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Going crazy por Gaara_Uchiha

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Notas del fanfic:

He comenzado a shippear a Himchan con Daehyun así que todas están jodidas, llenaré este lugar de fics de ellos. 

 

Notas del capitulo:

Dedicado al Dae de mi Him(?) <3. 

Espero que les guste. 

«Todo mundo tiene un propósito en esta vida, algo que nos hace seguir adelante pase lo que pase, una motivación que nos inspira a dejar atrás el pasado y vivir el presente como si fuese nuestro último día en el llamado paraíso terrenal. Desde muy pequeños nos planteamos cuál es la causa de que estemos vivos, cuál es la importancia de la vida, por qué estamos aquí, qué haremos en un futuro..., por qué. Algunos encuentran demasiado tarde la respuesta a esas preguntas, otros demasiado temprano, en mi caso, lo supe desde que te vi. Mi propósito, mi razón, el motivo de mi existencia, eres tú.

Tu cabello castaño y sedoso, tus ojos oscuros y profundos, tu boca, tus labios que me incitaban a probarlos, tu piel ligeramente bronceada, tu voz, ¿hay algo que no me guste de ti? No, no hay nada en absoluto, incluso puedo afirmar que amo todos y cada uno de tus defectos, porque te hacen único, y para mí, el más mínimo error te hace perfecto.

Te quise solo para mí, porque te amaba, te amo y continuaré amándote por el resto de la eternidad. Desde que mis ojos se posaron en los tuyos lo tuve claro: serías solo mío... y de nadie más, así tuviera que usar mis propias manos para hacérselo saber a todo aquel que intentara tocarte».

Flash Back:

Him Chan sabía muy bien lo que debía hacer, de eso no había duda alguna. Estaba seguro de lo que quería y así mismo, de que todo resultaría de acuerdo a lo planeado con anterioridad. Esa era la única solución que encontraba para acabar con ese «pequeño problema» que se había metido en su camino de imprevisto y que ahora comenzaba a exasperarle a tal punto de hacerle llegar al borde de la locura. No había marcha atrás, la decisión fue tomada desde hace ya mucho tiempo, únicamente era cuestión de llevarla a cabo.

Manejaba a gran velocidad por las desiertas y oscuras calles de Gravity Seoul, importándole poco si excedía el límite o no, de una u otra forma, si algún oficial tenía la osadía de querer detenerle, se encargaría de él personalmente en el momento que se le presentase, ningún corrupto con uniforme le impediría cumplir su propósito. Sí, tenía muchísimo poder a su alcance, podría simplemente encargarle a alguien que hiciera el trabajo, pero no, ese tipo de cosas tenía que hacerlas con sus propias manos, solo así sentiría esa satisfacción infinita, esa sensación de plenitud embargaría todo su ser y estaría completamente tranquilo... al menos por un tiempo. El aire acondicionado chocaba contra su piel con fuerza, los vidrios ahumados le permitían ver con claridad hacia el exterior, el sonido suave de la radio llegaba hasta sus oídos a cada segundo, relajándole de alguna manera. ¿A dónde iba? No tenía idea, ni siquiera había prestado atención al mapa digital situado al lado del volante. Su destino era incierto, a diferencia de su objetivo, que solo era uno.

El cielo comenzaba a teñirse de gris, sin embargo además de eso, no había señales de que la lluvia se aproximara. El vehículo se detuvo en seco, las ruedas emitieron un ruido sordo al deslizarse por el pavimento de aquella forma. Apagó el motor, abrió la puerta de copiloto y salió por la misma segundos después. Estando fuera, el ambiente gélido hizo contacto con su piel, y hubiese causado alguna reacción en él, no obstante, su temperatura corporal se había acostumbrado a la del interior del coche. Su ropa era negra en su totalidad; unos jeans, una camiseta ligera, unas botas de cuero, una chaqueta del mismo material y unos guantes le vestían en esa ocasión. Rodeó el coche hasta llegar a la parte trasera de este, posó su diestra sobre el maletero y alzó la tapa, dentro un bulto café se movía con insistencia, tal y como lo haría un pez fuera del agua, uno a punto de morir. Sus labios se curvaron hacia arriba, formando una sonrisa burlona, que fue seguida de una risa corta.

—¿Qué sucede, Park? —su mano libre descubrió el rostro del individuo que temblaba bajo el saco grueso y áspero, dejando ver esa expresión de miedo tatuada en sus ojos oscuros. Una extraña sensación le recorrió repentinamente, ¿de qué se trabaja? Era más que obvio que no lo sabía, pero aquello le hizo proseguir de inmediato. Como si su peso fuese poco, tiró de su cuerpo hacia afuera, haciéndole impactar contra el suelo debido a la brusquedad. Park gimoteó sin fuerzas, mas aún así, sus manos se deslizaron por el frío y húmedo suelo, y sus extremidades superiores le sirvieron de soporte, al parecer intentaba escapar—. ¿Vas a alguna parte? —su ronca voz hizo que tiritara más aún, sus brazos flaquearon y todo su torso chocó con la superficie rasposa. Los cabellos claros de Kim cubrieron parte de sus ojos cuando el viento azotó contra él, dejando ver después esa intensa mirada que se hallaba cargada de un deseo incontenible, deseo que solo podría ser saciado de una forma.

El tiempo no era algo que considerara insignificante, por eso no podía darse el lujo de perder parte de este. Se acercó al magullado cuerpo de su ahora víctima, su rodilla derecha se afincó en el asfalto y su pierna izquierda se flexionó, dejando que el antebrazo de ese mismo lado se apoyara en su muslo. Le giró sin cuidado alguno, tomó el cuello de su camiseta y le izó de la misma forma, logrando que parte de su cuerpo dejara el piso. Fue rápido al deshacerse de la tela oscura que le cubría, echándola a un lado. Enderezando su cuerpo, alzando consigo al castaño que tenía sus ojos cerrados y su respiración agitada.

—Park, Park, Park —el apellido del muchacho fue pronunciado por sus labios tres veces, cada una más lenta que la otra—. ¿Qué haré contigo? —preguntó con un deje de inocencia que resultaba macabro. Los párpados del joven se abrieron paulatinamente, dejando que esas gruesas lágrimas se deslizaran por sus mejillas sucias, llenas de tierra y polvo—. ¿Sabes? —su mano izquierda le sostenía por el borde de su camisa, mientras que su derecha se posaba sobre su rostro, paseando sus dedos índice y medio por sus mejillas, ascendiendo hasta el borde de sus ojos —. Tienes lindos ojos... —las cuencas oculares del chico de cabello oscuro se abrieron en exceso, dejando ver con claridad casi todo el contorno de sus ojos irritados, con aquellas venas rojas de uno que otro lugar. Dejó de acariarle para dejar caer su mano a su costado. Intrudujo su diestra dentro del bolsillo de su pantalón, sin embargo no extrajo nada de este, el acto había sido por mera inercia.

—¿Qué te he hecho? —la voz quebrada de Park se hizo escuchar, llamando la atención de Him Chan, que soltó una ligera carcajada—. No lo entiendo —habló muy bajito, tanto así que si no estuviesen totalmente solos, aislados de la civilización y del ruido de la ciudad, el rubio no le hubiese escuchado ni una sola sílaba.

—¿Alguien alguna vez te ha dicho que hablas demasiado? —el castaño mordió sus labios, lleno de frustracción, quizá por el hecho de que el intento de conversación con su victimario, había resultado fallido—. Mira, no tengo demasiado tiempo, dentro de unas horas debo ir a la universidad, así que debemos terminar con esto ahora, ¿está bien? —las gotas salinas corrieron por sus pómulos, resbalaron por sus mejillas y se perdieron en su cuello; Him Chan solo rio ante aquello. De cierta forma, lo que el mayor decía era cierto, el tiempo escaseaba. Estrelló el dorso del jovencito contra uno de los lados de su auto, el muchacho soltó un quejido entrecortado. Una vez más su mano quedó a la altura de su cara, índice y pulgar abrieron el ojo izquierdo de Park, que hacía todo lo posible para evitarlo—. Tranquilo, debemos hacer esto rápido, te lo he dicho ya, ¿no es cierto? —habiendo dicho eso, sus yemas hicieron contacto con su globo ocular, prosiguiendo a asirlo y como acto seguido, jalarlo de forma tosca hasta desprenderlo de su lugar. El grito desafinado del chico no se hizo esperar, al igual que la sangre que brotaba del orificio ahora vacío. La acción fue repetida una vez más, pero con el otro órgano, cegándolo completamente en menos de cinco minutos. Lo que hacía le parecía tan brutal, sin embargo no le molestaba siquiera un poco, es más, lo disfrutaba—. Park —le llamó, el aludido tenía cubría las concavidades en donde una vez estuvieron sus ojos con sus párpados, manchados de sangre seca en los bordes—, tus ojos ya no poseen la misma belleza estando fuera de sus órbitas —susurró con ironía, observando con reprobación el par de órganos que se hallaban en el piso, esos que fueron aplastados en el acto por la suela gruesa de su zapato derecho.

—Acaba conmigo de una vez, ¿no decías que el tiempo no te sobraba? —el sufrimiento del dueño de esa voz era indiscutible, se notaba a simple vista, no, ni siquiera hacía falta mirarlo para saberlo. El victimario sonrió una vez más, dejando ver sus colmillos e incisivos, que relucían bajo la luz de la luna.

—Tienes razón —murmuró sobre su oído, con aquel tono tétrico que se había apoderado de él en ese momento. Su siniestra hizo presión contra el pecho contrario, su diestra rodeó la muñeca del castaño y de un momento a otro, giró la zona casi por completo, escuchando el tronar de sus articulaciones y el chirrido que acompañó dicho sonido. Tal como la vez anterior, repitió la acción, deleitándose con el ruido que producía el objetivo de tortura del hombre de hebras platinadas. Su intención en un principio había sido desprender ambas manos de sus brazos, iba a descartarla, pero la idea rondaba por su mente una y otra vez, no debería ser algo difícil de hacer, ¿verdad? Le dejó caer al suelo, sabiendo de sobra que no podría hacer nada para huir—. Park —se posicionó encima de su cuerpo, colocando su piernas a sus costados—, si no le hubieses mirado tanto, las cosas no habrían terminado de este modo —rozó uno de sus párpados con su pulgar izquierdo, el muchacho tembló, jadeó y asimismo, gimió a causa del dolor—. Dime algo —detuvo su recorrido por la piel de chico al mismo tiempo que paraba su hablar— ¿Qué tanto le tocaste? —en el momento en el que dijo eso, tiró de una de sus manos, con una de las suyas, mientras que la otra sujetaba su brazo con fuerza, impidiéndole el movimiento de este. Parecía un juguete roto, uno real, uno vivo... pero no por mucho tiempo. Sujetó la pieza extraida, se entretubo un rato con los dedos delgados y finalmente, la arrojó a un lado, no muy lejos a decir verdad, tan solo a unos centímetros de distancia del lugar en el que se encontraba. Los chillidos del muchacho le parecían dulces, le incitaban a seguir, le hacían no querer detenerse, llegando a pensar que si tuviese que desmembrarlo completamente, lo haría, solo para escucharle gritar. El proceso se llevó a cabo de nuevo con la mano faltante, Him Chan se preguntó cuánta sangre podría haber en el cuerpo humano.

Tenía dos opciones, las dos igualmente buenas, pero solo podía escoger una, y tenía que hacerlo rápido: podía dejarle ahí, llegaría un momento en el que no podría aguantar más y perecería, o podría acabar con todo de una buena vez, el combustible en la parte trasera de su auto era abundante y el encendedor siempre lo llevaba consigo. Era un dilema.

No tardó demasiado en escoger, de pequeño tuvo una extraña atracción por el fuego, no obtante aquello no se había repetido con el pasar del tiempo, hasta ahora. Se dirigió al maletero —que seguía abierto— y sacó un bote transparente de este, el cual contenía una gran cantidad de gasolina, giró la tapa, volvió hacia donde estaba antes y pateó el cuerpo casi inerte hasta que logró separarlo del vehículo lo suficiente como para evitar que el mismo sufriera algún daño. Vertió el contenido del recipiente sobre la anatomía del adolorido joven, empapándolo con la sustancia de intenso olor. En un rápido movimiento retiró sus zapatos, lanzándolos sobre Park y seguidamente, rociándolos también con el combustible. Con su mano libre sacó el encendedor, haciendo que de este saliera una pequeña llama, dejó caer el artefacto sobre el castaño y apreció sin pestañear cómo su cuerpo entero se prendía y sus gritos eran más altos que los anteriores.

¿Cuánto tardaría en desaparecer por completo? Esa pregunta atravesó su cabeza cual torpedo, de pronto el correr del tiempo le pareció irrelevante. Una cosa estaba clara en todo eso: no importaba cuánto tardara el fuego en consumir el organismo del chico tirado en el suelo, Kim Him Chan lo presenciaría hasta el final. Después de ese momento habría uno menos que se interpusiera en su camino, uno menos que le impidiera cumplir sus más profundos anhelos, solo uno... de tantos.

End flash back.

«Cuando me preguntan cuál es mi propósito en la Tierra, Jung Dae Hyun, mi respuesta no puede ser otra más que amarte. "¿Para qué existes?", cuando a mi mente se presenta esa interrogativa que a muchos podría atormentar por largos años, las comisuras de mis labios se curvan hacia arriba, una más que otra, una sonrisa ladina de dibuja en mi boca, mis ojos brillan.

Yo existo para ti y solo para ti, porque soy tuyo y tú eres mío, me perteneces. Eres mi razón y mi mayor anhelo. ¿Qué es el ser humano sin una causa? Nada, por eso me aseguraré de que la mía jamás se extinga, por eso no dejaré que nadie te separe de mi lado jamás.

Quizá me esté volviendo loco, quizá ya lo estoy. Puede que tu presencia me haga daño, puede que mi equilibrio mental se esté detereorando cada vez más rápido, pero no importa... nada me importa más que tú. Si estás a mi lado, cualquier cosa me resulta irrelevante, soy más fuerte y nada me detiene.

Jung Dae Hyun, eres mi mayor deseo, siempre estás en mis pensamientos. Jung Dae Hyun, mi propósito es quererte, mi razón es amarte. Jung Dae Hyun, eres la base que me sostiene en el declinado terreno por el que día a día debo caminar. Jung Dae Hyun, eres mi todo, eres mi vida, y si tú te vas, yo muero

Sí, tal vez me he vuelto loco, soy un loco enamorado».

 

Notas finales:

¿Y qué tal? ¿Qué les pareció? Dejen su comentario en el lindo cuadrito de abajo, se los agradeceré. 


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