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Fin de la Amnesia por Fenix de chocolate

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Notas del capitulo:

NARUxHAKU

LEMON
MUERTE DE UN PERSONAGE
Y
LOCURA DE LA AUTORA
XDD

Caminaba por las bellas calles de aquella pequeña ciudad que no era la suya, sintiendo como el frio penetraba la gruesa tela de su abrigo castaño oscuro, con pormenores naranja –por mucho que lo intentara y que le digieran, no podía dejar que amar aquel color–, con su cigarrillo en la boca, dejando que la nicotina entrara e intoxicara su cuerpo, que el humo nublara su mente y sus pensamientos, mientras sus ojos paseaban entre las parejitas que se sentaban en las terrazas de los cafés, de los pocos que quedaban abiertos, –con sus bebidas calientes, para calentarse el alma, mientras unos cuantos copos de nieve bajaban por el cielo, posando levemente en el suelo–, y las personas que caminaban solitarias o con sus familias, buscando algo en las pocas tiendas que quedaban abiertas en aquella fría noche de invierno.

«Después de todo, se acerca la navidad ‘dattebayo…», pensó suspirando, haciendo que todo el humo que había quedado en sus pulmones saliera, al mismo tiempo que el rubio, echaba lo poco que quedaba de su cigarrillo al suelo, para después pisarlo con sus botas y seguir su camino.

No era la primera vez que se paseaba por allí, por aquellas calles, en dirección a aquel sitio que debería estar cubierto por la fría y blanca nieve, «...tan blanca como tu piel…pero al contrario de la nieve tu cuerpo era tan caliente y reconfortante…», la imagen de las pequeñas y acogedoras casitas, de ventanas cerradas y tejados que empezaban a cubrirse de nieve eran, substituidas por los grandes árboles desnudos cubiertos de nieve. Pero sus ojos empezaban a engañarlo y los pequeños y cada vez más frecuentes copos de nieve que caían del cielo cambian de forma y color, tornándose en pequeños, rosados y débiles pétalos de Sakura que llenaban el verdeante suelo de nuevos colores, los árboles se hicieron mayores y más llenos de vida. Pero el rubio siguió su camino, bajo la sombra de los frondosos árboles, hasta que llegó a un hermoso prado bañado por el sol.

–          Naruto. – escuchó el rubio, era un susurro esperanzado que le había traído el viento, y sus ojos vieron como de entre las flores se levantaba un pequeño y sensual cuerpo, y como unos ojos color chocolate, se posaban sobre su persona. – ¿Eres tú, Naruto?

El ojiazul sonríe encantado, asintiendo con la cabeza, mientras el oji chocolate lo miraba con las mejillas ligeramente sonrojadas.

–          Sí, soy yo Haku.

Respondió Naruto, acercándose al otro, se acostó a su lado. El de ojos castaños se recostó en su pecho, con su mentón apoyado en su mano, que se encontraba sobre el corazón del rubio, con sus ojos conectados con los pedazos de cielo del ojiazul. Quien seguía examinando el precioso rostro de su primero amor. Viendo como la larga cascada de lisos mechones negros molduraban el perfecto rostro de muñeca de porcelana que tenía el otro.

Sus bocas no pudieron estar apartadas un momento más y por eso –acudiendo al deseo de ambos– Naruto sello  sus labios con la boca del joven pelinegro en un suave y dulce contacto que fue profundizado con el pasar de los siempre cortos segundos para ambos amantes, que descansaban bajo los glorioso rayos de sol, sintiendo como sus almas eran bañadas en una intensa y sobre natural paz, ambos  rogaban que aquel momento fuera eterno.

Peros sus rezos no fueron escuchados y sus labios fueron abruptamente apartados, mientras Naruto sentía como le arrebatan a su amante de sus brazos, reconoció aquella vos –que podría ser fácilmente confundida con la de una bestia– reclamar e gruñir enojada al mismo tiempo que los gritos –cada vez más distantes y lejanos– eran proferidos por la boca que había estado ocupada besando la suya.

 –          ¡HAKU!

Gritó Naruto entrando en desespero, sintiendo como la luz del sol era tan intensa que le quemaba los ojos, impidiéndole mantenerlos abiertos. Mientras  escuchaba como unos pesados pasos aplastaban plantas, palos e insectos contra el suelo, al mismo tiempo que se distanciaban de él rápidamente, llevándose consigo la tierna voz de Haku, que desgarraba su garganta antes que un monstruoso sonido de un gatillo siendo apretado acabar con todo.

Un pulsante silencio hiso que un zumbido molestara los sensibilizados oídos de Naruto, que los agudizaba al máximo para tratar de escuchar de nuevo la voz de Haku, pero lo único sonido que afloró en aquel sitió fue el retrasado ruido de las aves escapando asustadas por los sonidos antes a presentados. Y ante tal cosa Naruto entendió que no habían sido las aves, las que se retrasaron –pues el sonido de la bala perforando la tierna carne de su amante aun resonaba entre los frondosos árboles de aquel sitio–, había sido su cerebro que había adelantado los acontecimientos, para después parar  en el tiempo, haciendo que la expectación del doloroso final fuera aun mayor y con eso haciendo que el lacerante dolor que rompió contra su pecho fuera mil veces mayor, pues fue vivido dos veces, con dos intensidades contrariamente iguales.

Naruto gritó. Gritó por el profundo dolor que sentía, pero sus gritos no fueron escuchados por nadie, pues se encontraba completamente solo de nuevo. Pero mientras gritaba trataba de mover su cuerpo, sin embargo este no se movía y el rubio se preguntó ¿Por qué?, para después sentir como algo apretaba sus muñecas y sus tobillos con fuerza, mientras espinas se clavaban en su piel, haciéndolo sangrar con abundancia, al mismo tiempo que sus miembros eran abiertos, dejándolo completamente desprotegido. Aunque eso no le importaba al oji azul, que solo aclamaba por su pelinegro amante.

–          No, Haku…No me dejes de nuevo…–pidió con voz lastimera, sintiendo como su corazón latía cada vez más lento, hasta que paró por completo. Y en ese momento él pudo abrir los ojos, encontrándose con el hermoso rostro de su primero y verdadero amor. –Eres tú…Haku…–susurró con una pequeña, pero deslumbrante sonrisa en los labios, mientras  acariciaba su tersa mejilla.                                                                                                                      

Su habitualmente larga camita por entre los árboles que rodeaban la casa de su fallecida abuela fue aún más larga pues en su local preferido, un pequeño prado bañado por la mística luz de la luna, invadido por una persona que se encontraba acostada en el suelo, parcialmente cubierta por un grueso manto de nieve. 

–          ¡Dios! –profirió el chico preocupado, acercándose al desfallecido cuerpo, arrodillándose a su lado, para después empezar a cavar en la nieve. Hasta que descubrió por completo aquel fuerte cuerpo.

–          Que no esté muerto por favor.

Las manos del chico se posaron sobre el rostro del otro chico, apartándole unos rubios mechones de su cara, sintiendo la fría piel bajo sus manos. » ¿Estará muerto?«, se preguntó asustado, acercando su rostro al del rubio, haciendo que los largos mechones negros cayeran en cascada sobre el hombre inmóvil, creando una negra cortina que protegía ambas caras del helado viento. Al acercar su rostro pudo sentir un débil exhalar chocar contra su mejilla y eso hiso que una sonrisa aflorar sus rosados labios.

–          Estás vivo…–susurró sintiendo una inmensa, desconocida y misteriosa felicidad naciendo en su pecho, mientras su mano acariciaba la pálida, pero aun así, morena mejilla del rubio, sintiendo tres líneas bajo las yemas de sus dedos.  Eso lo hiso recordar algo, un recuerdo distante y turbio que más parecía un sueño casi olvidado o tal vez un breve vistazo a una vida pasada. Pero todas sus suposiciones fueron olvidadas con escucho su nombre salir de la boca del rubio, aun postrado en el frio suelo. 

–          No, Haku…No me dejes de nuevo…–escuchó, y eso le pareció raro. ¿Aquel rubio lo conocía?, se preguntó, para luego negar con la cabeza, sonriendo. Si él hubiera visto aquel rubio era obvio que nuca lo olvidaría, pensó, para de seguida sonrojarse. –Eres tú…Haku…–oyó, sintiendo como una mano acariciaba su mejilla, haciendo que sus ojos se posaran en los azules del rubio. 

–          ¿Cómo sabes mi nombre? –preguntó curioso, posando su mano sobre la del rubio instintivamente, sintiendo como esta estaba preocupantemente helada. 

Pero Naruto no respondió, Haku simplemente sonrió mientras sus ojos se cerraban lentamente. Haciendo que el otro se preocupara sin saber él porque, Comenzó a darle suaves golpecitos en las mejillas, tratando de despertarlo, pero no recibió reacción alguna, lo que hizo que el menor se preocupara aún más y lo alzo, colocando uno de sus fuertes, brazos sobre sus menuditos hombros y lo arrastro al rubio de regreso a casa de su abuela. 

El camino no fue muy largo, ya que el pelinegro tomo un atajo, pero fue difícil pues el rubio debería medir unos diez centímetros y pesar más unos quince kilos más que él. Pero aun así él no paró ni desistió una única vez, llevando apenas diez minutos para regresar a la casa de su abuela, una linda casa con apenas un piso, revestida en madera, que ahora se encontraba cubierta de nieve.  Entro en ella y recostó al rubio en el grande sofá de su salón, lleno la hoguera de madera seca y la encendió, dejando que el calor el fuego calentara todo el despacio, mientras él iba a su ropero por unos cobertores, los cuales posó sobre el rubio, arropándolo cómodamente sobre el sofá.  Recordó que la ropa del rubio debería estar mojada, así que tomo aire y el valor suficiente antes de desarroparlo y empezar a desnudarlo, bajo las sensuales llamas del fuego. 

Primero lo sentó en el sofá, apoyando la cabeza del rubio en su hombro mientras le saca su abrigo, viendo como el jersey naranja de cuello alto estaba empapado. 

–          ¡Por dios! 

Soltó el pelinegro, mientras le quitaba rápidamente el jersey, para después apoyar la sudada y caliente espalda en el respaldo del sofá, haciendo que la cabeza del rubio se echara atrás apoyándose también en el respaldo. Haku no pudo evitar pasar sus ojos chocolate de forma lenta y perezosa por el musculoso torso del rubio, viendo como unas gotas de sudor se deslizaban lentamente por el dorado y caliente pecho, brillando bajo las rojas luces de las llamas. Y él, Haku, tuvo unas ganas casi animales de lamerlas atrevidamente, pero palmeó su mejilla despabilándose rápidamente, desvió la mirada del pecho del rubio y se enfocó en las botas de este para después sacarlas y colocarlas a un lado.  Pero ahora venía lo peor, pasó por la cabeza de Haku como un rayo, haciendo que su mirada deslizara por las piernas del rubio para después se posar sobre el bulto que había entre sus piernas. 

Él tuvo que volver a golpearse la cara, pero ahora con las dos manos, mientras cerraba los ojos con fuerza, para después abrirle los pantalones y bajarlos rápidamente, eso sin abrir los ojos, y en seguida tomo toda la ropa del rubio y se fue de allí para ponerla en la lavadora, paso por la cocina por un barreño de agua templada, y regresar al salón encontrando el rubio en la misma posición, únicamente vestido con un pequeño bóxer que no cubría mucho. 

–          N-No es para tanto…–susurró el pelinegro tratando de calmarse–…solo estoy cuidando de alguien enfermo.

Después de decirse eso, el pelilargo cortó la distancia que había entre él y el rubio, posándose de rodillas entre las piernas de este, y  empezó a pasar un pañuelo húmedo por el dorado y fuerte pecho del otro, limpiándole las traviesas gotas de sudor, mientras su mente se llenaba de sensuales imágenes de él mismo sentando sobre aquellas fuertes piernas, abrazando aquel dorado cuello con sus brazos, mientras sus manos se entraban en aquellos rubios pezones, al mismo tiempo que su lengua luchaba con la de aquel blondo. Y con esos sucios pensamientos consiguiendo que su cuerpo se calentara y haciendo que su pene se endureciera al punto que le dolía tener los pantalones. Pero aun así no dejó su tarea y siguió limpiando el sudor del ojiazul, después lo recostó boca arriba en el sofá y lo cubrió con las cubiertas y le coloco otro pañuelo húmedo sobre la frente, para tratar bajarle la fiebre, regreso a la cocina preparar algo de comer.

Cuando abrió sus ojos, lo primero que vio borrosamente fue un techo de madera negro, que le parecía tremendamente cerca de su rostro, y que si se levantara probablemente golpearía su rubia cabecita en el techo. Pero aun así se sentó sobre la molida superficie donde se encontraba sentado, viendo que sus suposiciones eran erradas y que el techo se encontraba a una distancia prudente de su cabeza, aunque al posar sus ojos, sobre una pared pintada de beige con una grande chimenea de piedra que se encontraba encendida y cuyas llamas iluminaban todo el espacio que bajo sus ojos  azules se sentían tambaleante e inestable, pero no lo suficiente como para caer. Se dejó caer sintiendo como su piernas no aguantaba más  el peso de su cuerpo, sintiendo como su espalda desnuda posaba sobre lo que parecía una cubierta de pelo –y la sensación era extremamente relajante–, mientras sus ojos se cerraban lentamente.

–          Dios…me duele la cabeza dattebayo.

Murmuró el rubio, masajeando su frente, para después abrir sus ojos de nuevo, pero sus parparos estaban demasiado pesados. Y por eso se quedó quieto, escuchando los ruidos de la madera estallando, deshaciéndose por las llamas, oliendo el olor del fuego y de algo más que olía extremamente rico y que hiso que su estómago rugiera como una bestia herida.

–          ¡Ramen!

Dijo para sí mismo, abriendo los ojos de golpe, para después levantarse de un salto, haciendo que las cubiertas que cubrían su cuerpo se enrolaran en sus pies, haciéndolo tropezar, antes de caer sobre el suelo, haciendo que el ruido resonara por la casa, y con eso, alarmo al pelinegro. Quien dejó la cocina, para correr en dirección al grande salón –rezando para que nada malo hubiera pasado al rubio–, para después encontrarlo sentando en el suelo, sobando su nariz.

Naruto –quien sobaba la nariz adolorido–, escuchó como alguien empezaba reír, y unos pasos acercarse lentamente a él ,y luego sintió una mano posándose sobre su hombro, al mismo tiempo que él alzaba su azul mirada pronto para reclamarle al otro, por encontrar burlándose de su persona. Pero se calló, y quedó allí sentando en el suelo, con el calor de la chimenea quemándole la espalda y con los ojos fijamente postrados sobre el hermoso rostro del ángel que reía quedadamente, con ligeras y pequeñas lágrimas deslizando por sus suaves mejillas.

–          ¿E-Estás bien? –escuchó entre suaves carcajadas, viendo hipnotizado como los rosados labios del pelinegro se movían.

 

–          Si.

El pelinegro se alegró de que el rubio se encontrara mejor, pero se dislocó un poco, al ver como esto lo miraba tan fijamente, y más al sentir como este posaba una mano sobre su mejilla y empezaba a acariciarla como si él se fuera romper en cualquier momento. «Sus manos, son tan cálidas.», pensó el pelinegro, sintiendo como se ahogaba en aquellos pedazos de cielo acunado por el calor de aquellas manos, cuyos dedos ahora se paseaban sobre sus labios, haciendo que su boca abriera instintivamente.

–          ¡Eres tu Haku! –afirmó Naruto, al ver la reacción del pelinegro, para después abrazarlo contra su pecho. – ¡Eres tú!

La alegría del blondo era obvia y desconcertó el pelinegro, que no entendía lo que pasaba allí, pero aun sin entenderlo no se deshizo del cómodo y reconfortante abrazo del rubio, que le calentaba el alma y calmaba su solitario corazón. Aunque una parte de si, le decía que no era buena  idea dejarse hacer de aquella manera por un desconocido, pero por otro lado, algo le decía que el ojiazul no le era desconocido. Le decía que era alguien extremamente importante para su existencia, y que él –Haku–, también era importante para Naruto.

–          ¿Cómo sabes mi nombre? –cuestionó curioso, apartándose un poco –la distancia que los fuertes brazos de Naruto permitían–, para poder ver el rostro del blondo. 

–          Soy Naruto ‘dettebayo. ¿No me recuerdas?

Aquel nombre, aquellos ojos y aquel tono dolido hizo que la mente de Haku hiciera un clic, imágenes de una vida pasada pasaron frente a sus ojos.

Caminaba lentamente, sintiendo la caliente y reconfortante brisa de primavera jugar con mi pelo, mientras yo me concentra en sentir los deliciosos rayos de sol penetrar entre las hojas de los árboles para acariciar mi rostro, al tiempo que mi nariz se centraba en sentir el delicioso olor de las flores y frutos que se mezclaban juntamente con los tiernos ruidos de los animales, que habitaban en las hermosas tierras de mi abuela. Sabía exactamente donde mis pies me llevaban casi mecánicamente. A mi lugar preferido, pero algo no estaba bien. Mi corazón latía cada vez más rápido a cada pasó que daba. Y de repente una luz me cegó e hizo que yo alzara una mano, sobre mis ojos, para que los pudiera abrirlos un poco y verlo. Verlo a él con su pelo tan dorado como él solo, con aquella sonrisa más brillante que el astro solar.

–          ¡Te extrañe tanto ‘dattebayo!afirmó, sonriendo más anchamente, para después abrazarme fuertemente, y robarme el aliento con un beso que me desconectó de la realidad.

Sus labios eran suaves y calientes y me quitaban la razón, haciéndome flotar en el air. Y por eso tuve el impulso de aferrarme a su espalda, con miedo de que algo me apartara de aquel rubio.

–          Yo igual Naruto.dije jadeando, así que corté el beso, para poder mirar aquellos bellos pedazos de cielo, que me veían con tanto amor.

Afuera de la mente de Haku, Naruto lo llamaba, moviéndolo un poco, mientras lo vía con preocupado ya que los hermosos posos de chocolate del pelinegro se veían vacíos y nostálgicos. Haciendo que el rubio entrara en pánico y empezar a zarandearlo.

–          ¡Haku! No me dejes de nuevo ‘dattebayo… ¡HAKU! 

Y al escuchar tales gritos, venidos de la boca del rubio que se encontraba fuera sus sueños, el pelilargo volvió a la realidad, sin poder olvidar las lágrimas de aquel otro blondo, que viva en su mente y lo miraba con un dolor punzante, mientras lo vía desaparecer. Y esa mira hiso que la angustia naciera en su pecho. Sentimiento que no disminuyó al ver la mirada del verdadero rubio, que lo acunaba en sus brazos.

–          Naruto. –susurró bajito, alzando su mano, para acariciar el rostro del ojiazul y secar las lágrimas que bajaban por aquellas morenas mejillas.

 

–          No me dejes de nuevo Haku. No de nuevo.

Aquellos sollozos llegaron a lo más profundo del pelinegro, que aún no entendía todo, pero sabía que él y Naruto estaban conectados.

Los minutos pasaron y ellos mantuvieron  allí en el salón, sentados sobre la blanca alfombra de pelo, sintiendo la caliente, reconfortante y sensual aura que los rodeaba y que los hacía tener más consciencia de su cuerpo y de su sexualidad, que para el pelinegro estuvo completamente dormida, hasta que sintió los labios de Naruto deslizarse por su cuello, mientras aquellas calientes manos se deslizaban por su espalda, masajeándola y acariciándola, haciendo que su cuerpo respingara quedamente.

–          Naruto-kun, ¿Q-Qué haces? –cuestión quietecito, recibiendo una sensual sonrisa

–           por parte del rubio, que lo miro como un predador a su presa. 

–          Algo que te encantara.

Y sin más que decir, el rubio se deshizo del jersey del menor, obligándolo a alzar los brazos, lo recostó sobre la suave alfombra y en esa posición comenzó a besarle el pecho, hasta llegar a su pezón derecho, el cual atrapó con sus labios, mientras sus  manos ardientes –por la fiebre, ya que la piel del rubio es naturalmente caliente y con la fiebre queda mucho más– deslizaban por el vientre del menor, hasta llegar a la cinturón de sus vaqueros.

Haku por su parte se mordía el labio inferior, callando los vergonzosos gemidos que amenazaban salir de su boca, mientras apretaba el pelo de la alfombra sobre su cabeza, sintiendo como millares de corrientes eléctricas viajaban por su piel, haciéndola erizarse como nunca.

–          No te calles. –dijo Naruto, dejando el pezón, por un rato, para atacar la boca del pelinegro, haciéndolo gemir contra sus labios y con eso consiguiendo que Haku dejara de torturar su inflado y rojo labio. 

–          Quiero escuchar tu hermosa voz ‘dattebayo.

El blanco rostro del chico de ojos de chocolate quedo rojo pasión, bajó los calientes mares azules del rubio, que temblaban de deseo por la hermosa vista que tenia de su amante, y el pelinegro casi pudo ver una tempestad de pasión y lujuria surcando aquellos ojos, para después verse obligado a cerrar los ojos y arquear la espalda mientras de su boca salía un coro de “Oh dios, oh dios, oh dios”, pues aquel rubio atrevido se había atrevido a meter una de sus grandes y calientes manos bajo sus vaqueros y acariciar su más que despierta erección.

–          N-No Naruto es…pera. – pidió de lo más avergonzado, para después sentir como el rubio le bajaba los vaqueros juntamente con el bóxer, dejándolo completamente desnudo. 

–          No puedo, ya esperé demasiado ‘dattebayo.

La mirada dolida que Naruto le dedicó a Haku fue lo suficiente, para dejar al pelinegro sin más defensas u objeciones al acto de amor que se avecinaba y que caería por completo sobre el delicioso cuerpo del pelilargo. Que tomó el rostro del rubio con sus manos, para después pujarlo  y acercarlo al ruyo, para poder celar sus labios con los de ojos azules, en un beso dulce y lleno del amor, que había estado enterrado en su corazón.

Naruto se sorprendió por el beso sorpresivo, aunque la sorpresa fue rápidamente substituida y con eso haciendo que Naruto correspondiera fieramente al beso, acariciando las tersas piernas de su amante, meneando su cadera contra la de este, consiguiendo que este gimiera dentro del beso.

Los besos y las caricias se hicieron cada vez más atrevidos. Y cuando Haku menos lo esperó tenia a Naruto entre sus piernas, lamiéndole su excitadísima hombría, lamiéndola de la base a la punta, mientras le acariciaba el tronco una mano y las bolas con la otra. Dándole al menor, un placer sublime y casi del otro mundo. Un placer tan grande que hiso que el delicado y sensual cuerpo de Haku, se arqueara, erizara y convulsionar de placer, para por fin explotar en un fabuloso orgasmo. Mientras Naruto saboreaba la deliciosa semilla del pelinegro, maravillándose con sabor.

–          Eres delicioso.

Elogiaba Naruto, mirando embelesado el jadeante y sonrojado rostro de Haku, haciéndolo quedarse aún más avergonzado.

–          No digas esas cosas Naruto-kun. 

–          ¿Por qué? – inquirió el rubio. – Solo diga la verdad.

El moreno vio como el de ojos azules, lo miraba, nuevamente, con aquella mirada de depredador, devorándolo con aquellos pedacitos de cielo, que iba desapareciendo entre sus piernas a la medida que podría sentir la caliente respiración del rubio acercándose a su entrada, para después soltar suspiro, haciendo que su cuerpo sobre estimulado se arquear, mientras su entrada se cerraba fuertemente.  Y Naruto no pudo evitar el impulso de relamer los labios, para después pasar la lengua sobre aquella entradita, haciéndola cera fuertemente de nuevo, mientras un caliente y ahogado gemido salía de la garganta del menor.

–          No-oh Na…ruto-kun. No ha-gas ¡ESO! – pidió Haku, en vano. Pues a la menor oportunidad el rubio penetró aquella húmeda, estrecha y caliente cavidad con su lengua.

Un coro de gemidos salió de la boquita del pelinegro, mientras su cuerpo se agitaba casi violentamente, a la medida que su sangre hervía en sus venas. Y todo eso por las deliciosas atenciones que el rubio le regalaba con amor, mientras lo miraba fijamente, maravillándose con las tiernas y dulces reacciones de su amante.

Pasaron los minutos, y Naruto ya tenía tres dedos en la rica entrada de Haku, haciéndolo jadear y gemir de placer, pues aquellos dígitos le masajeaban la próstata sin parar, sin dejar que el pelinegro tomara un respiro en el medio de tanto placer.

–          Na-Naruto…Ahh…m-me correré de, de nuevo s-si sigues a-así.

Decía Haku, entre ahogados gemidos que salían desvergonzadamente de su boca, mientras cerraba sus piernas alrededor del cuello de Naruto. Quien volvió a traga con gula la erección de su amante, que se restregaba contra sus golosos labios, haciendo que Haku se corriera fructuosamente en su boca, nuevamente, dejando al hermoso cuerpo del pelilargo agotado sobre aquella blanca alfombra.

–          Naruto-kun yo…– inició el menor, apenado. Pero fue interrumpido por los labios de Naruto, que callaron los suyos, mientras los fuertes brazos del rubio lo alzaban, para lo acostar, de seguida, en el sofá, donde ambos se encontrarían más cómodos para lo siguiente.

–          Relájate Haku.

Pedía el rubio amablemente, abriéndole las piernas, para después posarse entre ellas, abrazando el cuerpo del menor suavemente, mientras lo penetraba muy lentamente, disfrutando de la increíble estreches del de ojos de chocolate. Quien se aferró a la espalda de Naruto arqueando la suya, volviéndose loco de placer, por todas aquellas sensaciones.

Sentí como mi cuerpo atingía mi limite, a la medida que Naruto-kun entraba lentamente en mi interior. Era tan bueno, tan delicioso. Aquella mescla de dolor con placer, hacia mi mente y mi cuerpo delirar entre tantas sensaciones, hasta al punto que tenía que enterrar mis uñas en la espalda de Naruto-kun, para mantenerme aferrado a algo que perteneciera al mundo real, ya que mi mente se encontraba en el limbo, entre la realidad y un mundo de los sueños. Sueños esos que ahora eran dominados por el mismo rubio. Un rubio que también me hacía el amor, pasionalmente, mientras me regalaba palabras y gestos que mostraban profundo amor, al igual que el rubio de mi mundo real.

Naruto siguió embistiendo la cavidad el pelinegro, sintiéndolo gemir y jadear su nombre contra sus orejas, mientras le arañaba su espalda, haciendo que el dolor y el amor –que escuchaba en la voz del pelinegro, siempre que este repetía su nombre–, ampliara el majestoso placer que sentía y que terminó en un devastador orgasmo por parte de los dos amantes, que gritaron el nombre del otro, sintiéndose más felices y completos que nunca.

–          ¿Haku? – llamó Naruto, viendo como su amante se dormía, exhausto por lo que había acontecido. 

–          ¿Mn? – respondió este, abriendo los ojos adormilados. 

–          ¿Qué pasó aquel día ‘dattebayo? 

–          ¿Qué día? 

–          El ultimo día…

Haku miraba confuso a los profundos posos de Naruto, viendo como el otro Naruto, uno más aniñado y lloroso, lo miraba del otro lado, llevando de nuevo al pelinegro a aquel mundo de sueños donde pudo ver como un grande hombre –que pudo reconocer como su padrino–, arrebatándolo de los brazos de Naruto, abruptamente, para después darle una fuerte patada en el vientre del rubio, dejándolo casi inconsciente, mientras lo cargaba sobre su hombro –como un saco de papas–, y llevarlo de allí, al tiempo que su yo más joven luchaba por soltarse del agarre del grande hombre, y de que su yo verdadero
trataba de moverse y hacer algo por aquellos dos. Pero su cuerpo no se movió, hasta que después se vio entre las arboles del bosque que conoce mejor que la palma de su mano, viendo como frente a su padrino –que aún lo cargaba– estaban tres hombres, un bajo y gordito  acompañado de dos que parecían ser gemelos.

–          ¿Qué haces aquí Gato? – preguntó mi padrino, bajándome, para que después yo –o mejor dicho mi “antiguo” yo– se escondiera detrás de su espalda, ya que aquel hombre tan chico lo miraba como si él se tratara de un naco de carne. Y yo, que veía todo aquello entre los arboles no pude evitar estremecerme nuevamente. 

–          Pues Zabuza, vine por lo que es mío. Pero puedes olvidar el dinero y darme eso que tienes detrás de ti.

Ante tal afirmación, y bajo aquella miraba tan repúgnate que aquellos tres hombres me mandaron, mi otro yo se estremeció nuevamente y yo pude sentir el miedo y el asco correr mis columna.

–          No hay nada que olvidar Gato, yo tengo tu dinero aquí conmigo. 

–          Pero ya no quiero tu dinero. – dijo aquel hombre haciendo una señal a los dos hombres que sacaron unas armas y las apuntaron. – Quiero esa preciosidad que se esconde detrás de ti.

Decía, acercándose a mi padrino, mientras los otros le seguían como perros falderos, para que cuando estuviera lo suficientemente cerca, pujara la mano de mi otro yo, apartándolo de mi padrino, para  pegar a su cuerpo y empezar a olerle su cuello. Haciendo que mi padrino, un hombre, fuerte y de por si asustador; ahora se encontraba completamente aterrador, pues su mirada enfurecida acompañada de su cuerpo tenso lo hacían ver como un demonio.

–          Quita tus manos sobre mi ahijado ahora. –su voz sonó tan fría como él hielo y el pequeño hombre se estremeció, al igual que los otros dos, pero no soltó a mi otro yo. 

–          ¿Por qué? Espera, ¿dijiste ahijado? Ella es un chico. ¡Me engañaste! – echó mi otro yo al suelo, y yo puede sentir la misma dolor que él sintió con la queda. – Es chico es repugnante, pero aun así hay muchos que pagarían un buen dinero por él.

El ambiente estaba cada vez, más pesado y antes que los hombres que se encontraban detrás del vejote notaran, Zabuza, sacó de una navaja que andaba siempre con él y apuñaló el corazón del bajó – haciendo que la blanca camisa de este, y el suelo se mancharan su sangre–, para después dar una patada en la mano del de la derecha, haciéndolo soltar su arma, y luego saltarle encima, mientras el otro hombre trataba de socorrer su jefe.

–          No lo dejes escapar…–dijo lentamente el bajito, aferrándose a la camisa de su subordinado, acercándolo a su rostro, haciendo que el pobre se mareara un poco con el olor a alcohol que tenía su aliento. – Y mata a esa puta que está detrás de ti…él me repugna.  

–          Si jefe.  

Después de eso, el viejo murió en los brazos de su subordinado, que sonrió de forma malvada, acercándose a mi otro yo que miraba a la escena estático, muriéndose de miedo, para después lo tomar bruscamente por la playera, alzándolo, y así lamerle desde la clavícula hasta la mejilla. Consiguiendo que ambos –yo y mi otro yo– estremeciéramos asqueados.   

–          A mi poco me importa que seas chico…-dijo, acariciando mi trasero levemente. –…eres simplemente hermoso y creo que tu entradita será mucho mejor que cualquiera vagina.

Yo me sentí tan asqueado con aquella escena. Era él yo de antiguamente, pero pude sentir su mano sobre mi trasero y su apestoso aliento a alcohol penetrando mis narinas. Y al parecer mi padrino escuchó lo dicho. Pues dejó de patear y golpear al hombre que ya se encontraba más muerto que vivo, para mirar atrás, con su rostro lleno de sangre, y verme en los brazos de aquel apestoso.

–          Suéltalo ahora. –ordenó, levantándose para se nos acercar. Consiguiendo asustar al hombre por unos segundos, pero este rápidamente tomó su arma y se me la apuntó a la cabeza diciendo. 

–          Da más un paso y yo arrepiento con su linda cabecita.

Como es obvio mi padrino paró frente a nosotros, mirando al hombro con odio, odio tan profundo que pensé que sería capaz de matar a aquel impostor con la mirada. Y él al parecer pensó lo mismo por unos segundos, ya que su arma tremió y mi padrino se aprovechó de eso para me arrebatar de sus brazos y tirarme lejos, haciéndome golpear la cabeza en una piedra, mientras él fue baleado en el pecho, a la vez que le espetaba su navaja en el cuello del hombre. Muriendo los dos en ese preciso momento.

Naruto vio con desespero, como el pelinegro se perdía en su mente, mientras lloraba amargadamente por la muerte de su padrino. Su abuela nunca le había dicho lo que realmente había pasado aquel día. Solo le había dicho que había tenido un accidente de auto en el cual su padrino murió y él se gano una pequeña cicatriz en la cabeza. No le había da pormenores, como por ejemplo, ¿dónde se dirigía?, ¿por qué irían a ese sitio?, se ¿si encontrarían con alguien?, nada. Absolutamente nada. Y por eso el hermoso Haku creció olvidándose de su primero amor, viviendo apartado del mundo a su alrededor.

–          Haku, ¿te sientes bien ‘dattebayo? escuchó Haku, volviendo a la realidad, viendo su reflejo en los ojos del rubio.

–          S-Si.contestó secando las lágrimas.Es que, me recordé de algo que me había olvidado. Perdóname por no me acordar de ti todo este tiempo.

Pedía Haku a Naruto, quien apenas lo miró extrañado, para después pedir explicaciones, haciendo que el pelinegro le contara todo lo que se había acordado hace unos minutos.

–          ¿Entonces? cuestionó Haku nervioso, después de contar todo lo que le había pasado, viendo el serio rostro de Naruto.¿No me crees Naruto-kun?

El rubio se limitó a darle una dulce, sonrisa, para después besarle. 

–          Claro que si Haku-chan ‘dettebayo. Solo pensaba como podríamos compensarnos todos estos años perdidos.responde abrazándolo. – Y, quería saber si, ¿aceptas casar conmigo? ¡Yo sé que no tengo alianzas ni nada! Pero…

No pudo continuar con su largo monologo, pues Haku se tiró sobre su cuerpo, besándolo con amor, para después gritar un sí, rebosante de amor y alegría. A final, todas las historias que empiezan terminan bien.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer y espero que les haya gustado. :3


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