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El príncipe de la muerte y el hielo por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de The rise of the guardians (El origen de los guardianes) pertenece rigurosamente a Dreamworks. Película basada en la serie de libros de William Joyce, 'The Guardians of Childhood' (Los Guardianes de la Infancia). Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

 

Personajes: Bunnymund, Jack Frost, Toothiana, North, Sandman.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, humor, Lemon, fantasía y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

Secuela de El origen de los guardianes: Las crónicas de la muerte

 

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

El príncipe de la muerte y el hielo

 

 

 

Capítulo 02.- El corazón del príncipe

 

 

Jack entró violentamente a la sala del trono de Muerte; había pasado un día desde la fiesta de sus hijos y el guardián de la diversión estaba enojado con el señor del inframundo por llevarse a Eitel, pues creía fervientemente que engañó al niño para que decidiera vivir con él.

 

—¡Muerte!, ¿en dónde está?, ¿en dónde está Eitel? —el espíritu se acercó peligrosamente a Azymo, pero no llegó lejos, pues fue fácilmente derribado por Roderich, quien lo lanzó al otro lado de la habitación de una certera patada.

—No vuelvas a intentar algo así, Frost —dijo Roderich mientras se acomodaba la ropa que se había quedado fuera de lugar por la brusquedad de sus acciones.

—Maldito… —Jack estaba furioso; la temperatura de la habitación comenzó a descender en respuesta. Las piernas del castaño se congelaron, pero el líder de los segadores no perdió la calma.

—Suficiente, Roderich, Jack es nuestro invitado —Muerte hizo un movimiento con la mano y el hielo desapareció. El segador reverenció a su señor.

—Por favor, disculpe mi comportamiento —Muerte asintió con la cabeza, y le indicó que los dejara a solas.

 

Roderich hizo una nueva reverencia, pidió permiso para retirarse y abandonó la habitación, no sin antes dedicarle una mirada de odio al guardián.

 

—Yo no obligue a Eitel a venir conmigo, él se acercó a mí durante la fiesta y me lo pidió.

—No te creo —dijo Jack frunciendo el ceño. No, de ninguna manera podía creer que su hijo decidiera irse con Muerte, al menos no así, de la noche a la mañana, no, seguramente era obra de Cosmos que de alguna forma influyó en la decisión del niño o en la de Azymo.

—Mi hermano no le dijo nada a Eitel —habló Muerte adivinando los pensamientos del espíritu de la nieve. Lo amaba, pero eso no significaba que le dejaría acusar a Cosmos falsamente —. Eitel también es mi hijo, tengo tanto derecho de estar con él como tú —hizo una pausa —. Pude habérmelo llevado, era mi derecho… le di el aliento de la muerte para salvarlo.

 

Jack apretó los puños y se mordió la lengua, era cierto que Azymo había salvado la vida del niño, quien había nacido muerto, si no hubiera sido por él, Eitel no estaría con ellos; aun así, no podía simplemente arrebatárselo.

 

—Te tengo en gran estima, lo sabes Jack —dijo Muerte al notar la tristeza del joven guardián. Sus palabras parecían carentes de sentimientos, pero era sólo la pantalla que el señor del inframundo había logrado crear a través de los años para ocultar ese amor que hería a ambos —, jamás haría nada para lastimarte a ti o a nuestro… hijo. Eitel se acercó a mí en la fiesta y me pidió que le dejara venir conmigo, nunca le negaría nada y acepte sin preguntar, pero estoy seguro que Nicolás tiene algo que ver.

 

 

Eitel tocaba el piano, con una habilidad que dejaría a los mejores músicos como simples aficionados. Se detuvo en seco para observar a la persona que se encontraba en la entrada.

 

Jack estaba en la puerta. Los ojos del  niño brillaron en reconocimiento; que curioso era que un ser como Eitel, pudiera poseer una expresión tan vacía y al mismo tiempo, tan expresiva, o al menos esa era la perspectiva del Guardián de la diversión.

 

—Papá —dijo Eitel. Su voz, tan estéril como las frías noches del ártico; pero Jack, siempre fue capaz de reconocer las emociones ocultas de su hijo: tristeza y angustia. —¿Qué haces aquí?

—Vine por ti. Es hora de regresar a casa —el infante negó con la cabeza.

—Ya me encuentro en casa.

 

Jack frunció el ceño; a grandes zancadas se acercó a Eitel, lo tomó del brazo con cierta brusquedad, obligándolo a ponerse de pie.

 

—Tu casa es la madriguera, conmigo, Aster y Nicolás —fue el turno del niño para fruncir el ceño. Eitel se hizo transparente para zafarse del agarre; miró a su madre. Cerró los ojos por unos segundos, permitiendo a Jack, calmase.

—¿No entiendes que odio ese lugar? Me lastima —mentía. Amaba la madriguera, pero si era cierto que su permanencia en ese lugar le causaba daño físico (que en realidad no era tan grave gracias a su rápida regeneración), pero el emocional, era punto y aparte; estar con Nicolás le afectaba más que el calor y todos aquellos vivos colores que reinaban en el hogar del Conejo de Pascua.

 

Jack observó a Eitel, por primera vez, siendo incapaz de leerlo. Aquel rostro parecía estar esculpido en hielo, hasta los ojos del niño le ocultaban la verdad.

 

—Eitel…

—¿Sabes que padre se irá pronto? —aquella pregunta, formulada para cambiar el tema, había descolocado al Guardián.

—¿Qué? —no. Muerte podría irse y dejar a su hijo, a menos que… —¿Te pidió que te fueras con él? —el niño negó con la cabeza.

—Yo le pedí que lo hiciera. Me costó mucho convencerle, pero finalmente aceptó —las pocas esperanzas de Jack desaparecieron. Sus ojos escocían, estaba por llorar. —Padre no volverá a este mundo y yo, me volveré el señor del inframundo. Necesito aprender; conocer el alcance de mis poderes, para convertirme en un buen soberano.

—¡Tú no vas a irte! —gritó, ya sin contener las lágrimas —. ¡No lo voy a permitir!

 

Eitel secó las lágrimas de su papá y le sonrió.

 

—Perdóname —dijo —. Nuestro encuentro no debía ser. Todo fue obra del destino —Jack lo sabía, sabía que la existencia de Eitel debía haber sido desconocida para él, si no hubiera sido por…

—Nicolás —Frost tomó al niño por los hombros —. ¿Qué hay de él?, ¿también dejaras a tu hermano?

—Estoy cumpliendo sus deseos —Eitel se separó con gentileza; Antaras estaba cerca y podría ser fatal para su madre si el caballero pensaba que lastimaba a su señor. —Nos veremos pronto, papá.

 

Eitel besó la mejilla de Jack y desapareció. Estando solo, Frost se permitió derrumbarse. Lloró hasta que sus ojos se hincharon, pero no le importó. Quería recuperar a su hijo, pero se sentía incapaz de detenerle, ¿Cómo hacerlo, si eso significaba que el niño seguiría sufriendo?

 

 

….

 

 

Eitel observó a su madre romper en llanto y caer de rodillas al suelo, abrazándose a sí mismo; sabía que lo estaba lastimando, pero era lo mejor. Él no era como ellos y ya los había lastimado lo suficiente.

 

—Papá… Aster, lo siento. Nicolás yo… —Eitel se sobresaltó. Sorprendido de sentir la extraña y fría humedad recorriendo sus mejillas, ¿acaso lloraba?, ¿Cómo era posible? Él no…

Algo lo rodeo; un manto gélido que los mortales y hasta los espíritus temían, pero al final, terminaban agradeciendo. Azymo, su padre lo abrazaba por la espalda, cubriéndolo con la negrura de su túnica.

—No tenemos que ir, si no lo deseas —Eitel negó con la cabeza.

—Quiero ir. Necesito ir —dijo, seguro de sus palabras.

—El corazón es un interesante regalo que Vida le da a sus creaciones, ¿no te parece? —comentó Muerte, observando a Jack seguir llorando; deseaba tanto ir y consolarlo, de tener su frío cuerpo entre sus brazos, como no había podido hacer desde hace años, pero se contuvo; no podía ser. —Un corazón les permite amar, sufrir, odiar, sentir pena… es una carga tan pesada que pocos son lo suficientemente capaces de ver cuán maravilloso es ese don.

—¿Fue doloroso para ti tener un corazón? —preguntó Eitel, con inocencia. Muerte obligó a su hijo a voltearse; al mismo tiempo, la habitación en donde se entraban, se oscureció y la imagen de Jack, fue tragada por las tinieblas; solo padre e hijo sobresaltaban en tanta negrura.

—Fue extraño, me causo… temor —dijo Azymo, no muy seguro de sus propias palabras —, y sufrimiento, pero también me trajo paz… felicidad. No me arrepiento de tener un… corazón. Jamás te arrepientas tú.

 

Eitel asintió con la cabeza. Amaba a su papá, a Conejo, al resto de los Guardianes, a su padre y a… Nicolás. El niño sonrió; abrazó al mayor y se dejó guiar por ese corazón, aquel que, al igual que Azymo no debía tener y sin embargo, ambos poseían.

 

—Es hora de irnos, padre —Muerte asintió con la cabeza y ambos, se desvanecieron, dejando atrás a sus amigos y familia.

 

 

 

Continuará…

 


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