CAPÍTULO 1.
En algún lugar de Grand Line.
- ¿Sanji?
- ¿Sí, Ace?
- Prométeme que pase lo que pase siempre intentaras buscar la felicidad.
- ¿A qué viene eso ahora cabeza cerilla?
- A nada, sólo que tengo un mal presentimiento.
Sanji no sabía cómo responder a su amante.
- Por favor Rubio, prometerlo.
Le miró dubitativo y suspiró antes de contestar.
- Está bien, pero sólo si tú me prometes otra cosa a cambio.
- ¿El qué?
- Que nunca te darás por vencido y lucharas contra el destino si hace falta para volver siempre a mi lado.
- No te puedo prometer algo que no sé si podré cumplir Sanji.
- Puedes y lo harás, ¡¿me oyes Portgas D. Ace?! – más orden que otra cosa.
Ace sonrió, encantado de estar con alguien como su rubio, nunca se arrepentiría de haberle conocido y se alegraba enormemente que fuera de la tripulación de su hermano pequeño. Si algo malo le llegara a pasar sabía que se cuidarían el uno al otro.
- Jeje… - levantó las manos en son de rendición – Tú ganas, intentaré no rendirme y volver contigo jeje…
- ¡No lo intentarás, lo harás!
- Sanji…
- Está bien, lo aceptaré como un sí. Yo a cambio te prometo nunca perder la felicidad que me estás dando.
- Gracias Rubio.
Fue una noche inolvidable y apasionada, el roce de sus cuerpos, el ardor que exhalaban y el amor que se profesaban lo demostraron durante toda la velada. El cuarto ardió en llamas de pasión incandescentes donde la noche se alargo y se hizo con el día que la siguió. Los dos amantes no podían dejar de tocarse, disfrutando del cuerpo del otro, devorándose a besos y mordidas. Sin ganas de terminar y separarse pero tenían que hacerlo. Al rubio le esperaban sus nakamas para desembarcar y el moreno tenía una misión que continuar encontrando a Barba Negra.
Pasó un tiempo desde aquel encuentro y el cocinero se encontraba demasiado meditabundo para sus compañeros. Intentaba mostrarles una sonrisa para no preocuparles, pero todos notaban que algo le pasaba. Su relación era un secreto del que nadie estaba al tanto, únicamente Zoro sabía de ella y los apoyaba a su manera. Quién le hubiese dicho a Sanji que la persona en la que más confiaría sería su eterno rival. Todo el que los conocía pensaba que no se llevaban bien, que se odiaban, pero nada más fuera de lugar. Sanji encontró en Zoro a su mejor amigo, lo quería y confiaba en él como si fueran hermanos, ese era un sentimiento recíproco. Por eso peleaban, demasiada confianza a sus espaldas. A la hora de la verdad siempre estaba el uno para el otro. Se podrían confiar cualquier cosa y sabían que los perjuicios no acabarían con esa relación de camadería y confianza, porque no los tenían.
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HACE ALGÚN TIEMPO...
Un día el cocinero se acercó donde estaba entrenando con sus pesas el espadachín y le dijo.
-¡Ey, Marimo estúpido, creo que me gusta un hombre!
Zoro no se sorprendió como esperaba, si no que dejó de lado sus pesas y le respondió sonriendo.
- Me parece bien, ¿quién es el desafortunado que ha llamando tu atención?
El rubio miró hacia un lado donde se encontraba Puño de Fuego, el peliverde siguió la dirección de la mirada.
- Ya veo. ¿Estás seguro?
- Desgraciadamente… Sí. Me he enamorado.
- ¿Te has declarado? No me dirás que Kuroashi no Sanji tiene miedo del rechazo.
- No, ¿qué te crees, alga cretina? Sólo que…
- ¿Sólo que qué? – se acercó a su amigo y posó una de sus manos en su hombro para darle el valor que necesitaba para soltar el resto – Sanji, no podemos elegir de quien nos enamoramos, el corazón decide y hay que afrontarlo.
Sanji le miró a los ojos de manera suplicante.
- Pero es un hombre. Yo no soy gay, me gustan las mujeres.
- Es una persona, un ser humano ante todo y tú le quieres a él, me imagino que te habra atraido su personalidad. El sexo que tenga es lo de menos. Si me has dicho que le amas es porque lo has meditado y ya tienes tu respuesta. No te hagas sufrir de más rechazando lo que sientes, darte una oportunidad.
El rubio lo meditó un momento.
- ¿Y si le da asco que me le declare? ¿y si me rechaza? ¿y si me odia por ser hombre?
- Él se lo perderá, pero no creo, darte una oportunidad ero-cook. El que no se arriesga, ni gana ni pierde nada, se queda estancado y arrepentido para siempre, así es la vida – hizo un movimiento de hombros para arriba.
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El cocinero lo pensó y acabó siguiendo el consejo del espadachín. Gracias a él, conoció al amor de su vida, viviendo muy buenos momentos y contando con el incondicional apoyo de su peliverde amigo.
Ahora desde la última cita con Ace y esa extraña conversación tenía un mal presentimiento que le agobiaba y le perseguía día y noche. No podía dormir, le costaba comer y le hacía estar todo el día distraído. Esperaba que no se rindiera a su destino por la mala fortuna de ser hijo de quien era.
- ¿Fin?-