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Aprendiendo a amar por aisaka-san

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Se lavaba los dientes en el baño a la mayor velocidad que podía, ya se le hacía muy tarde para la escuela.

 

“Todo por quedarme a hablar toda la noche con ese idiota”, pensó entre feliz y enojado pues el día anterior durmio hasta altas horas de la madrugada por conversar con el mayor de los Kiyama.

 

Inevitablemente una estúpida sonrisa se le pintó en el rostro al recordar aquello, no supo en qué momento exactamente su conversación pasó de Shu y los acontecimientos de hace pocos días en la casa de los Aoi y cambió por una amena conversación como las que tenían en tiempos de antaño.

 

Quizás fue por el estupido comentario de Rantaro sobre el inigualable sabor de las paletas de tutifruti, luego el le llamó un idiota cuando le recalco que cualquier cosa sabor a tutifruti sabia así. Y fue como comenzaron a discutir tal cual en los viejos tiempos, aunque a larga distancia.

 

Enjuagó el exceso de dentífrico en su boca y secó los restos de agua en el rostro; se dio un último vistazo en el espejo verificando que todo estuviera en orden. Cuando cayó en cuenta de lo que hacía se sonrojó a más no poder y salió de ahí.

 

“¡Co-Como si yo necesitara arreglarme para ir a la escuela!”, pensó en un fallido intento de autoconvencerse, pues muy en el fondo deseaba verse bien frente a ese tonto rubio de las paletas.

 

“¿Qué tiene de malo ser un poco vanidoso?”

 

Ahí va otro intento de negación.

 

Subió a su limusina con el chofer llegando en poco tiempo a la escuela, entró al edificio y se dirigió su salón donde la mayoría de sus compañeros platicaban tranquilamente unos con los otros, esperando a que las clases dieran comienzo.

 

Miró a Shu en su lugar de siempre, le sonrió y alzó la mano saludándolo a lo que él también sonrió ligeramente en respuesta.

 

—Te ves bien —comentó el albino confundiendo un poco a Wakiya.

 

—¿Yo? Siempre.

 

Shu rodó los ojos un tanto divertido.

 

—Me refiero a que te ves más contento de lo usual.

 

—Ah eso —El rubio bajó un poco la mirada a la vez que su sonrisa se remarco más—. Si, creo que me siento bastante bien.

 

—Me alegro —contestó el de ojos rojos con simpleza, luego bajó la mirada como si estuviera decidiendo decirle algo. Wakiya lo noto así que espero algunos segundos antes de preguntar.

 

—¿Qué pasa?

 

Shu pareció reaccionar y lo miró, extrañamente inseguro como Wakiya no lo había visto antes. El albino golpeó con el dedo su escritorio nervioso previo a responder.

 

—Bueno es que yo… —hizo una pequeña pausa para tomar aire, Wakiya no sabía que quería decir el de ojos rojos así que solo espero a que estuviera listo—, quería decirte que lo siento mucho, por lo del otro día en el puente.

 

El de mirada azulada sonrió, cerró los ojos a la vez que entrecruzaba los brazos detrás de la cabeza, recargándose de lleno en su asiento.

 

—No tienes porque disculparte, todos hablamos de más a veces.

 

—Bueno si pero me porte como un estupido ingrato y… 

 

Wakiya alzó la mano y negó, silenciando al instante al albino.

 

—Ya te lo dije, no es necesario que te disculpes —Abrió ligeramente los ojos para mirar con esa sonrisa orgullosa a Kurenai—. Estamos bien.

 

Shu cambió su expresión nerviosa por una sonrisa ligera, pareció relajarse un poco y regresó la mirada a su escritorio.

 

—Gracias pero te equivocas —El rubio alzó una ceja un tanto confundido, Shu continuó calmado—. Si necesitaba disculparme.

 

Wakiya sonrió, miró hacia el techo despreocupadamente.

 

—Tonto.

 

El día continuó tan normal como siempre, cuando las clases terminaron el albino no necesito invitación alguna para subir con el rubio a donde el club de bey siempre entrenaba. Cuando llegaron ya estaban todos preparándose paras las batallas, Shu se acercó al par de azabaches saludandolos lo mejor que podía mientras que Wakiya se dirigió con Rantaro quien parecía revisar algo en su teléfono.

 

—Todavía no empieza el entrenamiento y ya estas holgazaneando —regañó Murasaki al de ojos marrón quien solo le lanzo una mirada infantilmente irritada.

 

—Al menos yo llegué a tiempo, no como tú Ricitos —replicó Kiyama a la par que guardaba su teléfono en el bolsillo del pantalón, Wakiya sonrió felizmente orgulloso.

 

Y empezó una discusión amigable entre ambos, ya extrañaban hacer ese tipo de cosas así que en sus mentes no había espacio alguno para siquiera pensar en sus respectivas “parejas”, en este momento eran igual que antes de todo ese asunto.

 

El entrenamiento empezó al poco tiempo, batallas amigables por aquí y por allá, rivalidades tan vivas como el primer día salían a la luz al igual que la diversión y la convivencia.

 

Shu quien apenas estaba familiarizado con aquello recibió una pequeña cátedra de parte de todo el club sobre los cambios que el juego había atravesado durante los últimos años; el albino escuchó fascinado todo lo que explicaban. Así que finalmente tomó una importante decisión que dio a conocer después de una batalla entre Ken y Rantaro.

 

—Quiero hacer un anuncio, bueno creo que es más una petición.

 

Los chicos lo miraron curiosos, Shu sacó de su pantalón a su pequeño bey y se los enseñó.

 

—Lo he estado pensando mucho y ya tome mi decisión, me gustaría volver a ser blader.

 

Después de cortos segundos de silencio donde todos asimilaban sus palabras, el albino recibió felicitaciones y el apoyo de cada uno de ellos.

 

—Es una declaración atrevida —dijo Wakiya mientras sonreía contento, se señaló a sí mismo con su pulgar—. Déjame ayudarte, haré que un grupo de expertos actualicen a tú bey.

 

Shu parpadeo confundido.

 

—Es muy amable de tu parte pero creo que yo puedo hacerlo.

 

El rubio negó con el dedo.

 

—No aceptaré un no por respuesta, tú bey se ha quedado un tanto rezagado así que si quieres actualizarlo necesitarás de la ayuda de varios expertos —Se acercó a Shu y rodeo sus hombros con el brazo—. Además, uno de los muchos trabajos que tengo como presidente de la WBBA es ayudar a los nuevos bladers a encontrar su propio camino.

 

—¡¿Qué?! ¿Eres el presidente de la WBBA? —preguntó Shu incrédulo, Wakiya lo soltó y al igual que todos los demás lo miraron extrañados.

 

—¿No lo sabías? —preguntó Daigo, Shu negó.

 

—Creo que hay muchas cosas en las que debemos ponerte al día —comentó Ken usando a su recién reparado Besu.

 

Shu sonrió al par de azabaches, le dejó a Wakiya su bey y en poco tiempo se marchó con Ken y Daigo a la casa de este último, con el propósito de estudiar para las exámenes que se aproximaban nuevamente.

 

O quizás era un plan macabro de los tres para dejar a Wakiya y Rantaro un tiempo a solas.

 

Poco tiempo después de que se fueran, el rubio más bajo analizaba con la mirada el potencial del pequeño Spriggan mientras Rantaro por su parte se agachó para limpiar el estadio con un trapo.

 

Wakiya iba y venía mirando al bey, tan entretenido estaba que no se dio cuenta hacia donde caminaba. Terminó tropezando con el cuerpo de Rantaro, ambos perdieron el equilibrio y terminaron por caer dentro del estadio.

 

Aunque la arena no era tan grande para que cayeran de lleno si poseía una pendiente más pronunciada de lo usual, provocando que la tarea de levantarse de ahí fuera bastante complicada.

 

Wakiya quedó debajo de Rantaro, el más alto lo estaba aplastando.

 

—¡Muévete! Pesas mucho —reclamó Murasaki a lo que el otro respondió.

 

—¡Es lo que intento!

 

Las manos de Rantaro se aferraban al borde del estadio pero no podía tomar el impulso suficiente para levantarse solo, pues no tenía un buen punto de equilibrio en esa posición, optó por primero acomodar las piernas para hallar mejor estabilidad.

 

Wakiya sintió por primera vez que sus piernas se habían enredado con las de Audaz, se sonrojó un poco pero no dijo nada, solo espero paciente a que Rantaro pudiera zafarse.

 

Cuando el más alto pensó que lo lograría, se impulsó con los brazos hacia arriba pero no se levantó mucho, abruptamente perdió el equilibrio de nuevo y casi cae de cara sobre el de ojos azules. Afortunadamente pudo sostenerse a tiempo posicionando sus manos a los lados de la cabeza de Wakiya, sus rostros se separaban por pocos centímetros.

 

Se miraron sorprendidos por la nueva posición, la cercanía entre ambos hizo que sus rostros se tiñeran de carmesí.

 

—¡¿Qu-Qué crees que haces?! ¡Muévete ya! —exclamó Wakiya después de un rato pues Rantaro no apartaba la vista encima suyo, naturalmente sintió un revoltijo en su interior.

 

Audaz por su parte no respondió de inmediato, en cambio admiro embelesado el rostro de Murasaki, fascinado por cada uno de sus rasgos.

 

—Había olvidado lo lindo que eres.

 

Aquellas palabras dejaron sin habla a Murasaki, miró a Rantaro quien pareció no reaccionar a lo que dijo, como si no se hubiera dado cuenta de lo que declaró.

 

Incluso antes de pensar en algo con lo que pudiera reclamar, sus pensamientos quedaron en blanco cuando la mano de Kiyama se posó sobre la mejilla derecha, luego vio cómo su rostro se acercó para besar su mejilla contraria.

 

Sintió como si su cuerpo se volviera gelatina, después del beso en la mejilla Rantaro siguió trazando un camino con sus labios por todo su rostro. La frente, su nariz, sobre los párpados y las sienes; su mano sobre su rostro empezó a moverse hacia su cabello y acaricio su cabeza con mucho cuidado.

 

Wakiya empezó a dejarse llevar por el calor que emanaba el aliento del chico, la cabeza le daba vueltas. Se limitó a disfrutar el toque de esos labios con los que tanto fantaseó desde hace algunos años.

 

Cuando llegó a la zona de la boca, el rubio de ojos marrón sacó un poco su lengua y humedecio los labios contrarios con una lentitud casi mortal. Finalmente se abalanzó de lleno sobre el otro iniciando un beso francés.

 

El de ojos azules recibió gustoso el contacto, su lengua participó en la danza mientras la mente de los dos se perdía poco a poco.

 

¿Cuánto tiempo duró su beso? No lo sabían pero no estaban saciados, tampoco se dieron cuenta cuando terminó el primer beso y continuaron con otro y otro. De lo que sí fueron conscientes fue del calor que iba en aumento, la situación se estaba poniendo peligrosa cuando el roce de sus partes bajas se hizo presente pero no les importó mucho.

 

Quizás hubieran llegado a algo más de no ser por una vibración proveniente del teléfono de Rantaro, el cual estaba guardado en su bolsillo del pantalón.

 

Como si despertara de un encantamiento, Rantaro se apartó abruptamente de Murasaki, este último también entró en razón por lo que recién aconteció.

 

Se miraron sorprendidos para después desviar el rostro a otro lado, sus rostros color escarlata delataban lo avergonzados que se sentían.

 

—De-Debo irme.

 

Sin más, Rantaro se levantó con una milagrosa facilidad y salió a todo dar del lugar.

 

Wakiya escuchó el estruendo provocado por la puerta al cerrarse cuando Rantaro salió de ahí, se quedó un rato más ahí tendido en el estadio mirando hacia el cielo, sin dejar de preguntarse si lo que pasó hace unos momentos fue real o una simple alucinación.

 

Sintió una vibración proveniente de sus propios bolsillos, sacó el teléfono encontrándose con un mensaje.



“Hola Wakiya! Soy yo, Valt!

 

Solo quería que supieras que este es mi nuevo numero, ya se lo pase a Ken y apenas a Audaz c:

 

Llamaré cuando pueda oki? El entrenamiento en el BC Sol es un poco duro :p”



—Seguro fue el mensaje de Valt el que nos interrumpió.

 

Dijo a la nada, aún seguía pensando en esa dulce sensación sobre su boca. Toco sus labios ligeramente mientras sentía ese cosquilleo en el estómago.

 

Finalmente decidió levantarse de ahí, sintió un peso extra sobre el cabello encontrando ahí enredado el bey de Shu.

 

Suspiro y empezó a desatorar con cuidado el bey, cuando lo logró en automático se dirigió a donde estaba su mochila notando al instante que justo al lado había una extra.

 

Tomó su teléfono y le sacó una foto, luego la envió adjunto a un mensaje a su propietario.



-¡Dejaste tú mochila idiota!

 

La pantalla marco que el mensaje fue leído y que estaba escribiendo.

 

-Ah! Es cierto!

 

Wakiya sonrió dulcemente y empezó a teclear.

 

-Mañana te la llevo

 

-Gracias Ricitos <3

 

Sintió la cara hervir cuando vio ese corazón, nervioso contestó

 

-¡Tonto!


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