Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El chico de mar y tormenta por Annie de Odair

[Reviews - 15]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Llevo en este fanfic varios meses. Fue un trabajo arduo y largo, pero increíblemente hermoso de hacer. Disfruto mucho escribiéndolo y la cuarentena, aunque en una situación trágica que espero se termine pronto, también me dio tiempo para poder sentarme a escribir. Decidí publicar el primer capítulo en un arrebato de energía, pero ya está casi terminada. Sólo me falta el último capítulo.

Gracias Daena Blackfyre por estar siempre, escuchando mis quejas, dándome ideas y armando la lista de Spotify del fanfic con todas las canciones que bailan Luffy y Law. Gracias por ser el Torao perfecto para mi Luffy y amarme tanto. Gracias también Chainedkura por apoyarnos siempre, leernos hasta el hartazgo, traducirnos y reírte de las boludeces que hacemos, y a Dan.delionwine, mi mejor amiga, por haberte leído toda la historia de un día para el otro y dibujarme bocetos hermosos de Luffy y Law, te adoro ♥

Disclaimer: One Piece no me pertenece, sería caótico si lo hiciera.

El café de la máquina expendedora del hospital era realmente amargo. Tenía fama de ser feo y los trabajadores del North Blue solían evitarlo a menudo. Law no era el caso. El sabor amargo y casi quemado lo despertaba lo suficiente para no caer dormido por la falta de sueño en las noches. Era cuestionable y peligroso que un médico dependiera del café para poder trabajar, pero Law se conocía lo suficientemente bien como para saber cuál era su cuota límite soportable de no dormir.

—Eres el único que puede tomar eso —La cara de repulsión de Shachi le hizo gracia. Miraba el vaso térmico con asco.

—Rivaliza con la amargura de su corazón —bromeó Penguin y Law giró los ojos.

—¡No es amargo! —Lo defendió Bepo, el más pequeño del grupo. De alguna forma, que aún no podía entender, había desarrollado una fascinación por Law. Era su defensor de las acusaciones de Shachi y Penguin—. Es un incomprendido.

Sus amigos estallaron en risas y una enfermera que pasaba por el pasillo los miró con mala cara por el escándalo. La sala de descanso y comida solía ser tranquila si no estaban esos tres. Cuando Law pasaba tiempo solo allí se deprimía; apreciando la tranquila soledad, pero extrañando el alboroto de sus compañeros. Siempre lleno de insatisfacción.

Si lo pensaba mejor, entendía por qué a esos tres les disgustaba el café amargo de la máquina expendedora. Eran demasiado dulces, alegres y felices para soportar esa cuota de amargura. Ya lo tenían a Law para eso. Sonrió tapando la curva de su boca con el borde del vaso y terminó de tomarlo.

—Tenemos que volver a trabajar —Miró su reloj y revisó unas planillas con calma—. Tengo una cirugía planificada hoy, ¿ustedes?

Los tres miraron sus papeles. Parecía un día tranquilo y normal, sin alteraciones. Así los prefería Law.

—Yo tengo una operación de apéndice y una de vesícula —señaló Shachi. Era un cirujano general, y el que derivava pacientes a otros tipos de cirujanos como ellos.

—Yo una cesárea —comentó Penguin, que se especializaba en partos.

—Sólo tengo consultas para cirugía —Bepo dejó sus papeles en la mesa y se puso su uniforme médico. Era un cirujano pediatra, los niños lo querían mucho.

Law tiró el vasito plástico al tacho y salió adelante de sus amigos. Caminaron juntos por el pasillo hasta que se separaron en diferentes salas y siguieron trabajando. No salían a la misma hora, pero a veces se encontraban en los pasillos, entre corrida y corrida, buscando enfermeros, doctoras, suministros o lo que sea necesario.

Se habían conocido en la Universidad estudiando medicina. Law había llamado la atención de los tres y de alguna manera había servido de cohesión para el grupo. Se habían pegado a él, asombrados de su capacidad de estudio, y solían pedirle ayuda con algunas cosas, pero nunca le hicieron sentir que sólo estaban con él por su conocimiento. Law tenía una capacidad de memorización excepcional, era un prodigio, y a los demás les costaba recordar nombres de partes y procedimientos. Tenía que reconocer que tenerlos cerca hizo sus años de estudio mejores, y que, sin que ellos lo supieran, lo habían salvado de abandonar muchas veces.

Miró su planilla para ver el nombre del paciente que iba a operar y tecleó en la computadora. Se acomodó la bata y salió en busca de la sala de operaciones.

.

.

.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Law mirando a un adolescente sentado en la camilla del consultorio. El chico evitó su mirada y respondió un escueto “bien”—. ¿Por qué viniste a la consulta, entonces?

Parecía nervioso, agarrado al borde de su buzo deshilachado. Law frunció el ceño. Se encontraba con muchos casos así en el Kamabakka. Reconocía el comportamiento de un adolescente con adicciones. Los recuerdos de su propio pasado flotaban fantasmagóricamente en su cabeza.

—¿Qué consumiste? —preguntó mirándolo seriamente.

El chico volvió la vista a él sorprendido. No esperaba que adivinara tan rápido. Pero si había ido allí por propia voluntad significaba que buscaba algo.

—Si no me cuentas, no puedo ayudarte —insistió Law, aplacando su tono de voz para llegar mejor al muchacho—. ¿Cómo te llamas?

Sintió la mirada del niño sobre él cuando le preguntó eso. Esperaba que fuera algo más amable para hacerlo comenzar a hablar.

—Leo

Lo anotó en una planilla y volvió la vista a él.

—¿Con quién vives, Leo?

El chico parecía inseguro y nervioso cuando le preguntó eso.

—S-solo.

Algo se le revolvió en el pecho cuando lo escuchó. Se veía muy joven, quince años como mucho. Volvió a recordar algunas imágenes de su infancia que esfumó rápidamente. No podía trabajar si dejaba que sus recuerdos lo afectaran.

Se sentó en el escritorio y escribió algo en el recetario de prescripción médica. Una dirección. Le tendió el papel.

—¿Conoces a Shirohige?

El chico tomó el papel y negó mirando las letras curvas de Law, que apenas se entendían.

—Es un refugio para chicos y chicas en tu situación. Puedes ir en cualquier momento. Te van a dar una cama y comida —Se sacó los anteojos y miró fijamente al niño—. No andes solo por la calle. Allí tendrás un lugar seguro. Y luego puedes venir a verme de nuevo para hablar sobre el otro asunto.

Sus palabras dieron frutos y vio una sonrisa en el rostro del chico, que apretó ese papel con fuerza y salió de la habitación agradeciendo a Law antes de cerrar la puerta. Shirohige era la mejor opción para él. Tomó su celular.

[25/06 03:48 p. m.] Trafalgar Law: Ace-ya, te mandé un chico a lo de Shirohige. Vino al consultorio del Kamabakka y dijo que estaba solo. No pude sacarle mucha información, es callado y desconfiado, pero noté que consume sustancias.

Portgas D. Ace trabajaba en la organización de Shirohige; un hogar de tránsito para chicos y chicas en situación de calle en los barrios de emergencia, como Gray Terminal, donde estaba la organización Kamabakka. En el tiempo que Law llevaba trabajando allí había recomendado a algunos niños que fueran a lo de Shirohige, donde les ayudaban a encontrar un propósito, algo a lo que aferrarse y le daban una gran familia. Muchos se quedaban hasta cumplir la mayoría de edad y seguían en contacto con la organización y otros vivían un tiempo hasta que podían reubicarse en lugares mejores. Las puertas del hogar de Shirohige estaban abiertas siempre.

[25/06 03:55 p. m.] Portgas D. Ace: De acuerdo, estaremos atentos para esperarlo. Si lo sigues atendiendo, pásanos el reporte. Saludos.

Si no tienes una familia de sangre que te cuide, tienes a tu familia por elección que te cubrirá las espaldas siempre, solía decir el viejo Shirohige. Law lo había conocido a raíz de trabajar allí. El Kamabakka era un centro comunitario que prestaba atención médica y talleres recreativos y deportivos en un barrio de emergencia a chicos y chicas en situaciones vulnerables. No era un trabajo en sí porque nadie le pagaba por ir un par de horas dos días a la semana. El trabajo que lo sustentaba económicamente era en el hospital North Blue, donde se desempeñaba como cirujano junto a sus amigos de la universidad.

En el Kamabakka Law estaba por voluntad propia y porque el creador era Ivankov, un amigo médico que fue su profesor durante sus años universitarios. Había confiado en Law para llevarlo allí cuando decidió crearlo. El otro médico de la organización era Marco, compañero suyo también en el North Blue y parte del Hogar de Shirohige. Entre los tres cubrían seis días a la semana de atención médica en la institución, compaginada con actividades y almuerzos.

La organización de Shirohige tenía lazos estrechos con ellos y por eso solían relacionarse mucho. Cuando al Kamabakka llegaban chicos o chicas sin hogar, abandonados o perdidos, ellos los llevaban a lo de Shirohige. Y al revés, varios de los que iban al Kamabakka a atenderse o hacían alguna actividad allí eran del hogar. Marco había hecho el contacto con ambas organizaciones. Law admiraba a ese médico pediatra por estar en dos organizaciones sociales y trabajar en un hospital al mismo tiempo. Si pudiera sacar más horas a los días, se anotaría en muchas organizaciones de ayuda social. Estar allí lo hacía sentir feliz de una forma que no experimentó antes. Como si verdad hiciera algo para cambiar las vidas de niños y niñas como lo fue él.

Le respondió rápidamente a Ace cuando terminó su horario en el consultorio y pasó por una de las clases. La última actividad de ese día era el Taller de Kendo hasta las 19 hs, a cargo de Roronoa Zoro. Law vio a los chicos practicar las posturas desde la ventana de la puerta y sonrió. Sabía que el Kamabakka era algo bueno. Todos los que trabajaban ahí lo hacían porque creían en eso y en que la pobreza no era una cuestión de esfuerzo o alguna mierda meritocrática como esa, sino de falta de oportunidades. Ese lugar era sólo una pequeña ayuda para empezar el largo camino de nivelar las cosas.

Pasó por el comedor donde todos los mediodías se servía el almuerzo a los chicos y chicas que visitaban el Kamabakka con el estómago vacío. Desde lejos vio a Sanji, uno de los tres cocineros de la organización, sentado en la mesa larga. A su lado estaba Nami, la contadora que ayudaba a Inazuma con la parte económica del lugar. Habían preparado café y estaban charlando, seguramente esperando que Zoro terminara el Taller de Kendo para irse juntos. Sanji estaba desde el mediodía allí, preparando los almuerzos de los chicos y chicas que asistían.

—¡Law! —Sanji movió su mano para saludarlo y Nami se dio la vuelta, sonriéndole.

Se acercó a la mesa para saludar a los chicos y se sentó cuando Sanji le pasó un café. El hombre rubio era el mejor cocinero que conocía. Los otros dos que tenía el Kamabakka, Paty y Carne, compañeros de Sanji en un restaurante en el que trabajaba, eran igual de buenos, pero no tanto como él.

—¿Qué hacen tan tarde aquí?

El Kamabakka tenía cuatro actividades diarias. A la mañana, al mediodía donde siempre era el horario de la comida, a la media tarde y a la tarde noche. Sanji siempre iba antes del mediodía a cocinar y terminaba su turno a las dos de la tarde. Nami ayudaba con la contaduría de la organización e iba al mismo horario que Sanji dos días a la semana. Era raro verlos pasadas las cinco de la tarde.

—Esperamos a Zoro —dijo Nami bajando su taza de café.

—Tenemos que reunirnos con Luffy para planificar las excursiones de agosto, tú te habías anotado para ir, ¿verdad?  —preguntó Sanji mirándolo a través de su taza de vidrio.

Law asintió. Era el segundo año que hacían excursiones al bosque con los chicos y chicas que asistían al Kamabakka. Un fin de semana, carpas, fogata, canciones y juegos para fomentar la unión entre todos. Law era un fanático de las excursiones y había aceptado ir como médico por si pasaba algo. El equipo de coordinadores se completaba con Sanji en la cocina, Franky y Usopp del Taller de Carpintería porque sabían sobre acampar y construir, y Luffy, el del equipo de fútbol, que parecía ser un gran animador y amante de los deportes.

Law se había cruzado con casi todos en el Kamabakka menos con Luffy. El niño del fútbol tenía horarios y días distintos a los suyos en la organización y no tuvo la oportunidad de cruzarlo. No hizo falta. Todos hablaban tanto de ese chico que comenzaba a sentir que lo conocía. No sólo era amigo de los otros coordinadores que daban talleres allí, sino que era ahijado de Ivan y su marido Jinbe, hermano de Ace y Sabo, y amigo de Robin. A los últimos dos los conocía por el ámbito de la Universidad; ambos eran profesores y Law compartió diferentes espacios con ellos. A veces sentía que compartía el mismo mundo con ese chico que no conocía de rostro.

—¿Vamos a hacer eventos para recaudar fondos para el viaje? —preguntó Law dejando su taza de café en la mesa.

—Eso estuvimos pensando —dijo Nami mirando a Sanji—. Hablé con Inazuma sobre los gastos y lo que tenemos que hacer para recaudar esa cantidad de dinero. Venta de alimentos, ferias, eventos solidarios. Tenemos varias ideas.

El año pasado habían hecho algunos eventos para juntar dinero. Todos hicieron un buen trabajo y nadie tuvo que poner nada porque recaudaron lo que necesitaban. Law recordó una venta de pasteles y dulces, preparados por Sanji, que había sido un éxito. El cocinero, Franky y él habían vendido todo en cuestión de minutos..

—Deberíamos repetir la venta de cosas dulces, el año pasado funcionó muy bien.

Sanji asintió y Nami lo anotó en un cuaderno que ya estaba lleno de otras ideas. Law miró la hora en su celular y decidió levantarse.

—Cualquier cosa mándenme un mensaje a WhatsApp —Dejó la taza que había estado tomando y saludó a los chicos con un gesto—. Nos vemos la semana que viene.

Atravesó el comedor y salió del Kamabakka, buscando la parada de colectivo para volver a casa. No les contó la situación del niño que atendió más temprano, pero luego mandaría un mensaje al grupo de la organización para que todos estuvieran atentos si volvía. Law estaba seguro que lo haría. El Kamabakka y Shirohige ayudaban a las personas y estaba orgulloso de pertenecer a eso.

.

.

.

Cuando llegó a su departamento, el frío gélido le dio la bienvenida. Había dejado todo cerrado y su presencia era la única fuente de calor que había recibido su casa en horas. Se quitó la ropa que usaba en el hospital y la colgó en el pequeño balcón, rociandola con desinfectante. Había adquirido esa costumbre en la Universidad, cuando descubrió las infinitas posibilidades de contagiarse virus y bacterias en la ropa, y más trabajando en hospitales.

Se puso un buzo amplio y rebuscó los cajones hasta encontrar un pantalón cómodo. Su celular vibró en la mesita de luz y vio el nombre de Cora-san en la pantalla. Una sonrisa tiró de sus labios sin darse cuenta. Su padre adoptivo le enviaba mensajes casi todos los días. Estaba a un paso de hacer un grupo con él para hablar por ahí además del el chat privado. Así de intenso era.

[25/06 06:30 p. m.] Cora-san: ¿Cómo te fue hoy? Compré una regadora nueva para las plantas, ¡deberías ver que linda queda en el jardín!, ¿quieres cenar el fin de semana?

Se rió suavemente, el sonido grave le surgía como un ronroneo. Corazón era tan extraño para escribir mensajes. No solía mandar más de uno y metía todas las preguntas y anuncios de su vida aunque no tuvieran nada que ver. Mensajes como: “¿Qué tal tu día? Fui a la guardia porque me caí de la silla. El otro día vi al vecino y creo que está interesado en mí. ¿Cómo estás tus amigos?" eran muy comunes. Le parecían muy graciosos.

[25/06 06:33 p. m.] Trafalgar Law: Hora Cora-san. Recién llego del Kamabakka. Estoy bien.

Puedes enviarme una foto del jardín.

Estoy libre, ¿quieres que vayamos a comer a algún lado o voy a tu casa?

Cora-san no iba muy seguido al departamento de Law. Era demasiado frío para él.

[25/06 06:34 p. m.] Cora-san: ¡Ven a casa! Ahora te mando la foto.

El jardín de Cora-san era muy colorido. Cuando Law se fue de la casa tuvo mucho espacio para él solo. Se hizo el jardín de invierno afuera y lo llenó de plantas y adornos. Law siempre le regalaba alguna decoración de jardín; una nueva flor, un cactus o carteles de madera para colgar. Cuando le mando la foto vio la regadera nueva sobre un carro de madera con todas las herramientas de jardín. Se lo había regalado él en un cumpleaños y sonrió al ver que había puesto un portaretratos también. La foto era de ellos cuando Law era más chico. Había sido tomada en esa casa cuando recién se habían mudado. Tenía dieciocho años, ojeras más profundas que las actuales y una expresión de mala conducta y desprecio. Estaba enojado con la vida en ese entonces. Corazón siempre fue el único que le demostró que vivir podía ser bueno también.

Respondió rápidamente el mensaje de su padre y guardó el celular en el bolsillo de su pantalón. Pensar en Corazón siempre le hacía sentir bien. No lo admitiría en voz alta pero tenerlo lo había sacado de la locura muchas veces. Law no era una persona sociable, ni agradable ni carismática, pero Corazón, Shachi, Penguin y Bepo se quedaron a su lado. Y ese era su tesoro.

Encendió el televisor y se tomó una taza de café. Era la hora de la cena pero no tenía ganas de cocinar. No había hecho las compras y ya era tarde para salir. El sillón lo recibió con una manta que había dejado la noche anterior y que lo resguardaba del frío ambiente. No sabía por qué su departamento era tan frío. En verano era ideal y en los inviernos siempre tenía mantas de más en el sillón y la cama para envolverse mientras hacía sus cosas. Las noticias de la televisión mostraban un caso de robo a una pareja de un barrio alto y los periodistas daban por sentado que el ladrón era de Gray Terminal. Giró los ojos mientras revisaba su celular.

Tenía llamadas perdidas de Ivan y mensajes en el grupo del Kamabakka. Frunció el ceño. Leyó por encima algo sobre un incendio cuando le entró una llamada de Marco.

—¿Hola? —Su tono de voz sonaba exaltado. La mención del incendio lo preocupaba.

—Law, hola —Lo saludó su compañero apresuradamente. Notó nerviosismo y preocupación en su voz—. Escucha, te estuvimos llamando porque pasó algo en el barrio.

El barrio era la forma en que todos se referían a Grey Terminal. El nombre tenía una connotación negativa en general para las personas que no vivían allí y muchas veces los chicos y chicas del Kamabakka rehuían a decirlo. Law no estaba de acuerdo con la estigmatización del nombre, porque no tenía nada de malo, pero se había acostumbrado a llamarlo “el barrio” con cariño, como si fuera el barrio de su infancia, de sus recuerdos bellos y tristes.

—¿Qué pasó? —preguntó con demasiado énfasis.

—Hubo un incendio en la casa de Tama, algunos chicos fueron a ayudar, pero necesitan un médico. Yo estoy en la guardia del North Blue y está Iván pero no da a basto, ¿estás libre?

Law se levantó de un salto, sin dudarlo y se aferró a su abrigo. La taza de café abandonada en la pequeña isla de la cocina.

—Voy para allá. Mándame la dirección.

—La mandaron en el grupo.

Le agradeció antes de cortar y se subió a su auto lo más rápido que pudo. No solía manejar dentro del barrio porque las calles eran muy complicadas y estrechas y prefería ir en el transporte público. De todas formas no usaba mucho el auto, pero sabía que era urgente y se dio el permiso de revisar la ubicación mientras conducía. No tenía agendados a casi nadie en el grupo de WhatsApp del Kamabakka, sólo a Ivan, Marco e Inazuma, pero sabía los nombres de los demás y con varios había conversado cuando se cruzaban en la organización.

Llegó en poco tiempo y después de haberse perdido en unas calles del barrio en las que no supo cómo doblar, un poco por los nervios y otro poco por la inexperiencia de no manejar tanto ahí. Las llamaradas de humo fueron la indicación final y dejó el auto en la mitad de la calle. Había un camión de bomberos frente al edificio precariamente construido tirando agua con la manguera hidráulica. Vio a Ivan y a otros del Kamabakka tirando baldes de agua e intentando sacar a todas las personas de la casa.

Law llegó corriendo y tocó el hombro de Ivan con cierta brusquedad.

—¿Salieron todos ya?, ¿dónde está Tama-ya?

Ivan lo vio de costado y Law creyó reconocer alivio en sus facciones.

—Tama aún está adentro, Luffy intenta sacarla, pero la entrada está prendida fuego.

Hizo un rápido escaneo de las cosas y vio a Zoro, del Taller de Kendo, tirando agua junto con Sanji. Law no lo dudó. Le arrebató un balde a uno de los chicos más cercanos y se lo tiró encima.

—¿Dónde está Tama-ya? —preguntó intentando ver por la ventana.

—Cerca de la puerta de entrada, detrás del fuego. Luffy está intentando entrar.

Dio la vuelta y vio la gran llama que salía de la puerta. En la entrada de la casa había un joven, supuso que Luffy. Estaba en medio del fuego, pero al parecer aún lejos de Tama. Se había mojado como él, pero no serviría mucho con esa gran lengua de fuego. Le quitó un balde a Sanji y llegó hasta la puerta, arrojando el contenido al fuego para que disminuyera.

—¡Necesito más agua aquí! —gritó mirando a los bomberos.

Uno de ellos dirigió la manguera hidráulica a la puerta y aplacaron el fuego, aunque por las condiciones del incendio sabían que en cuanto apagaran la manguera volvería a prenderse fuego. Pasar con la potencia de esa manguera sería muy complicado y Law dudaba que el chico al lado suyo aguantara demasiado, pero se sorprendió cuando lo vio usar el monstruoso empuje de la fuerza del agua para llegar más rápido a Tama.

Law pasó detrás suyo y se cubrió la cara, llena de agua, para ver mejor. Distinguió los gritos de la niña. Y vio Luffy sostenerla.

—¿La tienes? —gritó Law debajo de esa lluvia torrencial y las llamas a los costados en uno de los cuadros más surrealistas que había vivido hasta el momento.

—¡Sí! —lo escuchó gritar y Law tomó en brazos a Tama cuando llegó hasta la puerta. Luffy parecía cansado de caminar contra el agua y protegiendo el cuerpo de la niña.

El agua se detuvo y las llamas comenzaron a amenazar la entrada. Law escaneó el cuerpo de Tama en busca de quemaduras y luego el de Luffy. Vio daño en ambos y seguramente la familia de Tama también tendría que ser atendida. Cuando salieron, vio la cara de Sanji a través de sus ojos borrosos por el agua y llorosos por el humo del fuego. Luffy tosía a su lado y estaba seguro que había aspirando el humo del fuego.

Bajó a Tama que no dudó en correr hacia sus padres y Law evaluó la situación y las heridas con mejor perspectiva. Tenía que tratar a la familia y a Luffy solamente. Los demás había salido sin lesiones.

—¿Estás bien? —le preguntó al chico, mirando sus hombros descubiertos donde se había quemado un poco. Luffy y asintió, aunque sus ojos estaban irritados.

—Ellos están peor, no te preocupes por mí.

Law chasqueó la lengua y miró a Ivan.

—Los voy a llevar al Kamabakka para revisarlos, ¿te quedas aquí hasta que se controle el fuego? —Ivan asintió y él miró a Luffy—. Diles que vengan, vamos en mi auto.

Luffy llamó a Tama y a sus padres y los llevó con Law.

—Sube —le dijo al chico abriendo la puerta del acompañante.

—Yo me quedo, no necesito que me revisen.

—Tienes los hombros quemados y humo en el pulmón. Sube, vamos —insistió Law y Luffy miró a sus amigos que seguían tirando baldes.

Zoro le hizo un gesto con la mano para que se fuera y Luffy subió al auto a regañadientes. Los padres de Tama y ella se acomodaron en el asiento de atrás. A Law no le importó que todos estuvieran mojados.

—Luffy-ya, ¿no? —Lo interpeló mientras encendía el auto y le arrojó su celular en las manos—. Necesito que me digas cómo llegar al Kamabakka, en el mapa. Sólo pon la dirección y luego las indicaciones.

Luffy tecleó rápidamente y sostuvo el celular mientras una voz de mujer le indicaba dónde doblar.

—¿Eres Torao, verdad? —preguntó el chico después de unos minutos en silencio. Law frunció el ceño.

—Soy Trafalgar Law —corrigió, aunque no sabía si hablaba de él.

—Sí, Torao —repitió Luffy como si lo estuviera diciendo bien—. El otro médico del Kamabakka. Al fin te conozco, todos hablan de tí.

Law irguió una ceja confundido porque no creía que nadie hablara de él. Sólo era un médico en la misma organización en la que Luffy tenía su equipo de fútbol.

—Me parece que es al revés —respondió Law sin quitar la vista de la calle y la atención del celular—. Siento que todos hablan de tí todo el tiempo.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).