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Iluminar tus ojos por Kirah69

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Subo l avión ns bmos qand yege

 

Subo al avión, nos vemos cuando llegue” Ese fue lo último que supe de mi amante. Ese mensaje que me envió antes de montar en aquel avión que lo llevaría a la muerte.

Cuando vi el accidente en la televisión mi corazón se rompió y pensé una y otra vez que era imposible, aquel no podía ser el avión que había cogido, no podía ser una de las docenas de personas que habían muerto quemadas en aquel accidente. Me negaba a creerlo. Pensé que era un mal sueño, la peor de las pesadillas. Hasta que la endemoniada llamada me hizo ver que era real. Aquella persona había desaparecido para siempre, la persona que más amaba, la persona que tanto me había costado conquistar, la persona que había robado mi corazón, un corazón que ahora estaba carbonizado entre los restos del avión.

En esos momentos y durante mucho tiempo, yo no fui nada más que un zombi, sin prestar atención a nada, sin que ninguna persona significara nada para mí, el mundo estaba vacío.

—Señor Sesshomaru, ¿desea algo más?—me preguntó el sirviente de mi “pequeña” casa en París (comparada con las otras) a la que acababa de llegar, tras haberme servido un té.

—No, puedes retirarte y no me molestes hasta la cena—le contesté sin tan siquiera mirarle.

Observaba sentado en mi sillón desde la planta privada en la Tour Montparnasse, el hermoso paisaje de París, aquella ciudad que tanto me recordaba a mi añorada persona y que tanto amaba. Siempre que tenía tiempo, siempre que podía descansar de mi estresante trabajo, iba a esa ciudad que me hacía sentir regresar al pasado. Al pasado sin dolor, al pasado en el que no me había enamorado, en el que mi corazón seguía frío pero dentro de mi pecho, al tiempo en el que no conocía el verdadero dolor. Regresaba una y otra vez a aquella ciudad con la esperanza de que las heridas que permanecían abiertas, ardiendo dentro de mí, cicatrizaran y desaparecieran de una vez. Pero eso no ocurría.

—Señor Sesshomaru, la cena está preparada—me dijo el sirviente desde el umbral de la puerta.

—Está bien, enseguida voy.

—Sí, Señor.

Tras la cena el viejo sirviente se puso frente a mí con cara de preocupación.

—Disculpe Señor, ¿podría hablar con usted un momento?—me dijo.

— ¿Qué sucede?

—Ayer ingresaron a mi hermano en el hospital por una enfermedad y yo debería estar con él ya que su esposa no se encuentra muy bien. Si me lo permite me gustaría ir con él. Mi hijo podría encararse de mis tareas aquí, al menos hasta que mi hermano mejore. Por supuesto solo si usted me da su permiso—parecía realmente angustiado.

—Adelante, mientras su hijo sepa cuidar la casa por mí no hay ningún problema—realmente me importaba bien poco quien estuviera a mi lado.

—Muchísimas gracias Señor. Llamaré a mi hijo para que venga ahora y si no le importa me iré esta noche—le indiqué con la mano que estaba bien y se retiró.

Quedé de nuevo sentado en mi sillón, en la habitación a oscuras, observando la apaciguada ciudad. Lo que sucedía a mí alrededor me era ajeno, no me importaba nada, si el mundo desaparecía no sería más que un consuelo.

— ¡Señor Sesshomaru! Muchas gracias por dejar que mi padre vaya a visitar a mi tío—la luz de la habitación se encendió y un joven de cabellos castaños y grandes ojos del mismo color, con pecas muy marcadas sobre su nariz y sus pómulos se puso frente a mí con una sonrisa—ya va de camino al hospital así que desde ahora yo me encargaré de cuidar la casa y a usted. ¡Ah sí!, me llamo Kohaku, encantado de conocerle.

—Qué niño más impetuoso—le dije con cara de desagrado—bueno, no importa. Escúchame bien niño, no entres de ese modo en esta habitación y no vuelvas a encender la luz. Esta casa es un lugar para relajarme y aun más esta habitación. No me gusta el ruido y menos aun que anden gritándome de esa forma. Compórtate como un adulto ¿has entendido?

—Sí Señor, perdóneme, es que me hace mucha ilusión trabajar para usted—me dijo sin dejar de sonreír—he seguido mucho tiempo su trabajo, soy un gran admirador suyo.

—No me interesa. Tráeme una copa de vino—indicándole con la mano que se apartara de mi vista.

—Enseguida Señor—a pesar de mi desaire el joven no dejaba de sonreír. Enseguida regresó—aquí tiene la copa ¿desea algo más?

—No, déjame solo y no me molestes hasta mañana cuando esté el desayuno.

—Está bien Señor, si necesita algo más llámeme.

Quedé de nuevo solo, sin más interrupciones impertinentes en lo que quedaba de noche. Observé el paisaje de París hasta quedarme dormido sentado en el sillón. Cuando desperté estaba cubierto por una manta y el joven sirviente estaba dormido, apoyado contra mis piernas.

—“Estúpido niño, me tapa a mí con una manta y él se queda dormido así”—pensé apartándolo suavemente para no despertarlo y cubriéndole después con la manta—“¿Por qué le trato con tanta delicadeza? Él es el sirviente, no debería haberse quedado dormido junto a mí. Bueno, da igual, no es más que un niño.”

Me di una ducha sintiendo entumecido mi cuerpo por haber dormido de esa forma. Me puse mi ropa de gimnasia y me preparé el desayuno ya que ese joven sirviente seguía durmiendo. Fui a la sala de gimnasia y comencé a entrenar. Esa era la mejor forma que tenía para dejar la mente en blanco durante un rato.

— ¡Señor Sesshomaru! Lo siento mucho, me quedé dormido. Debió haberme despertado para que le preparara el desayuno. De verdad lo siento—me dijo todo alterado.

—No es como si yo fuera tan inútil como para no poder tan siquiera hacerme un desayuno—le dije siguiendo mis ejercicios con las pesas sin mirarle.

—Oh! No quería decir eso. Soy su sirviente, es mi obligación hacerle el desayuno—me contestó como si necesitara que lo entendiera—Yo estoy muy contento por serle útil, por poder servirle y quiero hacer todo lo que pueda y esforzarme para que sea feliz. No quiero fallarle.

—Eres un niño estúpido—dejé las pesas y me acerqué a él todo sudado—no entiendo porqué quieres esforzarte tanto en esto, yo no tengo nada de especial, no conseguirás nada.

—Señor Sesshomaru, yo lo admiro, estoy estudiando para ser un día como usted, me gustaría que llegara el momento en que me reconociera—agarraba mi camiseta mirándome desesperado.

—Tú no sabes nada de mí, sinceramente espero que no llegues a ser como yo. Nadie merece esa desgracia.

Me aparte de él y regresé a mi entrenamiento. El joven se quedó mirándome un rato como si le diera lástima y después regresó a sus tareas. Un par de horas antes de la comida dejé el gimnasio y tras una ducha fui a dar un paseo por la ciudad hasta la hora de la comida. Cuando abrí la puerta de la casa el sirviente me estaba esperando con una sonrisa.

—Bienvenido a casa Señor Sesshomaru—me contestó con una inclinación—la comida ya está preparada, ¿quiere que la sirva?

—Sí, ahora voy—contesté muy extrañado por su animada actitud a pesar de lo que le había dicho poco antes.

—Em… disculpe Señor, se que no está bien pero ¿podría comer hoy con usted?—me preguntó con lo que me pareció algo de timidez.

— ¿Por qué?

—Bueno, me gustaría hablar un rato con usted, solo si no le importa—me parecía infantil, un niño pequeño pidiendo un caramelo.

—Está bien, haz lo que quieras—no me pude negar al brillo de aquellos ojos.

Me senté a la mesa y tras servirme el joven se sentó frente a mí. Comenzamos a comer, él no me quitaba el ojo de encima, me di cuenta de que estaba deseando hablar.

— ¿Qué es lo que querías decirme?—le pregunté ya cansado de ver sus ansias.

—Yo me preguntaba, si tanto detesta su trabajo como para estar tan triste ¿Por qué sigue con ello?—preguntó rápidamente.

— ¿Crees que estoy triste?—pregunté comenzando a sentir curiosidad, hasta ese momento simplemente creía que todos me veían como un hombre frío y desagradable.

—Por supuesto, en sus ojos hay mucha tristeza, son unos ojos muy hermosos pero lo serían aun más su hubiera felicidad en ellos—contestó dedicándome una brillante sonrisa.

—No deberías alagar los ojos de un hombre como lo haces con una mujer—aquello fue lo único que le pude decir, me habían sorprendido bastante sus palabras.

—Discúlpeme, no quería ofenderle, tan solo he sido sincero.

—Bueno, da igual—quería salir de ese tema cuanto antes—con respecto a mi trabajo, no lo detesto, supongo que antes me gustaba, de no ser así no habría empezado con ello, pero ahora simplemente no hay nada de lo que pueda decir que me gusta, simplemente ya no hay nada que me importe.

—Oh… ¿eso quiere decir que le ha sucedido algo malo? Ha perdido a alguien a quien amaba ¿verdad?

—No es de tu incumbencia—aquella conversación iba por un lado que no me gustaba nada.

—Um… lo siento, he dicho algo indebido, perdóneme—se disculpó con la cabeza gacha.

—Está bien, no importa—acabamos la comida sin volver a decir una sola palabra.

Tras leer un rato en mi sillón pasé el resto de la tarde en la piscina de mi apartamento, sumergido en el agua de temperatura perfecta. Tras unos cuantos largos me di cuenta de que a través de los cristales me estaba observando mi joven sirviente. Me paré y le indiqué que entrara.

— ¿Por qué te quedas mirándome así?—le pregunté cuando entró.

—Am… no… yo… pensaba que nada muy bien, tiene un cuerpo muy atlético—me contestó con un leve sonrojo en su rostro.

— ¿Quieres nadar?

— ¿Puedo?—era evidente que lo estaba deseando.

—Adelante.

—Ah… pero no tengo traje de baño—me dijo triste.

—En el tercer cajón de la cómoda de mi dormitorio hay bañadores, coge el que quieras—le dije volviendo a mis largos.

—Muchas gracias Señor Sesshomaru.

Al poco rato el sirviente apareció corriendo con el bañador que le quedaba notablemente grande y se tiró a la piscina salpicándolo todo. Me quedé mirándolo con mala cara y él tan solo sonrió como disculpa. Comenzamos a nadar cada uno por su lado. Al rato el sirviente se sentó en el borde de la piscina y yo me quedé un momento a su lado, aun dentro del agua.

—Hace mucho ejercicio ¿verdad Señor?—me dijo sonriente.

—Es la mejor forma para relajarse.

— ¿Y no tener que pensar en nada?—había dado en el blanco— ¿sabe? Si lo necesita yo podría escucharle.

— ¿Crees que le contaría cualquier cosa a un niño como tú?—ni a él ni a nadie.

— ¡No soy un niño! Tengo 19 años.

—Por la forma en la que te comportas parece que tienes 10.

—Pues si yo soy un niño tú eres un viejo amargado—me dijo enrabietado. Cuando se dio cuenta de lo que había dicho se tapó la boca sorprendido por sus propias palabras—Lo siento, lo siento, lo siento, yo no quería, no sé porque lo he dicho. Siento mi falta de respeto, perdóneme. Usted no es un viejo amargado, es muy joven y atractivo y tan solo está triste, nada más—No sé porqué empecé a reír suavemente, aquella necesidad que mostraba porque le perdonara me pareció adorable y realmente graciosa— ¿E-eso significa que me perdona o solo se ríe de mí?—me preguntó con algo de miedo.

—Hacía mucho tiempo que no reía—le dije casi en un susurro—supongo que a los niños os cuesta mantener el respeto, pero estáis mejor así, ya tendréis mucho tiempo para ser serios.

—Señor Sesshomaru yo… sé que soy muy joven pero… me gustaría poder iluminar sus ojos—lo dijo con tanta seriedad que el corazón se me paró por un segundo.

— ¿Iluminar mis ojos? ¿A qué te refieres con eso?—esperaba que tan solo fuera una broma.

—Yo quiero hacerle feliz, me gustaría estar junto a usted y hacer que ría más veces—se metió en la piscina y se aferró a mi brazo.

— ¿Sabes cuanto te va a costar eso?—le pregunté sintiendo en aquel momento un poco de calor en aquel hueco que se suponía vacío donde antes había estado mi corazón.

—No me importa, aunque me lleve toda la vida, quiero estar a su lado por siempre—sus palabras eran sinceras, podía sentirlo.

—Niño estúpido—suspiré resignado.

Tal vez él pueda hacer que recupere mi corazón, que renazca de las cenizas como un fénix. Si no es así al menos habré reído de nuevo.

Notas finales:

Espero que te haya gustado, enviame algún review con tu opinión sea la que sea

Si a alguien le ofende la referencia que he hecho al accidente por favor que me lo haga saber

Visita mi blog http://kirah69.blogspot.com


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