Capítulo 4
A Sebastian le comenzaba a extrañar ciertas actitudes del joven conde, aunque al parecer éste no lo había notado, estaba subiendo de peso, contradictorio al hecho de que perdía el apetito constantemente. Al mayordomo le pareció que la carga de trabajo se masificaba y sólo podía afectar la salud del noble.
Como todas las mañanas, sirvió el desayuno en bandeja de plata para despertar a su amo.
Al abrir las pesadas cortinas la luz se filtro por los cristales iluminando un pacífico rostro de largas pestañas. Encandilado, Ciel abrió sus parpados, observando la imponente figura del mayor.
-Buen día Bochan-se acerco con parsimonia a la cama, Ciel esbozó una sonrisa juguetona al ver como el demonio hundió una rodilla en el colchón para inclinarse y depositar un beso en sus labios. El menor tuvo la intensión de profundizar el beso, sin embargo, un peso que rodeaba su abdomen bajo las sábanas se lo impidió. Un pequeño sobresalto por parte del menor sorprendió al mayordomo, éste lo vio fijamente con extrañeza e inmediatamente se quito las mantas que le cubrían, con cierto temor.
Lo que descubrió realmente lo sorprendió, a la vez que lo conmovió. Vincent reposaba su pequeña cabecita en el pecho de Ciel, mientras con su brazo y pierna rodeaba el menudo cuerpo de su papá.
-¡oh!, mira a quién tenemos aquí-dibujo una sonrisa, a diferencia del mayor, desconcertado, al no haber notado la presencia de su hijo.
Al sentir el movimiento, el plácido sueño del niño se vio interrumpido, entonces sus ojos de un color azul más oscuro que el de su papá se abrieron perezosamente, vislumbrando la figura de ambos progenitores.
-Buenos días cariño.
-Buenos días papá-observo el lugar-¿eh? ¿Me trajiste a tu cuarto? –ambos mayores se vieron de reojo.
-Vincent pero si viniste tú solo –respondió Sebastian.
-¡Ay no importa!. Sebastian, trae el desayuno. Hoy parece que será un día especial.
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Vincent Michaelis Phantonhive es un niño que se siente orgulloso de decir que es sumamente consentido por su papá, a pesar del arduo tabajo del dueño de las compañías Funtom, Ciel Phantomhive siempre tiene tiempo para su querido hijo, sino, pues se las ingenia. Hoy es uno de esos que el trabajo ni queriéndolo, le permitiría compartir tiempo de calidad con su tesoro, en cambio, le permite a éste pasar tiempo en su despacho.
Mientras Ciel trabaja en el enorme escritorio de caoba, Vincent hace tareas en una mesa. Sebastian trae el té o cualquier otra cosa que puedan necesitar, así ha sido siempre, una eterna relación de amo/sirviente. El pequeño piensa entonces, que tal vez le gustaría saber más de ellos, después de todo, lo que vio cuando estaban en el lago es un indicio de algo más.
Esa misma semana, planeo una coartada. Sin que sus pares lo notaran, se escondió bajo uno de los muebles que se encontraban en el despacho del joven conde, quería saber que tan diferente podría ser el trato de ambos sin su presencia.
Pobre Vincent Phantomhive. Lo que descubrió a continuación, sólo logró despertar en él una curiosidad desenfrenada.
Continuará