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Aprendiendo a amar por aisaka-san

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Abrió los ojos con molestia, el sol golpeaba de lleno su rostro al igual que la fresca brisa mañanera que los últimos días había perdurado.

 

No quería moverse, no estaba de humor de hacerlo, no desde que llegó a aquel país. La noche anterior se la paso con el mismo humor desganado que ahora lo acompañaba todo el tiempo. Apenas comió un poco de la cena que el día anterior Ange se esmeró en preparar, opto por ir directo a su habitación; quizás en otros tiempos se habría quedado a entrenar hasta que Cristina bajará a regañarlo pero eso ya quedó atrás.

 

Sabía que todos en el BC Sol notaron su cambio de actitud desde el primer día que llegó, incluso Aiga lo había notado y por eso no paraba de pedirle que entrenaran juntos pero simplemente no estaba de humor. Todas las noches regresaba a esa desolada habitación que solía compartir con Rantaro y entre pequeños llantos y enormes lamentos internos se quedaba dormido.

 

Una rutina poco sana que el mismo se había impuesto.

 

Los ojos le picaban así que llevo una mano a ellos para aliviar la molestia, luego recorrió con sus dedos el rastro seco de lágrimas sobre su cara. Nuevamente no pudo recordar el momento exacto cuando cedió al sueño pero en su mente estaba bien clavado el recuerdo de la puerta siendo golpeada constantemente.

 

No se tomó la molestia de averiguar quién había ido a molestarlo, simplemente lo ignoro como ya se había acostumbrado a hacer con las miradas preocupadas de sus amigos.

 

Soltó un suspiro pesado, miro hacia ningún lado sin dejar de pensar en la caída emocional que había estado sufriendo desde su terrible descubrimiento en Japón.

 

—Así que no es tan divertido dormir después de llorar.

 

El repentino sonido de esa voz lo asustó tanto que saltó en su sitio, se sentó con rapidez mientras inspeccionaba con la mirada toda la habitación buscando a la persona que le hablo. Recordaba que la puerta estaba cerrada con seguro la noche anterior pero aun así se levantó a verificar no haberse equivocado.

 

—Estoy acá, ciego.

 

Escuchar esa voz nuevamente lo asustó pero gracias a eso pudo encontrar desde donde lo llamaban, sorprendido dirigió su mirada a la ventana donde, en una pose más que relajada estaba el responsable de meterle el susto de su vida. Lo miraba con tal indiferencia que se sentía ridículo por su actuación de hace un rato, se puso ligeramente rojo mientras su mejor amigo, Free de la Hoya, no lo dejaba de observar.

 

—¡¿Free?! ¿Qué haces aquí? —pregunto temeroso pues su habitación estaba en el segundo piso de la mansión, el rubio no parecía alarmado por una posible caída al vacío.

 

—Llegue ayer en la noche con más invitados —contestó indiferente, Valt sentía su pulso acelerarse.

 

—¡Quitate de la ventana! ¿Acaso quieres matarte?

 

El tono angustiado que el de cabello azul uso no fue suficiente para alarmar al rubio, en cambio este lo miraba constantemente. Una descomunal dureza y frialdad se reflejaba en sus ojos oscuros a lo que Valt empezó a sudar frio, dejo de lado el asunto de su amigo en su ventana cuando de un solo salto se posiciono entre él y la puerta.

 

—¿Qué te pasó? 

 

Más que una pregunta parecía una amenaza para el menor, pues la expresión macabra de Free lo incitaba a decirle toda la verdad a menos que deseara salir en una bolsa de esa habitación. Trago duro y desvió la mirada aterrado.

 

—Yo.. este…

 

—¿Porque estuviste llorando?

 

¡Maldición!, sabía que no podía evadir los cuestionamientos de Free, si lo intentaba únicamente le daría pie a que hiciera preguntas más específicas e incómodas. 

 

Abrió la boca dispuesto a hablar pero de sus labios no salió nada, hizo un esfuerzo mayor para abrirse al chico pero solo un sollozo abandonó su garganta seguido de otro más fuerte. 

 

Free lo miró sorprendido pues no esperaba que Valt se pondría a llorar en frente suyo, la situación se le fue de las manos tan rápidamente que no sabía qué hacer.

 

—¡Free! —El menor se lanzó a sus brazos llorando como si no hubiera un mañana—. ¡Soy un tonto! ¡Quiero desaparecer, ya no me quiero sentir así!

 

El rubio sentía la respiración errática del menor al igual que las lágrimas que empezaron a mojar sus ropas, no sabía muy bien cómo actuar en situaciones como está así que simplemente se limitó a llevar una de sus manos a la espalda del menor y brindarle pequeñas palmaditas.

 

Después de un largo rato Valt logró calmarse un poco, lo suficiente para que se separara del rubio y ambos fueran a sentarse sobre la cama del menor. 

 

Free lo miraba paciente, esperando a que estuviera listo para hablar de verdad, a Valt le costó un rato tomar la valentía suficiente para contarle a Free los problemas que tenía. Confiaba en el rubio así que le contó todo, desde su regreso a Japón, como conoció y se enamoró de Shu así como la eventual traición del albino. Durante su relato no hizo falta el constante hipar causado por el llanto así como pequeños lapsos donde algunas lágrimas se derramaban de a poco.

 

Cuando terminó, el rubio solo se le quedó observando, soltó un largo suspiro que llamó la atención del de cabello azul el cual notó una ligera sonrisa en su rostro.

 

—¿Te parece gracioso? —preguntó el menor con la cara aun roja de tanto llorar, Free negó con la cabeza.

 

—No pero… jamás pensé que te vería actuar como un adolescente normal. Ya sabes, sentir que la vida es un asco total de vez en cuando, creí que siempre ibas a quedarte como el niño super feliz y perfecto que no le afecta nada.

 

—¡Free!

 

El reclamo indignado de Valt fue el detonante para que el rubio riera un poco, Valt lo miraba con vergüenza pues no se había puesto a pensar en que era cierto lo que decía, pues no había pasado por nada similar antes.

 

Unas fuerte palmada en la espalda de Valt fue suficiente para que supiera que estaba bien y que Free lo apoyaba.

 

—Sé que puede llegar a ser difícil y que quizás no haya nada que hacer para cambiar lo que está sucediendo entre Nika y ese chico —Valt miró al de ojos negros atento e intrigado—, pero tú eres una de las personas más fuertes que conozco, sé que podrás superarlo.

 

El rubio levantó un poco los brazos invitando al menor a un abrazo, Valt se sorprendió un poco por la propuesta del mayor pero no le dio muchas vueltas y con una ligera sonrisa plantada en el rostro se lanzó a abrazar a su mejor amigo.

 

—Gracias Free, yo no sé qué decir.

 

—Para eso están los amigos, tal vez no soy un experto pero no seré la única persona que va a ayudarte.

 

Esas palabras lo dejaron un poco confundido, se separó del mayor para mirarlo interrogante.

 

—¿A qué te refieres?

 

El rubio aun con la sonrisa en su rostro ladeó la cabeza en dirección a la ventana, Valt miró y casi le da otro infarto.

 

—Amigo, ¡que linda historia!

 

—¡Oye, quitate! ¡Solo tengo medio metro para sostenerme!.

 

Ahí en su ventana estaban Cuza y Aiga, el primero sostenía todo su cuerpo usando solo su mano en la superficie del ventanal con una sonrisa fresca en el rostro, mientras que Aiga luchaba por subir ya que apenas tenía un pequeño espacio para dicha tarea.

 

Valt rápidamente se acercó al par, Cuza hizo una acrobacia con la que entró sin problemas a la habitación, el de cabello azul ayudó al de apellido Akaba a subir.

 

—¡Estan locos! La proxima vez usen la puerta —regañó Aoi al par, sin embargo se vio derribado al momento en que ambos chicos lo abrazaron.

 

Valt estuvo a punto de replicar de no ser porque sintió un agradable calor en el pecho, se resignó a quedarse ahí tendido por un rato con ambos chicos abrazandolo. Sin embargo el de ojos cafés escuchó algo que provenía desde afuera del lugar.

 

Se levantaron y Valt fue a asomarse al exterior, en primera instancia no vio nada fuera de lo común, solo el enorme bosque que rodeaba a BC Sol. Bajo la mirada un poco más y pudo distinguir al pie del recinto a cierta persona que luchaba para escalar la lisa pared.

 

—¡Maestro Valt! —gritó el chico con felicidad al verlo—. ¡Yo también quiero subir!

 

—¡Drum!

 

Exclamó el de cabello azul al ver a uno de sus discípulos más destacados ahí en el BC Sol, el menor se dejó caer sobre el suelo del jardín rindiéndose en sus intentos por subir.

 

—¿Cuando llegaste? —preguntó Aoi curioso pues no esperaba la presencia de Koryu, este sonrió y respondió felizmente.

 

—Ayer en la noche, me trajo Free. Toque tu puerta pero creo que ya te habías dormido.

 

Valt se sonrojó avergonzado mientras la sensación de culpa lo invadió de a poco.

 

—¡Hay que entrenar! ¡Quiero enfrentarte maestro Valt! —La felicidad del rostro de Drum era difícil de erradicar, Valt le sonrió en respuesta contagiándose del ánimo de su discípulo.

 

—¡Por supuesto! Ya verás que…

 

Un sonido combinado producto de dos rugidos individuales enmudecieron al mayor, tanto Drum como Valt sintieron la sangre llegarles al rostro debido a la vergüenza que sentían. Por su lado los chicos presentes en la habitacion del de apellido Aoi no dudaron en estallar en carcajadas por la situación.

 

—Me..Mejor te veo en el comedor —pronunció Aoi nervioso, el de ojos verdes asintió mientras sudaba lleno de vergüenza y se retiraba caminando como un robot.

 

—¡Oh si! Yo también quiero comer los churros de Ange —exclamó Cuza con felicidad retirándose deprisa, Aiga le lanzó una mirada confiada a Valt antes de salir de la habitación.

 

El de ojos cafés estuvo a punto de hacer lo mismo de no ser porque una mano sobre su hombro lo detuvo, miró a Free cuestionando con la mirada su actuar.

 

—Creo que es mejor que primero te laves la cara —El rubio apartó con delicadeza uno de los mechones del rostro del menor quien lo miró sorprendido—, no querrás asustar a Drum con tu semblante tan decaído.

 

Le extendió al menor su diadema amarilla tan característica, el la tomó apenas cayendo en cuenta que no la traía puesta. Free le brindó una última sonrisa, antes de salir de su habitación pronunció con suavidad.

 

—Ya veras que con mi ayuda no tardaras en olvidarlo.

 

Cerró la puerta dejando al de ojos marrón solo; este a un ritmo calmado acató la petición del rubio, se lavó el rostro borrando el desastre en el. Peinó su cabello y se colocó la diadema amarilla, intentó sonreír al espejo pero solo una miserable expresión se reflejo en el.

 

No estaba muy seguro de que olvidar a Shu era la mejor opción, ni siquiera sabía si deseaba superarlo pero quizás no tenía opciones para elegir.

 

Colocó su mano en el interruptor del baño, estuvo a punto de apagar la luz pero echo un último vistazo al espejo donde su reflejo lo miraba fijamente, pensando en una y mil cosas a la vez.

 

“Es lo mejor para mi, lo tengo que olvidar” pensó una última vez antes de apagar la luz de esa pequeña habitación.

 

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—¡Cobarde!

 

Escuchó el reclamo a sus espaldas, volteó a mirar al agresor que lo había insultado así pero se arrepintió al ver de quien se trataba. Quiso ignorarlo y proceder en su caminar pero el de cabellos azabaches se interpuso en su cometido.

 

—No puedes escapar de mi —amenazó Daigo al de ojos azules quien lo miró molesto.

 

—Te dije que no iba a hacerlo, estaba muy ocupado y…

 

—Y nada, solo quería que hablaras con Audaz no que te arrodilles a besarle los pies. No era tan difícil.

 

Wakiya desvió la mirada incómodo, de verdad que no quería hablar del tema.

 

—Mira se que ustedes han tenido problemas pero aún somos amigos, hemos pasado por tanto juntos para que una estúpida relación empiece a quebrar su amistad a estas alturas.

 

—De verdad no es un buen momento para hablar —Wakiya se dio la media vuelta y empezó a caminar, quería escapar del azabache pues sabía que no lo dejaría en paz tan fácil.

 

—Nunca va a ser un buen momento para hablar pero tienen que hacerlo —Daigo no dejaba que la distancia entre Wakiya y el disminuyera, volvió a interrumpir el paso del rubio mientras le dirigió una mirada preocupada—. Sé que las cosas entre ustedes no van a resolverse tan rápido, solo quiero que hablen, que se dirijan la palabra al menos.

 

A Wakiya las excusas se les estaban terminando y Daigo lo sabía, tomó la mano del rubio y lo llevó hasta su salón que a estas horas del día ya estaba vacío pues las clases hace rato habían terminado. Ambos se asomaron un poco para ver el interior y ahí, sentado y mirando el paisaje por la ventana estaba Rantaro; Wakiya empezó a sentirse nervioso al tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos.

 

—Kaoru está enferma, Audaz me lo dijo así que se quedara aquí un rato hasta tarde —Daigo le dirigió una mirada que rayaba en la súplica—. Solo intentalo, ¿qué tan malo puede llegar a ser?.

 

El rubio sentía que le temblaban las piernas, sin embargo pensó en lo que Daigo acababa de decirle, su relación estaba bastante descuidada y dañada, tal vez no podía empeorar nada con solo preguntar por Valt.

 

Asintió con dificultad, Daigo le sonrió ligeramente y se apartó de la puerta dejándole el camino libre.

 

Sus piernas se movían robotizadas cuando empezó sus andar al interior, procuro no hacer mucho ruido para no llamar la atención del de ojos marrón hasta que se hallara cerca. Sin embargo una banca mal acomodada junto a sus reflejos entorpecidos por los nervios no lo dejaron cumplir su tarea, tropezó llamando la atención del mayor de los hermanos Kiyama.

 

Las miradas de ambos chocaron, sorprendidos por verse de esta manera tan directa no supieron muy bien qué hacer. Wakiya compuso una postura seria y elegante después de su tropiezo, cambio su mirada por una menos expresiva al igual que Rantaro, quien rechisto molesto antes de voltear a mirar la ventana de nuevo.

 

El de ojos azules por más indiferente y elegante que se mirara por fuera, en el interior estaba hecho un desastre. Ya no le parecía tan buena idea dirigirse hacia el de apellido Kiyama, miró hacia la puerta sintiendo la tentación de huir una vez más pero se encontró con Daigo quien, negaba con la cabeza en señal de desaprobación. Sintió un tic en el ojo producto del estrés al que estaba sometido.

 

—¿Se te perdió algo?

 

La pregunta de Audaz hizo saltar a su corazón, no esperaba que se atreviera a dirigirle la palabra ya que desde hace tanto no lo hacía. Pasó saliva armándose de valor para responder.

 

—De hecho.. sí —contestó ganándose la mirada marrón del otro. Se acercó un poco más hasta que tan solo medio metro los separaban—. El número del BC Sol, lo necesito.

 

Rantaro levantó una ceja, no entendía porque Wakiya necesitaba algo así pero no quiso preguntar al respecto así que simplemente sacó su teléfono en búsqueda del dichoso número.

 

Durante el tiempo en que Rantaro buscaba, un inevitable silencio incómodo se estableció entre ambos, no estaban acostumbrados a compartir ese tipo de cosas ya que normalmente estarían discutiendo asuntos sin importancia, en cambio ahora no podían ni dirigirse una sencilla mirada.

 

Un ligero suspiro triste abandonó las fauces de Wakiya, Audaz no pudo evitar notarlo y simplemente no pensó en las siguientes palabras que soltó.

 

—¿Has hablado con Valt?

 

Wakiya lo miró sorprendido por el cuestionamiento pero solo respondió.

 

—No, no contesta mis llamadas.

 

—¿En serio?

 

Rantaro desvió la mirada de la pantalla del teléfono para posarla sobre Wakiya, parecía que su respuesta lo tomó desprevenido.

 

—¿Tú has hablado con él? —preguntó esta vez el de ojos azules, Rantaro negó mientras siguió buscando el contacto.

 

—Lo llamé dos veces pero no contesta, veamos si está bien.

 

Finalmente alzó el teléfono hasta su oreja mientras le indicaba al de ojos azules que guardara silencio, en poco tiempo alguien atendió su llamada y después de un corto intercambio de palabras, retiró un poco el aparato de su cara.

 

—Alguien fue a buscarlo —comentó el de ojos marrón, Wakiya asintió para después sentarse en la banca del pupitre frente al rubio.

 

Sin mucho que hacer mientras esperaban Rantaro miró a todos lados antes de posar su mirada sobre el chico sentado frente suyo, Wakiya miraba hacia su banca como si fuera la cosa más interesante del mundo así que aprovecho el momento para analizarlo más cuidadosamente.

 

Su cabello había crecido un poco desde la última vez que se dirigieron la palabra, el brillo en sus ojos azules estaba más opaco de lo que recordaba. Luego miró sus dedos que golpeaban ligeramente su pupitre notando que estaban manchados de colores rojos y marrón.

 

—¿Qué te pasó? —La pregunta sacó a Wakiya de sus pensamientos, miró a Rantaro y luego a sus propios dedos apenas dándose cuenta del desastre que eran.

 

—Ah, creo que es pintura, me quedé un rato a trabajar en cosas del festival escolar.

 

—Vaya… —exclamó Audaz ligeramente impresionado por la declaración del de ojos azules, este desvió la mirada nuevamente—. Y ¿cuál es tu tema?

 

Wakiya apenas podía creerlo, ¿en verdad estaban hablando como dos personas normales? ¿Sin gritos o miradas asesinas? No se quedó a pensar en si era real o un delirio de su propia mente y contestó con simpleza.

 

—La era medieval —titubeó un poco antes de preguntar—. ¿Y el tuyo?

 

—Oficinistas.

 

El de ojos azules no pudo evitar que una carcajada a medio morir saliera estrepitosamente por su boca, Audaz le dedicó una mirada extrañada.

 

—¿Oficinistas? ¿Es en serio? —preguntó incrédulo, la simple idea le parecía ridícula. A Audaz se le dibujó una sonrisa ligera en el rostro.

 

—¿De qué te ries? ¿Vas a ser el bufón de tu clase o algo asi? —Wakiya había empezado a reír más alto sin dejar de pensar en lo ridículo que Audaz se vería ese día.

 

—Es mejor que verte usar un traje y tu cabello, ¡ya me lo imagino todo peinado hacia atrás!

 

Finalmente el de ojos azules estalló en carcajadas, aunque Rataro se sentía un poco incómodo por las burlas tan malas del de apellido Murasaki no quiso replicar nada ya que hace tanto no lo veía reír así, podía apostar a que le doleria pronto el estómago si seguía por ese camino.

 

Un sonido similar al gruñido de un cerdo los sacó a ambos de las nubes, Rantaro miró impresionado el origen de tal resonar mientras Wakiya le regresaba la mirada de igual forma, sentía el rostro calentarse y llevó ambas manos su boca completamente avergonzado.

 

El de ojos azules miró hacia otro lado apenado, Rantaro a pesar de querer reír por lo que acababa de pasar también sintio una cálida oleada llenarle el pecho; ver a Wakiya así de avergonzado le parecía divertido y tierno, además que ese sonido de cerdo jamás lo había escuchado escapar de la boca del de ojos azules.

 

Soltó una pequeña risa ganándose un grito de Wakiya quién desvió la atención al teléfono del chico.

 

—¡¿Qué no te contesta nadie o qué?!

 

—Aún no —La sonrisa de su cara no se iba, Wakiya iba a soltar otro reclamo de no ser porque lo detuvo—. Espera…

 

Alguien ya le había contestado, soltó un “está bien” lleno de resignación y termino la llamada.

 

—Valt salió hace poco a entrenar, no volverá hasta la noche créeme —dijo el de ojos marrón al otro rubio, este asintio con el rostro aun escarlata y se levantó dispuesto a salir de ahí.

 

—Oye —Rantaro llamó a Wakiya una última vez, este que ya se hallaba en el marco de la puerta volteó en su dirección—. ¿Me prestas un traje?

 

Wakiya soltó un bufido antes de poner los ojos en blanco y salir de ahí, Rantaro simplemente soltó unas risas recordando lo acontecido hace poco.

 

El de ojos azules no sabía donde meter la cabeza mientras pasaba la vergüenza que lo invadía, caminó por los ahora desolados pasillos de la escuela, una sonrisa surcó sus mejillas.

 

Mientras en el exterior, un azabache con ambas manos ocupadas por sus queridos titeres miraba toda la escena divertido y aliviado por ambos chicos.

 

—Creo que no importa lo que pase entre ellos, siempre van a estar juntos.

 

Dijo a nadie en particular, el paisaje del patio de la escuela estaba también en un ambiente desértico. No tenía nada más que hacer ahí así que simplemente se levantó y caminó al exterior, a la lejanía notó a un chico que caminaba en dirección opuesta. Lo miró con más atención notando que le parecía extrañamente familiar.

 

El chico también le dirigió la mirada y después de un rato finalmente pudo reconocerlo, él se acercó en su dirección sin razón aparente.

 

—Hola —Lo saludo a lo que Ken asintió ligeramente—, estoy buscando a un viejo amigo, creo que estudia aquí.

 

Rebuscó un poco en la bolsa del pantalón antes de sacar de ella un trozo de papel, lo miró un poco verificando que fuera el correcto. El titiritero lo continuó examinando con la mirada.

 

—¿Tú eres ese chico verdad? El del Snake Pit, que participó en ese torneo hace años… —susurró Ken a lo que el otro le sonrió ligeramente.

 

—Boa, me llamo Boa Alcazaba. Si soy yo.

 

Contestó con simpleza, le extendió al chico la fotografía. Cuando Ken la miró se quedó sin habla al reconocer a dicha persona, cuya mirada seria estaba inmortalizada en aquel trozo de papel.

 

—Se llama Shu Kurenai, le tengo que regresar algo importante.

 


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