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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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No estaba nervioso de regresar, de hecho se encontraba bastante emocionado. Seguramente habría muchos cambios en la aldea y se moría por ver a sus seres queridos lo más pronto posible. Llegaría a la guarida de Akatsuki esa noche y al día siguiente sorprendería a su familia, los únicos enterados de que estaba regresando eran Konan y Pain.

Le guiaron a un cuarto de visitas para que pudiera descansar. Era extraño encontrarse de nuevo en su aldea y aunque con seguridad podía decir que de ahí provenía al estar tantos años lejos ahora se sentía como un foráneo.

Ya estaba más que acostumbrado a no dormir profundamente en las noches y ahora con tantos sentimientos rondando en su mente menos podría hacerlo. Se acercó a su mochila donde llevaba las pocas pertenencias que había juntado esos años y buscó lo más importante envuelto en un pañuelo. Admiró entre sus dedos el anillo de bodas que le pertenecía a Itachi, él nunca se había quitado el suyo y lo portaba con gran amor.

Mañana lo vería y estaba muy seguro de que lo convencería de llevarlo de nuevo, no podía pensar de otra manera porque en ningún momento se sintió derrotado y a pesar de las palabras cargadas de enojo que le dijo aquel día que se vieron por última vez seguía creyendo que ninguna fue del todo verdadera. Conocía a Itachi tan bien que ya sabía que no se distinguía por ser el mejor escuchando ni consolando a los demás, sin embargo, se esforzaba en ello; en cambio, cuando se trataba de sí mismo era un lío. Ya había notado lo mucho que le costaba reconocer sus propios sentimientos y al final los expresaba y se liberaba de la peor manera. No lo juzgaba, pero tampoco le gustaba esa parte de él. Porque no quería que esa persona a la que tanto amaba terminara amargado o arrastrado por su odio.

 

 

Pain había convocado una reunión esa mañana y ya sabía que todos serían ligeramente impuntuales aun así Itachi se levantó temprano para entrenar, poder desayunar con Ino antes de irse e incluso así llegar primero que los demás. Eso estaba bien para él, le gustaba gastar esos minutos mirando el jardín de la guarida y tratando de encontrar la paz mental que muchas veces le faltaba.

Pasó por el ajetreo de la servidumbre que preparaba el desayuno para los soldados y su corazón dio un vuelco al ver apenas de reojo una melena rubia desaparecer entre la gente, fue solo un segundo y movió la vista de lado a lado para encontrar a esa persona de nuevo. ¿Sería posible? No, no podía ser. Aún no estaba listo para verlo de frente, intentó calmar su corazón ya que esto debía ser simplemente una mala jugada de su cabeza. Se encerró en la sala de juntas, pronto debían aparecer el resto de los miembros. Cerró los ojos y empezó una respiración controlada que al parecer funcionó, soltó un fuerte suspiró para liberar toda la tensión.

- ¡Sorpresa! -Al abrir los ojos se encontró con esos mares azules mirándole desde el otro lado de la mesa. ¿Cómo es que no se había dado cuenta de su presencia? ¿En que momento se había colado a la habitación? De inmediato se levantó e intentó salir de ahí pero Deidara le bloqueó el paso. -De verdad me evitarás ahora que estoy aquí. -Su voz, ese rubio era un verdadero diablo que sabía como atacarlo. Al hablar así de profundo lo seducía. El doncel se le pegó a la ropa y rozó su barbilla con la nariz, después levantó el rostro en busca de sus labios; Itachi se moría por besarlo y seguir sintiendo su calor pero lo mejor era desviar el rostro y mantener la distancia.

- Pronto llegarán los otros miembros, no es el lugar ni el momento para hablar. -Lo tomó de los brazos y lo alejó.

- Tardarán en llegar y si nos desaparecemos nadie lo notará. -De nuevo intentó besarlo, Deidara sabía que solo eso bastaría para despertar su pasión. Veía en su rostro que le costaba contener sus verdaderos impulsos aunque muy a su pesar lo evitó alejándose todo lo posible de él.

- Te he dicho que no. -Le dolió un poco al rubio ese rechazo, hubiese esperado que fuera fácil pero también estaba preparado si no lo era.

- De acuerdo, hablaremos más tarde.

Poco a poco fueron llegando los otros miembros de Akatsuki y saludando al rubio después de tanto tiempo de no verlo. Nadie ahí era ajeno al pasado que compartía ese par y fue algo incomodo ver su juego de miradas durante toda la reunión -que básicamente fue hecha para darle la bienvenida al doncel- Itachi parecía estar usando toda su fuerza para controlarse y no lanzarse al rubio aunque era difícil discernir si sería en un acto de pasión o de furia. Deidara se miraba mucho más tranquilo y sonriente aunque no inocente como antes; sus ojos y su boca demostraban picardía, así era, se había vuelto un provocador.

Dieron por terminada la sesión grupal y antes de que pasara algo más Pain le pidió al recién llegado que lo acompañara en privado para discutir unos temas. Este iba a negarse pero el pelinegro ya se le había escapado, no quería atosigarlo así que de momento le daría el espacio y tiempo suficiente para que asimilara la situación.

 

- Hola pequeñito -se acercó a la cuna del segundo hijo de Konan y Pain que era custodiada por una nana. Ella salió para dejarlos hablar solos. -Así que hoy te tocó cuidar a la criaturita.

- Konan prefiere que no esté mucho tiempo en el hospital, no si yo puedo vigilarlo por unas horas.

- Parece justo -El niño estaba adormecido así que prefirió no alterarlo demasiado para que no exigiera atención y mejor se fue a sentar frente al escritorio del líder -Es un poco como si tú e Itachi hubiesen sido cortados con la misma tijera, seguramente en otra vida fueron hermanos o algo así. Los dos son buenos padres.

- Tú también lo eres si es lo que querías oír.

- No te preocupes, sé que no lo soy. -Aunque su rostro no cambio ni un poco era obvio que se hería a sí mismo. -Pain te preguntaré algo, ¿sabes por qué Itachi está así conmigo? -Lo miró levantar la ceja -Ya sé que es porque... bueno, porque me fui un tiempo pero hay algo más... creo que se ha imaginado cosas sobre mí.

- ¿Por qué lo haría?

- No sé, tal vez estoy alucinando. Quizá solo ha alimentado su molestia desde hace un par de años... -Veía a Pain y sabía que él ocultaba la verdad aunque era poco probable que traicionara a su amigo. -¿Ha hablado contigo no es así?

- Hablamos de muchas cosas, sí. Sé a qué te refieres, no. No te llamé aquí para eso, lo que tengas que arreglar con Itachi háblalo con él.

Discutieron los temas relevantes sobre su viaje, después de todo el que Pain le hubiese dado tantos años de permiso y con semejante libertad era porque ahora esperaba ver los frutos de esa maravillosa técnica que fue a aprender. Prometió que pronto le mostraría en vivo y no solo platicado además de comentarle sus planes, porque en tanto tiempo también pudo pensar en su futuro y tenía algo muy claro, había llegado el momento de liberar a la Roca del yugo de los Uchiha.

Ya tenía el valor pero le faltaban los medios y se sinceraba al admitir que necesitaba mejorar sus habilidades de combate. Deseaba ser entrenado bajo todo el rigor por su líder hasta llegar a ser un guerrero que al menos le diera una gran batalla a Sasuke.

- Sabes que hay una persona mejor preparada que yo para esa tarea verdad.

- Sí claro, quién mejor que un Uchiha para derrotar a otro Uchiha aunque si Itachi acepta que me sigue amando no creo que sea duro conmigo y eso no me sirve para mejorar; por el otro lado, si de verdad es tan orgulloso para esconder lo que siente no querrá verme ni en pintura. Y sobre todo, no quisiera ponerlo en esa situación, jamás hablamos de lo que significa su familia; te lo dije, él es un buen padre y también es un buen esposo y muchas veces me encontré con la conclusión de que no quiero ser esa persona que lo fuerce a estar en contra de su sangre.

- De acuerdo, te ayudaré a entrenar únicamente porque necesito medir tus capacidades. Sobre recuperar tu aldea, ¿sabes que es una locura verdad?

- Lo discutiremos más adelante. -Le sonrió, sí era descabellado pero lo convencería en algún punto de ayudarlo a crear un plan infalible.

 

Pasó el resto de la tarde poniéndose al día con Konan, ambos habían transformado su visión del futuro. Aunque se notaba al hablar que le tenía un gran amor a sus hijos tampoco es que le hubieran cambiado a su amiga, no tardó en explicarle como un niño más a la larga sería benéfico como lazo con una aldea que quisieran como aliada.

Al final ella nunca sería tan idealista, era la madre de Akatsuki y sin muchas contemplaciones sabía lo que debían hacer para conservar la paz en la aldea. Ambos eran más equilibrados, ella era menos fría y él había cultivado bien su lado más descarado.

- Konan, a Pain no pude sacarle mucho pero sé que a ti no te importará decirme la verdad. -Y ella sabía exactamente a qué se refería.

- ¿Y de verdad quieres escucharlo de mí? Ve y pregúntale a tu marido para ver si tiene los pantalones de confesarlo.

- Bien, es un alivio. -Hasta para la peliazul fue inesperado escuchar esa respuesta y ver que en realidad Deidara parecía complacido de que sus sospechas fueran realidad.

- ¿Qué es lo que planeas?

- Nada realmente. -La miró -Solo pienso que si no hubiera cometido un gran error por el que tuviera que perdonarlo las cosas serían más difíciles para mí. Ahora que sé que ambos pusimos nuestro compromiso en el punto más bajo posible puedo acercarme con más libertad.

Deidara lo tenía muy claro, no era la primera vez en la vida que la gente le miraba con esa mezcla desagradable de burla y condescendencia. Ya no era tan débil como para dejar que le afectara ni tampoco era tan incrédulo como para creer los rumores que la gente inventaba. Si no fuera por las palabras de Konan de verdad estaría convencido que lo de la actitud de Itachi se debía solo al resentimiento. Sus planes futuros eran arriesgados y seguramente sin la deuda que podía sacar de los errores que cometió su esposo no tendría mucho para coaccionar al pelinegro. El antiguo doncel hubiera sentido culpa por tener ese trasfondo manipulador en la reconciliación pero al doncel del presente no le parecía tan malo.

 

La aldea había cambiado mucho, todo para bien. Las calles eran más ordenadas y donde antes apenas si había pocas casas y con unas pintas tristísimas ahora se veían relucientes y llenas de vitalidad. Más allá de la zona residencial comenzaban a verse los cultivos bien ordenados y con hombres trabajando en ellos, era alentador ver ese escenario. Claro que esa aldea no lo necesitaba en absoluto para crecer, al menos no a ese Deidara del pasado que era débil.

Según sus cálculos Ino ya debía de estar por regresar a casa y quería sorprenderla también. De Itachi aún no sabía nada pero no podía esconderse por el resto de su vida.

Se sentó en el portón de su casa a esperar pacientemente mientras saludaba a todos los transeúntes, algunos lo miraban sorprendidos, felices o extrañados. Se preguntó si realmente lo recordarían porque a muchos de ellos sinceramente no recordaba haberlos visto en la vida.

- ¡Ino!

- ¡Papá! -corrieron a abrazarse y Deidara la cargó en sus brazos para darle vueltas. Le besó la cabeza con amor decenas de veces, la extrañaba mucho; tal vez ella fue la persona que más extrañó durante todo ese tiempo. Era tan hermosa, sí que hubiese deseado verla crecer y estar a su lado pero ahora los arrepentimientos no valían y solo podía prometerle que jamás la dejó de querer. -¿Vienes de visita, te quedarás unos días? -Le preguntó sonriente y eso lo hizo sonreír también.

- ¡Regresé para quedarme!

- ¡¿De verdad, de verdad?!

- ¡De verdad, de verdad! -La abrazó por los hombros, quería hablar con Ino todo ese día y conocerla de nuevo porque aunque le doliera ya no era la niñita a la que escribía cartas con regularidad.

Observó a la mujer que se les adelantó para abrir la puerta. No la conocía de ninguna parte.

- Ella es la señora Mayumi, el señor Kisame la contrató para cuidarme.

- Mucho gusto señor -se giró para saludarlo con una reverencia.

- El gusto es mío. -devolvió el saludo con una ligera inclinación de cabeza. -¿Qué pasó con el otro doncel... cómo se llamaba?

- Kaoru, él se fue y después llegó Hanami pero también se fue y ahora está Mayumi. -Aunque era una plática trivial le gustaba escuchar la voz de Ino que era melodiosa, dios, estaba tan lleno de amor por su hija y le alegraba tanto que lo hubiese recibido así y no arisca como su padre.

Se preguntaba quién la había criado de esta forma, hablaba hasta por los codos y muy seguro estaba de que Itachi no tenía esa cualidad muy desarrollada. Le ponía muy feliz su energía, que fuera tan inteligente y amable y cariñosa y responsable y cualquier adjetivo positivo que se le ocurriera le quedaba perfecto.

También esa tal Mayumi parecía una buena persona, incluso le preguntó si quería que cocinara algo en especial para celebrar su regreso. Llevaba tanto tiempo sin probar buena comida que cualquier cosa le vendría bien. Cuando se encontró a solas con ella le hizo una pregunta que le daba vergüenza frente a Ino, con su perspicacia seguro notaría la tensión entre sus padres.

- ¿E Itachi, el viene a comer con ustedes?

- Algunas veces sí, la mayoría de hecho; aunque a veces creo que tiene misiones y no puede venir hasta la noche.

- ¿Y tú te quedas aquí con Ino hasta que él llega?

- Por supuesto, estoy aquí todo el día para cuidar la casa y hacer todas las tareas.

- ¿Y tu familia?

- Vengo de más lejos, solo regreso al pueblo unas veces al año.

- Pero tienes hijos o... -Miró en sus expresiones que no quería ser interrogada en ese tema -¿No es de mi incumbencia verdad? Iré a hacer algunas cosas al estudio, avísame cuando la mesa esté puesta. -

Toda esa conversación le recordaba que ahora era un extraño en la cotidianidad de su familia. Recorrió los pasillos y cuartos de la casa, se veía bastante igual a como recordaba; incluso los más mínimos detalles no le daban la idea de que alguien más hubiera ocupado su lugar. Tal vez vería a Itachi esa tarde o tal vez lo seguiría evitando. La espera no podía ser eterna y una vez que lo encontrara con la guardia baja lo convencería de no seguir atorado en el pasado.

 

No pensaba que Ino sería tan aguerrida sobre una idea, insistió en esperar a su padre varón para por fin tener una comida en familia después de años. Al rubio no le costaba esperar pero veía a las otras morir de hambre, todo estaba listo desde hace horas.

- ¿Segura que no quieres empezar pequeña? -Negó con la cabeza. -De acuerdo pero sabes que de ahora en adelante tendremos todas las oportunidades del mundo para comer juntos ¿verdad?

- Eso no lo sabemos -respondió casi en un susurro. Entendía que no fuera tan confiable pero sí le dolió un poco el corazón. -¡Llegó! -Gritó emocionada apenas escuchó la puerta abrirse y corrió a recibirlo.

- ¿Qué pasa con esa sonrisa Ino?

- ¡Papá está aquí! -le anunció ignorante de que ellos ya se habían visto antes.

- Hola Itachi -lo saludó casual aunque no recibió ni una respuesta, apenas una corta mirada.

- ¿Me esperaban? Debes estar hambrienta, porque no empezamos de una vez solo me iré a lavar las manos. -Para Deidara era como si buscara la más mínima excusa para no estar en la misma habitación que él.

Les sirvieron la comida y veía a Ino ayudar, le parecía muy tierno de su parte. No pudo evitar levantar la ceja al ver que se servían cuatro platos.

- ¿Qué pasa? esto no es tu torre en la Roca. -Le susurró Itachi, el único que al parecer se dio cuenta de su disconformidad. Ya sabía que no estaba en la Roca, solo se sorprendió de tener que compartir comida con la servidumbre. Bueno, al menos eso ayudó a que le dirigiera la palabra.

- ¿Cómo te fue en tu viaje papá? -Le preguntó Ino, no estaba acostumbrado a hablar durante la comida y solo porque se lo preguntaba su hija no se molestó.

- Bien, de hecho más que bien fue algo... único. Oh por cierto, traje algunos regalos pero los dejé en la guarida.

- ¿De verdad, qué son?

- Ya los verás -Le sonrió. -Es algo tarde así que tendrás que aguantar hasta mañana.

- ¡No puedo esperar!

Terminaron la comida-cena y ya era hora de irse aunque sin leer correctamente la situación la mujer se atrevió a preguntar si querían que cambiara las sabanas de la cama del señor y preparara el baño para ambos. El doncel amablemente negó poniendo de excusa que tenía unos temas que arreglar en la guarida y prefería quedarse allá esa noche.

- Te acompaño -se ofreció Itachi.

- No es necesario -No tenía que portarse amable solo porque estaba frente a otras personas. -Sé como llegar solo, no hay nada de que preocuparse. -Abrazó a Ino a forma de despedida. -Te quiero mucho mi pequeña, mañana vendré a verte a primera hora. -La llenó de besos en la coronilla una vez más.

- ¿Lo prometes?

- ¡Sí! -trabajar en la confianza de su hija sería una de las tareas principales de ahora en adelante. -Nos veremos mañana Mayumi. -Se giró e Itachi ya lo esperaba con la capa puesta, era un terco. Si lo iba a acompañar por quedar bien tomaría ventaja de la situación, lo agarró de la mano con fuerza y lo jaló hacia la calle principal. El pelinegro intentó soltarse un par de veces pero Deidara no se dejó vencer, incluso se pegó más a su cuerpo.

No hablaron en todo el camino. Itachi olía tan bien y seguía siendo tan guapo, ojalá lo llegara a amar como lo hacía antes. Ya no era el mismo Deidara que hace años, ni en físico ni actitud y si solo podía apreciar a su yo más joven no sabría si lo soportaría por toda la vida. Incluso se llegaba a plantear el estar dispuesto a aceptar aunque fuera una simple relación carnal, porque eso sí, podía jurar que veía pasión en sus ojos al encontrarse con su mirada; lo reconocía porque ya no tenía la inseguridad de su juventud, sabía que su belleza era superior y en su mente ya no albergaba la frustración de sentirse insuficiente para Itachi. Deidara era una mejor versión de sí mismo, su cuerpo definitivamente estaba más firme y mejor moldeado y el autoestima le permitía ya no tenía miedo ni vergüenza de hacer un par de cosas que antes se negaba a disfrutar.

- Deidara ya llegamos -El rubio no lo notó, iba en modo automático disfrutando de este paseo juntos.

- ¿Quieres pasar? -Le abrió la puerta de la habitación acompañado de una sonrisa diminuta pero seductora.

- No, solo me aseguraba que llegaras a salvo. -¡Falso! Ambos sabían que no se trataba mas que de un pretexto para pasar tiempo juntos aunque Itachi fuera tan orgulloso como para admitirlo. Su esfuerzo por mostrarse indiferente y quedarse callado solo le decían que se atragantaba con lo que quería gritar.

- ¿Sabes qué recordé? -El pelinegro le miró esperando que continuara -En la Arena cuando me atacaste fuera de mi habitación. -Soltó una risita, seguro que Itachi también lo recordaba, en ese tiempo querían verse con desesperación aunque fuese muy difícil encontrar la ocasión. Miró ese rostro rígido e insensible y se contagió de aquella seriedad, tal vez entrar al corazón del pelinegro por segunda vez sería más difícil de lo que creyó -Al menos Itachi dime si de verdad tengo una oportunidad para reconquistarte. Me esforzaré, te lo juro pero dame una pequeña luz de esperanza. Si al menos me sigues queriendo o teniendo un poco de aprecio déjame hablar contigo.

- Ahh -resopló el mayor-ven aquí. -Lo abrazó hasta casi dejarlo sin respiración. -Me alegra mucho que estés de vuelta. -Su voz no fue particularmente expresiva pero a Deidara le daba igual, ese gesto era la señal que esperaba.

El guerrero lo soltó y lo dejó ahí en la entrada de su habitación sufriendo de amor y sonriendo como tonto.

Itachi era... era... ¡no sabía qué era! ¡Tan terrible como increíble!

 

 

El pelinegro por su parte no podía sentir otra cosa que no fuera culpa. El cuerpo se le ponía frío solo de imaginar la consecuencia más natural del doncel al enterarse de sus pecados.

Caminó solitario y lento rumbo a casa, fue muy difícil pasar frente a la cantina y resistir a entrar y emborracharse hasta olvidar sus problemas pero sería una tontería hacerlo, justamente ese impulso de idiotez es lo que le tenía así de preocupado.

Era de imbéciles pensar en el hubiera porque le lastimaba saber que de haber actuado muy diferente en el pasado ahora podría estar disfrutando de la compañía de su doncel.

Llegó a casa y tras corroborar que Ino ya estuviera en cama se encerró en su habitación. Apresurado abrió el armario y sacó uno de los antiguos kimonos de Deidara para olerlo y reconfortarse, cerró los ojos y pensó en el abrazo que le acababa de dar al rubio. Se enojó consigo mismo, diablos, amaba tanto al doncel y nunca lo dejó de hacer pero los recuerdos le llevaban a ese fatal día donde se portó tan nefasto.

No era un secreto para nadie que nunca pudo estar de acuerdo en que su esposo estuviera viviendo en otra aldea. En esos años Deidara tenía tantos comportamientos que consideraba impropios y nunca imaginó que podría estar tanto tiempo molesto con el ojiazul y aumentaba su enojo el que pareciera que solo él no veía el lado positivo de su estadía en ese pueblo.

Pain y Konan claro que apoyaban al rubio por el bien de Akatsuki; Ino no se notaba afectada por el distanciamiento de su padre, todo el tiempo recibió constantes cartas y en sus cumpleaños siempre le dio regalos. Sin embargo a él no le daba nada, ni un maldito recado le envió en todos esos años; cuando tuvieron oportunidad de convivir no le dedicaba tiempo, solo en las noches se encontraban brevemente para discutir. Si se mentía y era injusto con la realidad diría que la culpa era de ambos, la verdad era que en cada discusión el rubio se esforzaba por tranquilizarlo y no darle mayor atención a sus reclamos.

En ese tiempo sí que odiaba muchas cosas del doncel. Le enfadaba verlo pasear y que ahora se mirara tan alegre teniendo charlas cortas con varias personas en su camino, le enfadaba que ya no le necesitara para nada. Deidara jamás entendería porqué estaba tan herido, el doncel era increíble y allá donde fuera todos lo notaban por eso hacía amistades fuertes con facilidad; ahí estaba Kurotsuchi, Sakura, Konan todas ellas le daban algo que él no podía y se llenaba de horribles celos por ello. Durante estos años y lo que más le avergonzaba era el sentimiento irracional que ponía en su estúpido amigo Haku; no tuvo trató con él jamás, no tenía ninguna razón para sentirse así de amargado hacia ese chico pero verlo como el acompañante de su esposo cuando su reputación era tan cuestionable le llenaba de dudas sobre si con el tiempo terminaría por convertir a Deidara en un... -mierda, le avergonzaba tanto pensar en todas las alucinaciones crueles que dirigió al ojiazul- estaba tan enojado que pensó que terminaría siendo un prostituto.

Por supuesto que eso nunca sería verdad y si le confesaba a Deidara que alguna vez tuvo ese tipo de duda sobre su persona jamás podría ganarse su perdón. No dejaría que nadie se enterara de sus pensamientos, no necesitaba regaños ni llamadas de atención porque él solo ya sabía que estaba equivocado.

Pero en ese entonces lo que sentía era algo desconocido, se trataba de una extraña soledad y un dolor profundo al pensar que muy probablemente esta relación que creyó eterna iba a terminar. Nadie le enseñó cómo manejar un cariño tan grande cuando las cosas no marchaban según sus expectativas.

Podía escuchar con claridad la advertencia de Deidara.

- Itachi piensa bien lo que vas a decir. Estás molesto y por eso lo mejor sería guardar silencio -Y en su mente él también se decía que debía callar pero no hubo concordancia entre lo que pensó y como actuó.

- Ya no Deidara, ¿siempre te sales con la tuya, no? Bueno, ahí está tu libertad. -Se quitó el anillo de bodas y lo dejó en su mano con una audacia que no sabía de dónde sacaba. Apretó los labios indignado porque el doncel estaba más enojado que herido por esa acción. -No importa si en el pasado dijiste un montón de mentiras sobre el amor que nos tenías, la verdad es que no puedes demostrarlo.

- Itachi... algún día espero que lo entiendas. -Entonces el pelinegro esperó que con esa presión el doncel cediera pero no lo hizo, se dio cuenta del gran error que había cometido pero tan orgulloso como era no lo admitiría. Nadie diría que un objeto definía su matrimonio aunque estando distanciados ese símbolo le daba la seguridad de que el doncel volvería a su lado y ahora que regresaba a casa ya no tenía nada, ni esposo, ni garantía de que estarían juntos de nuevo.

¿Qué experimentaba? El mundo de repente parecía más grande y abrumador. Ya no entendía el rumbo que debía seguir porque sin Deidara nada tenía sentido. Lo único valioso que conservaba era a Ino, e Ino era un detonador de los recuerdos con el doncel que ahora desconocía.

Sinceramente, estaba perdido y solo. Creyó que sería tan fuerte de mente como para controlar sus impulsos pero no fue así. No entendía, no encontraba sentido en la vida, el futuro lo imaginaba tan triste y cansado que la cabeza le daba vueltas llena de tantos pensamientos y sentimientos a los que no encontraba un orden. Primero se perdió en un trago que le relajó, luego otro que silenció el dolor y otros más que le hacían descansar. Terminó ignorando todas las advertencias de que no solo era un hábito dañino para él sino que arrastraba a su hija a la incomodidad de presenciar actos impropios de su padre.

Pain lo sermoneó y hasta Konan le hizo ver su mal estado a punta de humillaciones, eso solo le enfureció más.

En ese momento de la vida solo hubo una persona que no le reclamó nada, que le ayudó y que se comportó como tenía la idea que debía comportarse una madre. En retrospectiva claro que fue una estupidez porque descuidadamente arruinó la vida de todos los involucrados y nadie tenía la culpa mas que él y en esta vida jamás lo olvidaría ni se perdonaría realmente. Estaba tan avergonzado que en serio nunca podría hablar con claridad de lo que ocurrió esa noche.

Al entrar en casa vio la mirada decepcionada de Ino que recogió sus libros a gran velocidad. Ya no corría a abrazarlo al llegar, ahora sabía que era debido a su olor a borrachera. Pero Hanami, la niñera, la detuvo acariciando suave su pequeña mano y con cariño le pidió a su hija que antes de retirarse lo saludara al menos. Así lo hizo, lo saludó y después se fue a su habitación.

La mujer lo reconfortó y le mintió asegurando que Ino solo estaba cansada y mejor le dejaría descansar hasta la hora de la cena. Ella sonrió y le preparó un baño para que pudiera asearse mientras se ocupaba de preparar los alimentos. Y solo unas horas después como si Hanami conociera las palabras correctas para hechizar a la niña rubia ya se encontraban cenando los tres juntos mientras Ino hacía un monologo sobre todo lo que había aprendido y hecho esos días en la escuela y con sus amigos.

Cuando terminaron se encerró en el estudio de Deidara y pensó en lo mucho que le gustaría que él fuera como la niñera de su hija. Quería imaginarlo con tranquilidad e inconsciencia del mundo real, deseaba con todas sus fuerzas regresar en el tiempo a cuando vivían juntos o tal vez solo bastaría con retroceder hasta la última vez que hablaron y le diría que entendía, que se tomara su tiempo, le diría cualquier cosa con tal de no perderlo; y sabía que no debía creer en rumores porque su doncel le había jurado que no se fue en búsqueda de un nuevo amor pero ¿por qué no regresó si su maestro ya estaba muerto? Tomó de nuevo mientras se entristecía y enojaba en soledad. Entonces ella entró y con su amabilidad natural le invitó a ir a su cuarto a descansar, se acercó a ayudarle a caminar.

La chica no tenía culpa de nada, él solo quiso abrazarse a una persona de verdad con la que pudiera resolver su soledad. Y recordaba exactamente lo que se confesó esa noche.

- Extraño mucho ver su sonrisa.

Pero era incierto si alguna vez volvería a ver a Deidara o si al verlo el doncel le sonreiría con amor, porque le dijo un montón de horribles palabras las últimas veces y no sabía si lo perdonaría o se quedaría allá, lejos y para siempre con las personas que le habían devuelto las ganas de vivir. Cerró los ojos y le dolió el corazón, Ino había perdido un padre y él al amor de su vida.

Tal vez cualquier otra persona hubiera llegado hasta el final en su situación. Pero por dios, estaban en el hogar que construyeron juntos y eso hasta ella lo entendía. La chica actuó correctamente al abofetear a un viejo desagradable como se sentía en ese momento y no entendía de dónde vino la prudencia pero lo agradecía. Se separó de ella y pidió disculpas antes de recomponerse un poco y huir de ahí.

Solo la recordaba confundida sin embargo no se explicaron nada y no poseía el valor para volverla a ver así que solo le pidió a Kisame que buscara a alguien más y la alejara lo más posible de Akatsuki aunque ahora era muy claro que toda esa equivocación nació de su mente confundida porque Hanami solo se comportó como lo exigía su trabajo, era amable porque así era ella no porque quisiera ganarse el favor suyo y le arruinó la juventud al asustarla y una vez más hirió la confianza de Ino.

Esa noche Konan le miró cruzada de brazos y rodando los ojos remarcando muy claramente lo desastroso de su imagen. En un estado normal se hubiera enfurecido y negado pero estaba tan destruido por fuera y por dentro que en cuanto la peliazul anunció que tomaría la tutela de su hija no se opuso.

- Eres una vergüenza Itachi y si no fuera por Deidara me negaría a darte una segunda oportunidad. -Hasta dolía escuchar su nombre -Voy a hacerme cargo de Ino mientras haces un esfuerzo por recuperarte.

- No puedo. Deidara no regresará. -Konan no lo hubiera creído pero Itachi parecía muy convencido de ello.

- ¿Qué hiciste?

- Fastidié todo.

- No importa, él regresará porque dio su palabra. ¿Sabes que Deidara es mucho más que un doncel enamorado, no? Es un miembro de Akatsuki, es padre de una niña aunque se lo reclamaras constantemente. Deidara tiene honor, él no tiene porqué huir de su aldea solo porque tú estás aquí. Incluso si es verdad que su relación está rota él puede volver sin sentir culpa porque no hizo nada indebido al contrario de ti. Si sigues haciéndote el ciego y el sordo ante lo evidente seguirás en declive, no podías exigirle que se conservara como cuando eran jóvenes y tú tampoco deberías. -Resopló ya harta de la autocompasión del Uchiha -Piensa en esto Itachi, ¿puedes cambiar y ser el hombre que Deidara necesita?

Y desde ese día seguía pensando en aquella pregunta porque ahora ya no tenía ni idea de qué necesitaba el ojiazul. Definitivamente no era esa versión patética que le reclamaba y lo alejaba con cada acción.

¿Qué debía hacer ahora?

 

Lo primero sería arreglar lo que aún no estaba perdido. Su humanidad y la relación con su hija. El comienzo era lo más básico, arregló su higiene y la limpieza de casa, eliminó todos sus malos hábitos con las recaídas que eran de esperar y quizá el que Kisame le hubiera buscado a alguien tan mayor como cuidadora de Ino fue que también le cuidara a él. Dejó de tomar obviamente pero también se alimentó como era debido y salió a entrenar con riguroso hábito, además de retomar el liderazgo dentro de los noveles enlistados en el ejercito.

Visitaba a Ino con frecuencia en la guarida y aunque no quisiera admitirlo Konan fue de gran ayuda para que la niña lo volviera a ver con amor incondicional, cuando el embarazo de la peliazul estuvo avanzado Itachi le pidió a Pain interceder para que le permitieran recobrar la custodia. Tal vez fue porque la mujer veía la dificultad de cuidar a tres niños de edades tan distintas o porque de verdad creía que estaba recuperado pero no puso objeción y como si la normalidad nunca hubiera tenido ese bache Ino ya estaba de nuevo en casa.

Itachi quería creer que ahora era la mejor versión que podía dar de un padre porque procuraba a la pequeña en todos los aspectos. La ayudaba con las tareas, permanecía en casa el mayor tiempo posible, conocía sus gustos y a sus amigos e intentaba conversar con ella sobre lo que pasaba por su cabeza y sus sentimientos a pesar de que él nunca había sido bueno en ser cuidadoso con la infancia de otros niños.

No podía asegurar que este comportamiento le diera puntos karmicos o lo que fuera para rogar a los dioses por una oportunidad de volver a ver a Deidara. Últimamente escuchaba risitas a sus espaldas y se enteró que de allá de ese pueblo llegaban habladurías diciendo que el responsable de Akatsuki, su rubio, se veía muy unido a un varón misterioso. Le dolió de nuevo, pensó que entonces ningún esfuerzo valía la pena pero no era así porque Ino se mantenía con una sonrisa. Solo podía manejar lo que tenía enfrente y lo que estaba ahí era la salud de una persona que lo amaba, de su princesa. Tal vez Deidara nunca regresaría o regresaría odiándolo pero no podía descuidar a su hija solo para darle una lección, de esa manera no se atrevería a dar un mensaje de dolor donde le reclamara 'Lo ves Deidara, si hubieras estado en aquí entonces Ino no estaría en la ruina'.

Entonces cuando sin ningún aviso el doncel regresó y le sonrió con tanta libertad de nuevo se presentó el remordimiento porque eso quería decir que él no sabía nada de todo lo malo que hizo en el pasado. Y disfrutó tanto sentirlo cerca, su corazón se estremeció de gozo cuando lo vio en casa sentado a la mesa y cada vez que sus ojos se encontraban sus labios preciosos se curvaban hacia arriba antes de dar un bocado. Ansiaba abrazar toda esa felicidad y regresarle los gestos y gritarle que lo amaba pero su mente lo frenaba sabiendo la injusticia en esos actos. Deidara se merecía elegir con toda la verdad descubierta, no quería mentirle de nuevo.

Lo extrañaba a su lado y no se sentía capaz de mirarlo de frente y admitir que lo había defraudado, por eso lo evitaba, pero ¿cuánto tiempo más podría huir de lo inevitable?

 

 

 

 

 


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