Dicen que no puedes amar a alguien hasta que aprendes a amarte a ti mismo. Mentirosos. Porque cuando veo tu rostro, olvido completamente cómo se siente odiarme a mí mismo.

"Durante dos años enteros te he observado desde las sombras, intentando juntar el valor para acercarme, para hablarte. Pero esas zorras siempre están a tu alrededor, haciéndote cumplidos a donde quiera que vayas, siguiéndote como un perro a su dueño y jamás he tenido la oportunidad de acercarme a más de cien metros, pensaba: ¿cómo un chico como yo iba a enfrentarse a todas esas chicas? Todas son hermosas a su manera, es imposible que puedas ignorarlas a todas, eventualmente ibas a decidirte por una, aún si las rechazabas abiertamente cada vez que podías. Entonces lo entendí." Susurra, su rostro tan cercano al suyo que puede sentir su respiración contra su piel. Su mano aparta su gorra para cepillar sus cabellos con sus dedos, Jotaro no puede evitar cerrar sus ojos a causa de la agradable sensación. "¿Ellas lo saben, Jotaro? Tu sucio secretito."

Desde la primera vez que lo vio no pudo quitarle los ojos de encima.

Desde el primer momento no pudo evitar sentirse atraído por esos ojos azules que parecían  ver a través de él, alcanzar su alma.

Desde que lo vio no ha podido dejar de pensar en esos labios rosados y resecos, a los que a él le  encantaría humedecer con su lengua...

— ¿Te quedarás conmigo para siempre?

— Claro que sí.

— ¿Aún si me vuelvo viejo y me veo como una pasa?

— Lo haré.

— ¿Lo prometes?

— Lo juro.

Dean acaba de terminar con su novia y siente cómo su mundo se cae a pedazos a causa de ello, su vida se ha visto constantemente intervenida por tragedias, siendo el amor una de ellas, así que cuando un misterioso regalo llega a él, uno muy peculiar, con cola, orejas y un par de ojos azules, no sabe si es la oportunidad que ha estado buscando para permitirse amar y ser amado como le gustaría.