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Donde nace el sol por girlutena

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Notas del capitulo:

 


*-*


el segundo!!!


 

 


Cerca de las montañas Circundantes, al norte de Beleriand,  se podía observar el pequeño reino de Gondolin, donde  en sus siete puertas se podía observar los magníficos y hermosos tallados de madera, piedra, bronce, Hierro forjado, plata, oro y la Gran Puerta de Acero. En la época de la Primera edad fue una ciudad secreta que fue liderada por el Rey Earendil.


Donde cuenta la leyenda fueron forjadas la espada de Turgon, la espada de Ecthelion, Dardo, que fue una daga blandida por Bilbo Bolsón y donde será forjada la Elessar, la “Piedra de Elfo”, que será entregado al primer hombre que muestre su valentía y el amor por la naturaleza.


Eärendil o también llamado medio elfo, era conocido como el Rey de los Peredhil, nacido en la Primera Edad del Sol, en el reino de Gondolin. En la caída de Gondolin, logró escapar junto con sus padres por los túneles secretos de la ciudad.


Conocido por haber asesinado a Ancalagon el Negro, el mayor dragón de la Tierra Media. Se dice que Eärendil viajó por el firmamento portando siempre el Silmaril y según los elfos, la luz que emanaba de él correspondía a la estrella Venus, el mas brillante de los astros.


Donde en uno de esos largos viajes conoció a Elwing, otra Peredhil, princesa de Doriath, y de esta unión nacieron los gemelos Elrond y Elros.


Tiempo después, en ese hermoso reino rodeado de exuberantes plantaciones de medicina naturales, se encontraba una bella joven, sus cabellos azabaches los llevaba sueltos, su vestido blanco se encontraba con pequeñas motas de tierra, la joven se encontraba ayudando al anciana curandera a recolectar las nuevas flores medicinales.


Sus delicadas manos pasaban con maestría cortándolos delicadamente desde el tallo, sus ojos verdes, brillaban con cautela para no lastimarse con alguna espina.


-Princesa Arwen, usted no necesita hacer esto.


-Lo sé, pero quiero ayudarla y aprender todo esto.


-Su prometido debe estar muy enamorado de usted, bella joven. –La pelinegra le mostro una sutil sonrisa, recordando la última vez en la que vio a su hermano; sus mejillas blancas de pronto mostraron un bello color carmesí.


-Arwen. Tienes que entrar, está empezando a anochecer. –La voz gruesa y algo raspada del anciano elfo se escuchó fuerte e impotente por todo el cultivo de plantaciones. Los cabellos de un castaño oscuro bailaban al compás del viento, mientras que sus ojos marrones brillaban contra el reflejo del sol, dándole un color caramelo.


La media elfa se acercó rápidamente donde se encontraba el mayor, abrazándolo efusivamente por la cintura.


-Abuelo, ¿Cuándo podre estar junto a mi prometido?


-Cuando vallamos a Rivendel podrás verlo.


 


Habían pasado unos cuantos años desde que Aragorn cruzo el Gran muro, desde ese momento se decidió por convertirse en un gran guerrero y volver por aquel hermoso elfo. El día había amanecido con el sol más que resplandeciente, dando a conocer todos aquellos secretos que los humanos intentaban proteger,  el viento soplaba fuerte alzando todas las hojas del suelo.


Aragorn se encontraba de pie al frente de aquel muro, sus ojos brunos se ocultaban detrás de sus parpados, sintiendo la sutil presencia de aquel elfo, que sin verlo, sabía que también este estaba muy cerca del muro. Inconscientemente apoyo su mano en el muro, mientras que la otra descansada sobre su espada.


Cuando pasaron los años Elladan y Elrohir le enseñaron a sentir la presencia de todo ser viviente, saber escuchar a los árboles cantar y a la tierra hablar. Se imaginó como los años habían caído sobre el cuerpo delgado del mas pequeño, se hizo una idea no muy exacta del color azul en sus ojos, los cabellos dorados, seguro mas largo que aquella vez pero mas brillantes que el mismo sol.


-Aragorn, ya tenemos que irnos.


El joven pelinegro siguió los pasos de su hermano mayor, no sin antes voltear su rostro para sentir como la energía de aquel elfo se alejaba de él, nuevamente.


 


El sol se iba ocultando dejando ver el juego de luces en el cielo, los colores oxilaban entre el rojo y el azul, dejando sentir una inmensa tranquilidad alrededor, el sonido del arroyo se escuchaba tan lejano, perdiéndose con el sonido de los pequeños animales del bosque.


Los caballos blancos del rey Arathorn cabalgaban con una agilidad y rapidez inimaginable por las Montañas Nubladas, cruzando por los ríos Fontegrís y Sonorona, esquivando todos los encantamientos elficos, llegando a la Gran Casa de Elrond.


Arathorn bajo del cabello con Aragorn en brazos, para luego ingresar a la Casa, se podía sentir acogedora, una paz inquebrantable, el menor se soltó de la mano de su padre para recorrer el solo aquella magnitud, sintiéndose emocionado e inquieto.


Era la primera vez que iba aquel lugar y conocería a mas elfos, como sus hermanos y su Ada. Era la primera vez, también, que se sentía mas cercano al amor de su padre. Siempre escuchaba historias por parte de sus hermanos y de su padre sobre aquel hermoso lugar, sintiendo el fresco aire rozar su rostro, con una leve pero sutil caricia, abrió sus ónices, pudo sentir la presencia de su Ada, sonrió levemente, para luego ingresar nuevamente a la casa.


Donde encontró a su padre conversando con un elfo, que aunque por los años, parecían que no hacían efecto en su misma belleza.


Para Arathorn, regresar a aquella casa era como recordar el primer día en que conoció al amor de su vida. Recordar sus cabellos brunos alzarse contra el viento, percibir aquel aroma a flores de lirios, recordar aquellos ojos verdes que brillaban inmensamente con la luz del sol, aquello hermosa sonrisa con la que despertaba cada mañana para besarlo a él y a sus hermosos hijos.


Arathorn llamo a su hijo, para sentarlo sobre sus piernas y besarle sus desordenados cabellos azabaches, quitando una inexistente pelusa de la ropa de su hijo.


-Hijo, cuando Elrond  murió, le prometí que te haría conocer la vida como un hombre y como un elfo, el nombre de este elfo es Elros, es el hermano gemelo de tu padre. El cuidara de ti y te enseñara todo lo que un elfo debe saber.


-¿Tú te iras?


- Nos volveremos  a ver, pequeño. Además siempre podre venir a visitarte.


-¿Y mis hermanos?


-Ellos se quedaran contigo también.


Aragorn abrazo con todas sus fuerzas el cuello de su progenitor, no se permitía soltar ninguna lágrima, pero aun así lo hizo, limpiándolas con la ropa de su padre.


-Padre, te prometo convertirme en un gran hombre.


Cuando el hombre partió nuevamente, el pelinegro aún seguía en la gran puerta, sintiendo como el aire soplaba lentamente, acariciando su fino rostro, secando las lágrimas que corrían por sus finas mejillas.


Mientras los días pasaban, Aragorn entrenaba con más ahínco junto con sus hermanos y su tío Elros, algunos jóvenes elfos tenían el valor de enfrentarse al niño, que poco a poco iba creciendo, mientras que otros elfos, con la apariencia aún más delicada se acercaban emocionados y tímidos para ver entrenar a los jóvenes príncipes.


El pelinegro ya de unos 15 años se había escapado de las miradas de sus hermanos y de los demás elfos, para introducirse al enorme bosque, acercándose a la gran cascada que había en esta.


Se sabía que  Rivendel estaba oculto entre los páramos y las colinas de las Montañas Nubladas, en el borde de un desfiladero del río Bruinen, todos los elfos estaban advertidos que no tenían que acercarse a este lugar ya que muy cerca de este se encontraba el Bosque de los Trolls.


El pelinegro se quitó la correa donde yacía su espada, para luego quitarse la camisa de entrenamiento, dejando notar sus fuertes brazos y los músculos que se habían formado en estos y en su pecho. Se acercó al río lavándose el rostro, escuchando el relajante sonido del agua, de pronto un fuerte ruido le hizo despertar de su letargo, unos pasos suaves venían acercándose rápidamente por el este, seguidos de unos fuertes pasos, rápidamente Aragorn desvaino su espada, viendo como un rayo entre dorado y verde pasaba por su costado y detrás de él, tres grandes Trolls se mostraron.


Con rápidos y agiles movimientos el moreno del corto las cabezas de los Trolls, cuando de un momento a otro escucho un grito ahogado, volteando a ver, maldiciendo en su interior  que no había sentido la presencia de un cuarto Troll.


El pequeño  elfo se había alejado de la mano de su Ada, caminando inconscientemente por un bosque que no conocía, donde los árboles parecían muertos, donde no se podía escuchar el sonido de ningún animal. 


Cuando de pronto vio como cuatro Trolls asaban a un carnero, mientras se burlaban de la desgracia del pobre animal. El menor en toda su vida no había visto algo como eso, soltó un fuerte jadeo, retrocediendo rápidamente, pisando en el camino una rama, llamando la atención de los Trolls, el elfo empezó a correr sin saber a dónde, intentando oír cualquier cosa, pero los Trolls también eran demasiados rápidos. En ese momento se arrepintió el haber dejado su arco en casa.


Aragorn con un movimiento ágil blandió su espada sobre la cabeza del troll y le hendió el pecho con un duro golpe. Cuando supo que el troll no despertaría, busco con la mirada al elfo, pero no pudo verlo, cerró sus ojos sin hacer ruido, soltó una sonrisa prepotente cuando pudo ubicar una pequeña energía.


Se acercó a unos arbustos que se encontraban por detrás del río, sintiendo como se le aprisionaba el corazón sin dejarlo respirar. El pequeño cuerpo del elfo se encontraba temblando, los delgados brazos abrazaban con fuerza sus piernas, ocultando su rostro en ellas.


El moreno movió unos milímetros el hombro del pequeño, haciendo que este soltara un fuerte grito y a la vez saltara en su mismo sitio.


Aragorn tuvo que obligarse a tragar su propia saliva, intentando volver a respirar ya que al ver el fino y níveo rostro del elfo, sus mejillas llenas de lágrimas que escurrían sin parar de sus ojos azules, mientras que sus hermosos cabellos rubios se encontraban desordenados cubiertos de hojas y ramas secas.


Sin darse cuenta sus dedos pasaban suavemente, limpiando las mejillas sonrosadas del elfo.


-¿Tú…tú no me vas a comer? –La voz tan sutil del menor, resonó en la mente del moreno, haciendo que se sonrojara.


-¿Acaso me parezco a uno de esos? –El menor volteó a ver a los Trolls que yacían tirados y desmembrados sobre la tierra, escondiendo rápidamente su rostro entre sus piernas, negando rápidamente.


-Está bien…ya no llores. ¿Dónde está tu Ada?


-No sé…yo...me perdí…


-¿De dónde eres?


-…mi casa está muy lejos…


-Bien…Ven conmigo, te llevare a mi casa, desde ahí, estoy seguro que mi tío encontrara a tu Ada.


-¿Y si no lo encuentra?


-Bueno… entonces yo me encargaré personalmente de buscarlo. –El moreno sonrió limpiamente, levantándose de los arbustos, dándole la mano al menor  para luego empezar a caminar por el gran bosque…


 Cuando los dos chicos llegaron a la Casa de Elrond, pudieron ver como todos los elfos corrían por todos lados, Aragorn camino tranquilamente con el elfo sobre su espalda, ya que este se había quedado dormido.


-Elrohir ¿Qué está pasando?


-¡Aragorn! ¿No habrás visto a un pequeño elfo de unos doce años?


-Es el hijo del Rey de los elfos silvanos, el pequeño se perdió cuando venían para acá.


-¿Acaso no será él?


Los gemelos miraron el bulto que traía su hermano por primera vez, viendo como el pequeño empezaba abrir lentamente sus ojos, dejando ver esas hermosas gemas azules, viendo como al instante sus blancas mejillas se tornaban de un color rojizo.


-O…oye ¡bájame! ¡bájame!


Los mayores veían como el pequeño, tierno y adorable elfo, como lo había descrito su Ada, empezaba a patalear y golpear la espalda del moreno.


-¡Hojita!


-¡Ada!


El menor salto de la espalda de Aragorn corriendo hasta llegar a los brazos de Amdír, quien lo empezó a llenar de besos. Thranduil se acercó donde se encontraba Aragorn junto con sus hermanos, haciendo una sutil reverencia.


-Muchas gracias por encontrar a mi hijo, joven Aragorn. En cualquier momento si desea algo, quiero que sepa que tendrá mi absoluta aprobación.


-¡Papá! –Thranduil miro a su pequeño, quien jalaba su pantalón insistentemente para que lo cargase.


-¿Qué pasa mi hojita?


-¡El joven me salvo de cuatro Trolls! Trolls grandes y feos. –Los ojos azules del mas pequeño brillaban con una emoción desbordante, nadie pudiera creer que hace poco el mismo elfo estuvo llorando a mar abierto.


-Ya veo, ¿y ya se lo agradeciste?


Cuando el menor estuvo en el piso y según él ya nadie lo veía, llamo bajito al moreno, obligando que este se agache hasta quedar a su altura.


-¿Qué pasa?


-Yo…gracias. –Fue tan solo una palabra, pero lo que le dejo mas sorprendido fue el pequeño beso que le dio el menor, en sus labios. Fue tan solo un segundo, pero sintió lo dulce que eran, los suaves labios del menor, su rostro empezó a arder, cuando sintió las manos de sus hermanos sobre sus hombros.


-Valla, valla, hermanito. Tú primer beso.


-Estoy seguro que también fue el primer beso del pequeño.


-¡Arg! Cállense.


-Pero mira el lado positivo. Puedes pedirle a Thranduil que te deje casarse con su pequeño. –El menor de los hermanos, sintió un ligero dolor en el estómago, no sabía si era por el problema en que se iba a meter con Amroth, cuando se enterase de que él se había quedado con el primer beso del menor o si era por ver desde lo lejos las mejillas mas que rojas del menor.


Amroth vio como su hermanito llegaba sigilosamente a su lado, con las mejillas de un tono carmesí, su respiración un poco agitada. –Tal vez fue por haber corrido- pero esa idea quedo rechazada cuando volteo a ver a los hermanos y pudo ver como las mejillas de Aragorn también tenían un color rojizo.


-No te vuelvas a perder, Legolas.


-Lo siento mucho, hermano. –Amroth odiaba hablarle feo al pequeño, pero él también se había preocupado demasiado cuando no pudo encontrarlo en ningún lado, siendo así que estuvo por entrar al Bosque de los Trolls a buscarlo.


El mayor acaricio suavemente los cabellos rubios de su hermanito, sonriéndole fraternalmente, recibiendo uno de sus cálidos abrazos.


-Te quiero hermano.


-Yo también te quiero, pequeño.


 


Ya habían pasado unos días desde la llegada del Rey Thranduil y su familia a la Casa de Elrond, los elfos más sabios habían llegado también para escuchar las palabras que este tenía que decir.


Aragorn le había pedido a su tío que mande a traer a su padre, pero este se había negado sutilmente. No era secreto que la mayoría de elfos ancianos odiaban al rey Arathorn II. Pero todos se negaban a contarle la historia completa de esta.


El pequeño Legolas veía desde la gran puerta como Aragorn blandía con agilidad su espada, se podía escuchar el sonido del aire siendo cortado con la hoja de la espada.


El menor se acercó sigilosamente por la espalda del moreno, con intenciones de asustarlo, cuando en ese momento el moreno dio una vuelta de 180 grados, colocando la hoja afilada sobre su cuello.


-¡Hola! –Aragorn lo miró con los ojos bien abiertos, su respiración se volvió entrecortada, empezando a sentir un frio escalofríos por su espalda. -¡¿En qué momento se ha puesto detrás de mí?!- el elfo lo miraba con una hermosa y gran sonrisa sobre su rostro.


-¡¿Qué haces?! ¡Pude haberte cortado el cuello!


-Pero no lo hiciste


-¡No! ¡Pero estuve a unos milímetros de hacerlo!  ¡¿Acaso estás loco?! –El moreno no se había dado cuenta en que momento había empezado a gritarle, pero se detuvo cuando escucho como el menor empezaba a hipar.


Clavó su espada en la tierra, tirándose sobre el jardín, cubrió sus ojos con el dorso de su brazo, para que el sol no lo moleste.


-Lo siento. –La voz entrecortada del menor le hizo tranquilizarse.


-Está bien, pero no vuelvas aparecer así cuando este entrenando. –Aragorn palmeo al costado de él, para que el menor se sentara a su lado.


-O… oye …yo… ¿Nos hemos visto en algún lado?


-¿Por qué lo dices?


-Es que tu esencia me hace conocida.


-¿Mi esencia?


-¡Sí! Mi Ada me enseño a sentir la presencia de los demás por su olor.


-¿Y cuál es el mío? –Pregunto Aragorn, sonriendo levemente cuando las mejillas del elfo empezaron a teñirse de un rojo.


-Tú… hueles a canela y menta. –El moreno alzó sutilmente una de sus cejas, preguntándose interiormente de donde había sacado el elfo esa idea.


-Fue hace unos años. Yo había entrado al bosque negro sin el permiso de mi padre.


-¿Por qué?


-No lo sé, creo que fue por curiosidad. –De saber de quién era aquella presencia -¿Y tú?


-Yo desobedecí a mi Ada. Oye, vamos a jugar. –Legolas se puso rápidamente de pie, jalando el brazo del moreno, pero como este era mas fuerte se le hacía imposible ponerlo de pie.


-No quiero, ve a jugar con tu hermano.


-Tampoco quiere…está hablando con tus hermanos.


-¿Y por qué tengo que ser yo?


-¡Porque Elladan dijo que tú eres un fuerte y valiente caballero! –El moreno vio la gran sonrisa del elfo, pensando en ese mismo momento en matar a sus hermanos y en la otra de abrazar y besar al pequeño que tenían enfrente.  -¿Por qué eres un caballero, verdad?


A lo lejos podía oír claramente como los gemelos se reían de él y al mismo tiempo sentía la mirada fría de Amroth sobre su espalda.


 


 

Notas finales:

 


wiiii apareció Arwen!!!! u.u


-bueno- antes de que supiera realmente lo que era el Yaoi y ví por primera vez a Aragorn y Legolas...supe que algo pasaba entre ellos dos *-*


 


y bueno Arwen solo es un complemento...un mal complemento..pero igual la necesito para que la obra continue 


Nos vemos en el 3 capitulo y espero seguir leyendo sus comentarios 


(:


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