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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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Notas del capitulo:

En este capítulo hay una escena >///<

Al siguiente día le despertaron temprano para comenzar su agenda. Sería emocionante trabajar con sus compañeros, después de todo esta no era una visita para atender asuntos como Tsuchikage como tal; ayudarían a los de la Arena a aclimatar algunas semillas en su recién construido invernadero y verían el avance de lo que les habían enseñado aquella vez hace un año.

 

Trabajo, trabajo, trabajo. Eso era justo lo que necesitaba para mantener su mente enfocada y tranquila, era un momento de absoluta paz en que se olvidaba de todo.

 

Ya no habría festejos en su nombre y podría ir a descansar más temprano, Itachi lo sabría ¿no? Lo buscaría de nuevo para... se sonrojó, no debía pensar en ello mientras compartía unas horas con su hijo. No debió venir, no era sano porque solo se ilusionaba con una persona a la que jamás podría tener y se hacía tanto daño que incluso salpicaba a otros. Estaba seguro que él había causado el divorcio de Itachi, eso le hizo entender Mikoto la última vez que la vio, y fue aún más terrible encontrarse sonriendo por ese hecho cuando nadie le miró.

 

Se imaginó estirando sus dedos hasta poder rozar la piel de Itachi, acariciar su mano y después entrelazar sus dedos, caminar a su lado y mirarlo sonriéndole. Era idílico, no pasaría pero nadie le negaba soñar con ello ¡al contrario! Era mejor soñarlo que hacerlo realidad, las implicaciones de que eso pudiera pasar no las dimensionaba, sería terrible, lo sabía y cuando llegaba a olvidarlo todos se encargaban de recordárselo.

 

 

 

Por supuesto que le volvía loco tener a Deidara tan cerca y no poder estar pegado como sanguijuela a su cuerpo. De no ser por todo el entrenamiento que había recibido para reprimir sus impulsos ya hubiera cometido un montón de locuras pero no podía esperar mucho más. Su mente se llenaba de pensamientos tan intensos que incluso cualquier justificación para que no sucumbieran y se entregaran el uno al otro resultaba insuficiente.

 

Hacer caso omiso de cualquier consejo sentimental que le diera Sai siempre era la primera opción pero en estos casos parecía saber más, claro, si se comparaba con él. Había intentado darle su espacio a Deidara para que tomara sus propias decisiones y creyó con mucha confianza que no tardaría en declararle su amor, hasta el momento eso no había pasado en la forma que se imaginó. Es decir, creía y sentía el amor emanando por cada poro de su ser pero jamás se lo había dicho fuerte y claro; él tampoco se lo había dicho, no lo creía necesario porque se lo demostraba. Era evidente que se amaban, si no lo hiciera ninguno de los dos hubiese roto tantas reglas.

 

En fin, ir lento y sutil no estaba dando resultados. Lo que su superior le había aconsejado era un juego de estira y afloja, no forzaría a Deidara pero lo provocaría hasta que se diera cuenta de sus propios deseos. No sabía si jugaría bien, ¿y si llegaba un punto en que él ya no resistiera? Ya no había mucho que perder, cualquier acercamiento a Deidara sería un avance y ganancia. Lo peor ya había pasado para ambos y la oportunidad de tenerlo solo para él ahí en la Arena no se presentaría otra vez en mucho tiempo.

 

 

 

Deidara ya había solicitado previamente una oficina privada para realizar su trabajo, juraba que no lo había hecho con ningún motivo oculto. El que ahora se encontrara aquí frente a Itachi a solas era solo una coincidencia.

 

- Lo siento, continúe con su trabajo. No quería interrumpirlo. –se sentó frente a él a pesar de que el rubio se quedó pasmado de pie con ambas manos sobre el escritorio. No diría que lucía asustado pero sí muy sorprendido.

 

Sin decir palabra Deidara se sentó lentamente, sus piernas temblaban por tan repentina aparición. Lo miró fijamente y por un momento se olvidó de cómo actuar naturalmente, tragó saliva sintiéndose muy extraño al tener esa mirada sobre él. Itachi le sonrió de medio lado. Era tan seductor y hermoso, estaba seguro de que su cara se coloreó por ese simple gesto; mejor seguiría haciendo sus anotaciones. Miró el papel como si hubiese olvidado lo que tenía que hacer, acercó el pincel al lienzo pero su mente estaba en blanco y su mano ahora también temblaba; se avergonzó por no poder controlarse ante la presencia del Uchiha. Dejó el pincel a un lado y derrotado miró a Itachi, no podría continuar si él estaba ahí.

 

Se levantó y el otro lo imitó.

 

- ¿El Kazekage te envío? –preguntó apenas en un susurro.

 

- No –Se acercó unos pasos.

 

- ¿Fue el representante de la Hoja?

 

- No –Se acercó aún más hasta poder tocar su rostro.

 

- ¿Entonces? –Preguntó teniendo ya su aliento chocando contra el otro.

 

- Quería verte. –Fue su simple respuesta que lo derritió por dentro.

 

Lo estaba tentando, lo sabía y no podía negarse. Lo besó tierno grabando en su memoria la suave textura de sus labios, ahora que no tenía la presión de ser descubierto ni la urgencia de hacer todo lo posible en un corto tiempo quería disfrutar lentamente. Se le antojaba ser cariñoso con Itachi; con sus dedos rozó la piel de la quijada, delineando su agraciada estructura y sintiendo la suavidad de su perfecto rasurado –aunque también amaba lo rasposo de su barba cuando comenzaba a crecer –sonrió aun besándolo, Itachi de verdad estaba aquí para él.

 

Eran besos húmedos pero no tan apasionados como otros, solo estaban compartiendo el momento. Comenzaban a darse cuenta de que la Arena era su edén, ahí las reglas no importaban y todos los errores que cometieron en el pasado no existían. Claro que seguía existiendo la duda para Deidara, ¿este sería un espiral de depravación del que terminaría arrepintiéndose o sería el glorioso camino a un futuro junto a Itachi?

 

Poco importaba puesto que no sabía qué pasaría después y toda la infelicidad ya la tenía sobre los hombros, si quería ser más miserable solo debía alejarse y lo sería. Era difícil ir contra sus valores pero este hombre era la perdición.

 

Itachi sabía que el rubio tenía dudas, lo sentía porque de repente se quedaba perdido en los pensamientos. Lo quería hacer olvidar, que se concentrara solo en él y en lo bien que lo haría sentir. Comenzó a besar su piel trazando un recorrido por la mandíbula y hasta el cuello, era delicioso sentir esa superficie caliente erizándose ante los estímulos que le propiciaba. Lo cargó para sentarlo sobre el escritorio, era ligero y se dejaba manejar a su antojo. Se colocó entre sus piernas y continuó besándole los labios, era una sensación indescriptible estar así de cercano con Deidara ¡un verdadero sueño hecho realidad! Su relación nunca había sido convencional pero en este momento se sentía muy natural el estar juntos.

 

Para que Deidara se le entregara por completo sabía que primero debía convencerlo de que él le pertenecía completamente, de verdad así era, si a alguien le entregaría su voluntad, su cuerpo, absolutamente todo su ser, solamente podía ser a esta persona que tenía enfrente. Lo difícil no sería doblegarse sino empoderar a Deidara, que tomara tanto como quisiera de su persona sin remordimientos y que se sintiera cómodo haciéndolo, que supiera que no habría ningún reproche, que cualquier cosa que él quisiera darle a cambio sería bien recibida.

 

A propósito se había presentado sin su uniforme bien ajustado. Se desprendió de su peto para quedar en una simple camiseta de red que dejaba entrever la formación de sus músculos y el color de su piel. Deidara tragó duro, un adonis le regalaba una imagen tan erótica que sería imposible no utilizarla para calmar su libido cuando estuviera en la Roca solo y alejado de él. Itachi llevó las manos contrarias hasta el borde de la prenda y lo guio para que comenzara a levantarla, el rubio se maravilló aún más al ver la piel completamente expuesta; todo estaba completamente remarcado por el entrenamiento riguroso que llevaba y había algunas cicatrices antiguas que seguramente se había hecho en combate, tuvo que morderse el labio para no soltar ninguna exclamación de placer.

 

Terminó por quitarle la camiseta y la dejó caer a un lado, casi hipnotizado paseó la yema de los dedos por el cuerpo de Itachi; su abdomen era duro y caliente como una piedra bajo el sol, miró hacia enfrente y a la altura de sus ojos quedaba la clavícula, paseo la vista por sus pectorales centrándose especialmente en los pezones que se encontraban erectos. Estaba tan perdido grabando cada centímetro de la piel en su memoria que le fue de gran sorpresa tener de repente a Itachi hablándole al oído.

 

- No tengas miedo, puedes hacer lo que quieras –Entonces lo tomó de las muñecas y lo obligó a tocar con más atrevimiento, le hizo pasear las manos desde el borde del pantalón, subiendo por los costados hasta llegar al pecho. Deidara no podía mirarlo a la cara, sí porque estaba avergonzado pero también porque el bulto creciendo en el pantalón ajeno lo tenía prendado como si fuese todo un pervertido.

 

¡Diablos! Deidara lo sentía por todo el cuerpo, comenzaba a perder la razón y solo podía pensar en una cosa; quería probar todo de Itachi.

 

¡Qué más daba! Ya le había dado permiso ¿no? Evitó encontrarse con su rostro porque lo cohibiría, se colgó del cuello y comenzó a besar la piel que después de tanto estar en la Arena ya era más bronceada, su sudor era delicioso, un poco salado y con un olor tan potente –absolutamente masculino y enervante –que le hacía sentir con más claridad el cosquilleo en su bajo vientre; rosó suavemente su manzana con los dientes ganándose un carraspeo de placer con un claro vibrar de las cuerdas vocales que sintió en los labios.

 

Siguió bajando, repartía besos dulces a un ritmo calmado tomándose todo el tiempo que quiso para recorrer ese cuerpo que se le ofrecía.

 

Itachi moría por dentro, sus gestos tan amorosos eran una tortura porque quería más, más rápido y más fuerte; pero debía resistir porque sobre todo lo que ansiaba, reconocía que esa era la forma de amar de Deidara; era delicado al demostrar su afecto aunque su cuerpo demostrara honestamente que también quería más.

 

El doncel se acercaba de apoco a la orilla del escritorio moviendo su pelvis hacia delante con la clara intención de calmar lo que sentía en sus partes bajas. La yukata ya desarreglada le permitía ver parte de sus piernas. Era demasiado para su propia salud.

 

- Dei –Le levantó el rostro, ambos respiraban agitados aunque en realidad no habían hecho mucho. Lo besó y lo cargó tocando descaradamente su trasero. En un movimiento ágil se sentó en el piso recargando la espalda en el costado del escritorio y con Deidara en su regazo, le gustaba esa posición.

 

Lo miró a los ojos, el azul resplandecía en éxtasis. Atoró el mechón de cabello que cubría su rostro detrás de la oreja y toco la mejilla caliente y sonrojada, la piel era tersa y perfecta; claro está que no lo amaba solo por su físico, pero si existía algún defecto en su rubio el elixir del amor le impedía reconocerlo.

 

- Continúa –El varón le llevó ambas manos a la orilla del pantalón. Antes de que continuaran Deidara se acomodó mejor sentándose también en el suelo, quedando entre las piernas de Itachi y este entre las suyas.

 

Para el doncel no fue nada difícil desabrochar la prenda aunque sus manos temblaban levemente a la espera de sentir de nuevo el falo en sus dedos, y esta vez lo vería directamente y con detalle. Ya no se asustaría tan fácilmente al ser tocado por el pelinegro si sucedía de nuevo, lo había repasado varias veces en su mente y ahora se sentía preparado para ser aún más íntimo con Itachi.

 

Recorrió con la yema de los dedos el camino de vello hasta chocar con la dureza que buscaba, se mordió el labio y respiró profundo antes de liberarlo de la ropa interior. No era muy diferente a como lo había imaginado –lo cual le avergonzaba haber hecho– lo acarició lento sintiendo la textura de la piel y venas bien marcadas. Se grabó en la mente lo que cada uno de sus sentidos experimentaba, estaba demasiado perdido en la experiencia que ni siquiera notó el momento en que su propio miembro comenzó a lubricar, incluso podría jurar que más que el de Itachi que estaba siendo estimulado directamente.

 

Tal vez lo estaba haciendo muy suave ya que la mano de su pelinegro se le unió para marcarle el ritmo que necesitaba seguir para hacerlo llegar al orgasmo, no le costó acoplarse y siguió en su tarea. El mayor no sabía si Deidara era consciente de lo mucho que lo calentaba el simple hecho de ver como lo masturbaba y la forma en que retenía el aire para soltarlo en un gemido aunque no lo estuviera ni tocando.

 

- Ya casi Dei –le pasó la mano por la espalda para acercarlo y de paso darle unas caricias, apretaba su piel cada vez que sentía una corriente fuerte de placer recorrerlo de pies a cabeza.

 

El de ojos azules no sabía porque le agradaban tanto esos pequeños gestos con los que Itachi le hacía saber que estaba disfrutando gratamente. Su instinto le hacía querer más, ansiaba mucho más de Itachi y solo hizo lo que le salió de las entrañas, agachó la cabeza y besó la punta del glande.

 

- Ah Dei –de verdad le sorprendió que hiciera eso y le encantaba.

 

Ese gemido aumentó el morbo y le provocaba continuar. Siguió repartiendo besos por todo el largo del pene y cuando se sintió más seguro sacó la lengua para lamerlo. En realidad no sentía que estuviera haciendo gran cosa pero el ver que su pelinegro lo disfrutaba era una buena señal.

 

Si Itachi ya estaba excitado desde antes ahora ya no podía resistir el impulso de correrse. Aceptaba que nunca había tenido una experiencia así, le descolocaba esta falta de control sobre su cuerpo y el no saber cómo actuar. Quería mirar al doncel practicándole sexo oral y al mismo tiempo tenía el impulso de cerrar los ojos y echar la cabeza hacía atrás buscando durar un poco más y seguir sintiendo ese placer en todo el cuerpo. Le lamía de arriba a abajo dejándole bien lubricado y con sus manos ágiles y suaves le acariciaba el vientre, los muslos, la pelvis, los testículos. Todo se conjugaba perfectamente y parecía que Deidara también disfrutaba lo que hacía, no lo soportó más, dejó salir su esperma y le recalcó al rubio que había llegado a la cúspide del gozo con un profundo gruñido.

 

Para ambos fue intenso e intentaban recuperar el aire. Deidara miró sus manos donde había recogido casi tomo el semen expulsado, no era cómodo tener fluidos entre los dedos pero al mismo tiempo le llenaba de satisfacción saber que pudo complacer a la persona que amaba. Levantó el rostro para mirar a Itachi, sus fosas nasales se dilataban para dejar entrar aire, sus pestañas hermosas cubrían los párpados cerrados y había rastros de sudor por toda la cara. Se le antojó besarlo y así lo hizo, no demasiado profundo puesto que todavía se les dificultaba respirar de manera normal. En ese momento puso las manos sobre los hombros sin importar que lo llenara de su propia esencia quedando ligeramente más alto y pegando su necesitado y aún erecto miembro al estómago de Itachi.

 

- Solo quédate así un poco más –esperaba que no se molestara por pedirle eso, solo quería frotarse contra él para también poder terminar. No habían sido muchas veces pero con su hermano cuando no lograba llegar pronto al orgasmo a este solía no importarle y lo dejaba así para que él se hiciera cargo por sí mismo; algo que le resultaba francamente humillante. Esperaba que Itachi no reaccionara de la misma forma.

 

Bajó su ropa interior hasta los muslos y mientras seguía con la mano izquierda sosteniéndose del hombro para no perder el equilibrio la otra buscó el miembro ya flácido del pelinegro para unirlo al suyo y comenzó a acariciar los dos juntos. Cerró los ojos para concentrarse en sus propias caricias y pasó el brazo por detrás de la cabeza de Itachi para abrazarlo, gimiendo cada vez más fuerte.

 

Itachi tardó en darse cuenta de la situación, le detuvo poniendo una de sus manos sobre la derecha de Deidara.

 

- Lo siento –Este paró en seco. No quería mirarlo a la cara por la vergüenza, debió haber sabido, lo había molestado.

 

- Déjame ayudarte –No entendía por qué el rubio pedía disculpas pero debía haber sido al contrario. Su orgasmo fue tan bueno que se olvidó por un momento que aún no le había dado el suyo a Deidara.

 

Ya estaba bastante húmedo y excitado y seguramente no duraría mucho tiempo más. Si bien no quería asustar de nuevo al rubio debía darle un placer que jamás hubiese experimentado para que le dejara llegar hasta el final, no en esta ocasión pero pronto.

 

- Relájate Dei –Asintió contra su cuello para hacerle saber que estaba de acuerdo sobre cualquier cosa que decidiera hacerle.

 

Itachi también estaba nervioso, tenía el mínimo de experiencia relacionándose con otra persona y jamás una que le fuera tan valiosa como lo era el ojiazul. Al menos sabía lo que debía hacer en teoría.

 

Acercó ambas manos a los genitales de Deidara, una atendería el frente y otra la retaguardia. Con los dedos ya lubricados por los fluidos del doncel acarició su entrada, solo rozando la periferia para tentarlo de manera exitosa. Escuchaba fuerte y claro hasta el más leve de sus gemidos debido a la cercanía.

 

Presionó con firmeza en la entrada para abrirse camino a sus entrañas, un calor y humedad recibieron su falange con facilidad y esta vez el rubio no hizo nada que le demostrara que no quería continuar así que comenzó a mover el dedo en círculos dando un candoroso masaje por todo el interior que era capaz de alcanzar. Parecía soportarlo bien así que agregó su dedo medio al índice y posicionó su brazo en un ángulo que le permitiera usar la extensión de sus dedos por completo.

 

Sabía que buscaba ese punto aunque no supiera cómo identificarlo le habían dicho que se daría cuenta de inmediato cuando lo hiciera, que sería bastante obvio.

 

- I... Ita...chi es... raro –le dijo entre suspiros ¿pero qué significaba eso? ¿Que no le gustaba tanto?

 

Su mano delantera no se movía en absoluto, solo apretaba la base o bloqueaba la punta con el pulgar. Toda su concentración era ocupada en encontrar lo que llevaría a Deidara a la locura. Unos minutos frotando los dedos y el rubio ya se movía en busca de más, al parecer comenzaba a dejarse llevar y en un acto natural relajaba sus paredes internas para darle mayor libertad de movimiento.

 

Entonces lo supo.

 

Las piernas de Deidara temblaron y su pene se movió por reflejo. Tocó de nuevo después de unos segundos solo para confirmar sus sospechas.

 

- Mmm... no... –pero su voz sonaba diferente, arrastraba las letras y parecía apenas si poder recordar cómo hablar.

 

- ¿Te gusta aquí Dei? –lo hizo de nuevo obteniendo una respuesta afirmativa.

 

No se detendría por ningún motivo, juraba que si su pene no siguiera flácido por la reciente eyaculación ya lo habría penetrado. Siguió tocándolo hasta que su ojiazul lo miró directamente con los ojos llorosos de placer solo para suplicarle que lo dejara eyacular o de lo contrario se volvería loco. No pudo hacer nada contra esa imagen, liberó el glande y lo abrazó por la cintura para darle el mejor orgasmo de su vida hasta ese momento.

 

Cuando Deidara recobró la cordura no podía creer lo que Itachi le había hecho sentir, fue tan diferente al placer que había conocido; era irreal que tal sensación existiera en el mundo. No dejó de abrazarlo por el cuello hasta que su respiración regresó a la normalidad y aun así no quería soltarlo pero la espalda y las piernas ya dolían después de tanto tiempo en esa posición.

 

- ¿Estás bien Deidara? –Asintió –¿Cansado? –Asintió de nuevo. Itachi lo guio para que ambos se recostaran en el suelo mirándose de frente, por fin pudo estirar las piernas y las entrelazó con las del pelinegro. –Duerme Deidara. –Le acarició el rostro y el pelo dulcemente, el doncel se dijo a sí mismo que solo cerraría los ojos por un breve instante pero no lo pudo resistir, se quedó profundamente dormido.

 

 

 

Al despertar ya estaba recostado sobre uno de los sillones de la oficina, su ropa aunque no perfecta estaba arreglada. Miró a la ventana y el sol ya comenzaba a ocultarse, con parsimonia se sentó y miró a su alrededor; sabía que había estado con Itachi hace apenas unas horas pero al mismo tiempo le daba la sensación de ser un recuerdo lejano.

 

- ¿Ya despierto? –Brincó por la impresión y volteó a donde le llamaban, al ver al pelinegro parado en la entrada asintió.

 

Llevaba en las manos una palangana con agua tibia, al parecer él ya se había aseado. Se arrodilló frente al rubio y le ofreció una toalla húmeda para que se limpiara. Así lo hizo, se la pasó por el rostro, las manos y aunque se le dio un poco de vergüenza también limpio sus genitales frente a Itachi de manera discreta.

 

- Toma –Le pasó un cepillo para que arreglara su pelo mientras él le sostenía un espejo. –Lamento no poder ayudarte con la ropa pero no sé mucho sobre ella. –Deidara lo entendió, el guerrero solo estaba acostumbrado a usar su uniforme, no a los kimonos o yukatas. Le sonrió con ternura.

 

Ya ambos estaban completamente arreglados como si nada hubiese pasado y eso era exactamente lo que Deidara temía, que se sintieran extraños el uno con el otro. No quería silencios incómodos ni que se comportaran como si esto fuera una aventurilla cualquiera.

 

- Deidara por favor dime si está bien que te visite todos los días –Le sonrió de nuevo automáticamente y se acercó hasta poder tocar el rostro de Itachi. Vio directamente sus ojos negros y encontró en ellos la misma incertidumbre que él sentía, para Itachi esto también era importante.

 

- ¡Claro que sí! –Lo dijo con una gran carga emocional pero sin exaltarse. Se movió para darle un dulce beso en los labios, apenas un roce y solo eso bastó para hacer que ambos sonrieran.

 

 

 

 

 

 

 

 


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