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Satania por Konosuke

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Notas del capitulo:

Mil y un años despues, aquí estamos. No tengo excusas. Simpemente me quedé sin vida social, me volví un "adulto responsable" y eso implica el tener que apartarse de muchas cosas.

Pero volvimos, como Alf en los tazos de los Simpson, como las agruras todas las noches.

I'm back bitches! y con mas dolor para esta historia.

Por un breve momento creyó que al fin las cadenas que lo ataban desaparecerían. Un fino hilo plateado de esperanza se vislumbraba en su horizonte tras saber que Potter había hecho desparecer al lord. Pero sólo era una ilusión, una muy breve y desgastante. Su semblante se resquebrajó al ver en el horizonte a una sombra imponente cubriéndose con un manto raído, seguido del ejército de mortífagos. La batalla fue cruel y sangrienta, demasiados murieron y todos ellos con el mismo gesto retorcido de dolor, de frustración al ver al otrora Gryffindor atacándoles con una sonrisa siniestra. Sabía que después de aquello, existía una resistencia que poco podía hacer y la moral estaba por los suelos. La sangre sucia la lideraba por lo que alcanzó a oír. Lloró como nunca, mordiendo sus labios hasta que finos hilos de sangre corrían por la seda de su piel. Se limpió con la manga de su camisa desarreglada. Quería mandar todo a la mierda, perderse en la locura que la desesperación es capaz de lograr. “Siempre has sido así, Potter. Nunca dejas de ser tan idiota…” pensó. Un empujón detrás suyo le recordó que debía subir las escaleras.

La fría piedra, opacada y desgastada por el tiempo y la mortecina luz colándose a través de las gruesas rejas que protegían las altas ventanas, hacían que el lugar lejos de parecer una mansión, luciera como una mazmorra. Caminó a lo largo de un amplio pasillo hasta llegar a la entrada de una habitación que le produjo un escalofrío glacial, seguido de un mudo gimoteo al pensar en lo que le aguardaba. Envuelto en una túnica escarlata, aquel par de viperinos ojos esmeralda se mantenían vigilantes hacia el exterior. Antes la luz del sol le parecía repugnante a Voldemort, pero ahora que el cuerpo y mente eran de Harry, y su corazón estaba manchado de ese negro alquitrán, le era tan… indiferente. Ya Bellatrix le había advertido en su peculiar forma que debía tener cuidado, ya solo contaba con un horcrux, Nagini, y el resto era el cuerpo mortal del que ahora disponía. Pero poco le importo con el extra de la fuerte magia que residía en el adolescente. Además, su oscura alma no era precisamente la de Marvolo. Pero no iba a decir eso, aquella insana mujer le servía de mucho aún. Lo que sin duda no despreciaba, eran aquellos pasos delicados que se detuvieron a su espalda y conocía a la perfección.

—Me encanta que seas tan obediente al ser llamado, Malfoy.

— ¿Qué puedo hacer por usted mi señor? — Draco lo reverenció con rodilla en piso.

—Oh que asco ¡No! — le respondió con un gesto de desagrado- ya te dije incontables veces que no me llames así. Usa mi nombre, al menos mi apellido, como aquel tiempo en el que te burlabas de mi.

—P-pero no puedo, no debo, es mi deber por respeto a usted mi señ…— una patada considerablemente fuerte en el rostro, arrojó al piso al chico de tez albina por su osadía. El frio pie descalzo de su amo comenzó a presionar sobre su pecho.

—No era un consejo, hurón estúpido.

—¡¡Perdone mi insolencia mi… Harry!!

—Ohh…— exclamó el niño que vivió con un brillo pálido en los ojos- repite las dos últimas palabras.

—… ¿Mi Harry?

—¡Hahahaha por favor, si pudieras ver lo patético que luces! Pero me parece perfecto. Así me llamaras. Le daré tus saludos a Narcisa.

La sola mención del nombre lo dejo congelado en el acto. Su madre hecha cautiva… ¡Ojala no fuera objeto de tortura! Pero sabía que eso era tan poco probable ¡Por favor, que no le hayan hecho algo irreparable o terrible! otra patada lo sacudió de su aturdimiento.

—Repítelo cual mantra: Seré la fiel mascota de mi Harry.

—¡Por Dios, mi señor!

—¡Tu Dios y una mierda! — la amenaza de una imperdonable era tangible en el aire.

—S-seré la fiel…—sollozó—la fiel… gh… perra de mi… Harry.

—Perfecto— le extendió de vuelta su pie, pero ahora con absoluta calma, mientras pasaba un cordón de seda que pertenecía a la alcoba por el cuello, estrechando lentamente, pero con fuerza firme y continua— comienza lamiendo los dedos.

Los gritos de su hijo, probablemente siendo ultrajado llegaron a oídos de Lucius, quien trataba de tomar una poción calmante. Sin poderse contener arrojo el envase a la pared, haciendo que esquirlas de cristal salieran disparadas por doquier. Su pesar era desgarrador, y el dolor de su espíritu le era más fuerte que el de los grilletes que hace días le habían levantado la piel en sus manos y piernas. Prisionero en su propia casa. La fuerza de su propia caída y ahora cuclillas, logró que sus heridas volvieran a abrirse. Sangre fresca para el hambre de la lúgubre mansión Malfoy.

Hogwarts se había vuelto por decirlo de alguna manera, el último bastión de la comunidad mágica. Aunque las muertes se extendían hasta el mundo muggle, pudieron ser disfrazadas milagrosamente por obra y esfuerzo de aquellos que sobrevivieron a la fatídica noche. Pero eso no significaba que el asunto haya sido controlado o por lo menos desviado. Se debía a la cruel ironía que el sadismo del nuevo señor oscuro permitía. No había prisa en destruir al mundo. Torturar a las personas con funesta calma, era más redituable para el crecido morbo de sus seguidores. ¿Qué prisa tenían?

-∞-

 

Desde la torre la vista es sumamente amplia, lo cual permite su vigilancia constante. Los tres hechizos primordiales, fianto duri, protego máxima, y repello inimicum, han sido constantemente utilizados para abastecer la defensa impenetrable de la anteriormente, Escuela de Magia y Hechicería Hogwarts. El mantenerlo es la prioridad numero uno y su caída marcaria el fin inminente ante los cientos de esbirros y dementores que sobrevuelan el área buscando la mínima oportunidad para esparcir el deseo de muerte de su Lord.

—Debes descansar, llevas haciendo guardia una semana completa— Neville Longbottom emergía de la escalera de caracol que daba a aquel lugar.

—Es mi responsabilidad terminar con todo esto— Hermione se hallaba en un estado deplorable: su piel pálida, su figura delgada, ojos hinchados y labios resquebrajados daban cuenta de las noches en velo y los días en pena que llevaba.

—No puedes terminar nada en esa condición anda, ve come y date un baño, hueles a leche de tejón— Aquel pequeño chiste buscaba animarla. Alguien tenía que levantar al menos un poco los escasos ánimos que quedaban. Y para aquel chico, el trágico suceso fue el comienzo de una maduración acelerada en su personalidad. A su costado, lo acompañaba fiel la espada de Godric Gryffindor, resplandeciente y cubierta en el filo por su vaina. Lo había reconocido como su legitimo portador y ahora no desaparecía en ningún momento. Podría parecer una señal de esperanza, pero para ellos también era funesta. Que una espada como esa no volviera a sus confines mágicos era evidencia de que sentía que lo peor apenas estaba por gestarse.

—Mi niña, acompáñame te preparé un baño caliente— La profesora McGonagall abrazó a la última del famoso trio. La tomó del brazo y caminando juntas, fueron al lugar que Filch y la señora Sprout habían dispuesto para ella.

La escena se repetía como mantra en su memoria: Ron cayendo, Harry gritando y Hagrid corriendo como nunca antes lo había hecho. La batalla en el castillo estaba próxima a su punto culminante y repentinamente, nada. Las huestes de Voldemort se replegaron y emprendieron una carrera hacia el bosque. No era para menos, lo que había hecho Harry marcaba un total cambio en sus planes y debían coordinarse nuevamente. Eso les dio suficiente tiempo para levantar un nuevo escudo y atender a sus heridos. Esperaban lo peor y una nueva oleada del enemigo era tangible. Pero desde aquel momento y hasta el presente, solo eran acechados, vigilados. Conocía bien al que fue su amigo. Sabia que era un tonto impulsivo, pero sin eso, era un naciente estratega que solo Merlín sabría su potencial.

Volvió de sus pensamientos cuando estaba recibiendo la cálida agua lechosa, cortesía de su maestra de Herbología y sus mejores hierbas medicinales. La profesora de Transformaciones la frotaba con cariño y delicadeza, con el amor de una madre. Los ojos humedecidos de Granger se tornaron a ella y únicamente la confianza de ambas fue la que permitió que, por primera vez, lo dijera.

—Maestra yo… yo… nunca le dije a Ron cuanto lo amaba.

Los gimoteos se volvieron sollozos y estos, en abundantes lágrimas.

Minerva, sólo atinó a abrazar su cuello y acariciar su cabello. No tenia palabras para hacer menos penoso el momento. Pero compartía la pena. Y es que ella siempre vio a los tres de una forma especial. Familia. En ocasiones se sentía culpable. Tal vez nunca debió permitir que Dumbledore invitara a su primer año al niño que vivió. Tal vez el trato que le daban los Dursley era el menor de los problemas comparado al infierno que tuvo que sufrir. Tal vez Molly… Oh por Dios, Molly, cuanta pena tenía en su alma aquella pobre mujer. Dos de sus amados hijos cayeron y junto a Hermione, eran parte del equipo principal dedicado a encontrar la forma de terminar de una vez por todas con lo que originó aquel fatídico día.

Unos pasos presurosos y muy conocidos para la experimentada catedrática se dirigían a la puerta. Tocaron tres veces, y a juzgar por la fuerza, era urgente. Dejó a su hábil alumna colocarse su ropa, mientras ella atendía. Bastaron unos segundos para que volviera hecha un remolino de emociones y se vieron rostro a rostro.

—Mi niña, Flitwick, ese bribón -era demasiado raro que fuera algo impropia cuando se refería a un compañero de enseñanza- logró restaurar la sala de los menesteres.

Notas finales:

Deja tu review, me nutre, me alimenta, me purifica, me limpia los chakras.


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