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Corazón helado por cristallights

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Notas del fanfic:

Bueno, este es un fic corto e intenso. No sé si os gustará, pero espero que no seáis duros conmigo, porfii.

Todo está contado con el punto de vista de Shizuo.

Y sin más dilación... ¡Disfrutadlo!

Andaba por las frías calles de Ikebukuro. No, más bien corría por la nieve viendo como la maldita pulga se iba corriendo como una gacela, sorteando todo cuanto le lanzaba. Era imposible que alguien tan delgaducho como él pudiera tener tanta resistencia. Pero la maldita pulga era capaz de todo. Y eso me ponía de los nervios.


 


-IZAYAA-KUUUN


 


Mi voz se ahogaba por las calles pobladas e Izaya se giró y me miró como si se estuviera burlando de mí.


 


-¿Qué pasa, Shizu-chan~? ¿Puedes atraparme?-me guiñó un ojo. Realmente me sacaba de quicio.


 


Cogí una señal de stop y la lancé contra él. La esquivó con elegancia. No podía ser, me haría viejo haciendo esto.


 


Pero eso es lo que pensaba.


 


Porque jamás pensé en lo que lo echaría de menos.


 


Pero jamás te das cuenta hasta que lo pierdes.


 


Y yo sabía que algo andaba mal. Había gente sí... Pero entre esa gente había personas extrañas que jamás había visto. Y no era por pensar mal, pero me daban muy mala espina.


 


No podía centrarme con mi preocupación porque vi a Izaya y toda mi ira y todo mi ser se concentraron en matar a esa maldita pulga. Pero ahora, incluso él se movía de manera extraña, como si estuviera incómodo. Entonces no era un problema mío.


 


Paré en medio de la calle y vi como Izaya me miraba con extrañeza. Estábamos relativamente cerca y él se acercó más.


 


-¿Sientes lo mismo que yo?


 


La pulga asintió levemente. Nos alejamos un paso. Entonces nuestras miradas se cruzaron. Y vi como la expresión de Izaya iba cambiando a sorpresa.


 


No...


 


Era...


 


Horror.


 


Todo sucedió muy despacio. Vi como Izaya corría hacia a mí y me empujó al suelo. Me golpeé en la cabeza y me dolió durante unos segundos. Esos segundos en el que un sonido perforó mis oídos y llamó la atención de todo el mundo alrededor.


 


El sonido de un disparo.


 


Abrí los ojos, aún con el dolor de cabeza presente. Sólo había oído que habían disparado. Quería ver si habían herido  alguien. Me incorporé y vi a Izaya delante mío, de pie. Me molesté con él. No tenía por qué tirarme al suelo. Pero cuando iba a levantarme vi algo que me impactó: gotas de sangre en la nieve.


 


Me levanté de un salto y me puse delante de Izaya. Sus ojos no me miraban. Estaban fijos en el suelo. Estaba muy pálido. Y tenía su mano derecha sujetándose el pecho. Intentaba esconder algo. Pero no pudo. La sangre se escurría entre sus dedos y hacía el charco de sangre más y más grande. Me miró y me sonrió. Sus piernas fallaron pero lo cogí a tiempo para que no se cayera al suelo. Me arrodillé con él entre mis brazos. Su temperatura corporal descendía a un ritmo alarmante.


 


Sentía como la gente se iba reuniendo entorno a mí. Sonaban murmullos, pero nadie, maldita sea, NADIE podía llamar a una ambulancia. No podía ser que la maldita pulga muriera aquí. No podía aceptarlo.


 


-E-eh... S-Shizu-ch-chan... ¿Ha sido divertido, no?


 


Tosió y de su boca salió sangre. Lo abracé con más fuerza.


 


-¡No hables! ¡Guarda energía, maldita pulga! ¡No vas a morir aquí! ¿Me oyes?


 


Izaya tenía su vista fija en mí. Me miraba con... Con... ¿Ternura?


 


-N-no seas... estúpido... V-voy a morir... d-de todas... formas.


 


Esa mirada me descolocaba. Él me odiaba. Él me quería ver muerto. Y yo lo sabía. Sabía lo que él sentía hacia mí. Y no era cariño precisamente.


 


No...


 


No sería...


 


Imposible...


 


-Izaya...-me mordía el labio.


 


-D-dime Shizu-chan, ¿por qué lloras?


 


No me había dado cuenta de que las lágrimas me saltaban de los ojos y caían por las mejillas heladas de la pulga. Tenía una fuerte opresión en el pecho y un nudo en la garganta me impedía hablar. Pero no podía dejarlo solo. Aunque él ya lo había aceptado, yo aún estaba buscando una ayuda que sabía que no iba a llegar. E ir a donde Shinra... No llegaría.


 


-Hazme... Un último... Fa-favor...


 


Le cogí la mano.


 


-Llévame... A dar una vuelta...


 


No le puse ninguna pega a su último deseo. Lo cogí en brazos y me puse en pie ante la mirada incrédula de la gente. El monstruo de Ikebukuro cargando a su moribundo enemigo mortal. No era una imagen muy normal para ellos. Pero ahora no era eso lo que importaba.


 


Caminé por la calle notando el cuerpo de la pulga. Intentaba transmitirle mi calor. La sangre estaba regalimando entre mis dedos pero no me importó. Cada paso estaba lleno de recuerdos. Las máquinas expendedoras que tantas veces había lanzado; las señales de tránsito que había echado a perder; los camiones que me habían atropellado; habían tantas cosas que habíamos pasado…


 


Izaya se reía. Me sorprendí a mí mismo sonriendo también y llorando. Su respiración se iba haciendo más débil. ¿Por qué lo estoy cargando? ¿Hacia dónde me dirijo? Tal vez negaba mis verdaderas intenciones pero estaba yendo instintivamente hacia casa de Shinra. Si llamara a Celty, tal vez… No, me dijo que tenía un encargo urgente.


 


Pero espera un segundo. ¿Desde cuándo me importa la maldita pulga? Quiero decir, siempre nos hemos odiado, ¿no? Siempre hemos deseado la muerte del otro. Entonces, ¿qué diferencia había entre las miles de veces que nos habíamos peleado con ahora?


 


Entonces caí.


 


No había ninguna.


 


Si peleábamos era solo para negar lo evidente.


 


Me gustaba Izaya.


 


No, me había ENAMORADO de Izaya.


 


Pero, ¿sentiría él lo mismo por mí?


 


Vi la cantidad de sangre que había perdido. Cualquier persona normal hubiera muerto, o si era fuerte, habría perdido el conocimiento. Pero Izaya se mantenía despierto. Mejor dicho, LUCHABA por mantenerse despierto. Entonces me miró. Tenía profundas ojeras marcadas y estaba tremendamente pálido. Pero me habló una vez más.


 


-¿Podrías… con-contarme…-jadeó, tomó aire y continuó- el p-por qué… me odias?


 


La pregunta me pilló por sorpresa. Pero asentí. La verdad no sabía qué contarle, aparte… de la verdad.


 


-¿Por donde empiezo…? Cuando íbamos a Raira, cuando te presentaste no me parabas de llamar “Shizu-chan, Shizu-chan”, aunque sabías que lo odiabas. Después, me clavaste un bolígrafo y empezaste a correr. E hiciste que me atropellara un camión. También me rompiste el móvil, y encima lo disfrutabas. Cuando te tiré un contenedor te apartaste y casi le da a una anciana. Entonces llamaron y me arrestaron. Robaste en mi nombre. Y también…


 


Recordar todo lo que habíamos pasado juntos era demasiado doloroso. Pensar que nunca jamás volveremos a tener esas peleas que pensaba que odiaba… No quería que la pulga notara que lo echaría de menos, por eso intenté sonar enfadado. Pero él tampoco estaba molesto. Se reía al recordar esos momentos. Tenía los ojos cerrados, pero estaba consciente.


 


Estaba hablando tanto que al final fui como un torrente de palabras. Mi boca hablaba sola y no la podía hacer parar.  


 


-Aunque todo esto me ha hecho ver, que te quiero, pulga.


 


Y antes de que me diera cuenta de que lo había expresado en voz alta, Izaya ya lo había oído. Abrió los ojos con sorpresa. Y una lágrima le rodó por la mejilla.


 


-Gracias… Shizuo.


 


Me sonrojé. Mis lágrimas aún caían por la cara de Izaya. Entonces se juntaron con su sangre y cayeron encima de la nieve. Y cayeron en forma de corazón. Un corazón helado.


 


Continué hablándole. Pero ya no era porque me lo hubiera pedido. Era solo que me sentía bien haciéndolo. Canalizaba mi dolor con las palabras.


 


Porque estaba hablando solo desde hacía rato.


 


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Era un precioso día de invierno. No nevaba y no había ni una sola nube. Pero aún así, era un día gris. Estábamos todos en un cementerio, ante una tumba. La lápida tenía la inscripción de “Izaya Orihara”.


 


Las gemelas lloraban por la pérdida de su hermano. También estaban Mikado, Anri, Kida, Tom, Shinra, Celty y todos nuestros amigos, llorando o simplemente, con caras largas.


 


Vi como la gente se iba yendo. Al final solo quedé yo. Suerte que tenía las gafas puestas, porque tenía los ojos hinchadísimos de llorar. Bajé la mirada a la tumba.


 


-Dime, ¿tanta prisa tenías de irte? Me has dejado solo aquí. Ahora, ¿qué sentido tiene mi vida sin ti?


 


Apreté los puños.


 


-Lo siento pulga. Lo siento muchísimo.


 


Miré al cielo. Los rayos del sol iluminaban mis mejillas mojadas.


 


-Pero te quiero. Así que… ¿por qué me has dejado?


 


No sé si fue que de tanto llorar me mareé, pero vi a Izaya. Vi a la maldita pulga sonriéndome en el cielo. Caí de rodillas, incapaz de sostenerme. Pero noté como alguien me sostenía. Me daba el calor. O más bien, me lo devolvía. Y me derretía el corazón helado por la tristeza.


 


-Gracias, Izaya.

Notas finales:

¿Os ha gustado? Sé que no es muy normal, pero me imaginaba a Izaya en los brazos de Shizuo, mientras agonizaba... Era taaaaaaan bonito......

Es muy triste, pero me encanta hacer sufrir a la gente. 

Agradecería que dejarais un rewiew y me dijerais si queréis que haga alguna serie o más one-shots.

Gracias por leerlo, babys, me encantais.

Y tengo que continuar con Trastornado, pero voy muy mal esta semana.

Bueno, ya me voy. 

¡Gracias por vuestro apoyo!


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