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La pesadilla de los ladrillos amarillos por Kiharu

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Notas del fanfic:

Todos los derechos reservados.

(Hay que decir algo guay antes de poner algo random).

Notas del capitulo:

Tururún.

No tenía la intención de escribir nada conmemorativo al día de muertos (que es mañana, dos de noviembre) pero me contagiaron el espiritú hace unos pocos días. Ayer apenas acabé mis exámenes parciales, y lo menciono porque eso ayudó bastante, ya que hacer exámenes me da inspiración. 

Bueno... lo último que escribí por mi cuenta, sin dedicarlo a nadie, fue "the kaleidoscope guy", y eso fue desde hace... como siete meses. Así que me siento bastante feliz de poder hacer esto por mí misma(? ya que no lo quiero dedicar a nadie en especial. Se me ocurrió mientras estaba haciendo mi examen de hemofilias (van a notarlo)... y, ¿qué más les digo? 

Es corto... pero las ideas fluyeron a media noche, así que está bien si lo dejaba así.

Admito que yo le tengo miedo al género "terror". Admiro tanto a las personas que me pueden hacer sentir miedo por alguna película, grabación, vídeo, texto, lo que sea. Es de alguien grande. Es un arte, porque crear este estado en una persona, es difícil.

Pasando a otro tema, compadres mexicanos, ¿cómo celebran el día de muertos?

Particularmente, no hago algo en especial. Mucha gente va a panteones y algo, pero como mi familia está en otro estado, no puedo hacerlo. Me gusta la fecha porque hay dulces, así que festejo comiéndolos. 

Hoy es día de los santos inocentes, y de hecho, esto iba subirlo hasta mañana, pero quiero vegetar un poco. Han sido días cansados, ¿saben? Pero ya falta realmente poco para acabar el semestre, así que en cuanto acabe, volveré para terminar todas mis cosas incompletas que tengo por aquí y poder estar en paz.

Ya no tengo nada más que decir.

...

 

Capítulo único


Junta dos, pon uno arriba. Crea una línea a tu alrededor y sigue subiendo, sigue subiendo. Uno sobre otro, otro sobre ese que pusiste, hasta que estés envuelto. Hasta que hayas creado una barrera contra la muerte. Hasta que la huesuda se canse de abrazarte. Hasta que Takashima deje de verme con esa cara. Hasta que deje de repetirme lo último que me dijo. Hasta que Yutaka tenga que gritar mi nombre para poder sacarme de aquí.


Uno sobre otro, uno sobre otro, uno sobre otro… uno sobre otro…


“¡¡Takanori!!”


“¿Yutaka?”


“¡Sal! Megumi vino a verte hoy. Es sábado, ¿te acuerdas? En la mañana te lo he dicho”.


“¿Megumi? No, Yuta, va a inyectarme. Y no me gusta que me inyecten, ¿sabes? Cuando tú lo haces está bien. Pero si ella lo hace… La última vez que nos vimos, lo hizo. No quisiera salir de aquí. Dile que pase. No quiero quitar la barrera. Esta vez ha sido más alta. Hazla pasar, pero no quiero que me vea”.


Yutaka sale de la habitación, y yo construyo. Uno sobre otro. El amarillo es un color luminoso y protector. Los legos de este color siguen apilándose hasta que pasan el nivel de mis manos. Muevo los pies y piso un lego rojo.  Lo levanto, y lo aviento hacia arriba. Ese color no debería estar entre mis bolsas de legos amarillos. Ignoro el hecho y me miro el pie, que se ha puesto rojo de pronto. Masajeo el lugar afectado y me distraigo pensando levemente en que Megumi no debería venir en días como estos.


“¿Takanori?”


“¡Ah!, Megumi”.


Megumi es mi doctora. La doctora que trae Yutaka cada vez para ver cómo me siento. Para ver si me ha pasado algo.  Para ver si me estoy desangrando y tiene que ponerme concentrados plasmáticos o desmopresina. Como cuando tuvieron que sacarme una muela porque estaba picada. O cuando me corté con un vidrio. La muerte me acecha en situaciones tan estúpidas que Megumi cada que me ve, dice: construye uno, construye dos, cuídate siempre. No te muevas como si fueras de goma, Takanori.


“¿Cómo estás, Takanori?”


“Me acaba de salir un morete en la cadera. Creo que fue porque hace rato, cuando empecé a levantar la muralla, me acosté sobre un lego. Entonces tengo un morete”.


“¿Puedo verlo?”


“Negativo. La muerte hoy está buscándome. Lo escuché cuando Yutaka prendió la radio hoy por la mañana. Los acuario hoy no tienen buena suerte”.


“Ya veo” se rinde un momento, pero luego lo vuelve a intentar. “¿En serio no me dejas ver tu morete?”


“La muralla es muy alta, Megumi-chan”.


“Yutaka puede sacarte de ahí”.


“Claro que puede. Él siempre puede. Él me saca para darme besos”.


“Takanori…” la voz de Yutaka ensordece.


“No voy a salir. No quiero. ¿Sabes qué día es hoy?”


“Dos de noviembre, ¿qué sucede?”


“Pues que aunque sea acuario, hoy es el día de la santa muerte. Todos deberíamos tener precauciones”.


Entonces, dejan de insistir. No sé qué hora es, pero sé que está próximo el anochecer. Espero con ansiedad a que la doctora se vaya, para que Yutaka, como cada atardecer, me saque de mi muralla de legos, me acueste en la cama y me acaricie como si fuera a romperme en cualquier momento. Me siento entre los cubos de  lego y espero. Me acuerdo de cuando conocí a Yutaka y de cómo me trató Megumi-chan la primera vez. Incluso recuerdo a mis desdichados padres frustrándose por mi rebeldía de la juventud. Mis sangrados excesivos necesitaban demasiadas transfusiones, que costaban realmente mucho dinero. Así que cuando Yutaka me aceptó en su vida, ellos se despidieron de mí como si hubiésemos convivido una semana juntos. Pero la verdad es que a mí no me importó. Yutaka es muy amable así que, no importa.


 


“¿Vas a salir ahora?”


Yutaka es más alto que yo. De forma que él tiene el poder de empezar a quitar mis cubos, para poco a poco romper la barrera de la muerte. La protección. Y baja y baja, quitándolos. Uno a uno, metiéndolos en la bolsa; misma que tomaré y volverá a sacar cubos mañana. Comienzo a sentir ansiedad. Mi corazón está acelerándose. Tengo miedo de ver a Takashima ahí, otra vez. Donde no debería estar. Respiro hondo e intento concentrar mi cabeza. Mientras me calmo, comienzo a recordar cuando me desangré en secundaria porque alguien me tiró de las escaleras. También recuerdo que Yutaka me rescató cuando unos maleantes me asaltaron. Creo que se sorprendió de que mis heridas no dejaran de dejar escapar sangre. Estaba muy preocupado a pesar de ser un extraño. Me llevó al hospital, esperó a que me pusieran desmopresina, y luego cuidó de mí. Él ni siquiera sabía qué era hemofilia y se acabó enamorando de mí (o eso dice). Aunque sean recuerdos duros, ahí no hubo una desgracia absoluta y no lloré por mucho tiempo. Sirve recordar esto porque… hay que ser valientes ante una verdad próxima.


“Compré dulces. Nos los podemos comer en la cama…”


“Voy a engordar, Yutaka. Salgo del cuarto como una vez al mes, y tú sólo vienes a decirme que me traes dulces. Comienzo a pensar que lo que realmente quieres, es comerte mi carne”.


“Decir ¨comerte mi carne¨ suena muy en… ya sabes, doble sentido”.


“Como sea” suspiré. “¿De qué son los dulces?”


“Son ojos. Ojos que tienen hasta las líneas rojas” mi muralla de cubitos está descendiendo rápidamente. Mi cabeza ya se ve. Empiezo a sentirme melancólico; el miedo está pasando a segundo plano porque lo único que veo es la cara sonriente y alegre de Yutaka. Sonrío aliviado. Aún así, he pasado toda la mañana, incluso me salté el desayuno, construyendo esto; así que resulta triste ver caer todo el trabajo.


Hoy es el día de la muerte, alguien como yo debería temer cortarse con algo, matarse con algo.


“Son de gomita. Están buenos”.


“¿Y vamos a hacer el amor?”


“No. Tienes un moretón en la cadera… o eso dices tú. Podríamos hacerte más moretones”.


“Uno más, uno menos, hoy quiero tener sexo, por favor”.


“No pienso que sea una buena idea…”


“¿Estás cansado?”


“No”.


“¿Tienes impotencia sexual? ¿Ya no me deseas?”


“No vas a convencerme haciéndome esas preguntas”.


“¿Por qué no acostarse conmigo, entonces? Digo, tenemos que celebrar que no me ha sangrado de la nada el estómago para que luego la sangre me suba por la garganta y poder ahogarme mientras duermo”.


“No seas idiota”.


“Yutaka… ¿ya no me amas?”


Observo sus ojos. Deja de quitar cubos y me mira, atentamente.


“Te amo más que cuando tenía diecisiete”.


Admito que tengo un miedo brutal por la muerte. Cuando era joven y me enamoré por primera vez, conocí ese miedo. Me diagnosticaron hemofilia tipo A moderada, cuando tenía un año y medio. En ese entonces lo que quería era morirme. Así que buscaba todas las maneras para poder sangrar y no dejar de hacerlo, con la esperanza de que algún día se acabara mi sangre y mi corazón no tuviera más trabajo. Porque yo era un inútil. En cualquier momento podría sangrarme las articulaciones, o podría morir por un traumatismo. Me salían moretones por todos lados aunque no hiciera nada. Incluso cuando tuve relaciones por primera vez, mi cuerpo quedó lleno de cardenales.


Pero luego conocí a Takashima a los diecisiete, y me di cuenta de que padecer esta enfermedad, a pesar de que mis padres me obligaron a tener clases en casa, privándome de encontrar amigos, no me quitaba la vida. Que había gente así de rara como él, que le hablaban a las personas desde el balcón de su casa (nuestros balcones quedaban a metros de distancia). Que podía seguir siendo yo. Porque no estaba tan jodido como para ser una hemofilia severa. Así que comencé a hablar con él; todas las noches, cuando llegaba del instituto, él hablaba por horas y horas conmigo, porque sabía que no me dejaban salir, porque sabía que estaba enfermo. Cada que sabíamos que era muy tarde, el concluía con un “¿Puedo pasarme a tu balcón?” yo sonreía y le asentía y él decía que lo haría al día siguiente. Aunque nunca fue a mi habitación, Takashima me alegró la vida por algunos meses. Claro, duró poco. Acabó muriéndose en un accidente de auto, con su hermana, a unos seis meses de navidad, cuando lo conocí. Fue cuando volví a querer morirme. Y entonces me asaltaron, y Yutaka me pegó con su maldito amor.


Así que está bien tener que comer ojos con tu novio, está bien construir paredes amarillas en contra de Takashima, que seduce. Está bien tener esas conversaciones con uno mismo, explorándote. Está bien que Yutaka me odie a mí y a mis paredes amarillas.


“Yo también te amo” respondo después de un rato. Está a punto de acabar de guardar todos los cubos. El sol ya se metió completamente. Sé que a él le parece una pesadilla guardar todos esos cubos que yo uso, pero también sé que me entiende. Que razona el por qué hago todas estas cosas. Por qué quiero protegerme de la muerte.


Cuando finalmente acaba, me toma de las manos y me deja acostado en la cama. Se va de la habitación y regresa con una bolsa. Me la acerca y me dice que tome uno. Lo hago y cuando lo saco, observo el ojo detenidamente.


Y me lo como.


“¿Cómo está?”


“Dulce”.


“Feliz día de que seguimos vivos, Takanori”.


“Yep. Feliz día, Yukatita”, me trago el dulce y giro, para verlo más cómodamente, ya que recién acaba de acostarse junto a mí. Me le pego y le doy un beso en los labios. El sonríe durante el beso y cuando me separo, veo su sonrisa y sus ojos resplandecientes. Soy tan feliz…


Cuando desvío un poco mi mirada… veo a Takashima.


Me levanto rápido de la cama.


Construye una línea. Sobre la línea, pon otra, embona los cubos. Y sube, y sube, porque Takashima seduce. Porque la muerte seduce.


Uno sobre otro, uno sobre otro, hasta que el sol me diga buenos días…


Y así, paso una noche más.

Notas finales:

¿Qué tal?

Feliz día de los santos inocentes aquí en México :D

 


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