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Escaping one last time por mitko_kitsune

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Notas del fanfic:

Hola, volví! (: lamentablemente no vi muchos fics en español de esta pareja y estos últimos días estuve leyendo sin parar sobre ellos y recordé que fueron uno de mis primeros ships, cuando todavía era pequeña e inocente :P Espero que les guste. Tiene sólo 2 capítulos, y el segundo ya esta casi terminado, lo estaré subiendo hoy mismo. 
 
 
Disclaimer: Los personajes son de JK Rowling, si no, ya saben... todo sería slash. 

Notas del capitulo:

Este capítulo esta ligeramente basado en la canción Songs for Ireland por Joan McInnes.

Se sentó cerca del acantilado, sintiendo el viento revolviéndole el cabello suavemente. No había nada en la Tierra como respirar ese aire, el aroma del agua azulada golpeando contra las rocas, el pasto tan increíblemente verde, el olor de la tierra y el rocío persistente de la mañana. Si lo hubiera pensado apenas un poco, nunca habría huído hacia allí, no mientras tuviera que mirar a los ojos a su madre. Ella sabía que algo pasaba y nunca fue una mujer que callara sus pensamientos. Si alguien lo sabía, ese era él. La pelea en quinto con Harry había sido en parte porque no creía del todo que Voldemort hubiera vuelto, pero por otro lado también le había dado la razón a su madre para que en algún momento se callara. No había sucedido y tal vez por eso cuando había vuelto a Hogwarts estaba tan malditamente irritado que había explotado. Cuando él y Harry se habían vuelto a hablar, le había pedido más disculpas de las necesarias, diciéndose a sí mismo que a partir de ese momento, le daría la razón a su madre como a los locos y nada más. Pero volver a Irlanda era como volver a respirar y no podía imaginarse haber ido a ningún otro lado. La gente que lo cruzaba por el camino lo saludaba efusivamente, como si lo no vieran hace años y le preguntaban cuánto tiempo se quedaría. No le tomó mucho tiempo toparse con Liam, su mejor amigo de la infancia que, luego de abrazarlo como si quisiera quebrarle las costillas, había tratado de convencerlo de que no volviera nunca más a la escuela. Liam no se dio cuenta de que se quedó mirando fijamente un punto mientras hablaba, ni que se fue muy lejos de allí en su mente. Las palabras “mejor amigo” retumbaban en su mente, como tambores gigantes sincronizados y el dolor de cabeza era inminente. Se obligó a volver a la realidad, para escuchar las buenas nuevas del pueblo. Quedó con Liam para ir al bar esa noche, dijo que podría organizar rápidamente una pequeña fiesta en su honor. Seamus supo instantáneamente que lo esperaba una noche movida. Esas “pequeñas fiestas” estaban siempre llenas de alcohol, música, danza y mucho mucho... alcohol. De verdad, no tenía idea cómo hacían todos para levantarse al otro día y seguir con la vida normalmente.

 

   Llegó a casa y sonrió sinceramente. Eso no había sucedido desde que había llegado hacía dos días y, por lo menos, logró que su madre no lo siguiera atormentando con preguntas. La noticia de la “pequeña fiesta” la alegró y la mantuvo ocupada mostrándole distintos vestidos a Seamus para que eligiera. No es que no quisiera a su madre, cuando estaba de buen humor y no lo atosigaba por cualquier cosa, la adoraba. Era una madre muy sobreprotectora, fuerte, amorosa... básicamente irlandesa. Nadie más podría entenderlo. Se levantó de la silla de madera en la que estaba sentado en la cocina y abrió la puerta para que su madre saliera. La brisa fresca de la noche le acarició la cara y se sintió realmente bien desde que había llegado.

 

Cuando entró al bar, sintió que no estaba realmente preparado para lo que habían armado. Prácticamente todo el pueblo estaba allí (si no eran todos) y apenas apareció por la puerta, todos giraron hacia el, vasos en la mano y con fuertes gritos, brindaron en su honor. Casi que se sintió famoso y cohibido por primera vez en su vida, hasta que su madre le dio un golpecito en el hombro y Liam se acerco con un vaso de cerveza. Se sentó en una mesa con él y sólo logró cruzar unas pocas palabras de asombro, cuando un violín, dos gaitas y un bodrán comenzaron a sonar, llevándose todos los demás sonidos consigo. En cuestión de segundos, cuatro chicas se habían puesto a bailar, moviendo rápidamente los pies, de una manera casi hipnotizante y poco después cuatro chicos las tomaban de la cintura o de la mano para sacarlas a bailar. Seamus se encontró con la mirada de su madre, que lo observaba desde una punta del bar y él levantó su vaso hacia ella. Ella hizo lo mismo y ambos se sonrieron. Cuando volteó a ver a Liam, este le hizo una seña con la cabeza hacia la puerta y ambos se levantaron, intentando pasar entre montones de gente sentada y gente bailando.

 

-Entonces... ¿qué haces acá? –preguntó Liam de sopetón, apoyándose contra la pared del bar, tomando un sorbo de cerveza y mirándolo fijamente.

 

-¿Perdón? –Seamus frunció el ceño.

 

-Todavía no estás de vacaciones y tu madre está todo el tiempo mirándote como si te fueras a romper.

 

Seamus rodó los ojos y tomó un sorbo de su cerveza. –Es mi último año, supongo que fue... las cosas no estaban tan bien allá hasta hace poco, ¿sabes? Ahora han mejorado mucho pero es una transición compleja –Liam, a pesar de haber sido su primer mejor amigo, no tenía idea de que Seamus era mago, así que siempre se le complicaba hablar de la escuela. Liam sabía que no era un tópico fácil para su amigo, por eso rara vez lo tocaba. Seamus no era una persona a la que le costara hablar, así que esta situación la tomaba con mucho cuidado. Además, ¿cómo iba a explicarle que había habido una guerra en el mundo mágico, que Harry había vencido a Voldemort y que, de a poco, estaban levantando los pedazos?. Seamus se dio cuenta de que su amigo lo miraba algo preocupado. –Y mi madre es mi madre... –continuó-... No me ha dejado tranquilo desde que llegué y no tengo ninguna esperanza de que eso suceda –Trató de sonar gracioso, pero su voz fue tan amarga que hasta la cerveza le pareció dulce. Liam lo notó también, pero tuvo la discreción de no decir nada. No hizo más preguntas, solo sonrió y Seamus se sintió profundamente agradecido. Volvieron al bar donde, durante otras dos horas, no hubo otra cosa que musica, brindis y baile.

 

  Cuando Seamus llegó a su cama, se dio cuenta de que ya no aguantaba esas fiestas como antes. No estaba ebrio, pero si se sentía algo mareado y no particularmente feliz. Muy por el contrario, lo único que hacía era recordar por qué había llegado a Irlanda cuando tendría que estar en Hogwarts. Ni siquiera llegó a sacarse la ropa cuando se hundió contra la almohada, respirando hondo, tratando de evitar la migraña y los pensamientos. No supo cuándo se durmió, pero las horas fueron eternas y los sueños fueron tan pesados que revolvió toda la cama. Ya cuando el sol se estaba levantando, se despertó con su mano derecha sobre su boca, silenciando el sollozo que intentaba escapar. El dolor en su pecho por contenerse sólo se calmó cuando ya no pudo ver el sol por las lágrimas que caían de sus ojos. Giró y se sentó en la cama, tomándose las piernas y hundiendo la cara en sus rodillas. Sus sollozos se escuchaban apenas, se perdían en la tela gruesa de sus jeans.

 

-¿Shay? – No levantó el rostro, no tenía fuerzas. Sintió un peso que hundía la cama y cerró los ojos con fuerza. –Hijo... –Una mano se posó suavemente sobre una de sus rodillas, luego acarició su cabello y desistió. El peso abandonó la cama y sintió un beso en su cabeza y una mano en su espalda. Poco después, su madre abandonó la habitación.

 

  Finalmente levantó el rostro, bañado en lágrimas y le costó un buen rato dejar de sollozar. Había tantas cosas mal en la situación. ¿Cómo decirle a su madre que había despertado muchas veces así?. Que se había sentido tan desolado cuando se había dado cuenta de que nunca se iba a casar, ni en Irlanda como había querido su madre, ni en ningún lado. Que nunca iba a tener hijos. Que el pueblo que tanto amaba probablemente nunca entendería cómo se sentía. Irlanda, en sí misma, lo hacía sentir inmensamente feliz, pero la gente... la gente siempre fue otro cantar. Aquí o en otro lado, en Londres, en Hogwarts. La gente... y él. Porque si había alguien en el mundo de quien NO se tenía que enamorar era de él. Tres años hacía que lo veía de otra forma, que ya no lo miraba dibujar admirándolo por su talento, no, ahora lo admiraba a él. Cómo fruncía el ceño cuando estaba concentrado y se mordía la lengua al hacer una línea particulamente difícil. Y era imposible no pensar en qué sería su inspiración. Era imposible no pensar en el hombre en el que se había convertido. Tan alto, esbelto, grácil. Seamus pensaba que si hubiera sabido dibujar, se habría pasado la vida dibujándolo a él. Con su piel morena y esa sonrisa simpática que llevaba siempre. Como si siempre estuviera pensando en algo bonito. Seamus gruñó y se tomó la cabeza. Siempre terminaba pensando en estas cosas y estaba MAL.

 

  ¿Por qué había escapado?. Habían estado festejando el final de la guerra y la vuelta de Harry, Ron y Hermione a Hogwarts en la sala común de Gryffindor. Merlín sabe cuánto whisky de fuego y cerveza de manteca había esa noche. Nadie siquiera se preocupó de que los más chicos no bebieran, había demasiada algarabía. Nada importaba. Iba por su segunda cerveza cuando volteó para ver a Dean, siendo arrinconado por Lavender. Ella ni siquiera se molestaba en besarlo, estaba ocupada intentando meterse bajo su remera. El moreno reía, moviéndose de un lado a otro debatido entre las cosquillas y estar siendo prácticamente violado en público. Entonces la mirada de Dean encontró la de Seamus, todavía con un brillo de diversión e incredulidad que lo hizo derretir por unos segundos. Los labios de Dean se movieron con parsimonia, tan perfectos, carnosos y humedos, formando silenciosamente la palabra “ayuda”. Los miembros de Seamus se despertaron instantáneamente (las piernas... de verdad, sólo las piernas) y casi corrió a su rescate. El irlandés tiró con suavidad pero con decisión de la cintura de Lavender, tomándola completamente por sorpresa. La chica no logró reaccionar durante algunos segundos, que Seamus aprovechó para lanzarla contra Neville que estaba a apenas un metro, mirando a otro lado. Dean no esperó y salió rápido hacia el otro lado de la sala común, subiendo la escalera como un rayo, seguido del irlandés. Cerraron la puerta de la habitación tras de sí, entre risas y respiraciones entrecortadas por la carrera. Dean se dejó caer pesadamente sobre la cama de Seamus, secándose algunas lágrimas.

 

-Gracias. Tuve miedo por un momento –Dijo, sonriendo mientras que su amigo se apoyaba contra uno de los postes de la cama y se balanceba, mirándolo.

 

-No es nada... no me parecía correcto que perdieras tu virginidad en público –En apenas un segundo sintió como su propia almohada le golpeaba fuertemente la cara.

 

-Cabrón –Dean se había incorporado sobre sus rodillas en la cama y lo miraba con una sonrisa tan endemoniadamente sexy que ya no lo oía.

 

-Yo no fui el que pidió ayuda como una damisela en apuros

 

El moreno se estiró y lo tomó del brazo fuertemente, arrojándolo sobre la cama. Lucharon durante un rato, riendo, respirando entrecortadamente y diciéndose todo tipo de groserías. Finalmente, Dean lo arrinconó contra el cabezal de la cama, tomando sus brazos y con una sonrisa triunfal. Fue en ese momento que Seamus perdió todo rastro de sonrisa. Sin poder evitarlo, suspiró tristemente e intento alejar sus ojos azules de los labios de Dean pero se le volvió tan complicado que ni siquiera pudo esforzarse. El moreno soltó sus brazos y el irlandés acercó su rostro al de Dean, inclinándolo un poco para que sus narices no chocaran. El moreno no se movio ni un milímetro y cuando sus labios estaban a punto de tocarse, Seamus bajó la cabeza y gimió con frustración. Levantó la vista y no pudo descifrar la mirada de Dean.

 

-Estás ebrio –Dijo, a modo de explicación. Se levantó, alejándose de Dean lo más rápido que pudo y salió de la habitación. Nunca volvió. A la mañana siguiente estaba en Irlanda.

No quería imaginarse lo que hubiera sucedido si lo hubiera besado. En su mente sólo había dos opciones: 1) Que Dean lo recordara al día siguiente y no quisiera dirigirle la palabra nunca más o 2) Que no lo recordara y él tuviera que vivir toda su vida con el recuerdo del sabor y la textura de los labios de su mejor amigo, sin la posibilidad de volver a probarlos. No, definitivamente ninguna de las dos valía la pena, no cuando lo que estaba en juego era su amistad. 


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