Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tras los versos de una canción (One-Shots) [Dr. Stone - Senku x Chrome] por SonAzumiSama

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes que aparecerán a continuación no me pertenecen; son propiedad de su autor y creador Riichiro Inagaki y su ilustrador Boichi.

Las historia de los fics me pertenecen y no tengo fines de sacar ningún provecho de lucro con estas obras. Mi único objetivo es entretener al lector/ra que ha decidido darle una oportunidad, ¡gracias!

Notas del capitulo:

Este fanfic tiene contenido BL/Boys Love o, como es conocido como muchos, YAOI. ¿Qué significa esto exactamente? Que tiene contenido homosexual entre dos hombres. Si no es de tu agrado, mi mejor consejo es que te retires de la lectura. No digas que no fuiste advertido.

Aunque es bastante obvio que es YAOI, digo esto porque hace poco leí por ahí de unas agradables personas que pedían amablemente que las fujoshis no escribiésemos de Yaoi sobre mangas y animes que no son Yaoi y que mucho menos los publiquemos en Wattpad, en Fanfiction o esas plataformas que, recién me entero, son conocidas también como: «Mundo-Super-Heterosexual-Donde-No-Se-Permite-Yaoi». Nos pidieron que nos quedemos en Amor Yaoi, que ahí es donde pertenecemos.

Por supuesto, es bastante obvio que ellos son los dueños de estas plataformas y, por supuesto, son los creadores de los susodichos mangas que no son Yaoi y tienen todos los derechos reservados, eso es indiscutible. Es por eso que ellos tienen el divino derecho proporcionado por el dios Apolo y sus nueve Musas de escribir lo que se les pegue la regalada gana, mientras que nosotras tenemos que limitarnos a las exigencias de ellos.

A mí que no me vengan con esas mamadas. Nosotras tenemos tanto derecho de escribir y publicar como ellos, y si eso les molesta, hay un botón que los dirige hacia atrás y los saca de estos fanfics que no quieren, ni están obligados, a leer.

Muchos dicen: «pero esos personajes no son gays, no deberían colocarlos gays». Pues bien, debe ser que en sus fanfics de universo alterno donde Goku es un estudiante con un IQ de 220 experto en física cuántica, amante de los estudios, heredero de una empresa de cosméticos y que odia las artes marciales es muy apegada al canon. Mira, que es como si estuviera leyendo capítulos del manga.

Ya fueron advertidos de qué temática es esta historia. Como les dije, si no les gusta el Yaoi, no lo lean, que aquí nadie está obligando a nadie, cada quien lee bajo su propia responsabilidad. Vuelvo y repito, si no es de tu agrado, mi mejor consejo es que te retires a leer historias que sí son de tu agrado y no te tortures entrando aquí. Advertencias fueron suficientes, el resto es responsabilidad tuya.

Otra aclaración. Estos son One-Shot inspirados en canciones, mas no son Songfics. ¿A qué me refiero con esto? A que la canción no va a estar interrumpiendo la narración a cada tres párrafos. Son solo inspirados en las canciones.

Advertencias:

Alerta de Spoiler si no te has leído el manga.

Química - Anahí

Qué sensación tan extraña, ¡nunca había sentido nada parecido! Al menos, no con tanta intensidad.

Cada vez que le miraba, no podía evitar comparar sus rasgos físicos con algún paisaje, en el que querría explorar para encontrar los tesoros más escondidos y guardarlos en una colección única que nunca mostraría a nadie.

El rojo de sus ojos parecía el resplandor de un hermoso cielo al atardecer, que invitaba a correr y perderse en un campo de flores carmesí, para nunca ser encontrado. Tan cálidos como el fuego crepitante de una chimenea en plena estación invernal, ofreciéndole acurrucarse frente a él para desvanecer cualquier rastro de frío que amenazara con congelar cada célula de su ser.

El color blanco de su pelo era como una luz brillante que le sacaba de la insondable oscuridad, mostrándole el mundo tal y como debía ser percibido y no a través de horribles sombras y siluetas indescifrables que no daban una imagen clara, distorsionando la realidad.

El verde degradado que adornaba las puntas de su pelo parecía la hierba de un oasis que encontró después de vagar tanto tiempo por el desierto. Un lugar rodeado de vida que le daba seguridad, donde podía disfrutar de la calma después de sufrir la tormenta.

Su nombre pronunciado por aquella voz, apenas un murmullo que saliera llamándole, era suficiente para que su cuerpo reaccionara con temblores en las manos, aceleración de los latidos del corazón, sudor cayendo de su frente y una ligera afonía que apagaba brevemente su nerviosa voz.

Tanto si sus ojos le miraban, como si sus labios le sonreían o sus manos le rozaban; todo le llevaba a sentir las mismas emociones en su cuerpo. Los mismos síntomas que, aunque extraños, le recordaban que aún estaba vivo, que aún tenía la oportunidad de mirar el mundo con sus propios ojos, no en soledad, sino junto a él, disfrutando de su compañía.

Senku le había enseñado mucho de lo que sabía, había reforzado los conocimientos que ya poseía después de tanto explorar y experimentar. Le resultaba imposible definirse sin mencionar a Senku. Era su mentor, su amigo, su compañero, su modelo a seguir. Sabía que tal vez no podría ser tan inteligente como él, pero quería seguir sus pasos, pisar las huellas que Senku dejaba al caminar, sentir la mirada de orgullo en él, esa que el albino negaba, pero que no podía ocultar. Le gustaba estar a su lado, oírle hablar de su mundo, de toda esa ciencia que se esforzaba por reconstruir, prometiéndole en más de una ocasión que no solo la imaginaría a través de las historias que le contaba, sino que la admiraría por sí mismo cuando recuperaran la civilización. Le invitaba constantemente a reconstruir todo a su lado, a mirar el mundo junto a él. Y Chrome aceptó, porque quería verlo junto a él.

¡Qué sensaciones tan extrañas!

Viéndolo sonreír mientras estaban juntos, se sentía dichoso de ser el motivo de esa sonrisa, de disfrutarla solo para él y no compartirla con nadie más. Viéndolo sonreír con otra persona, su pecho se contraía, su respiración se entrecortaba, sus puños se cerraban con fuerza y el centro de sus cejas se fruncía tanto como la elasticidad de su piel lo permitía. Y él sabía que eso no era normal.

Le molestaba verle sonreír con otra persona, igual que en ese momento sonreía junto a Gen. Era normal que esos dos estuvieran juntos en todas partes, como si fueran la segunda sombra del otro. No era la primera vez; les había visto hablar con esa simpatía miles de veces. Al fin y al cabo, eran de la misma época y, posiblemente, eran los que mejor se entendían. Pero verlos de lejos le molestaba.

Y no solo con Gen. Desde que Senku se había convertido en el líder de la aldea todos querían estar cerca de él. Querían hablar con él, o escucharle hablar de esos extraordinarios conocimientos que poseía; querían preguntarle por el difunto Byakuya, fundador de la aldea de Ishigami y padre de Senku; querían saber cuáles serían los nuevos inventos y para qué servían.

Era indiscutible que Senku era una persona increíble, ni siquiera parecía de ese planeta. Cualquiera que lo conociera, querría estar cerca de él y eso era lo que muchos hacían. Pero él quería que la atención de su mentor fuera solo para él, llevárselo a un lugar donde solo estuvieran ellos dos sin nadie que pudiera acercarse para robarle la atención, que, por alguna extraña razón, sentía que le pertenecía por derecho, al ser su compañero en la ciencia.

Era una sensación extraña que sin duda tenía que desaparecer, porque era frustrante no saber por qué le molestaba.

Tal vez solo necesitaba refrescarse un poco. Estaban a pocas semanas de partir en busca de ese gran mal que había logrado petrificar a toda la humanidad, destruyendo millones de años de civilización. Tenían el objetivo de revivir a Tsukasa y, aunque tenían mano de obra de sobra, el trabajo seguía siendo demasiado. Tal vez fuera la fatiga lo que estaba causando sus síntomas.

Caminó a paso ligero, pasando por delante de Senku y Gen sin decir una palabra. Después de todo, no tenía nada que decir, nada que comentar, nada de lo que quejarse. Todos tenían tanto derecho como él a acercarse a su mentor, y no tenía motivos para sentir ese desagradable malestar que le recorría de pies a cabeza, como pequeñas corrientes eléctricas que le instaban a tomar a Senku y llevárselo a un lugar desolado sin importarle nada más que quedarse a solas con él.

—Chrome.

El susodicho se detuvo como si aquella voz controlara sus movimientos. Dejó de respirar y un poderoso cosquilleo se apoderó de su estómago, recorriendo todo su esófago hasta la garganta, como si miles de mariposas revolotearan en su interior.

Su corazón latía aceleradamente, como si quisiera salirse del pecho. No había melodía más hermosa que su nombre pronunciado por aquella voz. Ni siquiera Lillian Weinberg, con su hermosa voz, digna de los mismísimos ángeles, era capaz de superar aquel murmullo con el que Senku le había detenido.

Seguía queriendo escuchar su nombre en la voz de Senku, pero en otras circunstancias. Solo que no sabía en qué circunstancias concretas quería escucharlo.

—Dime —apenas pudo responder a su llamada, pues su voz no había querido ser escuchada durante unos segundos.

—¿A dónde vas?

Chrome tardó unos segundos en contestar, analizando un poco lo que sentía en ese momento. Parecía un choque de emociones contradictorias que luchaban en su interior, tratando de imponerse sobre las demás. Por un lado se sentía feliz de que Senku le hablara, pero por otro lado, le molestaba la compañía de Gen.

Una vez más, el cansancio se llevó toda la culpa de que Chrome no entendiera lo que le estaba ocurriendo.

—Al río… —contestó en voz baja, como si su voz aún luchara por hacerse oír—, iré a refrescarme un poco.

—Bien, pero date prisa en volver —dijo Senku sin mostrar mucho interés—. Todavía hay mucho trabajo que hacer.

Sin siquiera responder, Chrome se alejó, dejando a su mentor perplejo ante tan fría actitud. El cienticero rara vez dejaba de sonreír y una actitud tan apagada era inusual en él. Algo le pasaba, se había dado cuenta. Después de todo, lo conocía como si fueran amigos de toda la vida.

 

Chrome llegó al río y se encontró con unos niños del pueblo que buscaban agua. Los saludaron y él les devolvió el saludo con una sonrisa. Se lavó la cara tratando de refrescarse, pero la conversación de los niños lo sobrecalentó.

—Senku suele llamar a Kohaku «Leona». Eso demuestra que le gusta —dijo uno de los niños, sonriente y seguro de su deducción.

Chrome sintió que su cuerpo ardía de rabia, mientras sus dientes y puños se apretaban con fuerza con el impulso de golpear algo, cualquier cosa que le causara dolor físico para dejar de sentir ese dolor emocional.

—Creo que solo lo hace para molestarla —respondió otro, no muy convencido.

—Eso es porque quiere llamar su atención —dijo una chica con entusiasmo—. ¡Sería romántico que se casaran! ¡Como en esas historias que nos cuenta el señor Gen sobre el valiente caballero y la bella princesa!

—Pero entonces Kohaku, con su gran fuerza, sería el caballero, ¿no? Senku es mucho más delicado, como una princesa.

Riendo, los niños se alejaron, despidiéndose de Chrome. Si no estuviera ardiendo de rabia, incluso se habría reído de eso último, pero no le causó ningún tipo de diversión.

Senku y Kohaku, ¿hablaban en serio?

Con los puños cerrados con fuerza, sumergió toda su cabeza en el río para refrescar ese malestar, sacándola cuando sus pulmones ya no podían retener el aire.

Era molesto sentirse molesto.

Volvió al trabajo como un robot en automático. Apenas respondía con palabras monosilábicas a las preguntas de Senku y no parecía estar dentro de la realidad, como si un mundo dentro de su cabeza lo entretuviera con cosas mejores que Senku y su ciencia nunca podrían superar.

Observando a los demás trabajar en la nave, desde lo alto de un pequeño acantilado, Chrome dejó escapar un suspiro frustrado.

La conversación de los niños se repetía en su mente, torturándolo; cortándolo con las afiladas palabras que se enterraban en su cerebro, clavando el dolor como mil estacas en su corazón.

Era insoportable.

—¿Qué te pasa?

Chrome se estremeció de pies a cabeza al escuchar esa voz detrás de él. Cuando Senku se detuvo a su lado para encontrar su mirada, esperando la respuesta, Chrome desvió la vista, evitando el contacto visual. No sabía qué responder, porque ni él mismo sabía qué le pasaba.

—No lo sé.

Senku enarcó una ceja sin apartar la mirada de él. No estaba satisfecho con la respuesta y no se alejaría del moreno hasta conseguir lo que había ido a buscar. Se acercó hasta que estuvieron frente a frente, enterrando sin piedad su mirada rojiza en los ojos marrones de su pupilo, que solo quería huir y desaparecer, mientras deseaba poder quedarse con Senku en aquel lugar donde ninguna tercera presencia les molestara.

Chrome tragó, tratando de deshacerse del nudo que se le había formado en la garganta. De nuevo su corazón latía con fuerza y sus manos temblaban como si un terremoto se produjera en su interior, formando un caos con todas sus emociones y sin saber cómo debía sentirse ante la insondable mirada de Senku.

—¿Te sientes mal?

De nuevo la voz de Senku transmitió una corriente eléctrica que sacudió cada nervio de su cuerpo.

Estaba pensando seriamente que se trataba de una enfermedad y, haciendo un recorrido mental por todas las personas que conocía, la única capaz de ayudarle era Senku. Si le explicaba sus síntomas, seguramente su mentor sería capaz de diagnosticarle y recetarle algo que le curara.

—A veces sí… —murmuró su respuesta, bajando la mirada para no mirarle más a los ojos—, y a veces no.

Senku entrecerró los ojos, confundido, y ladeó ligeramente la cabeza en busca de alguna coherencia en las palabras del moreno.

—Dime cómo te sientes —pidió el albino, cruzando los brazos—, así podré ayudarte y podrás trabajar.

En el fondo, Chrome quería creer que Senku se preocupaba realmente por él, pero sabía que su mentor solo se preocupaba por la eficiencia de los demás en el trabajo. No quería decir que fuera un monstruo insensible, simplemente tenía sus prioridades.

—Es… es complicado de explicar —comenzó Chrome, rascándose la nuca—. Me pasa con una persona en concreto. Cuando estoy cerca de ella, me siento feliz y completo, pero cuando la veo con otra persona, me molesta. Es como…

—Como si la quisieras solo para ti —interrumpió Senku, terminando la frase.

Chrome lo miró a los ojos mientras asentía enérgicamente. No se había equivocado al pensar que Senku sabría lo que le pasaba.

—Así es. ¿Sabes lo que es?

—Lo que me sorprende es que no lo sepas —respondió el científico, mostrando desinterés y restando importancia al problema de Chrome—. Es química.

—¿Química? —preguntó confundido el castaño.

Sabía lo que era la química, su actual mentor se lo había explicado, pero no entendía qué tenía que ver con lo que le estaba pasando. ¿Quizás había sido envenenado involuntariamente por algún producto químico que guardaban en el laboratorio? La idea le aterraba, pero la expresión desinteresada de Senku le indicaba que no era nada grave y que no debía preocuparse.

—Escucha —dijo Senku tras soltar un largo suspiro de agotamiento—, cuando eso ocurre, los niveles de cortisol aumentan, a su vez, los niveles del neurotransmisor serotonina se agotan, produciendo sentimientos o pensamientos de preocupación o esperanza. En este proceso, se liberan altos niveles de dopamina, que hace que esos sentimientos sean agradables. Existe una hormona conocida como «la hormona del amor», cuyo nombre es en realidad oxitocina, que produce sentimientos de satisfacción y seguridad. También se produce la hormona vasopresina, que está relacionada con el comportamiento que genera las relaciones monógamas a largo plazo. Estas emociones desactivan la vía neuronal que maneja las emociones negativas, por lo que no se puede ver ningún fallo en la persona por la que se producen estas reacciones.

Chrome parpadeó varias veces, intentando organizar toda aquella información. Había entendido… la mitad, o menos. Pero seguía sin entender por qué sentía esos síntomas.

—¿Y qué significa todo esto? —preguntó, temiendo una respuesta más complicada que la anterior.

—Significa que estás enamorado —contestó Senku como un perfecto resumen de lo que había explicado antes.

En ese momento, la mente de Chrome se había quedado en blanco. No podía ser posible que estuviera enamorado de Senku, era absurdo. Ambos eran hombres y no conocía ningún caso romántico que involucrara a personas del mismo sexo en la aldea. Ni siquiera creía que fuera posible que dos personas que compartían sexo pudieran enamorarse.

No tenía sentido.

—¿Estás seguro? —preguntó tras salir de sus pensamientos y ladeando ligeramente la cabeza.

—Pasa con Ruri, ¿no? Es normal. Pero no te distraigas con ello. Pronto zarparemos, necesito que te concentres.

—Ah… claro.

Senku se alejó, dejando a Chrome solo con sus pensamientos.

El castaño llevó su mirada hacia el cielo, analizando las palabras del albino, pero seguían sin tener sentido para él.

No era posible estar enamorado de otro hombre. No era normal. Tenía la firme creencia de que dos personas del mismo sexo no tenían la capacidad de enamorarse el uno del otro. El amor solo se daba entre un hombre y una mujer. Ni siquiera podía imaginar una situación diferente. Tal vez su amigo se había equivocado y había dado un diagnóstico erróneo. Tal vez era algo más allá de la comprensión del propio Senku Ishigami.

Despejó su mente de ese pensamiento y decidió que lo mejor era pedir una segunda opinión, pero el único que sabía de sentimientos mucho más que Senku era cierto mentalista que jugaba con las mentes de los demás sin que se dieran cuenta.

Dejó escapar un largo y profundo suspiro, frunciendo la boca con fastidio. No quería involucrar a Gen, pero era su mejor opción en este momento. Sabía que no podía ir a hablar libremente con él en ese mismo momento por todo el trabajo que tenían acumulado, así que esperaría a que todos terminaran.

 

Ya estaba anocheciendo cuando Gen caminaba somnoliento con la intención de irse a dormir. El infernal y espartano trabajo del reino de la ciencia siempre lo dejaba exhausto y sin una pizca de energía, por lo que en ese momento, el lugar donde quería estar era en su cama durmiendo plácidamente antes de que llegara el día siguiente y el trabajo continuara, pero cuando observó que Chrome se acercaba a él lentamente, sus cinco sentidos se alertaron y, olvidando por un momento el cansancio acumulado en su cuerpo, observó al castaño con curiosidad.

Había visto las expresiones de Chrome durante las últimas semanas, aquellas que seguramente habían pasado desapercibidas para los demás, pero no para él. Y al verlo acercarse con una extraña mueca en la boca y la mirada ligeramente desviada, como si dudara si detenerse a su lado o continuar y fingir que su rumbo era otro, Gen sonrió.

Al final, Chrome se detuvo junto a él sin decir nada. Gen tampoco dijo nada, esperando que el moreno fuera el primero en romper el silencio, sabiendo de antemano lo que iba a escuchar del cienticero.

—Oye, Gen —dijo finalmente Chrome, con duda en su voz—, ¿puedo hablar contigo un momento?

—Claro que puedes, Chrome-chan —respondió el mentalista, sin borrar su perspicaz sonrisa—. ¿De qué se trata?

—Bueno, verás…

Gen escuchó todo lo que afligía a Chrome. Una sonrisa curvó sus labios, mientras mantenía las manos ocultas en sus mangas, mirando fijamente al castaño. Sabía lo que le ocurría, incluso antes de que el propio Chrome fuera consciente de su extraña sensación.

—Se lo conté a Senku —dijo Chrome, casi concluyendo su larga explicación—, y me dijo lo que pasaba en mi cerebro cuando me sucedieron esos síntomas.

Gen se rio. No importaban las circunstancias, Senku siempre iba a ser Senku y eso era inalterable.

—Entonces me dijo que solo estaba enamorado. ¿Qué te parece? —terminó de hablar el ex hechicero, mirando intensamente a los ojos del mentalista.

Gen amplió su sonrisa hacia él como prólogo antes de darle una respuesta.

—Senku-chan tenía razón en su diagnóstico —dijo—. Eso es amor.

Chrome ladeó la cabeza y enarcó una ceja. Si Gen lo decía y Senku lo decía, debía ser cierto. Pero, ¿estaba realmente enamorado de Senku? ¿Era eso posible? No lo sabía. Lo que sí sabía era que sentir eso por su mentor no era apropiado. Iba contra la naturaleza.

—¿Cómo puedo hacer que desaparezca?

Gen amplió su sonrisa, mirándolo con cierta tristeza.

—Ojalá fuera sencillo —respondió, dirigiendo sus ojos celestes hacia las lejanas estrellas centelleantes que ya adornaban el cielo nocturno—. No se puede controlar cuándo aparece, ni cuándo desaparece. Al igual que no elegimos a quién amamos —llevó su mirada a Chrome y entrecerró los ojos con una sonrisa empática—. Deberías decírselo a Senku-chan.

—Ya se lo dije y me contó lo de esas reacciones cerebrales malotas.

—No me refiero a eso —negó Gen—. Deberías decirle que estás enamorado de él. Estabas hablando de Senku-chan, ¿no?

—Ah… sí, hablaba de él —respondió, mirando al oscuro cielo cuya luna menguante les iluminaba a ambos con el brillo reflejado del sol.

Se sentía como un bicho raro. Un sentimiento así no iba a ninguna parte, no había lugar para él en el curso natural de las cosas. Estaba fuera de lugar, como un virus dentro de un mundo de medicamentos.

No estaba bien.

—Pero los dos somos hombres —continuó Chrome, entrecerrando los ojos con tristeza—, ¿es normal que esto ocurra sin ser mujer?

—Por supuesto que es normal —se apresuró a responder Gen—. Su aceptación ha variado según las épocas. En nuestra época era aceptado por algunas personas, pero no por otras —hizo una pausa y sonrió—. Pero ya no estamos en nuestra época.

Gen guardó silencio, observando el rostro pensativo de su compañero. Sabía lo que pasaba por su cabeza en ese momento y debía dejarle reflexionar.

—Bueno —dijo el mentalista tras unos segundos—, me voy a dormir. Tú también deberías, Chrome-chan.

—Ah, voy a estar allí dentro de un rato.

Gen se despidió con una sonrisa y se alejó lentamente hasta desaparecer del rango de visión del moreno. Chrome dejó escapar un largo suspiro una vez que estuvo solo. No dejaba de pensar que en la aldea no se había dado ningún caso romántico en el que estuvieran involucrados dos hombres… o dos mujeres, por lo que seguía preguntándose si era normal sentirse así.

«Es química», recordó las palabras de Senku y entrecerró los ojos. Sí, se preguntaba si era normal sentir esa química malota.

 

Y así pasaron las semanas, quedando solo unos días para que zarparan en barco. Chrome no había vuelto a mencionar una palabra sobre el tema, no porque no quisiera, era por todo el trabajo que lo mantenía ocupado y tiempo no tenían precisamente. Además, no era algo que quisiera que los demás supieran, porque aún no creía capacitado ese sentir para estar en lo que se definía como normal.

El único que debía saberlo era Senku, porque sería un poco egoísta por su parte ocultarle algo de ese calibre, pero no encontraba un momento a solas con él.

Fue entonces cuando por fin se presentó la oportunidad; de nuevo a solas y sin nadie lo suficientemente cerca como para escucharles. Ambos trabajaban en silencio, lo único que se oía eran las respiraciones del otro, y Chrome sabía que una oportunidad así no se volvería a encontrar en mucho tiempo.

—Oye, Senku.

Su voz había sonado como un suave susurro, como si quisiera ser escuchado y a la vez no.

—¿Qué pasa? —preguntó Senku sin volverse a mirarle, como si lo que estaba haciendo fuera más importante que lo que su amigo quería decirle, posiblemente porque lo era.

Chrome abrió la boca, pero no salió ningún sonido de ella. No sabía por qué se sentía tan nervioso, solo tenía que decirle lo que sentía al estar a su lado. No era nada del otro mundo y no había razón para asustarse. Pero su cuerpo temblaba, su corazón latía furiosamente y el sudor goteaba de su cuerpo empapándolo de pies a cabeza. Estaba muy decidido a contárselo, pero toda su confianza desapareció tan rápido como había tardado en aparecer.

—¿Qué pasa? —volvió a preguntar Senku tras el silencio del moreno, girándose para mirarle con cierta curiosidad.

El valor de Chrome volvió… más o menos al uno por ciento, pero era mejor que nada. Volvió a abrir la boca y pudo hablar actuando con mucha naturalidad y sin ningún temblor notable en su voz:

—¿Recuerdas cuando te hablé de mis síntomas y me preguntaste si era con Ruri que los sentía?

Senku volvió la mirada a su trabajo al ver que no era algo realmente importante.

—Sí, lo recuerdo.

—Bueno —Chrome tomó aire y lo expulsó suavemente para poder decir lo que guardaba en su interior—, no es con Ruri con quien siento todas esas cosas… es contigo.

Y entonces, ocurrió lo impensable.

Por primera vez desde que se había convertido en científico, el cerebro de Senku se desconectó. Ni siquiera el hecho de estar petrificado había hecho que su cerebro dejara de funcionar; se había pasado miles de años contando los segundos y negándose a perder la conciencia, diez mil millones por ciento seguro de que se libraría de esa profunda oscuridad que se presentaba ante sus ojos, invitándole a ceder al sueño y a dejarse llevar por los brazos de Morpheus. Y Chrome, con solo esas palabras, consiguió que el albino dejara su mente en blanco, como si de repente pensar ya no fuera una opción que correspondiera a su cerebro y hubiera cedido esa función a otra parte del cuerpo, que se esforzaba, sin éxito, en ese nuevo trabajo que nada tenía que ver con su propósito.

Senku tardó un buen momento en volver a conectar y procesar cada palabra para entender a qué se refería su pupilo. Las que resonaron en su cabeza fueron: «No es con Ruri, es contigo». Simples palabras que parecían apuñalar cada una de sus neuronas para dejarlo como una máquina sin emociones.

Cuando por fin entendió la confesión de Chrome, se giró para mirarlo con los ojos muy abiertos de asombro.

—¿Ah? —dijo cuando por fin volvió en sí.

Chrome se sobresaltó al escuchar a Senku. Pensó que no diría nada, porque no tendría nada que decir al respecto, quizá solo un «¿en serio?», o algo por el estilo. No esperaba ninguna reacción de él. Aunque tal vez su repentino grito se debiera a que no le había oído.

—Todo eso me pasa cuando estoy contigo —repitió Chrome un poco más alto por si realmente no lo había escuchado.

El castaño volvió a trabajar, restándole importancia a su confesión. Ya lo había dicho, ya se había librado de ese peso que aplastaba cada parte de su ser incitándolo a cometer acciones tan poco razonables como reclamar la atención de Senku para sí mismo, cuando no tenía derecho a ello.

Después de haberlo confesado, ya no se sentía nervioso por repetirlo ante su mentor. Estos se habían disipado y no le dio más importancia de la que creía necesaria, dejando el tema en el olvido, donde Chrome aseguraba que debía estar.

Pero Senku no podía dejar que se olvidara. No así.

La expresión del albino no tenía nombre, quizás porque ni siquiera él sabía exactamente lo que pasaba por su cabeza en ese momento. Y por primera vez, no sabía qué responder.

Suspiró calmando el caos de su interior y organizando sus pensamientos en busca de una forma de continuar la conversación. Era la primera vez que un hombre se le declaraba, pero estaba seguro de que eso no tenía absolutamente nada que ver con que su mente estuviera en un limbo temporal después de escuchar a su pupilo decirle tales palabras. Sabía que el motivo de su desconcierto era el hecho de que se trataba de Chrome, su segundo mejor amigo después de Taiju, su alumno, su compañero de ciencias. Oírle decir su confesión era algo que no esperaba, no de Chrome.

—¿Me estás diciendo que estás enamorado de mí? —preguntó Senku después de ordenar todo el desorden de su interior.

—Estoy diciendo que siento esos extraños síntomas cuando se trata de ti. Si lo que dices es que toda esa «química» malota significa que estoy enamorado de ti, entonces sí, estoy enamorado de ti.

Chrome era tan directo como él y eso, en parte, agradó a Senku. Sin rodeos, sin desvíos absurdos, sin palabras entorpecedoras que intentaran interponerse en el verdadero motivo de la conversación. Claro y conciso.

Pero una confesión de amor así, de sopetón, viniendo de Chrome no era algo que él pudiera digerir tan fácilmente.

—¿Y esperas que te dé una respuesta?

Chrome lo miró confundido.

—¿Una respuesta a qué?

—De tus sentimientos —explicó Senku.

Su incomodidad no estaba muy bien disimulada, pero Chrome no pareció darse cuenta de ello. El castaño, en cambio, apartó la mirada, pensativo. Como si la conversación no fuera una confesión romántica, sino una de sus muchas charlas científicas. Como si no fuera gran cosa.

—No te he hecho ninguna pregunta —contestó finalmente, tras reflexionar un rato—, así que no espero ninguna respuesta.

Senku entrecerró los ojos. Conocía a Chrome como si fueran amigos de la infancia. Conocía sus puntos fuertes, sus debilidades, de lo que era capaz y de lo que no, por lo que sabía a ciencia cierta su ingenuidad en cuanto a esos temas. Tampoco era un experto, pero conocía los nombres de cada sustancia química implicada en cada emoción.

Chrome ni siquiera sabía lo que tenía hasta que le dio una respuesta.

—Solo querías que lo supiera —a pesar de sonar como una pregunta, Senku lo estaba afirmando.

—Gen me dijo que sería bueno que te lo dijera, y me sentí un egoísta si no te lo decía.

—Ese mentalista… —Senku murmuró molesto—. Bueno, ya me lo has dicho. Ahora no quiero oír ni una palabra más al respecto. Concéntrate en el trabajo.

—Lo haré, lo haré —respondió Chrome con una gran sonrisa.

Senku lo observó una vez más con el rabillo del ojo. El castaño parecía dispuesto a que las cosas siguieran como siempre, y eso estaba bien. Así debían seguir siendo, pasara lo que pasara.

 

Se sentía realmente agotado y el sol sobre su cabeza no ayudaba en absoluto. Caminó hacia el río como si fuera un zombi. Más que el cansancio físico, se sentía emocionalmente cansado, como si el solo hecho de pensar le causara fatiga.

Todavía tenía en su mente cuando habló con Senku hace no más de una hora. Se había quitado ese peso de encima, pero seguía sintiendo una carga peor que aún no era capaz de descifrar.

Llegó al río para refrescarse, mojándose la cara. Su mente, jugándole malas pasadas, le hizo recordar aquella molesta conversación que habían tenido aquellos niños sobre la posibilidad de que Senku estuviera enamorado de la gorila Kohaku. Tragó saliva para intentar deshacerse de esa sensación que sentía en el estómago y sacudió la cabeza con fuerza.

Entonces de nuevo el recuerdo de su confesión a Senku invadió su mente. Se miró la cara mojada en el reflejo distorsionado del río y se dio cuenta de que algunas gotas que caían de su cara no eran de lavarse la cara; algunas caían de sus ojos.

Intentó limpiarlas para detenerlas, pero fue inútil. Seguían cayendo como cascadas.

No entendía por qué lloraba; no tenía ningún dolor, sus compañeros no corrían peligro, el barco estaba prácticamente listo, pronto zarparían. No tenía sentido que llorara de la nada, pero se quedó allí hasta que pudo desahogar lo que fuera que su cuerpo quería desprenderse.

Volvió a la aldea después de asegurarse de que estaba completamente calmado. Adornó su rostro con una enorme sonrisa, una sonrisa que no le apetecía estar allí engañando a los demás, pero que Chrome consideraba necesario mostrar a los demás… que era necesario mostrar a Senku.

No quería preocupar a nadie por unos sentimientos que él mismo no entendía. Lo importante en ese momento era encontrar aquello que tenía el poder de petrificar a toda la especie humana y devolver la vida a Tsukasa. El resto era insignificante.

Su sentimiento era insignificante…

—¿Estás bien?

Chrome se giró para encontrarse con los ojos rojos de su mentor, que fingía despreocupación, aunque a simple vista era evidente que era todo lo contrario.

El moreno sonrió a su amigo y, para reforzar la respuesta que le daría, asintió con fuerza con la cabeza:

—Sí, ¿por qué lo preguntas?

—Te vi llorar… hace un rato.

Chrome sintió que su cuerpo se estremecía, como si le hubieran pillado cometiendo el mayor crimen de la historia y le mostraran las pruebas antes de ser condenado a cumplir su pena. No quería que nadie supiera que había derramado esas lágrimas, y menos Senku.

—Oh… eso —murmuró Chrome, mirando hacia el barco, como si tratara de encontrar una respuesta convincente en aquella nave que pudiera satisfacer plenamente la curiosidad de su mentor—. Pronto zarparemos y exploraremos otros lugares. Estaba emocionado.

Si era sincero, Chrome no sabía si aquella respuesta era cierta o falsa, si la había dicho para quitarse de encima el asunto, o si realmente era porque el motivo de aquellas lágrimas era dejar la aldea e ir a explorar el mundo con ganas de encontrar grandes tesoros, porque él mismo no sabía a ciencia cierta por qué había llorado.

Senku se rio tras escuchar sus palabras. Chrome había sonado tan convincente que al albino no le quedó ninguna duda de que estaba diciendo la verdad. Después de todo, era muy común que Chrome llorara cuando estaba emocionado.

—Sí —dijo mientras dirigía su mirada hacia la nave, que ya estaba casi lista—. Yo también estoy emocionado.

El silencio reinó entre los dos científicos, ambos absortos en sus pensamientos con la mirada fija en el barco, como si fuera lo único digno de admirar en el mundo, siendo el resto cosas banales y sin importancia.

—Nunca he salido de aquí —comentó Chrome, rompiendo el cómodo silencio entre los dos y consiguiendo toda la atención de su compañero—. Tengo muchas ganas de ver el mundo con mis propios ojos.

Senku le dedicó una sonrisa mientras cerraba los ojos, para luego abrirlos y mirar al cielo, cuyo azul se reflejaba en sus ojos, ofreciendo un hermoso tono en sus rubíes que degradaban del rojo a un tenue color púrpura, como si se tratara de un atardecer.

—Sí —murmuró el albino, y luego dirigió la mirada a su compañero—, veámoslo juntos.

El castaño le devolvió la sonrisa y asintió enérgicamente. Intentó ignorar el cúmulo de emociones que creaban un tornado en su interior; el fuerte latido de su corazón, el cosquilleo que le recorría el estómago hasta la garganta y el temblor de su cuerpo que amenazaba con hacerle perder el control de sus extremidades y dejarlo caer. Lo relacionó todo con la emoción de salir al mar.

Observó la sonrisa de Senku y no pudo evitar ampliar la suya, como si se alegrara de que Senku fuera feliz.

Qué rara era la química.

—¡Yuzuriha, déjame ayudarte con eso! —gritó Taiju acercándose a la chica, llamando la atención de ambos científicos.

Los dos observaron cómo Taiju sostenía la pesada carga de su amiga, recibiendo una sonrisa de agradecimiento por parte de ésta, mientras los dos se alejaban charlando animadamente.

Con todo el trabajo, Chrome no había tenido tiempo de conocerlos bien, aunque había intercambiado algunas palabras con ellos. Sabía que habían sido fundamentales en la batalla contra el Imperio Tsukasa y que ambos habían conocido a Senku la mayor parte de sus vidas.

—Son amigos de la infancia, ¿no? —preguntó Chrome, llamando la atención del albino.

—Sí, lo son —respondió apartando la mirada del moreno y volviendo a Taiju y Yuzuriha, que ya parecían dos puntitos en la distancia.

—Se llevan muy bien entre ellos.

El «descubrimiento» de Chrome era bastante evidente; era muy notorio que Taiju y Yuzuriha se llevaran tan bien siendo amigos íntimos. Pero parecían tener una relación especial, parecían llevarse demasiado bien y era algo que el propio Chrome notaba.

—Están enamorados el uno del otro —aclaró Senku, rascándose una de sus orejas con el dedo meñique, desinteresadamente.

Chrome se tomó un momento para reflexionar sobre esas palabras y asintió segundos después.

—Tienen química.

Senku se estremeció ante aquellas palabras, encogiéndose y haciendo una extraña mueca en la boca. Había intentado olvidar el tema, pero no era posible olvidar la confesión de su amigo, y menos para él que tenía la capacidad de almacenar miles de datos en su cerebro sin olvidarlos. Pero parecía ser el único afectado, porque Chrome no parecía prestar demasiada atención al tema.

Por un momento, Senku no quiso sacar el tema y dejarlo pasar como un suceso superfluo en su vida, pero sintió que aún había asuntos que debían ser aclarados antes de descartar el tema para siempre. Si es que era posible descartarlo y no reciclarse nunca. Ahora era él quien no entendía lo que le estaba pasando.

Tras un buen rato sin decir nada, Senku rompió el silencio con un suspiro, seguido de una pregunta:

—¿Realmente sientes eso por mí?

Chrome se giró para mirarle con una ceja alzada y le pidió en silencio que se explicara.

—Podrías estar confundiendo ese sentimiento.

Chrome ladeó la cabeza, confundido, antes de preguntar:

—¿Con qué?

—Como… amistad, gratitud, admiración, compasión, costumbre.

Senku no había querido mencionar el deseo o la pasión, aunque eran sentimientos que podían confundirse fácilmente con el amor. También había descartado la dependencia, porque, a pesar de ser el mentor de Chrome, sabía que éste no dependía de él.

Chrome suspiró, pensando detenidamente en el asunto.

—Sí siento amistad por ti —comenzó, desviando la mirada, aún pensando en las palabras de Senku—, eres mi amigo, es obvio que sí. También te estoy agradecido, por muchas razones. Desde que llegaste no has hecho más que sorprendernos, así que sí, te admiro mucho. Y, de alguna manera, me he acostumbrado a tu presencia; no tenerte aquí me parecería extraño. Pero no creo que sienta pena por ti.

Senku lo observó detenidamente sin pronunciar una palabra. Ahora no sabía lo que ocurría en su interior. Podía mencionar cada sustancia química responsable de cada emoción y cada sentimiento, pero sentirlo en carne propia era muy difícil de expresar. Era como si la confesión de Chrome estuviera llena de luz y oscuridad; oscuridad por haber despertado algo dentro de él que desconocía, y luz por haberle hecho descubrir algo dentro de sí mismo que desconocía.

Ya ni siquiera sabía lo que sentía.

Tampoco estaba seguro de que el método que tenía en mente para despejar las dudas funcionara, pero intentaría otra cosa si fallaba. Miró a su alrededor, asegurándose de que nadie les observaba, y luego extendió la mano sin decir una palabra, esperando que Chrome entendiera la señal, pero su amigo se limitó a mirar su mano y luego sus ojos sin entender lo que quería y esperando una respuesta hablada.

—Tu mano —pidió Senku ante la mirada de incredulidad de Chrome.

Sin desvanecer su confusión, el castaño tomó la mano de su amigo, sintiendo inmediatamente una corriente eléctrica que lo recorría de pies a cabeza. Podía sentir su corazón palpitando, y mil mariposas jugando en su estómago. No entendía lo que estaba pasando, pero confiaba en Senku y eso era suficiente para saber que todo estaba bien en esta inusual situación.

El científico de la era moderna se acercó peligrosamente al rostro de su pupilo, deteniéndose a escasos centímetros, aunque sus cuerpos se rozaron ligeramente. Pudo ver un leve rubor en las mejillas del castaño, sintió su mano temblar en la suya y casi pudo escuchar los acelerados latidos del contrario.

No dijeron ni hicieron nada. Permanecieron en esa posición durante unos buenos minutos mirándose a los ojos; Senku tratando de encontrar una respuesta, y Chrome queriendo saber qué estaba pasando.

Finalmente Senku sonrió y se alejó soltando a Chrome y alejándose desinteresadamente, como si el momento de hace un momento no hubiera ocurrido.

—Sen…

—Sí —interrumpió Senku, alejándose cada vez más—, es posible que sea química.

Y tras decir eso, terminó de alejarse en silencio, dejando atrás a su alumno sin entender nada de lo que había pasado y él sin pretender explicárselo. Y todo había quedado así. Chrome no había dicho nada, ni ese mismo día, ni el resto de los días que siguieron.

El asunto había terminado.

 

Pudo ver de nuevo la luz del sol y a su mentor sonriéndole, después de permanecer tras aquella oscuridad. La sonrisa de Senku le decía que habían triunfado sobre Ibara.

Chrome sonrió victorioso y chocó los cinco con su mentor. Después de pasar por tanto, por fin tenían el dispositivo responsable de petrificar a la humanidad hace miles de años. Ahora, como científicos, su deber era despetrificar al resto; debían revivirlos astutamente en función de sus necesidades. Mientras tanto, estaban solos en aquella isla.

—Debemos revivir a los demás —dijo Chrome, aludiendo a las estatuas de sus amigos y mirando el dispositivo petrificador que Senku le había pasado para que lo detallara—. Ya que tenemos esta ciencia malota, debemos volver y revivir a Tsukasa.

—Sí —asintió Senku con una sonrisa—, por fin la tenemos. Después de pasar por tanto.

Ambos permanecieron en silencio durante un largo rato, escuchando las olas del mar chocar contra las rocas. El cielo reflejado en las aguas daba al mar diferentes tonalidades de azul, mostrando un paisaje realmente hermoso.

—¿Sabes? Cuando me rendí al Imperio Tsukasa, me ofrecieron la muerte o unirme a ellos. Me arrojaron por una cascada, pero al final me rescataron y me tomaron como prisionero.

Senku le observó en silencio durante unos segundos antes de preguntar:

—¿Por qué me cuentas eso?

—Porque me he acordado.

Senku sonrió y miró al cielo, recordando aquel día que había terminado la guerra contra Tsukasa. Era imposible olvidar cuando Chrome había llegado después de escapar de aquella prisión.

—Esa vez te salvaste con tu propio ingenio, engañando a los guardias como un verdadero cienticero. Eres realmente sorprendente.

No era la primera vez que Senku le felicitaba así, siempre lo hacía cada vez que decía o hacía algo bien. Pero esta vez sintió que un escalofrío le recorría desde el corazón hasta el resto del cuerpo. Apartó la mirada, evitando el contacto visual, como si no quisiera que él notara su felicidad.

—Chrome —Senku le llamó autoritariamente, como ordenándole que se girara y le mirara.

El moreno obedeció aquella orden indirecta y, antes de que pudiera siquiera responder, los labios de Senku se apoderaron de los suyos en un beso suave, pero hambriento.

Chrome permaneció inmóvil durante unos minutos. Su cerebro había dejado de pensar, su cuerpo había dejado de moverse, no recordaba cómo respirar y casi podía jurar que su corazón se había detenido.

El transcurso del tiempo siguió con normalidad; los pájaros volaban por el cielo cantando de vez en cuando, el mar seguía lanzando sus olas contra las rocas y la arena, el viento seguía murmurando entre los árboles y la Tierra seguía moviéndose alrededor del sol como siempre. Pero Chrome no oía absolutamente nada, como si el tiempo se hubiera detenido realmente y no pudiera ni siquiera moverse por ello.

Comenzó a parpadear al asimilar lo que estaba sucediendo, justo cuando Senku pensaba separarse de él al no sentirse correspondido, pero Chrome enredó sus dedos en el pelo blanco de su mentor y le impidió separarse, correspondiendo el beso como su cuerpo le pedía. Era la primera vez que se sentía tan cómodo y tan feliz en su vida, como si todo lo demás no importara tanto como estar al lado del otro en ese momento. Aunque ambos fueran del mismo sexo.

Era el primer beso para ambos, por lo que era de esperar que la torpeza de los primerizos estuviera presente, pero no era un tema importante del que preocuparse ni al que prestar atención. Su única prioridad en ese momento era fundirse en los labios contrarios, apagar esa llama que corría por sus venas para volver a encenderla, encender la mecha de ese cartucho de dinamita y ver cómo explotaba. Seguir sintiendo la lengua de su pareja rozando la suya en una danza sincronizada que no habían ensayado, pero que hacían bastante bien. Lo querían todo, todo lo que el otro podía ofrecer.

—¿Qué fue eso? —preguntó Chrome tras separarse mientras el aire empezaba a enrarecerse, tratando de regular su respiración.

Senku sonrió y se apartó de él, mirando al mar, testigo silencioso del momento que acababan de compartir.

—Química —respondió el albino.

Chrome sonrió todo lo que pudo, agarró el cuello del traje de Senku y tiró de él para besarlo de nuevo, de la misma forma hambrienta y desesperada en que se habían besado antes.

En silencio, acordaron que querían disfrutar de ese momento a solas un poco más. Sus amigos no eran conscientes de lo que estaba ocurriendo, pero sabían que les perdonarían un pequeño retraso en su despetrificación. Porque quizás, solo quizás, en ese momento no había tanta prisa por despertar a los demás.

Extra:

En el viaje a Estados Unidos, después del juego de cartas entre Ryusui y Senku, con la colaboración de Gen y Kohaku, Chrome observaba al mentalista desde lejos, conversando con algunos miembros de la tripulación.

Cuando se declararon pareja, muchos regañaron a Chrome por no pensar en Ruri, incluso no le dirigieron la palabra durante días, añadiendo el hecho de que no les parecía normal que dos hombres pudieran estar juntos. Aunque, tras pasar por el enfado, admitieron sinceramente sentirse felices por ellos, incluso la propia Ruri les había felicitado. Si le había dolido la repentina relación de Senku y Chrome, la rubia lo había disimulado bastante bien.

Los demás, en cambio, habían dejado caer sus mandíbulas al suelo ante la noticia de que Senku por fin se involucraba en una situación romántica, aunque Gen no parecía tan sorprendido. Fueron el tema de conversación de todos, hasta que dejaron de parecer impresionantes ante los ojos de los demás.

Entre ellos, nada había cambiado. No mostraban afecto en público y seguían actuando como si fueran solo amigos. Las demostraciones estaban fuera de lugar durante el día; preferían hacerlo en la oscuridad de la noche, donde nadie podía verlos ni oírlos. Aunque alguna vez habían debatido si Ukyo los escuchaba o simplemente fingía no oír nada. Era algo que quedaría en la duda; ninguno de ellos iría a preguntarle.

—¿Sabes algo? —dijo Chrome a Senku, que estaba a su lado—. Me molestaba verte sobre todo con Gen.

Senku enarcó una ceja, mirando a su novio y luego al mentalista que seguía entretenido en su conversación con los tripulantes.

—¿Por qué?

—No lo sé —respondió Chrome encogiéndose de hombros—. Se hicieron amigos rápidamente.

—Tú y yo también nos hicimos amigos rápidamente —le recordó Senku, mirándolo—. Creo que tardamos unos diez minutos desde nuestra batalla de «hechizos».

—Lo sé. Aun así me molestó verlos juntos. Los dos son de la misma época, así que supuse que hablaban de muchas cosas. Siempre estaban juntos.

—Él me perseguía por todas partes —corrigió Senku, mirando de nuevo a Gen—. Intenté asociarme con el mentalista para que me ayudara con la pasta de tungsteno, pero supe enseguida que era un gran error. Trabajar contigo habría sido diez mil millones de veces mejor.

Chrome sonrió y miró también a Gen. En el fondo, sabía que no debía preocuparse por él.

—Supongo que la ciencia no es lo suyo. Y ya no tengo que molestarme si se acerca demasiado a ti, ¿verdad?

—Nunca debiste preocuparte por eso —miró a Chrome a los ojos, mostrándole una pequeña sonrisa—. Él y yo no tenemos química.

Chrome sonrió, inclinándose un poco más hacia su novio, pidiendo permiso para continuar. Sin mediar palabra, Senku terminó de acortar la distancia, juntando sus labios en un suave beso. Era la primera vez que hacían algo así en público, pero no importaba, porque nadie estaba mirando. O al menos eso pensaban…

—¡No coman pan delante de los pobres! —pudieron escuchar a Gen desde la distancia.

Ambos se separaron de inmediato, al notar cómo todas las miradas estaban puestas en ellos. Rápidamente apartaron los ojos, fingiendo ignorar las risas de todos sus amigos, aunque en el fondo el sentimiento predominante era la vergüenza.

Ambos se miraron de reojo y se rieron junto a los demás.

La química entre dos personas era la ciencia más increíble que se podía experimentar. Estaba llena de cosas que se contradecían entre sí; felicidad, tristeza, ira. Era un torbellino de emociones que podía formar el caos, pero también algo hermoso. Y Chrome estaba feliz de compartir esa química con Senku.

Si tuvieran que describirlo con palabras, sería imposible. No había forma de describir con detalle la inmensa felicidad que sentían al estar juntos. Pero las palabras no eran necesarias, no para ellos. Se estaban dando felicidad y confesando lo mucho que se necesitaban el uno al otro a través de silenciosas caricias y suaves besos que esparcían sobre la piel del otro, y eso era suficiente. No necesitaban nada más que sentirse lo más cerca posible, entre susurros nocturnos que solo la tenue luz de la luna que se colaba por una rendija e iluminaba sus cuerpos desnudos amándose en la oscuridad de una habitación, era capaz de escuchar —y quizás también Ukyo—.

Cuando las risas y las burlas de los miembros de la tripulación cesaron, ambos volvieron a mirarse a los ojos y, con esa sola mirada, dijeron más de lo que podían decir con palabras. Se rozaron disimuladamente las manos, prometiéndose con esa acción volver a amarse esa noche.

La química del amor… ¡qué ciencia tan extraña y maravillosa a la vez!

Notas finales:

ADVERTENCIA DE MUCHO TEXTO.

Hola. Hace poco subí un fanfic de prueba de Dr. Stone (Senku x Chrome) y, la verdad, es que quiero aportar para que haya más material de esta hermosa pareja.

Lo mejor que se me ocurrió fue escribir One-Shots inspirados en canciones. Ya saben, los mismos personajes enamorándose de diferentes maneras.

Advierto que, si quieren escuchar cada canción con la que me voy a inspirar para cada historia, muchas de ellas son canciones consideradas «basuras» por muchos —«Pop Basura»—.

Esta primera canción, en sí, en sí, no tiene nada que ver con el fic como tal. Pero con solo llamarse «Química», fue suficiente para inspirarme con estos dos. Es decir, que me inspiré más en el título de la canción, que de la canción en sí.

Me encanta la ingenuidad de Chrome si a sentimientos respecta, así que creo que quedé bastante conforme con el resultado. Y admito que reescribí este fanfic como tres veces porque no me convencía el rumbo de la historia.

Quiero aclarar que habrán historias desarrolladas dentro del mundo de Dr. Stone —como la que acaban de leer—, mientras que otras serán de un universo alterno; quizás como estudiantes, trabajando, o cualquier otra cosa. Con estos One-Shots quiero experimentar con un poco de esto y un poco de aquello, excepto cambiarle el sexo a los personajes o algo relacionado con el Omegaverse. No tengo nada en contra, es solo que no me llama la atención y, si me pusiera a escribir al respecto, lo haría sin ganas y no me gusta escribir sin inspiración. Y no sé si todos tendrán una escena extra como esta primera historia, pero ya veremos.

Otra cosa que quería aclarar —yo y mis aclaraciones—, es sobre el nombre de Senku, al que suelen escribir como «Senkuu». Yo no soy experta en japonés, ni mucho menos, pero en el manga —y en el anime también—, cada vez que Senku colocaba su marca en sus inventos, lo escribía en romaji como «Senku», con una sola U. Así que decidí escribirlo de tal forma que así es como lo usan en el manga y en el anime.

Espero que les haya gustado y si no les gustó, como siempre, gracias por darle siquiera una oportunidad. De verdad que lo valoro. Espero volver a estar por aquí pronto.

No sé todavía de qué temática será la siguiente canción. Si será de amor, de desamor, de angustia, de tragedia. Ni siquiera sé de qué banda o cantante será. Vamos a ver qué canción me inspira.

También pedir perdón si hay algún error ortográfico que pasé por alto y por las mala calidad de mis intentos de portadas —soy un asco haciéndolas—. Además, no sé si está mal narrado, así que, si hay algo que no entiendan, háganmelo saber y lo arreglaré.

Bueno, creo que es todo. ¡Adiós! ¡Nos estamos leyendo!

La explicación científica de Senku sobre el amor, lo saqué de:

https://www.unisabana.edu.co/nosotros/subsitios-especiales/como-es-un-cerebro-enamorado/

 

Este fanfic también lo pueden encontrar por:

• Wattpad (AzumiDicielexviai801)

• Ao3 (SonAzumiSama)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).