Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Anywhere por mei yuuki

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Ni psycho-pass ni sus personajes me pertenecen yo solo los ocupe para hacer este fic <3

Notas del capitulo:

Hola^^

Vuelvo con este extraño one-shot, es mas oscuro y diferente de mi otro fic de kougami x makishima, pero en fin, espero les guste.

lo termine recientemente, y la inspiracion para escribirlo me vino mientras veia la tele XD

y eso, de antemano, gracias x leer.

   ••Anywhere••

 

 

 

      Ya estaba bien. Era suficiente. Estaba cansado, muy cansado y no quería nada más que claudicarlo todo. Absolutamente todo; incluyendo a su propia existencia. ¿Qué más daba?, no tenía ya ningún aliciente para continuar adelante. Hacia tiempo que su vida iba cayéndose por la barranca y éste sólo sería el final. Mejor uno escogido que conformarse con uno inoportuno y al azar cómo el resto de la humanidad, pensó y por poco le dio risa.

 

Visto así, su inminente suicidio pintaba incandescentemente cómo lo indicado. Lo más favorable. Idóneo. La medicina divina y mortífera para los incomprendidos. El fín de aquel sendero pedregoso y torcido, nido de innumerables encrucijadas y decepciones llamado vida.

 

Vaya, la noche era tan negra que asustaría hasta a los más valientes e idiotas sin noción del peligro ni sentido común. Tanto la real como la existente dentro de su cabeza. Solamente que en ésta última no habría nunca un posterior amanecer. La negrura se describiría así misma como sempiterna, si es que pudiera hablar el lenguaje de los hombres.

 

Era su derecho, y algo que a nadie más debía de inmiscuirle. Aún cuando antes nunca hubiese calificado ésta idea como viable, y tampoco había sido tan íntimo cercano de la depresión como ahora lo era, no iba a cambiar de parecer. No se arrepentiría. No dudaría; si ni siquiera se tomó la innecesaria molestia de dejar una última nota en algún lugar antes de salir de casa. Hacerlo sería demasiado pretencioso, puesto que no tenía a nadie a quien dedicarle sus últimas palabras ni ningún mensaje que valiese la pena y el tiempo dejar. Ninguno. Dentro de poco todo sería absorbido por el silencio, incluso también el disparo del arma que en ése instante se disponía a cargar.

 

Exhaló el aire con pesadez cuando ya hubo acabado de hacer lo antes mencionado, y viró la vista hacia arriba, centrándose en el cielo nocturno que lucía despejado y profusamente estrellado. Cosa rara, ya que por lo general las pálidas luces plateadas de aquellos pequeños astros que acompañaban fielmente  a la luna no se veían con tanta claridad, debido a las luces citadinas que les opacaban. Era una imagen agradable y amena para ser la última que sus ojos verían de éste mundo que elegía ahora abandonar.

 

Cerró los ojos al presionar el cañon frío de la pistola negra contra su sien derecha. Se preparó para jalar del gatillo y liberar la bala, sin pensar en nada...

 

-¿Estás seguro de querer hacerlo? -Inquirió una voz que no reconoció desde su costado. Se sobresaltó, bajó el arma y volteó a ver al intruso -porque era una voz masculina, sin duda-, que tenía la osadía de interrumpir su premeditado desenlace. Medio segundo después y habría sido ya demasiado tarde para interferir.

 

-No sé quién seas ni me importa. Vete. -Espetó hostil a la vez que le dirigía una mirada del mismo tenor. El recién llegado era alto y de buena figura, piel pálida y cabellos blancos medianamente largos. Le escrutaba con extraña atención.

 

-Ya veo, supongo que ha de ser incómodo para ti que alguien presencie tu suicidio. -Replicó a su vez, apoyando la mano derecha sobre su cadera e inclinando su peso levemente hacia el lado opuesto. -Lo comprendo, sí. -Razonó al tiempo en que asentía con la cabeza.

 

-Si lo comprendes, entonces lárgate. -Respondió molesto. ¿Que hacía ése tipo allí?, si de por sí aquel era un sitio bastante apartado. Procuró de que lo fuese para que no surgiera ningún inconveniente como éste precisamente. No sabría decir si esto era mala suerte o buena suerte. Quizás ambas, dependiendo de cómo le apeteciese tomárselo.

 

-¿Tanta es la prisa que tienes por morir? -Caminó tranquilamente hasta situarse frente al azabache, a un metro de distancia. -Ni siquiera has contestado a mi pregunta. -Hizo una mueca de inconformidad.

 

-No tengo porqué responderte. -La situación cada vez se le hacía más antojadiza. -Desaparece. Esfúmate y borra de tu memoria lo que has visto ésta noche.

 

El albino resopló. Cerró sus orbes, que resultaban ser doradas como el sol ausente. -¿Y qué si no lo hago? -Arqueó una fina ceja. -En cambio podría avisar a la policía, por ejemplo.

 

-Y yo podría dispararte antes, por ejemplo. -Esgrimió una sonrisa ironíca. No lo decía en serio; su intención no era más que amedrentarlo para que se fuese a casa o adónde fuera. No necesitaba de nadie que pretendiera frustrar aquello o aspirara a convencerle de seguir viviendo a ésas alturas.

 

Pero, contrariamente a lo que imaginó, el oji ámbar no mostró signo alguno de sentirse amenazado o asustado, sino que sonrió, adquiriendo un aspecto verdaderamente encantador -aunque con cierto esbozo de maligna fascinación-, incluso a los ojos del moreno.

 

-Podrías, sería algo adecuado para tí, pero, ¿No te significaría también una carga extra el matar a alguien antes de terminar con tu propia vida? -Apostilló caminando en derredor a él. -Aunque tal vez no, Porque a fín de cuentas, sólo soy un simple extraño del cual ni el nombre conoces. -Meneó suavemente la cabeza, con aura comprensiva. -Así que puede que no te importara demasiado hacerlo, ¿cierto?

 

Bufó, confuso. No entendía el comportamiento de ese sujeto. No parecía intimidado en lo absoluto, pero tampoco le daba la impresión de que quisiera disuadirlo de matarse. Sólo estaba allí, diciéndole sinsentidos y con ello aplazando lo inevitable.

 

-¿Qué es lo que quieres?

 

-¿Yo?, nada particularmente. -Se detuvo a su derecha. -Sólo pensé que valdría la pena hablar con un suicida antes de que pase a mejor vida. Y ya que estamos, me gustaría por lo menos saber cómo te llamas mientras todavía sigues respirando.

 

Suspiró, de puro hastío.

 

-Kougami Shinya. -Reveló sin ganas.

 

-Hum, ¿Con que Kougami, eh? -Se le acercó un poco. -Pero, he de suponer que no me dirás por qué deseas la muerte.

 

-Supones bien, no pienso hacerlo. -Aseguró. -Y no es que me interese, pero ya que te dije mi nombre, es tu turno de decirme el tuyo.

 

El albino pareció pensárselo seriamente por unos cuantos segundos nimios. Y a raíz de eso, una idea hizo acto de presencia mágicamente en su mente y semblante. Volvió a sonreír, aunque esta vez de medio lado. A leguas se notaba que algo se traía entre manos.

 

-Te propongo un juego. -Comenzó, elevando el dedo índice hacia arriba y girándose. -Hablaré contigo un rato más, digamos que hasta el amanecer, para el que faltan menos de tres horas. -Informó viendo la hora en la pantalla del celular que sacó del bolsillo de su pantalón grisáceo. -Y si algo de lo que diga te hace replantearte la decisión de morir, aunque no sea más que una pizca, entonces desistirás de jalar el gatillo y te diré mi nombre.

 

-¿Y si ese no es el caso?

 

-Si no es así, y tu resolución continúa intacta al emerger el alba, podrás cumplir con tu cometido de quitarte la vida y sólo habras perdido un par de horas. -Cuando volvió a mirarle, una expresión indecifrable disfrazaba su delicada faz. -E inclusive podrás asesinarme si es lo que deseas. No clamaré por ayuda ni intentaré huir. Tienes mi palabra.

 

Éste último "agregado" lo descolocó por completo. Creyó que tal vez estaría jugándole una broma, pero al ver su impávido y sereno rostro, tuvo que reconocer la seriedad de la proposición que le planteaba. Dejaba su propia vida en sus manos, sin siquiera conocerlo y en ésas poco razonables circunstancias. Era lisa y llanamente absurdo y temerario de su parte.

 

-Estás demente, ¿Por qué llegarías tan lejos con éso?

 

La brisa fresca le sacudió el cabello y lamió su piel. -Demente es un término sumamente subjetivo, ¿No crees? -Volteó y echó un vistazo a sus espaldas, desde donde podía verse gran parte de la ciudad y sus luces. -Y en todo caso, no soy yo quien lleva una pistola y planea volarse los sesos. No, por supuesto que no, porque ése no es otro más que tú. Así que el título de demente te lo mereces más que yo, al menos en éste preciso momento.

 

-Tsk. -No había mucho que pudiese discutir respecto a eso, aunque no se consideraba a sí mismo como un demente tampoco.

 

-Pero no es cómo si estuviese agregando ningún riesgo nuevo al proponerte ésta apuesta, el único cambio es que expongo la información de un modo distinto.

 

-El riesgo ya lo asumí desde antes. -Se explicó al ver que Kougami le miraba con cara de no entender ni un ápice. -Y debo decir que no me arrepiento en lo más mínimo. Pero como sabrás, no puedo correr más rapido que ninguna de tus balas, por lo que si se te ocurre dispararme, no puedo evitarlo ni escapar. -Se encogió de hombros y entrecerró los ojos por un breve instante. -Desde que elegí acercarme a tí y hablarte, ya no hubo marcha atrás. Cómo en el amor a primera vista; basta tan sólo un paso para caer y luego ya es imposible retroceder. Hechos consumados.

 

Pasó por alto aquella curiosa analogía. La razón le era totalmente ajena, pero era cómo si segundo a segundo fuera enredándose cada vez más en una pegajosa y paralizante telaraña, desviándose de su propósito original por su culpa.

 

Sin embargo incluso así, su voluntad -o tozudez- no era tan débil y manejable cómo para ser influida y doblegada por argumentos fútiles cómo los de ese tipo. Confiando en esto, podría hasta entrar en su juego. Fingir que lo hacía hasta la llegada de la luz del sol.

 

-Bien. -Accedió con ánimo retador. -Será así. No sé cuál sea tu interés en entrometerte hasta el punto de apostar tu propia vida, pero por mí puedes decir o hacer lo que quieras. Mi decisión no cambiará, tenlo por seguro. -Aseveró confiado.

 

El oji ambarino torció el gesto, insatisfecho.

 

-No lo entiendes. No es cómo si impedir tu muerte fuera para mí algo primordial, en lo absoluto. No te conosco y podría haberme limitado a ignorarte cuando te vi apunto de disparar, pero desgraciadamente para tí, despertaste mi curiosidad en cuánto cruzamos palabras, Kougami. -Añadió aproximándosele un poco más. -Es por eso que decidí quedarme a presenciar tu final o tu renuncia al mismo.

 

-Curiosidad... -Masculló negando con la cabeza. -Has de estar más loco de llo que creí si algo así atrae tu interés.

 

-Quizás, pero eso no es algo que me preocupe. Conocer la locura puede ser el método más eficaz para evitarla. -Volvía a sonreír ladinamente. -Y pienso que, aunque muchos dirán que quitarse la vida es el camino fácil y ejemplo de cobardía, yo no lo creo así. -Ahora solamente dos pasos le separaban de Shinya. Sus miradas coincidían. -No ha de ser una decisión fácil de tomar, ni para ti ni para nadie que lo haya hecho antes, y para efectuarse creo que se debe de necesitar bastante valor. Por lo que, ésta noche te haz ganado parte de mi respeto, tanto si mueres cómo si por el contrario recapacitas y optas por continuar viviendo con todo lo que eso conlleva.

 

Guardó silencio, mirando a aquel extraño hombre frente a él, con evidente desconfianza. Su misma imagen blanquecina recortada contra el desolado paisaje de pasada la media noche le parecía irreal, inverosímil. Desentonaba notoriamente con el entorno, con su realidad y momento. Quizás no fuese real, pensó seriamente. Puede que estuviese en medio de una vívida alucinación y que ése albino no fuera otra cosa más que una artimaña fabricada por su subconsciente para hacerle desistir de la muerte autoinflingida.

 

Aunque, si era así, desde luego que tan pobre truco no estaba ni cerca de funcionar. Únicamente conseguía hacerse de una precaria cantidad de tiempo que pronto se exitinguiría con las próximas llamas del sol. Qué cosa tan inútil.

 

-No es lo mismo vivir que existir. -Afirmó. -Suele confundirse, pero la diferencia es amplia. -Era ésta su firme creencia.

 

-Cierto. -Confirmó el aparecido. Inclinó la cabeza hacia un lado y apoyó el mentón sobre sus dedos. -Seguir respirando por mera inercia no puede ser considerado como vivir en toda la extensión de la palabra, pero eso es algo que podría ser revertido en cualquier instante. Todo es cuestión de hallar un motivo para querer hacerlo.

 

-Si, tal vez. Pero no todos pueden tener la misma suerte. -Replicó con la mirada fija en su posible alucinación parlante. -Hay cosas que no pueden cambiarse sólo con tener buenas intenciones y el ímpetu de hacerlo.

 

-No hablo de suerte o de buenas intenciones. -Corrigió enderezando su postura. -Bueno, quizás se relacione con eso de alguna forma, pero no es lo principal. No es lo que trato de decirte, Kougami.

 

-¿Entonces que vendría siendo sino es eso? -Inquirió a pesar de su interés ser escaso.

 

-Me refiero a que la gente sólo ve lo que quiere ver. -Se cruzó de brazos con simplicidad. -Aquello que se adapta a su conveniencia y propósitos. Y el resto es ignorado y dejado en segundo o tercer lugar, ya sea consciente o inconscientemente. Y claro está que esto se aplica también a ti y a mí. Somos seres subjetivos por naturaleza, eso es lo que creo.

 

El aire continuaba helándose, ajeno a ellos y a su plática. El tiempo avanzaba alejándose de cualquier reparo y pretendiendo dejarles atrás en ésa noche perdida. El negro océano en lo alto les contemplaba inmutable.

 

-¿Dices que hago esto por simple comodidad, en vez de buscar otra alternativa? -Espetó con suscitada irritación. -No tienes ni la menor idea de lo estás hablando. No sabes nada. -Dijo con acritud.

 

-Si y no. -Hizo caso omiso de lo último añadido por el moreno. -No te estoy subestimando; desconozco por totalmente las circunstancias que te han orillado hasta éste punto, pero aún así, no es mi intención infravalorarlas. -Caminó y le rodeó. Se situó a su espalda, sin mirarle. -Y pienso que no deja de ser válido que quieras acabar con tu vida, pero hay algo que sigue llamando mí atención.

 

-¿Y cuál sería ese famoso "algo"? -Farfulló sarcástico. Pese a a la inherente desconfianza que ese tipo despertaba en él, no se dio la vuelta. La extrañeza se sumaba a ésta natural falta de confianza, pero no obstante, no percibía ningún peligro latente por parte de él sujeto a sus espaldas. El único brote carmesí de mortal riesgo nacía de la fría y pesada arma que su mano portaba. Y el resto de todo lo que hubiese en ese lugar se refugiaba en grietas de indefensión.

 

El albino dejó escapar una risita, cortando con su aliento cálido el espectral frío de la madrugada.

 

-El lugar. -Explicó. -Pudiste escoger cualquier sitio para llevar a cabo tu suicidio; si lo hubiese hecho en tu casa o apartamento, por ejemplo, nadie te habría detenido, ¿no? Y a ésta hora seguramente ya serías historia. Pero no, porque en lugar de eso, preferiste venir a éste sitio; que aunque bien es cierto que es solitario y un poco alejado, viniendo acá te expusiste a que surgiese alguna interrupción, cómo te pasó conmigo. Y eso da mucho que pensar.

 

-¿Adónde quieres llegar?

 

-... -Sonrió felinamente. -Creo que es posible que, de manera inconsciente, tu deseases que eso ocurriera. Que por cosas del destino, apareciera alguien o te encontrases con algún inconveniente que evitase tu muerte. Y eres afortunado. Tu anhelo oculto se cumplió al cruzarme por casualidad en tu camino. Ahora tienes una excusa razonable, si es que te place verlo así.

 

Ésta simple pero firme respuesta, caló con profundidad inusitada en su suicida interlocutor de cabellos negros. Aquella era una afiladísima daga clavada casi con conocimiento de causa. Y por supuesto, obtuvo la reacción que el causante quiso en su víctima provocar.

 

Se dio la vuelta, frunciendo el ceño con más ahínco que en cualquier otro momento desde el comienzo de la velada. -¿Eres idiota? Jamás se me pasó por la mente la idea de aferrarme a un pretexto para retractarme. No necesito de algo como eso cuando ni una sola vez dudé de lo que haré. En verdad, no haces más que hablar sin saber absolutamente nada al respecto.

 

El albino se volteó a verle también, con poca prisa. Y en cuanto lo hubo hecho por completo, la fúlgida flama que bailaba en las plateadas pupilas contrarias le encandiló de improviso. Le tomó por sorpresa. Obnubiló su hilera de pensamientos y de paso le ocasionó también una incipiente pena, allá, en lo más recóndito de su ser.

 

Llegó incluso a conmoverle, algo que muy raras y especificas veces le llegaba a suceder.

 

No era concebible que ésa luz fuera a extinguirse en menos de lo que canta un gallo. Sin embargo, también es cierto que se sintió honrado al ser el único que estuviese allí para presenciarlo. De ser el objetivo de la ira de aquel moribundo. El dueño de su quizá último sentimiento.

 

-Pues, que se la va a hacer. No tienes otra opción más que escuchar las insensateces de éste ignorante. -Miró por encima del hombro del moreno, a allá en donde el cielo se disponía a sustituir el telón negro por uno gris, uno previo a las primeras luces del alba. El tiempo se le acababa. -Pero una cosa si sé. Aceptaste ésta pequeña apuesta sobre tu apuesta, y si lo hiciste, es porque después de todo no tenías tanta prisa como creías por agujerearte el cráneo con una bala.

 

-"¿una apuesta sobre mí apuesta?", sólo dices tonterías.

 

-Ahí es dónde eres tú el que se equivoca. -Refutó tranquilo. Apartó parsimoniosamente un largo mechón lechoso de su frente lisa y bella, tomándolo entre sus dedos. -La primera apuesta en cuestión es la tuya. Te preguntarás ahora cuál será ésta, algo muy sencillo de responder. Éste suicidio tuyo constituye una apuesta en sí. La muerte lo es, igual que la vida. Esto debido a que es imposible saber que es lo que realmente ocurrira una vez que te entregues a ella. Pero sobretodo en tu caso, al escoger seguirla por elección propia. Él si será mejor o peor que ésta vida, no lo sabrás a menos que lo intentes. -Le hizo saber pasando a su lado. Nuevamente le plantó cara. -Pero al hacerlo, estás yendo en contra del sentido común y del instinto de supervivencia al apostar a favor de lo desconocido por encima de lo conocido.

 

-Ahórrate tus juicios personales. Créeme que no los necesito. -Le cortó a la primera oportunidad en que tomó una pausa.

 

-Espérate, que mi explicación aún no termina. -Se giró de cara al evanescente firmamento. -La "apuesta" que yo te propuse consiste en probar tu determinación para llevar o no a cabo la tuya. No es más que eso. Ah, y el mínimo chance que tengo para hacerte recular de tu razonamiento. Allí lo tienes, una apuesta referente a otra apuesta.

 

-Aceptaré que es ingenioso, pero es una lástima que tu palabrería barata sea tan ineficaz para tu propósito de convencerme. -Entonó, cada vez más confiado de su postura. -Y no has de creer en serio que en verdad tienes una oportunidad de cambiar algo. Tu propio juego se está acabando, pero tú continuas todavía en el punto de partida.

 

De nuevo sonó ésa risa pícara, ablándando la seriedad. Revestida de impredecible autosuficiencia.

 

-¿Eso crees?, vaya, de modo en que aún no te haz dado cuenta. -Le comunicó con gracia traviesa. -A mí parecer, ya he conseguido influir significativamente en ti. -Viró la vista hacia el escéptico rostro del suicida. -Ahora mismo, y aunque no le des importancia, te empeñas deliberadamente en rebartir y contradecir todas y cada una de las palabras que salen de mi boca, sean éstas cuales sean. Tu existencia se ve volcada hacia la idea de vencerme y de demostrar que me equivoco, aunque sólo sea momentáneamente; dejando así en un segundo plano tu idea de matarte. Ése es el motivo para que todavía continues con vida a pesar del arma cargada que cuelga de tu mano. Bien pudiste hacer oídos sordos y limitarte a disparar, algo que hubiera sido menos tedioso y mas simple, y te reafirmo, yo no habría podido hacer nada para evitarlo. -Se aproximó despacio, mantuvo sus claros ojos armoniosos encima de los de él. -Y eso no es todo. Ése intenso sentimiento de enojo e ira que recién me dirigías, es una clara prueba de tu vida, y no así de una existencia rota y vacía. -Sonrió triunfante. -¿Lo ves ahora?, aún siendo superflua y temporal, haz encontrado una razón para no perecer. Y cómo esa, podrías hallar cientos o hasta miles, así cómo posibilidades infinitas existen. -Declaró apreciando cómo lentamente la incredulidad y la ironía se deshacían en la faz de Shinya, cediendo su lugar a varias emociones más. Confusión, duda e irritación. Eran las más preponderantes. Aunque siempre volvían al comienzo del ciclo, retornando al cauto escepticismo.

 

-Todo eso suena muy convincente, pero no lo suficiente para mí. -Repuso indiferente. -Ni siquiera estoy completamente seguro de que tú seas real. Tal vez sólo eres una molesta alucinación, y sí es así, tus argumentos carecerían de cualquier valor para mí. -Aquello era lo más honesto que pudo decir desde el principio.

 

-Ya veo. -Suspiró con resignación exagerada. -Con que éso es. En fín, me lo veía venir. -Se plantó a su costado izquierdo y redujo la corta distancia presente. -Entonces no me queda de otra alternativa aparte de demostrarte que soy de carne y hueso y no una ilusión pasajera.

 

Iba a retroceder un par de pasos, pensando que éste podría intentar arrebatarle el arma o algo similar. Pero antes de que pudiese incurrir en aquello, el albino tomó su mano libre y la recargó contra su pecho, encima de dónde habría de estar su corazón. Instantáneamente, la sorpresa se reveló en sus ojos de plata.

 

-Esto es lo que hay. -Dijo el aún desconocido, presionando la mano de Shinya contra su pecho. -¿Será esto suficiente para validarme ante ti?

 

No profirió contestación. Naufragó en un océano de contradicciones, tal cual era su tacto. La mano del intruso aquel era fría y suave, delicada; en comparación con la calidez de su cuerpo bajo su palma. Los latidos de ése corazón se percibían rítmicos y acompasados, junto con la respiración ajena. Tan cerca estaban que ésta le supo dulce.

 

Con ello perdía el piso que había construido a base de conjeturas hasta ese instante, apoyándose en que en la idea de que sufría de un delirio transitorio. Éste se derrumbaba con cada pulso proveniente de aquel músculo cardíaco, irradiando calor y vida. Y de repente todo se le tornaba cuestionable. Era entonces que se perdía en los apacibles ojos de tinte oro apostillados delante de los suyos.

 

Ya no podía negar sus palabras, y no le quedaba más remedio que verse cara a cara con sus dudas previamente descartadas. Y todo debido a el hombre frente a sí y a sus ideas y divagues erráticos que interferian con sus planes. Caía en sus redes inevitablemente, era seducido por la voz de esa sirena y sus renuencias palidecían como el final de la noche que les prestaba su compañía. No podía no creer en la existencia de ese sujeto cuyo nombre seguía sin conocer. No tenía tampoco la suficiente estupidez cómo para adjudicarle a su mente sombría y enajenada esa divina creación; no creía que ésta fuera capaz de producir tan tangible y magnífico disparate, aún incluso en una situación de vida o muerte como aquella. Lo que le llevaba a acordarse de lo que ese albino dijo antes, acerca de que la gran mayoría de las personas solo ven lo que quieren y les acomoda ver.

 

Tenía la alternativa de recurrir a este escape y hacer de la vista gorda respecto a todo lo acontecido en esas últimas horas desde que se le apareció ese tipo, pero incluso este paradigma tenía sus límites a la hora de usarse para evadir. Era casi imposible que pudiese darle la espalda a los hechos concretos como el que le concernía en esos momentos.

 

-¿Y qué haras? -Le interrumpía en medio de su crisis interna. -O mejor dicho, ¿algo de lo que has oído esta noche te hace sentido ahora que ves que no soy ningún tipo de alucinación o aparición?

 

Desvío la vista de sus orbes escrutadoras, pero no rompió el silencio. La terquedad que aún le quedaba le impedía reconocer en voz alta lo que para él, ahora comenzaba a parecer erróneo. Y menos ganas tenía de argüirle el mérito de éso a él.

 

-O no será que aún con esto... -Empezó a decir. -¿Tú sigues sin creer en mí?

 

Regresó su mirada hacia él, extrañado por su insinuante tono sagaz. Intercambiaron apenas un vistazo, y acto seguido, el albino soltó su mano. -Supongo que, después de todo, no fué suficiente con que me tocaras para que te convencieras de que existo y estoy vivo. -Dijo curvando sutilmente hacia arriba las comisuras de sus labios. -Ah, no quería llegar a esto, pero no puede evitarse. Salgamos de dudas.

 

Actuó deprisa. Otra vez, sin esperar ni darle tiempo al azabache para dar una respuesta. Agarró su otra mano, la que sostenía la pistola a su costado y presionó la punta de ésta en el mismo lugar en donde antes reposaba la mano izquierda de Kougami, sobre su corazón latiente.

 

-Me pregunto que pasaría si dispararas y yo en realidad fuera un producto de tu imaginación. ¿Me desvanecería en el aire, o tal vez en medio de una nube de humo? -Su mano rodeaba la de Kougami, en torno a la pequeña arma de negro metal. -Adelante, eres libre de averiguarlo. Veamos si muero o simplemente desaparezco.

 

-¿Estás loco? -Lo miraba atónito, sin poder dar crédito a lo que escuchaba. No sabía cómo, pero la situación se le había escapado de las manos y el control ya no le pertenecía. -Deja de decir barbaridades, esto ya no es un juego. No, nunca lo fué. Y ni pienses que voy a...

 

-Pero hasta ahora no te importó tomarlo como uno. -Replicó cortándole a media frase. -Y permíteme aclararte que mi intención nunca ha sido salvarte. Eso sólo puedes hacerlo tú, Kougami. Yo no he hecho más que compartir contigo algunos de mis pensamientos, y el si éstos te mostraron algo que hubieses preferido ignorar, es problema tuyo. -Echó una ojeada hacia el horizonte llano. -Pero ahora el tiempo ya se nos acabó. Decide que camino tomarás y muestrame tu resolución.

 

Y era cierto, el cielo se encendía de pleno amanecer. Los primeros rayos de la alborada les llegaban de frente, devorando las penumbras cercanas. Y exigendo también conocer la identidad del respectivo ganador de aquella apuesta en la que la vida misma se jugaban.

 

-¿Qué es lo que no te permite hacerlo? -Presionó. -Para ti yo no soy más que el único obstáculo en tu camino hacia el suicidio.

 

-Cállate. -Espetó en un simple susurro.

 

-¿No tendrás miedo de ir a parar al infierno si resulta que no soy una mera fantasía y me asesinas? -Rió queda y mordazmente. -Anda, deshaste de estupideces sentimentales y demuestra que es verdad que deseas y necesitas morir, o de lo contrario, sólo desiste de todo. Es tan fácil como eso.

 

Sus palabras le agobiaban, confundían y enojaban. Su dedo alrededor del gatillo templaba imperceptiblemente y una gota de frío sudor resbalaba inadvertida por su sien. Por primera vez no sabía que hacer. La indecisión que maldecía se aferraba a sus ideas poco claras. Lo miraba a él, y éste le sonreía cómo nunca pensó que podría hacerlo alguien que estuviera en su lugar. Y en sus oídos retumbaba infernalmente el palpitar del corazón del otro; aún creía poder sentirlo, escucharlo, solamente que ahora estrepitosamente acelerado. Apunto de ser detenido para siempre por su mano indecisa. Por su ansia enfermiza de autodestrucción.

 

-Mátame. -Le apretó ligeramente. -Y acabemos de una vez con esto. -Al ver que no surtía en el ningún efecto, pues éste no reaccionaba a nada de lo recientemente dicho, decidió tentar incluso más a su suerte e ir un poco más lejos. -¿O pretendes obligarme a mí a disparar por ti? -Pasó su dedo por sobre el gatillo, sobre el de él . -¿Quieres hacer de mí un suicida igual que tú, Shinya?, ¿Eso te haría sentir mejor?

 

No supo si fué a causa del sonido de su nombre en ésa voz suave o la idea atroz de arrastrar a otro individuo a su espiral de perdición personal, pero como fuera, su incertidumbre se resquebrajó y todo volvió a definirse en su mente de improviso. Le empujó con la fuerza suficiente para alejarlo de sí y hacerlo tambalear. Fué sorprendentemente milagroso que la pistola entre ambos no se disparara por error en medio de tal tejemaneje. La dejó caer al suelo árido antes de desplomarse de rodillas sobre el mismo.

 

-...Tú ganas. -Sintió el impulso de admitir minutos más tarde, estando ya algo más calmado. -No sé si fué tu basura o no, pero no seguiré adelante con esto.

 

-Me alegra escuchar eso. -Se paró frente a él y se inclinó ofreciéndole su mano. Le sonrió cálidamente cuando alzó la vista en su dirección. Éste la estrechó y se puso en pie. -No fué en vano entonces que me haya arriesgado así. Por momentos creí que en vedad dispararías.

 

-Eres un desgraciado manipulador.

 

-Hmph. -Se encogió de hombros. -Si, lo seré, pero tal cómo dijiste, he ganado. Y tengo un nombre ¿sabes? -Con lentitud se le acercó hasta poder susurrarle cerca del oído. -Makishima Shougo. Ese es. Procura no olvidarlo tan pronto, ¿vale?

 

-Como si pudiese hacerlo. -Repuso apático. No tenía claro si debería o no considerarlo cómo su salvador, pero sin duda, sino fuese por su excéntrica intervención fortuita, hubiera llevado a cabo lo que pretendía sin recabar más a fondo, y dejándose llevar po el espejismo de lo evidente hacia el foso oscuro que suponía la muerte. -Lo he perdido todo, ni siquiera sé si valdrá la pena o no vivir ni porqué debería hacerlo. -Musitó mirando hacia el cielo raso e infinito, al igual que los pesares que continuaban amargándole interiormente.

 

-No porque ahora sea así va a seguir siéndolo eternamente. -Añadió Shougo, a su lado. -No creo que sea buena idea que te estanques en pensamientos como esos; en tu deplorable estado anímico actual, no va a hacerte ningún bien. -Dijo con ecuánime sinceridad.

 

-Si lo que intentas diciendo eso es animarme, no estás yendo por muy buen camino. -Replicó viéndole de soslayo. Pese a ello, su comentario le hizo un poco de gracia, aún cuando no debiera.

 

-No trato de animarte, lo que quiero es hacerte un ofrecimiento.

 

-¿Y qué es lo que ésta vez me propondrás, si se puede saber? -Inquirió curioso.

 

 -Un motivo. Una oportunidad que posiblemente vaya a interesarte.

 

Kougami enarcó una ceja, mirándolo, a la espera de una correspondiente y precisa explicación.

 

Y una sonrisa discreta fué lo que en cambio recibió.

 

¤•:.::•.•::.:•¤

 

Nevaba más allá del cristal de la ventana, allí en donde sus ojos aún adormilados se perdían y divagaban entre remebranzas. Era diametralmente opuesto a ése amanecer. Pero eso no evitaba que se lo recordara, aunque lo único que tuvieran en común fuera la hora temprana y el despertar de las aves.

 

Percibió un movimiento en la cama. Su acompañante se despertaba y extrañaba al verle sentado a los pies de la cama. Fué hacia él.

 

-Estás helado. -Dijo a modo de observación, mientras lo abrazaba estrechamente por la espalda. Besó su cuello, desnudo, como el resto de su torso. -¿Qué haces despierto tan temprano?

 

-Nada. Desperté y ya no tenía sueño. -Respondió el albino, volteándose, sin separarse de sus brazos que le conferían calidez. -Estaba pensando. Recordando, más bien. -Comentó. -Me parece increíble que halla pasado más de año y medio desde que te conocí. Ya sabes, la vez en que por poco te quitas la vida.

 

-Lo sé, pero es una época oscura que prefiero no recordar. -Se inclinó hacia adelante y besó su frente, entre los cabellos de nieve. -Ahora casi no lo siento como un verdadero suceso, sino más cómo si no hubiera sido no más que un mal sueño.

 

Makishima resopló.

 

- Si claro, y yo aquí todavía esperando escuchar alguna palabra de agradecimiento. -Dijo medio en broma. -Eres el tipo más ingrato que he conocido nunca, Kougami. -Suspiró dramáticamente. -Hace que me cuestione porqué sigo a tu lado desperdiciando mi preciada juventud.

 

-Oye, que tú mismo dijiste que no tenías intenciones de salvarme. -Argulló viéndole fruncir el ceño. -Y también fuiste tú el en un principio se ofreció cómo voluntario para quedarse a mi lado. Según tú:"Para que tuviera un motivo para vivir y evitar de paso que caigas en la tentación de lanzarte del edificio más cercano."

 

-Abusas de mi buena voluntad. -Replicó arrugando la frente. -De ahí lo que dicen:"Cria Cuervos y te sacaran los ojos."

 

-Ya. -Le elevó el mentón y acalló su medio suspiro con un beso de sabor azucarado. -Deja de fingir que no sabes lo importante en que eres para mí.

 

-Mn. -Recargó la cabeza en su pecho descubierto. -Puedo decir lo mismo. Y en cualquier caso, habría sido trágico y vomitivo el ver cómo te volabas los sesos. Terminó de decir con sorna, acorde a su naturaleza. -Habría acabado siendo muy problemático tener que lidiar después con ese desastre.

 

Su amante rió, al tiempo en que lo arrastraba y metía consigo debajo de las cálidas sábanas protectoras, resguárdandolo del frío ambiental y de algún posible resfriado causado por éste.

 

-En eso coincidimos.

 

No se conformó con un único y solitario beso, así que fué a por más, apretujándose contra él.

 

Era feliz, bastante, de haber contribuido a sacarle de aquella horrorosa depresión que carcomía su vida durante ese tiempo. Y ciertamente, si había llegado hasta las últimas consecuencias durante esa madrugada no fué sólo porque quisiera atestiguar los últimos momentos de un suicida, sino también por el inmenso impacto emocional que sufrió nada más intercambiar con él miradas y las primeras palabras. Bueno, así era como a él le gustaba llamar a ese efecto idiotizante que removió hasta sus cimientos, el que permanecía dentro de sí, endulzándole los días y revolucionando sus hormonas. No obstante, ahora estaba solidificado y mayoritariamente definido.

 

Si, eso era amor. Uno repentino para él, y la salvación de su ahora pareja, Shinya.

 

No le había dicho nada sobre ésta singular primera impresión que experimentó al conocerlo, ni siquiera sabía porqué. No tenía ninguna razón en especial, aparte de gustarle el guardar un detalle sólo para sí, y de creer que moriría de pudor si tuviera que confesar algo como eso.

 

Éste flechazo instantáneo permanecería en el anonimato. Por ahora. Y sólo recurriría a él como última medida de emergencia, en caso de surgir alguna otra crisis existencial de cuidado. No lo veía ni remotamente probable; en lo absoluto, y esperaba que nunca ocurriera, pero prefería prevenir antes que tener que lamentar después.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).