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No pienses en nada por nero

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Notas del fanfic:

¡Gracias por entrar a leer!

 

Los pensamientos que Sasuke escucha están en cursiva, lo notarán cuando lean el primer cap.

Espero les guste.

Soy un chico normal, de una familia normal, estudiando en una escuela normal… una vida normal. Pero lo que me distingue de todas esas cosas normales son dos cualidades muy interesantes con las que nací:

  1. Puedo correr por largo tiempo sin jadear
  2. Puedo leer la mente

La primera no es tan interesante, y la segunda es ridículamente imposible, pero es así. Desde que tengo memoria, he podido escuchar “lo que las personas piensan”, ¿Cómo? No lo sé. ¿Por qué? Tampoco lo sé. Pero a veces suele resultar muy apropiado para relacionarme con la gente, saber lo que les gusta, y hacer buenos amigos, por otra parte, a veces es muy malo. Solía vivir en Tokio, o mejor dicho: sobrevivir, ya que para mí era un delirio salir a la calle y tener que escuchar a todos y cada uno de los pensamientos mal sincronizados de la ciudad más poblada del mundo.

Funciona como una señal de radio, o al menos así puedo compararlo, para que yo pueda escuchar los pensamientos del alguien, necesita estar en mi zona de alcance, que según mis cálculos, serían al menos un metro de distancia. La voz que oigo proveniente de las cabezas de las personas es justo como el ejemplo del ángel malo y el ángel bueno, dicen una cosa y piensan otra totalmente diferente. Aunque gracias a eso he podido alejarme de algunos hipócritas.

Me mudé de Tokio cuando decidí estudiar en una Universidad alejada de la ciudad, donde reinaba el silencio del campo, dándome un respiro y una pausa para mis propios pensamientos. Era una época bastante emocionante para mí, podía mudarme solo, estudiar y hacer una vida tranquila partiendo de allí, pero obviamente mi aventura de escuchar pensamientos estaba empezando.

Decidí estudiar Idiomas en aquella casa de estudios, y durante mi primer día decidí mentalizarme, acordar un lugar muy lejos de gente con pensamientos morbosos o peligrosos y tratar de concentrarme. Y como siempre, no se pudo evitar.

Estaba en mi segunda clase, y no podía soportar los pensamientos de todos allí, era una clase más llena, y perdí mi paciencia. Me levanté despacio y con el permiso del profesor me fui al baño.

Era un baño bastante limpio, y me aliviaba que no estuviera nadie, me acerqué al lavamanos y mojé mi rostro suspirando algo cansado. Cuando fui a buscar algunas toallas de papel del otro lado del baño, escuché un rastro de un pensamiento cerca de los cubículos, estaba a punto de gritar de desesperación, pero algo me asustó.

-Me duele- escuché que decía, por un momento se quedó callado, y luego se alteró en sí mismo – ¿Qué estoy haciendo? Me estoy destruyendo, me estoy quemando, me muero cada vez que lloro, me duele…-

Me detuve por un momento, ¿Qué estaba haciendo ese chico? ¿Qué le dolía tanto? Un montón de pensamientos tristes me asustaron y mordí mis labios. Toda mi vida había lidiado con este absurdo don, ignorando todo lo que las personas pensaban, pero ahora solo tenía oscuridad, aunque la curiosidad me llamaba igual.

Quería decir algo pero me quedé parado allí, no quería perder la sintonía.

- ¿Puedo escapar? Yo no quiero, no quiero ser miserable, voy a consumirme, mi alma será vieja, nadie me amará-

Me conmovió, esta sensación de absoluta depresión es horrible, algo que no encuentro dentro de su mente lo volvió una persona frágil.

Antes de que yo pudiera reaccionar, la puerta delante de mí se abrió despacio, y del cubículo salió un chico de cabello amarillo, sus ojos estaban cansados y tenía una piel muy pálida.

-¿Quién eres?- escuché, me detuve antes de contestar sin pensar, ya que él no había dicho nada. Vi que sostenía una toalla de papel contra una de sus muñecas, y como una ligera gota de sangre corría hasta su codo.

-Ah- exclamé asustado –Estás sangrando-

-No es nada- dijo algo nervioso, deslizando la toalla por su brazo para limpiarlo –No necesitas saber que me pasó-

Caminé hasta el extensor de toallas y tomé todas las que pude, las mojé un poco y se las tendí para que cubriera su herida.

-Gracias- me contestó sin mirarme –No me preguntes, no me preguntes, por favor no me preguntes que me pasó-

-Espero que no duela tanto- le dije cumpliendo su deseo, pero a pesar de que no quería decirme lo que le sucedía, tampoco podía escuchar lo que pensaba a cerca de eso.

Luego de que se recostara por un momento y se terminara de limpiar, desechó las toallas y salió por la puerta, dejándome más confundido que antes.

No me había dicho nada, no había pensado nada, aunque ya supiera más o menos de que se trataba, podía haber confiado un poco en mí, a pesar de que solo fuera un desconocido entrometido. Lo que me dejó confundido, era no haber sabido la verdad.

Me a cerqué al cubículo de donde él salió, seguido de una línea fina de gotitas de sangre, hasta la papelera, donde una pequeña hojilla manchada sobresalía de su envoltura. Se estaba hiriendo a sí mismo, ese chico, tan pequeño y frágil, había logrado despertar por primera vez mi preocupación por los pensamientos de alguien, dejándome con las ganas de ayudarlo.

Cuando salí de clases, procuré buscar con mi vista alguna pista de donde se había metido, haciéndome paso entre el eco de los pensamientos de los demás que caminaban a mi lado por los pasillos.

-Al menos no tengo que volver a casa por ahora-escuché, con la particular voz de su mente. Me detuve, buscando a los lados para hallarlo, y lo casi justo a mi lado, sacando algunos libros de su casillero–En el horario de clases dice que a las tres tengo informática, genial-

Sonreí ante el sarcasmo, y a pesar de que mis clases ya habían terminado por hoy, me quedaría solo para escucharlo, solo para grabarlo en mi mente.

Sé que me estaba volviendo loco, dejando todas las cosas de lado solo para escuchar los pensamientos inútiles de un chico mimado deprimido, pero no sé, quería simplemente saber más. En su mente había varios hitos interesantes, cosa que en las otras personas no sucedía, piensan sin parar, sin hacer pausas, pero él se tomaba algunos silencios para no pensar ¿Qué rayos? ¿Cómo puede hacer eso? Quedarse varios minutos sin pensar en nada, dejando de lado lo único que podemos dedicar a nosotros mismos, podemos pensar hasta lo que está prohibido, ¿Por qué despreciaba esa ventaja?

La cosa era que solo necesitaba escuchar, pero tendría sus límites. Podría escuchar todo lo que quisiera del chico, pero esta sería la primera y última vez que lo seguiría para eso.

Y ahí estaba sentado del otro lado de la pared del salón de informática, por suerte estaba en un primer piso y podría disimular estar tranquilo en el patio, pero la verdadera razón se asomaba por uno de las ventanas de vez en cuando.

-Mm…mis manos ya no duelen, el dolor pasa cada vez más rápido, que raro- dijo en un tono algo decepcionado, pero a mi realmente me aliviaba –Ah, realmente tengo hambre…deseo  ramen-

Me reí mirando hacia los lados, era bastante diferente, cambiaba de pensamientos todo el tiempo, y era realmente divertido, tan ocurrente. Hasta ahora había descubierto tres cosas que le gustaban, las cuales pensaba casi todo el tiempo: los helados, el ramen y dormir. Era realmente interesante, y se distraía de la clase miles de veces, hasta que no consiguió instalar un programa de tareas, entonces se frustró y se largó del salón.

Me levanté y traté de seguirlo, cosa que quedaba en mis límites pero este día estaba rompiendo todas mis reglas. Caminé mirando su silueta por la ventana, hasta que salió por la puerta principal, que sin querer no recordaba que quedaba a mi distancia, y casi terminé por arrollarlo.

-Ah…lo siento- exclamó cuando nos tropezamos, entonces me miró y se sonrojó –Oh no, el chico del baño, rayos…-

-No, discúlpame tu a mí- le dije tras escuchar ese pensamiento que me ofendió un poco.

Asintió con su cabeza y pasó por un lado, ignorándome.

-Oye…- le llamé.

-Arg…solo deja de molestar- pensó mientras que se volteaba lentamente, volvió a ofenderme.

-Mm… ¿Quieres ir a comer un helado?- le pregunté a pesar de que creía que yo era un fastidio.

-¿Qué? No te conozco, ni loco- pensó, y yo sonreí disimuladamente –Em…yo-

-Sabes- le interrumpí –Mejor luego, creo que estás ocupado ¿cierto?-

-Ah- dijo antes de asentir de nuevo –Lo siento- Qué extraño este tipo-

Luego caminó de prisa hasta que desapareció de mi vista, dejándome molesto y cortado a la vez. Pensé que él era muy inseguro y me calmé un poco, era cierto, yo era solo un extraño, él no tenía la misma habilidad que yo para conocer a una persona sin siquiera hablarle, a pesar de que ya yo lo sentía como un buen amigo, yo solo era el “chico molesto del baño”.

Ya vería como avanzar con él. Bien, en primer lugar, no sabía que estaba haciendo espiándolo. En segundo lugar,¿por qué quería avanzar con él? Dios, parece que conseguí menos tranquilidad de lo que pensaba.

Cuando salí de la facultad caminé hasta la casa que había alquilado cerca de allí. Era muy adorable, una pequeña casa en medio del campo amarillo, con un clima bastante agradable, estaba fascinado por ella, especialmente porque estaba alejada de las demás residencias y era solo para mí.

En las tardes había conseguido trabajo en una pequeña farmacia de por allí, para financiarme algunas cosas, aun así seguía teniendo el apoyo económico de mis padres, así que no podía independizarme totalmente, que era uno de mis propósitos a corto plazo.

Luego de comer un almuerzo de estudiante universitario (galletas saladas con mermelada) fui hasta el pueblo donde quedaba la farmacia y un señor anciano me recibió con una bata blanca y un montón de papeles.

-Eh…no recuerdo el nombre- pensó cuando me dijo que me vistiera con la bata, traté de no reírme –Bien chico, aquí están todos los fármacos más comunes y sus recetas, verificas aquí cuando alguien venga a pedirte algo que no conozcas, antes de dejar tu turno haces un inventario y lo dejas en el estante-

Asentí simulando estar entusiasmado,  nada me saldría mal, no en mi primer día.

Carraspeé mi garganta dos veces antes de sentarme frente al visor de la farmacia, hasta ahora solo había venido una mujer casada con un niño engripado, y una anciana para comprar pasta detal. No habían pasado ni dos horas cuando empezaba a desear volver a casa, a dormir, o estudiar.

Cuando dieron las seis de la tarde, me levanté como a la velocidad de la luz, dejé la bata en el respaldo de una silla y caminé hasta la salida con una sonrisa en la cara. Pero no contaba con que la cara de mi jefe apareciera en mi mente, obligándome a hacer el inventario. Di dos pasos hacia atrás decepcionado y molesto, no sabía que inventario tenía que hacer, solo restar una pasta dental y un jarabe para la tos.

Suspiré resignado y tomé la planilla que me dio al principio, caminé hacia los estantes y desconté de lo que había vendido, dejando el horario de mi turno y mí firma. Cuando sentí que ya podía irme sin molestias, escuché la campanilla de la puerta sonar.

-Hey, ya hice el inventario, no hubo mucho trabajo hoy- dije al aire suponiendo que sería el viejo con mi compañero de cambio de turno, pero no me respondió, así que caminé hasta el mostrador.

-¿El inventario? ¿De qué habla?- escuché antes de llegar, esa voz… Me detuve, mi silueta quedó escondida detrás de un estante de vendas y papel toilette, aguantando la respiración.

Notas finales:

Se que el fic está un poco loco, pero espero que les haya gustado.

Publicaré los caps por días intermedio, o sea si publico hoy, mañana no, pero sí pasado mañana xD

Dejen reviews para saber si les agradó o si no les agradó, si lo continuo o no, opiniones, comentarios, criticas constructivas etc etc (pero si no quieren no les estoy obligando xD)

Byebye cuidense!


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