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Lo que no puede ser profanado por ti (ItaDei) por MekhmenehBahnu

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Nuestros días más hermosos


Aún no los hemos vivido.


 


 


 


Todo se reducía a un plan sencillo en sus etapas pero difícil en la ejecución. Deidara estaba convencido de que para salir victoriosos debía usar todo el ingenio que poseía y esperar que la suerte estuviera de su lado. Cada miembro de Akatsuki tendría un rol fundamental aunque el protagonista y pieza clave era el doncel rubio.


El preámbulo fue investigar y estar preparado para el escenario indicado antes de la infiltración. Sabían que si llegaba de la nada ante Sasuke este sería su mayor obstáculo y quién sabe cuáles sucios trucos usaría para hacerlo desaparecer o desacreditarlo antes de recuperar su puesto.


Al final todo se redujo a la opción más sencilla, esperar a que el Uchiha abandonara la aldea de la Roca. No estaban seguros pero el instinto de los más experimentados dictaba que la oportunidad llegaría pronto ya que la guerra se rumoraba cada vez más fuerte y seguramente entre los planes de Sasuke estaría el ir y venir entre la Hoja y la Roca para ajustar detalles con su clan.


 


 


Finalmente llegó el día en que Deidara demostraría toda la preparación recibida. Tuvo que perder peso hasta quedar en los huesos y caminó bajo el sol para broncearse como lo estaría un campesino cualquiera, las manos hace mucho que habían dejado de ser delicadas y el cabello debía dejarlo tan largo como la última vez que se le vio en la aldea.


El camino lo hizo en completa soledad, entre más incrementaba el cansancio y el escozor en los pies así lo hacía proporcionalmente su enojo. No era el único que seguía esa ruta y cada cierto tiempo se encontraba con personas que no fingían, eran verdaderos desdichados que se dirigían a la Arena con la promesa de que ahí encontrarían trabajo como mineros aunque seguramente terminarían siendo guerrilleros usados como carne de cañón y eso le rompía el corazón. Nadie le prestaba atención, todos estaban demasiado exhaustos como para fijarse en él y tal vez deshechos por dentro como para preocuparse por alguien que no fueran ellos mismos.


Cambiaría todo esto porque ya no era un tonto ingenuo fácil de manipular, tenía el objetivo bien claro en la mente y lo lograría a cualquier precio aunque eso le significara la muerte o un destino peor.


Se acercó a los alrededores de la ciudad que rodeaba la torre de la Roca. Ese había sido un camino libre de transitar en el pasado pero ahora lo tenían bien cercado y con soldados que cuidaban la entrada y salida de cada alma. Lo más cerca que podía ir era hasta la periferia donde algunos ciudadanos de su aldea vendían productos a los que iban de paso a la Arena.


Todo era ridículo a sus ojos, con esos precios injustos solo lograban demostrar su propia miseria y lo entendía; seguramente ellos no lo estaban pasando mejor en su propia aldea y habían dejado a un lado el interés de ayudar para intentar sobrevivir. Esto era justamente lo que odiaba de sus vagos recuerdos de infancia, todo parecía gris y sin esperanza y en los ojos de las personas solo veía desamparo y temor, en el peor de los casos sus miradas eran vacías porque ya se habían rendido ante la vida. Al menos les debía a todos los habitantes de la Roca la salvación de su aldea.


Suspiró profundo, empezaba el espectáculo.


Con la cabeza agachada escondió su mirada bajo el ala del sombrero de paja que también ocultaba estratégicamente el pelo dorado. Su voz fue apenas audible y con un tono apenado.


- Podría decirme el precio de esta manzana -Estaba seca y horrible y quiso tomarla con sus dedos esqueléticos pero el dueño del puesto se lo impidió. Le dio un precio no alto pero irrisorio que número uno, no lo valía y número dos, no le alcanzaba. Alejó su mano y el hombre le dio la espalda así que se acercó a la caja de lo que seguramente él ya consideraba basura a tomar una de las frutas ya pasadas. Se sentía humillado al punto del llanto por caer a ese nivel aunque fuese una farsa. Apenas estaba agarrando el alimento entre sus manos cuando fue jalado bruscamente por la muñeca.


- ¡Qué te has creído ladrón! -Gritó con fuerza para llamar la atención de todos. Por reflejó contrajo el brazo intentando zafarse del agarre -¡Ladrón, ladrón! -siguió gritando ante todos.


- No, lo juro. -Parecía no escucharlo con la débil voz además de que mantenía la cabeza baja y al parecer eso hizo enfurecer aún más al mercader que solo buscaba un escape para todo su enojo. Le tomó por el codo para acercarlo y con la otra mano le quitó el sombrero dispuesto a revelar el rostro del delincuente y darle una paliza. -Se lo juro, no iba a robarlo. Solo tengo una moneda y no era suficiente para pagar la otra fruta... -hablaba rápido mientras miraba asustado al hombre.


- ¡Padre! Alguien que llamé a mi padre de inmediato. -En cuanto descubrieron la identidad del forastero ya nadie escuchó sus suplicas. Todos estaban atónitos.


- ¡No! De verdad se lo juro, soy inocente. -seguía defendiéndose tristemente y con la poca fuerza que tenía quería soltarse sin lograrlo y miró asustado a todos a su alrededor. Pronto llegó el padre de aquel hombre, una persona ya mayor que también lo miró sorprendido y Deidara siguió con su discurso hacia ese hombre -Por favor señor, juro que soy honesto y solo quiero llegar a la aldea de la Arena para trabajar.


- Alguien llame a un guardia rápido y dígale que necesitamos la presencia del joven Tsuchikage -pidió el anciano.


- ¡No! -Deidara abrió grandes sus ojos azules y esta vez logró zafarse pues el hombre en realidad ya no ponía fuerza en su agarre. Sin embargo ese alivio de verse libre duró poco pues ahora todos le rodeaban en varias filas lo que hacía imposible que pudiera huir y en la desesperación terminó por acorralarse solo contra un muro. Tragó duro viéndose en esa situación desfavorable y optó por su única opción, tirarse al suelo a suplicar perdón esperando que se lo otorgaran. Nadie entendía claramente sus rezos entre lágrimas y su rostro clavado en el suelo, todos querían detener esta escena, les torturaba el alma ver a ese doncel débil y solitario sufriendo.


 


Boruto entrenaba en solitario, cuando su padre no estaba en la Roca gozaba de mucho tiempo libre y aunque podría aprovecharlo de otra manera siempre terminaba por desperdiciarlo en agotarse físicamente; después de todo era lo único que conocía en la vida. Entrenar, entrenar y entrenar hasta cumplir las expectativas del Clan Uchiha.


Se había convertido en un ermitaño, prácticamente sin amigos y solo algunas interacciones sociales se le eran permitidas; no le importaba, de cualquier forma no se encontraba cómodo hablando con otros.


Le pareció bastante extraño que uno de sus soldados se le acercará corriendo, iba empapado en sudor y bastante agitado comenzó a hablar sobre un altercado en las orillas de la ciudad. Torció la boca disgustado, en primer instante no sonaba como la gran cosa para solicitar su presencia pudiendo arreglarlo fácilmente con los protocolos que estableció su padre sobre cero tolerancia con los delincuentes de otras aldeas. En fin, debía acudir porque a pesar de todo y por más tonto que le pareciera era su deber.


Montó su caballo y al pasar por las calles se sentía como si viviera en un pueblo fantasma. Todo se veía deshabitado y cuando llegaba a encontrarse con alguna persona le observaban extraño. Tuvo que ir reduciendo la velocidad mientras se acercaba a la entrada pues era una aglomeración inusual. Fue pidiendo el pasó y todos se gritaban para dejarlo pasar, ya comenzaba a entrarle la curiosidad por este suceso. Llegó al centro del alboroto y su corazón se estremeció al ver ese largo pelo rubio regado por la espalda y acariciando el suelo. No podía ser nada de lo que pensaba y deseaba, seguramente era otro asunto. Boruto ya era un hombre y no podía permitirse esas fantasías.


Bajó del caballo y con aplomó caminó hasta estar lo suficientemente cerca para escuchar las suplicas. Se giró a ver a todos los aldeanos exigiendo una explicación.


- ¿Y bien, nadie hablará? -eran pocas las veces que Boruto aparecía en público y nadie sabía como dirigirse a él, especialmente si tomaban en cuenta que parecía tener el mismo carácter que su padre varón y eso los cohibía.


- Joven Tsuchikage -comenzó el anciano -verá, este jovencito tiene un parecido extraordinario con su fallecido padre. -Para nadie pasó desapercibido el profundo gesto de enojó que puso el rubio.


Se giró de nuevo a mirar al doncel, era imposible pero todos le señalaban lo contrario y no estaba molesto con el pueblo por tener las mismas esperanzas que él, estaba molesto porque lo anhelaba tanto que la decepción sería muy dura. Jamás podría olvidar a su padre doncel a pesar de los años, era una herida que nunca sanaría.


Se agachó hasta quedar en cuclillas solo para acabar con todo de una vez y dejar a ese pobre hombre asustado seguir su camino. Lo tomó por el brazo y sintió la extrema delgadez, debía tener valor para enfrentar la realidad. Ayudó a levantarle el rostro y a pesar de la suciedad, lo tostado del sol, la descomposición por el llanto las facciones y esos ojos azules eran los mismos que permanecían presentes en su memoria. Se le fue el aire y sentía que el corazón le dejaba de latir, era una mezcla agridulce de felicidad y congoja.


- ¡Un carruaje, rápido! -pidió el rubio más joven.


- ¡Le juro que no soy un ladrón! Por favor, no me encarcelen señor. ¡Lo juro por dios! -suplicó rápido y solo hizo sentir a Boruto más ansioso de estar en privado con esta persona y averiguar qué había pasado y si de verdad sería posible que él fuera su querido padre doncel con quien platicaba en su mente y que le consolaba en los momentos más difíciles de la vida.


Lo tomó lo más suave que pudo por los hombros y le ayudó a levantarse aunque Boruto mismo sentía que necesitaba ayuda para moverse. Abrió paso entre el pueblo que asombrados seguían cuchicheando lo increíble del parecido y agradeciendo al cielo que estuviera vivo.


Llegaron al vehículo y casi tuvo que obligarlo a subir. Entendía la situación, tenía miedo por alguna razón y eso le llevaba a sacar algunas conclusiones pero no debía precipitarse.


Todo el camino fueron casi en silencio, solo se seguían escuchando algunos rezos del rubio forastero que entre manos hablaba y pedía disculpas. Quería consolarlo aunque no supiera cómo, jamás había sido bueno hablando sobre esos sentimentalismos como les llamaba su padre varón.


Recordó el día que se enteró de la muerte del doncel y las semanas posteriores. Sasuke solo se dedicaba a sobajar su luto y a ejercer culpa por no poder superar así de fácil esa perdida. Lo único que pudo hacer hasta que aprendió a suprimir la tristeza fue llorar en solitario durante cada noche y todos los días mantener su rostro estoico como si nada le importase.


- Llegamos... -no parecía correcto llamarlo papá en ese momento y tampoco sabía su nombre.


 


 


Boruto pidió que le prepararan comida, un baño y ropa limpia. El rumor de lo que estaba pasando se regó rápidamente por toda la torre y antes de llegar a uno de los cuartos de invitados Kurotsuchi ya lo había interceptado.


Ella se llevó la mano a la boca totalmente consternada, aunque el doncel seguía con la mirada puesta en el suelo para la antigua guardia fue bastante obvio y con toda seguridad sabía que se trataba de la misma persona. Su primer impulso fue correr a abrazarlo, solo le detuvo el hecho de que era indebido acercarse así al Tsuchikage y que había demasiada gente alrededor.


Pasaron los tres a la habitación donde ya estaba listo todo lo que solicitó Boruto.


Deidara miró discreto todo el entorno. La sensación era la misma que en su memoria, un ambiente cálido donde se sentía cómodo.


Kurotsuchi lo sacó de su pensamiento y le pidió acompañarla a tomar un baño mientras el joven varón los esperaba en la recamara.


Boruto miró la yukata tan simple que le habían preparado y quiso ofrecerle un kimono pero al mismo tiempo no debía porque si resultaba ser alguien más no quería que usara una prenda que le perteneció a su padre. Se tomaron su tiempo en el baño pero al salir el doncel se miraba más calmado, se quedaron viendo largo rato pero ninguno dijo nada. El forastero se veía tan vulnerable con su pelo rubio ligeramente humedecido cayendo a los lados de su rostro, tan lacio como siempre lo recordó y su rostro algo bronceado con los pómulos sonrojados del sol.


- No se quede así Tsuchikage -empezó Kurotsuchi, la única que se dirigía con ese título a Boruto -Nuestro invitado necesita cambiarse de ropa pero no lo hará frente a un varón. -Ese comentario hizo sonrojar ahora al joven que por fin fue consiente de la manera tan intensa con que miraba al doncel y se sintió culpable por ello puesto que podría considerarse como una falta de respeto.


Simplemente se giró para darles privacidad mientras escuchaba como con una voz calmada la mujer le daba instrucciones de qué hacer al otro, que se quitara la bata de baño, que metiera un brazo y luego el otro en la yukata, que ajustaría el amarre para que estuviera más cómodo.


Cuando se le permitió volteó a verlo, habían pasado tantos años que ahora ya era un poco más alto que su padre y recordó las épocas donde se agarraba de su mano y escuchaba con claridad el roce del kimono o túnica con el suelo al caminar calmado y elegante. Lo miró y lo comparó en sus memorias, parecían el mismo doncel pero tan diferentes.


- Convocaré al concejo, ustedes quédense aquí y por favor Tsuchikage no deje que nadie se le acerque mientras no sepamos la verdad. -Le comentó la pelinegra con evidente alarma en su tono.


Boruto asintió, entendía a la perfección la incertidumbre que podía sentir el desconocido. Fuese o no fuese su padre ciertamente era un doncel que lucía frágil como un pichoncito recién capturado, no dejaba esa pose de autodefensa con los brazos cruzados y desviaba la mirada a cualquier parte de la habitación con tal de no mirarlo.


- Puede comer lo que quiera -carraspeó un poco, era difícil comunicarse -no tenga reservas. -Se sintió estúpido y poco amigable. El rubio mayor no se movió ni un poco, tal vez lo mejor sería darle su espacio aunque no quería dejarlo solo.


Tocaron la puerta y se sintió como un alivio hasta que escuchó la voz de quien llamaba y frunció la frente.


- ¡Abre la puerta! -le ordenaron mientras seguía golpeando y solo por mantener la quietud en la habitación y dejar de asustar al invitado salió pero sin dejarle ver al hombre el interior.


- ¿Qué es lo que quieres? -Se mantuvo pegado a la puerta en caso de que intentara entrar.


- No te hagas el tonto, ya todo la aldea sabe que tienes ahí dentro a un farsante. -Eso lo hizo enfurecer más


- A quien invite a mi torre no es tu problema -Recalcó que todo ese territorio era suyo.


- Sabes que Sasuke se enfurecerá cuando se entere de esta idiotez aunque si lo echas en este momento intentaré que sea blando contigo.


- Vete al demonio Juugo -ese hombre no le agradaba, se creía el dueño de la aldea cuando su padre salía de viaje. -Aquí quien manda soy yo así que piérdete o vete a buscar a mi padre para que sigas besándole los pies. -No esperó a su respuesta y regresó adentro. Normalmente prefería evitar los pleitos con el guerrero y dejarle hacer lo que se le viniera en gana pero no esta vez.


Suspiró fastidiado ante el último golpe que recibió la puerta y se calmó antes de hablar con el doncel.


- Está bien, sigue comiendo. -Ya el tono de Boruto al hablar era más tierno, había descubierto al otro con unas uvas en las manos y al verlo entrar estuvo por dejarlas sobre la mesa de nuevo. Mejor se sentó en la cama dándole la espalda y vigilando la entrada, solo escuchó ruiditos del otro comiendo. Lo hacía lento, al parecer se esforzaba por no ser notado. Minutos después todo quedó en silencio de nuevo. -¿Haz acabado? -se giró y seguía ahí parado pero casi de inmediato se agachó a hacerle una reverencia.


- Gracias señor. -respondió muy bajo.


- ¿No me recuerdas? -la pregunta la hizo con dolor, por más que lo intentaba no podía creer que fuese alguien distinto a su padre. Se encontró brevemente con sus ojos azules y parecía igual de herido que él, con el rostro compungido y tocándose el corazón solo negó con la cabeza. Decía que no pero se sentía como una mentira. -¿Solo ibas con dirección a la Arena? -Asintió -No te preocupes, yo te llevaré si eso es lo que quieres pero por favor quédate en esta aldea solo unos días. -Se acercó un pasó y él retrocedió otro -¿Temes que se te castigue por el delito?


- ¡Soy inocente, lo juro!


- Lo sé, no te preocupes. Nadie aquí te lastimará porque sabemos que no cometiste un robo. Ahora eres mi invitado ¿de acuerdo? -Se tardó unos segundos en asentir. -Bien, ahora esperemos un poco a que regrese Kurotsuchi.


Boruto quería preguntar un montón de cosas más pero tampoco debía atosigar a su invitado intentando averiguar todo sobre su vida, seguramente de eso se encargarían los demás.


 


Llevaron a Deidara al salón donde solían reunirse todos los miembros del concejo. El rubio miró el lugar perteneciente al Tsuchikage, suponía que ahí se sentaba ahora Sasuke y aunque estaba seguro de que era imposible verlo tuvo que mirar una segunda vez para comprobarlo y disipar su enojo.


Se regañó mentalmente porque sería peligroso mostrar algún signo de molestia en este momento, le traería problemas si alguien notaba sus verdaderas intenciones. Retomó el papel de victima que al parecer todos estaban creyendo, lo pusieron al centro para ser interrogado y aunque Boruto bien pudo haberse separado decidió quedarse a su lado.


Permaneció con la mirada en el suelo la mayor parte del tiempo aunque por curiosidad subía la vista y todos estaban serios como en un funeral o al menos lo intentaban pero no pasaba por alto que también había sorpresa en sus rostros mucho más envejecidos de lo que recordaba, conoció a esos servidores de su aldea tan bien y por tanto tiempo que sus esfuerzos por mantenerse serenos no eran suficientes.


Por suerte Boruto dejó fuera a Juugo y ahora solo debía soportar la presencia de Karin, la única aliada de Sasuke que le fue cercana. Al menos era una mujer pensante que no reaccionaría visceral como el guerrero y que no armaría un escándalo innecesario.


Uno de los concejeros más viejos y que recordaba cercano a su abuelo y a él fue el encargado de llevar la batuta en el interrogatorio.


Habían practicado su historia un millón de veces hasta el más mínimo detalle, memorizó todos y cada uno de los años que supuestamente vivió como campesino. Se mostró frágil y asustado desde el principio aunque obediente de responder a cada pregunta por miedo a lo que le fuese a ocurrir.


Supuestamente era un doncel soltero, que vivió desde siempre en la aldea de la Niebla con su 'madre' y su 'hermano'. Eran pobres como cualquier otro y solo vivían de lo que ellos mismos producían, convenientemente no tenían amigos ni más familiares y tampoco se relacionaban con nadie del pueblo a menos que no se pudiera evitar; sonaría extraño de no ser porque se sabía de la poca amabilidad de esa aldea arruinada donde nadie ni por error deseaba vivir. Cuando murió su madre y la cuestión económica empeoró debido a la amenaza de guerra él decidió ir a la Arena a conseguir trabajo para poder ayudar a su hermano con un poco de dinero al menos hasta que uno de los dos consiguiera esposo. La historia era bastante simple, nada fuera de lo común y sonaba igual a la historia de cualquier otra persona proveniente de esa aldea. Deidara estaba seguro de que aun así investigarían cada palabra dicha y ya se habían adelantado a ellos blindándose con aquellos que corroborarían sus mentiras.


Nadie de los ahí presentes podía acusarlo de nada ni dudar por el momento. Claro, eso no era importante, lo elemental venía ahora cuando comenzarían a hacer preguntar sobre sus primeros años y ahí es donde debía dejarlos pensando sobre su absoluta legitimidad y convencerlos de que no recordaba gran parte de su vida.


Cuando insistieron en saber sobre su infancia y adolescencia admitió que todo parecía confuso. Hasta donde él sabía por lo que le había dicho su madre simplemente no tenía memorias porque no había nada bueno que recordar y ya que en realidad él solo era un campesino no era importante ni vital que tuviera conciencia del pasado. Nadie sabía nada ahí, su hermano decía que incluso él no recordaba nada sobre su propia infancia mas que trabajo y más trabajo y así era con su madre y así sería con sus hijos.


Se disculpó por comenzar a lagrimear. Todos empezaban a creerle, estaba seguro; pero su trabajo era insistir y el concejero insistió e insistió en repetir las mismas preguntas desde diferentes planteamientos para confundirlo y si estaba mintiendo descubrirle; Deidara no desesperaría, necesitaban mucho más que eso para tirar su plan aunque fue un buen intento.


Entre más fastidioso se volvía el interrogatorio más frágil actuaba el doncel hasta que se cansó y decidió mirar a Boruto con agonía casi suplicando que lo sacara de ahí.


- Es suficiente por ahora -intervino y todos parecieron aliviados de esa decisión. -Dejemos a nuestro invitado descansar por hoy y mañana resolveremos la situación.


Al rubio varón le entraba una culpa muy grande al someter al recién llegado a tal estrés sin embargo era algo necesario a pesar de que su corazón en el que creía ya no guardar nada le decía que simplemente siguiera su intuición y que le dijera a todos que ese era su padre, su parte racional por otro lado le indicaba que solo dejara a los demás hacer su trabajo e indagar porque todos eran totalmente capaces de descubrir la verdad y si al final resultaba ser quien creían suspiraría aliviado y enmendaría lo que le hicieron pasar; por otro lado si después se descubría que no lo era se arrepentiría en el caso de dejar a un extraño quedarse en la torre. Boruto sabía que lo mejor era no precipitarse.


Deidara fue guiado a su habitación de vuelta junto con un guardia que se quedaría ahí toda la noche a vigilarlo, era una medida de seguridad para la aldea pero para Boruto también significaba una garantía de que a media noche no intentaría escapar por miedo a que se le encarcelara.


- Mañana continuaremos con el interrogatorio ¿de acuerdo? -Se acercó con él a la cama para hacerle saber que estaba bien dormir ahí y una doncella le ayudó a arroparlo a pesar de lo incomodo que se veía al recibir tantas atenciones -Sé que es difícil pero intenta descansar. -Le indicó a la chica que saliera -Cualquier cosa puedes hablar con el guardia en la puerta y él me hará llamar. -Veía sus ojos y labios temblar.


- ¿Por qué me tienen aquí? Solo quiero llegar a la Arena y trabajar. -Cerró los ojos para intentar contener las lagrimas que ya empezaban a escurrir y de llorar ese día ya se le miraban los ojos hinchados además de que el camino que había recorrido todo ese tiempo bajo el sol debieron ser extenuantes porque parecía demasiado cansado como para seguir rogando. Boruto no quería importunarlo sin embargo solo lo miraría por unos minutos más para pensar y comparar a ambas personas en su mente. Cerró las cortinas del cuarto y le echó un vistazo al doncel antes de apagar las velas, ya en la oscuridad se acercó a tocarle el rostro por impulso. -Ruto, tengo miedo -Se sorprendió y el corazón le latió apresurado. ¿Lo había escuchado de verdad, no? No fue un engaño de su cabeza, le había llamado por ese apodo que solo le decía su padre. Su rostro se congeló en un gesto doloroso, eso era todo lo que él necesitaba para estar seguro de que era su padre. Quiso preguntarle por sus palabras pero era demasiado tarde, ya estaba completamente dormido.


Debía hablar de inmediato con Kurotsuchi la única persona que deseaba tanto como él que este fuera su padre.


 


Apenas escuchó que Boruto había salido de la habitación Deidara abrió los ojos y se secó las lágrimas. Afiló la mirada intentando captar la poca luz en la habitación para empezar a moverse, no tenía prisa y no debía apresurarse para no llamar la atención del guardia. Se movió lento entre las sabanas para deslizarse hasta tocar el suelo con los pies y sin hacer ni el más mínimo ruido se las ingenió para trepar en el ropero de madera, desde ahí podría vigilar en la oscuridad.


Se tomó un momento para repasar esta tontería porque siempre tuvo fe en que funcionaría ¡pero nunca creyó que tan bien! A la única que no le dedicaba una risa interna era a su amiga Kurotsuchi, todos los demás le parecían estúpidos, en especial Boruto. Creyó que por los rumores tendría una actitud muy diferente y le costaría más esfuerzo ganarse su confianza. Seguía siendo un niño que al parecer lo extrañó estos años, no desaprovecharía ese sentimiento para tomar ventaja


Sabía que el enemigo no se quedaría de brazos cruzados y de manera ruin intentarían asustarlo o matarlo. Sonrío con satisfacción al ver una figura alta y tosca entrar por la ventana ya en la madrugada, claro que sería ese idiota el primero en ir a visitarlo. Lo observó dirigirse a la cama y frustrado revolver todo sin encontrar nada, miró debajo de la cama, en la pequeña sala, paseó la vista una y otra vez por toda la habitación e inteligentemente decidió irse al no encontrar nada. Si no fuese porque el guardia estaba atento al otro lado de la puerta seguramente habría dejado la habitación hecha un desastre con tal de encontrarlo.


Aunque sabía que ya no regresaría se mantuvo en su puesto hasta que amaneció. No importaba si los aliados de Sasuke le hacían la vida imposible estos días. Tampoco importaba si al final lo declaraban un farsante, mataría a quién sea para que en verdad lo encarcelaran, porque ahora lo primordial era aferrarse a una estadía en la torre. Ese era el plan B, si no permanecía por las buenas solo bastaría con esperar a que Akatsuki apareciera para tomar el control; con cualquier escenario todos estaban bien preparados.


Bajó del escondite y estiró el cuerpo. Arregló la cama y se quedó sentado en el suelo meditando para tener la cabeza bien clara y enfocada, si bien quería ponerse a entrenar de una vez para recuperar fuerzas era más sabio seguir las etapas del plan A y primero asegurarse su lugar como Tsuchikage; al menos estaba confiado de que Boruto lo había escuchado la noche anterior y eso le significaría una gran ayuda frente a los que se opusieran a creerle.


 


 


 


 


 


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