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Across two Souls por Yuka_Gazetto

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Notas del fanfic:

Buenas Tardes, he venido a traerles una hermosa Historia, no porque yo la haya escrito, sino por lo hermosa en su escencia. 

 

Les demostraré el porqué. 

Notas del capitulo:

Este one-shot, está dedicado a todas aquéllas personas que leen mi fics, que leen mis historias. Aquéllas personas que leen yaoi porque les gusta, o aquéllas que leen mis historias sin importar que sean homosexuales. 

 

Espero realmente que ésto los conmueva tanto como lo hizo en mí al escribirlo. 

 

Ésto está completamente dedicado a ustedes, a los que conozco y a los que no, a los que están detrás de esa pantalla siendo parte de cada palabra, de cada sentimiento, de cada sentir que les muestro. 

 

Espero que les guste. 

 

 

 

 

La junta había comenzado. Dos de los mejores Samuráis de la región de Kanto volvían a encontrarse. Volvían a encontrarse luego de dos años. Una de las mayores reuniones de los oficiales, por eso estaba allí. Cada uno de ellos tenía un pequeño platito donde el Sake reposaba humeante. Ambos disimulaban, ambos distraían a los demás. El castaño bebió del contenido de su platito de golpe y su mirada se posó sobre unos ojos de color increíblemente negros. Sus ojos se entrelazaron aún con la distancia en la que se encontraban. Un ligero espasmo le recorrió el cuerpo, esos ojos oscuros como la noche lo observaban detenidamente, estudiándolo con interés disimulado. Cada movimiento, cada gesto, cada palabra era observada y oída por él. Un ligero escalofrío le recorrió desde el cuello, pasando por toda su columna y acabar en la parte baja de su espalda. Un escalofrío demasiado placentero. Su respiración se detuvo por unos segundos al observar que la boca de él, le sonreía calidamente.

 

 

 

 

Ambos sonrieron.

 

 

 

La mirada de cada uno era demasiado reveladora, los dos sabían lo que pasaba por la mente del otro, con complicidad, siguieron sonriendo. Eran los únicos testigos de lo que pensaban… de lo que sentían. Los ojos de Shiroyama Yuu parecían brasas ocultos detrás de la inescrutable mirada. Los de Kouyou brillaron insistentes, impacientes. Todos estaban sumidos en sus conversaciones, ignorando todo a su alrededor, ignorando a dos personas que expresaban todo en miradas… todo a través de sus ojos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tomé la taza que se encontraba junto a mí y le di un largo trago, sin preocuparme si el café estaba lo suficiente mente… bebible. Estaba asqueroso, le faltaba azúcar y para el peor de los colmos, estaba frío. Retuve las ansias de escupirlo y lo tragué para luego expresar una mueca de asco. Dejé la taza de lado y seguí buscando información en mi ordenador.

 

 

 

La verdad era, que ni yo mismo le había colocado azúcar al preparármelo, estaba demasiado absorto en mis pensamientos como para acordarme de eso, una de las razones por las cuáles mi pareja dice que soy distraído, y como todo buen hombre que soy, lo ignoro. Y realmente él no se equivocaba en lo más mínimo, ya que el café estaba frío porque tampoco había recordado que lo había preparado, otro punto a favor para él.

 

 

 

Largué un largo suspiro y estiré mi mano para tomar el libro de más de mil páginas y comencé a mirar las hojas de manera rápida tratando de buscar lo que estaba buscando. No era nada fácil mi profesión, y para ser sincero, se justificaba un poco mi torpeza y mis momentos autistas. Soy historiador, por lo que me convierte en un autor de libros de historia muy renombrado en la actualidad. Pero tenía una duda, la cuál me estaba carcomiendo desde hacia ya meses…

 

 

 

¿Por qué mierda estoy frente a mi escritorio, sin días de poder dormir, para descubrir el árbol genealógico de mi pareja? En éste momento debería de estar adelantando uno de mis libros, Reflexiones, el cuál se basaba sobre la época nazi. Pero no, hago todo menos eso, tenía suerte de que mi pareja me pagara, porque no habría aceptado de no ser por ello. No, no soy interesado, sólo que lo que hago lleva tiempo, demasiado, y no estoy en momentos como para dejar un libro de renombre por un árbol genealógico… pero heme aquí… Ya casi había olvidado mi nombre por estar metido en todo esto. Él me las pagaría. El maldito sabía que mi debilidad era el periodo Edo de Japón, una de las razones por las cuáles había considerado su propuesta. Realmente no me interesaba tanto el dinero… está bien, no me crean si no quieren.

 

 

 

 

Reflexiones estaba llevando demasiado tiempo en mi agenda, por eso le mentía a mi editor con que tenía un bloqueo… está bien, si lo tenía. A mis 32 años ya era un Historiador de alto rango, uno de los mejores de Japón, más bien de Asia. Por eso mucha gente tenía altas expectativas de mí sobre ese libro. La verdad, es que mi pareja quería que investigara sobre su árbol genealógico por mera curiosidad, realmente quise matarlo. Akira era demasiado obstinado cuando se proponía algo, y yo no tenía con qué contradecirlo.

 

 

 

Encontré la página que estaba buscando y me propuse a leerla mientras acomodaba mis lentes y fruncía el seño a manera de concentración. Estaba secándome los sesos por una de las ramas que se cortaron de su árbol. Uno de los mayores nombres de éste árbol era el de Shiroyama Yuu, un samurai de alto renombre en el periodo Edo, siendo oficial del Sogún. Al parecer, luego de varios años en donde muchos de éstos se vieron obligados a renunciar y dedicarse al comercio, debido a la pobreza de ese periodo. Shiroyama Yuu desapareció, al menos los registros lo indican, ya que el árbol se corta luego de esa rama. Él estaba casado con una chica de buena familia, pero luego de su desaparecimiento, ella murió poco tiempo después de una enfermedad. Eso conllevó a que no se pudieran concebir hijos.

 

 

 

 

Por el momento había encontrado el por qué murió su esposa y el momento de la desaparición de Shiroyama. Pero eso era todo. Maldito dolor de cabeza. Maldito Akira.

 

 

 

 

Me saqué los lentes y refregué mi rostro con las manos. Estaba realmente cansado, hacía días que no dormía bien. El asunto me tenía loco, era la primera vez que me sentía de esta manera. En ningún momento de mi carrera me había pasado esto. Incluso, nunca me había pasado en la secundaría, cuando realmente odiaba historia y debía de presentar un proyecto de todo un periodo a escoger. Realmente odié a ese profesor…y lo sigo haciendo.

 

 

 

 

Me levanté perezosamente y me estiré un poco, sentí mis músculos dejar de tirar. Realmente estaba tensionado, llevé mi mano derecha a mi hombro izquierdo y comencé a masajearlo mientras salía de mi estudio. Las luces estaban apagadas ya que era las seis de la mañana y Akira trabajaba de noche, por lo cuál se encontraba roncando a gusto en la cama, le envidié con toda mi alma. A pesar de que mi cuerpo estaba cansado,  mi cabeza dolía, no tenía sueño, el maldito insomnio y el maldito trabajo me mataría. Sabía que moriría joven, a este paso ¿Quién no?

 

 

 

Tomé las llaves y me abrigué un poco ya que afuera estaba muy fresco. Salí de casa y comencé a caminar hacia ningún rumbo aún con mis pensamientos exagerados, ignorando todo aquello que pasaba frente a mis narices. El frío me calaba hasta los huesos y me preguntaba porqué mierda había salido de mi casa siendo tan temprano. Pero no me volví y seguí caminando.

 

 

 

 

No sabría decir cuánto tiempo habría caminado, ya que el sol estaba ya bien elevado y  comenzaba a calentar mi cuerpo. Con pereza y rechistando por que no quería sacar las manos de los bolsillos ya que estaban calentitos, miré la pantalla del celular. Ya eran las nueve de la mañana, silbé impresionado de mí mismo. Había caminado más de lo que caminaba en todo un año.

 

 

 

—    El bloqueo…—dije al aire mientras hacía una mueca de desagrado—. Y el maldito árbol genealógico de Akira.

 

 

 

Elevé un poco mi vista y pude ver que estaba a casi unos metros de una plaza. Me encogí de hombros y caminé hasta uno de los bancos, al sentarme siseé ya que estaba frío. Me las aguanté como todo un campeón y miré hacia el lugar, no era nada malo. Los árboles comenzaban a colorearse y sacar nuevas ramas ya que faltaba poco para el ingreso de la primavera. Aunque las flores aún no hacían su aparición, me gustó el juego de color verde de las plantas y grises por los caminos y bancos. Me relajé y cerré los ojos, dejando que el sol calentara mi rostro y cuerpo.

 

 

 

Debía averiguar el porqué de ese desaparecimiento, porqué el linaje de Akira cortaba justo ahí. No quería mencionarlo pero realmente estaba intrigado, una vez que quiero saber algo, no paro hasta conseguirlo, pero la situación me estaba ganando. Había pasado ya más de 3 semanas en las mismas, estancado donde quedé y de allí no me había movido.

 

 

 

Un ruido no demasiado fuerte llegó hasta mí y sentí que algo caía a mis pies. Abrí mis ojos y los enfoqué hacia el suelo. Un chico estaba arrodillado, juntaba las hojas que se le habían caído. Eso había sentido, hojas caer sobre mí. Solté una sonrisa irónica y me estiré un poco, tomando las hojas a mis pies. El chico elevó su rostro y me miró sonriendo, agradeciendo que lo ayudara a juntarlas, eran demasiadas. Le sonreí y él cambió su sonrisa por uno de asombro. Extrañado ladeé la cabeza.

 

 

 

—    ¿Ocurre algo malo? —pregunté mientras le tendía las hojas, él las tomó ruborizándose y negando energéticamente con la cabeza.

 

 

 

Volví a sonreír y seguí juntando. El chico volvió en sí y comenzó a juntar las hojas conmigo. Estábamos terminando de recogerlas cuándo decidí mirar una de las hojas ilustradas de lo que parecía ser, una investigación. Era un árbol genealógico, al parecer dios estaba conspirando contra mí. ¿Era una señal? De seguro el maldito decía “Ve a terminar, vago”. Y estaba seguro de que si Dios decía aquello, era porque era verdad.

 

 

 

Suspiré sonoramente y el chico me sacó de mis pensamientos idiotas.

 

 

 

—Disculpe… ¿Podría devolverme eso? — dijo sonriendo divertido al presenciar uno de mis más desgraciados momentos autistas.

 

 

Sonreí avergonzado y le devolví las hojas que había juntado. Ambos nos pusimos de pié. Él se veía incómodo o más bien nervioso. Enarqué una ceja y sonreí divertido.

 

 

 

—Disculpe mi atrevimiento pero… ¿Es usted Yutaka Uke, el Historiador? — preguntó sin mirarme a la cara, retorcía sus manos mientras que con los brazos aprisionaba las carpetas y papeles. Me recordaba a mí cuándo iba a la Universidad.

 

 

 

El maldito profesor de Historia. Sacudí la cabeza y sonreí ampliamente.

 

 

 

—Si, soy yo. Es un gusto… eh…ah…— Recién en ese momento recordé que nunca me había dicho su nombre.

 

 

 

Él sonrió y ladeó la cabeza divertido. — Takanori Matsumoto, señor.

 

 

 

—Oh, ya veo… Un gusto Takanori.

 

 

 

El chico rió y me miró con ojos ilusionados. Era pequeño, bueno… en realidad su estatura era pequeña, no le daba más del metro sesenta y dos, y estaba siendo generoso. Su cabello ondulado le daba un aire despreocupado, ya que ni se molestaba en que estuviera para todas direcciones, atribuí que así era su peinado para no reírme y pensar que se había peleado con el peine ese día. Sus ojos castaños brillaban de admiración al verme y mi ego se elevó un poco de donde ya estaba, y había que decir que era mucha ya la que tenía.

 

 

 

—Soy un gran admirador de usted, Señor Yutaka. —Asentía con la cabeza mientras hablaba y a mí me provocaba una pequeña risa, era muy energético.

 

 

 

—Oh, vaya. Muchas gracias, Takanori.

 

 

 

— ¿Sabe? Estoy estudiando para ser Historiador gracias a usted, me han encantado todos sus libros y espero ansioso su próximo libro. — Yo me senté en la banca y él no dudó un segundo en imitarme.

 

 

 

 

Al parecer tendría compañía esta mañana.

 

 

 

 

Pasaron los minutos y él no paraba de hablar, tenía una verborragia impresionante. Yo lo miraba asombrado, no por lo que me decía, si no porque me preguntaba cómo era que podía hablar tanto sin trabarse ni respirar en lapsos de minutos, era impresionante.

 

 

 

 

—Odio Historia.

 

 

 

 

“Bienvenido al grupo, muchacho”  Dije para mí. Al parecer tenía los mismos líos que yo con la historia en mi época de estudiante. Será un gran historiador me dije a mí mismo. No porque el chico era parecido a mí… no, para nada.

 

 

 

 

Los minutos seguían pasando, bah, las horas ya que me había entretenido con su parloteo. Ahora estábamos tomando un café en el Café-Bar que se encontraba frente a la plaza dónde nos habíamos topado. Tanto él como yo no habíamos desayunado. Por unos minutos me sentí culpable ya que la charla había hecho que se pasara la hora de entrada de su Universidad y se había perdido el curso del día, pero con un ademán con las manos y una mueca de despreocupación en su rostro me hicieron sentir como nuevo.

 

 

 

 

Por unos minutos dejamos de hablar… más bien él dejó de hablar. Yo miraba hacia fuera por el ventanal que se encontraba a mi derecha. Sabía que él me miraba nervioso, quería preguntar algo, pero yo no diría palabra. Era un maldito, lo sabía, porque el chico sabía que me había percatado de su nerviosismo haciéndole poner aún más nervioso. Me reí para mis adentros.

 

 

 

—Yutaka…— susurró nervioso.

 

 

 

 

Luego de pasaras las horas él tomó más confianza y dejé que me llamara Yutaka a secas. No era porque esperara la confianza, odiaba que colocaran la palabra “Señor” delante, y él se había negado rotundamente a dejarme de decir “Señor”, pero luego lo convencí con una de mis matadoras sonrisas y frases típicas de Historiador filosófico, si, tenía un curso hecho en Filosofía, ya que Reflexiones la requería.

 

 

 

Lo miré de costado y le dí a entender que lo escuchaba.

 

 

 

 

—Usted… ¿Podría ayudarme? Se trata de un pedido de la Universidad respecto a la historia de…

 

 

 

 

Dejé de escucharle. Lo que me faltaba, ayudar a un chico con sus tareas. Tenía un libro qué terminar, el cuál no había empezado siquiera y un maldito problema con el pedido de Akira. Fruncí el seño y le dí un trago a mi café…

 

 

 

 

Estaba frío.

 

 

 

—… y no encuentro a esa persona, el linaje corta allí mismo.

 

 

 

 

 

Yo asentía a cada palabra que decía, pero no había entendido ni una sola palabra ¿Linaje? ¿Corta? ¿No lo encontraba… desaparecido?  ¿ERA OTRA MALDITA SEÑAL? Dios tenía algo en su contra.

 

 

En cualquier momento mandaría al demonio a Akira, a Reflexiones, a su Editor… a Takanori y al maldito café. Fruncí el seño aún más mientras rodaba la taza con mis manos buscando calor, recordé que el café estaba frío. Un tic nervioso se instaló en mi ojo izquierdo.

 

 

 

 

—    ¿Yutaka? ¿Me escuchas? —preguntaba preocupado al verme metido en mis pensamientos pero a la vez mi rostro demostraba todas las etapas de ellos.

 

 

 

—    ¿Qué? —dije, tratando de olvidar el café. Dejé la taza de lado y ésta vez si presté atención en lo que decía. Si le ayudaba ahora quizás no tendría que llevar su tarea a mi casa… ¿Desde cuándo había pensado que le haría la tarea?

 

 

 

     —Oh… veo que se quedó de autista nuevamente— Y rió sonoramente.

 

 

 

 

Fruncí el seño. Desde que me había convertido en Historiador, siempre me sumía en mis pensamientos, aunque siempre había sido así desde pequeño…. Pero yo buscaba y ponía de excusa mi carrera. Era lo más fiable… creo.

 

 

 

 

 

 

—Le decía que estoy haciendo un árbol genealógico como final de mi materia en carrera. Y me he estancado en uno de mis ancestros… Su linaje corta con que murió asesinado, pero no he podido encontrar la causa por la cuál lo mataron. Al ser del periodo Edo, era una época muy pacífica si nos referimos entre los samuráis… pero no entiendo porqué, él siendo un samuráis de alto rango, lo mataron.

 

 

 

 

Fruncí el seño, esta vez pensando en lo que me decía. A decir verdad, él tenía razón, era una época pacífica como para que mataran a un samuráis, en especial si era un oficial de alto rango. Tomé mi barbilla y la froté, fruncí los labios intentando concentrarme.

 

 

 

—A decir verdad, prácticamente ningún samurai era asesinado en ese período a menos de que sea de sectores opuestos.

 

 

 

—Podría ser, pero mis investigaciones llegaron a que su propio sector lo mató, aún no sé cómo lo mataron ni el porqué.

 

 

 

“Este chico tiene futuro” dije para mí mismo.

 

 

 

—Si fue su sector quien lo mató… Es raro, ya que si un samurai deshonraba su honor, debía suicidarse… más bien apuñalarse con su propia espada.

 

 

 

—Exacto. Llevo ya… más de dos meses intentando buscar respuestas. Ha sido una suerte que se nos diera 6 meses para la entrega, pero sólo me queda un mes para terminarlo.

 

 

 

—Ya veo, ya veo— dije realmente interesado en lo que me contaba—. Yo también estoy trabajando en algo parecido— Sonreí.

 

 

 

 

Takanori me miró sonriendo. La verdad me había despejado un poco la mente hablar con el chico. Pero lo malo es que me intrigaba lo que tenía que descubrir. Mierda, ya tenía demasiado encima como para ayudarlo. Maldito Shiroyama, si tan solo no se hubiera perdido, el periodo Edo no era turbulento como para que lo secuestraran, a menos de que sea un distraído como yo y se perdiera de la nada…

 

 

 

Un clik resonó en mi cabeza, y mi cerebro reinició. ¿Cómo había sido tan estúpido? Takanori buscaba respuestas del periodo Edo, quizás Shiroyama habría muerto de la misma manera… ¿Podrían estar relacionadas o no? Bueno, no perdía nada con intentarlo, podría matar dos pájaros de un tiro. Me felicité por mi rápida interpretación de las cosas.

 

 

 

De acuerdo, no fue tan rápida.

 

 

 

 

— ¿Me darías la hoja con el árbol, por favor? — dije amablemente.

 

 

Él me miró confuso y buscó en su carpeta las hojas, luego de unos segundos me pasó la hoja, era vieja. Era la original de su familia. Me encantaban éste tipo de cosas, a pesar de que secaran mi cerebro en tan sólo un par de horas. Revisé cada detalle de lo que había en la hoja. El nombre de quién se refería Takanori era; Takashima Kouyou. Y si mal no me equivocaba y no estaba ciego, murió a un año de haber desaparecido Shiroyama.

 

 

 

Elevé mi vista y miré a Takanori.

 

 

 

— ¿Takashima desapareció antes de que lo asesinaran?

 

 

 

—Si, estuvo un año desaparecido por lo que pude reunir.

 

 

 

 

Sonreí con autosuficiencia, dejé la hoja de lado y opté por una postura chulesca, no para ligármelo, claro que no, tengo pareja. Pero era una pose que delataba que YO soy el mejor.  Y cuando digo que soy el mejor, toda Asia estaba de acuerdo conmigo, por eso nadie podía decir lo contrario.

 

 

 

—Estás de suerte, muchacho.

 

 

 

 

 

Y así es como empezamos, Takanori sacó un permiso para faltar  a las clases de la Universidad y así poder investigar lo del árbol. Si quería relacionarlo debía de tener su ayuda, él sabía muchísimo de su familia y eso me quitaría un gran peso de encima, ya tenía demasiado con el de Akira.

 

 

 

 

 

— ¿Qué son todos estos documentos, Yutaka? — preguntó un día Takanori mirándolos como si se trataran de perros con dos o más cabezas.

 

 

 

Estiré un poco mi cuello y miré los papeles que tenía en sus manos. Chasqueé la lengua y seguí tecleando unas últimas palabras antes de responder. Obvio que el pobre no entendía nada de eso, era escritura japonesa antigua, muchos de esos Kanjis ya ni se usaban. A decir verdad, yo también había puesto la misma cara cuando había conseguido los documentos que el museo me había prestado. 

 

 

 

-Ese es el diario personal de Kazuya Suzuki.- dije despreocupado mientras intentaba buscar el significado de uno de los malditos Kanjis, necesitaba un traductor. 

 

 

 

 

Habían pasado al menos una semana desde que decidimos “trabajar” juntos. Y como caído del cielo, había podido reunir una valiosa información, aunque no era demasiada. Había descubierto porqué el Linaje de Akira comenzaba con los Suzuki y no con Shiroyama. Había sido un gran descubrimiento, a decir verdad, pero no los llevaba al punto que querían saber.

 

 

 

 

Luego de la desaparición de Shiroyama Yuu, Kizumi Fushikawa había huido de la familia luego de enterarse, por lo que pudimos deducir, del desaparecimiento de Shiroyama. Por lo que contaba el fragmento del diario, él había encontrado a Kizumi vagando sin ningún rumbo, caminando por la calle. Él la recogió al hablar unos minutos con ella y saber que no tenía dónde ir. Luego de eso, estuvimos varios días sin poder descifrar nada más ya que faltaban páginas y algunos Kanjis estaba demasiados borrosos por el papel deteriorado. Uno de esos días, pude descubrir que ella quedó embarazada de él pero murió luego de varias semanas de dar a luz.

 

 

 

Y eureka, había encontrado el comienzo del linaje Susuki y el momento en que se cortó el de Shiroyama, ya que era el único descendiente posible para que se dejara el linaje vigente. Pero aún seguía el dilema… ¿Por qué desapareció Shiroyama y Takashima? ¿Estaban relacionados?

 

 

 

No había un libro que hablara de ellos en concreto, solo nombraba a dos grandes Samurais de la historia, pero según cada libro, era todo lo que se podía decir. ¿Se había perdido información? También cabía la posibilidad de que algo hubiera ocurrido en ese periodo, el cual, los hombres de aquélla época habían restringido toda información para que no se pudiera saber nada en el futuro. No era la primera vez que pasara. ¿Deshonor? Podría ser, el honor en esa época era demasiado valioso, en especial para la familia. Quizás habría sido tanto el deshonor que incluso la familia de los mismos implicados ocultaran información.

 

 

 

 

—Si no tomas ese café se enfriará e insultarás a medio mundo.

 

 

 

Vaya, el chico ya me conocía bien. Era muy observador. Tomé la taza y le dí un trago, estaba perfecto. A veces me alegraba trabajar con Takanori, me ayudaba con los recados referidos al árbol genealógico, y por sobre todo… me traía café y avisaba para que lo tomara. Era genial.

 

 

 

 

—Oye… Yutaka… ¿Aquí no dice Shiroyama Yuu?—dijo Takanori dando vueltas las hojas de derecha  a izquierda y viceversa, como si de esa manera pudiera llegar a entenderlo.

 

 

 

Dí un salto levantándome de mi asiento, haciendo volcar mi taza, la que por suerte había terminado, y golpeé mi rodilla con una de las patas del escritorio. Hice una mueca y me acerqué a Takanori cojeando de manera exagerada. Le arrebaté las hojas de la mano y enfoqué mi vista en el papel. Y en efecto… el papel estaba casi deteriorado, pero podía leerle la palabra “Shiro… y Yuu” seguidas. Levanté la hoja, colocándola delante de la luz y el papel mostraba un trazo indiscutible entremedio de ellos.

 

 

 

Si no fuera porque me encontraba acompañado, me pondría a bailar, pero tengo orgullo… o más bien vergüenza. Estaba feliz por mi hallazgo… está bien, el de Takanori y el mío.

 

 

 

 

El papel mostraba más signos de trazos casi desparecidos en ella. Esa misma tarde llamé a uno de mis amigos íntimos, quien siempre me había ayudado en mis libros, él descifraba cualquier cosa del papel, por más deteriorado que estuviera, además tenía más conocimiento que yo en kanjis antiguos. Cuando llegó, lo instalé en mi escritorio y se pasó casi la tarde allí. Yo daba vueltas por toda la sala como león enjaulado. Era como estar en la sala de espera de un hospital, horrible.

 

 

Al salir, pude ver que venía con una mueca un tanto extraña, como si lo que hubiera descubierto le había caído igual como si le hubieran dado un martillazo en la cabeza. Llegó hasta mí y me tendió el papel original más la copia que él había realizado completamente editado. Olvidé por completo su rostro y me fijé en los papeles.

 

 

 

 

¿Takashima Kouyou? ¿En serio? …

 

 

 

 

— ¡POR DIOS! —grité abriendo grandes los ojos.

 

 

 

— ¿Qué, qué qué qué?—preguntó desesperado mi pequeño compañero mientras saltaba del sillón y se acercaba.

 

 

 

 

—Shiroyama y Takashima no desaparecieron… ellos… escaparon.

 

 

 

— ¿Qué?

 

 

 

— Ellos… ellos eran amantes.

 

 

 

Takanori lo miró como si yo me encontrara poseído, pasaba su vista del papel a mi rostro, de nuevo al  papel y de nuevo a mi rostro. Era como si no creyera nada de lo que le dije. Bueno, a decir verdad, ni yo me lo creía.

 

 

 

 

— ¿Me estás jodiendo?

 

 

 

Qué inteligente, pensé rodando los ojos. Ojala estuviera jodiendo.

 

 

—Claro que no jodo.

 

 

 

Nos quedamos viendo nuestros rostros con cara de estúpidos… realmente no sabíamos qué decir y mi amigo, Shiji, todavía menos.

 

 

 

Un trío de idiotas.

 

 

 

 

 

 

 

 

Oye, oye, trae eso para acá, no te robes mis bollos, pequeñajodijo el de ojos oscuros.

 

 

 

 

Cualquiera que lo conociera diría que bromeaba, pero éste no era el caso. Por eso el “pequeñajo”, un hombre de cuarenta y tantos años se detuvo horrorizado al comprender que le había quitado los bollos a Shiroyama Yuu. Dejó los bollos junto a su capitán e pidió disculpas exageradamente  mientras tocaba su cabeza contra el piso, rogando. Yuu arqueó una ceja e hizo un ademán con la mano, restando importancia. El hombre huyó lo más rápido que pudo de allí.

 

 

 

Shiroyama se caracterizaba por ser el tipo de hombre autoritario, gruñón y molesto. Le encantaba molestar a los demás aplicando su voz dura y posición, asustándolos, cuando lo lograba, se reía a carcajadas frente a sus narices. Dejando así, en ridículo a quién se le cruzase por enfrente, claro, solo si el estaba de buenas. Todos preferían ser molestados a que ser reprimidos cuando éste se enojaba o tan solo, se había levantado con el pie izquierdo.

 

 

 

 

Nada de esto pasó con Kouyou. Una vez Yuu intentó hacerle lo mismo, el primer día en que se conocieron, hacía ya cinco años. Pero el castaño soportaba sus bromas como todo un campeón de Coliseo Romano. Le había hecho la misma jugarreta de los bollos, no funcionó ni por nada. Y eso le había enojado muchísimo, pero a la vez, lo había flechado.

 

 

 

 

 

Serás idiota, Yuu. Has asustado a Sakaguchidijo sin mirarlo, pero a pesar de haber hablado en tono neutra, el vestido divertido en su tono de voz no se disimulaba para nada.

 

 

 

Kouyou miraba las estrellas, sus manos estaban ocultas en el Yukata blanco puro que llevaba puesto. Su pecho estaba más al descubierto que de costumbre, el pelinegro con toda determinación que pudo reunir, apartó la vista de allí. Estaba realmente anonadado, realmente quería morderle el pecho, marcarlo… una vez más.

 

 

 

¡Él se estaba robando mis bollos!replicó tratando de no atragantarse con el bollo que comía al ver el pecho de Takashima.

 

 

 

 

Takashima rió y lo miró divertido, su sonrisa expresaba un inmenso cariño. Los grillos se escuchaban por sobre la noche que presenciaban, no había una sola nube en el cielo, nada ocultaba las hermosas estrellas que surcaba el oscuro cielo. Pronto el silencio se apoderó de la atmósfera en la que estaban. Hacía dos años que no se veían, dos años en los que no habían cruzado palabra. Había tanto para decir, para sentir… pero a la vez había nada.

 

 

 

 

Me he casado dijo Yuu mirando las estrellas que contemplaba Kouyou desde que se habían sentado allí, a las afueras del dormitorio.

 

 

 

EL castaño no lo miró en ningún momento, su rostro no denotó nada, su expresión era inmutable. Pero eso no alarmó a Yuu. Un grillo se sumó a los demás, los cuáles adornaban la noche con sus hermosos sonidos. Una risa a lo lejos se escuchó, los demás hombres disfrutaban de la noche, alejados de ellos.

 

 

 

Por fin Takashima volteó y lo miró. Shiroyama también lo miró, sus ojos lo decían todo. El pelinegro sonrió dulcemente y estiró su brazo para así tomar al castaño y tirar de él. Lo pegó a su pecho y lo miró de cerca, acarició su rostro de manera lenta y dulce. Un lobo con piel de oveja, porque era increíble que tan hermosa criatura sea también una persona tan… sanguinaria. Las hermosas criaturas no debían hacer lo que él hacía, debería ser pecado, se dijo a sí mismo. SE miraron fijamente, muy cerca el uno del otro.

 

 

 

¿Sabes que te amo, verdad? ¿Que solo te amo a ti?

 

 

 

 

Una sonrisa apareció en sus labios y no dudó en responder;

 

 

 

Lo sé… Yuu acercó su rostro al de su amante y lo besó, por primera vez luego de tanto tiempo. Besó dulcemente su boca, un toque tan suave, tan místico, tan agradable. Sentó a Kouyou a horcajadas de él y tomó con su mano derecha la cintura del castaño y con la mano izquierda, en un rápido movimiento tomó su nuca, acercando su rostro aún más a él. Lo besó más profundamente, adentrando todo su ser en el otro, pero eso no hizo que el beso fuera menos dulce, en realidad todo lo contrario. Ambos rogaban por el otro, ambos esperaron una eternidad por ellos, por esos labios.-. Lo sé…

 

 

 

 

Lo sabes… Mordió suavemente su labio inferior y tiró de él.

 

 

 

 

Estaba prohibido lo que hacía, estaba prohibido l oque sentían, pero aún así no se detuvieron. Se amaban, ambos amaban, no se detendrían solo por ello. Sabían lo que pasaría si los encontraban, si los descubrían, pero correrían ese gran riesgo, no les importaba… no le temían al futuro. A pesar de que éste se acercaba a pasos agigantados.

 

 

 

 

Sabían lo que les esperaba.

 

 

 

 

 

 

 

Me tiré sobre el sillón estrepitosamente y tiré mi cabeza hacia atrás, mirando el techo blanco y sin marcas. Suspiré y restregué mis ojos con fuerza. Realmente no sabía qué hacer, dese que había comenzado con la investigación hasta el punto en el que me encontraba… no había dormido nada. De suerte dormía una hora al día, el insomnio me estaba machacando. Mi mente no podía dejar de pensar en el proyecto, me dormía pensando en ellos y despertaba a los minutos con lo mismo. Era como si mi cuerpo no me permitiera dormir hasta descubrirlo todo.

 

 

 

 

Y bien que lo estaba logrando.

 

 

 

El diario de Suzuki no contaba nada más, hasta ese punto se había encontrado las hojas. Ya no teníamos nuevo punto para comenzar. Porque si bien habíamos descubierto el comienzo del linaje de cada uno y que Shiroyama y Takashima habían escapado para estar juntos… ¿Qué había pasado con ellos? Takanori había dicho que Takashima había sido asesinado ¿Y Shiroyama? ¿Él estaba presente cuando lo mataron? ¿Lo habrían matado a él también?

 

 

 

Demasiado por descubrir, y ya no sabíamos por dónde comenzar. Ya habíamos recurrido a libros, diarios personales, documentales, novelas… todo, y no se me ocurría nada más.

 

 

 

 

Sentí como Akira se sentaba justo al lado mío y me abrazaba cálidamente. Suspiré y reposé mi cabeza en su hombro. Sentía como acariciaba mi hombro mientras estiraba su otra mano y tomaba el mando del televisor. Mi pareja era un adicto a esa caja con imágenes, y ni hablemos cuando se refería al porno. Y hablando de porno, el pervertido comenzó a tocarme de una manera más íntima.

 

 

 

 

Me dejé hacer perdido en mis pensamientos, sentía como me dejaba acostado sobre el sillón y besaba mi cuello apasionadamente, tocaba mis costados levantando mi remera. Besó mi pecho y se concentró por unos minutos allí.

 

 

 

Si digo que lo estaba disfrutando mentiría. No le prestaba la más mínima atención, mi cabeza intentaba buscar respuestas al proyecto. El nombre Takashima y Shiroyama retumbaba en mi mente y no quería salir de allí. Escuché un gruñido proveniente de mi pareja a la vez que se separaba y me miraba con reproche.

 

 

 

-¿Serías tan amable de decirme en qué carajo piensas que pareces más frío que una estatua?

 

 

 

 

Sonreí con pesar y me aferré a su cuello.

 

 

—Lo siento… el proyecto… ¡Tu maldito proyecto me tiene de cabeza! — le dije mientras fruncía el ceño y apretaba los brazos alrededor de su cuello.

 

 

 

—Oye oye, duele, no aprietes—dijo tratando de sacar mis brazos, los cuales parecían tenazas, de alrededor de su cuello- No es mi culpa, tú decidiste tomarlo.

 

 

 

Y se atrevía a sacarse la culpa de encima el caradura. Apreté más fuerte los brazos y envolví sus caderas con mis piernas, pero no para eso que piensan, sino para apretarle los huesos y hacerle doler. Escuché como se quejaba e intentaba zafarse de mi mordaz agarre… sin lograrlo del todo. Una sonrisa triunfal surcó mi rostro y él frunció aún más el ceño.

 

 

 

—Está bien, está bien… ya suéltame— Aflojé el agarre al escucharlo pero no lo solté.

 

 

 

Suspiró y me miró ceñudo.

 

 

 

—A ver ¿Sigues pensando en el proyecto, no? ¿Dónde te quedaste? —dijo intentando ayudar.

 

 

¿Qué sabría un diseñador de joyas de historia? NADA. Aún así lo miré y suspiré.

 

 

 

—Ya no tengo información para seguir buscando.

 

 

 

 

Tomó uno de lo mechones de cabello que estaba en mi rostro y los acarició mientras pensaba. Volví a suspirar esperando alguna respuesta, estaba seguro de que no se le ocurriría nada, como dije… ¿Qué sabría un diseñador de historia? Akira a veces aparentaba ser una persona muy ruda, pero cuando lo conocías era muy… muy tonto. ¿Creyeron que diría dulce? No señoras, soy sincero y no tengo nada de cursi. Ya me estaba planteando el rezar para que Akira dijera algo inteligente pero lo que dijo me dejó con la mandíbula prácticamente tocando el suelo.

 

 

 

— ¿Y por qué no buscas el lugar donde fue asesinado Takashima? Quizás podrías viajar hasta allá y preguntarle a los locales si saben algo del lugar y lo que ocurrió, por lo general los pueblos saben mucho de leyendas e historias de años y años—Se encogió de hombros.

 

 

 

Comencé a besarlo por todo el rostro rebosante de alegría. A veces… solo a veces Akira podía llegar a ser muy inteligente… solo a veces. ¿Cómo no se me había ocurrido? ¿Qué mejor información que los que pasaban de familia en familia? Akira comenzó a besarme y le correspondí alegremente. Cuando sentí que me tocaba de nuevo pegué un salto y me zafé de sus manos y labios. Me miró asombrado y luego ceñudo.

 

 

—Ya te ayudé, ahora quiero mi noche de sex…—Le planté un beso en los labios y huí hacia la habitación.

 

 

 

Al llegar a ella abrí el armario y saqué mi maleta para luego llenarla con prendas que ni siquiera sabía que tenía. Yo no era de salir nunca, me la pasaba frente a los libros y mi ordenador, con ropa holgada, de acuerdo… mi pijama. Cuando salía era solamente para el debut de mis libros, lo cual solo llevaba insípidos trajes. Al terminar de meter la ropa, abrí unos de los bolsillos y comencé a echar dentro todo lo que trataba de higiene. Mi pareja me miraba desde el marco de la puerta, inclinado y cruzado de brazos. Su ceño se fruncía cada vez más.

 

 

 

— ¿Qué crees que haces? — Me dijo roncamente.

 

 

 

Ya estaba cabreado.

 

 

 

—Viajaré hasta allá y averiguaré todo, así como me dijiste. — Me encogí de hombros.

 

 

 

— ¡¿Qué?! —vociferó— ¿Ahora? ¿Estás loco? Nunca dije que lo hicieras ahora… —Se adentró a la habitación y me quitó el bote de crema de las manos.

 

 

 

Si, ahora, mientras más rápido lo haga, podré dormir y tener sexo a gusto. – Le arrebaté el bote de crema  y lo guardé- Es tu culpa y lo sabes, no quiero ningún tipo de reclamo. 

 

 

 

—Bien. — dijo mientras se dirigía hacia el armario y sacaba también su maleta.

 

 

 

— ¿Qué haces? —dije mientras le mandaba un mensaje a Takanori para que preparara todo para el viaje.

 

 

 

 

— ¿Qué crees que hago? Yo también iré, y que sepas que solo lo hago por el maldito sexo.

 

 

 

 

Sonreí como estúpido y le ayudé con la maleta.

 

 

 

 

 

 

Shiroyama abrió los ojos y lo primero que vio fue su espalda desnuda frente a sus ojos. Sonrió y estiró su brazo y, con la palma de la mano  le acarició entre los omóplatos. El cuerpo bajo si mano se estremeció levemente por el dulce tacto. Sonrió aún más y dejó que la mano paseara libremente por su espalda. La mano bajó y acarició la parte su parte baja, justo en la curvatura de sus nalgas. El durmiente castaño comenzó a reír suavemente.

 

 

 

 

No hagas eso… me haces cosquillas… le reprochó con la voz pastosa.

 

 

 

 

El castaño en un movimiento rápido tomó la mano inquieta y pervertida de su amante y como pudo la detuvo con un poco de fuerza, la cual no era mucho al estar doblado su brazo hacia atrás. El pelinegro comenzó a zafar su mano mientras reía, pero su castaño no le dejó zafarse. En un raudo movimiento, Kouyou se dio la vuelta y se colocó a horcajadas de su cuerpo, tomó la mano de su pelinegro, el cual, no se rendía por nada en el mundo y había ido directamente hacia sus nalgas.

 

 

 

Ambos rieron divertidos. Yuu podía sentir el trasero de Kouyou con su mano, ya que se encontraba apretada entre la mano y una nalga. Los ojos de Shiroyama comenzaron a chispear perversamente.

 

 

 

 

Señor, debo comunicarle que alguien ha estado tocando indebidamente mi trasero.- comunicó el castaño con una sonrisa.

 

 

 

El pelinegro soltó una carcajada y volvió a tocarlo inquisidoramente, pero ésta vez Kouyou se dejó tocar a su ancha completamente divertido por la situación que estaban montando.

 

 

 

 

¿Quién ha sido el descarado que se ha querido siquiera, tocar tu hermoso culo? Del cuál, debo decir que…- le pellizcó. Es mío.

 

 

 

Me temo que han amenazado con quitarme la vida si se lo digo.dijo riendo.

 

 

 

 

El castaño observaba el hermoso cuerpo de su pelinegro, que se encontraba bajo el suyo, expuesto solamente para él. Sus brazos fuertes, su torso bien formado, las cicatrices en todo su cuerpo lo hacían ver aún más apetitoso a los ojos de Kouyou. Y no era el único observado con saliva casi saliendo se su boca, Yuu hacía todo l oque podía para retenerla. Su hermoso y blanco pecho, sus estrechas caderas… el sentir su redondo trasero sobre su… le estaba costando demasiado.

 

 

 

No pudo retenerlo más, con los ojos brillando y casi largando chispas. Tumbó el cuerpo del castaño y lo dejó bajo el suyo. Kouyou ya sabía por dónde iría la cosa y suspiró internamente ya que de seguro, luego le dolería horrores el trasero. Pero no importaba.

 

 

 

 

Entonces tendré que quitar su nombre a través de la tortura Sonrió pícaramente.

 

 

 

Y sí que lo logró.

 

 

 

 

 

 

 

 

Era demasiado divertido para el que nos viera, pero realmente para nosotros… se trataba de una pesadilla. Hacía demasiado calor, los tres caminábamos con las maletas en las manos por la carretera hasta el pueblo. El maldito auto se había roto en pleno camino, tan solo faltaba dos kilómetros para llegar y el maldito auto levantó temperatura. Y el peor de los colmos, Takanori había traído a su maldito chucho, el cual… me odiaba rotundamente. Siempre mordía mis talones y tiraba de mi ropa, rasgándola. El enano ya me debía tres vaqueros desde que habíamos salido de casa.

 

 

 

 

El perrito caminaba como si nada, con su lengüita hacia fuera y olfateando todo a su paso. Yo estaba con que, si daba otro paso más, se me caerían los pies… o la pierna completa. La espalda me dolí por llevar una de las mochilas. Pero estaba seguro que quien peor la estaba pasando era Akira. El pobre llevaba mi bolso, el suyo y el de Takanori. Escuchaba sus insultos bajos hacia nuestra persona, pero obviamente yo no le diría nada. Si llegaba a decir algo, estaba seguro de que me tiraría el bolso por la cabeza y volvería a casa, no importaba si a pie.

 

 

 

 

El sexo hacía milagros al parecer.

 

 

 

El maldito de Takanori solo llevaba un pequeño bolso y la correa del perro. En más de una ocasión quise tirarle mi mochila en la cara, pero él llevaba el agua. Nadie podía decirle nada.

 

 

 

 

Casi me pongo a bailar al ver el pueblo aparecer cada vez más cerca. Al llegar a la entrada, veíamos a la gente caminar de un lado a otro haciendo sus necesidades, ignorándonos por completo. Al menos tendríamos donde quedarnos, Akira había hablado con sus padres sobre el viaje y ellos le habían dicho que su tía abuela se encontraba en el pueblo. Akira no la reconocía ya que la primera vez que la vio, él era un bebé de tan solo 5 meses. Ella no sabía que íbamos a caer en su casa. Rogábamos para que su tía fuera una señora amable.

 

 

 

Y las plegarias no fueron escuchadas.

 

 

 

 

Al tocar la puerta, vimos como ésta apenas se abría para ver medio rostro de una anciana canosa. Su ojo nos miraba fijamente, analizándonos, o al menos a Takanori ay a mí que estábamos justo frente a la puerta. Los dos rogábamos por un baño.

 

 

 

—Disculpe señora… ¿Pero usted es Seki Suzuki? —dije amablemente.

 

 

 

 

Me dio un portazo en la cara. Nos quedamos en silencio por unos segundos. Al darme vuelta, el típico tic nervioso de mi ojo izquierdo se hizo presente.

 

 

 

— ¿Estás seguro de que así se llama ella? —Me dijo Takanori como si fuera tonto. Se adelantó y volvió a tocar la puerta, la vieja apareció nuevamente con al misma posición.

 

 

 

— Disculpe que la molestemos, Señora, pero… ¿Podría decirnos su nombre, por favor? — Le sonrió encantadoramente.

 

 

 

Otro portazo. Él se dio vuelta rojo de cólera y miró a Akira.

 

 

 

—Le tiraré a Koron por la ventana así podrá comerla.

 

 

 

Lo miré y asentí de acuerdo. Akira nos miró y rodó los ojos negando con la cabeza. Pasó por entremedio de nosotros y tocó la puerta, decidido. La vieja ya estaba por mandarnos a china con las palabras pero al ver de quién se trataba abrió los ojos sorprendida.

 

 

 

— ¿Tía Seki? Soy Akira Suzuki, soy su sobrino nieto.

 

 

 

La vieja lo miró por unos segundos y sonrió encantada, abrió la puerta y se lanzó a los brazos de Akira. Él la abrazó confundido. Miré a Takanori y susurré:

 

 

 

—Se lo confundió con uno de sus hijos, estoy seguro.

 

 

 

El castañito se tapó la boca reprimiendo la risa. La vieja se separó de Suzuki y lo miró.

 

 

 

— ¡Oh! Mi querido Akira, hace tanto que no te veía, eras tan pequeñito y feucho a los cinco meses, ahora estás hecho todo hombretón fuerte y guapo ¿Pero qué tienes en la cara, muchacho? ¿Te lastimaste?

 

 

 

 

Takanori y yo comenzamos  a reírnos descaradamente a su espalda.

 

 

 

— ¡Feucho! — grité y tomé mi estómago, ya me dolía de las carcajadas tan fuertes que estaba largando.

 

 

 

 

— ¿Qué tienes en la cara, muchacho… te lastimaste? —Me secundó Takanori.

 

 

 

Akira volteó y nos miró fijamente, si las miradas mataran, Taka y yo ya seríamos ceniza barrida por el viento. Callamos de golpe y Akira volteó a mirar a su Tía abuela, le sonrió y hablaron uno minutos en la puerta. Ninguno de los dos escuchamos qué decían, estábamos aguantándonos la risa. La vieja entró y Akira también, dejamos nuestras payasadas y entramos.

 

 

 

Su casa era muy al estilo japonés. Dejamos nuestros zapatos en la entrada y al llegar al comedor, vimos a Akira sentado esperando el té.  Nos sentamos en silencio y luego de unos minutos vimos a la vieja aparecer con el té. Nos tendió a cada uno y cuando estuve a punto de tomar la taza, ella golpeó mi mano, la retiré y la miré frunciendo el ceño. Akira me miró divertido.

 

 

 

—Verá, Tía, hemos venido porque estamos investigando sobre nuestro árbol genealógico.

 

 

 

¿Estamos? ¡Será caradura! Estuve a punto de replicarle y golpearlo con al taza que tenía frente a mí, pero vi como me miraba su tía de reojo. Fruncí los labios y me quedé quieto. El maldito se estaba aprovechando del cuidado de su tía. Pero yo ya estaba bien cabreado… Que lo salvara su tía de la abstinencia de sexo por cinco meses.

 

 

 

— ¿Nuestro árbol? ¿Por qué estudias sobre él, cariño?

 

 

 

— Bueno, verá… he tenido curiosidad el porqué nuestro apellido no proviene del Shiroyama, así como me contaba mis padres y yo quería saber el porqué. Como Uke es Historiador, pedí su ayuda y ahora estamos buscando esa información.

 

 

 

— ¿Uke?— Miró a Takanori de arriba a bajo—. Oh, sí que parece uke.

 

 

 

Solté una carcajada y Takanori escupió el té para luego toser como loco, asustando a Koron quien se encontraba acostado en sus peirnas. Dí algunos golpes en la espalda de Takanori mientras no paraba de reír.

 

 

 

—No tía, él no es Uke, él es compañero de Yutaka— Me señaló a mí con el dedo—. Él es Uke.

 

 

 

La vieja me miró de arriba abajo como lo había hecho con Taka y con desdén dijo:

 

 

 

—El maleducado.

 

 

 

¡¿Por qué?! Yo nunca la traté mal. Miré hacia el suelo metido en mis pensamientos, buscado en algún recóndito lugar, rebobinando para ver si realmente yo le había faltado el respeto… pero no encontraba nada. Había preguntado si Seki era su nombre… ¿Acaso no le gustaba su nombre o qué? ¿Y yo qué tenía la culpa? Fruncí el ceño, Dios no estaba de mi lado… para nada.

 

 

 

—¿Qué le pasa?

 

 

 

—Suele tener momentos autistas, Tía, no le hagas caso— hablaban a mis espaldas.

 

 

 

 

Luego de varios minutos metido en mis pensamientos escuché decir a la vieja las palabras “Takashima y Shiroyama” en una sola oración, todos mis sentidos s pusieron en alerta. Levanté la cabeza y me metí en la conversación.

 

 

 

— Es verdad, Shiroyama y Takashima fueron amantes en esa época. Si mal no recuerdo, por lo que me contaba mi abuela, ellos fueron amantes por años a espaldas de todos, incluso Shiroyama estaba casado.

 

 

 

— ¿Por años, dices? — pregunté intrigado, ella me miró por unos minutos con ojos críticos y aceptó mi presencia en la conversación.

 

 

 

—Así es… unos 5 años, creo. Pero los descubrieron al poco tiempo de volverse a encontrar luego de varios meses sin verse, si no mal recuerdo, escaparon y estuvieron desaparecidos unos cinco o 6 meses.

 

 

 

 

—Lo que sabemos es que Takashima murió asesinado en las afueras de éste pueblo.

¿Es verdad?

 

 

 

—Si, es verdad. —dijo sincera.

 

 

 

— ¿Y Shiroyama? ¿Qué pasó con él?

 

 

 

La señora sonrió con pena brotando de sus ojos oscuros como la noche.

 

 

—Él también murió, murió en el mismo lugar que Takashima.

 

 

 

 

Todos nos quedamos en silencio después de eso. Ninguno mirábamos la expresión del otro, todos teníamos la cabeza gacha, internados en nuestros pensamientos.  Escuchando la historia que la Tía de Akira nos contaba, una historia que solo el pueblo y su familia sabían.

 

 

 

Una triste… y real historia.

 

 

 

 

 

 

Siguieron caminando sin mirar atrás, cualquiera podría encontrarlos. Ya habían pasado 5 meses huyendo de ellos. El futuro inevitablemente había llegado. Por eso, allí se encontraban, huyendo de todo, de todos.

 

 

 

Los dos preferían el uno del otro antes que el orgullo y el honor, por eso los perseguían, debían morir. Cometían el peor de los actos, uno asqueroso y deshonroso, para los demás. Quizás no hubiera sido tan grave si no fuera porque se trataba de dos grandes Samuráis, pero… ¿Quién sabe?  Quizás hubieran sufrido lo mismo por más que fueran simples comerciantes. Sus actos estaban prohibidos en todos los sentidos, no se admitía a los desviados, como solían decir las malas lenguas, los enfermos.

 

 

 

 

Los ruidos y los gruñidos de los hombres comenzaron a escucharse muy cerca de ellos. Los dos comenzaron a correr, tomando la empuñadura de sus Katanas, dispuestos a enfrentar lo que sea que se interpusiera en sus caminos. Desenvainaron y se lanzaron hacia los hombres que los esperaban frente a ellos. El ruido de las espadas chocar contra sí, los gritos de quienes salían heridos, el sonido de los cuerpos caer sobre las hojas de los árboles, el gruñido de quienes no se rendían y los suspiros de quienes no volverían a respirar otra vez.

 

 

 

 

Les pisaban los talones, ya no tenían a dónde correr. Al menos uno cincuenta hombres los esperaban frente a ellos y otros cincuenta corrían detrás. Un campo con hombres en su espera se alzaban frente a ellos. Un campo completamente a la salida del bosque en que hacían segundos se encontraban los dos. Sin mirarse, desenvainaron sus Katanas  y se colocaron espalda contra espalda, para así protegerse.

 

 

No dudaron segundos en los que decidieron lanzarse a la manada de hombres.

 

 

 

Nadie se detenía, las espadas, los cuerpos, la sangre…el olor a cobre inundaba las fosas nasales de todos, en especial de Yuu y Kouyou. El castaño cortaba, clavaba sin importarle nada, sin temor a nada. Uno de los hombres se le acercó rápidamente con intenciones de clavarle la espada en el corazón, pero lo esquivó sin dificultad alguna junto a otros dos más y con un rápido movimiento deslizó su Katana por las piernas de los tres. Les cortó el muslo de una sola pasada, haciendo que éstos cayesen al suelo, gritando. El castaño levantó la espada y cortó la garganta de los tres en un mismo movimiento. Se volteó sonriendo ya que comenzaba haber menos hombres, pero su sonrisa se congeló.

 

 

 

 

El pelinegro paró en seco al sentir como una katana le atravesaba el costado izquierdo del abdomen. Bajó la vista y tomó el puño de ella por encima de la mano de quien estuvo bajo su mando. La empuñó fuertemente y enterró más la katana en su cuerpo a la vez que le sonreía cínicamente, mientras caía un hilo de sangre por su boca  al horrorizado hombre

 

 

El grito de Kouyou llamándolo no se hizo esperar. Los hombres tomaron su cuerpo fuertemente, dejándolo imposibilitado para moverse. Comenzó a forcejear mientras miraba a Yuu… su Yuu.

 

 

 

¡Yuu!

 

 

 

El pelinegro volteó y miró a su castaño. Sus ojos lanzaron chispas de furia y dio al ver que habían agarrado a Kouyou. Nadie tocaba lo que era suyo. Alzó su katana y cortó el cuello de quien lo había lastimado en un rápido movimiento y se sacó la katana mientras corría hacia quien había aprisionado su amante. Con su propia espada y la que se sacó, derribó a todos de manera muy fácil.

 

 

 

Al sentirse liberado mató a un hombre que se acercaba a Yuu, luego lo miró preocupado, éste seguía peleando a pesar de estar gravemente herido, a pesar de estar desangrándose con cada movimiento. Corrió hasta él pero no llegó.

 

 

 

No llegó.

 

 

 

Otra espada atravesaba el cuerpo de Shiroyama justo en el hombro derecho. El castaño ahogó un grito. Aún así Yuu seguía y seguía sin importarle nada. Otra espada atravesó su cuerpo.

 

 

 

Kouyou comenzó a llorar.

 

 

 

¡Ya basta!gritó mientas trataba de acercarse pero muchos se lo impedían.

 

 

 

Otra espada.

 

 

 

El pelinegro terminó con todos los hombres que le quedaban, aún manteniéndose en pie, sin dolor, así como era reconocido, manteniendo su postura aun estando a punto de caer.

 

 

 

 Yuu volteó y lo miró, Kouyou lloraba… él también.

 

 

 

 

Soltó un sollozo e intentó correr hacia él pero lo derribaron, haciendo que cayera estrepitosamente contra el suelo, un peso en su espalda le impedía levantarse. Le quitaron la Katana de las manos, dejándolo completamente desarmado. El mismo hombre que le robó su espada corrió hacia Yuu dispuesto a todo. El pelinegro con la fuerza que le quedaba levantó la suya te interceptó el primer golpe, esquivó el segundo, pero no pudo con el tercero.

 

 

 

Se clavó justo en su pecho.

 

 

 

 

Kouyou gritó su nombre. Nada más Lugo del grito del castaño escucharon sus oídos, sintió como su corazón comenzaba a palpitar cada vez más lento, sentía la sangre abandonarlo, como el aliento se le escapaba de los pulmones. Con lágrimas en los ojos miró a Kouyou y se dejó caer de rodillas, sin fuerzas.

 

 

 

El horror surcó el rostro de Takashima, gruñó con furia y se quitó de encima al hombre y lo pateó con todas sus fuerzas, enviándolo a varios metros lejos de sí. Corrió hacia el que se había atrevido tocar a Yuu. Saltó y lo golpeó en la cabeza con fuerza al caer al suelo justo debajo de él, le quitó su espada y la enterró en el mal nacido, se alejó de él y corrió hacia Yuu, quien estaba a punto de caer completamente al suelo, lo sostuvo con fuerza, abrazándolo contra su pecho.

 

 

 

Yuu había sido herido con su propia Katana.

 

 

 

Tomó el rostro de su amante y lo miró, ambos lloraban. Sabían que eso era todo, era todo lo que pudieron dar. Yuu sonrió dulcemente y alzó su mano para acariciarle el suave rostro. Kouyou negaba con la cabeza mientras lloraba.

 

 

No, no no no no no no no no, por favor… nosusurraba entre gemidos.

 

 

 

Veía como poco a poco, segundo a segundo, los ojos de Yuu comenzaban a dejar su hermoso brillo, veía que cada vez más, la vida de su pelinegro se estaba yendo, se estaba apagando.

 

 

 

Te amo…

 

 

 

¡No! ¡Cállate! No digas nada, mejor cállate… pedía entre sollozos mientras acariciaba como loco su hermoso y blanco rostro. Estaba frío.

 

 

 

Te amo…

 

 

 

Ya basta… por favor… para, no me dejes… Sus mejillas estaba surcadas en gruesas lágrimas y sangre. Besó todo el rostro de Yuu, no quería escucharlo. —. No digas nada… te pondrás bien… ya lo verás.

 

 

 

 

El pelinegro sonrió suavemente al escucharlo y negó lentamente con al cabeza, las lágrimas caían por sus ojos libremente, acompañando a las del castaño, empapando sus manos. Un pequeño brillo se asomó en sus ojos, un último brillo.

 

 

 

Te amo… ¿Lo sabes? susurró su pelinegro.

 

 

 

Kouyou intentó retener el gemido lastimero al escucharlo pero no pudo.

 

 

 

 

Lo sé…

 

 

 

Lo sabes…susurró sonriendo, más lágrimas cayeron al sonreírle a su hermoso castaño.

 

 

 

 

Takashima sintió como el peso de Yuu se apoyaba completamente en su cuerpo.

 

 

 

 

No lo soportó. Lloró como nunca antes lo había hecho en la vida. Abrazó su cuerpo y lo estrechó fuertemente llorando como un niño pequeño, como a un niño el cual se ve perdido, se ve perdido sin la máxima protección de su madre. Solo que su máxima protección era Yuu, su pelinegro, su amor. Deseaba que Yuu le mirara de nuevo, que le abrazara, que le molestara como siempre solía hacerlo. Lo estrechó y le susurró con enojo cuánto lo amaba, con enojo… con el amor a flor de piel.

 

 

 

 

Escuchó a más hombres llegar hasta él, aún así no lo soltó, no lo dejaría, no. Varios hombres lo tomaron de los hombros para separarlo del cuerpo de Yuu, pero se sacudía queriendo quitárselos de encima mientras apretaba más el cuerpo de su pelinegro, queriendo protegerlo. Negaba con la cabeza soltando ruidosos sollozos.

 

 

 

Hasta el más fuerte tiene una debilidad, hasta el más poderoso podía llegar a ser un cobarde.

 

 

 

Con fuerza lo separaron de Yuu y lo alejaron de él, arrastrándolo hacia atrás. Pudo ver, mientras lo alejaban, como el cuerpo de Yuu caía hacia un costado lentamente, no pudo ver sus ojos de nuevo ya que éstos estaban cerrados delicadamente. El cuerpo cayó al suelo mientras que los hombres lo levantaban a él. No se resistió, no apartó la vista de su amante, y nunca lo dejó de mirar. Al caer, su negro cabello cubrió su rostro, solo podía ver sus labio, ligeramente abiertos.

 

 

 

 

El sol iluminó fuertemente el prado, haciendo que la piel de Yuu se volviera más pálida de lo que ya estaba. Su cabello brilló a pesar de la sangre de otros y la suya lo cubría  en muchas partes. Una ligera brisa movió sus cabellos suavemente y el sol calentó su cuerpo a la vez que sentía como la Katana atravesaba su cuerpo.

 

 

 

Yuu… ¿Crees que vale la pena todo esto?

 

¿Por qué dices eso?

 

Porque no quiero que mueras… no quiero que te separen de mí.

 

No digas eso… además, si yo llegara a morir… sería con una sonrisa en los labios.

 

¿Por qué…?

 

Porque habrá valido la pena haber amado el tiempo que lo hice… Tu… ¿Sonreirías para mí?

 

 

 

Cayó de rodillas sin dejar de mirarlo, su voz no abandonaba su cabeza, su ser recordaba las palabras… sus palabras. El tono de su voz, su sonrisa cuando las decía. Escuchó su voz, pero estuvo seguro de que no estaba en su cabeza, porque todos miraron hacia los lados, buscando de dónde provino esa voz susurrando su nombre. Pero la voz no volvió a escucharse nuevamente.

 

 

Deseó volver a escucharla.

 

 

 

Como pudo, se arrastró hacia él. Kouyou agradeció a los hombres silenciosamente. Ninguno había dicho nada, ninguno le había impedido su regreso con Yuu. Respetaron su última silenciosa petición. Realmente lo agradeció.

 

 

 

Llegó hasta él y se apoyó en su pecho, como siempre solía hacer cuando dormían. Lo miró unos segundos para luego, con mano temblorosa, apartar los cabellos negros y despejar su apacible rostro. Él si que sonreiría, no importaba que Yuu no lo hiciera, había tenido suficiente con sus palabras, le daría una sonrisa, así como el otro le había pedido. Tomó su mano y la apretó, acostó su rostro contra su pecho y cerró los ojos, para descansar con una hermosa sonrisa.

 

 

 

 

 

 

 

Estábamos parados, allí donde el sol nos calentaba fuertemente la mañana en que decidimos ir al lugar. El prado verde a nuestros pies, bosques rodeando nuestra presencia. La brisa meció los árboles a nuestro alrededor y pequeños pétalos de flor de Sakura cayeron sobre nosotros. El hermoso y gran árbol estaba frente a nosotros, susurrando por la brisa del lugar.

 

 

 

Sentí la mano de Akira aferrar fuertemente la mía y miré fijamente el árbol, ese que se encontraba, según la tía de Akira, en el mismo lugar donde habían muerto esas dos grandes personas. Miré de soslayo a Takanori que se había acercado al Sakura y tocando el tronco suavemente. Sonreí suavemente y bajé la mirada a las raíces del árbol. Akira me secundó unos segundos después, luego Takanori hizo lo mismo.

 

 

 

El perro de mi castaño amigo ladró varias veces al hermoso árbol y luego se sentó sobre sus patitas, mirándolo mientras inclinaba la cabeza hacia un costado, como si mirara algo que nosotros no podíamos ver.

 

 

 

Existía una leyenda local sobre ellos, se decía que… si tu corazón era realmente puro, el más inocente corazón, podías ver a dos personas bajo el árbol, acostados y abrazados. Se decían que era Takashima y Shiroyama.

 

 

Yo deseé que realmente fueran ellos.

 

 

Volteé y caminé lejos tomando lo mano de Akira ya apretándola afectivamente, él me devolvió el apretón y caminamos juntos, dejando el árbol atrás. Takanori se quedó allí por varios minutos, mirando el árbol fijamente junto a su cachorro. Él no quería separarse el hermoso Sakura. Él volvió momento después, con una suave sonrisa en los labios, no pregunté… Pero estaba seguro de que él pudo verlos… o al menos, eso deseé.

 

 

 

 

 

 

 

El sol del atardecer apenas bañaba su cuerpo. La brisa hacía mover las hojas de los árboles, ellos susurraban sus nombres suavemente, una caricia, un canto, memorándolos eternamente. Solo los suaves susurros de ellos lo envolvían, todo en un silencio eterno del lugar. El silencio respetando a los dos caídos que habían luchado por un propósito, por uno muy hermoso.

 

 

 

El sol, los árboles, la brisa… todo en paz, como un llamado, los únicos que comprendían a esas criaturas que habían peleado por un sentimiento.

 

 

 

Yuu abrió los ojos y vio el apacible y durmiente rostro de su amor. Sonrió suavemente y dejó que sus ojos volvieran a cerrarse sin borrar la sonrisa, cayendo en un profundo sueño del cual, los dos dormirían por años, siglos y milenios, pero eso no los separaría, no a ellos.

 

 

 

 Apretó levemente la mano aferrada a la suya y durmió.

 

 

 

 

 

 

Yo soy un simple Historiador, un simple historiador que trajo a la vida una hermosa historia verdadera, la traje para que la conocieran, conocieran la pura y  bella historia de dos personas… amándose. Yo no la creé, yo solo la traje de vuelta, le dí vida una vez más…

 

 

 

 Solo queda en ustedes, el que se haga eterna. 

Notas finales:

Me disculpo sinceramente si hay alguna falta ortográfica por ahí. 

 

Gracias por leer, mis amores, y espero que les haya gustado. Gracias por siempre alegrar mis días con sus reviews, alentándome a cada minuto para seguir. 

 

Gracias. 

 

Yuka. 


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