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El hijo del Olimpo: La cacería del no deseado por HermesA

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Notas del fanfic:

¡Hola! Pues esta es mi primer historia. Espero que le den una oportunidad.

Esta basada en personajes y eventos de la mitología grecorromana. Los personajes (a excepción de los dioses y otros monstruos) son originales. 

He de admitir que agarré un par de elementos del autor de PJO.

El tio Rick es un gran escritor.

Notas del capitulo:

Pues les presentó al prólogo. Famoso por... ¿Prologar? ¿Eso existe? 

Es un poco de contexto, no va mal ¿cierto?

Sin más por el momento

Disfruten su lectura - HermesA

El cielo había cambiado, la temperatura había descendido; aquella hermosa mujer sabia lo que eso significaba.


“Me han descubierto.”


No había tiempo que perder, todo jugaba en su contra y no parecía que un milagro del cielo fuera a caer. Sonrió. Aquella última línea le causó gracia pues, irónicamente, si algo caía del cielo seria mucho menos agradable que un milagro.


¡Maldita sea la hora en que las moiras lanzaron aquella profecía! Con sigilo y cautela apresuró su andar ya que sabía que era cuestión de tiempo para que la encontrasen; por fortuna tenia la certeza de que aun tenia apoyo en el olimpo, quizás y después de todo, aun podría haber esperanza.


“Al cumplir los 18 ciclos solares, el hijo que no debió nacer empuñará la espada; las cadenas del tiempo serán destruidas y una vez más, el padre se alzará contra sus hijos…”


¡Dioses del hades! Aquella voz seguía tan presente en su cabeza como las serpientes en el cabello de las gorgonas. ¡Ni muerta, las serpientes abandonaron a medusa! ¡Por todos los rayos! Ella deseaba tener padres así de fieles.


Un trueno se escuchó a lo lejos; la piel se le erizó ¿era aquello lo que los mortales conocían como miedo?


En voz baja, la deidad femenina maldijo a uno de los hijos de la guerra y lo amenazó con arremeter contra él; a pesar de su encrucijada, aún era una de los doce olímpicos y merecía el debido respeto de las deidades menores como lo eran Fobos o su hermano, Deimos.


A pesar de aquella amenaza, aquel sentimiento no la abandonó por lo que siguió su andar; era una bendición que todo se haya dado bajo la custodia de Selene pues de haber sido en el turno de Helios, el dios solar, muy seguramente ya la habrían encontrado.


Sonrió, cuando todo esto acabe debía recompensar a la diosa lunar por haberla cubierto con su velo y así sacarla de la vista de águila de su padre.


Querrás decir, si todo esto acaba…


¡Por la misma Nike, estaba harta de aquella presencia! Tan presente como la voz de las tejedoras del destino en su cabeza.


“…y al levantar el arma de la leyenda, los dioses vislumbrarán lo que es el principio; en la guerra, los generales se enfrentarán y de la colisión solo uno quedará…”


-          ¡Basta! – gritó con fiereza la mujer. Su voz resonó haciendo un eco profundo que provocó el volar de las aves en un kilometro a la redonda.


No quería admitirlo, pero se sentía aterrada; no todos los días tienes a los dioses del olimpo tras de ti en espera de aplicarte algún tipo de castigo y, hades sabrá, de los horrorosos castigos a los que podría ser sometido una divinidad en estos tiempos en donde los hombres ya no rendian ningún tipo de culto. De cualquier modo, su destino estaba cerca.


Frente a ella, yacía un edificio que a simple vista parecía abandonado; el lugar daba la facha de haber sido un condominio de departamentos que hacia una o dos décadas que habría dejado de funcionar, la humedad en las paredes y los distintos grafitis parecían ser prueba de ello. La puerta era de madera color caoba, y poseía una toca puerta en forma de una criatura perteneciente a la mitología.


-          El grifo… - susurró la dama. Con ímpetu y desespero se dedicó a usar la toca puerta para llamar a quien sea que viva dentro del lugar.


-          ¡Ya voy, por todos los dioses! – una voz femenina se escuchó desde dentro del recinto. A pesar de haber contestado al llamado, la desesperada mujer no dejó de tocar la puerta hasta que finalmente fue abierta. - ¿En el nombre de Afrodita, quien despierta a la gente a estas horas de la madrugada? – de dentro, se dejó ver a una mujer de tez clara con cabello lacio marrón oscuro y labios gruesos, sus ojos eran marrones y vestía un bata pijama de color grisácea. - ¡Mi señora…! ¿Qué esta haciendo usted aquí? – con asombro, la mujer dejó pasar a la deidad que se encontraba frente a su puerta.


-          ¡No tengo mucho tiempo, Deinades! Solo puedo confiar en ti para esta tarea, pero he de advertirte que el olimpo, no, el mundo entero te perseguirá y tu vida correrá peligro.


-          Ejem… ahora soy Denis, mi lady – mencionó la mujer - pero tengo que preguntar ¿Qué es lo que necesita? – cuestionó la mortal mujer a su invitada divina e inesperada.


-          Denis, créeme cuando te digo, el destino del mundo estará en tus manos… - la diosa se quitó la capucha de su traje y extendió su capa hacia delante para, dentro de ella, sacar como por arte de magia a un recién nacido. Se trataba de un pequeño de piel morena clara y de cabello café castaño. Al estar dormido no se lograba apreciar el color de sus ojos, pero la mortal presentía que serían color miel, igual a los de la diosa frente a ella.


-          ¡Gran Zeus! Mi señora esto es… - se quedó sin palabras al observar la mirada de su señora. Una mirada bastó para entender el predicamento en el que la diosa estaba y, sobre todo, al que intentaba arrastrarla. En la mirada de la olímpica, podía apreciarse una mezcla de emociones y sentimientos entre los que incluían la desesperación, el miedo, la angustia y la tristeza, pero también la añoranza, el cariño y un ferviente amor que solo una madre dolida y que está a punto de hacer algo riesgoso para sí misma por el bien de su retoño, sería capaz de sentir. La mujer que vestía con bata tomó la decisión que mejor le pareció. – Cuente conmigo mi señora, no importa lo que, le juro por mi vida que criaré y protegeré a este pequeño.


La deidad femenina se dedicó un par de minutos a contemplar al recién nacido antes de pasarlo a los brazos de Denis. Luego, dio media vuelta en dirección a la puerta pero se detuvo unos instantes y volteó a ver a la mortal.


-          ¡Denis, lamento mucho haber venido y arrastrarte a esto! Sé que dejaste la cohorte para llevar una vida mortal normal y lejos del bullicio de los asuntos del olimpo, quiero que sepas que para mí no eres una mortal cualquiera… eres mi mas grande y sincera amiga.


-          ¡Mi señora, para mi es un honor estar a su servicio! Me halaga con sus palabras, le doy mi palabra de que me haré merecedora de ellas. – Denis contestó con un marcado rubor en sus mejillas.


-          Ya lo eres – contestó la diosa – una cosa más, enséñale todo lo que te he enseñado. El niño debe aprender a defenderse, algún día lo encontrarán y sé que será inevitable que deba defenderse por su cuenta.


-          Tiene mi palabra, señora.


De forma inexplicable, un fuerte viento entró al lugar y, en un abrir y cerrar de ojos, la diosa desapareció.


-          ¡Mi señora, he olvidado preguntarle que nombre tiene el niño! – exclamó preocupada la mujer a ningún punto en particular.


Entonces, una voz resonó en la cabeza de Denis…


 


 


A miles de kilómetros del lugar, en el interior de una sala con una mesa redonda en el centro de color de oro con doce tronos alrededor de ella y otros 6 casi pegadas a las paredes de tal forma que existía un espacio entre estas 6 y las otras 12 y, a pesar de existir varios asientos disponibles en la sala, los seres que se encontraban en medio de una acalorada discusión parecían preferir mantenerse de pie para llevarla a cabo, después de todo, nunca sabias cuando alguno de los presentes podría levantarse en armas.


-          ¡Silencio! – un trueno resonó en todo el lugar; un hombre de cabello castaño con un mechón rubio en el medio peinado hacia atrás, y una vestimenta tan reluciente como el sol mismo fue el causante de aquel grito y de provocar el silencio absoluto en la sala.


-          ¡Padre, te lo suplico! No cometas una locura contra tu propia hija. – de pie, un joven de aspecto atractivo, cabello café rubio y ojos tan azules como el cielo, vestido con una toga color crema con un cinturón café y en con una hebilla con la figura de una lira, se posicionó frente al dios supremo para intentar apelar a su lado paternal.


-          ¡No hay excusas para lo que ha hecho! Debe pagar por sus actos inmorales – a ambos hombres, se acerco una mujer de cabello negro largo y ojos rojos, portaba una armadura de bronce, color plata y con detalles en dorado.


-          ¿actos inmorales? Debes de estar bromeando hermana, los actos que ella ha cometido no son mas inmorales que los tu cometes a diario al disfrutar de provocar la colera de la humanidad y propiciando masacres bélicas. – el rubio se volteó para quedar frente a la mujer, y encararla con enojo y valentía, a pesar de no portar el mismo su armadura y armas de guerra.


-          ¡Tu hija tiene razón, Zeus! No puedes dejar pasar esta clara muestra de irreverencia en nuestra contra, esa mocosa era consciente de lo provocaría al hacer lo que hizo, ella conocía la profecía. – una mujer vestida con un hermoso vestido blanco largo, y con detalles en oro y azul metálico, se posicionó junto al rey de los dioses y mostrar su apoyo a la diosa guerrera.


El dios del rayo, cansado de escuchar como las otras deidades intentaban persuadir su actuar y su decisión, levantó su mano derecha en un puño que utilizó como seña para pedir el silencio absoluto en la sala. Empezó a caminar en círculos con ambas manos tras de sí, meditando las opciones que tenia a su alcance; de repente, detuvo su andar y se volvió rápidamente hacia la que podría otorgar el consejo mas sabio de entre todos los dioses presentes: Minerva.


La deidad de la sabiduría y las artes se encontraba vestida con un largo vestido blanco con un rebozo color azul rey. Su piel tenia una tonalidad morena y poseía un hermoso cabello rizado que le llegaba casi hasta la cintura; no era muy alta por lo que, al acercarse su padre, la diferencia de altura era bastante notoria.


-          Hija mía, has sido la única de las vírgenes que ha decidido presentarse, y tu sabiduría es compasiva, mayor a la que posee tu hermana estratega – el padre de los dioses acarició con una mano los pómulos marcados de la diosa - ¿Qué actuar recomiendas tú, Minerva?


-          Tu sabes que jamás recomendaré la guerra, incluso en la ciudad que designaste para mí, los hombres preferían rendir culto a otros dioses por sobre mí. – Minerva colocó su mano sobre la de su padre – conozco a mi hermana padre, ella jamás intentaría nada en tu contra.


-          ¡Ha tenido un hijo! ¿no es eso suficiente prueba de su traición? – Ares rugió.


-          Incluso si eso es cierto ¿no podría ser este semidios la solución a nuestros problemas? – Hermes, el dios mensajero intervino – Esta no es ni la primer ni la última profecía sobre el resurgimiento de un enemigo y la caída del olimpo a la que nos hemos enfrentado, y si este semidios es la clave para la victoria definitiva ¿no deberíamos usarlo a nuestro favor?


-           Hermes tiene razón, padre – Minerva reconoció


-          ¡Tonterías! – Poseidón, el dios de los mares espetó - Si esa chiquilla tuya, no se ha presentado, es porque sus intenciones son de todo menos nobles – los otros dioses lo apoyaron – Hay que acabar con esto de una vez por todas hermano, si tu no le das caza, yo lo haré.


-          ¿Osarías desafiarme, Poseidón? – Zeus lo encaró.


-          ¡haría lo necesario por el bien del Olimpo!


El dios del cielo y el dios del mar se enfrascaron en una batalla de miradas y ni uno parecía querer retroceder; el ambiente parecía estar agarrando estática y humedad a la par. Si los presentes no fuesen inmortales, muy seguramente todos estarían en serios problemas.


-          ¡Basta, por favor! – Minerva habló.


-          ¡No! Mi tío tiene razón padre – una vez más la diosa bélica de la guerra, habló – hay que hacer algo, y si tu no estas dispuesto, nosotros lo haremos.


-          ¡No te dejaré actuar, Bellona! – el dios del sol, Apollo, expresó mientras encaraba una vez más a la diosa quien no apartó la mirada del reto.


-          ¡Intenta detenerme! – La guerrera sonrió con burla.


-          ¡Es suficiente! – Zeus, cansado de los desafíos de los demás dioses, habló - ¿quieren darle caza al mortal? Háganlo, tienen luz verde para actuar de la forma que quieran, pero tengo condiciones – De repente, al dios del rayo se le iluminaron los ojos de color azul y de ellos daba la impresión de que salían disparados relámpagos en todas direcciones, entonces, un rayo golpeó a todos y cada uno de los dioses presentes quienes se vieron obligados a arrodillarse mientras gritaban de dolor; la voz de Zeus resonó por todo el lugar - ¡No le tocarán un solo cabello a la madre! Tendrán que esperar a que el muchacho cumpla la mayoría de edad mortal para actuar ¡Y, por el mismísimo Tártaro, no intervendrán en los asuntos de otros mortales! ¿Entendido? – no recibió respuesta, las deidades seguían gritando de dolor, pero Zeus sabía que, de este modo, estaban obligados a cumplir sus órdenes. - Ah, una cosa más ¡Quiero al muchacho, vivo!


De repente, los rayos cesaron y con ellos, Zeus desapareció.


Entonces los dioses se pusieron de pie. Se cruzaron miradas unos con otros, hasta que fue la madre de los dioses quien rompió el silencio.


-          ¡Es una nueva era! – espetó – hagan caso a su padre, váyanse y prepárense – Hera sonrió – es hora de la guerra.  

Notas finales:

Eso ha sido todo ¿Que les ha parecido? 

En la mitologia giega existian 3 diosas virgenes por excelencia: Hestia, Atenea y Artemisa

Y si, para los romanos, Minerva era Atenea pero he decidido agregarle un toque personal... 


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