del director. ¡Andando!

   —Así que él es el nuevo miembro del que me comentaste, ¿no es así?

   Alejandro y Daniel que se dirigían a la salida frenaron en seco, volteando en dirección a la voz que les hablaba. William masticaba un esfero mientras reparaba en el atlético cuerpo del nuevo miembro de su equipo. Ya Daniel le había puesto al tanto de su llegada, sin embargo jamás pensó que se tratara del subcampeón nacional de estilo libre. Iba a ser una adquisición estupenda para el equipo con miras a las preliminares y las regionales que se llevarían a cabo en tan solo dos meses. Los entrenamientos serían rigurosos desde el inicio y las reglas iguales para todos sin importar los títulos que tuvieran.

   —William, él es Alejandro. Amigo, este es William, capitán del equipo.

   —Mucho gusto —Alejandro no podía saber del todo si iba a ser un placer conocer a aquel chico. El se consideraba un líder nato y por lo visto, el capitán de su nuevo equipo también. La rivalidad estaría a la orden del día y los conflictos también. Llevaba dos años siendo el capitán de su escuela y tener que pasar ahora a ser de nuevo sólo un integrante más, le caía un poco mal. No quería resultar un impertinente a la primera impresión pero no lo podía evitar. Ese tipo y él se llevarían mal, podía jurarlo.

   —Muy bien… pareces estar en buena forma —sonrió William, palmeándole el brazo—. Entrenamos cuatro días a la semana y tienes la opción de usar la piscina cuando quieras con mi permiso. Tengo una llave que me ha dado la rectoría y sólo tienes que avisarme para usarla. Imagino que ya Daniel te habló sobre el horario de prácticas y el reglamento del equipo, ¿verdad? Bueno, en fin. Ya hablaremos al respecto. Los veré a la salida en el coliseo. Hoy conoceremos a los nuevos integrantes y revisaremos las instalaciones. Nos vemos, chicos.    

   Alejandro y Daniel asintieron a modo de despedida mientras su compañero se alejaba. Sí que tenía entusiasmo, pensó Alejandro viéndolo correr hacia el corredor para encontrarse con otro grupo de chicos atléticos y espigados; todos Alphas al parecer. Se preguntaba si acaso el equipo sería sólo de Alphas y la idea le pareció ridícula. Los equipos mixtos eran cada vez más populares en la capital y a nivel internacional. El record de su equipo lo tenía un omega.

   —Eh… disculpen… ¿podrían darnos permiso? —La vocecita que resonó a su lado lo sacó de sus cavilaciones. Alejandro dio un respingo, dándose cuenta de que estaba parado en todo el umbral de la puerta, bloqueándola.

   —Oh, por supuesto. Lo lamento—se disculpó, haciéndose a un lado. Tres esbeltas figuras pasaron por su lado, siendo la última de ellas la que más llamó su atención. Cabello azabache hasta un poco después de la nuca, piel canela y ojos verdes. Tenía un cuerpo delgado pero tallado y firme, piernas largas y trasero parado. En fin, un deportista.

   —Vamos por golosinas —oyó que decía el chico que abría la fila; un muchacho desgarbado que lucía famélico. Otra chica que los seguía dijo algo que no pudo oír y luego los tres se perdieron en el giro hacia las escaleras.

   —¿Viste eso? —dijo Alejandro, volviéndose hacia Daniel de nuevo.

   —Desde que entró al salón —contestó el otro chico, sabiendo perfectamente de qué le hablaban.

   —¿Es nuevo?

   —Eso creo, por lo menos yo nunca lo había visto.

   —¡Está buenísimo! Seguro tendrá novio o novia.

   —De todos modos no creo que te interese —Daniel hizo una sonrisa retorcida—. Me acabas de decir que no te interesan los omegas.

   —Pues acabo de cambiar de opinión —masculló Alejandro—. Hay que quedarnos cerca y ver qué averiguamos. Si es nuevo puede que venga de otra ciudad y a lo mejor no sale con nadie. ¿O qué pasa? ¿Acaso te interesa a ti también?

   —Lo que me interesa es que dejes de hacer el tonto y me cuentes bien qué planes tienes ahora que volviste. Te extrañé, Alejo. En serio, estos tres años fueron una mierda sin ti.

   —Oh, qué dulce —Alejandro se burló, alborotando el cabello de su amigo. Sonriente lo abrazó por los hombros y ambos salieron con miras hacia el corredor. Daniel sonrió, componiendo su peinado. Algo extraño revoloteó en el estómago de Alejandro ante la cercanía de su amigo. La alegría de volver a verlo y tenerlo junto a él era maravillosa, electrizante; mucho peor de lo que temió que sería. Pensó que quizás los años de lejanía habrían menguado el sentimiento que sentía hacia el otro Alpha, pero se había equivocado por completo. Lo quería, lo quería más que a nada pero sabía que no era correspondido de esa manera. Seguir actuando relajado y dándoselas de conquistador empedernido era la fachada que le permitía sentir que sus sentimientos no se notarían. Además, al parecer Daniel también se había fijado en el omega ese que habían notado al pasar. ¿Celos? ¿Era eso lo que estaba sintiendo? Al parecer sí. Y era horrible.

****

   —¿Y cuéntanos cómo es la capital? ¿Es verdad que hace mucho frio? ¡Yo muero por conocerla y ver los parques de atracciones! ¡Me cuentan mis primos que son geniales!

   Julián asentía impávido ante las preguntas y la efusividad de Susana. La chica que le pareció tímida al principio resultó no serlo en lo absoluto. Hablaba hasta por los codos y le gustaba gesticular con las manos cada palabra que pronunciaba. Era muy graciosa.

   —Mundo aventura es el mejor —contestó Julián, abriendo un paquete de tocinetas fritas y devorando dos al mismo tiempo—. Hace bastante frio también —explicó—. Pero es una ciudad muy grande y tiene muchos parques, teatros y centros comerciales.

   —Yo fui el año pasado —intervino Zully, jugueteando con una gomita de dulce antes de llevársela a la boca—. Mis padres me hicieron ver de un doctor que les confirmó que en realidad no era omega y que tenía un metabolismo alto que me impedía reconocer feromonas o emitirlas con claridad. Ahora me tengo que poner unas inyecciones muy raras todos los meses para que mi celo sea puntual.

   —Amigo, eso suena molesto —Julián y Susana lo miraron condescendientes. Por lo general tanto los Alphas como los omegas tenían una fecha calendario para el celo y esta no cambiaba a lo largo de la vida fértil. Ni siquiera enfermedades, estrés intenso, o drogas fuertes lo podían hacer variar. Solo ciertas enfermedades hormonales que ya habían sido muy bien estudiadas y tenían tratamiento, como el caso de Zully.

—Sí, es un tanto problemático —suspiró el susodicho, comiendo otra gomita—. Pero me parece peor lo que les toca a ustedes, los omegas. No es justo que la naturaleza los haga más vulnerables durante el celo, a diferencia de los Alphas que sí nos podemos controlar.

   —Ni modo, es la naturaleza y la tenemos que aceptar —se encogió de hombros Susana—. Por eso mis padres tomaron precauciones y me colocaron esto luego de mi primer celo —anotó, señalando una cicatriz en la cara interna de su brazo derecho.

   —¿Es un implante de anticoncepción? —preguntó Julián, curioso.

   —Así es —asintió Susana—. ¿Tú no tienes uno? Casi todos los omegas lo tenemos.

   Julián negó con la cabeza. La razón era muy sencilla. A pesar de su edad, casi diecisiete años, su primer celo aún no había llegado. Su papá omega le decía que era algo normal, que él también había tenido su primer celo después de los quince años. Sin embargo, el tema ponía a Julián muy ansioso y hasta algo asustado. No quería que su primer celo llegara de repente, poniéndolo a él y a otros en una situación vergonzosa.

   —A veces me da miedo de lo que pueda pasar, sin embargo mi papá me explicó muy bien todos y cada uno de los síntomas que se presentan horas antes de la llegada del primer celo, para que pueda avisar.

   —Estarás bien —le animó Susana—. Realmente es más lo que se exagera con este tema que lo que realmente pasa. Supongo que es para que no pequemos de confiados.

   —Aun así, quisiera que me ocurriera estando en casa. Sería menos vergonzoso para mí.

   Susana y Zully asintieron. Cuando acabaron de merendar, Zully se fue a la tienda escolar en busca de más dulces y Julián negó con la cabeza. Estaba asombrado de la cantidad de azúcar que ese chico podía comer. Al reunirse de nuevo, el trío decidió recorrer la escuela para que Susana les enseñara todos los lugares a los que podían acceder. La biblioteca, el salón de audiovisuales, los laboratorios de física y química, el salón de informática, la sala de profesores, la capilla. En fin, todos y cada uno de los recovecos de la inmensa institución.

   —Y bueno, por último tenemos el pozo de los deseos —canturreó Susana, inclinándose sobre la piedra caliza que lo coronaba—. No se sabe cuán profundo es ni si de verdad cumple deseos. Pero es muy lindo.

   Julián y Zully se inclinaron a su vez. Era cierto, estaba muy oscuro y no se podía ver el fondo. De repente, Zully sacó una pequeña moneda del bolsillo derecho de su sudadera y cerrando los ojos la arrojó. Julián y Susana rieron bajito y los tres esperaron atentos el sonido de la caída. No lograron escuchar nada lo que les confirmó que en efecto se trataba de una caída profunda. Con razón el lugar era prohibido para los pequeños de primaria y preescolar.

   —¿Haz pedido un deseo? —inquirió Susana después de un rato, cuando ya se estaban alejando.

   —Así es —respondió Zully, asintiendo con la cabeza—. He pedido un novio alto y guapo. Deportista si es posible.

   —Por Dios, ¿estás hablando en serio?

   —No —rodó los ojos Zully—. Quería saber que tan profundo estaba el pozo.

   Las risas de los chicos fueron interrumpidas por el cuchicheo de otro par de jóvenes que se hallaban sentados cerca a la cancha de baloncesto. Susana y Zully tenían claro a quién iban dirigidos los silbiditos molestos que les dispensaron al pasar y al parecer Julián también. Desde que había entrado a la adolescencia se había hecho consciente de los deseos que despertaba en los demás, sobre todo en los Alphas. Su cuerpo bien dotado no escapaba de las miradas ni de los acosos ajenos, sin embargo tenía la ventaja de que también podía llamar la atención de los chicos que le gustaban.

   Como por ejemplo… ese chico.

   Estaba de pie, junto a la entrada de la cancha. Comía una paleta junto al otro chico que le había mirado al entrar al salón. Como se habían podido dar cuenta todos por la manera en que se hablaron en el aula, se notaba que eran amigos de antaño. Alejandro, como creyó recordar que se llamaba, lo miró fijamente al pasar. Julián intentó evitarlo, pero no pudo lograr que sus labios no se curvearan un poco en una pequeña sonrisa. Zully lo notó y sonrió a su vez, siendo codeado disimuladamente por su compañero.

   —Como digas algo, te mato.

   —Mátame entonces —siseó, Zully, frenando de repente para girar sobre su eje y quedar cara a cara frente a los otros dos chicos.

   —¿Disculpen? Ustedes estaban hablando hace un rato con el capitán del equipo de natación, ¿verdad? ¿Serán parte del equipo?

   A Julián se le subieron todos los colores de golpe. ¿Qué estaba tratando de hacer Zully?

   —Es que, verán… —continuó el rubio—. A mis amigos y a mi quizás nos interese entrar en el club y bueno… nos gustaría saber si están buscando más miembros.

   Alejandro y Daniel se miraron confundidos. La verdad nadie los había autorizado a decir si podían o no podían invitar a más gente a unirse al equipo. William había dicho que después de la salida se encontrarían en el coliseo para conocer a los nuevos miembros pero nadie le había asegurado que no pudiera inscribirse más gente.

   —Yo supongo que todo miembro de la escuela tiene derecho a presentar su solicitud al club que le parezca —respondió entonces Alejandro, dándole el último mordisco a su paleta—. ¿Están interesados en entrar?

   Julián asintió mecánicamente al sentir la mirada de Alejandro sobre él.  

   —Lo estamos… sí, por supuesto.

   —Soy Zully —se presentó el rubio, dándoles la mano—. Y ellos son Julián y Susana.

   —Hola, mucho gusto.

   Alejandro estrechó la mano de Julián y éste la apretó de vuelta con algo de nerviosismo. Daniel los saludó también, sólo que se notaba algo más intranquilo que los demás. Sería la primera vez en años que tres omegas se apuntaban para el equipo de natación. Estaba seguro de que William no les permitiría entrar y además podía ponerse algo borde con ellos, sin embargo, Alejandro tenía razón; técnicamente todos los alumnos estaban en su derecho de ingresar al club que les pareciera y su permanencia en los equipos dependería única y exclusivamente en su desempeño deportivo y no en prejuicios o favores personales.

   —Parece que ya nos están llamando para el saludo del director —señaló en ese momento Susana, escuchando el sonido de la música que marcaba el final del descanso.

   —¿Estás loco? ¿Por qué hiciste eso? —reprendió Julián a Zully, en voz baja, llevándolo un poco rezagado del resto del grupo. Estaban caminando todos juntos hacia el patio- salón.

   —Pareces muy interesado en ese tal Alejandro —ronroneó meloso, Zully—, quise darte un empujoncito para que le hablaras.

   —¿Empujoncito? ¡Me tiraste a una piscina! ¡Literalmente!

   Zully no pudo evitar una carcajada. Julián estaba a punto de ahorcarlo pero el rubio le tomó por ambos hombros, acercándolo a él.

   —No seas tonto —le dijo en susurro—. No vamos a inscribirnos en su club; sólo era una estrategia para conocerlos y hablarles. Luego llegamos, decimos que no nos interesa y ya está. Relájate.

   Julián relajó la postura, aceptando por el momento la explicación de su compañero. No estaba ni cerca de sentirse tranquilo, pero por lo menos aún no había pasado nada definitivo. Irían al coliseo, escucharían a los del equipo de natación y luego les dirían que realmente les atraían más otros clubes y se marcharían sin problema. Durante el trayecto, Daniel también aprovechó y se quedó a propósito rezagado con el fin de acercarse un poco hasta el lado de Julián. Era realmente un chico muy bonito, quería conocerlo más.

   —Eres nuevo en la escuela, ¿verdad? Nunca te había visto.

   —Recién llegué a la ciudad la semana pasada —asintió Julián, sonriendo encantadoramente—. Por cierto… muchas gracias por lo que hiciste en el salón hace un rato. Fue muy lindo.

   Daniel sintió su corazón acelerarse ante la sonrisa más tierna y dulce que había visto en su vida. Recordó de inmediato al chico que tanto le había gustado años atrás y que había dejado pasar por culpa de los prejuicios de su familia. ¿Sería capaz de empezar ahora una relación con un omega pese a la oposición de sus padres? ¿Desafiaría a su familia por algo así?

   —Por cierto, soy Julián —se presentó el susodicho, ofreciéndole la mano.

   —Oh, disculpa. Claro —se sonrojó el Alpha, deleitándose por un momento ante la suavidad de aquella mano—. Mi nombre es Daniel. Un placer conocerte.

   —El placer es todo mío —Julián encontró a Daniel adorable. Unos metros más adelante la mayoría del alumnado comenzaba a formarse  por cursos en espera del discurso del director y los docentes se fueron presentando uno a uno. Los horarios serían intensos: en las mañanas, clases de materias regulares hasta medio día, luego el almuerzo y en la tarde, de una a dos, la materia electiva que el alumno escogiera y de tres a cinco, trabajo en los clubes de su elección.

   —Los Alphas y los omegas deben presentarse de nuevo a sus salones apenas terminemos aquí. Deben decirles a sus respectivos coordinadores de grupo el día de su celo para que podamos llevar un registro de esto. Los que todavía no se han desarrollado en ese aspecto también deberán informarlo porque este año tenemos algo especial para ustedes en pos de su propia seguridad y la de sus compañeros. Es importante que nos lo digan. Eso es todo por el momento. Bienvenidos sean todos y muchos éxitos en este nuevo año. Un placer.

   Los cinco chicos suspiraron al unísono. Pensaban que luego del discurso serían libres pero aún tenían que volver de regreso al salón. Aparte, a Julián le daba mucha vergüenza pensar que tendría que decir frente a todos que su celo aún no llegaba. Posiblemente sería el único del salón con esta condición y no quería que se burlaran de él por algo así.

   —Estás pensando en lo del celo, ¿verdad?—le preguntó Susana, al verlo cabizbajo—. Vamos, no te estreses.  Sólo lo hacen por precaución. Y si alguien se burla porque el tuyo aún no llega, lo pondré en su lugar.

   —¿Qué pasa? ¿Sucede algo malo?—preguntó también Alejandro, quien venía al lado de ellos.

   —No, nada —le calmó Susana—. Es solo que Julián está un poco tímido y avergonzado por lo que haremos en el salón ahora.

    —Oh, entiendo—Alejandro se sonrojó visiblemente y agachó la mirada de una forma tan encantadora que dejó a Julián aturdido—. Sí, puede ser un poco embarazoso —aceptó con una risita nerviosa—. Sin embargo, es algo natural y nos pasa a todos. Relájate y no te lo tomes tan a pecho. Te sentirás mejor si lo haces.

   La perfecta sonrisa de Alejandro creó un alboroto en el estómago de Julián. Al parecer, el chico no sólo era terriblemente guapo sino además, encantador y amable. No quería idealizarlo tan rápido pero no podía evitarlo. Se sentía tembloroso a su lado. Era perfecto.

   —¡El último en llegar paga los mangos a la salida! —gritó de repente Zully, soltando aquel reto antes de comenzar a correr. Daniel Y Alejandro se alejaron tras él, mientras Julián y Susana los siguieron detrás. Al final, Julián llegó de último. Esos Alphas y sus instintos competitivos eran un desastre y lo dejarían sin dinero si no se espabilaba.

   —Bueno, tomemos asiento —invitó Daniel, resoplando aún, sólo para darse cuenta de que William ya estaba sentado y lo miraba con cara de pocos amigos. El resto de los Alphas y omegas de la clase no tardaron en llegar y por último entró la coordinadora con un montón de hojas en la mano. Colocó una hoja en el escritorio de cada uno y luego se sentó frente a su escritorio.

   —Quiero que anoten en la hoja la fecha de su ultimo celo, la periodicidad de sus ciclos, si están usando implantes anticonceptivos y si tienen algún problema médico o están en tratamiento. Luego doblarán la hoja y me la traerán.

   Julián suspiró aliviado. De soslayo miró a Susana y ésta le devolvió la sonrisa desde su asiento. Se sentía contento de poder hacer aquello en privado y no frente a todo el mundo como creyó que sería. Fue el primero que pasó su hoja debido a que era poco lo que tenía que escribir. El resto del curso fue entregando la hoja de uno en uno y al final sólo quedaron William y Zully, quienes parecían estar presentando el examen más difícil de sus vidas.

   —¿Por qué tardan tanto? —preguntó extrañado Alejandro, mirando hacía el salón.

   —Zully tiene un tratamiento médico —respondió Susana sin entrar en detalles—. Eso nos contó más temprano en la mañana. Supongo que por eso tarda.

   —¿Y William?

   Julián fue quién hizo la pregunta. Parecía genuinamente interesado. Daniel y Susana se en cogieron de hombros. El año anterior, William había sido de los primeros en responder ante la clase, ya que en esa ocasión el coordinador no tuvo el mismo respeto por la privacidad que tuvo la actual profesora. Finalmente, Zully se levantó de su asiento y entregó su hoja, minutos después lo hizo William, quien sudaba a mares.

   —Un momento —. Zully y William se detuvieron al unísono. La profesora miró la hoja de William y otra que tenía en una carpeta en su poder y las comparó. Sus cejas se acercaron en un mohín de disgusto y acomodó sus lentes antes de subir la mirada para interrogar a su alumno.

   —¿Pasa algo maestra? —preguntó William.

   —Pasa que sacaste mal las cuentas, muchacho despistado —respondió la profesora, disgustada—. En esta hoja, que es el calendario del año anterior está anotado que tu ultimo celo fue el día veintisiete de noviembre. Como tus ciclos son de treinta días exactos, y ya estamos en febrero; tu próximo celo será el veinticinco, no el veintiséis, como pusiste.

   William palideció. ¡Rayos! ¡Lo descubrirían! ¡Si seguía cometiendo errores tan tontos, pronto se darían cuenta de que estaba engañando a todos y de que realmente nunca había tenido un celo! No había podido recordar el día exacto que había faltado el año anterior por su supuesto celo y había dejado en casa el calendario donde anotaba la fecha mes a mes por lo que demoró tanto en entregar la hoja, intentando recordar.

   —Eres un despistado, Will —volvió a reñirlo la maestra—. Tienes que ser cuidadoso con esto, muchacho. El celo no es cosa de juego.

   —Lo siento, profe.

   —Y en cuanto a usted, jovencito —volvió a hablar la maestra, esta vez mirando a Zully—. Los collares son obligatorios para los omegas. ¿No leyó el reglamento?

   —Este tipo está mintiendo —masculló de repente Zully, dejando a la maestra y a William totalmente impávidos—. Tú nunca has tenido un celo —afirmó, mirando cara a cara al otro Alpha—. ¿Por qué haces esto? —Increpó, ahora alzando la voz—. ¿No te das cuenta que no sólo es algo que te afecta a ti sino que pones en peligro a los omegas? ¿Tanto los desprecias que te importa poco ponerlos en riesgo por tus mentiras?

  —¿De qué estás hablando, muchacho? —La profesora se levantó de su asiento, mirando a Zully desconcertada. William tenía cara de que se iba a desmayar y Zully apretaba sus manos en puños, con ira contenida.

   —Tengo un tratamiento médico a base de hormonas que regulan mi celo —explicó el rubio, volviendo su vista hacia la maestra—. El efecto secundario es que agudiza mi sensibilidad a las feromonas —aseguró, mirando de nuevo a William—. Las feromonas que este chico usa son falsas, su verdadero olor es suave, infantil. Y sobre el collar, no estoy rompiendo el reglamento, maestra. Yo no soy un omega. Soy un Alpha.

   La maestra dejó caer sus lentes, William se agarró de la pared y Daniel y Alejandro, que escucharon la confesión desde afuera, se miraron asombrados. ¡Cielos! Si ese había sido sólo el primer día de clases, no se imaginaban lo que sería el resto del año.

  

   Continuará…

 

 

Notas finales:

Próximo capítulo: ¡Entraremos al equipo de natación!

No se lo pierdan.


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